Resumen Latinoamericano, 12 de diciembre de 2021
Los reconocimientos a Elisa Loncon por parte de Financial Times y la BBC, y la escasa cobertura en Chile al hecho, muestra cuán arrogante es la prensa tradicional.
“Su elección fue nada menos que notable. Una mujer indígena de una remota comunidad mapuche en el sur de Chile ahora preside una de las misiones más importantes y complejas de la historia reciente de Chile”.
Las palabras con las que el Financial Times se refirió a Elisa Loncon para nombrarla una de las 25 mujeres más influyentes de 2021 no se ahorraron elogios.
“Ha ejercido este liderazgo con énfasis en el carácter inclusivo de la asamblea y su papel como medio de canalización del diálogo social”, agregó el texto, para concluir que Loncon “ha aportado un liderazgo tranquilo y con los pies en la tierra a la tarea y, en general, ha evitado involucrarse en los conflictos polarizadores que la rodean”.
El orgullo que muchos chilenos sintieron al leer estas líneas, sin embargo, no pudo ser compartido por los lectores de El Mercurio ni Las Últimas Noticias (LUN), quienes jamás se enteraron del nombramiento. Mientras el primero apenas escribió una frase perdida entre las ocho páginas de su suplemento Crónica Constitucional, el segundo optó por no llevar ni siquiera una mención. El tema sí fue abordado por La Tercera, Diario Financiero y Publimetro.
Los lectores de LUN sabrían del nombramiento recién un día más tarde que el resto de los mortales, cuando el diario consignó en sus páginas de Política la carta de reclamo que dos parlamentarios de la UDI enviaron al medio británico cuestionando la elección de Loncon entre las más influyentes del año.
En una analogía futbolera, es como que un diario chileno no lleve la nominación de Alexis Sánchez al Balón de Oro, pero sí el reclamo posterior a la FIFA de dos almas amargas.
Para mala suerte de sus detractores conservadores, la presidenta de la Convención Constitucional volvería a hacer noticia a los pocos días. Ocurrió el martes 7, cuando la BBC la encumbró entre las 100 mujeres del año, destacando que “pese a crecer en la pobreza y enfrentar discriminación étnica, tiene un doctorado en humanidades y ahora es profesora en la Universidad de Santiago”.
Una vez más, la noticia no alcanzó a llegar a la prensa escrita chilena, pero, a cambio, El Mercurio despachó un editorial en el que criticó, entre otras cosas, “esa forma de entender la democracia, con cuotas o escaños reservados, que por ahora se refieren a género y pueblos originarios, pero que en el futuro podrían extenderse a otras categorías”.
¿Cuán grande tiene que ser el desprecio por ciertas posturas, grupos étnicos o incluso autoridades electas de manera democrática para actuar con ese nivel de arrogancia? Porque de eso se trata finalmente. Pasar por alto un hecho celebrado por parte importante de la comunidad internacional por razones únicamente ideológicas es una mezcla entre soberbia y pusilanimidad.
Elisa Loncon no es la primera mujer chilena cuyos méritos son destacados a nivel mundial, pero que han debido batallar muchas veces para recibir similares niveles de reconocimiento entre un sector de la prensa más conservadora del país. Fe de aquello pueden dar, entre otras, Michelle Bachelet, Mon Laferte, Camila Vallejo, Las Tesis e Izkia Siches, quienes a lo largo de la última década han encabezado rankings de los más diversos tipos en medios de todo el mundo, debiendo lidiar con el menosprecio criollo.
Pero este tipo de arrogancia no se refiere únicamente a figuras femeninas. Prueba de aquello es lo que durante el último mes ha ocurrido con el perfil moderado que muchos medios nacionales han intentado construir respecto del candidato presidencial José Antonio Kast.
El ejemplo más reciente ocurrió el pasado domingo 5, cuando el columnista estable de El Mercurio y consejero de Libertad y Desarrollo, Hernán Büchi, cuestionó en su tribuna dominical el perfil ultraderechista que la totalidad de los medios extranjeros ha hecho del presidenciable. “La imagen de la contienda que se trata de transmitir es la de un candidato de extrema derecha frente a un izquierdista con sensibilidad y moderación”, señaló.
Tras reconocer que “la prensa extranjera ha adoptado unánimemente esta visión”, Büchi agregó: “La realidad es la inversa”. Acto seguido, y tras aludir desde Fidel Castro hasta Corea del Norte, se empeñó en dibujar un panorama que difícilmente sortearía la revisión de un comité editorial en otro país del mundo.
¿Qué nivel de superioridad moral es necesario tener para pontificar verdades que solo son creíbles en la burbuja que conforman los diarios de los Edwards, Libertad y Desarrollo y la Universidad del Desarrollo? ¿Cuán desesperados tienen que estar los más acérrimos defensores de un modelo que no están dispuestos a ceder ni un milímetro pese a la abrumadora evidencia que los arrincona?
Hace poco más de dos años –con aciertos y fracasos– Chile parece haber comenzado un camino tendiente a la normalización de ciertos aspectos de la vida pública. La abrumadora votación contra la Constitución de Pinochet, la irremediable caída en desgracia de un Presidente que piensa en la billetera familiar por sobre el bien común, la inclusión de voces diversas en la toma de decisiones e incluso la reciente aprobación del matrimonio igualitario son señales que apuntan en esa dirección. Así lo ve una gran parte del país y así parece entenderlo –y celebrarlo– el resto del mundo. Parafraseando uno de los diálogos finales de la premiada cinta Jojo Rabbit, es un mal momento para ser un conservador.
FUENTE: Interferencia