Don Juan Chá­vez, la sabi­du­ría del maestro

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“Somos los indios que somos, somos pue­blos, somos indios. Que­re­mos seguir sien­do los indios que somos; que­re­mos seguir sien­do los pue­blos que somos; que­re­mos seguir hablan­do la len­gua que nos habla­mos; que­re­mos seguir pen­san­do la pala­bra que pen­sa­mos; que­re­mos seguir soñan­do los sue­ños que soña­mos; que­re­mos seguir aman­do los amo­res que nos damos; que­re­mos ser ya lo que somos; que­re­mos ya nues­tro lugar; que­re­mos ya nues­tra his­to­ria, que­re­mos ya la verdad”.

Juan Chá­vez Alon­so en el Con­gre­so de la Unión. 2001

El movi­mien­to indí­ge­na y los zapatistas

La inva­sión que sufren nues­tros pue­blos, nacio­nes y tri­bus indí­ge­nas en nues­tro país, pero tam­bién en Amé­ri­ca, no ha ter­mi­na­do des­pués de 515 años. En ese tiem­po por la explo­ta­ción de los bos­ques y sel­vas, de las made­ras pre­cio­sas y de todo lo que sig­ni­fi­ca­ba ganan­cias iba a dar a la coro­na espa­ño­la; aho­ra las inva­sio­nes, los saqueos, la sobre­ex­plo­ta­ción de los recur­sos natu­ra­les, de las aguas, mine­ra­les, otra vez de los bos­ques o de las sel­vas, pues va en manos de los empre­sa­rios, de los pres­ta­nom­bres, de los capi­ta­lis­tas pues.

La con­cep­ción his­tó­ri­ca de la rela­ción de los pue­blos indí­ge­nas con la Madre Tie­rra hace que los pue­blos sigan resis­tien­do con­tra las polí­ti­cas neo­li­be­ra­les; con­tra la polí­ti­ca glo­ba­li­za­do­ra que aten­ta con­tra las cul­tu­ras y con­tra la natu­ra­le­za ‑y con la cual los pue­blos enri­que­ci­dos se han con­ver­ti­do en poten­cias béli­cas-; con­tra el poder polí­ti­co y el poder económico.

El movi­mien­to zapa­tis­ta no sólo abre el camino o la espe­ran­za del pre­sen­te o del futu­ro, no sólo de los mexi­ca­nos y mexi­ca­nas, sino para los pue­blos del mun­do. El Ya Bas­ta nos dio una señal de espe­ran­za no sólo a los mexi­ca­nos sino a los hom­bres y muje­res, jóve­nes, niños o ancia­nos de otros pue­blos del mundo.

Sabe­mos luchar y lucha­mos des­de aba­jo, espe­ra­mos que con encuen­tros como éste(Encuentro de Pue­blos Indí­ge­nas de Amé­ri­ca) poda­mos plan­tear for­mas nue­vas, ya que no nece­si­ta­mos legis­la­cio­nes nacio­na­les e inter­na­cio­na­les de los malos gobier­nos que sólo for­ta­le­cen el mode­lo neo­li­be­ral capi­ta­lis­ta y que no saben reco­no­cer y res­pe­tar la autonomí­a que nues­tros pue­blos veni­mos ejer­cien­do, como un dere­cho his­tó­ri­co que de por sí­ nos corres­pon­de des­de siem­pre: nues­tro dere­cho a la libre deter­mi­na­ción y autonomí­a, al igual que nues­tras tie­rras y terri­to­rio, no se ven­den ni están suje­tas a nego­cia­ción. Es nece­sa­rio for­ta­le­cer las luchas de nues­tros pue­blos con nues­tras vidas, como la vida mis­ma de nues­tra madre tierra.

Los indí­ge­nas solos pues no vamos a ir más allá si no es con todos los her­ma­nos de los otros pue­blos del mun­do. La recons­truc­ción, la recons­ti­tu­ción de un nue­vo mun­do está en las manos de cada uno de nues­tros hom­bres y muje­res dig­nos de todos los pueblos.

Auto­no­mías

Nun­ca nos han reco­no­ci­do. Nues­tro dere­cho ha que­da­do suel­to siem­pre y fue un espa­cio pro­pio que los gobier­nos apro­ve­cha­ron para saquear nues­tros recur­sos natu­ra­les en for­ma des­pia­da­da, lo que afec­tó pro­fun­da­men­te y en muchos casos des­apa­re­ció diver­sas espe­cies de ani­ma­les y plan­tas. Al no incluir nues­tros dere­chos man­tu­vie­ron a nues­tros pue­blos en una situa­ción de mar­gi­na­ción, olvi­do, aban­dono, des­cui­do, que sig­ni­fi­có la impo­si­ción de una cul­tu­ra dis­tin­ta, y con­se­cuen­te­men­te la des­apa­ri­ción de más de cien cul­tu­ras de más de 200 que exis­tían. Hoy sobre­vi­ven en una situa­ción de resis­ten­cia unas 56 cul­tu­ras nacio­na­les que nos quedan.

Nues­tras leyes en los pue­blos indios, nacio­nes y tri­bus son más gran­des que las leyes men­ti­ro­sas o trai­do­ras de los Con­gre­sos de la Unión, de las Cáma­ras de dipu­tados o de sena­do­res de este país o de los legis­la­do­res de cual­quier par­te del mun­do. Las leyes de los pue­blos indí­ge­nas se res­pe­tan, son sagra­das, por­que en la con­cep­ción de los pue­blos indios le per­te­ne­ce­mos a nues­tra Madre Tie­rra y el aire es sagra­do, por eso no se pue­de ven­der, y el agua es sagra­da. Se ha demos­tra­do tam­bién con una lucha de resis­ten­cia, con una for­ma pro­pia de vida, a tra­vés de la defen­sa de los terri­to­rios que segui­mos pose­yen­do des­de antes de la épo­ca colo­nial, des­de antes de 1492; los terri­to­rios siguen pobla­dos, siguen jun­tos con los pue­blos indí­ge­nas, con las nacio­nes, con las tribus.

Lo que hoy vivi­mos (la Mar­cha del Color de la Tie­rra) es un puen­te, una alter­na­ti­va en la que vamos a encon­trar los cami­nos y los espa­cios den­tro del mar­co cons­ti­tu­cio­nal que nos per­mi­tan impul­sar nues­tro pro­pio pro­yec­to alter­na­ti­vo, polí­ti­co, his­tó­ri­co y eco­nó­mi­co: nues­tro pro­pio pro­yec­to edu­ca­ti­vo, de pro­duc­ción, de salud, de comu­ni­ca­ción, de apro­ve­cha­mien­to de nues­tros recur­sos, de fomen­to, y de la recons­truc­ción de nues­tras comu­ni­da­des, la recons­ti­tu­ción de nues­tros pue­blos. Hacer un esfuer­zo de recons­ti­tu­ción de nues­tro entorno a par­tir de los cono­ci­mien­tos his­tó­ri­cos, cul­tu­ra­les, que tie­nen un con­te­ni­do muy pro­fun­do, eco­ló­gi­co, en la visión de los pro­pios pue­blos indígenas.

Si se alcan­za el reco­no­ci­mien­to de los dere­chos y cul­tu­ra de los pue­blos indí­ge­nas, esta­ría­mos for­ta­le­cien­do las bases sóli­das de la sobe­ra­nía nacio­nal mis­ma, se for­ta­le­ce­ría la nación, se for­ta­le­ce­rán las estruc­tu­ras de la Cons­ti­tu­ción y se podría garan­ti­zar el correc­to apro­ve­cha­mien­to de los recur­sos, sobre una base sóli­da en la que no que­den suel­tos algu­nos espa­cios del mar­co cons­ti­tu­cio­nal como para que las trans­na­cio­na­les sigan hacien­do y des­ha­cien­do sobre los recur­sos estra­té­gi­cos del país.

Los pue­blos indígenas

Los pue­blos indí­ge­nas no sur­gen aho­ri­ta sino que siem­pre han esta­do allí, des­de mucho tiem­po antes del 12 de octu­bre de 1492. Estos pue­blos indí­ge­nas his­tó­ri­ca­men­te, a tra­vés de la memo­ria his­tó­ri­ca, fue­ron emi­nen­te­men­te muy res­pe­tuo­sos del eco­sis­te­ma. Siem­pre vivie­ron en un com­ple­to res­pe­to con el entorno, entre el hom­bre y la naturaleza.

Las polí­ti­cas neo­li­be­ra­les capi­ta­lis­tas pre­ten­den aca­bar con nues­tros pue­blos, que ter­mi­ne­mos des­alen­tán­do­nos, des­ani­mán­do­nos y final­men­te opte­mos por ven­der la tie­rra y dejar nues­tros terri­to­rios y nues­tros pue­blos. Así como vemos que el gobierno en vez de apo­yar a los pue­blos indí­ge­nas cada vez más nos olvi­dan, cada vez el saqueo de nues­tras made­ras es más y cada vez es el empre­sa­rio el que se lle­va las ganan­cias, y cada vez la pobre­za de noso­tros con­ti­núa igual, o se agra­va o es peor.

El Maíz

El maíz es nues­tra san­gre, el maíz es nues­tra vida, es el niño, la niña maíz. Es el joven, la joven maíz, es la her­ma­na, el her­mano maíz, es el padre y la madre maíz, es la abue­la y es el abue­lo maíz. Somos pues los hom­bres de maíz que igual que la huma­ni­dad son de todos los colo­res de la tie­rra, por­que nos naci­mos de la tie­rra de todos los colo­res que somos. Está repre­sen­ta­do en cada uno de los colo­res del mundo.

La tie­rra

En la con­cep­ción del indí­ge­na, a la tie­rra se le con­si­de­ra sagra­da, se le con­si­de­ra como la madre de la cual los pue­blos, el ser humano mis­mo tie­ne su ori­gen. Por tan­to, hay esa rela­ción his­tó­ri­ca de res­pe­to mutuo de todo lo que sur­ge de la tie­rra: las plan­tas, los ani­ma­les, las aguas, los vien­tos, los cami­nos, lo que sem­bra­mos, las semi­llas y el cerro, los gran­des valles. Siem­pre se vivió en armo­nía, siem­pre hubo moti­vos de fies­ta: cuan­do llo­vía, cuan­do gra­ni­za­ba, cuan­do hacia vien­to, cuan­do no llo­vía, cuan­do tenía­mos que arar la tie­rra, cuan­do tenía­mos que sem­brar las semi­llas, cuan­do tenía­mos que cul­ti­var, cuan­do tenía­mos que cose­char, cuan­do tene­mos que ali­men­tar­nos. Esa rela­ción en la memo­ria his­tó­ri­ca siem­pre ha existido.

El repar­to agra­rio, que teó­ri­ca­men­te se pudo enten­der así para quie­nes así lo quie­ran, en reali­dad jamás se hizo, por lo menos en la cues­tión indí­ge­na. En los terri­to­rios de los pue­blos, nacio­nes o tri­bus indí­ge­nas se sem­bra­ron los eji­dos ‑favo­re­cien­do en muchos de los casos a “peque­ños pro­pie­ta­rios” camu­fla­jea­dos, que eran lati­fun­dis­tas o mexi­ca­nos soli­ci­tan­tes de tie­rras y que los cons­ti­tu­ye­ron como eji­da­ta­rios en los terri­to­rios de los pue­blos indí­ge­nas- y no se reco­no­cie­ron los dere­chos que plas­ma­ba el artícu­lo 27 cons­ti­tu­cio­nal del cons­ti­tu­yen­te de 1910 – 17, don­de esta­ble­cía que los bie­nes comu­na­les que de hecho o por dere­cho guar­da­ran el esta­do comu­nal, debían con­fir­mar­se y titu­lar­se a favor de los pue­blos indígenas.

En el 92 Car­los Sali­nas de Gor­ta­ri, al refor­mar el artícu­lo 27 cons­ti­tu­cio­nal no sólo afec­ta a las comu­ni­da­des, nacio­nes, tri­bus y pue­blos indí­ge­nas, sino que trai­cio­na al pue­blo de Méxi­co por­que vul­ne­ra la sobe­ra­nía nacio­nal y abre las con­di­cio­nes para la fir­ma del Tra­ta­do de Libre Comer­cio (TLC), el ALCA, el Plan Pue­bla Pana­má, el Plan Andino o el Plan Colom­bia. Se vie­nen como torren­tes que res­pon­den todos a los intere­ses del capi­ta­lis­mo, de las gran­des trans­na­cio­na­les, de los gran­des gru­pos finan­cie­ros, y se con­su­ma la trai­ción. Se trai­cio­na a la Revo­lu­ción Mexi­ca­na, al pue­blo de Méxi­co, y se aca­ban las espe­ran­zas de este país, de esta nues­tra patria, de este nues­tro Méxi­co. Pen­sa­ban echar a andar el TLC en enero del 94. Fue jus­ta­men­te cuan­do la dig­ni­dad zapa­tis­ta le decla­ra el Ya Bas­ta al mal gobierno del trai­dor Salinas.

Los paí­ses ricos, si siguen sor­dos, cie­gos, sin sen­tir, sin sen­ti­do, sin cora­zón, pues están des­tru­yen­do no sólo a los pue­blos del mun­do sino que se están des­tru­yen­do por­que aten­tan con­tra la huma­ni­dad mis­ma, el mun­do mis­mo, por el exce­so de con­ta­mi­na­ción de las gran­des industrias.

El sis­te­ma polí­ti­co actual

Del mar­co legal que pudié­ra­mos pen­sar como una espe­ran­za de jus­ti­cia en la Cons­ti­tu­ción, ya no hay nada. Des­tru­ye­ron la Cons­ti­tu­ción, aho­ra las leyes todo le favo­re­cen al pode­ro­so, al rico, al que tie­ne el poder polí­ti­co; aho­ra las leyes no favo­re­cen a nadie de los tra­ba­ja­do­res, del pue­blo de Méxi­co, ni a las comu­ni­da­des, ni a nues­tros pue­blos indí­ge­nas: a nadie, todo está orien­ta­do a for­ta­le­cer ganan­cias a los empre­sa­rios, a los capi­ta­lis­tas, y para el tra­ba­ja­dor pura pobre­za, puro dolor, pura deses­pe­ra­ción, puro sufri­mien­to y, sobre todo, no hay futu­ro para los jóve­nes o para los niños en esas condiciones.

Un mun­do don­de que­pan muchos mundos

La con­se­cuen­cia de la deses­pe­ra­ción de las poten­cias por seguir impo­nien­do sus polí­ti­cas hege­mó­ni­cas eco­nó­mi­cas es que siguen con el signo del etno­ci­dio, del eco­ci­dio, del geno­ci­dio. Esto nos lle­va a refle­xio­nar a todos los hom­bres y muje­res dig­nos de todos los pue­blos del mun­do; refle­xio­nar y bus­car acuer­dos y con­sen­sos para asu­mir una posi­ción dig­na que nos per­mi­ta man­te­ner un equi­li­brio de res­pe­to entre nues­tros pue­blos y la natu­ra­le­za misma.

Tene­mos que pen­sar en la recons­truc­ción no sólo de un nue­vo país o un nue­vo pue­blo, sino de un nue­vo mun­do, más jus­to, más jus­ti­cia demo­crá­ti­ca, y que nos per­mi­ta seguir coexis­tien­do entre los pue­blos del mun­do pero en un mar­co de equi­li­brio de los eco­sis­te­mas, de res­pe­to con cali­dad huma­na, con la natu­ra­le­za misma.

Para eso tene­mos que aca­bar con el capi­ta­lis­mo, con el mode­lo neo­li­be­ral capi­ta­lis­ta, y con todos los ten­tácu­los de ese mons­truo: ese pul­po que el Ban­co Mun­dial (BM), el Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal (FMI), el Ban­co Inter­ame­ri­cano de Desa­rro­llo (BID), la Orga­ni­za­ción Mun­dial de Comer­cio (OMC) y todas las trans­na­cio­na­les que des­tru­yen a la Madre Tie­rra y de paso van con­tra la huma­ni­dad, con­tra la vida. Todo lo quie­ren, no se sacian, van por todo.

Los salu­da­mos con nues­tro cora­zón. Igual les pedi­mos que a los cora­zo­nes de todos los her­ma­nos de estos pue­blos que no nos aban­do­nen, no nos dejen. Que los cora­zo­nes de uste­des, de noso­tros, pues siga­mos cami­nan­do y cami­nan­do. Tene­mos que seguir caminando.

Igual les pedi­mos que no se olvi­den de los her­ma­nos zapa­tis­tas, sigan con ellos, sigan pla­ti­can­do, sigan com­par­tien­do en sus cora­zo­nes, que noso­tros tam­bién igual esta­mos en una mis­ma familia.

(Estos pen­sa­mien­tos de don Juan Chá­vez fue­ron obte­ni­dos y edi­ta­dos de su par­ti­ci­pa­ción en el Con­gre­so de la Unión, duran­te la Mar­cha del Color de la Tie­rra; de algu­nas de sus apa­ri­cio­nes públi­cas ante los pue­blos rará­mu­ri, seri y yaqui duran­te la gira de la Comi­sión Sex­ta del EZLN; en entre­vis­ta con la Con­fe­de­ra­ción Gene­ral del Tra­ba­jo (CGT) de Espa­ña; y en el fes­ti­val de la Dig­na Rabia de diciem­bre de 2008. Reco­pi­la­ción de Ada­zahi­ra Chávez)

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