Uni­das Pode­mos, con­ti­núa la deses­ca­la­da – La otra Andalucía

Des­de que en junio del 2016 Uni­das Pode­mos obtu­vie­ra 72 dipu­tados y alcan­za­ra el pico de la cur­va, la deses­ca­la­da ha sido (y está sien­do) ver­ti­gi­no­sa. En ape­nas cua­tro años, la coa­li­ción for­ma­da por Pode­mos, Izquier­da Uni­da, Mareas y Con­fluen­cias, ha pasa­do de inten­tar tocar el cie­lo en su asal­to final a un des­cen­so en caí­da libre sin siquie­ra aten­der a fases.

Dos pre­gun­tas pare­cen nece­sa­rias, ¿qué Pode­mos emer­gió enton­ces? y ¿qué UP se des­plo­ma aho­ra? Las per­so­nas que se orga­ni­za­ron hace cua­tro años y se pro­pu­sie­ron lle­var con urgen­cia a las ins­ti­tu­cio­nes el des­con­ten­to social que reco­rría las calles, olvi­da­ron pron­to cual­quier argu­men­ta­rio anti­sis­te­ma e ima­gi­na­ti­vo, para caer en manos de la social­de­mo­cra­cia (¿o ya venían de ella?). Su deseo prag­má­ti­co de tocar poder al pre­cio que sea, los lle­vó a abra­zar al PSOE, sin mirar­le el curri­cu­lum ni enten­der que en ese espa­cio no hay lugar para dos. Lejos ya de las movi­li­za­cio­nes socia­les y la lucha en las calles, UP se con­vir­tió en un mero ins­tru­men­to pedi­güe­ño que toca­ba una y otra vez la puer­ta de Pedro Sán­chez, y se ale­ja­ba así de cual­quier posi­bi­li­dad de ser una herra­mien­ta de cla­se para com­ba­tir el capi­ta­lis­mo. Algo para lo que, obvia­men­te, no había naci­do. Las deser­cio­nes y luchas inter­nas, la ima­gen (y no solo) de un gru­pe­te de diri­gen­tes dis­pues­tos a lo que sea por man­te­ner sus suel­dos ins­ti­tu­cio­na­les, el cha­let de Gala­pa­gar, y la sen­sa­ción gene­ral de que en el terreno ideo­ló­gi­co no hay ya nada que ofre­cer apar­te de terri­to­rios comu­nes y vacia­dos: «trans­pa­ren­cia», «par­ti­ci­pa­ción», «demo­cra­ti­za­ción»… .

A las puer­tas de una cri­sis, una más, que ten­drá con­se­cuen­cias dra­má­ti­cas, la reali­dad es que hace unas horas, en Gali­cia y el País Vas­co, han per­di­do 300.000 votos. Una autén­ti­ca san­gría que no es nada si la com­pa­ra­mos con la nula capa­ci­dad que tie­nen de movi­li­zar a miles de per­so­nas. Hay minis­tros (de momen­to) pero no hay pue­blo, o será que en una socie­dad «demo­crá­ti­ca» y occi­den­tal es exac­ta­men­te anta­gó­ni­co. O se es cua­dra­do o se es círcu­lo. O se vive en Valle­kas o se vive en Gala­pa­gar, Karl nos lo dejó expli­ca­do por escrito.

Fuen­te: insur​gen​te​.org

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