Japón: Una adver­ten­cia al mun­do – Amy Goodman

Al des­cri­bir la devas­ta­ción en una ciu­dad de Japón, un perio­dis­ta escri­bió: «Pare­ce como si una apla­na­do­ra gigan­te hubie­ra pasa­do por enci­ma y arra­sa­do con todo lo que allí exis­tía. Escri­bo estos hechos… como una adver­ten­cia al mun­do». El perio­dis­ta era Wil­fred Bur­chett, que escri­bía des­de Hiroshi­ma, Japón, el 5 de sep­tiem­bre de 1945. Bur­chett fue el pri­mer perio­dis­ta de Occi­den­te que lle­gó a Hiroshi­ma lue­go de que allí se lan­za­ra la bom­ba ató­mi­ca. Infor­mó acer­ca de una extra­ña enfer­me­dad que seguía matan­do a la gen­te, inclu­so un mes des­pués de ese pri­mer y letal uso de armas nuclea­res con­tra seres huma­nos. Sus pala­bras podrían per­fec­ta­men­te estar des­cri­bien­do las esce­nas de ani­qui­la­ción que aca­ban de tener lugar en el nores­te de Japón. Debi­do al empeo­ra­mien­to de la catás­tro­fe en la cen­tral nuclear de Fukushi­ma, su gra­ve adver­ten­cia al mun­do sigue estan­do hoy más que vigente.

El desas­tre se pro­fun­di­za en el com­ple­jo nuclear de Fukushi­ma tras el mayor terre­mo­to de la his­to­ria de Japón y el tsu­na­mi que lo suce­dió, que dejó miles de muer­tos. Las explo­sio­nes en los rec­to­res núme­ros 1 y 3 libe­ra­ron radia­ción a un nivel tal que fue medi­da por un buque de la Arma­da esta­dou­ni­den­se des­de una dis­tan­cia de 160 kiló­me­tros, lo que obli­gó al buque a ale­jar­se de la cos­ta. Una ter­ce­ra explo­sión suce­dió en el reac­tor núme­ro 2, pro­vo­can­do que muchos espe­cu­la­ran que el con­te­ne­dor pri­ma­rio, don­de se man­tie­ne el ura­nio some­ti­do a fisión nuclear y que es de vital impor­tan­cia, se había daña­do. Poco des­pués se incen­dió el reac­tor núme­ro 4, a pesar de que no esta­ba fun­cio­nan­do cuan­do el terre­mo­to azo­tó el país. Cada reac­tor tam­bién ha teni­do que uti­li­zar el com­bus­ti­ble nuclear alma­ce­na­do en su inte­rior, y ese com­bus­ti­ble pue­de pro­vo­car gran­des incen­dios, libe­ran­do más radia­ción al aire. Todos los sis­te­mas de enfria­mien­to falla­ron, así como tam­bién los sis­te­mas de segu­ri­dad adi­cio­na­les, y una peque­ña dele­ga­ción de valien­tes tra­ba­ja­do­res per­ma­ne­ce en el lugar, a pesar de la peli­gro­sa radia­ción, que podría ser letal, tra­tan­do de bom­bear agua del mar a las estruc­tu­ras daña­das para enfriar el com­bus­ti­ble radiactivo.

El Pre­si­den­te Barack Oba­ma asu­mió la ini­cia­ti­va de lide­rar un «rena­ci­mien­to nuclear» y pro­pu­so nue­vas garan­tías de prés­ta­mos fede­ra­les por 36.000 millo­nes de dóla­res para pro­mo­ver el inte­rés de las empre­sas de ener­gía en la cons­truc­ción de nue­vas plan­tas nuclea­res (lo que se suma a los 18.500 millo­nes de dóla­res que habían sido apro­ba­dos duran­te el gobierno de Geor­ge W. Bush). La pri­me­ra empre­sa de ener­gía que espe­ra­ba reci­bir esta dádi­va públi­ca fue Southern Com­pany, por dos reac­to­res anun­cia­dos para Geor­gia. La últi­ma vez que se auto­ri­zó y logró lle­var­se a cabo la cons­truc­ción de una nue­va plan­ta de ener­gía nuclear en Esta­dos Uni­dos fue en 1973, cuan­do Oba­ma esta­ba en sép­ti­mo gra­do en la Escue­la Punahou en Hono­lu­lu. El desas­tre de Three Mile Island en 1979 y el de Cher­nó­bil en 1986 efec­ti­va­men­te clau­su­ra­ron la posi­bi­li­dad de avan­zar en nue­vos pro­yec­tos de ener­gía nuclear con obje­ti­vos comer­cia­les en Esta­dos Uni­dos. Sin embar­go, este país sigue sien­do el mayor pro­duc­tor de ener­gía nuclear comer­cial del mun­do. Las 104 plan­tas nuclea­res habi­li­ta­das son vie­jas, y se acer­can al fin de su vida útil ori­gi­nal­men­te pro­yec­ta­da. Los pro­pie­ta­rios de las plan­tas están soli­ci­tan­do al gobierno fede­ral exten­der sus licen­cias para operar.

La Comi­sión Regu­la­do­ra Nuclear (NRC, por sus siglas en inglés) está a car­go de otor­gar y con­tro­lar estas licen­cias. El 10 de mar­zo, la NRC emi­tió un comu­ni­ca­do de pren­sa “acer­ca de la reno­va­ción de la licen­cia ope­ra­ti­va de la Plan­ta de Ener­gía Nuclear Ver­mont Yan­kee cer­ca de Brattle­bo­ro, Ver­mont, por vein­te años más. Está pre­vis­to que el per­so­nal de la NRC pron­to expi­da la licen­cia reno­va­da”, decía el comu­ni­ca­do de pren­sa. Har­vey Was­ser­man, de Nuke​Free​.org, me dijo: «El reac­tor núme­ro 1 de Fukushi­ma es idén­ti­co al de la plan­ta de Ver­mont Yan­kee, que aho­ra está a la espe­ra de reno­var su licen­cia y que el pue­blo de Ver­mont pre­ten­de cerrar. Es impor­tan­te tener en cuen­ta que este tipo de acci­den­te, este tipo de desas­tre, podría haber ocu­rri­do en cua­tro reac­to­res en Cali­for­nia, si el terre­mo­to de 9.0 gra­dos de la esca­la Rich­ter hubie­ra azo­ta­do el Cañón del Dia­blo en San Luis Obis­po o San Ono­fre entre Los Ánge­les y San Die­go. Podría­mos per­fec­ta­men­te ser aho­ra tes­ti­gos de la eva­cua­ción de Los Ánge­les o San Die­go, si este tipo de cosa hubie­ra suce­di­do en Cali­for­nia. Y, por supues­to, Ver­mont tie­ne el mis­mo pro­ble­ma. Hay 23 reac­to­res en Esta­dos Uni­dos que son idén­ti­cos o casi idén­ti­cos al reac­tor 1 de Fukushi­ma». La mayo­ría de los habi­tan­tes de Ver­mont, entre ellos el gober­na­dor del esta­do, Peter Shum­lin, apo­ya el cie­rre del reac­tor Ver­mont Yan­kee, dise­ña­do y cons­trui­do por Gene­ral Electric.

La cri­sis nuclear en Japón ha teni­do reper­cu­sio­nes a nivel mun­dial. Hubo mani­fes­ta­cio­nes en toda Euro­pa. Eva Joly, miem­bro del Par­la­men­to Euro­peo, dijo en una mani­fes­ta­ción: «La idea de que esta ener­gía es peli­gro­sa pero pode­mos mane­jar­la se ha dese­cha­do hoy. Y sabe­mos cómo eli­mi­nar las plan­tas nuclea­res: nece­si­ta­mos ener­gía reno­va­ble, nece­si­ta­mos moli­nos, nece­si­ta­mos ener­gía geo­tér­mi­ca y nece­si­ta­mos ener­gía solar». Sui­za detu­vo sus pla­nes de reno­var las licen­cias de sus reac­to­res, y 10.000 mani­fes­tan­tes en Stutt­gart exhor­ta­ron a la Can­ci­ller ale­ma­na Ange­la Mer­kel a que orde­ne el cie­rre inme­dia­to de las sie­te plan­tas nuclea­res ale­ma­nas cons­trui­das antes de la déca­da del 80. En Esta­dos Uni­dos, el dipu­tado demó­cra­ta de Mas­sa­chu­setts, Ed Mar­key, dijo «Lo que está suce­dien­do en Japón en este momen­to da indi­cios de que tam­bién en Esta­dos Uni­dos podría ocu­rrir un gra­ve acci­den­te en una plan­ta nuclear».

La era nuclear se ini­ció no muy lejos de Fukushi­ma, cuan­do Esta­dos Uni­dos se con­vir­tió en la úni­ca nación de la his­to­ria de la huma­ni­dad que lan­zó bom­bas ató­mi­cas sobre otro país, dos bom­bas que des­tru­ye­ron Hiroshi­ma y Naga­sa­ki y mata­ron a cien­tos de miles de civi­les. El perio­dis­ta Wil­fred Bur­chett fue el pri­me­ro que des­cri­bió la “pla­ga ató­mi­ca”, como la lla­mó: “En estos hos­pi­ta­les encuen­tro gen­te que cuan­do caye­ron las bom­bas no sufrió nin­gu­na lesión, pero aho­ra están murien­do a cau­sa de las secue­las. Su salud comen­zó a dete­rio­rar­se sin moti­vo apa­ren­te”. Más de 65 años des­pués de que se sen­ta­ra en los escom­bros con su vapu­lea­da máqui­na de escri­bir Her­mes y escri­bie­ra su adver­ten­cia al mun­do, ¿qué hemos aprendido?

Tex­to en inglés tra­du­ci­do por Mer­ce­des Camps, edi­ta­do por Gabrie­la Díaz Cor­tez y Demo­cracy Now! en espa­ñol, spanish@​democracynow.​org

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