Ven­ce­do­res y ven­ci­dos – Iña­ki Egaña

A veces ten­go la impre­sión de que tene­mos con­trin­can­tes polí­ti­cos, inclu­so enemi­gos, todo hay que decir­lo, que son pési­mos pen­sa­do­res. Se mue­ven por pasio­nes. Y bien lo saben ami­gos y cer­ca­nos que no soy de los que inci­tan a la pedan­te­ría y menos aún al alar­de de jue­gos y recur­sos lite­ra­rios. La lec­tu­ra de la pren­sa dia­ria, com­bi­na­da con esa mara­vi­lla de inter­net que deja ras­tro de san­de­ces, fra­ses apo­ca­líp­ti­cas y decla­ra­cio­nes de inten­cio­nes, es un ejer­ci­cio para tomar la tem­pe­ra­tu­ra a unos y otros.

A nues­tra gene­ra­ción le ha toca­do enfren­te una cla­se polí­ti­ca de ínfi­ma cate­go­ría. Humo con cor­ba­ta. Son bur­dos, ancla­dos en posi­cio­nes ultra­mon­ta­nas, que citan a la demo­cra­cia, a los dere­chos huma­nos, a la liber­tad como podían estar ampa­ran­do tor­tu­ras, vio­la­cio­nes, robos, inclu­so ase­si­na­tos. Les es indi­fe­ren­te. Pue­den hablar con los mis­mos ges­tos de una o de otra. La excu­sa del todo vale es la úni­ca. Y vaya que la apli­can con escrupulosidad.

Déjen­me un quie­bro antes de entrar en mate­ria. Estos días hemos asis­ti­do a una tele­vi­si­va hagio­gra­fía (vida de san­tos) sobre Mario Onain­dia. Una de esas habi­tua­les his­to­rias, de esta ya decla­ra­da y uni­la­te­ral bata­lla por el rela­to, con las que nos van a macha­car en los pró­xi­mos meses. Al esti­lo John Way­ne, indios y vaque­ros. Bue­nos y malos.

A pesar de los años no deja de sor­pren­der­me lo tos­co y ram­plón del men­sa­je. Pare­ce que nos haya­mos retro­traí­do a los años 50 y 60, una eter­ni­dad, cuan­do la pala­bra «defec­to» había des­apa­re­ci­do del dic­cio­na­rio del poder y, por exten­sión, de sus minis­tros. Es decir, Mario Onain­dia era John Way­ne y, en con­se­cuen­cia, su medio era el per­fec­to. Inma­cu­la­do. Entre ellos Juan José Rosón, el muy macho minis­tro del Inte­rior de aque­lla épo­ca, denun­cia­do por dece­nas de muje­res por «apo­lo­gía de la vio­la­ción» e «inci­ta­ción de la vio­len­cia con­tra las muje­res». Él tam­bién era de los bue­nos. Disneylandia.

A lo que iba. A lo que anun­cia­ba en el títu­lo. Duran­te años, duran­te déca­das, esa cla­se polí­ti­ca de enfren­te se ha pasa­do un tele­dia­rio sí y otro tam­bién apun­tan­do que eso de un con­flic­to iden­ti­ta­rio en Eus­kal Herria con rela­ción a sus veci­nos era un cuen­to chino. Que a lo mejor exis­tía un pro­ble­ma entre vas­cos y que Espa­ña era ajeno al mismo.

Hoy, por el con­tra­rio, sí ha exis­ti­do un con­flic­to. Siem­pre y cuan­do el rela­to sea favo­ra­ble. Y que por lo vis­to está con­clu­yen­do. Lo aca­ban de seña­lar, ade­más, con un títu­lo tele­vi­si­vo: «Ven­ce­do­res y ven­ci­dos». Cos­pe­dal, Rosa Díez, Rober­to Lertxun­di, Bar­ci­na… Hace unos días, des­de las pági­nas de «El País» se mofa­ban de «un tal Currin», bajo ese epí­gra­fe pre­ci­sa­men­te, «Ven­ce­do­res y ven­ci­dos». Para aña­dir, sin com­ple­jos, que des­de «1977 hay una demo­cra­cia com­ple­ta y en Eus­ka­di no ha exis­ti­do nin­gu­na gue­rra o con­flic­to que per­mi­ta hablar aho­ra de paz y de ven­ce­do­res o ven­ci­dos». ¿En qué quedamos?

Lo que unos y otros sabe­mos, al mar­gen de los jue­gos mala­ba­res y la nece­si­dad de seguir relle­nan­do las pági­nas de los dia­rios para cubrir el expe­dien­te corres­pon­dien­te, es que exis­te un con­flic­to his­tó­ri­co. Me dirán que la cole­ti­lla es recu­rren­te. Pero es cier­to. Cuan­do Zapa­te­ro, pre­si­den­te toda­vía del Gobierno espa­ñol, seña­la que «El DNI espa­ñol es el que per­mi­te que los ciu­da­da­nos vas­cos ten­gan dere­chos», está dicien­do que fue­ra de ese car­net está la fosa y, lo más obvio, la fal­ta de dere­chos. Amenaza.

Y, sobre todo, impu­ni­dad. Impu­ni­dad para quie­nes han hecho posi­ble que cuan­do el pre­si­den­te del Gobierno apun­ta­ra fra­ses tan exclu­yen­tes y anti­de­mo­crá­ti­cas lo fue­ra por­que se sin­tie­ra ava­la­do. Las deu­das del Esta­do con sus ser­vi­do­res son kilo­mé­tri­cas. Lar­guí­si­mas. Por eso están tan ata­dos unos y otros. Guiñol.

Y a que el con­flic­to que no exis­tía ayer, o que era tapa­do, o que se borra­ba del dic­cio­na­rio, que unos días era y otros no, o que se tra­ta­ba de una inven­ción de esas que denun­cia­ba el filó­so­fo Sava­ter… ya me he per­di­do. Decía que ya que tenía un ori­gen his­tó­ri­co, no esta­ría de más acu­dir al archi­co­no­ci­do dis­cur­so de Areil­za en la toma de Bil­bao por los fran­quis­tas en 1937. Me dirán que sir­ve de relleno para artícu­los, cró­ni­cas y ven­gan­zas. Es pro­ba­ble. Pero nun­ca un dis­cur­so fue tan para­dig­má­ti­co, sin maqui­lla­je, sobre las inten­cio­nes del ponente:

«Que que­de esto bien cla­ro: Bil­bao con­quis­ta­do por las armas. Nada de pac­tos y agra­de­ci­mien­tos pós­tu­mos. Ley de gue­rra, dura, viril, inexo­ra­ble. Ha habi­do ¡vaya que si ha habi­do Ven­ce­do­res y Ven­ci­dos!; ha triun­fa­do la Espa­ña, una, gran­de y libre. Ha caí­do ven­ci­da para siem­pre esa horri­ble pesa­di­lla sinies­tra y atroz que se lla­ma­ba Euz­ka­di». Hoy Areil­za, según el rela­to, es un demócrata.

La cla­se polí­ti­ca espa­ño­la había nega­do la exis­ten­cia de un con­flic­to, había demo­ra­do al máxi­mo la apli­ca­ción de un Esta­tu­to de Auto­no­mía… había recha­za­do la exis­ten­cia de un suje­to, el pue­blo vas­co, due­ño de su des­tino. Pero cuan­do mili­tar­men­te la derro­ta fue posi­ble, enton­ces el con­flic­to que no exis­tía apa­re­ció. Sur­gió como por arte de magia. Que­da­ba resuelto.

Javier Are­nas ha sido, en esta últi­ma épo­ca, quien ha logra­do sin­te­ti­zar esa mis­ma idea: «Des­pués de aca­bar con el terro­ris­mo, el obje­ti­vo es aca­bar con los que hacen plan­tea­mien­tos de rup­tu­ra». La idea beli­ge­ran­te que tenía pre­ci­sa­men­te Von Clau­se­witz: «La gue­rra es una con­ti­nua­ción de las rela­cio­nes polí­ti­cas, una ges­tión de las mis­mas con otros medios».

Ya sé que esta vez pue­de pare­cer pedan­te asis­tir a una nue­va cita. Un artícu­lo recar­ga­do. Pero es uno de mis favo­ri­tos, tal como el de los bro­kers neo­yor­qui­nos o los estu­dio­sos de estra­te­gias mili­ta­res: «La inven­ci­bi­li­dad es una cues­tión de defen­sa, la vul­ne­ra­bi­li­dad es una cues­tión de ata­que». Lo dijo Sun Tzu hace tan­to tiem­po que lo con­tem­po­rá­neo suyo se guar­da en museos. No así sus escritos.

Y esa es pre­ci­sa­men­te la inven­ci­bi­li­dad, la vic­to­ria de un sec­tor del pue­blo vas­co que ha sabi­do man­te­ner duran­te años sus señas de iden­ti­dad. A pesar de un aco­so sin pre­ce­den­tes en la his­to­ria euro­pea pos­te­rior a la gue­rra mun­dial. A pesar de una sin­to­nía sin pre­ce­den­tes entre todos los sec­to­res espa­ño­les, inclu­so los que una vez fue­ron repu­bli­ca­nos. La soli­dez de esta defen­sa (ama­ren etxea) ha sido tan noto­ria que has­ta noso­tros mis­mos nos hemos que­da­do sor­pren­di­dos del éxi­to de la misma.

En cam­bio, la par­te que aho­ra se arro­ga la vic­to­ria, los «ven­ce­do­res» en este rela­to que están cons­tru­yen­do de «ven­ce­do­res y ven­ci­dos», ya está demos­tran­do, siguien­do la este­la de Sun Tzu, su vul­ne­ra­bi­li­dad. En cam­po abier­to son tan frá­gi­les como Odón Elor­za en su derro­ta. Era men­ti­ra lo que decían. Jamás han sido tole­ran­tes, res­pe­tuo­sos. Ni siquie­ra muchos de ellos demó­cra­tas. Nos que­da­rá la duda de por qué hemos per­di­do tan­to tiem­po en salvas.

Hay una cró­ni­ca de «ven­ce­do­res y ven­ci­dos», sem­pi­ter­na, revan­chis­ta, facha… muy espa­ño­la. Una his­to­ria que nos obli­ga a leer per­ma­nen­te­men­te la his­to­ria. Qui­zás tenía razón Alfon­so Ussía, el enfer­mi­zo, al que las dos con­so­nan­tes repe­ti­das de su ape­lli­do per­mi­ti­rían el chis­te fácil, cuan­do escri­bía: «Es un rollo maca­beo escri­bir de los vas­cos. Por­que antes que aldea­nos, pale­tos y ado­ra­do­res del ombli­go, son raros». Es cier­to. Qui­zás somos raros, por­que en un esce­na­rio tan espe­cial como el que esta­mos vivien­do yo, per­so­nal­men­te, ten­go la impre­sión de que los obje­ti­vos están más cer­ca que nun­ca. ¿Ven­ci­dos? Jus­to lo contrario.

Y tal y como decía hace unos días en una char­la orga­ni­za­da por Inde­pen­tis­tak Sarea que com­par­tí con Ramón Labaien, las nacio­nes acce­den a la liber­tad por dos puer­tas. No es por­que lo apun­ta­ra Lenin, sino por el sen­ti­do común: por acu­mu­la­ción de fuer­zas (mayo­ría sim­ple, ejer­ci­cio del dere­cho de auto­de­ter­mi­na­ción) y por estar en el lugar ade­cua­do en el momen­to opor­tuno. La caí­da del Muro de Ber­lín nos dejó unos cuan­tos ejem­plos. En ple­na cri­sis euro­pea, ambas puer­tas las tene­mos abier­tas. Con­flu­yen los astros en nues­tro beneficio.

Ramón Labaien son­reía y aña­dió que, en ese caso, la tarea que nos que­da es ardua. Gogo­rra, según el ex alcal­de donos­tia­rra. Dis­cre­pé y dis­cre­po. Lo más seve­ro de este pro­ce­so ya lo hemos cubier­to. Que­da lo sen­ci­llo, subir­nos a la ola, como un sur­fis­ta expe­ri­men­ta­do. No vamos a tener jamás dos o tres gene­ra­cio­nes como las que hemos teni­do, con la gene­ro­si­dad vital que han ofre­ci­do. Han lle­na­do cár­cel y exi­lio. Por eso, ha lle­ga­do la hora de reco­ger las nueces.

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