Las actuales intervenciones militares extranjeras en dos países, como son Libia y Costa de Marfil, tienen varios elementos en común. Ingerencia externa en asuntos propios de la soberanía de los países independientes, defensa de los intereses estratégicos de las grandes potencias capitalistas y de las compañías transnacionales, enmascaramiento de las intervenciones en razones “humanitarias”, complicidad manifiesta de la ONU, saqueo de los recursos naturales de esos pueblos, etc. Pero también tienen en común que ambos países se encuentran en el continente africano y la presencia de Francia como agresor y potencia neo-colonial.
Ya casi nadie se deja engañar con las razones que las potencias capitalistas esgrimieron en la ONU para lanzar su ataque contra una de las partes que se enfrentan en guerra civil en Libia, apoyando abiertamente a la otra e inmiscuyéndose abiertamente en un conflicto que debería encontrar solución, preferentemente de manera dialogada, por parte de los propios ciudadanos libios. ¿Cómo creer que se puede proteger a la población civil a golpe de bombardeos por muy inteligentes que quieran ser? ¿Cómo, si hasta las fuerzas rebeldes que apoyan sobre el terreno ya han sido víctimas de tales bombardeos?
Lo mismo podemos decir en el caso de Costa de Marfil, donde una controversia post electoral entre dos candidatos sobre quién era proclamado vencedor se convierte en motivo suficiente para intervenir manu militari en defensa de uno de ellos, haciendo saltar por los aires todo abismo de soberanía del país africano. ¿Acaso la ONU o Francia poseen de manera legítima algún tipo de soberanía sobre las decisiones del Tribunal Constitucional de Costa de Marfil cuando éste declara ganador de unos comicios a uno de los candidatos? Excusas que Francia ha sabido históricamente esgrimir en un continente africano que pese a los procesos descolonizadores aún considera como perteneciente a su añejo imperio, recuerdo de viejas glorias pasadas, y fuente inagotable de recursos naturales que saquear sin mesura, dejándolo en manos de las compañías transnacionales que utilizan al ejército francés como principal valedor de sus intereses.
El neo-colonialismo francés en Costa de Marfil necesita de “hombres de paja” sumisos y contrarios a las ideas nacionalistas que puedan poner en prioridad los intereses de su pueblo por encima de aquellos de las compañías francesas. El presidente Gbagbo es un invitado incómodo sobre el terreno, y más aún las ideas nacionalistas que lo llevaron a la presidencia de su país, a pesar de los grandes errores cometidos en su gestión y que iban en el camino de recuperar para Costa de Marfil la independencia económica ante quién aún se cree la metrópoli. Veamos en este sentido algunos datos.
Francia tiene en Costa de Marfil casi 2500 empresas que en su mayoría se dedican a la reventa de los importantes recursos agrícolas del país. Entre los productos exportados se encuentran el cacao (casi el 40% de la producción mundial), la caña de azúcar, la nuez de cola, la piña y el plátano. En el mercado de exportación de maderas nobles, Costa de Marfil rivaliza con el gigante Brasil. Si a esto añadimos los recientes descubrimientos de petróleo en las costas marfilenses, descubrimos las verdaderas razones de la “humanitaria” intervención francesa.
El candidato favorito de Francia, Ouattara, ya declarado por Paris y la ONU como ganador indiscutible de las elecciones, fue ministro de Economía de Costa de Marfil entre 1990 y 1993. Durante su gestión privatizó todas las empresas estatales, dedicadas al procesamiento de productos agrícolas y a la extracción petrolera. La gran beneficiada por la ola privatizadora fue sin lugar a dudas Francia. Empresas como ELF-Total, Paribas, Airbus, EDF, Suez, Vivendis, Bouygues, Bolloré,… se repartieron el pastel manejando hasta el día de hoy la economía marfilense. Ouattara negoció después con los nuevos amos acuerdos tan desastrosos para la economía de Costa de Marfil que únicamente el 12% de las ganancias de las compañías transnacionales quedaban en las arcas del Estado africano. Y más lejos aún, consiguió que el 85% de las reservas internacionales de Costa de Marfil se depositaran en bancos franceses.
Esta situación de dependencia económica fue denunciada y combatida por el presidente Gbagbo, intentando abrir el país a inversionistas diferentes, pero Francia no se lo perdonó y así llegamos a la situación actual.
Para entender el constante intervencionismo militar francés en África debemos regresar atrás en la historia. En 1958, De Gaulle otorga la independencia a las colonias africanas (salvo Argelia, que será declarada independiente en 1962 tras una cruenta guerra de liberación nacional). Pero las antiguas colonias conservaban un valor estratégico muy grande como surtidores baratos de materias primas, como votos de apoyo en la ONU en la estrategia internacional francesa, y también, mediante la corrupción, como proveedores de financiamiento para los partidos políticos franceses.
De Gaulle encargó a Jacques Foccart, un oscuro personaje y líder de su propio partido, el afianzamiento de la presencia gala en territorio africano, otorgándole carta blanca para su logro. Y Foccart, que ejerció sus funciones entre los años 1960 y 1974 cumplió a rajatabla las órdenes de De Gaulle con tanto esmero que pasó a la historia con el sobrenombre de “Monsieur Afrique”. Durante este periodo, golpes de estado, asesinato de líderes independentistas y populares se sucedieron en todas las antiguas colonias, dejando la defensa de los intereses de Francia en manos de mercenarios, hombres de negocios y políticos corruptos afines a Paris. Los llamados “presidentes franceses de piel negra”.
Durante esta época, guerras muy cruentas se declararon en África: Camerún, Biafra, Costa de Marfil, Liberia, Burkina Fasso… siempre con Francia como una de las partes implicadas en los conflictos. La guerra en Camerún fue una de los más mortíferas pues entre 1952 y 1957 el ejército francés mató en este país a más de 500,000 personas de etnias bassa y bamikel, integrados en el Ejército de Liberación de Camerún, cuyo líder, Martin Singap, también fuera asesinado por los franceses, torturado hasta la muerte por las tristemente célebres Brigadas Móviles Mixtas de los servicios secretos galos.
Francia desplegó sus tropas en Camerún por un supuesto pedido de apoyo por parte del presidente camerunés Ahmadou Ahidjo, colocado mediante fraude en la presidencia por Paris, y que contaba con el firme apoyo del entonces ministro de defensa galo Pierre Guillaumat.
En documentos militares oficiales recientemente desclasificados, Guillaumat reconoce que Jacques Foccart, “Monsieur Afrique”, jugó un importante papel en este asunto: “Entre Ahidjo, Foccart y el Servicio Secreto Francés aplastaron a los bamikeles”. Foccart, con la aprobación de De Gaulle, envió a Camerún cinco divisiones, aviones bombarderos T26 y puso las tropas a las órdenes de un veterano del desastre de Indochina, el general Max Briand, conocido como “el Vikingo”. Poblados enteros fueron arrasados con napalm, según reconoce un piloto francés participante en las masacres, Max Bardet: “Mataron entre 300,000 y 400,000 personas; un genocidio en toda regla. Los nativos no podían ganar y fueron masacrados exactamente como Atila arrasaba a los poblados. Eran lanzas contra fusiles.”
En la actualidad, Francia mantiene casi 10,000 soldados en el continente africano en bases militares permanentes en Senegal, Gabón, Yibuti, La Reunión, Chad, y su Marina de guerra fondeada en el Golfo de Guinea preservando los intereses petroleros franceses en la zona; ello sin contar las tropas desplegadas con motivo de la reciente agresión contra Libia. El tamaño de esta importante fuerza militar ha sido justificado por Paris en base a diferentes acuerdos de cooperación técnica militar firmados en las últimas cinco décadas con las antiguas colonias africanas. Supuestamente, el objetivo de dichos acuerdos sería el dotar a los ejércitos africanos de la capacitación necesaria para la defensa integral de sus propios países.
Ejemplo de un acuerdo de este tipo es el firmado entre la República Francesa y la República de Chad en 1976. En su artículo I dice lo siguiente: “A petición de la República de Chad, el gobierno de la República de Francia aporta, de acuerdo a sus posibilidades, la colaboración de los efectivos militares franceses que sean necesarios para la organización y la instrucción de las fuerzas armadas de Chad. Estos efectivos estarán puestos a disposición de las fuerzas armadas chadianas.” En el mismo acuerdo, se disponía que militares chadianos pudiesen ser entrenados y formados militarmente en instalaciones en Francia.
A estos acuerdos de cooperación técnico militar firmados públicamente, se les ha ido añadiendo en las últimas décadas diversas cláusulas secretas que, generalmente, intentan proteger a los gobiernos africanos afines a la política de Francia en contra de amenazas, tanto externas como internas y, en contrapartida, los gobiernos africanos se ven obligados a firmar acuerdos de cooperación económica o comercial extremadamente ventajosos para Paris o las compañías transnacionales francesas. Así, de manera “gentil”, Francia mantiene y defiende sus intereses económicos y políticos en la zona, al mismo tiempo que mantiene amarradas a su zona de influencia internacional a los países que un día fueron sus colonias.
Con el tiempo, los alcances de las cláusulas secretas de los acuerdos de cooperación técnico militar han quedado al descubierto: De la supuesta “formación, instrucción, y reestructuración” de las fuerzas armadas africanas, el ejército francés ha pasado al apoyo en combate y a la asistencia operacional, suponiendo una participación directa en los combates de los diferentes conflictos armados que se suceden en África. En el año 2006, el ejército francés utilizó sus aviones de combate Mirage F1 contra los sublevados en armas contra los gobiernos de Chad y República Centroafricana, firmes aliados de Francia.
También el tema humanitario ha sido una excusa esgrimida por Paris para la intervención de sus militares en los asuntos internos de los países africanos. De manera especial, la seguridad de los ciudadanos franceses que viven en África. A menudo, operaciones de evacuación de civiles franceses o europeos de zonas en conflicto no ha sido sino un pretexto para intervenir descaradamente en los asuntos internos de los estados africanos, proteger a un gobierno amigo o acabar con revueltas o movimientos populares incómodos para los intereses franceses. Uno de los casos más recientes y sangrientos ocurrió en 2004 en Costa de Marfil, donde las tropas francesas, llegadas a Bouaké para evacuar a sus ciudadanos, dispararon contra los manifestantes marfilenses que protestaban contra su presencia, produciendo una masacre de civiles.
En la actualidad ni siquiera los medios oficiales franceses esconden que la intervención militar sea fruto de los acuerdos técnicos militares. En su tiempo, el entonces presidente Georges Pompidou ya reconocía que dichas intervenciones militares respondían a intereses políticos, económicos y geoestratégicos de Francia en esta parte del mundo. Una manera de Paris de “mantener un lugar privilegiado en África mediante una influencia política, económica, militar y cultural.” Otro alto funcionario, Edouard Balladur, señalaba para justificar las intervenciones militares que Francia “no podía aceptar que se generalizara una crisis social, moral y militar en una región cercana a Francia.”
Los ejércitos africanos entrenados, armados y adiestrados por tropas francesas en el marco de los acuerdos, se han comportado con sus propias poblaciones como verdaderos ejércitos de ocupación. En primer lugar porque la mentalidad en la que fueron entrenados por los militares franceses fue la de “defensa ante la amenaza del enemigo interno” y no la de la posibilidad de una amenaza exterior.
Tras las independencias africanas, sus ejércitos se crearon desde cero, concibiéndose como una prolongación del ejército colonial francés, más interesado en el control de la población ante la posibilidad de revueltas o posibles movimientos revolucionarios que pudiesen poner en cuestión el orden puesto en marcha por la antigua metrópoli. La doctrina empleada por el ejército francés no fue sino la de la “contrainsurgencia” de la que ya tenían una importante aplicación práctica en casi toda África. Ello hizo que los ejércitos africanos creados o entrenados por instructores militares franceses viesen a sus propias poblaciones como potenciales enemigos, con la consecuente represión sangrienta que conlleva esta doctrina. En este sentido, la asociación francesa Survie, en su “Dossier negro del ejército francés”, señala:
”…para los ejércitos africanos no se trata del control de una población extranjera, como en el caso del ejército francés en Argelia. La misión de los militares africanos es controlar a sus propias poblaciones, pero con los mismos métodos que empleó el ejército francés en sus guerras coloniales. Es lo que ocurrió en Camerún en el momento de la independencia, en la sangrienta guerra que se declaró contra los maquis del UPC (Unión de las Poblaciones Camerunesas). En el caso de Ruanda el investigador Gabriel Périès encontró unas memorias de oficiales ruandeses, formados en Francia en las décadas de 1980 y 1990, en las que se vuelve a encontrar esta obsesión de luchar contra el enemigo interior, de establecer tácticas contra la insurrección. Llevada hasta el final, la lógica del “control de la población” lleva al genocidio…“
El ejército francés destina a África a los regimientos que en su día lucharon contra los movimientos independentistas. Reciclados hoy en día con denominaciones como Fuerzas Especiales, Legión Extranjera u otros, siguen formándose en la mentalidad y valores que las precedieron, llegando incluso a mantener el nombre como en el caso de las tropas de Marina, que aún se hacen llamar “La Colonial”. El espíritu colonialista que las precede sigue siendo motivo de orgullo tanto entre su oficialidad como en el grueso de sus componentes, haciendo público alarde de ello tanto en sus diversas publicaciones como en los desfiles militares en los que toman parte.
Ellas son las primeras en tomar parte en operaciones de intervención militar en África, sobre todo en aquellas más “delicadas”. Y la mentalidad que tienen no es precisamente la de salvaguardar los derechos humanos de los ciudadanos africanos, siendo muy numerosos los casos en los que efectivos militares franceses se han visto envueltos en casos de violación, asesinatos, o masacres entre la población civil africana. En su “Dossier negro del ejército francés”, Survie dice:
“…forman la mayor parte de las fuerzas especiales a las que se llama durante las operaciones sensibles: operaciones “puñetazo”, operaciones con un fuerte contenido en servicios de inteligencia. También las encontramos en las operaciones europeas (EUFOR). Durante la primera de ellas en la República Democrática de Congo en 2003 Francia se había jactado de haber inculcado cierta cantidad de métodos a unas fuerzas especiales europeas, en particular a las fuerzas especiales suecas. Desde entonces nos preguntamos de qué métodos se trataba, porque algunos militares entre estas fuerzas suecas se habían quejado ante sus superiores de haber tenido que soportar la visión de actos de tortura practicados por los militares franceses a congoleños. Esto hizo mucho ruido en Suecia y mucho menos en Francia… “
Fieles a las estrategias contrainsurgentes de la época colonial de la que provienen, las tropas del ejército francés han llegado a practicar o potenciar el empleo de tácticas de tierra arrasada para impedir o disuadir a las poblaciones locales de apoyar a movimientos insurgentes. Es el caso de la República Centroafricana en 2006, donde las tácticas coloniales francesas fueron puestas en práctica por el ejército centroafricano con asesoría gala contra las poblaciones del norte del país, por supuestamente ser simpatizantes de los insurgentes.
Los paracaidistas franceses retomaron la ciudad de Birao tras ser conquistada por tropas norteñas rebeldes, y después puesta a disposición de efectivos del ejército centroafricano quienes la saquearon y devastaron, causando una terrible masacre entre la población civil. Francia acusó a los rebeldes del hecho, pero después un informe de varias organizaciones humanitarias internacionales demostró quienes fueron los verdaderos responsables, mostrando asimismo la complicidad del ejército francés en este crimen de guerra, sin que hasta la fecha nadie haya sido hecho responsable de las masacres. Asimismo, las organizaciones humanitarias denunciaban que el ejército francés había apoyado la creación dentro del ejército centroafricano de una unidad llamada OCRB, Oficina Central de Represión del Bandidaje, especie de cuerpo secreto dedicado al interrogatorio de sospechosos y a las ejecuciones sumarias.
Si Francia se ha propuesto siempre salvaguardar los intereses de las compañías transnacionales de origen galo que sistemáticamente han esculcado los recursos naturales de los países africanos, el caso de ELF sería el más descarado y penoso.
Creada en 1965 por De Gaulle con el objetivo de garantizar la presencia francesa en África y asegurar una importante fuente de financiamiento para su partido político, la petrolera ELF-Aquitaine siempre ha tenido un lema para el manejo de sus asuntos en el continente y resume de manera clara su savoir faire tradicional: “Adular al presidente, dar dinero a la oposición y armar a los rebeldes”.
Y ELF ha sabido aplicar su hoja de ruta a tal punto que con el tiempo se ha ido convirtiendo en el principal socio comercial de numerosos gobiernos africanos, proveedor de armamento tanto a ejércitos oficiales como a guerrillas o señores de la guerra y gestor de las deudas externas de las antiguas colonias. Al mismo tiempo, los empleados de ELF se confunden o son los mismos personajes que integran los servicios secretos franceses destinados en África, aunque en demasiadas ocasiones estos individuos olviden sus lealtades y se conviertan en mercenarios al servicio de quién más pague o, simplemente, de sus propios intereses.
ELF, o Francia, a través de su empresa pública, ha financiado las guerras en Angola, Camerún, Gabón, Congo Brazzaville, Nigeria, Guinea Ecuatorial,… También vendió armas a todas las partes participantes en los conflictos y, sobre todo, corrompió a la clase política y militar africanas.
En 1990 fueron inculpados por corrupción por la justicia francesa la mayoría de los entonces directivos de la transnacional ELF, junto a varios hombres de negocios y personajes públicos de las política francesa como Roland Dumas, ministro de Asuntos Exteriores socialista entre 1984 y 1993. Durante el proceso, se destapó una inmensa trama constituida por casos de corrupción, comisiones ilegales, desvíos de dinero, y sobre todo la vida de lujos y derroches que mantenían todos los protagonistas.
Los principales acusados en el proceso fueron el director de ELF, Loïk Le Floche Prigent, nombrado por el presidente socialista Mitterrand en 1989; Alfred Sirven, miembro de los servicios secretos franceses y segundo a bordo de la transnacional; y André Tarallo, director de ELF-Afrique. Pese a que las condenas por enriquecimiento ilegal fueron leves, de cinco años la mayor a Le Floche, ninguno de los condenados cumplió un solo día de prisión, y ELF jamás fue hecha responsable de ningún cargo como compañía. Aunque aparecieron datos tan acusadores como el hecho que los salarios de la guardia presidencial del presidente de Gabón, Omar Bongo, eran pagados directamente por ELF, la trama que implicaba a la compañía en el golpe de estado de Paul Biya en Camerún, o el abastecimiento de armas a ambos bandos en la guerra civil congoleña en 1997, que produjo casi un centenar de miles de muertos.
El juicio sirvió para poner al descubierto un complejo sistema de redes que conectaban a directivos de ELF con políticos y militares africanos, empresarios franceses, miembros de los servicios secretos, traficantes de armas,… moviéndose con total impunidad tanto en el ámbito de lo privado como de lo público. Hasta el punto que Alfred Sirven, quien se dio a la fuga durante el proceso y después aparecería muerto meses más tarde, llegó a amenazar con romper su silencio en el caso de ser condenado: “Sé suficiente como para eliminar a toda la clase política francesa.”
Por su parte, André Tarallo, llamado el “Monsieur África de ELF”, que no fue condenado y hasta la fecha ocupa su cargo dentro de la compañía, mantiene estrechas relaciones con personajes como Jack Sigolet, residente en Ginebra, Suiza, conocido traficante internacional de armas que abastece de material militar a todas las partes en conflicto en África, aunque encubra sus negocios como “inversionista y gestor” de las deudas externas de algunos países africanos.
En la actualidad empiezan a oírse algunas voces, aparte de las tradicionales anti-imperialistas, que ponen en cuestión las intervenciones militares de Francia en África. Algunas de ellas, incluso, vienen de los más altos responsables políticos franceses y africanos, de la clase intelectual y periodística ligada a la cúpula del poder francés.
En 2008 durante una visita oficial a Sudáfrica, el presidente francés Nicolas Sarkozy anunció la intención de su gobierno de iniciar en breve la “renegociación de todos los acuerdos militares en África”, asegurando que “Francia no tiene vocación de mantener indefinidamente soldados” en el continente, pues “África debe encargarse de su seguridad”. Sarkozy calificó dichos acuerdos militares de “obsoletos, firmados en plena descolonización, ¡hace 50 años!”. Tras señalar que Francia “no debe seguir jugando un papel de gendarme en África”, dijo que ello “corresponde a la Unión Africana y a las organizaciones regionales africanas”.
Alguien pudiera pensar que el presidente francés hubiese tenido un momento de reflexión y enmienda sobre el nefasto papel jugado por su país en el continente africano tras la descolonización, pero la realidad siempre se impone: Francia es consciente del creciente rechazo que su política de intervención militar unilateral en África produce tanto en el ámbito africano como internacional, los costos económicos en tiempos de vacas flacas son cada vez más difíciles de cubrir, y con la llegada de inversionistas chinos, indios, norteamericanos e, incluso de socios europeos, su monopolio comercial en este continente se ve amenazado. Por lo tanto, las intervenciones militares no se ponen en cuestión, solamente el quién debe realizarlas y Francia quisiera que se realicen de manera multilateral.
Francia busca ahora que sus intervenciones militares en África cuenten con la legitimidad de la ONU, algo que sí es nuevo pues jamás hasta ahora lo había necesitado para inmiscuirse en los asuntos internos de los países africanos. Al mismo tiempo, pretende mantener su presencia militar en África en virtud de la “renegociación”, o modernización podría corregirse, de los acuerdos técnico militares suscritos con los Estados africanos, para que estos puedan aparentar una autonomía militar, al tiempo que resguardan los intereses franceses en la zona. Por supuesto, la dotación a estos ejércitos será realizada por la industria militar francesa tan ávida y necesitada de mercados para vender sus productos bélicos. Y, en tercer lugar, Francia necesita de la implicación de otros países, sobre todo de sus socios de la Unión Europea y de algunos estados africanos como Sudáfrica y Nigeria, en misiones militares conjuntas, para camuflar los intereses militares, políticos y económicos franceses bajo la bandera internacional. En este sentido, Paris ya ha empezado a dar algunos pasos participando en el bombardeo de Libia junto a una coalición internacional, o transformando la base militar francesa en Costa de Marfil en una base de fuerzas multilaterales, al mando de la ONU. Todo ello buscando la permanencia y supremacía en África, para perdurar el colonialismo que jamás desapareció en el continente negro.
EL GENDARME DE AFRICA. CRONOLOGIA DEL INTERVENCIONISMO MILITAR FRANCES EN AFRICA TRAS LA DESCOLONACION DEL CONTINENTE
- 1958. Intervención militar en la guerra civil en Camerún, con más de 500.000 muertos, masacre dirigida por el ejército francés y sus servicios secretos.
- 1961. Operación Bouledogue, después convertida en Operación Charrue Longue, para asegurar la permanencia de una base naval en Bizerte, Tunez.
- 1962. Intervención militar en Senegal para apoyar al presidente Senshor.
- 1964. Intervención militar para restablecer en el poder al presidente Léon M´ba, aliado de Paris, tras un intento de derrocamiento realizado por una parte del ejército de Gabón.
- 1968 – 1972. Operaciones Limousin y Bison contra los revolucionarios del Tibesti en Chad. El ejército francés sufrió grandes pérdidas en esta operación, siendo reconocidos de manera oficial 39 muertos y más de 100 heridos.
- 1977. Con la excusa del secuestro de un ciudadano francés por el Frente Polisario en el Sahara Occidental, aviones Jaguar franceses bombardean posiciones saharauis en Mauritania. El apoyo de Francia a Marruecos durante toda la contienda bélica es importante, tanto en entrenamiento y abastecimiento como en labores de inteligencia.
- 1977. Operación Verveine en apoyo del dictador Mobutu en Zaire contra la rebelión en la zona de Shaba. Paris estableció un puente aéreo entre Rabat y Kolwezi para el envió de tropas marroquíes que apoyaron a Mobutu.
- 1978. Desembarco de paracaidistas franceses en la ciudad minera de Kolwezi, en Zaire, tomada por los revolucionarios katangueses del FLNC, Frente de Liberación Nacional del Congo, con la excusa de evacuar a los ciudadanos franceses.
- 1978 – 1980. Operación Tacaud en Chad, para frenar el avance del FROLINAT, Frente de Liberación de Chad, de Goukouni Oueddei.
- 1979 – 1981. Operación Barracuda en República Centroafricana para derrocar al presidente Bokassa y colocar en su lugar a David Dacko.
- 1983. Operación Manta en Chad. Se movilizaron 4000 soldados franceses en apoyo del presidente Hissene Habré frente a los rebeldes de Goukouni Oueddei.
- 1985. Aviones de combate Jaguar franceses bombardean la base aérea libia de Ouadi-Doum en el norte de Chad.
- 1986. Desembarco de 150 paracaidistas franceses en Togo para apoyar al presidente Gnassingbé, quien enfrentaba una tentativa de golpe de estado.
- 1986. Operación Epervier en Chad con más de 900 soldados llegados para enfrentar al ejército libio que apoyaba a los milicianos de Guokouni Oueddei.
- 1989. Operación Oside en las Islas Comores tras la muerte violenta del presidente Ahmed Abdallah por parte de mercenarios entrenados por los servicios secretos franceses.
- 1990. Operación Requin en Gabón. 2000 soldados franceses evacuan a 1800 extranjeros y apoyan al gobierno que hace frente a una rebelión popular en la capital Libreville y la ciudad de Port-Gentil.
- 1990 – 1993. Misión Noroit en Ruanda para proteger el régimen dictatorial del presidente Juvenal Habyarimana contra el ataque de los milicianos del Frente Patriótico de Ruanda.
- 1991. Envío de 1000 soldados franceses a Zaire tras las manifestaciones populares contra el dictador Mobutu.
- 1992 – 1993. Operación Oryx en Somalia. Los contingentes franceses se pusieron enseguida a la orden de los norteamericanos en el marco de la Misión Restore Hope.
- 1993. Operación Chimere et Volcan para el abastecimiento y formación del ejército de Ruanda.
- 1993. Operación Amaryllis en Ruanda para evacuar a los ciudadanos europeos.
- 1994. Operación Tourquoise. Genocidio de los Tutsi en Ruanda. El papel del ejército francés en esta masacre jamás se ha investigado a fondo. En virtud de los acuerdos de cooperación militar firmados con Ruanda, Francia había formado, entrenado, adiestrado y equipado al ejército ruandés que la primavera de 1994 masacró a los Tutsi y a los Hutus moderados. Por otro lado, la intervención militar directa francesa demoró dos meses y medio desde que le fuera solicitada por la ONU, ignorando descaradamente las matanzas que se realizaban y que según las cifras más conservadoras, produjeron más de un millón de muertos. Asimismo, numerosos efectivos militares franceses fueron acusados de casos de violación y asesinato de pobladores civiles sin que dichas demandas hayan sido nunca llevadas ante la justicia.
- 1995. Operación Azalée en las Islas Comores. El presidente Saïd Mohamed Djoar es depuesto por un golpe de estado dirigido por el mercenario Bod Denard, quien había sido entrenado por los servicios secretos franceses. Paracaidistas franceses desembarcan y detienen a Denard, quien es conducido a Francia y encarcelado. Meses después será liberado.
- 1996 – 1997. Operaciones Almadin I y II. 2300 soldados franceses intervienen en Bangui, capital de la República Centroafricana, tras el motín de algunos militares de este país.
- 1996 – 2007. Operación Aramis en Camerún. El ejército francés apoya directamente al ejército camerunés en lucha con Nigeria por el control de la isla petrolera de Bakassi.
- 1997. Operación Antílope en el Congo para evacuar a 6500 extranjeros de Brazzaville.
- 1998. Operación Malachite en la República Democrática del Congo para la evacuación de 2500 extranjeros de Kinshasa.
- 1999. Misión Khor Anga en Yibuti. Protección aérea ante la extensión del conflicto armado entre Etiopía y Eritrea.
- 2002. Inicio de la Operación Licorne, como fuerza de mantenimiento de la paz en Costa de Marfil. El presidente Laurent Gbagbo enfrentaba una rebelión en el norte del país.
- 2003. Participación francesa en la operación europea conjunta llamada Artemis en la República Centroafricana.
- 2004. Destrucción de aeronaves del ejército de Costa de Marfil, tras un bombardeo de los marfilenses en Bouaké, donde murieron varios soldados franceses. Evacuación de ciudadanos franceses. El ejército francés causó una masacre al disparar contra los manifestantes que rechazaban su presencia en Costa de Marfil.
- 2006. Apoyo militar directo al ejército de Chad frente a una nueva rebelión en el norte del país.
- 2008. Protección del aeropuerto de Ndjamena en Chad. Evacuación de ciudadanos franceses. Se producen enfrentamientos directos con los rebeldes en las cercanías del aeropuerto.
- 2008. Apoyo logístico al ejército de Yibuti en la frontera con Eritrea.
- 2011. Intervención directa junto a una coalición internacional en la guerra civil que se desarrolla en Libia, apoyando a los rebeldes que se enfrentan al presidente Gadafi.
- 2011. Participación en la guerra civil en Costa de Marfil. El presidente Gbagbo es secuestrado por tropas francesas y entregado a su enemigo Ouattara.
Koldo Durreit
Fundación Internacionalista Pakito Arriaran.
Pakitoarriaran.org