«El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de su vida, va modelando su camino y su destino. Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que este se percate. Solo ve la amplitud de un horizonte que aparece infinito […] La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no solo en la conciencia individual en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición con persistencia de las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia»1.
Nota: Ponencia para los Congresos sobre Antiimperialismo y Medios de Comunicación a celebrar en Caracas del 30 de noviembre al 5 de diciembre de 2023.
Ley del valor y sumisión al imperialismo
Estas palabras de Ernesto Che Guevara nos enfrentan a interrogantes cruciales: ¿Qué tiene que ver la ley del valor con, por ejemplo, el genocidio sionista en Palestina, o los crímenes de la OTAN y de los ucronazis en las Repúblicas Populares del Donbass, o el permanente ataque de Estados Unidos a Venezuela y a medio mundo, o la intensa militarización del imperialismo…? ¿Qué tiene que ver con la manipulación de la conciencia hasta volverla ciega, sorda y muda ante la opresión que se padece, de modo que centenares de millones de personas permanecen indiferentes al terrorismo del capital? ¿Qué poderes desconocidos tiene la ley del valor que no solo invisibiliza la injusticia, no solo crea una industria político-cultural de la alienación de masas y del asesinato masivo, sino que sobre todo lleva a las burguesías débiles a obedecer a las fuertes, sacrificando a sus pueblos en bien del imperialismo? ¿Qué tiene que ver todo ello con el antiimperialismo y con la praxis concienciadora?
El Che ha sintetizado a la perfección el núcleo duro de las cuestiones sobre las que queremos reflexionar en estos dos eventos que en realidad son uno si los analizamos a la luz de la dialéctica del antiimperialismo. La problemática es una aunque analizada en dos fases porque cualquier debate sobre los medios de comunicación y de transmisión de cultura es un debate político, y porque la política es la economía concentrada, según nos avisara Lenin; y porque en cuanto comunicación, política y economía, de inmediato aparece por la derecha el Estado como forma político-militar del capital y sostén clave del imperialismo; y por la izquierda y al contrario, aparece el avance revolucionario al Estado socialista, ambos polos forman la unidad y lucha de contrarios, lucha en la que la burguesía parte con ventaja dada la desproporción de medios. Vamos a citar solo uno que tiene un poder inmenso: la televisión como «infiltrado»2 del capital en la cotidianeidad social.
¿En qué consiste la dialéctica del antiimperialismo en cuanto tal y con respecto a la praxis concienciadora? En que, por un lado y como dialéctica, nos obliga a optar, a luchar por la libertad para incidir en la dirección del movimiento de contrarios, tal cual definieron la dialéctica los griegos antiguos y plasmaron esta radicalidad en la Ilíada e incluso más tarde, en el aristocrático Platón que la definió como «la ciencia de los hombres libres»3. Por otro lado y como opción práctica, el antiimperialismo se basa en la urgencia de integrar cualquier lucha en la certidumbre de que ya malvivimos en la «época de revolución social»4 irremisiblemente abierta desde el momento en el que se ha hecho inconciliable la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas con sus enormes potencialidades liberadoras, y el freno objetivo que la propiedad capitalista impone a ese desarrollo potencialmente emancipador si es dirigido por el Estado socialista; y en que, por último y como praxis concienciadora, uno de sus objetivos prioritarios también es el de debilitar lo más posible la estructura psíquica de masas alienadas que, por mil motivos, apoya directa o indirectamente al imperialismo.
Semejante perspectiva histórica nos permite combatir eficazmente «la crisis de sentido»5 que pudre la civilización del capital, multiplica las incertidumbres y limita al extremo las libertades desorientándolas en laberintos sin salida. La crisis de sentido analizada en 2013 sometida a las presiones del «mal normalizado» estudiado en 2016: «Si un demócrata occidental decide la invasión, el bombardeo, el sometimiento económico de otro país, porque no corresponde su actuación a valores de la democracia, a los derechos humanos de corte liberal, a los imperativos de las finanzas mundiales, desde los valores y prácticas hegemónicas no podría considerarse como acto terrorista; si personas de esos países responden violentamente a tales imposiciones, son el mal encarnado en tales o cuales terroristas»6.
Por tanto y en este marco de incertidumbres laberínticas que desorientan el hilo de Ariadna con las violencias reaccionarias normalizadas como «democracia», vemos necesario basar nuestra ponencia más en las lecciones que nos brindan las prácticas antiimperialistas que en la larga y frecuentemente tediosa exposición de las diversas teorías del imperialismo para después, a partir de ese nivel de abstracción, buscar algunas conclusiones igualmente abstractas, aunque lógicamente subyace en la ponencia una visión al respecto. Lo hacemos así porque pensamos que es necesario y urgente reflexionar sobre cómo extraer lecciones de las prácticas antimperialistas y cómo aplicarlas en la actualidad. La salida del laberinto con la brújula del «sentido comunista» nos lleva a responder a la pregunta sobre por qué no se sublevan las y los oprimidos7, y también a cómo vencer a la «normalidad»8 burguesa, la que calla o aplaude a la matanza sionista de la infancia palestina por ejemplo, cosa que iremos haciendo a lo largo de la ponencia.
N. Kohan explica con sumo y extenso detalle qué es el fetichismo, que relaciones tiene con la teoría del valor, también con el misticismo, la irracionalidad y el dualismo; explica las diferencias entre alienación y fetichismo y, muy especialmente sus relaciones con el poder capitalista, con la dominación y con las relaciones entre las clases antagónicas. Por último nos habla del fetichismo del Estado, de esa adoración irracional9 hacia eso que Marx denominó como «una máquina nacional de guerra del capital contra el trabajo»10, o dicho más suavemente: «máquina de obediencia»11.
Por tanto, deberemos volver a las palabras del Che con las que comenzamos este texto: «Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que este se percate». ¿Qué debemos hacer entonces para que las gentes explotadas se percaten de su situación objetiva y se subleven contra la ley del valor? La única respuesta posible y factible que iremos precisando en esta ponencia no es otra que la toma del poder en todos sus sentidos, incluido muy especialmente el que garantiza e impulsa el derecho/necesidad de la creación del pensamiento crítico12, unido a la extinción de la industria político-cultural, de la escisión mano/mente, del valor y del trabajo abstracto.
Imperialismos, terror y resistencias
Hay varias definiciones de «imperialismo», pero todas ellas tienen en común en que, al margen de su época histórica, son prácticas basadas en formas de violencia que unos grupos, pueblos y/o Estados poderosos aplican contra otros más débiles para arrancarles con chantajes, amenazas o violencias sus recursos energéticos, productivos y reproductivos, y posteriormente para esclavizarlos. Se sugiere que en los preneandertales de Atapuerca de hace alrededor 430.000 años son innegables los rastros de violencia asesina13 y que se puede hablar de la violencia organizada desde hace 150.000 años cuando, surgen comportamientos humanos específicos que no existen en otras especies, como la «decoración corporal»14 tan relacionada con la violencia y la guerra. Quiere esto decir que gérmenes de «imperialismo» ya eran practicados en el comunismo primitivo, mucho antes de que surgiera la ley del valor.
Según Engels15 la ley del valor empezó a condicionar la vida social entre hace 6.000 y 5.000 años antes de nuestra era. Desde entonces se ha ido apoderando de las y los humanos en la medida en que destruía y destruye las formas comunistas y comunales de propiedad social, en la medida en que impone la dictadura del valor y con ella del fetichismo de la mercancía. La ley del valor se desarrolló para encontrar una unidad de medición de productos muy diferentes en su aspecto exterior, lo que exigía el paso de la cultura oral a la escrita porque la escritura, el alfabeto, permite coordinar e integrar en un todo fonemas aislados16, en tablillas de piedra, barro y madera, en papiros, en piel o en papel, en pantallas de ordenador, etc.
Ley de valor, escritura, propiedad privada, Estado y opresión patriarcal, nacional y clasista forman un proceso en el que la obediencia, la pasividad y el miedo al poder forman parte del cemento visible e invisible que los compacta, creando ese «encantamiento»17 que según Bolívar Echeverría es en realidad el fetichismo analizado por Marx. A. Donini, célebre estudioso de las religiones y antifascista consecuente demostró que «no podía surgir la idea de un solo señor del cielo antes de que surgiera el primer régimen de un solo señor en la tierra»18. Y la historia muestra que tanto el señor del cielo como el de la tierra, además de ser el mismo y estar protegido por militares y adorados por sacerdotes, era cruel y violento en extremo. Según Donini: «Los textos literarios de las Pirámides reflejan la conciencia de la inocencia de los difuntos y su pretensión de ser considerados justos y semejantes a los dioses; solo entre los escritos deficientes de los humildes, documentos de la gente pobre, encontramos un sentido de pecado y de remordimiento, de la confesión y del perdón, junto con la confianza de que el grito de los oprimidos será escuchado por la divinidad»19.
Los gritos de auxilio, remordimiento y perdón de los y las oprimidas, y sus miedos ante los caprichos del poder, surgen por la misma época, siglos arriba o siglos abajo. Pero al poco, también surgen las resistencias y luchas contra la opresión conforme avanza el ‑III milenio: aproximadamente desde el ‑2345 hasta el ‑2160, por poner una fecha, se suceden protestas, revueltas y hasta «revoluciones»20 –no en el sentido actual– en el Egipto faraónico. Saltándonos muchos siglos, parece que alrededor del ‑400 pudo darse una especie de revuelta contra la casta dominante Olmeca (-1500 al ‑100): «grupos desconocidos hicieron pedazos los monolitos, derribaron las cabezas de piedra y desfiguraron y enterraron los altares de piedra. ¿Qué conmemoran estas profanaciones? Probablemente, sublevaciones de plebeyos decididos a impedir una mayor concentración de poder y que preferían vivir sin sus reyezuelos y sin acceso a las tierras de las represas a estar sometidos a las crecientes exigencias de mano de obra y de tributos»21.
No hay pruebas definitivas sobre esta posible primera revuelta popular, aunque no es descartable que se tratase de una razzia o incursión de saqueo y aniquilamiento realizada por otro pueblo, guerras frecuentes en aquella fase histórica. J.D. Cockcroft, refiriéndose a las civilizaciones indias de Mesoamérica, a los olmecas y mayas, etc., ha sintetizado las contradicciones sociales de la época de la siguiente forma: «Todas estas civilizaciones tempranas declinaron, al parecer debido a severas sequías, rebeliones internas de trabajadores y esclavos o tal vez por una defensa insuficiente contra los atacantes del exterior»22. Otras investigaciones descubren la dureza de la dominación azteca, en donde «los pueblos sometidos y explotados acechaban la ocasión de la rebelión» y bajo la dominación inca que provocaba «el sordo descontento de los pueblos sometidos»23.
El investigador V.W. von Hagen, por ejemplo, definió así al pueblo zapoteca: «los zapotecas formaban una tribu india muy orgullosa y arisca. Los habían conquistado dos veces y dos veces se habían revelado, matando a los gobernantes aztecas»24. A. González Ruibal pone a nuestra disposición una serie de conflictos, violencias y guerras habidas en América antes de la invasión europea25. Si algo incuestionable aprendemos de estas y otras guerras –de todas– es que, al final del estudio de sus causas directas e inmediatas, siempre descubrimos que de un modo u otro su razón decisiva no es otra que la libre disposición de los recursos energéticos necesarios para la vida «digna» de los pueblos, sin definir ahora lo de «digna» que siempre ha de ser entendida en su contexto sociohistórico de desarrollo de las fuerzas productivas y de las formas de propiedad.
La dictadura de la ley de valor da un salto con el inicio del capitalismo comercial y mercantil, sobre todo a partir de los siglos XV-XVI: ya en 1518 se crean las corporaciones de médicos para proteger sus intereses económicos y para 1550 ya era necesario haber estudiado en centros selectos y muy caros para ser admitido en los aparatos de poder26, con lo que se intensificaba la mercantilización del pensamiento pero sobre todo de la vida, en detrimento de la de las clases explotadas sometidas a la incertidumbre de si podrán pagar la medicina privada, la educación, etc. Deliberadamente hemos citado la medicina porque, sobre todo a partir del siglo XIX, fue un «arma» clave27 para la dominación de continentes que hasta entonces habían resistido al capitalismo, y sigue siendo una «arma» clave para el imperialismo actual, y además porque la industria de la salud se rige por «oscuros intereses»28 que no son otros que las exigencias ciegas de la ley del valor.
España pensaba que su poder venía de dios29, por lo que para mayor gloria de este debía «evangelizar» la mayor cantidad posible de pueblos: «Las prioridades de los españoles durante el siglo XVI en el continente americano […] no era otra que saqueo, adquisición por la fuerza de riqueza que pertenece a otros para transferirla a la propiedad de los saqueadores»30. Venezuela nos ha aleccionado con la revolución dirigida por el Negro Miguel desde 1553, grabada en la memoria popular hasta nuestros días, pero que, sobre todo, causó tanto pavor y miedo31 en el poder español que los esfuerzos por borrar su memoria no hicieron sino mantenerla viva siquiera en forma utópica. La invasión era contestada desde el norte de México con una nueva sublevación de los chichimecas, hasta el sur de Chile con las resistencias araucanas, pasando por la lucha inca en la peruana zona de Vilcabamba. En 1566 Felipe II pasó a la ofensiva y en 1570 en México, tras crear una línea de fortines, llevó la guerra «a sangre y fuego» contra los chichimecas; en Perú en 1572 atacó en Vilcabamba a los incas sublevados, reprimiendo con especial saña la religión inca por «idolatría» hasta vencer en 1575; y en Chile armaron a los colonos para la contraofensiva contra los araucanos en 157332.
Armar colonos no era nada nuevo. Sin retroceder mucho, era una de las estrategias de Roma para apropiarse totalmente de los territorios conquistados. Los colonos, sobre todo cuando se han convertido en grandes latifundistas, han ayudado a aplastar a los pueblos que explotaban. Los colonos uruguayos, argentinos, brasileños y de otros países se apropiaron como buitres de las fértiles tierras de la muy heroica Paraguay en la guerra genocida de 1864 – 1870, destrozada en una masacre salvaje que nos recuerda a la Palestina de hoy: los invasores advirtieron: «El pueblo paraguayo merece el completo exterminio que lo aguarda»33.
Adelantándose al más puro sionazismo, un general guatemalteco declaró tras la masacre del golpe de Estado de 1954 que «basta con matar al 30% de la población para obtener la paz»34. En 1982 un gran terrateniente guatemalteco declaró que «la matanza de indios es simplemente la continuación del trabajo de la Conquista»35. Observamos ahora el genocidio sionista en Palestina y el comportamiento de sus colonos, y vemos que su terror no tiene nada de «nuevo» excepto la sofisticación tecnológica. Como veremos luego, en el Deuteronomio se lee que Yahvé ordenó a los hebreos que no dejaran nada vivo en las ciudades que él les entregaba.
No podemos extendernos en el heroico antiimperialismo de las naciones originarias y de los pueblos que se fueron formando posteriormente. Sí debemos decir que la amplia cultura36 de Bolívar le enseñó los límites objetivos y subjetivos de estas y otras luchas, así como de la férrea lógica del beneficio capitalista que ya determinaba el presente y el futuro de Nuestramérica desde inicios del siglo XIX, ampliándose con los años. En el Manifiesto de Cartagena de diciembre de 1812, además de coincidir con el Clausewitz, acertó de pleno en el análisis de las tempestades de guerra que se avecinaban «como si Bolívar hubiese consultado un oráculo»37. Lo más significativo para nuestro tema de debate es que por ello mismo Bolívar era muy consciente del valor decisivo de la formación cultural liberadora, de la moral de lucha, de la guerra psicológica contra el invasor38, como insistió en 1813 cuando redactó el Decreto de Guerra a Muerte.
En su discurso de Angostura39 de 1819 Bolívar despliega una brillante visión crítica de la historia, de los errores de los pueblos que se han liberado pero que por las cadenas mentales del pasado, vuelven a aceptar pasivamente la explotación y la injusticia. Con la terminología de la época y sin disponer de tantas lecciones como las que había un tercio de siglo más tarde, Bolívar desbroza parte del camino intelectual que le permitirá a Marx decir aquello de que «la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos»40, con lo que volvemos a lo anteriormente visto sobre cómo la ley del valor y el fetichismo de la mercancía logran anular la conciencia, ocultar la realidad e invertirla, presentando el efecto como la causa y la causa como efecto, de modo que las clases y naciones explotadas se ven a sí mismas como objetos pasivos que deben obedecer a su creador: capitalismo.
Bolivar anunciando el antiimperialismo
E. Jaua Milano define al pueblo venezolano como «sabio y rebelde»41, y nos recuerda cómo en 2011 el comandante Chávez actualizó para la situación de aquel momento la crucial importancia de la heroica rebelión de masas popularizada como Caracazo a principios de 1989. Sabemos que el Caracazo fue la primera gran rebelión de masas a escala internacional contra el neoliberalismo y que, como afirma el comandante Chávez, sirvió de «catalizador» para dar un impulso sinérgico a la intervención de los militares patriotas en 1992.
El rebelde y sabio pueblo venezolano tenía razones de sobra para salir a la calle, aunque pagó un enorme precio en sangre y dolor por falta de organización en la lucha contra la opresión imperialista. Y es que una cosa es una revuelta, otra es una sublevación, una insurrección, o una revolución. Comprendemos mejor las razones de aquél heroísmo leyendo el análisis X. Arrizabalo sobre el impacto demoledor en Nuestramérica de la estrategia imperialista42 para salir de la crisis.
Para el tema que tratamos –dialéctica antiimperialista y praxis concienciadora– es fundamental el proceso que va de la revuelta a la revolución pasando por la sublevación y la insurrección, porque es en su decurso cuando esa praxis produce no solo la conciencia de libertad sino a la vez, el deseo vital de esa libertad. Bajo las lecciones duras, pero también esperanzadoras a pesar de muchas derrotas, las clases y los pueblos explotados van aprendiendo de sus errores, van calibrando sus fuerzas reales y potenciales, van enriqueciendo su memoria militar que es parte esencial de su cultura nacional de clase, o nacional-popular.
Son varias las razones que explican por qué sobreviven mal que bien recuerdos de las luchas históricas, recuerdos idealizados o borrosos e imprecisos, en la cultura popular y cómo pueden ser reelaborados por las generaciones posteriores para reforzar sus luchas y para crear otras nuevas. Una de las fundamentales es que, como hemos visto con la revolución de 1553 dirigida por el Negro Miguel, la memoria de la libertad sobrevive de algún modo a las represiones posteriores. Otro ejemplo lo tenemos en que la revolución haitiana fue una onda expansiva de libertad que reforzó otras rebeliones antiesclavistas en muchos países no solo para acabar con la esclavitud sino también por las medidas sociales introducidas como la entrega de tierras a los campesinos43: «Haití dio apoyo material así como aliento espiritual a las luchas de liberación en la América hispana […] Bolívar apeló al presidente Pétion en petición de ayuda, y este se la concedió bajo la condición de que se comprometiera a liberar a los esclavos de todas las tierras que consiguiera independizar de España. La política emancipadora de Bolívar radicalizó la lucha por la independencia y le hizo entrar en conflicto con muchos republicanos poseedores de esclavos»44.
Fue este contenido revolucionario anticolonialista y protosocialista en su sentido básico, el que explica la fanática obsesión terrorista del imperialismo contra Haití hoy en día, porque, además de los recursos que le saquean y además del lugar geoestratégico que ocupa la isla en el Caribe, tan cerca de Cuba, unido a esto también quieren destruir su profundo antioccidentalismo: «Jefferson negaba a Europa, no la europeidad. Los revolucionarios haitianos Toussaint l’Ouverture y Jean Jaques Dessalines, en cambio, negaron Europa y la europeidad»45. El colonialismo yanqui del momento –Jefferson– era antieuropeo pero no antioccidental porque asumía incondicionalmente esa cultura, pero la revolución haitiana negaba el occidentalismo, algo inaceptable. Haití se adelantó mucho al antiimperialismo actual que combate también a Occidente, careta que oculta el horror del capital.
Otra de las fundamentales razones es que a pesar de toda la ferocidad genocida para liquidar totalmente al pueblo invadido, casi siempre sobreviven restos que han podido salvarse de algún modo, tal como lo muestra D. Day en un estremecedor capítulo de su rigurosa investigación sobre genocidios, capítulo que inicia con una cita de la Biblia a la que nos hemos referido arriba: «Sin embargo, en las ciudades de los pueblos que el Señor tu Dios te da como herencia, no dejarás nada con vida. Deuteronomio, 20»46. También aquí ha fracasado dios porque muchos pueblos han resistido a la orden de genocidio que dio a sus fanáticos súbditos.
Ernst Bloch nos ha legado una cuasi insuperable descripción sobre cómo surgen, resisten y se adaptan las utopías contrarias incluso entre sí a las necesidades de las clases y de los pueblos. Ya desde el mismo inicio de su extensa obra plantea uno de los problemas: la lucha por las aspiraciones y deseos no satisfechos47, para acabar desarrollando la teoría de Marx de la humanidad como «materia de la esperanza»48. Aplicando el método blochiano a las luchas de Nuestramérica, podemos comprender que la fuerza del bolivarianismo, por ejemplo, surge en parte de la esperanza realista, concreta, de satisfacer por fin los deseos y aspiraciones de siglos.
La esperanza siempre insatisfecha alimenta la utopía y también esos mitos de resistencia49 que investigó E.P. Thomson sobre todo en su último capítulo sobre la conciencia de clase en la Gran Bretaña de comienzos del siglo XIX. Por esas mismas fechas, el Congreso de Panamá de 1826 propuesto por Bolívar, que pudo haber cambiado la historia de Nuestramérica, fue atacado y boicoteado en su momento hasta hacerlo fracasar, y después deliberadamente falseado su contenido y objetivo porque era un peligro mortal para el colonialismo resultando de todo ello la victoria estratégica y de largo alcance de Estados Unidos, justificado con su mito del «panamericanismo que ha atado desde entonces a nuestras repúblicas al carro del imperialismo norteamericano»50.
Para el antiimperialismo contemporáneo son muy valiosas las lecciones positivas y negativas del Congreso de Panamá. Las positivas porque abrieron la senda por la que años más tarde empezaron a caminar proyectos similares de creación de alianzas de pueblos para distanciarse o emanciparse del colonialismo y del imperialismo, intentos que ahora parece que fructifican definitivamente. Las negativas porque alertaron a los explotadores, les sugirieron métodos múltiples para derrotar esos intentos y para oponer otros que en realidad eran trampas. El colonialismo no podía permitir que Nuestramérica unida de manera «supra-nacional»51 multiplicara sinérgicamente las fuerzas libertadoras de los pueblos frente al colonialismo, venciéndolo. Bolívar propuso un horizonte valorado de esta forma por Martí: «Lo que Bolívar no hizo, está todavía por hacer en América»52. Nosotros decimos que lo iniciado por Bolívar, Martí y tantas otras personas de bien, se está intentando hacer ahora.
Vladimir Acosta, también nos presenta las cartas de1818 a Bautista Irvine, agente de Estados Unidos, criticando el comportamiento falsamente «neutral» de su país en todo lo relacionado con el cerco marítimo y las agresiones armadas que sufría Venezuela, por lo que y en defensa de sus intereses supremos tuvo que apresar dos barcos yanquis53. No deja de ser sorprendente la vigencia de estas cartas leídas desde y para la agresión continuada que ejerce Estados Unidos contra Venezuela y gran parte del mundo, pero Bolívar se atrevió a apresar dos barcos yanquis en defensa de los derechos de Venezuela.
Este mismo investigador hace muy bien al recordarnos el decisivo Decreto de Quito redactado por Bolívar en 1829 que ahora mismo, casi dos siglos después, tiene más trascendencia que entonces por la agudización de las contradicciones del modo de producción capitalista. Vladimir Acosta tiene plena razón cuando, contextualizando la situación general de 1829, explica que Bolívar tuvo que hacer «inevitables concesiones» al colonialismo y a las burguesías oriundas que ansiaban apropiarse de las riquezas del subsuelo. El autor al que recurrimos, indica que este Decreto negaba directamente «la doctrina anglosajona que hacía –y hace de las minas y riquezas del subsuelo sujeto de propiedad privada»54.
Pues bien, estas y otras medidas nuevas, como la de recuperar y proteger los derechos de los pueblos originarios, etc., actualizaron la memoria popular y su cultura. El que las clases dominantes presionaran para destruirla indica cuando menos dos cosas centrales para nuestra ponencia: una, que todo lo relacionado con el antimperialismo, la memoria, la comunicación y la cultura, lleva en su interior la unidad y lucha de contrarios, es decir, que es parte de la lucha de clases; y otra, sustancialmente relacionada con la anterior, que por tanto en su devenir es decisiva la intervención sociopolítica de las fuerzas revolucionarias.
Memoria y conciencia antiimperialista
De 1829 a 1842 – 1843, cuando surgen los primeros textos marxistas, solo transcurrieron entre trece y catorce años. En esos años en Europa se iniciaba el salto cualitativo del socialismo y del comunismo utópicos al comunismo marxista, período en el que la lucha anticolonial se extiende por el mundo con impresionantes masacres como la de 1857 en la India, o el salvajismo británico en las Islas Jónicas cuando, además de ahorcar, torturar, encarcelar y exilar a los resistentes, también «se azotó a mujeres y niños hasta hacerles brotar sangre»55, según denunció Marx en 1858, por citar algunas. La formación del comunismo marxista es por tanto inseparable de la lucha anticolonial a escala planetaria56, al igual que lo será más tarde de la lucha antiimperialista, superando paulatinamente el eurocentrismo de la Segunda Internacional para integrar los contenidos revolucionarios de las pueblos no occidentales, línea ya presente en Marx57 y Engels, reforzada por Mariátegui y una lista inagotable de revolucionarios y revolucionarias.
Estudiando la fuerza movilizadora de la cultura popular bajo la dictadura zarista, Lenin hablaba de la «larga historia» clandestina que ha forjado pautas de comportamiento válidas58 en la lucha clandestina del pueblo contra el zarismo. Rosa Luxemburg explicó los valores de la resistencia de los pueblos con «economía natural»59 frente al exterminio capitalista. Trotski se refirió a la campesina francesa Mariette, para quien «siglos y siglos de acontecimientos y de pruebas han enriquecido y saturado su memoria política»60. Mao asumió la milenaria tradición china del Viejo Tonto que impulsaba a generaciones de explotados a resistir al explotador61. Gramsci analiza esa dialéctica en la misma cultura popular italiana y en el sempiterno debate sobre espontaneísmo sostiene que dentro del «espontaneísmo» –entrecomillado suyo– existe «un elemento primitivo de dirección consciente, de disciplina»62.
Tendríamos que detenernos en el importante textito de Ho Chi Minh sobre el respeto que los comunistas deben tener hacia las tradiciones campesinas63, para integrarlos en la guerra de liberación antiimperialista. El textito es de 1948, mucho antes de que en 1964 Estados Unidos invadiera Vietnam tras la derrota del imperialismo francés. El Pentágono se percató desde mediados de los años sesenta que necesitaba recurrir a la antropología64 como arma de guerra para acabar con el éxito prodigioso del textito de Ho Chi Minh en la moral de lucha vietnamita, de modo que «durante la guerra de Vietnam, Estados Unidos imprimió tebeos y otros materiales de propaganda que exhibían una marcada sensibilidad hacia las costumbres locales y que al mismo tiempo trataban de asegurarse la lealtad de los nativos […] A la hora de tomar decisiones militares también resultó crucial saber cómo manejar las mentalidades locales o nacionales»65.
A partir de Vietnam el imperialismo añade nuevos medios de manipulación a los que ya venía aplicando: el control y dirección de las «noticias» y en especial de la imagen, el desprestigio y criminalización del enemigo, la propaganda de los derechos humanos burgueses y el uso de las «ciencias sociales» en la contrainsurgencia y en la doctrina militar, etc. El Pentágono sabe que las tradiciones populares, sus culturas, tienen componentes emancipadores, por eso impulsa el permanente ataque contra la memoria de lucha de los pueblos, lo que «constituye otra típica maniobra de expropiación, tan importante como la expropiación de las riquezas naturales de los pueblos del mundo»66. La denominada «guerra contra el terrorismo» desde 2001 los mejora a partir de las lecciones aprendidas con la implosión de la URSS, la primera guerra contra Irak y la destrucción de Yugoslavia, la invasión de Afganistán… Y es que la experiencia norteamericana en las prácticas del imperialismo cultural surge de su férrea necesidad: tiene que justificar el que sus ejércitos ocupen en 2016 territorios en el 70% de los países del mundo67.
La industria político-mediática, que se autodefine como «medios de comunicación», es clave en el imperialismo cultural entre otras muchas cosas para silenciar las crecientes denuncias contra esa estructura de dominación planetaria68 realizada en 2006 y que se intensificará posteriormente. Recordemos que entre 2007 y 2014 el capitalismo inició la entrada en la tercera Gran Depresión que se agudiza aún más69 a pesar de la pequeña recuperación económica entre 2011 y 2017 en algunas partes del mundo. Acuciado por esta crisis genético-estructural nunca vista en la historia capitalista, la burguesía se lanzó a recortar derechos y libertades, uniformando para 2015 las doctrinas represivas en seis constantes que recorren las represiones penales de los «países avanzados»: 1) acabar con la «era de las indulgencias»; 2) tecnificar la represión policial; 3) discurso alarmista sobre la «inseguridad»; 4) estigmatizar y reprimir a la juventud rebelde; 5) hacer de las cárceles una industria privada; y 6) ampliar la represión y llenar de fuerza de trabajo la industria carcelaria70.
Las seis constantes imponen determinadas restricciones a la «libertad de expresión» burguesa preparando las condiciones psicopolíticas que legitimarán los duros recortes impuestos con la excusa de la pandemia de 2020 y sobre todo con la resistencia de Rusia contra la guerra ucronazi de la OTAN desde 2022. Pero el ataque será aún más brutal contra los pueblos que se resisten al imperialismo: Libia, Siria, Irán, Nicaragua, Cuba, Venezuela… sin olvidarnos de Rusia que sufre el récord de sanciones. Y algo que une a las seis constantes es perfeccionar la «gestión del miedo»71, gestión reforzada con el marketing desarrollado hasta ese 2019 para «modular la subjetividad»: «La publicidad combina lenguajes, referentes, claves discursivas: es creativa pero fundamentalmente se apropia y elabora parcialmente otros discursos. […] capta muy lúcidamente experiencias de malestar y dificultad solucionándolas en esquemas narrativos impregnados de alusiones a la emancipación y a la realización de los sujetos. Eso sí, para ponerlas al servicio del mercado»72.
Una vez concluido el primer brote de la pandemia y antes de que la guerra abierta de la OTAN contra las Repúblicas Populares del Donbass y contra Rusia, la reflexión crítica sobre el futuro también se centró en los cambios que el imperialismo iba a introducir en su doctrina de contrainsurgencia73, haciendo hincapié en la militarización de las fuerzas represivas que había ido imponiéndose al amparo del silencio mediático aplicado durante la pandemia, como la terrible Ley de Seguridad Nacional74 como una muestra más de la tendencia al aumento de las represiones en un Occidente cada vez más nervioso con su lento pero imparable declinar en el mercado mundial.
Las luchas antiimperialistas recibieron un impulso con la vergonzosa huida yanqui de Afganistán en verano de 2021, júbilo reforzado por sus derrotas en Irak, Yemen, Siria…; por su incapacidad para doblegar a China, Irán, Venezuela…; por la capacidad de recuperación de Rusia demostrada desde 2007 y confirmada desde 2022, sin entrar aquí al desarrollo del amplio espacio de cambios que pueden incluirse en la llamada «multipolaridad». Obligado por estos y otros fracasos, el imperialismo tomó una serie de medidas de las que al menos dos son muy importantes para nuestro tema.
La OTAN decidió en marzo de 2022, justo al iniciarse la guerra defensiva rusa, ceder la propaganda de guerra a las empresas de marketing transnacionales, las mismas que planifican las grandes campañas en temas cruciales para el imperialismo. La mercantilización absoluta de la propaganda de guerra afecta directamente a la manipulación de masas; ya no estamos en el marketing de 2016 que hemos visto arriba, sino que ahora, tras el declive continuado durante seis años, el brazo político-militar75 del capital ha dado un paso más en la sujeción de la industria político-mediática a los intereses militares bajo la dictadura de la ley del valor. La OTAN llevaba desde 2014 aplicando el terror ucronazi especialmente contra las Repúblicas Populares del Donbass y temía que la entrada defensiva rusa pusiera al descubierto el asesinato de más 14.000 personas y la marcha a Rusia de centenares de miles de refugiados huyendo del terror de la OTAN, y para ocultarlo encargó a empresas de marketing la campaña de mentiras.
Analizando los fracasos que la OTAN estaba sufriendo frente a Rusia, en marzo 2023 y para intensificar la campaña rusófoba e intentar debilitarla desde dentro, el Pentágono inició el debate sobre cómo incidir en los grupos musicales contrarios al gobierno de Putin y a la guerra defensiva rusa contra el ejército ucronazi dirigido y armado por la OTAN. El Pentágono sabe que la música rock76 puede actuar en contra o a favor de sus intereses si sabe manipularla, y en el caso de la guerra contra Rusia uno de sus objetivos es loar el «pacifismo». Pero la guerra imperialista no se detiene en Rusia ni en el nivel de agresividad alcanzado contra Cuba, sino que recientemente ha incrementado el ataque a la cultura cubana e internacionalista, cercenando los derechos de la reconocida poeta Nancy Morejón77 por su apoyo a la Isla Heroica.
Concienciacion y defensa integralesa
El pueblo palestino está siendo sometido a un implacable genocidio sionazi desde el 7 de octubre de este año. El antiimperialismo se está movilizando como nunca antes en su defensa, y también en la de todos los pueblos y clases explotadas. Los dos debates en uno que estamos realizando estos días nos brindan la oportunidad excepcional de mejorar nuestra praxis, toda vez que ahora mismo, en estos momentos, Venezuela está viendo cómo se recrudece el saqueo imperialista del Esequibo, zona nacional bolivariana aún irredenta en manos de potencias extranjeras que expolian sus inmensos recursos al amparo de la legalidad colonialista-imperialista de 1899. F. Rivero Osuna78 ha mostrado la importancia energética del Esequibo en la actual crisis genético-estructural capitalista y específicamente crisis histórico-genética del imperialismo occidental dirigido por Estados Unidos. Crisis que nos lleva a la importancia innegable de la mercantilización de la vida y de la naturaleza, a la dictadura de la ley del valor, como nos avisaba el Che.
Llegados a este punto, por tanto, volvemos a la pregunta inicial ¿Qué debemos hacer entonces para que las gentes explotadas se percaten de su situación objetiva y se subleven contra la ley del valor? Lo primero es recuperar en nuestra praxis la cultura de la rebelión sin la cual nada de lo que sigue tiene sentido. Aunque en los textos del joven Marx sobre Epicuro encontramos los rudimentos de su concepción al respecto, preferimos la brillante exposición de B. Farrington del significado perenne de este filósofo griego que vivió en −341÷−270, del cual nos ofrece esta cita: «Vana es la palabra del filósofo que no sabe aliviar al hombre que sufre»79. La palabra como arma de liberación. Según B. Farrington, Epicuro: «En toda circunstancia, descartó la autoridad avasalladora del legislador en favor del principio del asentimiento voluntario»80.
La dialéctica del antiimperialismo y la praxis concienciadora busca «aliviar al hombre que sufre» rechazando la «autoridad avasalladora». Esta perenne búsqueda encuentra en la dialéctica el método para guiar nuestra opción de salida del laberinto hacia la libertad. En su forma abstracta, Platón estaba en lo cierto cuando reconoció que la dialéctica es la ciencia de los hombres libres, pero ¿de qué tipo de «libertad», la esclavizada por la propiedad privada, por el saqueo imperialista? Muy sintéticamente, libertad y necesidad forman una categoría que explica la dialéctica entre la praxis y la realidad objetiva, de modo que, por ejemplo, la libertad del pueblo venezolano está limitada por la ocupación imperialista del Esequibo lo que determina que una de dos, o Venezuela acepta vivir en una situación injusta o recupera su territorio.
El pensamiento de los hombres libres sabe que el saqueo imperialista del Esequibo responde a la necesidad ciega de acumulación ampliada de capital por el imperialismo, para revertir en lo posible la ley tendencial de bajada de la tasa de ganancia, ley tendencial alimentada por las contradicciones de la ley del valor, por las dificultades crecientes de la valoración del capital a medida que aumenta la productividad del trabajo81. La felicidad, que es la satisfacción que nace de la libertad, del pueblo venezolano se ve así constreñida hasta que no resuelva la necesidad de recuperar el Esequibo, como sucedió de una forma más dramática y trágica con la necesidad de sublevarse en el Caracazo para recuperar libertades concretas destruidas por el neoliberalismo. La interacción entre libertad y necesidad se demostró en el Caracazo como salto cualitativo que aceleró la revolución bolivariana.
El Caracazo y Esequibo confirman que la comunicación ha de ser praxis concienciadora, pedagógica en el sentido real del término82, para que la realidad ocultada por el capital sea perceptible por las clases y pueblos oprimidos, que es el primer paso para revolucionarla. Una comunicación que no sea concienciadora es alienadora. No hay punto intermedio porque no hay «neutralidad» posible entre la libertad y la opresión. Tras la masacre del Caracazo, las organizaciones sociopolíticas y la sabiduría de Chávez al formar la alianza cívico-militar –«en los patrullajes se veía la pobreza del pueblo»83–, desplegaron una excelente pedagogía de masas asentada en la memoria de resistencia del pueblo, en la actualización de la identidad nacional-popular venezolana al contexto de finales del siglo XX.
La doctrina político-militar de Bolívar, en la que era vital la educación integral del pueblo incluida la ética84, dejó un poso inestimable para la recuperación venezolana que se basó y se basa en la fusión de moral, conciencia y pueblo en armas, es decir, lo que en términos de Clausewitz se define como «la nación en armas»85, pero con el concepto de nación en el sentido marxista de nación trabajadora. Engels ya había analizado al detalle qué es una «nación en armas», especialmente en su artículo sobre los guerrilleros prusianos86 contra la invasión napoleónica.
Por tanto, la educación, la concienciación y la moral de autodefensa de una nación oprimida, su libertad, exige de medios de comunicación que realicen una pedagogía revolucionaria que abarque, como indica Menry Fernández, objetivos económicos, sociales, políticos, culturales, geográficos, ambientales y militares87. Todos, además de formar una unidad, tienen estrechos lazos con la vida cotidiana del pueblo y en especial con su proyecto de futuro y por tanto con su doctrina global para vencer a cualquier invasión imperialista que quiera ahogar en sangre al país. La praxis comunicacional no puede abstraerse de estas realidades objetivas en el doble sentido de, por un lado, ser conscientemente asumidas por el pueblo y, por otro lado, ser conscientemente asumida por el imperialismo para destruir Venezuela y mercantilizar sus restos en beneficio de las grandes corporaciones especialistas en el saqueo total.
En definitiva, en rigor de la radicalidad –ir a la raíz– debemos asumir que para los pueblos y clases antiimperialistas es imprescindible asumir que tanto la conquista de su independencia como su mantenimiento posterior exige una doctrina que integre la conciencia y la guerra como categoría del pensamiento antiimperialista. Para muchos pueblos esa doctrina no es sino la del proceso social en el que el Ejército Popular está activo también en tiempos de paz, es decir, aunque no haya guerra defensiva contra el imperialismo. Dicho mejor que nosotros: «La concepción estratégica de Guerra Popular Prolongada deviene de la concepción estratégica de Defensa Integral y abarca todos los campos del poder nacional, porque la guerra moderna es un fenómeno global que envuelve a todos los sectores de la Nación. Es de mayor jerarquía que la Doctrina Militar Bolivariana, porque esta representa solo un ámbito particular»88.
Los medios de concienciación son parte de la defensa integral tanto en la paz como en la guerra. Y son más importantes día a día conforme la independencia socialista acabe con la ley del valor, con el fetichismo de la mercancía y con la esclavización directa o indirecta hacia el capitalismo inherente a la ley del valor, por mucha independencia formal que parece que se tiene. Aquí tendríamos que estudiar las ideas de Marx y Engels sobre los requisitos obligados que tendrían que cumplir los pueblos irlandés y polaco para conquistar y mantener su independencia: entre ellos, realizar una radical reforma agraria que asegure que es el pueblo el que tiene el poder nacional.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 22 de noviembre de 2023
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