Cómo el Ejér­ci­to Rojo tomó Berlín

Cuan­do ya se libra­ban bata­llas por el Reichs­tag, el man­do ale­mán pro­pu­so de repen­te a la URSS con­cluir un armis­ti­cio. La res­pues­ta fue cate­gó­ri­ca: ren­di­ción incon­di­cio­nal completa.

A prin­ci­pios de febre­ro de 1945, las tro­pas del 1er Fren­te Bie­lo­rru­so, bajo el man­do del maris­cal Gueor­gui Zhú­kov, alcan­za­ron los acce­sos más leja­nos a Ber­lín. La «gua­ri­da de la bes­tia nazi» esta­ba a sólo 70 km.

Duran­te los meses siguien­tes el Ejér­ci­to Rojo fue acu­mu­lan­do fuer­zas, pre­pa­rán­do­se para la ope­ra­ción más impor­tan­te de la últi­ma fase de la gue­rra. Lle­va­das a cabo en esta épo­ca exi­to­sas ofen­si­vas en Pome­ra­nia Orien­tal, Hun­gría, Eslo­va­quia y Aus­tria per­mi­tie­ron dar segu­ri­dad a los flan­cos de los ejér­ci­tos sovié­ti­cos que actua­ban en direc­ción al gol­pe principal.

Para la toma de Ber­lín, la URSS había con­cen­tra­do una fuer­za de unos dos millo­nes de hom­bres. Ade­más de las tro­pas de Zhú­kov, en la ope­ra­ción par­ti­ci­pa­ron el 1er Fren­te Ucra­niano del maris­cal Iván Kónev, el 2º Bie­lo­rru­so del maris­cal Kons­tan­tín Rokos­sovs­ki, el 18º Ejér­ci­to de Avia­ción de Lar­go Alcan­ce, la Flo­ti­lla Naval del Dnié­per y la Flo­ta del Bál­ti­co. Los Ejér­ci­tos 1º y 2º del Ejér­ci­to Pola­co ope­ra­ban como par­te de los frentes.

«Deci­di­mos aba­lan­zar­nos sobre las tro­pas enemi­gas defen­so­ras con tal fuer­za que de inme­dia­to las atur­di­ría­mos y las haría­mos caer al sue­lo derri­ban­do sobre ellas avia­ción, tan­ques, arti­lle­ría y otras armas», escri­bió Zhú­kov en sus Memo­rias y reflexiones.

Las tro­pas de los gru­pos de ejér­ci­tos «Cen­tro» y «Vís­tu­la», así como bata­llo­nes de la mili­cia nacio­nal Volkss­turm que suma­ban 800.000 per­so­nas defen­die­ron la capi­tal del Ter­cer Reich. La agru­pa­ción sovié­ti­ca supe­ra­ba al enemi­go en per­so­nas y avio­nes por dos, y en arti­lle­ría, tan­ques y caño­nes auto­pro­pul­sa­dos, por cuatro.

Todas las espe­ran­zas ale­ma­nas esta­ban pues­tas en la pode­ro­sa defen­sa de esca­lón pro­fun­do, que cons­tru­ye­ron des­de el Oder has­ta Ber­lín. Una de las pri­me­ras for­ti­fi­ca­cio­nes serias, que los ejér­ci­tos sovié­ti­cos tuvie­ron que supe­rar, fue­ron las altu­ras cer­ca de la ciu­dad de See­low. Allí se colo­có arma­men­to pesa­do y una guar­ni­ción con­si­de­ra­ble de 100.000 per­so­nas. Como seña­ló el maris­cal Zhú­kov: «Pro­fun­da­men­te ente­rra­do en el sue­lo, sobre todo detrás de las lade­ras tra­se­ras de las altu­ras, el enemi­go podía sal­var sus fuer­zas y equi­pos del fue­go de nues­tra arti­lle­ría y del bom­bar­deo de la aviación».

La pri­me­ra eta­pa de la ofen­si­va sovié­ti­ca, que comen­zó el 16 de abril, fue bas­tan­te difí­cil. Los ejér­ci­tos sovié­ti­cos tuvie­ron que roer lite­ral­men­te la defen­sa ale­ma­na, supri­mien­do la feroz resis­ten­cia del enemi­go. Las altu­ras de See­low no fue­ron toma­das has­ta el 18 de abril.

Sin embar­go, al cabo de unos días las for­ma­cio­nes de tan­ques del 1er fren­te bie­lo­rru­so y del 1er fren­te ucra­niano gana­ron velo­ci­dad y empe­za­ron a rom­per las líneas defen­si­vas del enemi­go, abrien­do el camino hacia la capi­tal ale­ma­na a los ejér­ci­tos de armas com­bi­na­das. El 20 de abril la arti­lle­ría sovié­ti­ca de lar­go alcan­ce abrió fue­go sobre Ber­lín por pri­me­ra vez, feli­ci­tan­do así a Adolf Hitler por su cumpleaños.

Las tro­pas de Zhú­kov y Kónev rodea­ron sis­te­má­ti­ca­men­te la ciu­dad por el nor­te y el sur, tomán­do­la en ani­llo. Cada uno se pre­pa­ra­ba para ser el pri­me­ro en irrum­pir en Ber­lín, pero fue a Zhú­kov a quien Sta­lin con­fió final­men­te la toma de la capital.

El 25 de abril, al oes­te de Ber­lín, las tro­pas del 2º ejér­ci­to de tan­ques de la guar­dia del 1er fren­te bie­lo­rru­so se encon­tra­ron con las uni­da­des del 4º ejér­ci­to de tan­ques de la guar­dia del 1er fren­te ucra­niano cer­ca de Ketzin. La ciu­dad fue com­ple­ta­men­te cer­ca­da y que­da­ron atra­pa­dos unos 200.000 sol­da­dos de las tro­pas de la Wehr­macht y de las SS, así como sol­da­dos de los bata­llo­nes Volkssturm.

La capi­tal del Ter­cer Reich era ya una autén­ti­ca for­ta­le­za. Cada calle, cada edi­fi­cio de varias plan­tas con enor­mes muros se con­vir­tió en un barrio for­ti­fi­ca­do. Los ale­ma­nes uti­li­za­ban acti­va­men­te los ser­vi­cios sub­te­rrá­neos (metros, refu­gios anti­bom­bas, alcan­ta­ri­llas y cana­les de des­agüe) para des­pla­zar­se rápi­da­men­te de un barrio a otro e inclu­so para apa­re­cer ines­pe­ra­da­men­te en la reta­guar­dia de las fuer­zas soviéticas.

El ata­que fue diri­gi­do por gru­pos de asal­to for­ma­dos por uni­da­des de fusi­le­ros, refor­za­dos por arti­lle­ría, tan­ques, caño­nes auto­pro­pul­sa­dos y zapa­do­res. «Avan­zá­ba­mos len­ta­men­te, pre­sio­nan­do con­tra los muros de las casas para sal­var al menos un lado de los «Faust­niks». A quien lle­ga­ba al cen­tro de la calle le pren­dían fue­go inme­dia­ta­men­te», recuer­da el tan­quis­ta Iván Mas­lov. Los caño­nes anti­aé­reos ale­ma­nes no repre­sen­ta­ban un peli­gro menor, pues no solo actua­ban con­tra la avia­ción sovié­ti­ca, sino tam­bién con­tra los vehícu­los blin­da­dos y la infantería.

Cuan­to más se acer­ca­ban las tro­pas sovié­ti­cas al cen­tro de la ciu­dad, más feroz se vol­vía la resis­ten­cia ale­ma­na. «Muchos de los defen­so­res de la ciu­dad lucha­ron por sobre­vi­vir con la espe­ran­za de poder con­te­ner a los sovié­ti­cos el tiem­po sufi­cien­te para que los ejér­ci­tos occi­den­ta­les ocu­pa­ran la mayor par­te posi­ble de Ale­ma­nia, y posi­ble­men­te inclu­so Ber­lín. Sin embar­go, esta espe­ran­za no se cum­plió», argu­men­tó el ofi­cial Sieg­fried Knap­pe del 56º Cuer­po Pan­zer de la Wehrmacht.

El día del sui­ci­dio de Hitler, el 30 de abril, la guar­ni­ción ale­ma­na se divi­dió en varios gru­pos ais­la­dos y comen­za­ron las fero­ces bata­llas por el Reichs­tag. Los obu­ses sovié­ti­cos de 152 mm y los poten­tes obu­ses de 203 mm, apo­da­dos «los mazos de Sta­lin», bom­bar­dea­ron el edi­fi­cio con fue­go direc­to. En la tar­de del mis­mo día, el Ejér­ci­to Rojo con­si­guió mon­tar la pri­me­ra Ban­de­ra de la Tor­men­ta Roja en el tejado.

En la noche del 1 de mayo, una dele­ga­ción ale­ma­na enca­be­za­da por el gene­ral Hans Krebs, en repre­sen­ta­ción del nue­vo gobierno ale­mán del almi­ran­te Carl Denitz, lle­gó al cuar­tel gene­ral del 8º Ejér­ci­to de Guar­dias del gene­ral Vasi­li Chui­kov bajo ban­de­ra blan­ca. Los ale­ma­nes inten­ta­ron nego­ciar un armis­ti­cio, pero reci­bie­ron una res­pues­ta cate­gó­ri­ca, que no les con­ve­nía en abso­lu­to: solo la ren­di­ción incondicional.

Ese mis­mo día por la maña­na, el sar­gen­to Mijaíl Yegó­rov y el sar­gen­to junior Meli­tón Kan­ta­ria iza­ron sobre el Reichs­tag la ban­de­ra de asal­to de la 150ª Divi­sión de Infan­te­ría, que más tar­de se haría famo­sa como la Ban­de­ra de la Vic­to­ria. Sin embar­go, los com­ba­tes en el edi­fi­cio, en lla­mas por las ráfa­gas de balas fáus­ti­cas, con­ti­nua­ron has­ta bien entra­da la noche.

El 2 de mayo, el man­do ale­mán deci­dió final­men­te que era inú­til seguir resis­tien­do. A las sie­te y media de la maña­na el gene­ral Hel­mut Weid­ling, coman­dan­te de Ber­lín, orde­nó a los res­tos de las tro­pas de guar­ni­ción de la ciu­dad que se rindieran.

Duran­te la ope­ra­ción ofen­si­va de Ber­lín el Ejér­ci­to Rojo aplas­tó 70 divi­sio­nes de infan­te­ría, 23 de tan­ques y moto­ri­za­das del enemi­go. La pér­di­da de retorno de los ale­ma­nes fue de alre­de­dor de 100.000 per­so­nas (y 80.000 sovié­ti­cos), hubo 480.000 prisioneros.

Dece­nas de miles de sol­da­dos del Ejér­ci­to Rojo, mos­tra­ron en los com­ba­tes valor y heroís­mo, fue­ron con­de­co­ra­dos con órde­nes, más de seis­cien­tos se con­vir­tie­ron en Héroes de la Unión Sovié­ti­ca. A 187 des­ta­ca­men­tos y uni­da­des se les con­ce­dió el títu­lo hono­rí­fi­co de «ber­li­ne­ses».

La toma de la capi­tal del Ter­cer Reich no supu­so el fin inme­dia­to de la gue­rra. El nue­vo gobierno del nor­te de Ale­ma­nia esta­ba dis­pues­to a ren­dir­se a los esta­dou­ni­den­ses y a los bri­tá­ni­cos, pero no a la Unión Sovié­ti­ca. En Aus­tria y la Repú­bli­ca Che­ca había gran­des con­tin­gen­tes mili­ta­res ale­ma­nes dis­pues­tos a contraatacar.

Ade­más, inclu­so par­tes del terri­to­rio sovié­ti­co seguían ocu­pa­das por el enemi­go. En Cour­land (Leto­nia occi­den­tal), 200.000 fuer­zas ale­ma­nas, pre­sio­na­das has­ta el mar y ais­la­das de las fuer­zas prin­ci­pa­les ya en el oto­ño de 1944, seguían resistiendo.

Boris Ego­rov

20 de abril de 2023

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