Méxi­co. Comu­ni­dad en la Sel­va Maya obtie­ne cer­ti­fi­ca­do por con­ser­var la biodiversidad

Pris­ci­la Her­nán­dez Flo­res /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 1 de junio de 2020

En Cam­pe­che, al sur de Méxi­co, en el Eji­do Nue­vo Becal todo está conec­ta­do. Nada ni nadie está ais­la­do. Si hay jaguar, hay peca­rí. Si hay mil­pa, la comu­ni­dad tie­ne qué comer. Si hay árbo­les, el zopi­lo­te rey pue­de ani­dar. Si hay árbo­les es por­que hay bos­que. Y si man­tie­nen salu­da­ble el bos­que es por­que se rea­li­za un mane­jo fores­tal comunitario.

A prin­ci­pios de mayo de este año, el Eji­do Nue­vo Becal obtu­vo el pri­mer cer­ti­fi­ca­do comu­ni­ta­rio en Méxi­co, por “Demos­tra­ción del Impac­to sobre Ser­vi­cios Eco­sis­té­mi­cos”, otor­ga­do por el Forest Ste­wardship Coun­cil (FSC). Esta cer­ti­fi­ca­ción reco­no­ce el tra­ba­jo que ha rea­li­za­do esta comu­ni­dad, asen­ta­da en la Sel­va Maya, por con­ser­var la bio­di­ver­si­dad en las 51 135 hec­tá­reas que son de pro­pie­dad común.

La FSC solo ha entre­ga­do 29 cer­ti­fi­ca­dos de este tipo en nue­ve paí­ses. El Eji­do Nue­vo Becal, que se loca­li­za den­tro de la Reser­va de la Biós­fe­ra de Calak­mul, es el pri­me­ro en obte­ner­lo en la región de Nor­te­amé­ri­ca. A nivel mun­dial, la Coope­ra­ti­va dos Pro­duc­to­res Agro­ex­tra­ti­vis­tas do Bai­li­que (Ama­zon­Bai), en Bra­sil, fue la pri­me­ra en obte­ner esta certificación.

El cer­ti­fi­ca­do de “Demos­tra­ción del Impac­to sobre Ser­vi­cios Eco­sis­té­mi­cos” de la FSC otor­ga a las comu­ni­da­des o empre­sas cer­ti­fi­ca­das una herra­mien­ta para medir, veri­fi­car y comu­ni­car los impac­tos posi­ti­vos de sus ope­ra­cio­nes en la con­ser­va­ción del agua, el sue­lo, la bio­di­ver­si­dad o la cap­tu­ra y alma­ce­na­mien­to de carbono.

Este tipo de cer­ti­fi­ca­do —expli­ca Tania Caro, coor­di­na­do­ra de desa­rro­llo de nego­cios de FSC-Méxi­co— per­mi­te que las comu­ni­da­des y eji­dos pue­dan entrar al mer­ca­do de los ser­vi­cios ecosistémicos.

Por ejem­plo, si algún orga­nis­mo públi­co o pri­va­do, nacio­nal o inter­na­cio­nal, desea apor­tar recur­sos al Eji­do Nue­vo Becal, la comu­ni­dad pue­de demos­trar con datos que está con­tri­bu­yen­do a la con­ser­va­ción de espe­cies como el zopi­lo­te rey (Sar­co­ramphus papa) o el jaguar (Panthe­ra onca).

Des­de 2016, el Eji­do de Nue­vo Becal ya con­ta­ba con el cer­ti­fi­ca­do inter­na­cio­nal FSC, el cual garan­ti­za que la comu­ni­dad pro­du­ce made­ra sin poner en ries­go el futu­ro del eco­sis­te­ma. Ade­más, des­de enero de 2018, el 90 % del terri­to­rio del eji­do fue reco­no­ci­do como Área Des­ti­na­da Volun­ta­ria­men­te a la Con­ser­va­ción (la de mayor exten­sión en el país), al reci­bir el cer­ti­fi­ca­do de la Comi­sión Nacio­nal de Áreas Natu­ra­les Pro­te­gi­das (CONANP)

Con­ci­liar apro­ve­cha­mien­to fores­tal y conservación

El jaguar es una de las espe­cies emble­má­ti­cas del Eji­do Nue­vo Becal. Tam­bién es uno de los ani­ma­les favo­ri­tos de Lucio López, res­pon­sa­ble del con­se­jo de vigi­lan­cia del eji­do y quien cuen­ta que con­ser­var a este felino es uno de los orgu­llos de la comunidad.

Aho­ra a ese orgu­llo, y al de tener la zona más gran­de de Méxi­co des­ti­na­da a la con­ser­va­ción, se suma el de “ser los pri­me­ros” en el país en con­se­guir la cer­ti­fi­ca­ción por ser­vi­cios ecosistémicos.

“Nos some­ti­mos a dife­ren­tes eva­lua­cio­nes rigu­ro­sas”, recuer­da Lucio López. El eji­do, cuen­ta, bus­có esa cer­ti­fi­ca­ción para que los pro­duc­to­res de made­ra, miel, semi­llas y otros pro­duc­tos ten­gan un mayor bene­fi­cio eco­nó­mi­co. “Por ejem­plo, que el pago del (goma para ela­bo­rar) chi­cle ten­ga mejor pre­cio en los mer­ca­dos volun­ta­rios de carbono”.

Des­de el 2009, el Eji­do Nue­vo Becal apro­ve­cha sus recur­sos fores­ta­les en for­ma sus­ten­ta­ble. Para comen­zar en este mode­lo, los 74 eji­da­ta­rios de Nue­vo Becal tuvie­ron que hacer, entre otras cosas, un plan para el apro­ve­cha­mien­to de su terri­to­rio. Se pre­gun­ta­ron: ¿dón­de se pue­de hacer apro­ve­cha­mien­to fores­tal, dón­de se pue­de tener la mil­pa, dón­de la gana­de­ría, dón­de es fac­ti­ble el apro­ve­cha­mien­to de fau­na? Y, sobre todo, qué área se dedi­ca­rá solo a la con­ser­va­ción de la bio­di­ver­si­dad, expli­ca José Zúñi­ga Mora­les, direc­tor de la Reser­va de la Bios­fe­ra de Calakmul.

Ejido Nuevo Becal
En el Eji­do Nue­vo Becal, la con­ser­va­ción de la fau­na de la sel­va maya es una prio­ri­dad. Foto: Cor­te­sía Eji­do Nue­vo Becal

La estra­te­gia de con­ser­va­ción del Eji­do Nue­vo Becal, expli­ca Zúñi­ga Mora­les, no está dise­ña­da alre­de­dor de una sola espe­cie, “ni en fun­ción de con­ser­va­ción per se. La estra­te­gia es el resul­ta­do del mane­jo fores­tal comu­ni­ta­rio, cer­ti­fi­ca­do por FSC des­de 2016, y del orde­na­mien­to” que se dio en las tie­rras comu­ni­ta­rias del ejido.

Esta estra­te­gia, que tie­ne en sus cimien­tos un pro­gra­ma de mane­jo fores­tal a 15 años, ha per­mi­ti­do que la comu­ni­dad pue­da gene­rar fuen­tes de empleo, a tra­vés de un apro­ve­cha­mien­to sus­ten­ta­ble del bos­que tropical.

El apro­ve­cha­mien­to fores­tal, por ejem­plo, emplea a 150 per­so­nas; en la reco­lec­ción de la resi­na de chi­co­za­po­te (Manil­ka­ra zapo­ta), que sir­ve para ela­bo­rar chi­cle, labo­ran 20 eji­da­ta­rios; y en la uni­dad ger­mo­plas­ma que per­mi­te la con­ser­va­ción de las semi­lla de la cao­ba (Swie­te­nia macrophy­lla), tra­ba­jan 20 ejidatarios.

Ade­más, la comu­ni­dad tam­bién ha bus­ca­do diver­si­fi­car sus fuen­tes de ingre­sos, para no depen­der solo de la ven­ta de la made­ra, por lo que ha desa­rro­lla­do pro­yec­tos de pro­duc­ción de miel orgá­ni­ca y de té de un árbol que en la región se cono­ce como Ramón (Bro­si­mum ali­cas­trum). Este últi­mo pro­yec­to está a car­go de una coope­ra­ti­va de muje­res. Estos empren­di­mien­tos inte­gran el Sello Colec­ti­vo Calakmul.

A esto se le suman las fuen­tes de tra­ba­jo que se gene­ran en las dos Uni­da­des de Mane­jo Ambien­tal que tie­ne el eji­do, espa­cios con per­mi­sos para la repro­duc­ción y el apro­ve­cha­mien­to de vena­do blan­co, fai­sán y tepezcuintle.

En el Eji­do Nue­vo Becal, cuyas tie­rras for­man par­te de la Sel­va Maya, la pro­duc­ción sus­ten­ta­ble de made­ra y de pro­duc­tos no made­ra­bles no está pelea­da con la con­ser­va­ción de cua­tro espe­cies: el jaguar, el tapir (Tapi­rus bair­dii), el peca­rí de labios blan­cos (Tayas­su peca­ri) y el zopi­lo­te rey. Las cua­tro están bajo algu­na cate­go­ría de ries­go, ade­más de que se con­si­de­ran espe­cies “para­guas”, por­que su con­ser­va­ción per­mi­te pro­te­ger, en for­ma indi­rec­ta, a otros animales.

Y si se habla de flo­ra, el Eji­do Nue­vo Becal se con­si­de­ra un área vital para la con­ser­va­ción de la cao­baespe­cie arbo­rea pro­te­gi­da por el el Apén­di­ce II de la Con­ven­ción sobre el Comer­cio Inter­na­cio­nal de Espe­cies Ame­na­za­das de Fau­na y Flo­ra Sil­ves­tres (CITES).

En Nue­vo Becal la orga­ni­za­ción es a tra­vés de usos y cos­tum­bres, por lo que las deci­sio­nes se toman duran­te asam­bleas; así es como los inte­gran­tes del eji­do han acor­da­do que par­te de su terri­to­rio sea área des­ti­na­da volun­ta­ria­men­te a la con­ser­va­ción; así fue como tam­bién vota­ron a favor de que se rea­li­za­ran todos los trá­mi­tes para con­se­guir la cer­ti­fi­ca­ción inter­na­cio­nal de ser­vi­cios eco­sis­té­mi­cos de la FSC.

En la comu­ni­dad “hay una gober­nan­za inter­na que les ha per­mi­ti­do tomar deci­sio­nes (como comu­ni­dad) y seguir­las”, comen­ta María Luis Villa­rreal Sono­ra, de la empre­sa Socie­dad de Ser­vi­cios Téc­ni­cos (SOSETEC Sel­vas de Calak­mul, SC de RL), y quien ase­so­ró al Eji­do Nue­vo Becal duran­te el pro­ce­so de la cer­ti­fi­ca­ción. Ella orga­ni­zó los indi­ca­do­res de los 16 pro­yec­tos pro­duc­ti­vos que tie­ne el ejido.

Moni­to­reo “inte­li­gen­te”

En el Eji­do Nue­vo Becal se rea­li­za un moni­to­reo cons­tan­te, sobre todo en la zona con­si­de­ra­da como de alto valor de con­ser­va­ción. Para esto se uti­li­za el sis­te­ma SMART —un soft­wa­re y otros sopor­tes — desa­rro­lla­do exclu­si­va­men­te para colec­tar, alma­ce­nar, comu­ni­car y eva­luar datos que ayu­den a la pro­tec­ción ambiental.

Un con­sor­cio, for­ma­do en 2011 e inte­gra­do por diver­sas orga­ni­za­cio­nes inter­na­cio­na­les dedi­ca­das a la con­ser­va­ción de espe­cies, impul­só la crea­ción de SMART, sis­te­ma que hoy se uti­li­za en 500 áreas de con­ser­va­ción de 47 países.

Con una capa­ci­ta­ción pre­via sobre SMART, la mis­ma comu­ni­dad pue­de hacer el moni­to­reo direc­ta­men­te para obte­ner infor­ma­ción de la dis­tri­bu­ción de las espe­cies, su hábi­tat y si ha cre­ci­do o dis­mi­nui­do la pobla­ción. Este pro­gra­ma tie­ne como prin­ci­pal ven­ta­ja que gra­ba de for­ma rápi­da datos de cam­po geo­rre­fe­ren­cia­dos para lue­go orga­ni­zar­los y sistematizarlos.

El direc­tor de la Reser­va de la Biós­fe­ra de Calak­mul, José Zúñi­ga Mora­les, expli­ca que este sis­te­ma se uti­li­za en el Eji­do Nue­vo Becal, pero tam­bién en Gua­te­ma­la y Beli­ce, sobre todo para moni­to­rear la Sel­va Maya.

Un gato_Jaguarundi_Herpailurus yagouaroundi_Muy raro de verse/Ejido Nuevo Becal
Entre los feli­nos que se han regis­tra­do en las tie­rras del eji­do está el yagua­run­di (Her­pai­lu­rus yagua­roun­di), espe­cie que se encuen­tra en la cate­go­ría de Ame­na­za­da. Foto: Cor­te­sía Eji­do Nue­vo Becal.

Zúñi­ga Mora­les ase­gu­ra que en Méxi­co, el Eji­do Nue­vo Becal va un paso ade­lan­te en el uso de esta tec­no­lo­gía, ya que hay pla­nes de imple­men­tar este tipo de moni­to­reo en otras áreas natu­ra­les del país.

Los inte­gran­tes de la comu­ni­dad de Nue­vo Becal ya reci­bie­ron capa­ci­ta­ción para apren­der a uti­li­zar el sis­te­ma SMART, así como a mane­jar dro­nes y otros equi­pos. Ade­más, se ins­ta­la­ron cáma­ras tram­pa, con las que han regis­tra­do a diver­sas espe­cies. Por ejem­plo, se ha con­fir­ma­do la pre­sen­cia de 35 jagua­res tan solo en los terre­nos que per­te­ne­cen al ejido.

El tapir es una de las espe­cies regis­tra­das por las cáma­ras tram­pa en for­ma cons­tan­te; eso mues­tra que “Nue­vo Becal tie­ne con­di­ción de hábi­tat favo­ra­ble para que se repro­duz­ca”, seña­la el direc­tor de la Reser­va de la Bios­fe­ra de Calakmul.

En el caso del Zopi­lo­te Rey, expli­ca, “se ha vis­to un man­te­ni­mien­to de la pobla­ción, no pode­mos hablar de cre­ci­mien­to por­que son espe­cies de alto des­pla­za­mien­to. Este se ha esta­ble­ci­do y man­te­ni­do los mis­mos nidos y año con año ha esta­do apor­ta­do las crías. Es una zona de ani­da­ción y repro­duc­ción de zopi­lo­te rey. Y agre­ga que, pese a la sequía que afec­ta a la región, no se ha per­di­do un solo nido”.

Impul­sar el cer­ti­fi­ca­do por ser­vi­cios ecosistémicos

Este año el Eji­do Nue­vo Becal se pos­tu­ló al Méri­to Eco­ló­gi­co 2020, cer­ta­men impul­sa­do por la Comi­sión Nacio­nal Fores­tal (Cona­for) para reco­no­cer pro­yec­tos que, a tra­vés del mane­jo ambien­tal fomen­tan la no dis­cri­mi­na­ción, igual­dad de géne­ro y pro­ce­sos comunitarios.

Ade­más, el eji­do bus­ca for­mar par­te del Pro­gra­ma el hom­bre y la biós­fe­ra de la UNESCO, el cual reco­no­ce el esfuer­zo de la comu­ni­dad para la con­ser­va­ción del medio ambien­te, el impul­so que dan a la inves­ti­ga­ción cien­tí­fi­ca y el desa­rro­llo sostenible.

Con esto, expli­ca el direc­tor de la Reser­va de Calak­mul, bus­can “demos­trar que esta comu­ni­dad cum­ple con los están­da­res inter­na­cio­na­les del pro­gra­ma hom­bre y bios­fe­ra para ser la pri­me­ra bios­fe­ra comu­ni­ta­ria en el mundo”.

Así como bus­can ese reco­no­ci­mien­to, el eji­da­ta­rio Lucio López cuen­ta que a su comu­ni­dad le gus­ta­ría que otros eji­dos repli­quen lo que se está hacien­do en Nue­vo Becal: cui­dar y man­te­ner los bos­ques para que las futu­ras gene­ra­cio­nes pue­dan reco­rrer la sel­va que tan­to les gus­ta a ellos y al jaguar. Por­que ellos y el jaguar están conec­ta­dos en terri­to­rio e iden­ti­dad, tan­to así que este felino es la ima­gen que iden­ti­fi­ca al Ejido.

* Ima­gen prin­ci­pal: El Eji­do Nue­vo Becal se encuen­tra den­tro de la Reser­va de la Biós­fe­ra de Calak­mul, en Cam­pe­che, Méxi­co. Foto: Thel­ma Gómez Durán.

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