Cómo el ase­si­na­to se con­vir­tió en un pro­ce­di­mien­to de la CIA

El papel de la CIA en ase­si­na­tos es uno de esos temas que la pren­sa o el Con­gre­so de EE.UU. tra­tan con cau­te­la de vez en cuan­do y que lue­go olvi­dan pre­ci­pi­ta­da­men­te, con la con­clu­sión habi­tual de que la CIA pue­de haber soña­do con ello, pen­sa­do en ello e inclu­so haber­lo tan­tea­do, aun­que en reali­dad nun­ca haya lle­ga­do has­ta el final con éxi­to. Pero, de hecho, la Agen­cia ha lle­ga­do has­ta el final muchas veces.

No hay duda de que la CIA ha uti­li­za­do el ase­si­na­to como arma en los nive­les más bajos de la jerar­quía polí­ti­ca y social, y nadie lo sabía mejor que William Colby. Él mis­mo había super­vi­sa­do el Pro­gra­ma Phoe­nix y otras ope­ra­cio­nes deno­mi­na­das «anti­te­rro­ris­tas» en Viet­nam. Phoe­nix tenía como obje­ti­vo «neu­tra­li­zar» a los líde­res polí­ti­cos y orga­ni­za­do­res del Fren­te Nacio­nal de Libe­ra­ción de Viet­nam [FNLV, o Viet­cong] en las zonas rura­les de Viet­nam del Sur. En un tes­ti­mo­nio ante el Con­gre­so, Colby se jac­tó de que sólo entre 1967 y 1971 habían sido ase­si­na­dos 20.587 acti­vis­tas del FNLV. Los sur­viet­na­mi­tas publi­ca­ron una esti­ma­ción mucho más alta, decla­ran­do que esa cifra ascen­día has­ta casi 41.000. Bar­ton Osborn, un ofi­cial de inte­li­gen­cia del Pro­gra­ma Phoe­nix, expli­có en tér­mi­nos esca­lo­frian­tes la acti­tud buro­crá­ti­ca de muchos de los agen­tes hacia sus misio­nes ase­si­nas. «Muy a menu­do era sim­ple­men­te una cues­tión de con­ve­nien­cia eli­mi­nar a una per­so­na sobre el terreno en lugar de tener que ocu­par­se de todo el papeleo».

Los que murie­ron direc­ta­men­te en las ope­ra­cio­nes Fénix pue­den haber sido más afor­tu­na­dos que los 29.000 pre­sun­tos miem­bros del FNLV dete­ni­dos e inte­rro­ga­dos con téc­ni­cas terri­bles inclu­so para los están­da­res de Pol Pot y Mobu­tu. En 1972, un des­fi­le de tes­ti­gos ante el Con­gre­so decla­ró sobre las téc­ni­cas de inte­rro­ga­ción de Phoe­nix: cómo inte­rro­ga­ban a los sos­pe­cho­sos y lue­go los empu­ja­ban des­de avio­nes, cómo les cor­ta­ban dedos, ore­jas y tes­tícu­los, cómo uti­li­za­ban elec­tro­cho­ques, intro­du­cían cla­vi­jas de made­ra en el cere­bro de algu­nos pri­sio­ne­ros o la pica­na eléc­tri­ca en el rec­to de otros.

Para muchas de las ope­ra­cio­nes de Phoe­nix, la CIA empleó los ser­vi­cios de tri­bus de ban­di­dos y gru­pos étni­cos, como el Khmer Kam­pu­chean Kram, el KKK. El KKK esta­ba for­ma­do por anti­co­mu­nis­tas y nar­co­tra­fi­can­tes cam­bo­ya­nos que, como dijo un vete­rano de Phoe­nix, «mata­rían a cual­quie­ra con tal de obte­ner algo a cam­bio». El KKK se ofre­ció inclu­so a liqui­dar al prín­ci­pe Siha­nouk para los esta­dou­ni­den­ses e incul­par al FNLV del asesinato.

Estos escua­dro­nes de la muer­te esta­dou­ni­den­ses eran el recur­so favo­ri­to de Richard Nixon. Des­pués de la masa­cre de My Lai, una ope­ra­ción con todas las carac­te­rís­ti­cas de un exter­mi­nio al esti­lo Phoe­nix, hubo un movi­mien­to para redu­cir la finan­cia­ción de estos pro­gra­mas de matan­za de civi­les. Nixon, según un rela­to de Sey­mour Hersh, se opu­so enér­gi­ca­men­te. «No», obje­tó Nixon. «Nece­si­ta­mos echar mano de esto más a menu­do. Ase­si­na­tos. Ase­si­na­tos». Los fon­dos fue­ron res­tau­ra­dos rápi­da­men­te, y el núme­ro de muer­tos aumentó.

Inclu­so al más alto nivel de la acción eje­cu­ti­va, Colby se mos­tra­ba tími­do sobre las ambi­cio­nes y logros de la CIA. En 1955 la CIA estu­vo a pun­to de ase­si­nar al líder comu­nis­ta chino Chou En-lai. Pusie­ron bom­bas a bor­do de su avión cuan­do vola­ba de Hong Kong a Indo­ne­sia para asis­tir a la con­fe­ren­cia de Ban­dung. En el últi­mo momen­to Chou cam­bió de avión, evi­tan­do así aca­bar hun­dién­do­se en el Mar del Sur de Chi­na, ya que el avión explo­tó. El papel de la CIA fue des­cri­to más tar­de en deta­lle por un agen­te de inte­li­gen­cia bri­tá­ni­co que deser­tó a la Unión Sovié­ti­ca, y las prue­bas recu­pe­ra­das por buzos de par­tes del avión, inclui­dos los meca­nis­mos de sin­cro­ni­za­ción de dos bom­bas, con­fir­ma­ron sus decla­ra­cio­nes. La poli­cía de Hong Kong cali­fi­có el acci­den­te de caso de «ase­si­na­to masi­vo cui­da­do­sa­men­te planificado».

En 1960, Rafael Tru­ji­llo, pre­si­den­te de la Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na, se había con­ver­ti­do en una moles­tia para los res­pon­sa­bles de la polí­ti­ca exte­rior esta­dou­ni­den­se. Su fla­gran­te corrup­ción podía pro­vo­car una revuel­ta simi­lar a la que había lle­va­do al poder a Fidel Cas­tro. La mejor mane­ra de evi­tar esta con­tin­gen­cia era ase­gu­rar­se de que la carre­ra polí­ti­ca de Tru­ji­llo ter­mi­na­ra de inme­dia­to, lo que ocu­rrió a prin­ci­pios de 1961. Tru­ji­llo fue aba­ti­do a tiros en su coche fren­te a su pro­pia man­sión en Ciu­dad Tru­ji­llo. Se supo que la CIA había pro­por­cio­na­do armas y entre­na­mien­to a los ase­si­nos, aun­que la Agen­cia se encar­gó de seña­lar que no esta­ba abso­lu­ta­men­te segu­ra al cien por cien de que fue­ran las mis­mas armas que final­men­te depu­sie­ron al tirano (que había sido ins­ta­la­do en el poder ori­gi­nal­men­te por la pro­pia CIA).

Casi al mis­mo tiem­po, el direc­tor de la CIA, Allen Dulles, deci­dió que el líder con­go­lés, Patri­ce Lumum­ba, era una ame­na­za inacep­ta­ble para el Mun­do Libre y que su eli­mi­na­ción era «un obje­ti­vo urgen­te y pri­mor­dial.» Para obte­ner ayu­da en la tarea de des­te­rrar esta ame­na­za, la CIA recu­rrió a su pro­pia Divi­sión de Ser­vi­cios Téc­ni­cos, diri­gi­da por un hom­bre tene­bro­so, Sid­ney Gottlieb. «La divi­sión de Gottlieb alber­ga­ba una cáma­ra de los horro­res com­pues­ta por labo­ra­to­rios cuyas inves­ti­ga­cio­nes incluían el lava­do de cere­bro, la gue­rra quí­mi­ca y bio­ló­gi­ca, el uso de dro­gas y elec­tro­cho­ques como méto­dos de inte­rro­ga­to­rio, y el desa­rro­llo de toxi­nas leta­les, jun­to con los medios más efi­cien­tes de apli­car­las a la víc­ti­ma, como la noto­ria pis­to­la de dar­dos enve­ne­na­dos que más tar­de exhi­bió ante las cáma­ras el sena­dor Frank Church».

En el caso de Lumum­ba, Gottlieb desa­rro­lló un veneno bio­ló­gi­co que imi­ta­ría una enfer­me­dad endé­mi­ca del Con­go. Entre­gó per­so­nal­men­te los gér­me­nes mor­ta­les jun­to con una jerin­gui­lla hipo­dér­mi­ca espe­cial, mas­ca­ri­llas de gasa y guan­tes de goma a Law­ren­ce Devlin, jefe de la ofi­ci­na de la CIA en el Con­go. Los uten­si­lios leta­les se intro­du­je­ron en el país por vali­ja diplo­má­ti­ca. Gottlieb ins­tru­yó a Devlin y a sus agen­tes sobre el modo de apli­car la toxi­na a la pas­ta de dien­tes y a la comi­da de Lumum­ba. Sin embar­go, los ase­si­nos de la CIA no pudie­ron acer­car­se a él lo sufi­cien­te, por lo que la «acción eje­cu­ti­va» pro­ce­dió por una vía más tra­di­cio­nal. Lumum­ba fue cap­tu­ra­do, tor­tu­ra­do y ase­si­na­do por sol­da­dos del sus­ti­tu­to ele­gi­do por la CIA, Mobu­tu Sese Seko, y su cadá­ver aca­bó en el male­te­ro de un ofi­cial de la CIA que reco­rrió Lumum­bashi tra­tan­do de deci­dir cómo des­ha­cer­se de él.

Jef­frey St. Clair

9 de abril de 2023

Tra­du­ci­do para Rebe­lión por Paco Muñoz de Bustillo.

Fuen­te: https://​www​.coun​ter​punch​.org/​2​0​2​3​/​0​4​/​0​9​/​h​o​w​-​a​s​s​a​s​s​i​n​a​t​i​o​n​-​b​e​c​a​m​e​-​p​o​l​i​c​y​-​a​t​-​t​h​e​-​c​ia/

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