[Video] Ruper Ordo­ri­ka: «Can­tar en eus­ke­ra es un privilegio»

El cantautor vasco Ruper Ordorika.

El can­tan­te y com­po­si­tor vas­co Ruper Ordo­ri­ka pre­sen­ta­rá el domin­go en el tea­tro Gaya­rre de Iru­ñea su últi­mo tra­ba­jo dis­cogrfi­co «Hodeien Azpian» (Bajo las nubes).

PAMPLONA. «Can­tar en la len­gua de tu elec­ción te hace sen­tir par­te de una comu­ni­dad, en tér­mi­nos crea­ti­vos es un camino sin fin. Me sien­to muy libre, escri­bo como quie­ro y eso es un gran pri­vi­le­gio, algo que pri­mo por enci­ma de otras cosas», ha mani­fes­ta­do el can­tan­te en una rue­da de pren­sa en Pamplona.

Tras reco­no­cer que «can­tar en una len­gua mino­ri­za­da te hace no ser homo­lo­ga­ble», ha apun­ta­do que eso no suce­de solo en esos casos y se ha pre­gun­ta­do «¿quién escu­cha rock en ale­mán? La músi­ca tie­ne sus este­reo­ti­pos que son los que se radian, fue­ra de eso hay un cir­cui­to para gen­te que tie­ne otro tipo de sen­si­bi­li­dad, que bus­can otras cues­tio­nes que no son lo habitual».

Acom­pa­ña­do por un cuar­te­to, Ordo­ri­ka pre­sen­ta­rá su nue­vo dis­co, com­pues­to por once can­cio­nes gra­ba­das en Nue­va York, a las que uni­rán otras pie­zas de su repertorio.

El can­tan­te, quien ha recal­ca­do que su obje­ti­vo es «sonar como una ban­da, no ser Ruper más unos músi­cos», ha expli­ca­do su vin­cu­la­ción con Nue­va York, una ciu­dad en la que estu­vo vivien­do un tiem­po y en la que ya había gra­ba­do otro dis­co, a la que acu­de por­que el estu­dio don­de gra­ba le per­mi­te gra­bar con cin­tas, «al vie­jo esti­lo ana­ló­gi­co», que es como a él le gusta.

«Cuan­do gra­bas con una cin­ta que va giran­do no pue­des espe­cu­lar, la entre­ga de los músi­cos es dife­ren­te, gra­ba­mos todos jun­tos y yo bus­co ese soni­do», ha afir­ma­do Ordo­ri­ka, quien ha apun­ta­do que si pue­de volverá.

Al res­pec­to ha aña­di­do que «lo bueno que tie­ne la músi­ca es que toda liber­tad es poca» y ade­más de esta mane­ra se pone en prác­ti­ca la idea de que «la músi­ca no cono­ce barreras».

Y es que «cuan­do can­tas en una sala con un gui­ta­rris­ta que nació en los subur­bios de Nue­va York pero es judío, con un bate­ría que es cali­fo­niano, con un bajis­ta islan­dés y can­tas en eus­ke­ra y aque­llo fun­cio­na como una máqui­na, eso habla por sí solo, es bueno para la can­ción», ha ase­ve­ra­do el músi­co guipuzcoano.

Res­pec­to a las can­cio­nes de su últi­mo dis­co ha comen­ta­do que las ha escri­to él solo, así como que nor­mal­men­te tra­ba­ja muy poco sobre temas.

Ha reco­no­ci­do que hace tiem­po que cam­bió de méto­do y aho­ra las can­cio­nes las hace a par­tir de la músi­ca, tra­ta de dejar­se lle­var, de escu­char la melo­día y eso le lle­va a un ambien­te, a cues­tio­nes que pesan en su áni­mo y que no sabe como se lla­man y a su pro­pia experiencia.

Tras afir­mar que le gus­tan las can­cio­nes que tie­nen un pun­to bal­sá­mi­co, que son capa­ces de ayu­dar a cam­biar de áni­mo, ha comen­ta­do que en este dis­co habla de pai­sa­jes, de luna y de árbo­les, mien­tras que en sus pri­me­ras obras le gus­ta­ban más las «lavan­de­rías, los bares y las ciu­da­des», aun­que, ha dicho que no sabe «por qué».

En cual­quier caso ha opi­na­do que «los dis­cos se hacen ver­da­de­ra­men­te redon­dos cuan­do empie­zas a tocar­los, empie­zan a limar­se en los con­cier­tos», una can­ción «se com­ple­ta cuan­do alguien la can­ta y la escucha».

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