Las con­tra­dic­cio­nes en el seno del pueblo

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¿Cómo se plantearon las consignas de que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento y coexistencia duradera y supervisión mutua? Fueron enunciadas en base a la situación concreta de China, en base al reconocimiento de que en la sociedad socialista siguen existiendo diversas clases de contradicciones, en base a la exigencia apremiante de acelerar el desenvolvimiento económico y cultural del país. La orientación de que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento es la orientación para promover el desarrollo del arte y el progreso de la ciencia, para hacer florecer la cultura socialista de nuestro país. Pueden desarrollarse libremente distintas formas y estilos en el arte, y competir libremente diferentes escuelas en la ciencia. Consideramos que es perjudicial al desarrollo del arte y de la ciencia recurrir a medidas administrativas para imponer un particular estilo de arte o escuela de pensamiento y prohibir otro. El problema de lo correcto y lo erróneo en el arte y en la ciencia debe resolverse mediante discusiones libres en los círculos artísticos y científicos, a través de la práctica del arte o de la ciencia, y no de manera simplista. Para determinar si una cosa es correcta o errónea se requiere a menudo un periodo de prueba. En la historia es frecuente que lo nuevo, lo acertado, no obtenga al principio el asenso de la mayoría de las personas, y que sólo pueda desarrollarse de manera tortuosa en la lucha. Muchas veces, lo justo y bueno no ha sido considerado al principio como flor fragante, sino, por el contrario, como hierba venenosa. La tesis de Copérnico sobre el sistema solar y la teoría de la evolución de Darwin, fueron consideradas erróneas en un tiempo y atravesaron una ardua lucha. La historia de China ofrece numerosos ejemplos análogos. En la sociedad socialista, las condiciones para el desarrollo de las cosas nuevas son radicalmente distintas y mucho más propicias que en la sociedad vieja. Sin embargo, aún sucede con frecuencia que las fuerzas nacientes son frenadas, y las opiniones razonables, suprimidas. La expansión de las cosas nuevas puede ser también obstaculizada, no por una represión hecha adrede, sino por falta de discernimiento. Razón por la cual, ante la cuestión de lo correcto y lo erróneo en la ciencia y en el arte, debemos adoptar una actitud prudente, estimular la discusión libre y evitar las conclusiones precipitadas. Creemos que la adopción de esta actitud puede asegurar un desarrollo relativamente fácil del arte y la ciencia.
El marxismo se ha desarrollado también en la lucha. Al principio, fue objeto de toda suerte de ataques y considerado como hierba venenosa. Aún hoy es atacado y considerado como hierba venenosa en muchos lugares del mundo. Sin embargo, goza de una posición muy diferente en los países socialistas. Pero, incluso en éstos, existen todavía ideas no marxistas, así como también antimarxistas. En China, aunque en lo fundamental se ha consumado la transformación socialista de la propiedad y han terminado las vastas y tempestuosas luchas de clase de las masas, características de los anteriores periodos revolucionarios, subsisten remanentes de las clases derrocadas: la clase terrateniente y la burguesía compradora; subsiste la burguesía, y la transformación de la pequeña burguesía sólo acaba de empezar. La lucha de clases no ha terminado. La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, entre las diferentes fuerzas políticas y entre el proletariado y la burguesía en el terreno ideológico, será aún larga, tortuosa y a veces incluso muy enconada. El proletariado aspira a transformar el universo según su concepción del mundo, y la burguesía, según la suya. A este respecto, aún no ha sido resuelta en definitiva la cuestión de quién vencerá: el socialismo o el capitalismo. Los marxistas siguen constituyendo una minoría en la población, así como entre los intelectuales. Por eso el marxismo tiene todavía que seguir desarrollándose a través de la lucha. El marxismo sólo puede desarrollarse en la lucha, esto es cierto no sólo para el pasado y el presente, también es necesariamente cierto para el futuro. Lo correcto se desarrolla siempre en el proceso de la lucha contra lo erróneo. Lo verídico, lo bueno y lo hermoso siempre existen en contraste con lo falso, lo malo y lo feo, siempre se desarrollan en la lucha contra ellos. Cuando la humanidad desecha en general un error y acepta una verdad, una nueva verdad comienza a luchar contra las nuevas ideas erróneas. Esta lucha no cesará jamás. Esta es la ley del desarrollo de la verdad y, desde luego, la ley del desarrollo del marxismo.
Pasará un tiempo bastante largo antes de que se resuelva la cuestión de quién vencerá a quién en la lucha ideológica entre el socialismo y el capitalismo en China. Esto se explica porque la influencia de la burguesía y de los intelectuales provenientes de la vieja sociedad subsistirá por un largo tiempo en nuestro país, y así también su ideología de clase. Quien no lo comprenda bien, o no lo comprenda en absoluto, cometerá el más grave de los errores y pasará por alto la necesidad de la lucha en el terreno ideológico. La lucha ideológica difiere de otras formas de lucha. En ella no pueden emplearse procedimientos toscos y coercitivos, sino sólo el método del minucioso razonamiento. Hoy, el socialismo está en una posición ventajosa en la lucha ideológica. La fuerza básica del Poder se halla en manos del pueblo trabajador dirigido por el proletariado. El Partido Comunista es fuerte y goza de alto prestigio. Aunque hay defectos y errores en nuestro trabajo, cualquier persona imparcial puede ver que somos leales al pueblo, que estamos plenamente decididos a edificar bien nuestra patria junto con el pueblo y somos capaces de hacerlo, y que ya hemos conseguido grandes éxitos y obtendremos otros mayores aún. La inmensa mayoría de los elementos burgueses y de los intelectuales provenientes de la vieja sociedad son patriotas, están dispuestos a servir a su floreciente patria socialista, y saben que si se apartan de la causa del socialismo y del pueblo trabajador dirigido por el Partido Comunista, no tendrán dónde apoyarse y, en consecuencia, carecerán de futuro luminoso.
Cabe la siguiente pregunta: ¿Puede ser criticado el marxismo, puesto que es aceptado como ideología rectora por la mayoría del pueblo de nuestro país? Desde luego que sí. El marxismo es una verdad científica y no teme la crítica. Si temiese la crítica, si pudiese ser derrotado con críticas, no tendría valor alguno. ¿Acaso, de hecho, los idealistas no critican el marxismo a diario y por todos los medios? ¿Acaso los que se aferran a las ideas burguesas o pequeñoburguesas y no desean modificarlas, no critican el marxismo también por todos los medios? Los marxistas no deben temer la crítica, venga ésta de donde venga. Por el contrario, los marxistas tienen que templarse, desarrollarse y ampliar sus posiciones precisamente a través de la crítica, en la tormenta de la lucha. La lucha contra las ideas erróneas puede compararse con la vacunación: el hombre está inmune contra la enfermedad una vez que la vacuna ha hecho efecto. La cosa creada en invernadero no puede tener gran vitalidad. La realización de la política de que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento no debilitará sino fortalecerá la posición rectora del marxismo en el campo ideológico.
¿Cuál debe ser nuestra política con respecto a las ideas no marxistas? En lo que concierne a los contrarrevolucionarios evidentes y a los saboteadores de la causa socialista, la cosa es fácil: les privamos simplemente de la libertad de palabra. Pero el asunto se presenta de muy distinta manera si se trata de ideas erróneas en el seno del pueblo. ¿Pueden prohibirse tales ideas y no darles la menor oportunidad de expresarlas? Desde luego que no. La aplicación de métodos simplistas para tratar problemas ideológicos en el seno del pueblo, problemas referentes al mundo espiritual del hombre, es no sólo ineficaz sino además sumamente perniciosa. Se puede prohibir la expresión de ideas erróneas, pero éstas siguen existiendo. Por otro lado, si las ideas acertadas han sido cultivadas en invernadero, si no han sido expuestas a los vientos y las lluvias, si no han sido inmunizadas, no podrán vencer al enfrentarse con las ideas erróneas. Por eso, sólo empleando los métodos de discusión, crítica y razonamiento podemos realmente fomentar las ideas acertadas, superar las erróneas y solucionar en realidad los problemas.
La burguesía y la pequeña burguesía exteriorizarán indefectiblemente su ideología. Se expresarán, obstinadamente y por todos los medios posibles, en las cuestiones políticas e ideológicas. No se puede esperar que no procedan así. No debemos impedir mediante coacción que se manifiesten; al contrario, debemos permitirles que lo hagan y, al mismo tiempo, debatir con ellos y someterlos a una crítica adecuada. Está fuera de duda que debemos criticar las ideas erróneas de toda índole. Por supuesto que es inadmisible abstenerse de criticar las ideas equivocadas, contemplar con indiferencia cómo se difunden por todas partes y permitirles monopolizar el mercado. Todo error debe ser criticado y toda hierba venenosa, arrancada. Sin embargo, la crítica no ha de ser dogmática; no hay que emplear el método metafísico, sino esforzarse por aplicar el método dialéctico. Lo que se necesita es análisis científico y argumentos plenamente convincentes. La crítica dogmática no resuelve nada. Estamos contra toda clase de hierbas venenosas, pero debemos distinguir con cuidado qué es en verdad una hierba venenosa y qué es una auténtica flor fragante. Debemos aprender, junto con las masas populares, a establecer con cuidado esta distinción y a usar métodos acertados para combatir las hierbas venenosas.
A la par que criticamos el dogmatismo, debemos también atender a la crítica del revisionismo. El revisionismo u oportunismo de derecha es una tendencia ideológica burguesa; es más peligroso que el dogmatismo. Los revisionistas, oportunistas de derecha, alaban de palabra el marxismo; también atacan el «dogmatismo», pero lo que atacan es precisamente la quintaesencia del marxismo. Combaten o tergiversan el materialismo y la dialéctica; combaten o intentan debilitar la dictadura democrática popular y la dirección del Partido Comunista; combaten o intentan debilitar la transformación y la construcción socialistas. Incluso después de la victoria fundamental de la revolución socialista en nuestro país, queda todavía un cierto número de gentes que sueñan con restaurar el sistema capitalista; estas gentes luchan contra la clase obrera en todos los frentes, incluido el ideológico. Y en esta lucha, tienen en los revisionistas a sus mejores asistentes.
Estas dos consignas —que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento— no tienen, verbalmente, carácter de clase; las puede utilizar el proletariado, así como también la burguesía, u otras gentes. Cada clase, cada capa y cada grupo social, tiene su propio punto de vista acerca de qué son flores fragantes y qué hierbas venenosas. Entonces, desde el punto de vista de las grandes masas populares, ¿cuáles deben ser hoy nuestros criterios para distinguir a las flores fragantes de las hierbas venenosas? ¿Cómo juzgar, en el marco de la vida política de nuestro pueblo, si son correctas o erróneas nuestras palabras y actos? Consideramos que, con arreglo a los principios de nuestra Constitución, la voluntad de la aplastante mayoría de nuestro pueblo y las posiciones políticas comunes proclamadas en varias ocasiones por los partidos y grupos políticos de nuestro país, se pueden formular, en términos generales, los siguientes criterios: 1) las palabras y actos deben contribuir a unir, y no a dividir, a los pueblos de nuestras distintas nacionalidades; 2) deben favorecer, y no perjudicar, la transformación y la construcción socialistas; 3) deben contribuir a consolidar, y no a minar o debilitar, la dictadura democrática popular; 4) deben contribuir a afianzar, y no a socavar o debilitar, el centralismo democrático; 5) deben contribuir a fortalecer, y no a descartar o debilitar, la dirección del Partido Comunista; 6) deben favorecer, y no perjudicar, la unidad internacional socialista y la unidad de los pueblos de todo el mundo amante de la paz. De estos seis criterios, los más importantes son el camino socialista y la dirección del Partido. Estos criterios se plantean con el fin de ayudar al pueblo a fomentar, y no a obstaculizar, la libre discusión de las distintas cuestiones. Los que desaprueban estos criterios pueden, desde luego, expresar sus propias opiniones y argumentarlas. Sin embargo, cuando la mayoría de la gente tiene criterios bien definidos, se pueden encauzar la crítica y la autocrítica, y aplicar esos criterios a las palabras y las acciones de las personas para determinar si son correctas o erróneas, si se trata de flores fragantes o de hierbas venenosas. Los criterios mencionados son criterios políticos. Claro que para juzgar sobre la certeza de las tesis científicas y el nivel artístico de las obras de arte hacen falta además otros criterios específicos. No obstante, los seis criterios políticos enunciados son aplicables a cualquier actividad científica o artística. ¿Acaso, en un país socialista como el nuestro, puede existir alguna actividad científica o artística útil que esté en pugna con estos criterios políticos?
Todos los puntos de vista expuestos arriba están basados en las condiciones históricas concretas de China. En cada país socialista y en cada Partido Comunista las condiciones varían. Por eso nosotros no consideramos, ni mucho menos, que ellos tengan necesidad o deban seguir el camino chino.
La consigna «coexistencia duradera y supervisión mutua» también es fruto de las condiciones históricas concretas de nuestro país. La presentación de esta consigna no ha sido en modo alguno súbita, puesto que estaba madurando ya durante varios años. La idea de la coexistencia duradera vive desde hace mucho tiempo. Después de ser establecido en lo fundamental el sistema socialista el año pasado, esta consigna fue planteada en términos explícitos. ¿Por qué, entonces, hay que admitir una larga coexistencia de los partidos democráticos de la burguesía y de la pequeña burguesía con el partido político de la clase obrera? Porque no tenemos motivo para no adoptar la política de coexistencia duradera con respecto a todos los partidos sinceramente dedicados a la tarea de unir al pueblo en la causa del socialismo y que gozan de la confianza del pueblo. En la II Sesión del Consejo Consultivo Político del Pueblo Chino, celebrada en junio de 1950, ya dije: «Si alguien tiene el verdadero deseo de servir al pueblo, si ha ayudado realmente al pueblo en un periodo difícil para éste, ha realizado buenas obras y sigue haciéndolas consecuentemente sin detenerse a medio camino, ni el pueblo ni el gobierno del pueblo tendrán motivos para renunciar a él, para negarle la posibilidad de existir y de prestar sus servicios». Lo que definí aquí es, precisamente, la base política de la coexistencia duradera de los partidos. La coexistencia duradera del Partido Comunista con los partidos democráticos constituye nuestro deseo y también nuestra política. La existencia prolongada de los partidos democráticos no depende tan sólo de los deseos del Partido Comunista; depende también de cómo se comportan ellos mismos, de si gozan de la confianza del pueblo. La supervisión mutua entre los distintos partidos es un hecho que existe desde hace tiempo, en la forma de consejo y crítica recíprocos. La supervisión mutua no es, desde luego, un asunto unilateral; significa que el Partido Comunista puede ejercer supervisión sobre los partidos democráticos, y éstos asimismo pueden hacer lo mismo sobre el Partido Comunista. ¿Por qué, pues, se admite la supervisión de los partidos democráticos sobre el Partido Comunista? Porque un partido, lo mismo que una persona, tiene gran necesidad de oír opiniones diferentes de las suyas. Es de todos conocido que la supervisión sobre el Partido Comunista la ejercen principalmente el pueblo trabajador y sus militantes. Pero será más provechosa aún para nosotros la participación de los partidos democráticos. Claro que las opiniones y críticas intercambiadas por los partidos democráticos y el Partido Comunista podrán desempeñar el papel positivo de la supervisión mutua sólo cuando correspondan a los seis criterios políticos antes enunciados. Por eso esperamos que los partidos democráticos presten atención a la transformación ideológica y se esfuercen por una coexistencia duradera y una supervisión mutua con el Partido Comunista, para adaptarse a las necesidades de la nueva sociedad.

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