Julián Con­ra­do: Can­tor de la Paz

La Paz es un sue­ño para Julián Con­ra­do: ¡jamás la ha cono­ci­do! Ni siquie­ra en el mar­co de la hipo­cre­sía del Esta­do burgués.
Un sue­ño para su pue­blo, quien bus­can­do cami­nos de Paz, es abo­fe­tea­do por quie­nes deten­tan el poder: una oli­gar­quía terro­ris­ta, apá­tri­da y cri­mi­nal, tute­la­da por el impe­ria­lis­mo nor­te­ame­ri­cano, se ha encar­ga­do de vaciar la Paz de su humano y subli­me con­te­ni­do, para lle­nar­la de cadá­ve­res y cemen­te­rios, cuan­do no de banal mer­can­cía politiquera.

En Julián Con­ra­do, la Paz es una espe­ran­za vital que ani­da en su pecho y se hace Can­ción. Bus­ca que los ojos del mun­do vol­teen, no sólo a mirar, sino a exten­der su mano de acti­va soli­da­ri­dad, reco­no­cién­do­nos en la huma­ni­dad del sufri­do pue­blo colom­biano. Sin duda, Colom­bia es un nudo en la gar­gan­ta de nues­tro Liber­ta­dor, Simón Bolí­var. Por eso la Paz por la que sue­ña y can­ta Julián, no sólo se escri­be con mayús­cu­la, sino que, enrai­za­da como está en el pen­sa­mien­to boli­va­riano y en el cla­mor de un pue­blo que no se rin­de, la sue­ña con Jus­ti­cia y con Amor. Y pien­so que a los pue­blos boli­va­ria­nos, la Can­ción de Julián Con­ra­do, sin pro­po­nér­se­lo, recla­ma el dolo­ro­so silen­cio, la lar­ga ausen­cia y la débil consecuencia.

Lo que inten­ta exter­mi­nar la oli­gar­quía colom­bia­na y el impe­ria­lis­mo nor­te­ame­ri­cano, es la Can­ción de Julián Con­ra­do, no es sólo su exter­mi­nio físi­co. Por eso le per­si­guen con saña. Por lo que sig­ni­fi­ca la cul­tu­ra como bas­tión de resis­ten­cia de los pue­blos, fren­te al saqueo de nues­tros recur­sos natu­ra­les, la depre­da­ción y ago­ta­mien­to de la Madre Tie­rra y la rui­na éti­ca y moral en la que sume a las gran­des mayo­rías el sis­te­ma capi­ta­lis­ta, en su empe­ño de glo­ba­li­za­ción neoliberal.

La cul­tu­ra es un estor­bo, una enemi­ga a derro­tar, un impe­di­men­to para lle­var a cabo el plan del asal­to de los paí­ses. No les bas­ta el terror de las motos sie­rras para­mi­li­ta­res, des­cuar­ti­zan­do cam­pe­si­nos pobres para robar­les sus tie­rras. Ni los hor­nos cre­ma­to­rios clan­des­ti­nos, ni los miles de “fal­sos posi­ti­vos” en las fosas comu­nes de La Maca­re­na, ni los ase­si­na­tos de diri­gen­tes socia­les y popu­la­res, ni los más de 7.500 pre­sos polí­ti­cos que sub­sis­ten en con­di­cio­nes infra­hu­ma­nas, ni los 61.604 des­apa­re­ci­dos en Colom­bia, según la Comi­sión de Bús­que­da que depen­de de la Defen­so­ría del Pue­blo en cor­te hecho el 26 – 8‑2011, ni las masa­cres indí­ge­nas, ni las vio­la­cio­nes masi­vas. No, ¡no les bas­ta! Bus­can ase­si­nar el espí­ri­tu de rebel­día de los pue­blos: sus cul­tu­ras, sus iden­ti­da­des, sus arrai­gos, sus his­to­rias, sus raí­ces, para con­su­mar las pre­ten­sio­nes de un Nue­vo Orden Mun­dial: el con­trol de los recur­sos natu­ra­les del pla­ne­ta para escla­vi­zar, aun más, a la espe­cie huma­na. Cri­mi­na­li­zar a las y los tra­ba­ja­do­res de la cul­tu­ra, no es un hecho casual. Es par­te del plan impe­ria­lis­ta para la inva­sión y la sumi­sión pla­ne­ta­ria. Es la lógi­ca de su hege­mo­nía y la esen­cia de su naturaleza.

Julián Con­ra­do se encuen­tra injus­ta­men­te dete­ni­do, des­de hace más de 8 meses, en la Repú­bli­ca Boli­va­ria­na de Vene­zue­la. Pron­to ten­drá lugar, en el TSJ la Audien­cia públi­ca en vir­tud de la soli­ci­tud de extra­di­ción que en su con­tra, rea­li­za­ra el gobierno colom­biano ante el gobierno vene­zo­lano. Dado el alto gra­do de huma­nis­mo y de con­cien­cia polí­ti­ca sobe­ra­na que hemos alcan­za­do a par­tir de la apro­ba­ción de la Cons­ti­tu­ción de 1.999, del res­pe­to que sen­ti­mos por ella y por la defen­sa de los Dere­chos Huma­nos, de la Leyes y los Con­ve­nios Inter­na­cio­na­les que rigen la mate­ria, espe­ra­mos con­fia­das y con­fia­dos la deci­sión del TSJ. Esa deci­sión no pue­de ser otra que la impro­ce­den­cia de la extra­di­ción del Can­tor del Pue­blo Colom­biano, Julián Con­ra­do. Ade­más, espe­ra­mos la pro­tec­ción para el más vul­ne­ra­ble, per­se­gui­do polí­ti­co y obje­ti­vo mili­tar de un Esta­do reco­no­ci­do, mun­dial­men­te, como vio­la­dor de los más ele­men­ta­les Dere­chos Huma­nos.

La Can­ción de Paz con Jus­ti­cia y Amor, es un patri­mo­nio cul­tu­ral de los pue­blos del mun­do, de la huma­ni­dad en peli­gro de extin­ción. Esa Can­ción tras­cen­dió a Julián, y más tem­prano que tar­de, la can­ta­re­mos en recon­ci­lia­ción con la vida y con nues­tro pla­ne­ta. Ella es her­ma­na inse­pa­ra­ble de la Can­ción Nece­sa­ria y… “Dicen que la Can­ción Nece­sa­ria es jine­te y cabal­ga­du­ra. El jine­te es el ver­so. Dicen que este jine­te tie­ne recias manos, pero su cora­zón es como una rosa abier­ta cuan­do los gallos can­tan su últi­ma can­ción para la noche.

La cabal­ga­du­ra es la sem­blan­za sono­ra de nues­tra iden­ti­dad. En sus cas­cos resue­nan todos los tam­bo­res de las fies­tas de junio y en sus bri­das se pul­san, como en mági­cas cuer­das, todos los aires que mue­ven el árbol musi­cal de nues­tra tierra
Dicen que jine­te y cabal­ga­du­ra andan en bus­ca de la Can­ción de la Vic­to­ria” (Alí Pri­me­ra. La Can­ción Necesaria)

LA CHICHE MANAURE*¡AMANDO, VENCEREMOS!!!!!!!


*Dipu­tada ante la Asam­blea Nacio­nal por el PSUV – Can­to­ra Popular

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