Nación Mapu­che. La his­to­ria de Mau­ro Millán, la lucha por los terri­to­rios y los abu­sos de la Justicia

Por Her­nán Schiaffini/​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 de sep­tiem­bre de 2020

El 9 de sep­tiem­bre de 2020 comen­zó en Bari­lo­che un jui­cio con­tra un gru­po de per­so­nas acu­sa­das de usur­par el pre­dio don­de sus abue­los se cria­ron y vivie­ron, ubi­ca­do entre el lago Nahuel Hua­pi y el lago Gutié­rrez. Uno de los acu­sa­dos es Mau­ro Millán, lon­ko del lof Pillán Mawi­za, de Cor­co­va­do, Chubut.

Lon­ko se tra­du­ce del mapu­zun­gun, la len­gua mapu­che, de dos mane­ras: como «cabe­za» de un cuer­po y como «jefe» de una agru­pa­ción fami­liar, terri­to­rial y polí­ti­ca, el lof. Pillán Mawi­za está a más de 400 kiló­me­tros del pre­dio en cues­tión y Millán no tie­ne inten­ción algu­na de irse a vivir a terri­to­rio de Bue­nu­leo. ¿Por qué, enton­ces, está imputado?

Lo que des­de la pers­pec­ti­va judi­cial es vis­to como una «usur­pa­ción», es decir, como la apro­pia­ción ile­gí­ti­ma de una exten­sión de terreno ajeno, es vivi­do des­de la mira­da mapu­che como el res­ta­ble­ci­mien­to de una serie de equi­li­brios que deben exis­tir en las rela­cio­nes entre per­so­nas, enti­da­des extra-huma­nas y territorio.

Y como el ejer­ci­cio de un dere­cho por par­te de un suje­to colec­ti­vo: el pue­blo mapuche.

La fami­lia Bue­nu­leo (en mapu­zun­gun se escri­bi­ría Wenu-Leu­fu y sig­ni­fi­ca el «río del cie­lo», en refe­ren­cia la Vía Lác­tea) quie­re vol­ver a su terri­to­rio. El lugar es cono­ci­do como «Pam­pa de Bue­nu­leo», así que no hay mucha duda en torno de su vin­cu­la­ción. Hay unas urba­ni­za­cio­nes más recien­tes cer­ca de allí que se lla­man «Pilar I» y «Pilar II», reto­man­do el nom­bre de la abue­la de los miem­bros actua­les del lof: Pilar, la com­pa­ñe­ra de Anto­nio Buenuleo.

Los Bue­nu­leo lle­ga­ron al lugar antes que exis­tie­ran las fron­te­ras nacio­na­les, esca­pan­do de olas de vio­len­cia que corrían en sen­ti­do con­tra­pues­to. Sobre­vi­vie­ron a dos cam­pa­ñas geno­ci­das: la lla­ma­da «Paci­fi­ca­ción de la Arau­ca­nía» en lo que hoy es terri­to­rio chi­leno (y que en len­gua mapu­che se lla­ma Ngu­lu­ma­pu, tie­rra del Oes­te) y la «Con­quis­ta del Desier­to» en terri­to­rio que recla­mó Argen­ti­na (y que en mapu­zun­gun se lla­ma Puel­ma­pu, tie­rra del Este).

Como todas las fami­lias mapu­che, en esa épo­ca sufrie­ron des­pla­za­mien­tos for­zo­sos, ais­la­mien­to, rup­tu­ra de víncu­los fami­lia­res y socia­les, cuan­do no direc­ta­men­te encar­ce­la­mien­to, leva for­zo­sa (para el tra­ba­jo o la mili­cia) o el des­tie­rro. Las cam­pa­ñas mili­ta­res de Argen­ti­na y Chi­le rom­pie­ron lo que, duran­te más de tres­cien­tos años, no habían logra­do doble­gar los Incas, los con­quis­ta­do­res ibé­ri­cos, los pode­res colo­nia­les ni los inci­pien­tes Esta­dos crio­llos ame­ri­ca­nos. Las comu­ni­da­des mapu­che fue­ron sepa­ra­das vio­len­ta­men­te de sus terri­to­rios y que­bran­ta­das en sus capa­ci­da­des de repro­du­cir sobe­ra­na­men­te sus con­di­cio­nes de vida. En algu­nos tes­ti­mo­nios gen­te mapu­che me ha habla­do de este pro­ce­so como «el fin del mundo».

Pero no se aca­bó el mun­do ni se aca­bó la gen­te mapu­che. Y hoy, más de cien años des­pués, exis­ten pro­ce­sos de recons­ti­tu­ción y reor­ga­ni­za­ción de las fami­lias, los lof e inclu­so del pue­blo mapu­che como iden­ti­dad colec­ti­va. La recu­pe­ra­ción terri­to­rial es par­te de estos procesos.

mau­ro

Mau­ro Millán nació en El Mai­tén, Chu­but, un pue­blo peque­ño encap­su­la­do por los cen­te­na­res de miles de hec­tá­reas que con­cen­tra la Com­pa­ñía de Tie­rras del Sud Argen­tino (CTSA), hoy en manos del gru­po Benetton.

Se crió entre Inge­nie­ro Whi­te y Bahía Blan­ca, por­que su padre era maqui­nis­ta ferro­via­rio y le cam­bia­ban los des­ti­nos. Su fami­lia esta­ba atra­ve­sa­da por el cul­to evan­gé­li­co, pero tam­bién por los cono­ci­mien­tos e his­to­rias que trans­mi­tía Mar­ga­ri­ta Bur­gos, su abue­la. Gui­ller­mi­na, la mamá de Mau­ro, lo lle­va­ba a él y a algu­nos de sus her­ma­nos y her­ma­nas a la tie­rra de Mar­ga­ri­ta, en Chu­but, a cono­cer de dón­de venían.

En esas ten­sio­nes, entre mari­ne­ros, arra­ba­les, can­chas de fút­bol, evan­ge­lis­mo y ngtram (his­to­rias verí­di­cas en mapu­zun­gun), aban­do­nan­do la secun­da­ria y tra­ba­jan­do des­de muy joven, se crió Mauro.

A prin­ci­pios de la déca­da de 1990 se ins­ta­ló en Esquel. Jun­to a Moi­ra, su her­ma­na melli­za, trans­for­ma­ron la «Comi­sión 11 de Octu­bre» en la Orga­ni­za­ción de Comu­ni­da­des Mapu­che-Tehuel­che «11 de Octu­bre», la pri­me­ra orga­ni­za­ción polí­ti­ca mapu­che del Chu­but. Eran las vís­pe­ras del quin­to cen­te­na­rio de la lle­ga­da de Colón a Amé­ri­ca y los pue­blos ori­gi­na­rios de todo el con­ti­nen­te se pre­pa­ra­ban para un sona­do contrafestejo.

Acá no nos alcan­za el espa­cio para con­tar las aven­tu­ras, logros y alcan­ces que tuvo «la Once». Que­da para otro artícu­lo. Tam­bién otras muchas ini­cia­ti­vas que Mau­ro lide­ró o de las que for­mó par­te. Qui­sie­ra recor­dar, nada más, el ban­co de tra­ba­jo sobre el que esta­ba eter­na­men­te vol­ca­do. Mau­ro es retra­fe, pla­te­ro mapu­che. Fabri­ca cha­wai (aros), tupu (pren­de­do­res), tra­pe­la­cu­cha (una com­ple­ja pie­za pec­to­ral que usan las muje­res) y muchas cosas más. Siem­pre en algún rin­cón de sus casas (por­que nun­ca tuvo casa pro­pia, e iba mudan­do sus herra­mien­tas de alqui­ler en alqui­ler) se ubi­ca­ba el ban­co de tra­ba­jo don­de se lo podía encon­trar sen­ta­do, con­cen­tra­do sobre algu­na pieza.

Y allí lo encon­tra­ban tam­bién sus veci­nos. Gen­te mapu­che tra­ba­ja­do­ra, alba­ñi­les, ope­ra­rios, emplea­das de casas par­ti­cu­la­res que tenían algún pro­ble­ma: un terra­te­nien­te les alam­bró el cam­po; los quie­ren echar de don­de están por­que dicen que com­pra­ron la tie­rra; quie­ren vol­ver al cam­po que les roba­ron y no pue­den… Quien bus­ca­ba con­se­jo y ayu­da sabía que podía encon­trar­lo en su casa, hacien­do pla­te­ría. Cuan­do años des­pués, de nue­vo en El Mai­tén, tuvi­mos las char­las que desem­bo­ca­ron en el libro que escri­bi­mos jun­tos. Mau­ro esta­ba hacien­do platería.

los cen­sos escondidos

No ha de ser casual que, en Argen­ti­na, el país del «cam­po», se sepa tan poco de la estruc­tu­ra agraria.

Des­de 2002 no hay un cen­so agro­pe­cua­rio com­ple­to. El ante­rior data­ba de 1988. El de 2008 se hizo jus­to cuan­do esta­lló el con­flic­to por las reten­cio­nes a la expor­ta­ción de soja, y la mayo­ría de los pro­duc­to­res lo boi­co­teó por lo que el con­sen­so entre las y los espe­cia­lis­tas es no tomar­lo como refe­ren­cia. El rea­li­za­do en 2018 toda­vía se está pro­ce­san­do. Pero ha arro­ja­do ya algu­nos datos pre­li­mi­na­res, con­sis­ten­tes con las ten­den­cias que se podían obser­var his­tó­ri­ca­men­te: la con­cen­tra­ción de la tie­rra cada vez en menos manos y la des­apa­ri­ción de productores.

Según el CNA 2018, Río Negro tie­ne casi 11 millo­nes y medio de hec­tá­reas de tie­rras rura­les des­ti­na­das a la pro­duc­ción agro­pe­cua­ria, con un total de 6.190 uni­da­des pro­duc­ti­vas. De ese total, unos 8 millo­nes de hec­tá­reas corres­pon­den a sólo 525 esta­ble­ci­mien­tos, los más gran­des, de 5.000 hec­tá­reas para arri­ba cada uno. De hecho, sólo 92 estan­cias (de más de 20.000 hec­tá­reas) con­cen­tran casi tres millo­nes de hec­tá­reas de tie­rra. Y menos de 200 (de 10.000 hec­tá­reas para arri­ba cada una) reúnen más de 5 millones.

El depar­ta­men­to Bari­lo­che de Río Negro, don­de se ubi­ca el terri­to­rio del lof Bue­nu­leo, es el más extran­je­ri­za­do de la Pro­vin­cia, con el 13,82% por cien­to de las tie­rras rura­les en manos extran­je­ras (sin con­tar tes­ta­fe­rros ni pres­ta-nom­bres), casi tri­pli­can­do el lími­te máxi­mo esta­ble­ci­do por la ley y con un sin­nú­me­ro de irre­gu­la­ri­da­des vin­cu­la­das a las «zonas de segu­ri­dad de fron­te­ras» y esas cosas que supues­ta­men­te son muy impor­tan­tes para la inte­gri­dad terri­to­rial de la Nación (y que evi­den­te­men­te no des­pier­tan en vas­tos sec­to­res de la pobla­ción la mis­ma alar­ma que las recu­pe­ra­cio­nes terri­to­ria­les mapu­che o las tomas de tie­rras de los pobres y menes­te­ro­sos de la Patagonia).

Otro ele­men­to a con­si­de­rar es el aumen­to de pre­cios cons­tan­te de las tie­rras cer­ca­nas a lagos y bos­ques, bus­ca­das para con­su­mo sun­tua­rio de millo­na­rios nati­vos y extranjeros.

En fin, en el país del «cam­po» la «gen­te» no tie­ne tie­rra. Y esta reali­dad se obvia (¿o mejor sería decir se escon­de?) al momen­to de ana­li­zar los con­flic­tos terri­to­ria­les. Se eli­ge hablar de terro­ris­mo, de ETA, de las FARC, de sepa­ra­tis­mo, de bru­je­ría o del espí­ri­tu indó­mi­to y malo­ne­ro de los mapu­che, pero no de la con­cen­tra­ción de la tie­rra, que simul­tá­nea­men­te impli­ca su caren­cia en el polo opuesto.

hacer­se cargo

En los últi­mos años Mau­ro Millán atra­ve­só un pro­ce­so cru­cial. Se ha levan­ta­do como lon­ko de su lof, Pillán Mawi­za. Este pro­ce­so no es opta­ti­vo. El lon­ko nace con newen (fuer­za, ener­gía) de lon­ko. Una per­so­na pue­de o no hacer­se car­go de esa suer­te: si lo hace, debe­rá asu­mir cier­tos com­pro­mi­sos. Si no lo hace se enfren­ta­rá a la enfer­me­dad, el des­or­den, la sole­dad de no ocu­par el lugar en que se lo necesita.

Mau­ro lo narra así:

Hay una cues­tión que en estos años ha pasa­do en mi vida, que es que he ido asu­mien­do algo que los pu machi me han dicho, que es si asu­mir o no el rol de lon­ko de mi lof, Pillán Mawi­za. Es un espí­ri­tu de un ante­pa­sa­do, que te exi­ge cum­plir esos roles, que están vin­cu­la­dos a lo cere­mo­nial, lo polí­ti­co, lo filo­só­fi­co y es todo un pro­ce­so que lle­va años, con­si­de­ran­do nor­ma­ti­vas que son para toda la vida. Des­de chi­co estoy tra­tan­do de tra­ba­jar por la unión de mi pue­blo, por los dere­chos de mi pue­blo. Es el rol que tengo.

La recons­truc­ción del mun­do mapu­che impli­ca la recons­truc­ción de roles, posi­cio­nes y luga­res espe­cí­fi­cos. El lon­ko arti­cu­la y posi­bi­li­ta el desa­rro­llo de tra­wün (par­la­men­tos), que es la herra­mien­ta orga­ni­za­ti­va espe­cí­fi­ca del pue­blo mapu­che, una asam­blea don­de se deci­de por con­sen­so y don­de las deter­mi­na­cio­nes a que se lle­ga deben ser cumplimentadas.

En uno de esos tra­wün los Bue­nu­leo con­ta­ron su his­to­ria y plan­tea­ron la nece­si­dad de vol­ver a su terri­to­rio. Una recu­pe­ra­ción se dife­ren­cia de una toma por­que impli­ca un retorno. Y quien vuel­ve no es un indi­vi­duo, sino un colec­ti­vo. El lon­ko no pue­de hacer oídos sor­dos a ello.

Por eso Mau­ro acom­pa­ña la recuperación.

la mese­ta empiojada

Juan Emi­lio Frie­drich dice ser el pro­pie­ta­rio del terri­to­rio en dispu­ta. Ale­ga que se lo com­pró en 2009 a otra per­so­na que se lo habría com­pra­do a Anto­nio Bue­nu­leo en 2001. Los Bue­nu­leo dicen que el bole­to de com­pra-ven­ta es fal­so, que el anciano fue enga­ña­do, que la tran­sac­ción, si aca­so exis­tió, fue ilegítima.

Más allá de eso, debe­ría bas­tar el reco­no­ci­mien­to de los Bue­nu­leo como lof mapu­che para repen­sar toda la situa­ción terri­to­rial. Exis­ten casos en Río Negro don­de títu­los lega­les, correc­ta­men­te ela­bo­ra­dos en escri­ba­nías y estu­dios de abo­ga­dos, fue­ron revo­ca­dos por­que se basa­ban en vio­la­cio­nes pri­mi­ge­nias del dere­cho indí­ge­na. Y me refie­ro no a un dere­cho basa­do en «cos­mo­vi­sión indí­ge­na», sino a tra­ta­dos y con­ve­nios inter­na­cio­na­les reco­no­ci­dos jurí­di­ca­men­te y con ran­go constitucional.

Vamos a revi­sar otro ejem­plo que per­mi­te echar luz sobre este caso. Hace alre­de­dor de un año, más cer­ca de Esquel que de Bari­lo­che, se pro­du­jo una recu­pe­ra­ción terri­to­rial. Deten­ta­ba el títu­lo de pro­pie­dad un gana­de­ro mediano, hom­bre pro­gre­sis­ta de la ciu­dad, que le había com­pra­do el pre­dio a un estan­cie­ro his­tó­ri­co, de ori­gen sirio-liba­nés. Un «tur­co» como les dicen en el campo.

El «tur­co» acu­mu­la­ba denun­cias de apro­pia­ción inde­bi­da y ven­dió un cam­po «flo­jo de pape­les» al gana­de­ro mediano. La com­pra-ven­ta esta­ba, téc­ni­ca­men­te, bien hecha.

La recu­pe­ra­ción hizo sal­tar por los aires el acuer­do. Los mapu­che agi­ta­ban a los cua­tro vien­tos años de car­tas, recla­mos, denun­cias, pedi­dos a dife­ren­tes gober­nan­tes por la tie­rra que el «tur­co» les había roba­do. Y ade­más tenían y tie­nen el con­trol efec­ti­vo del terri­to­rio. Aho­ra el gana­de­ro mediano está deman­dan­do por esta­fa al estan­cie­ro «tur­co». En decla­ra­cio­nes a la tele­vi­sión local reco­no­ció hace poco: «toda la mese­ta está empiojada».

Toda la mese­ta, y toda la cos­ta, y toda la cor­di­lle­ra. Empe­zar a revi­sar la pro­pie­dad de la tie­rra en la Pata­go­nia no haría otra cosa que poner al des­cu­bier­to los meca­nis­mos ori­gi­na­rios de apro­pia­ción del terri­to­rio: lleno de pio­jos por todos lados. La cla­se pro­pie­ta­ria no resis­te el aná­li­sis de lo que ella mis­ma ha defi­ni­do como cri­te­rio de justicia.

Qui­zás allí radi­que el ori­gen de la vio­len­cia con que se reci­be a las «tomas» y a las recuperaciones.

recu­pe­ra­ción y violencia

En sep­tiem­bre de 2019, poco des­pués de la recu­pe­ra­ción de los Bue­nu­leo, Juan Emi­lio Frie­drich, su hijo y un gru­po de per­so­nas se acer­ca­ron al terri­to­rio y ame­na­za­ron a todos, esgri­mien­do cuchi­llos y armas de fue­go a cen­tí­me­tros de la cara de las per­so­nas. La reac­ción del lof fue, como se había plan­tea­do pre­via­men­te, de total tran­qui­li­dad y sin otra res­pues­ta a las agre­sio­nes que que­dar­se en el lugar.

Entra­da la tar­de y con la pre­sen­cia de poli­cía y fis­ca­les se per­mi­tió que nue­ve per­so­nas per­ma­ne­cie­ran y pasa­ran la noche en el lugar, para lo que debie­ron iden­ti­fi­car­se y regis­trar­se. Des­pués de un día de vio­len­cia nece­si­ta­ban sere­nar­se, cal­mar a los niños y niñas, pro­te­ger el terri­to­rio y su ini­cia­ti­va. Mau­ro deci­dió que­dar­se para acom­pa­ñar y apor­tar a la tran­qui­li­dad. De ahí salie­ron las impu­tacio­nes por usurpación.

A fines de abril de 2020, en ple­na cua­ren­te­na, los Bue­nu­leo vol­vie­ron a ser agre­di­dos en el terri­to­rio. Esta vez los mato­nes lesio­na­ron a una per­so­na y pro­vo­ca­ron des­tro­zos en una de las casas. Esta­ban allí Frie­drich y otras per­so­nas vin­cu­la­das a los nego­cios con tie­rras en la zona. Hubo cua­tro dete­ni­dos que for­ma­ban par­te de la pato­ta. Otra vez, el lof Bue­nu­leo acu­dió a la tác­ti­ca de resis­tir per­ma­ne­cien­do. Como en muchos otros casos, la vio­len­cia vie­ne de un solo lado.

final y principio

Hoy vivi­mos tiem­pos de «tomas», «usur­pa­cio­nes», «recu­pe­ra­cio­nes», «defen­sas» y «reafir­ma­cio­nes» terri­to­ria­les. Segui­re­mos vivién­do­los. Los argu­men­tos y las estig­ma­ti­za­cio­nes se mez­clan en deba­tes aca­lo­ra­dos que no bus­can lle­gar a una con­clu­sión común, sino legi­ti­mar accio­nes de hecho. O agi­tar pan­fle­ta­ria­men­te posi­cio­nes polí­ti­cas racis­tas y clasistas.

Hay mucha gen­te mapu­che que, sin hacer refe­ren­cia a un pro­ce­so de recons­truc­ción iden­ti­ta­ria, toma o recu­pe­ra terri­to­rio. Hay gen­te que no es mapu­che e igual­men­te nece­si­ta vivien­da aún cuan­do no esta­blez­ca rela­cio­nes espe­cí­fi­cas con los seres que habi­tan ese mundo.

Acá no hay «usur­pa­cio­nes» que per­ju­di­quen a otros. Hay inten­tos por recons­truir mun­dos que han sido vio­len­ta­men­te ava­sa­lla­dos y hay inten­tos por esta­ble­cer cáno­nes popu­la­res de jus­ti­cia terri­to­rial. No hay pri­va­ti­za­cio­nes exclu­yen­tes del terri­to­rio, sino una «eco­no­mía moral» del acce­so a la tierra.

Y una fuer­te inter­pe­la­ción, por par­te del pue­blo mapu­che, res­pec­to del eje cons­ti­tu­ti­vo de la nación argen­ti­na des­de el siglo XIX. Tiran­do del hilo de la apro­pia­ción ori­gi­na­ria del terri­to­rio se des­cu­bren los esla­bo­nes de com­pras, ven­tas, heren­cias y dona­cio­nes sig­na­das por la ile­gi­ti­mi­dad a tra­vés de déca­das, así como la pro­pia incon­sis­ten­cia del rela­to de la «pro­pie­dad pri­va­da»: ¿cómo pue­de ser pro­pie­ta­rio quien en pri­mer lugar es un ladrón?

Deba­tir este pro­ble­ma pue­de ser utó­pi­co. Y sin embar­go, el pro­ble­ma está cada vez más pre­sen­te. Cada vez más irresuelto.

FUENTE: El Extre­mo Sur de la Patagonia

Itu­rria /​Fuen­te

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