Las nacio­na­li­da­des y sus dere­chos- Ramón Zallo

El modo de ges­tio­nar jurí­di­ca­men­te la cues­tión nacio­nal remi­te al prin­ci­pio de auto­de­ter­mi­na­ción como vía para un hori­zon­te de reco­no­ci­mien­to cul­tu­ral, eco­nó­mi­co y polí­ti­co por par­te de la comu­ni­dad internacional.

Pero en Dere­cho Inter­na­cio­nal la cues­tión se com­pli­ca en las áreas geo­po­lí­ti­cas que no han sido colo­nias ni impe­rios en des­com­po­si­ción. Cata­lun­ya, Gali­cia o Eus­ka­di no son colo­nias que pue­dan, median­te títu­lo habi­li­tan­te, pro­cla­mar la inde­pen­den­cia sin más, o median­te refe­rén­dum uni­la­te­ral ava­la­do inter­na­cio­nal­men­te, como en Timor Este o el Sur de Sudán. El Esta­do no lo per­mi­ti­ría y la comu­ni­dad inter­na­cio­nal no lo res­pal­da­ría. Tam­po­co es la Cen­tro­euro­pa de las pos­gue­rras, ni los Bal­ca­nes en des­com­po­si­ción de ayer por la maña­na… con sus cruen­tas opor­tu­ni­da­des para geo­gra­fías en construcción.

Pero Espa­ña tam­po­co es, ¡ni de lejos!, Gran Bre­ta­ña o Cana­dá… Estos paí­ses acep­tan los hechos polí­ti­cos como dig­nos de ampa­ro demo­crá­ti­co. No se refu­gian en la nor­ma para negar­se a dar sali­da a los pro­ble­mas nacio­na­les, sino que entien­den que las demo­cra­cias son para resol­ver situa­cio­nes, y no para enquistarlas.

La demo­cra­cia espa­ño­la, lamen­ta­ble­men­te, es de otra pas­ta por­que se tra­ta de una demo­cra­cia deme­dia­da, naci­da de una tran­si­ción amné­si­ca y sin rup­tu­ra, estig­ma­ti­za­do­ra del adver­sa­rio, que gobier­na a gol­pe de nor­ma y de lec­tu­ras for­ma­lis­tas de la Cons­ti­tu­ción, o sea a base de enca­jes rigo­ris­tas en la nor­ma cons­ti­tu­cio­nal ampa­rán­do­se en mayo­rías de Esta­do, en lugar de resol­ver las nue­vas situa­cio­nes median­te lec­tu­ras abier­tas o cam­bian­do las normas.

Se tra­ta de un Esta­do orgu­llo­so, que se endu­re­ció en una gue­rra civil, y que ya en demo­cra­cia va cons­tru­yen­do un nacio­na­lis­mo espa­ñol tar­dío y reac­ti­vo una vez eli­mi­na­do el com­ple­jo fran­quis­ta. Para ello recu­rre a ves­tir­se con el mito del patrio­tis­mo cons­ti­tu­cio­nal, sacra­li­zan­do la Cons­ti­tu­ción Espa­ño­la, mien­tras ocul­ta la pre­emi­nen­cia de la cul­tu­ra cas­te­lla­na y del espa­ñol como opcio­nes cul­tu­ra­les domi­nan­tes del Esta­do, o sea como Cul­tu­ra de Esta­do, dejan­do en des­igual­dad las otras cul­tu­ras inte­gra­les, visi­bles en sus pro­pios terri­to­rios e invi­si­bles en el espa­cio común.

Esta­ría­mos ante una noria for­mal (veto des­de el par­la­men­to del Esta­do uni­ta­rio y regio­nal) que dice mucho y mal de un Esta­do y su cla­se polí­ti­ca mayo­ri­ta­ria. Son inca­pa­ces de asu­mir la natu­ra­le­za de las nacio­nes sin Esta­do, dan­do cur­so a un nue­vo empas­te de la con­vi­ven­cia, a tra­vés de fór­mu­las satis­fac­to­rias o de pro­ce­sos de divor­cio maduro.

Se ha inten­ta­do supe­rar esa visión, com­par­ti­da por la dere­cha y la izquier­da espa­ño­la mayo­ri­ta­ria, median­te con­sul­ta o Esta­tu­to mayo­ri­ta­rio en el Par­la­men­to pro­pio (inten­tos del lehen­da­ka­ri Iba­rretxe) o median­te meto­do­lo­gía con­ven­cio­nal (vía cata­la­na) sin que pue­da decir­se que lo uno haya teni­do más éxi­to que lo otro, dejan­do un regue­ro de frustraciones.

Cla­ro que las frus­tra­cio­nes tie­nen efec­to en for­ma de mapas socia­les de des­afec­ción que pue­den ampliar­se si el cen­tra­lis­mo se supera a si mis­mo. El resul­ta­do es el des­ape­go nacio­nal de las ciu­da­da­nías por una lógi­ca evi­den­te: si no me quie­ren, o me mal­tra­tan, me voy. Y cada vez más espa­ño­les deja­rán de ser­lo, como decía Gre­go­rio Morán.

En el caso de la Comu­ni­dad Autó­no­ma de Eus­ka­di es el 50% quien se sien­te sólo vas­co o más vas­co que espa­ñol, con una zona inter­me­dia de “tan vas­co como espa­ñol” del 36%, y de sólo un 12% que se sien­te “más” espa­ñol que vas­co o “sólo” espa­ñol. El 45% tie­ne fuer­tes y altos deseos de inde­pen­den­cia con­tra un 49% con esca­sos deseos o nin­guno (Eus­ko­ba­ró­me­tro Nov 2011). El cre­ci­mien­to del sen­ti­mien­to sobe­ra­nis­ta en Cata­lun­ya tam­bién es obvio. Aquel 37% de sen­ti­mien­to sólo cata­lán o más cata­lán que espa­ñol del 2010, ya era del 50% en 2012, según el Barò­me­tre d’Opinió Política.

Legi­ti­ma­ción y demos

Las nacio­nes sin Esta­do como suje­tos colec­ti­vos osten­tan dere­chos nacio­na­les por la doble vía de la insis­ten­cia his­tó­ri­ca en un pro­yec­to nacio­nal en pug­na con el domi­nan­te y de la legi­ti­mi­dad aña­di­da por unos apo­yos socia­les mayo­ri­ta­rios repetidos.

El dere­cho de deci­sión es un títu­lo que conec­ta con varios desa­rro­llos socia­les, doc­tri­na­les y jurí­di­cos actua­les como la demo­cra­cia avan­za­da, la doc­tri­na de los dere­chos colec­ti­vos, la pre­sen­cia de suje­tos comu­ni­ta­rios en la épo­ca de la glo­ba­li­za­ción y de la diver­si­dad, los prin­ci­pios de sub­si­dia­ri­dad (que lo haga quien lo pue­de hacer mejor) y el res­pe­to inter­ins­ti­tu­cio­nal, par­ti­ci­pa­ción y fis­ca­li­za­ción ciu­da­da­na de la gober­nan­za. Hay otras evo­lu­cio­nes doc­tri­na­les en la mis­ma direc­ción: diver­si­dad, sos­te­ni­bi­li­dad, acce­so, conectividad…

¿Es esta una visión etni­cis­ta y frac­tu­ran­te? ¡De nin­gu­na mane­ra! Se hace depen­der de mayo­rías reales del colec­ti­vo impli­ca­do. Sería muy demo­crá­ti­ca, en todo caso. Y, ade­más, ¡es al revés! Sería el etnos de la eli­te de la nación mayo­ri­ta­ria del Esta­do quien, ocu­pan­do las ban­ca­das de las ins­ti­tu­cio­nes comu­nes, impe­di­ría el demos de la nación mino­ri­ta­ria. Cuan­do se impi­de que se pre­gun­te a si mis­ma a una comu­ni­dad o no se la reco­no­ce des­de los apa­ra­tos de Esta­do –Con­gre­so, Tri­bu­nal Cons­ti­tu­cio­nal, Gobierno o Poli­cía- esta­re­mos ante una impo­si­ción into­le­ra­ble. Opre­sión pue­de ser un tér­mino fuer­te pero el de domi­na­ción enca­ja a la perfección.

Dere­chos

Pare­ce ade­cua­da la mati­za­da y moder­na ver­sión de la Cor­te Supre­ma del Cana­dá, como base de una teo­ría jurí­di­ca apli­ca­ble a con­tex­tos nacio­na­les en paí­ses avan­za­dos. Se tra­ta­ría de un “dere­cho de deci­sión” de un suje­to colec­ti­vo y de la exis­ten­cia de unos dere­chos nacio­na­les en un Esta­do plurinacional.

Esa for­mu­la­ción se aco­mo­da bien al dere­cho interno de los Esta­dos desa­rro­lla­dos plu­ri­na­cio­na­les y demo­crá­ti­cos: dere­cho de deci­sión no uni­la­te­ral; con obli­ga­ción de con­sul­ta a la pobla­ción pro­pia; y de nego­cia­ción con el Esta­do anfi­trión cuya inte­gri­dad o estruc­tu­ra se vería afec­ta­da, sea por sece­sión sea por acomodación.

Se tra­ta de pro­ce­sos por eta­pas y des­de la legi­ti­mi­dad demo­crá­ti­ca siem­pre. Esto con­lle­va un giro de tuer­ca en algu­nas tra­di­cio­nes nacionalistas.

Se apun­ta así la obli­ga­to­ria com­pa­ti­bi­li­dad entre un dere­cho de deci­sión que no se dis­cu­te, pero que debe con­tar con el Esta­do anfi­trión, y la obli­ga­ción, sin excu­sas, de éste de res­pe­tar y aten­der la pro­pues­ta demo­crá­ti­ca de una nación en torno a una pre­gun­ta cla­ra y con res­pal­do sufi­cien­te. El mayor pro­ble­ma sue­le pro­ce­der del Estado.

Las nacio­nes sin Esta­do tie­nen así dere­cho a cua­tro pasos: a) deba­tir y for­mu­lar pro­pues­tas de cam­bio siguien­do pro­ce­di­mien­tos demo­crá­ti­cos; b) auto-con­sul­tar­se para con­ta­bi­li­zar el sí o el no de un pro­yec­to, y que nadie se lo impi­da; c) en caso de ser mayo­ri­ta­rio, dere­cho a una nue­va nego­cia­ción con el Esta­do para rede­fi­nir el sta­tus quo; d) y deci­dir. En nues­tro caso tene­mos, ade­más, los títu­los com­ple­men­ta­rios de los Dere­chos His­tó­ri­cos reconocidos.

Se que­dan así cor­tos los pro­yec­tos de refe­ren­cia solo étni­ca. Son supe­ra­dos por el impul­so comu­ni­ta­ris­ta, sea nacio­na­lis­ta o no, que se refe­ren­cie tri­ple­men­te en la iden­ti­dad comu­ni­ta­ria con ancla­jes en la his­to­ria, len­gua e ins­ti­tu­cio­nes; en la con­vi­ven­cia de la socie­dad real, no la año­ra­da; y en el bien­es­tar colectivo.

El patrio­tis­mo uni­di­men­sio­nal (más que una ideo­lo­gía un modo de vida) len­ta­men­te va sien­do sus­ti­tui­do por el sobe­ra­nis­mo, o sea por la con­cre­ción de la auto­de­ter­mi­na­ción como dere­cho a deci­dir res­pon­sa­ble y demo­crá­ti­ca­men­te, en cla­ves de dar vida, pro­ta­go­nis­mo y visi­bi­li­dad a la comu­ni­dad, para­le­la­men­te a la preo­cu­pa­ción por una amplia pano­plia de temáticas.

De hecho se requie­ren pro­yec­tos inte­gra­les que res­pon­dan al per­fil poli­va­len­te de las per­so­nas que tie­nen una iden­ti­dad pro­pia, son nacio­na­les, ciu­da­da­nos y segu­ra­men­te demó­cra­tas, están afec­ta­das por las inde­sea­das deri­vas de la eco­no­mía o la sos­te­ni­bi­li­dad, tie­nen dere­chos socia­les, per­te­ne­cen a algún géne­ro, son de algu­na gene­ra­ción y/​o ven con mucha preo­cu­pa­ción el futu­ro. Res­pon­der, no sólo a uno, sino a todos esos per­fi­les que con­fi­gu­ran la mul­ti­pli­ci­dad de las iden­ti­da­des per­so­na­les es el reto del buen gobierno.

En suma, son las socie­da­des polí­ti­cas nacio­na­les las úni­cas que deci­den, tenien­do en cuen­ta, eso sí, reali­da­des y difi­cul­ta­des exter­nas e inter­nas, inclui­da la opi­nión del Esta­do anfi­trión de quien no se admi­ti­ría, de nin­gún modo, un dere­cho de veto.

(Un resu­men de este artícu­lo fue publi­ca­do en Deia, 15 – 6‑2012)

Ramón Zallo es cate­drá­ti­co de la UPV-EHU

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