Came­ron quie­re una gue­rra – Iñi­go Saenz de Ugarte

David Came­ron ha ele­gi­do la car­ta del dra­ma­tis­mo en el dis­cur­so con el que ha inten­ta­do demos­trar hoy que el Gobierno res­pon­de­rá con deci­sión a la ola de vio­len­cia de agos­to (ya hay 1.593 dete­ni­dos, de los que 330 son meno­res de edad, y 926 acu­sa­dos, muchos por com­prar obje­tos roba­dos en los saqueos). Con­ven­ci­do de que su elec­to­ra­do le exa­mi­na aho­ra con lupa, ha hecho muchas pro­me­sas, algu­nas de ellas irrea­li­za­bles, y ha pin­ta­do un cua­dro tene­bro­so de la socie­dad bri­tá­ni­ca. Todo con la inten­ción de jus­ti­fi­car medi­das que hubie­ran sido muy dis­cu­ti­das hace sólo unas semanas.

Como mejor for­ma de libe­rar­se de res­pon­sa­bi­li­dad, Came­ron ha pues­to el ori­gen del ini­cio del “colap­so moral” de par­te de la socie­dad en varias gene­ra­cio­nes atrás. Su resul­ta­do: “Irres­pon­sa­bi­li­dad. Egoís­mo. Con­duc­tas que rehú­yen cual­quier res­pon­sa­bi­li­dad. Hijos sin padres. Cole­gios sin dis­ci­pli­na. Recom­pen­sa sin esfuer­zo. Cri­men sin cas­ti­go. Dere­chos sin responsabilidades”.

Esta suce­sión de fra­ses direc­tas y con­tun­den­tes sin ver­bo sólo tie­nen un des­ti­na­ta­rio: los infor­ma­ti­vos de televisión.

El men­sa­je de mano dura se ha con­ver­ti­do en una decla­ra­ción de gue­rra a las ban­das juve­ni­les, muy peli­gro­sas en barrios peri­fé­ri­cos de las gran­des ciu­da­des. Came­ron dijo que apo­ya los pla­nes del minis­tro de Tra­ba­jo y Asun­tos Socia­les de con­ver­tir la vida de sus líde­res en “un infierno”. Se tra­ta de “aco­sar­los” con cons­tan­tes visi­tas poli­cia­les y com­pro­bar por ejem­plo si tie­nen los pape­les del coche en regla o han paga­do la tasa de tele­vi­sión. Tác­ti­cas en defi­ni­ti­va que será difí­cil que hagan mella en delin­cuen­tes peligrosos.

En el plano social, las medi­das con­cre­tas esca­sea­ron, no así los obje­ti­vos. A la bús­que­da de un titu­lar con fuer­za, Came­ron puso el lis­tón en un nivel casi inal­can­za­ble: en cua­tro años cam­biar la vida de 120.000 fami­lias pro­ble­má­ti­cas que supues­ta­men­te están en el ori­gen de muchos de los pro­ble­mas urbanos.

En una épo­ca en que el recor­te del gas­to social es un obje­ti­vo bási­co del Gobierno y los ayun­ta­mien­tos dis­po­nen de menos fon­dos, no que­da cla­ro cómo se con­se­gui­rá un obje­ti­vo de esas dimensiones.

Gor­don Brown ya pro­me­tió lo mis­mo en 2008. Enton­ces la cifra mane­ja­da era de 110.000 fami­lias. Des­de enton­ces, el núme­ro de fami­lias afec­ta­das por el pro­gra­ma ha sido de 7.300. Came­ron dice que la cul­pa es de “la buro­cra­cia”, pero lo cier­to es que el pro­gra­ma cues­ta un dine­ro que los ayun­ta­mien­tos no tienen.

Una medi­da con­cre­ta pre­sen­ta­da por Came­ron es la for­ma­ción de un ser­vi­cio social nacio­nal para los jóve­nes de 16 años para que duran­te unas sema­nas al año se dedi­quen a labo­res de volun­ta­ria­do. Came­ron quie­re que ahí se ense­ñen los valo­res de “dis­ci­pli­na, deber y decen­cia”, los mis­mos que se supo­ne que se apren­den en la escuela.

Muy poco des­pués, Ed Mili­band ha pro­nun­cia­do otro dis­cur­so con el mis­mo tema, pero de con­te­ni­do muy dife­ren­te. De for­ma muy cui­da­do­sa, el líder labo­ris­ta se des­mar­ca de la vía repre­si­va alen­ta­da por los con­ser­va­do­res y apun­ta a la res­pon­sa­bi­li­dad de los pri­vi­le­gia­dos de la socie­dad que no cum­plen la ley sin sufrir nin­gún cas­ti­go ni cen­su­ra social.

Según Mili­band, “la ava­ri­cia, el egoís­mo y la inmo­ra­li­dad” no se encuen­tran sólo en las cla­ses mar­gi­na­les de la socie­dad. Lo mis­mo se pue­de decir de “los ban­que­ros que se que­da­ron con millo­nes mien­tras des­truían los aho­rros de las fami­lias” o de los dipu­tados que infla­ban sus cuen­tas de gas­tos. Las fami­lias tie­nen una gran res­pon­sa­bi­li­dad, dijo, pero ¿cómo pue­den unos padres ocu­par­se de sus hijos con jor­na­das de 70 horas a la semana?

Todo el mun­do coin­ci­de en que se tra­ta de un pro­ble­ma muy com­ple­jo y de difí­cil solu­ción. Pero al Gobierno le intere­sa des­cri­bir­lo en tér­mi­nos tajan­tes. Es una gue­rra (diga­mos que las Mal­vi­nas de Came­ron) y ahí sólo que­da poner­se del lado del Gobierno. Lo malo es que no pare­ce tener muy con­ven­ci­dos a los uniformados.

Las ten­sio­nes entre el Gobierno y la poli­cía han lle­ga­do a un pun­to sin pre­ce­den­tes. La razón es Bill Brat­ton, ex jefe de poli­cía de Nue­va York y Los Ange­les, nue­vo ase­sor de Came­ron. Si no fue­ra nor­te­ame­ri­cano, es pro­ba­ble que el Gobierno ya le hubie­ra nom­bra­do jefe de Scotland Yard. Los jefes poli­cia­les se con­si­de­ran menos­pre­cia­dos por el Gobierno por creer que alguien de fue­ra pue­da dar­les lec­cio­nes. Quien se ha mos­tra­do más enfu­re­ci­do es Hugh Orde, can­di­da­to al pues­to de Scotland Yard: “No estoy segu­ro de que quie­ra apren­der sobre ban­das de una zona de EEUU que tie­ne 400 de ellas”.

Brat­ton tuvo mucho éxi­to en ambas ciu­da­des nor­te­ame­ri­ca­nas en su lucha con­tra las ban­das cri­mi­na­les. Los man­dos poli­cia­les afir­man que el esti­lo poli­cial nor­te­ame­ri­cano no tie­ne nada que ver con lo que se ha hecho duran­te déca­das en el Rei­no Uni­do. La idea que tan­to gus­ta al Gobierno de que las ban­das debe­rían temer a los poli­cías hace pen­sar en un esti­lo más agre­si­vo que qui­zá cho­que con la Con­ven­ción Euro­pea de Dere­chos Huma­nos, que por otro lado no cuen­ta con muchos par­ti­da­rios entre los conservadores.

Los men­sa­jes de Came­ron en favor de la “tole­ran­cia cero” tam­bién moles­tan a los man­dos poli­cia­les. El comi­sa­rio jefe de West Mid­lands los ha lla­ma­do “esló­ga­nes vacíos”.

La poli­cía no reco­no­ce la des­crip­ción atroz que hace Came­ron de la segu­ri­dad en las calles bri­tá­ni­cas. Las cifras ofi­cia­les sobre delin­cuen­cia esta­ban en míni­mos his­tó­ri­cos antes de la vio­len­cia de agos­to. En el últi­mo año, sí hubo un14% en el aumen­to de robos en hoga­res, pero la cifra del año ante­rior había sido la más baja de los últi­mos 30 años.

Como sue­le ocu­rrir, hay una dife­ren­cia entre la reali­dad del cri­men y la inse­gu­ri­dad en las calles y la per­cep­ción que la opi­nión públi­ca tie­ne de ella. En lo segun­do, influ­yen tan­to las decla­ra­cio­nes de los polí­ti­cos como los men­sa­jes de los medios de comu­ni­ca­ción. Cuan­do la situa­ción está fue­ra de con­trol, o pare­ce estar­lo, lo segun­do es lo que manda.

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