Por Hedelberto López Blanch, Resumen Latinoamericano, 24 de junio de 2021.
En Estados Unidos, la pobreza y las carencias sociales están a plena luz del día, aunque la propaganda mediática minimice la situación crítica que viven millones de personas.
En Estados Unidos, el país que se vanagloria de ser la nación con las mayores posibilidades de progreso económico y social para su población, las cuales disfrutarían del llamado “sueño americano”, resulta que según las últimas encuestas se cuentan 55 millones de pobres, ocho millones más que en 2019, a lo que se une la pérdida de 22 millones de empleos por la COVID-19.
En febrero de 2019, antes de la pandemia de coronavirus, la Oficina del Censo Federal señalaba que dos de cada cinco habitantes estadounidenses no podían cubrir el gasto diario sin endeudarse, y para junio de ese año informaba que más de un tercio de los inquilinos no pudieron pagar a tiempo el alquiler.
Abocados al desahucio se hallaban 12 millones de personas en enero de 2021, los que debían más de 5.500 dólares a los dueños. Un alivio para esta aterradora situación ha sido las ayudas o bonos financieros otorgados por el gobierno, pero ya ese dinero se ha evaporado y resulta muy difícil encontrar trabajo al quebrar numerosos negocios y compañías.
Varias publicaciones señalan que en la ciudad New York, anhelada por miles de personas en el mundo, los problemas se han acentuado al convertirse varias estaciones del metro en uno de los refugios para personas sin hogar en los cuales van a dormir y a guarecerse del frío.
Peor aún son los grandes edificios públicos de la llamada Gran Manzana que se han transformado en “favelas”, donde se aglutinan centenares de personas sin las mínimas condiciones sanitarias.
Una organización como Human Rights Watch (HW), fundada para servir a los intereses políticos del sistema capitalista y en especial de las administraciones norteamericanas, asegura que “millones de personas en Estados Unidos enfrentan una situación de pobreza y hambre que podría prevenirse”.
Lena Simet, investigadora principal sobre pobreza y desigualdad de esa institución, significó que “si el gobierno tiene interés en abordar la inseguridad económica y la desigualdad que ha puesto de manifiesto y ha exacerbado la pandemia, debe asegurar que los derechos económicos y sociales sean una prioridad para todos”.
Para Simet, “eso implica construir un sistema de protección social sólido y universal, e invertir en servicios públicos, especialmente en educación, atención de la salud, vivienda y un estándar de vida adecuado”. ¿Podrá acatar el capitalismo estas sugerencias de la funcionaria de Human Rights Watch?
Otros datos oficiales dan cuenta de la alarmante situación que vive un alto porcentaje de las familias pobres, como señala la encuesta Pulso de Hogares (Household Pulse) de la Oficina Federal de Censos, la cual asegura que desde el inicio de la pandemia decenas de millones de personas han perdido su trabajo y la mayoría lo hacían en sectores que pagan salarios inferiores a la media nacional. Ahora se enfrentan a la amarga realidad de haberse quedado sin dinero y sin ahorros.
Como era de esperar, los que más están sufriendo las desigualdades son los afroamericanos, latinos y las mujeres que, pese a recibir empleos con salarios exiguos, han sido los primeros en ser despedidos.
El estudio de la Oficina de Censos señala que 24 millones de adultos informaron que se hallan en situación de hambre y más de seis millones denunciaron que temían sufrir un desalojo o la ejecución de sus hipotecas en los próximos meses por no poder cumplir con lo pagos.
Sin embargo, puntualiza el documento, las personas de ingresos más altos no han sufrido un perjuicio económico grave, y pese a estar atravesando la peor contracción desde la Gran Depresión (de la década de 1930) la riqueza conjunta de los 651 milmillonarios de Estados Unidos ha aumentado en más de un billón de dólares desde el inicio de la pandemia, lo cual representa un salto del 36 por ciento.
Un artículo del diario The New York Times indicó que “el botín del crecimiento económico de la nación ha fluido casi exclusivamente a los ricos y a los extremadamente ricos, dejando poco para los demás”.
Otro escalofriante dato aportado por el censo es que 56 millones de estadounidenses carecen de seguros de salud, es decir que no tienen derecho a enfermarse.
Ese índice se incrementó desde principios del siglo XXI y continuará creciendo debido a los elevados costos de salud, el poco apoyo del gobierno a los programas sociales, y a la reducción o eliminación de seguros que las empresas ofrecían antes a sus trabajadores.
El número de menores de edad (de 0 a 18 años) sin seguro médico ha ido en espiral ascendente para alcanzar un total de 9,7 millones de niños y niñas. Los menores constituyen 27 por ciento de la población, pero 35 por ciento de los pobres.
En algunas ciudades del sur, como ocurre en Miami, el escenario también es desalentador. Un informe de United Way especifica que seis de cada diez residentes en el condado Miami-Dade, con mayoría de población hispana, pasa dificultades para cubrir sus necesidades básicas y el 19 por ciento vive en la pobreza.
El informe agrega que “una gran parte de los 2,7 millones de habitantes de Miami-Dade, el condado más poblado del Estado, lucha para pagar necesidades básicas como alimentación, vivienda, transporte, salud y cuidado de los niños”.
El vocero de la extrema derecha cubanoamericana, el diario Nuevo Herald, explicó en un artículo que “alguien con el salario mínimo de 8,25 dólares por hora debería tener tres trabajos a tiempo completo para pagar un apartamento de dos habitaciones en la ciudad”.
Pese a la propaganda de los medios hegemónicos por exaltar las “bondades” del sistema neoliberal de privatizaciones, podríamos preguntarnos: ¿la realidad en Estados Unidos será el sueño o la pesadilla americana?
Fuente: La tinta