No espe­réis el por­ve­nir – Alfon­so Sastre

«Sen­taí­to en la escalera/​espe­ran­do el porvenir/​y el por­ve­nir nun­ca lle­ga» (Can­te popu­lar andaluz)

Unas pre­gun­tas ini­cia­les: en mis artícu­los recien­tes, ¿he tra­ta­do de ade­lan­tar el futu­ro, ima­gi­nan­do lo que pue­de ocu­rrir en él? ¿O de explo­rar ya algo que yo pre­su­mo con argu­men­tos que suce­de­rá, que se podrá hacer que suce­da? ¿He fan­ta­sea­do sobre una utó­pi­ca «Con­fe­de­ran­za» de pue­blos ibé­ri­cos y esta fan­ta­sía no es, a fin de cuen­tas, más que una mera expo­si­ción de un deseo de que tal cosa ocu­rra? Pero ade­más, ¿qué es o sería eso de «una con­fe­de­ran­za»? ¿Es una noción cla­ra o es ambi­gua? ¿Qué he que­ri­do decir con esa palabra?

Una acla­ra­ción léxi­ca: según el Dic­cio­na­rio de la Real Aca­de­mia Espa­ño­la, «con­fe­de­ran­za» es una voz «anti­cua­da» y des­de lue­go está en desuso. Aun así, para ese dic­cio­na­rio sigue sig­ni­fi­can­do «alian­za de per­so­nas, nacio­nes o Esta­dos». La pala­bra que le corres­pon­de actual­men­te es «con­fe­de­ra­ción», que tal dic­cio­na­rio defi­ne como una «alian­za, liga, unión o pac­to entre per­so­nas, gru­pos o Esta­dos». Hay así mis­mo el tér­mino «fede­ra­ción» que es, según el repe­ti­da­men­te cita­do dic­cio­na­rio, el resul­ta­do de «unir por alian­za, liga, unión o pac­to entre varios». El tema de la sobe­ra­nía de las par­tes y de lo que de esa sobe­ra­nía se pone en jue­go o se cede o se pue­de ceder en tales alian­zas es ajeno a estas defi­ni­cio­nes aca­dé­mi­cas. Por mi par­te, he pres­cin­di­do de los sig­ni­fi­ca­dos y com­por­ta­mien­tos his­tó­ri­cos, y tomo esa bella pala­bra -«con­fe­de­ran­za»- como si estu­vie­ra recién naci­da. Lo que con ella pue­de lle­gar es algo por nacer en el futuro.

Se habrá obser­va­do, por quie­nes los hayan leí­do, que en mis últi­mos artícu­los de GARA no he tra­ta­do de «hechos» sino, diga­mos, de «queha­ce­res» (mejor: «por hace­res»); de «uto­pías» que algún día pue­den ser «hechos» en la His­to­ria, tra­tan­do de estu­diar, y en este caso de pro­mo­ver, un «futu­ro pre­vi­si­ble», según la noción enun­cia­da por el pro­fe­sor Geor­ge Thom­son, que fue Pre­mio Nobel de Físi­ca, en cuyos tra­ba­jos está la idea, que hemos cita­do en otro momen­to, del pro­yec­to, pro­cla­ma­do por gen­tes como Mar­ga­ret Mead y Julián Hux­ley, de que exis­tie­ran en las actua­les uni­ver­si­da­des unas «cáte­dras de Futuro».

En una situa­ción como la actual entre noso­tros, mi recien­te «Modes­to plan para la paz» me ha pro­cu­ra­do, feliz­men­te, un comen­ta­rio que yo esti­mo en gra­do sumo. Quien me lo ha hecho es Manuel Muñoz Nava­rre­te, que me ha trans­mi­ti­do obser­va­cio­nes muy sus­tan­cio­sas como la de que yo en esta oca­sión he «per­di­do una gran opor­tu­ni­dad para (…) intro­du­cir al fin a Anda­lu­cía como nacio­na­li­dad his­tó­ri­ca opri­mi­da por el Rei­no de Espa­ña», dan­do cuen­ta, por ejem­plo, de «la masi­va lucha anda­lu­cis­ta duran­te la esta­fa aque­lla de la tran­si­ción». ¿Y qué he de decir yo a esto? Pues, sen­ci­lla­men­te, que es ver­dad que yo hice en mi plan y en los dos artícu­los que lo han segui­do una sim­pli­fi­ca­ción apre­su­ra­da de tan com­ple­jo tema, qui­zás fas­ci­na­do por el esta­do actual de los pro­ce­sos cata­lán y vas­co, y por la evi­den­cia cul­tu­ral coti­dia­na de la exis­ten­cia de una nación lla­ma­da Gali­za, inde­pen­dien­te­men­te de las acti­vi­da­des polí­ti­cas, hoy en día de muy cor­tos vue­los, en el cam­po nacio­na­lis­ta o patrió­ti­co, que se gene­ran en la ciu­da­da­nía gallega.

En cuan­to a Anda­lu­cía, mi admi­ra­ción por la intré­pi­da labor de Sán­chez Gor­di­llo ‑a quien mi corres­pon­sal cita- es muy gran­de. El Alcal­de de Mari­na­le­da esta­rá con noso­tros en Donos­tia el pró­xi­mo noviem­bre para par­ti­ci­par en las jor­na­das de ASKE, y nos expli­ca­rá lo que yo con­si­de­ro poco menos que un mila­gro, no ya el del «socia­lis­mo en un solo país», sino «en un solo pue­blo», ¡ahí es nada! Des­de lue­go, la nación anda­lu­za ten­drá que dar a par­tir de aho­ra nue­vos pasos hacia la con­quis­ta de su eman­ci­pa­ción; pasos supe­ra­do­res, cla­ro está, de los actua­les nive­les sin­di­cal, agra­rio y muni­ci­pal, y que ten­drán que hacer fren­te a la pre­sen­cia, hoy cega­do­ra, de los dos gran­des par­ti­dos espa­ño­les o, mejor dicho, «espa­ño­le­ros». (Por lo demás, la gran­de­za his­tó­ri­ca de Al Anda­lus ya era un gran hecho polí­ti­co y cul­tu­ral cuan­do los Reyes Cató­li­cos o no habían naci­do o anda­ban toda­vía en paña­les o, ya mayo­res, esta­ban tra­tan­do de cons­truir algo que al final fue cris­ta­li­zan­do en esto que por fin lle­gó a ser «Espa­ña». Sobre lo que sea Espa­ña y a par­tir de cuán­do empe­zó a exis­tir tal enti­dad, es inex­cu­sa­ble la lec­tu­ra de los lúci­dos tra­ba­jos de Amé­ri­co Cas­tro. Habién­do­los leí­do no es posi­ble insis­tir en erro­res his­tó­ri­cos como con­si­de­rar la ges­ta de Numan­cia como «espa­ño­la» o a Séne­ca como un filó­so­fo «espa­ñol». Expre­sio­nes como la falan­gis­ta «eter­na meta­fí­si­ca de Espa­ña» alcan­zan enton­ces los tin­tes de lo fran­ca­men­te ridícu­lo. En cuan­to a los Reyes Cató­li­cos, con su yugo y cin­co fle­chas, que sir­vie­ron de ins­pi­ra­ción al emble­ma de la Falan­ge Espa­ño­la («las fle­chas de mi haz») son un nefas­to recuer­do his­tó­ri­co. (La «memo­ria his­tó­ri­ca» es muchas veces entre noso­tros el recuer­do de una gran pesadilla).

Reme­mo­ran­do yo aho­ra auto­crí­ti­ca­men­te mi «Modes­to Plan», veo que no es sólo Anda­lu­cía lo que que­dó fue­ra de mis refle­xio­nes. Ahí está, por ejem­plo, la posi­bi­li­dad de que un día se replan­tee enér­gi­ca y popu­lar­men­te lo que fue el movi­mien­to inde­pen­den­tis­ta en Cana­rias; y, en la Penín­su­la, de que se desa­rro­llen enti­da­des como la rei­vin­di­ca­da por la Izquier­da Cas­te­lla­na, con su glo­rio­sa heren­cia «comu­ne­ra»; y gran­des enti­da­des his­tó­ri­cas como la de Astu­ries con su pro­pia rei­vin­di­ca­ción lin­güís­ti­ca, o la de Ara­gón. ¿Qué podrá salir en el futu­ro de toda esta com­ple­ji­dad? ¿Una frag­men­ta­ción sin sen­ti­do bajo imá­ge­nes como las que nos lega­ron, en el mun­do ára­be penin­su­lar, los «Rei­nos de Tai­fas» o, duran­te la Pri­me­ra Repú­bli­ca Espa­ño­la, la «rebe­lión can­to­nal»? Sea como sea, lo cier­to his­tó­ri­ca­men­te es que la «uni­dad de Espa­ña» fue un fra­ca­so ‑cuyas con­se­cuen­cias segui­mos sufriendo‑, a fal­ta qui­zás de algo pare­ci­do a lo que a la «idea de Ita­lia» apor­tó el genio polí­ti­co de una per­so­na­li­dad como la de Gari­bal­di al fren­te de sus «cami­sas rojas», y con su con­si­guien­te y con­se­cuen­te cons­truc­ción de un «patrio­tis­mo ita­liano» gene­ra­li­za­do, sobre la base his­tó­ri­ca de aque­llas famo­sas repú­bli­cas his­tó­ri­cas inde­pen­dien­tes. Aque­llas repú­bli­cas inde­pen­dien­tes -¿ita­lia­nas ya?- «devi­nie­ron» la gran Ita­lia ‑o sea que, con ellas, se hizo «una nación» moder­na de lo que en la Anti­güe­dad había sido nada menos que «Roma»-. Hoy es, sigue sien­do, Ita­lia, esa nación cuya exis­ten­cia casi nadie dis­cu­te, mien­tras que la mal­for­ma­ción «espa­ño­la» tie­ne pen­dien­te, al revés, una futu­ra flo­ra­ción de las repú­bli­cas que pon­gan fin a los gra­ves erro­res del pasa­do. Los cami­nos de la His­to­ria son ines­cru­ta­bles, pero no son un can­to a la fata­li­dad. Siem­pre hay algo por hacer.

En nues­tro caso actual, y supues­ta­men­te futu­ro, la deci­sión sobre el núme­ro de «repú­bli­cas ibé­ri­cas» a for­mar par­te de esa futu­ra «Con­fe­de­ran­za» ‑cuan­do el actual «Rei­no de Espa­ña» se repu­bli­ca­ni­ce al fin, reco­gien­do el actual espí­ri­tu repu­bli­cano que se res­pi­ra cada vez más popu­lar­men­te- depen­de­rá sin duda de la volun­tad social y del res­pe­to demo­crá­ti­co de los pode­res públi­cos en cada caso. (Por ejem­plo, será muy pro­ble­má­ti­co que el movi­mien­to cana­rio inde­pen­den­tis­ta, esen­cial­men­te «anti­go­do», se aven­ga a for­mar par­te de una con­fe­de­ran­za «ibé­ri­ca». ¿Qui­zás de una regio­nal afri­ca­na? Ahí es don­de y cuan­do habla­ría ‑habla­rá- la voz de la volun­tad popular).

Pen­san­do en todo esto, a la luz de las obser­va­cio­nes del com­pa­ñe­ro Muñoz Nava­rre­te, veo a Anda­lu­cía entre las gran­des enti­da­des que se mani­fes­ta­rían en tan ele­va­da cir­cuns­tan­cia. Ya hoy pue­den empe­zar a dise­ñar­se, cada una en su nivel; empe­zan­do por las que ya se han mani­fes­ta­do y se mani­fies­tan con fuer­za popu­lar en lo que se han lla­ma­do «nacio­na­li­da­des his­tó­ri­cas», que son un visi­ble e impla­ca­ble men­tís a la gro­tes­ca y abo­mi­na­ble idea sur­gi­da en la tran­si­ción con el nom­bre de «café para todos». Otras enti­da­des se hallan aún en el nivel de nebu­lo­sas ‑val­ga la ima­gen astronómica‑, pero ya se sabe que, como alguien dijo poé­ti­ca­men­te hace tiem­po, «el mun­do fue antes nebulosa».

Y Final. He titu­la­do este artícu­lo «No espe­réis el por­ve­nir»; títu­lo que lle­va den­tro, como qui­zá se haya obser­va­do en su lec­tu­ra, una tesis gene­ral de pen­sa­mien­to que aho­ra, para ter­mi­nar­lo, resu­mo en cin­co pun­tos, a saber:

1.- El por­ve­nir no se espe­ra; se hace.

2.- Lo utó­pi­co deja de ser utó­pi­co haciéndolo.

3.- La liber­tad no es un pre­mio que pue­da tocar­nos en una lote­ría del Destino.

4.- En defi­ni­ti­va, se tra­ta de tomar la dia­léc­ti­ca de la His­to­ria en nues­tras manos; en manos de la gen­te. (¿De la multitud?).

5.- Los gran­des líde­res revo­lu­cio­na­rios siem­pre han tra­ba­ja­do ‑y siguen tra­ba­jan­do hoy- con la mate­ria de los sue­ños. En ello resi­de su mayor grandeza.

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