Mer­ce­na­rios israe­líes: así apren­den a matar den­tro de una colo­nia ile­gal – Resu­men Latinoamericano

Los sio­nis­tas se pre­pa­ran mili­tar­men­te para seguir ase­si­nan­do pales­ti­nos: una cla­ra demos­tra­ción de lo que es el Esta­do Terro­ris­ta de Israel. 

Sha­ron Gat lució el uni­for­me del Ejér­ci­to israe­lí duran­te dos déca­das. Aho­ra ges­tio­na la empre­sa Cali­ber 3, un cam­po de entre­na­mien­to para todo tipo de uni­for­ma­dos ubi­ca­do en la colo­nia ile­gal de Efrat, a esca­sos kiló­me­tros de Belén, en el cora­zón de la Cis­jor­da­nia ocu­pa­da. Cada vez son más los ex sol­da­dos israe­líes que con­vier­ten su expe­rien­cia repre­si­va en un lucra­ti­vo negocio.

La pri­me­ra regla impues­ta para poder acce­der al cam­po de entre­na­mien­to de la empre­sa Cali­ber 3 es «no hablar de polí­ti­ca». Sha­ron Gat, su res­pon­sa­ble, lo deja cla­ro por telé­fono antes de per­mi­tir la visi­ta. Este hom­bre con pin­ta de mari­ne en tra­je de sport, pelo rapa­do, gafas de she­rif texano y pis­to­la al cin­to tie­ne el méri­to de haber con­ver­ti­do en nego­cio todo lo apren­di­do duran­te sus «más de dos déca­das» en el Ejér­ci­to israe­lí. Cali­ber 3 (se pue­de visi­tar su web en www​.cali​be​r3​ran​ge​.com) es ya una de las empre­sas pun­te­ras del Esta­do hebreo en entre­na­mien­to mili­tar, que vie­ne a sig­ni­fi­car adies­tra­mien­to de mer­ce­na­rios en una esca­la que va des­de el guar­dia de segu­ri­dad que revi­sa los bol­sos en los McDo­nalds de Ben Yehu­da has­ta los cuer­pos de éli­te que cus­to­dian el aero­puer­to de Ben Gurion, en Tel Aviv. Tam­bién a poli­cías o uni­da­des de éli­te, aun­que éstas vie­nen por man­da­to de sus supe­rio­res. Inclu­so, a uni­for­ma­dos pro­ce­den­tes de otros paí­ses, como sol­da­dos esta­dou­ni­den­ses. La regla es bien cla­ra: «no hablar de polí­ti­ca». Aun­que resul­ta difí­cil no dis­cu­tir sobre el con­flic­to en un cam­po de tiro don­de dia­ria­men­te se entre­nan dece­nas de uni­for­ma­dos israe­líes y que, ade­más, está ubi­ca­do en la colo­nia ile­gal de Efrat, den­tro de los terri­to­rios pales­ti­nos ocu­pa­dos y a esca­sos kiló­me­tros de la loca­li­dad de Belén.

«Esto no es Sue­cia, don­de todos son rubios y blan­cos y es fácil deter­mi­nar quién es el malo», ase­gu­ra Gat, de edad inde­ter­mi­na­da y que pasó bue­na par­te de sus años con el uni­for­me del Tsahal (Ejér­ci­to israe­lí) en los ser­vi­cios secre­tos. «Toda­vía estoy en la reser­va», ase­gu­ra orgu­llo­so nada más arran­car su fur­go­ne­ta. Los galo­nes en Israel son un ele­men­to de exhi­bi­cio­nis­mo. Los tres años de ser­vi­cio mili­tar obli­ga­to­rio (dos en el caso de las muje­res), se lle­gan a exi­gir para acce­der a tra­ba­jos de baja cua­li­fi­ca­ción. Aun­que tam­bién es una excu­sa para apar­tar a los ára­bes, que no son lla­ma­dos a filas.

Pri­me­ra para­da: pla­za prin­ci­pal de Efrat. Tras salu­dar al sol­da­do que cus­to­dia el acce­so a la colo­nia, Gat se apea para que suban algu­nos de sus reclu­tas. El pri­mer pelo­tón, un low pro­fi­le de la segu­ri­dad, está com­pues­to por cua­ren­to­nes que aspi­ran a ascen­der de ran­go en las sub­con­tra­tas con las que el Ejér­ci­to hebreo tapo­na el défi­cit que supo­ne movi­li­zar a miles de sol­da­dos para man­te­ner la ocu­pa­ción. José es uno de ellos. Judío naci­do en Meli­lla, sir­vió «en el glo­rio­so Ejér­ci­to del gene­ra­lí­si­mo Fran­co» antes de emi­grar a Israel. Aho­ra vive con su mujer en una de las colo­nias ile­ga­les que agu­je­rean las coli­nas del sur de Cis­jor­da­nia. Aun­que ni siquie­ra quie­re espe­ci­fi­car cuál. «El gan­cho de la poli­ga­mia es lo que uti­li­za el Islam para cap­tar adep­tos», ase­gu­ra, rién­do­se, José, que luce kip­pá y reci­ta, orgu­llo­so, lemas que con­ju­gan la retó­ri­ca anti­ára­be con el mesia­nis­mo ultra­rre­li­gio­so. «Ten­go ami­gos ára­bes, pero no habla­mos de polí­ti­ca. Dios nos eli­gió a noso­tros, a los judíos, no a los chi­nos ni a nadie». Obvia­men­te, José no pasa­rá de segu­ra­ta. Y aun­que sus opi­nio­nes son preo­cu­pan­tes, pro­ba­ble­men­te sea más peli­gro­so cuan­do ejer­ce como colono arma­do que cuan­do revi­sa bol­sos en el cen­tro comer­cial de Mami­lla, en Jerusalén.

En el cam­po de tiro

Segun­da para­da: Tras un reco­rri­do de alre­de­dor de un kiló­me­tro a tra­vés de un perí­me­tro valla­do que rodea la colo­nia, Sha­ron Gat se detie­ne ante el gran por­tón de metal que cus­to­dia el cam­po de tiro. Tam­bién aquí hay reglas: «Ten­go que com­pro­bar todas las foto­gra­fías que se hagan. En este lugar exis­ten ele­men­tos secre­tos que no se pue­den mos­trar». Tras el peque­ño apar­ca­mien­to, una dece­na de jóve­nes ensa­yan sus posi­cio­nes de tiros. Éstos ya no son como el pelo­tón low pro­fi­le coman­da­do por José el meli­lli­ta, sino que está com­pues­to por per­so­nas que prác­ti­ca­men­te aca­ban de ter­mi­nar su ser­vi­cio mili­tar y aspi­ran a entrar en los cuer­pos de éli­te de la Poli­cía de Fron­te­ras. Pre­do­mi­nan las kip­pás de lana y la esté­ti­ca neo­hippy, sím­bo­lo de los colo­nos y los nacio­nal-reli­gio­sos, el sec­tor más extre­mis­ta de la socie­dad israe­lí. Por el momen­to, el gru­po se dedi­ca úni­ca­men­te a apun­tar. Pero no aprie­ta el gati­llo. «El entre­na­mien­to de tiro es por la tar­de», expli­ca Ran Sof­fer, socio de Gat y miem­bro en acti­vo de una uni­dad de éli­te del Ejér­ci­to israelí.

Tras la comi­da, lle­ga el momen­to de la pól­vo­ra. Una joven, que no quie­re dar su nom­bre, prue­ba su pun­te­ría con­tra blan­cos de car­tón. Entre ellos se dis­tin­guen la ima­gen de una ancia­na asus­ta­da, un mili­tan­te de las Bri­ga­das Ezze­dim El Qas­sam (bra­zo arma­do de Hamas) y un agri­cul­tor pales­tino ata­via­do con la tra­di­cio­nal kuf­fi­ya y hablan­do por el móvil. «Éstos son los chi­cos malos», seña­la otro de los alum­nos. No que­da cla­ro hacia cuál de los últi­mos dos per­so­na­jes apun­ta su dedo. Los alum­nos de Sha­ron Gat y Ran Sof­fer se entre­nan con todo el arse­nal del que dis­po­ne el Ejér­ci­to israe­lí, des­del rifle micro Tai­bot, con el que los ofi­cia­les hebreos quie­ren sus­ti­tuir su ya tra­di­cio­nal M‑16 de fabri­ca­ción esta­dou­ni­den­se has­ta la Uzi o la pis­to­la Gha­lil. Todas ellas armas con deno­mi­na­ción de ori­gen de Tel Aviv y ensa­ya­das duran­te las seis déca­das de con­flic­to y ocu­pa­ción de los terri­to­rios palestinos.

El menú que ofre­ce Cali­ber 3 es varia­do: mucho ejer­ci­cio, ensa­yos en téc­ni­cas de «detec­ción de terro­ris­tas», prác­ti­cas de tiro con muni­ción real (una de las ofer­tas estre­lla de la com­pa­ñía y que atrae inclu­so a turis­tas extran­je­ros) y pre­pa­ra­ción en un arte mar­cial cono­ci­do como Krav Maga y que fue dise­ña­do por los pro­pios exper­tos del Ejér­ci­to israe­lí. Cada alumno paga entre 8.000 y 9.000 dóla­res por un mes de prác­ti­cas. Duran­te todo este tiem­po, los mer­ce­na­rios no salen de la colo­nia de Efrat. Duer­men en alguno de los barra­co­nes pre­fa­bri­ca­dos que la empre­sa ha ins­ta­la­do en el acce­so al cam­po de tiro o, si tie­nen suer­te, en el hotel de Efrat, la colo­nia ile­gal más cer­ca­na. Por el con­tra­rio, los miem­bros del Ejér­ci­to, la Poli­cía o miem­bros de cuer­pos mili­ta­res extran­je­ros pagan a par­te. Son sus ofi­cia­les los que acuer­dan el pre­cio, aun­que ésta sue­le ser la prin­ci­pal fuen­te de ingre­sos de empre­sas como Cali­ber 3.

«Sea­mos sin­ce­ros, éste es un tra­ba­jo de acción, no de pen­sar». Para­dó­ji­ca­men­te, un tipo como Gat, entre­na­do en los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia, apues­ta más por el múscu­lo y el gati­llo fácil. Aun­que en su pro­gra­ma sí que se apor­tan algu­nas cla­ses teó­ri­cas. Por la maña­na, bien tem­prano, pri­me­ra sesión de ejer­ci­cios. A lo lar­go del día, e inter­ca­la­do con fle­xio­nes, abdo­mi­na­les y carre­ras bajo un sol abra­sa­dor, cua­tro horas de prác­ti­cas de tiro, tan­to simu­la­das como con fue­go real. En el inte­rior del perí­me­tro de segu­ri­dad, Gat mues­tra otro de los entre­na­mien­tos base. Varios jóve­nes simu­lan un tiro­teo mien­tras se cubren tras las pare­des simu­la­das de una estruc­tu­ra de metal. Pare­ce que juga­sen al paint­ball, pero esto es más serio.

El cam­po de tiro de Efrat es un micro­cos­mos que refle­ja la deri­va de la socie­dad israe­lí. Cada vez más ence­rra­dos, cada vez más mili­ta­ri­za­dos, los reclu­tas expre­san sus opi­nio­nes sobre los pales­ti­nos sin amba­ges. «Es difí­cil con­vi­vir con los ára­bes. Cau­san dis­tur­bios y roban», ase­gu­ra Ram, un judío mexi­cano de 25 años que lle­gó a Israel con 12 y que ya ha adop­ta­do el dis­cur­so del mains­tream sio­nis­ta, abo­gan­do inclu­so por la segre­ga­ción racial. «Para un pales­tino al que se le per­mi­te ir a la uni­ver­si­dad, se inmo­la en el inte­rior. Y si no les deja­mos, nos acu­san de racis­mo», ase­gu­ra. Las armas y la repre­sión, dis­fra­za­da de obse­sión secu­ró­cra­ta, han encon­tra­do en el beli­co­so Israel el filón para un lucra­ti­vo nego­cio: ense­ñar a matar con la garan­tía que ofre­ce la expe­rien­cia de seis déca­das de guerra.

«Com­bi­na­mos los valo­res sio­nis­tas con la diver­sión de disparar»

«Com­bi­na­mos los valo­res del sio­nis­mo con la diver­sión de dis­pa­rar un arma». Éste es, a jui­cio de Sha­ron Gat, uno de los atrac­ti­vos de Cali­ber 3, una de las «diez empre­sas pun­te­ras en entre­na­mien­to mili­tar», según ase­gu­ra su fun­da­dor. A los cur­sos para mer­ce­na­rios, poli­cías y mili­ta­res, la com­pa­ñía aña­de pro­gra­mas espe­cí­fi­cos para turis­tas e inclu­so para fami­lias. Como seña­lan en su pági­na web, los uni­for­ma­dos ofre­cen des­de dos horas en las que se com­bi­nan tác­ti­cas repre­si­vas con 40 minu­tos de prác­ti­cas de tiro has­ta una jor­na­da fami­liar con paint­ball incluído.

El nego­cio de la segu­ri­dad, es decir, el entre­na­mien­to mili­tar basa­do en el apren­di­za­je obte­ni­do duran­te seis déca­das de gue­rra y ocu­pa­ción, es uno de los más impor­tan­tes del Esta­do de Israel. De hecho, exis­ten más de 300 empre­sas dedi­ca­das a este con­cep­to, diver­si­fi­ca­das tan­to en el entre­na­mien­to de mer­ce­na­rios como en otros ser­vi­cios entre los que se inclu­ye la ins­ta­la­ción de cámaras.

Los clien­tes no sólo pro­ce­den del Esta­do de Israel. De hecho, exis­ten infor­mes que hablan de adies­tra­mien­to a dife­ren­tes cuer­pos de segu­ri­dad del Esta­do espa­ñol como Poli­cía espa­ño­la, Guar­dia Civil e inclu­so Ertzain­tza. Aun­que éste no es el caso de Cali­ber 3, ges­to­res de otras empre­sas como David Miz­da, de Inter­na­tio­nal Secu­rity Aca­demy, sí que reco­no­ce con­tar con uni­for­ma­dos pro­ce­den­tes del otro lado del Mediterráneo.

Quie­nes sí tra­ba­jan con Cali­ber 3 son diver­sos gru­pos de colo­nos (como los de la veci­na Efrat), Poli­cía y Ejér­ci­to israe­líes (la pági­na web mues­tra la reco­men­da­ción de uno de los ofi­cia­les que actúan en Gaza) e inclu­so los mili­ta­res de Esta­dos Unidos.

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