Con­tra el Esta­do y en pan­de­mia: el HDP afron­ta su pro­ba­ble últi­mo año como par­ti­do en Turquía

Des­pués de una pan­de­mia que toda­vía no quie­re irse, el fin del pro­kur­do Par­ti­do Demo­crá­ti­co de los Pue­blos (HDP) está muy cer­ca: el gobierno tur­co ya ini­cia los trá­mi­tes para des­ha­cer­se de ellos en un con­tex­to en que sus mili­tan­tes no han podi­do salir a la calle para cri­ti­car la deci­sión. La covid, evi­den­te­men­te, ha sido bien uti­li­za­da por el máxi­mo man­da­ta­rio tur­co, Recep Tay­yip Erdoğan, quien no ha duda­do en prohi­bir toda movi­li­za­ción que fue­se en con­tra de sus intereses.

Por Albert Naya /​Natio­na­lia

Ekrem y Erdem sacan hie­rro. Saben que sus rei­vin­di­ca­cio­nes cae­rán en el olvi­do y tam­po­co creen que la pan­de­mia haya empeo­ra­do la situa­ción del Par­ti­do Demo­crá­ti­co de los Pue­blos (HDP) al no poder salir a la calle para hacer­se oír: antes de que la cóvid lle­ga­ra a las calles, HDP ya tenía que lidiar con las acu­sa­cio­nes de tener rela­cio­nes con el PKK, orga­ni­za­ción cata­lo­ga­da como terro­ris­ta en Tur­quía, y sus pro­tes­tas tam­bién eran silen­cia­das de for­ma sis­te­má­ti­ca. Un silen­cio del que los medios tur­cos, según ambos acti­vis­tas, son cóm­pli­ces: “Son nacio­na­lis­tas. Nun­ca mos­tra­rán una pro­tes­ta pro­kur­da, ni siquie­ra visi­ta­rán un área kur­da. Y si dicen algo rela­cio­na­do con el tema, reci­bi­rán pre­sio­nes, ame­na­zas, o irán a la cár­cel”, explican.

Pero Ekrem y Erdem, que for­man par­te de las filas del Par­ti­do de la Refun­da­ción Socia­lis­ta, ali­nea­do con los idea­rios del HDP, no se can­san de salir a la calle, a pesar de las prohi­bi­cio­nes. Ya lo hicie­ron el 1º de mayo cuan­do Erdoğan deci­dió cerrar todas las calles del país por mie­do a las rei­vin­di­ca­cio­nes del Día del Tra­ba­ja­dor. Lo hicie­ron cuan­do la pan­de­mia sólo era con­ta­gio­sa en un dis­tri­to de Estam­bul duran­te las revuel­tas estu­dian­ti­les de Boga­ziçi. Y lo harán “mien­tras la pala­bra ‘Kur­dis­tán‘ esté prohi­bi­da”, expli­ca Erdem. Pero huyen de heroi­ci­da­des: “Muchos ami­gos han sido arres­ta­dos o tie­nen jui­cios pen­dien­tes. Es par­te de lo que hace­mos, no pue­de ser de otra for­ma. Cuan­do repre­sen­tas una ame­na­za, te cie­rran. Por tan­to, sabe­mos que esta­mos hacien­do lo correc­to”. Y ya son miles de mili­tan­tes y sim­pa­ti­zan­tes en pri­sión o dece­nas alcal­des expul­sa­dos​de sus ayun­ta­mien­tos: las cifras que, más allá del cie­rre de un par­ti­do, debi­li­tan la repre­sen­ta­ción de las ideas de un 12% de la pobla­ción tur­ca. Aun así, la situa­ción no es nueva.

Una ‘tra­di­ción’ turca

El Par­ti­do Demo­crá­ti­co de los Pue­blos, o mejor dicho, el elec­to­ra­do que repre­sen­ta, nun­ca ha esta­do libre de las actua­cio­nes inqui­si­ti­vas del gobierno tur­co, fue­ra cual fue­se su máxi­mo man­da­ta­rio. De hecho, el pro­pio Erdoğan, quien antes que tar­de gui­llo­ti­na­rá el par­ti­do pro­kur­do, no será el úni­co ver­du­go de una for­ma­ción que ha apa­re­ci­do y se ha prohi­bi­do en varias oca­sio­nes des­de la déca­da de los 90. Sus mili­tan­tes, cons­cien­tes que repre­sen­tan una de las fuer­zas más nume­ro­sas en el país, saben que la for­ma­ción polí­ti­ca nun­ca ha deja­do de estar pre­sen­te. Tal y como apun­ta el dipu­tado por Bin­gol del HDP, Hiş­yar Özsoy, “el par­ti­do nun­ca des­apa­re­ce­rá”. Y la his­to­ria le da la razón.

El Par­ti­do Popu­lar Labo­ris­ta (HEP) daba el pis­to­le­ta­zo de sali­da a la his­to­ria de des­ave­nen­cias entre el Tri­bu­nal Cons­ti­tu­cio­nal tur­co y los par­ti­dos pro­kur­dos. De hecho, este par­ti­do lle­gó a ocu­par 22 esca­ños, en coa­li­ción con el Par­ti­do Social­de­mó­cra­ta (SHP). Pero en 1993 esta­ba prohi­bi­do. Poco antes, al ver que la for­ma­ción sería borra­da del mapa elec­to­ral, los pro­pios dipu­tados fun­da­ban el Par­ti­do de la Demo­cra­cia y la Liber­tad, que aca­bó pocos meses des­pués en el mis­mo cajón. Pero crea­ron otro, el Par­ti­do de la Demo­cra­cia (DEP), que sólo duró seis meses en el cir­co. Antes de ser ile­ga­li­za­do, seis de sus miem­bros per­die­ron su inmu­ni­dad par­la­men­ta­ria y les cayó una sen­ten­cia de 15 años de cár­cel por man­te­ner lazos con el Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res del Kur­dis­tán (PKK).

El HADEP, pese a ser tam­bién efí­me­ro, tuvo cier­ta dura­ción y con­si­guió, en 1999, ganar dece­nas de alcal­días en las elec­cio­nes loca­les. Pero en 2003 se topó con el mis­mo tri­bu­nal, que tam­bién deci­dió inha­bi­li­tar a 46 de sus miem­bros de toda acti­vi­dad polí­ti­ca. Meses antes, y ante las elec­cio­nes del 2002 —las mis­mas que Erdoğan ganó como pri­mer minis­tro con el AKP— se crea­ba el Par­ti­do Demo­crá­ti­co del Pue­blo (DEHAP) que pese a casi tri­pli­car los votos de su ante­ce­sor, no va lle­gar a la barre­ra del 10% para tener repre­sen­ta­ción par­la­men­ta­ria. Al ver una nue­va aper­tu­ra de un pro­ce­so judi­cial en el Cons­ti­tu­cio­nal, el par­ti­do se fusio­nó con el Movi­mien­to de la Socie­dad Demo­crá­ti­ca y nació el Par­ti­do de la Socie­dad Demo­crá­ti­ca (DTP), for­ma­ción de don­de salió Selahat­tin Demir­tas, aho­ra encar­ce­la­do bajo la acu­sa­ción de man­te­ner lazos con el PKK. Este par­ti­do logró has­ta 100 alcal­días en 2009, pero ese mis­mo año tam­bién fue prohi­bi­do. Ante el suce­so, ya habían crea­do el Par­ti­do de la Paz y la Demo­cra­cia (BDP) y se ase­gu­ra­ron 36 esca­ños en el parlamento.

Aun­que esta for­ma­ción no fue clau­su­ra­da, sus inte­gran­tes pasa­ron a for­mar par­te, en 2014, del actual Par­ti­do Demo­crá­ti­co de los Pue­blos (HDP), que es el órgano polí­ti­co del Con­gre­so Demo­crá­ti­co de los Pue­blos, del que for­man par­te dece­nas de agru­pa­cio­nes de izquier­das, pro­kur­das o, inclu­so, isla­mis­tas. Pero se cal­cu­la que en unos meses tro­pe­za­rán con el mis­mo tri­bu­nal. Y nadie se pre­gun­ta si va a pasar o no, sino cuán­do: el caso ya está bajo la lupa del Cons­ti­tu­cio­nal, don­de se nece­si­tan dos ter­cios de la cáma­ra para prohi­bir la formación.

Cie­rre inminente

Algu­nos pien­san que la vota­ción será un sim­ple trá­mi­te: “Es difí­cil pre­ver si el Cons­ti­tu­cio­nal vota­rá a favor de cerrar el HDP como fide­li­dad a la jus­ti­cia o como obe­dien­cia a Erdoğan. Pero hay que tener en cuen­ta que quie­nes votan en ese tri­bu­nal han sido desig­na­dos por Erdoğan. Es difí­cil saber si sólo se basan en com­pla­cer­le, pero los altos jue­ces en todos los paí­ses tie­nen pre­fe­ren­cias polí­ti­cas, y sue­len estar ali­nea­das con quien les ha pues­to en esa silla”, expli­ca Güneş Murat Tez­cür, direc­tor del depar­ta­men­to de Cien­cias Polí­ti­cas, Segu­ri­dad y Asun­tos Inter­na­cio­na­les de la Uni­ver­si­dad de Flo­ri­da Cen­tral. ¿Cuán­do ocu­rri­rá? “Yo creo que cerra­rán el par­ti­do, pero lo harán en un momen­to en el que se mini­mi­ce la capa­ci­dad de la opo­si­ción para reor­ga­ni­zar­se. El cie­rre del HDP es pro­ba­ble, pero el cuán­do se basa­rá en los cálcu­los de Erdoğan para cau­sar un impac­to mayor”, expli­ca Hog­ward Eis­sens­tat, pro­fe­sor de His­to­ria de Orien­te Pró­xi­mo en la Uni­ver­si­dad St. Law­ren­ce de Esta­dos Uni­dos. Y aun­que las elec­cio­nes están pro­gra­ma­das para el 2023, ya son muchos los que creen que serán antes debi­do a una eco­no­mía que se des­ha­ce, una infla­ción des­me­di­da y una deva­lua­ción de la divi­sa que ha caí­do más de un 50% en los últi­mos meses.

Por tan­to, los cálcu­los deben ser exac­tos si la opo­si­ción quie­re for­zar la expul­sión de Erdoğan de pala­cio. Y en este sen­ti­do, nadie duda de que lo úni­co que pue­de hacer som­bra al guber­na­men­tal AKP será el can­di­da­to que pre­sen­te el social­de­mó­cra­ta CHP. Y aho­ra que muchos cuen­tan las horas que le que­dan en el pro­kur­do HDP, el CHP sabe que pue­de atraer par­te de esos votos. “El CHP no tie­ne mucho poder de atrac­ción del voto pro­kur­do: las elec­cio­nes loca­les de 2019 en Estam­bul fue­ron una excep­ción. Pero debe tener­se en cuen­ta que el CHP en los últi­mos dos años ha hecho un acer­ca­mien­to con los pro­kur­dos. El CHP sólo ten­drá voto kur­do en caso de que el HDP cie­rre, y sólo ocu­rri­rá por­que hay ganas de un cam­bio de gobierno. Pero hay que decir que los kur­dos nun­ca le ten­drán una gran esti­ma al par­ti­do secu­lar”, expli­ca Tezcür.

Car­te­les con la efi­gie de Erdo­gan tras una visi­ta del man­da­ta­rio a Diyar­ba­kir, 2021. /​Ima­gen: David Forniès

Aun así, el HDP se ha man­te­ni­do leal a la opo­si­ción en muchos aspec­tos. Duran­te su jui­cio recien­te sobre las pro­tes­tas de Koba­ne de 2014, Demir­taş mos­tró un car­tel que decía “¿Dón­de están los 128 millo­nes de dóla­res?”, una fra­se muy uti­li­za­da por el CHP para recla­mar los dóla­res ven­di­dos por los ban­cos esta­ta­les para refor­zar la lira tur­ca. Del mis­mo modo, el alcal­de de Estam­bul, Ekrem İmam­oğlu, está bajo inves­ti­ga­ción por haber­se reu­ni­do con alcal­des del HDP en años anteriores.

En lo que segu­ra­men­te será el últi­mo año del par­ti­do pro­kur­do, antes de que for­men otro, los pro­ble­mas para la for­ma­ción polí­ti­ca se acu­mu­lan, pero los ana­lis­tas van a más. ¿El cie­rre del HDP será la pri­me­ra prohi­bi­ción de muchas? “El líder, Selahat­tin Demir­tas, ya está en pri­sión. Esto es una prohi­bi­ción en toda regla. Ade­más, la acu­sa­ción con­tra el HDP es siem­pre la mis­ma: terro­ris­mo, terro­ris­mo y terro­ris­mo. Pero lo que yo creo es que el AKP está deses­pe­ra­do. No hay for­ma de que pue­dan arre­glar el tema eco­nó­mi­co y creen que prohi­bir otros par­ti­dos es la mejor for­ma que tie­ne Erdoğan de con­ser­var el poder. Y el HDP es el obje­ti­vo más fácil. Pero mi pre­gun­ta ya no es sólo si cerra­rán el HDP, sino: ¿irán más lejos?”, se pre­gun­ta Tezcur.

¿Quién tie­ne dere­cho a protestar?

Y ante la diso­lu­ción inmi­nen­te de la for­ma­ción, los gri­tos apa­ga­dos de unos mili­tan­tes que que­rían salir a la calle, pero que lo tenían prohi­bi­do: si en algu­nos casos la pan­de­mia podía repre­sen­tar un peli­gro real de cara a la salud públi­ca, en otros era la excu­sa per­fec­ta para silen­ciar las voces crí­ti­cas. Pero sólo las crí­ti­cas, no sea caso: cer­ca de 100.000 per­so­nas de todo el país via­ja­ron a Estam­bul, el 24 de julio de 2020, para dar la bien­ve­ni­da a la nue­va mez­qui­ta de San­ta Sofía. Nue­va, por­que en los últi­mos 86 años había osten­ta­do el títu­lo de “museo” para man­te­ner la dua­li­dad reli­gio­sa de un edi­fi­cio que ha pasa­do por manos de cris­tia­nos y musul­ma­nes. Era el gran día de Erdoğan en una jor­na­da en la que que­ría emu­lar al sul­tán Meh­met II, quien deci­dió con­ver­tir esta igle­sia del año 537 en una meca para los musul­ma­nes en 1453. Y para Erdoğan, ese día debía tener tan­to de públi­co como fue­ra posi­ble. De esta for­ma, a tem­pe­ra­tu­ras que casi alcan­za­ban los 40 gra­dos, miles de fie­les se aglu­ti­na­ban para ver can­tar el corán a su pre­si­den­te y ser tes­ti­gos de gala de la nue­va conquista.

Pero en Tur­quía no todo el mun­do está auto­ri­za­do a pro­tes­tar: gru­pos de izquier­das, femi­nis­tas y pro­kur­dos sue­len tener todas las que per­der. Y cuan­do los casos de cóvid se con­ta­ban por miles, el Tri­bu­nal Cons­ti­tu­cio­nal acep­ta­ba a trá­mi­te el cie­rre del HDP. En aque­lla oca­sión, el gober­na­dor de Estam­bul, que depen­de direc­ta­men­te del gobierno, prohi­bía las movi­li­za­cio­nes. Aun así, una trein­te­na de per­so­nas se reu­nió en una pla­za del barrio de Besik­tas para leer un comu­ni­ca­do que pasó des­aper­ci­bi­do por gran par­te de los pea­to­nes que vol­vían de tra­ba­jar. Las prohi­bi­cio­nes para unos y la per­mi­si­vi­dad para otros reso­na­ba: los segui­do­res de Erdoğan podían hacer gran­des cele­bra­cio­nes, mien­tras los opo­si­to­res eran pri­va­dos de cri­ti­car, fue­ra a la calle o redes socia­les. Pero este ele­men­to no es nue­vo: des­de que Gezi tam­ba­leó al gobierno, en el 2013, Erdoğan ha que­ri­do apa­gar una chis­pa con un cubo de agua. Y los movi­mien­tos opo­si­to­res ‑divi­di­dos de for­ma inter­na y juz­ga­dos por todos los tri­bu­na­les tur­cos cuan­do la oca­sión lo requie­re- han que­da­do bien debi­li­ta­dos por la polí­ti­ca de repre­sión, según Human Rights Watch, del máxi­mo man­da­ta­rio: salir a pro­tes­tar en Tur­quía es un depor­te de alto riesgo.

Lo que Erdoğan no ha podi­do dete­ner, lo ha podi­do hacer la pandemia

No for­man par­te del par­ti­do pro­kur­do, ni tie­nen aspi­ra­cio­nes polí­ti­cas, pero lle­van una pre­gun­ta como estan­dar­te y saben que nadie la res­pon­de­rá: “¿Qué hicis­te con nues­tros hijos? ”, se pre­gun­tan todas. Las Madres del Sába­do (Cumar­te­sis Anne­le­ri) salen a la calle des­de hace 26 años para pedir dón­de están sus hijos des­apa­re­ci­dos duran­te la gue­rra sucia del Esta­do tur­co con­tra los movi­mien­tos pro­kur­dos y de izquier­das, en los años 80 y 90. Si pri­me­ro lo hacían en la pla­za de Gala­ta­sa­ray de Estam­bul, una loca­li­za­ción cén­tri­ca cer­ca de la icó­ni­ca pla­za Tak­sim, aho­ra la repre­sión poli­cial y la covid las han rele­ga­do a las redes socia­les, don­de cada sába­do leen un comunicado.

Si duran­te 23 años pudie­ron hacer­lo cada sába­do en el mis­mo lugar, en 2018 la poli­cía repri­mió la pro­tes­ta sema­nal con gases lacri­mó­ge­nos, acción que —hay que remar­car— iba en con­tra de unas madres que aho­ra mis­mo suman entre 70 y 80 años de edad. Muchas aho­ra afron­tan jui­cios por esa acción. Pero una sema­na más tar­de vol­vían a pro­tes­tar y se veían obli­ga­das a hacer­lo en una calle peque­ña, don­de nadie las oye­ra. Nada cam­bió: una trein­te­na de madres octo­ge­na­rias, en silen­cio, mos­tra­ban unas foto­gra­fías de jóve­nes sin bar­ba, algu­nos de poco más de 18 años cuan­do des­apa­re­cie­ron. Todo esto bajo la mira­da de un cen­te­nar de poli­cías obe­dien­tes con escu­dos y pre­pa­ra­dos para car­gar. Des­pués de 2018 no vol­vie­ron a hacer­lo. Pero la esce­na se repe­tía cada sába­do, reli­gio­sa­men­te, has­ta que el coro­na­vi­rus lle­gó y estas madres tuvie­ron que pasar la pro­tes­ta en casa. Tam­po­co tenían per­mi­so para pro­tes­tar y nun­ca obe­de­cie­ron la orden de que­dar­se en casa. Pero la covid, tenien­do en cuen­ta las eda­des de las mani­fes­tan­tes, sí lo hizo. Juga­da redon­da para un Erdoğan que se reu­nió con ellas en 2011, cuan­do era pri­mer minis­tro, y pro­me­tió inves­ti­gar qué había pasa­do con sus hijos. Ade­más de no cum­plir, muchas de ellas aho­ra deben sen­tar­se delan­te de un juez.

Una situa­ción insostenible

Unos 4.000 mili­tan­tes del par­ti­do están en pri­sión y 59 alcal­des del HDP han sido expul­sa­dos​de los ayun­ta­mien­tos. Por otro lado, el par­ti­do ha teni­do que defen­der­se de la vio­len­cia ver­bal y físi­ca de sus detrac­to­res y, entre otras cues­tio­nes, su líder tam­bién está en pri­sión. De nada han ser­vi­do las adver­ten­cias de Euro­pa de inten­tar dete­ner lo que el Par­la­men­to Euro­peo til­da de “per­se­cu­ción polí­ti­ca”: Erdoğan sigue sien­do un hue­so para el par­ti­do de izquierdas.

Pero a pesar de las difi­cul­ta­des de un líder de hie­rro y una pan­de­mia inaca­ba­ble, el espí­ri­tu opo­si­tor es más paten­te que nun­ca en el país eura­siá­ti­co. No lo tie­nen nada fácil, dice Erdem: “La estruc­tu­ra del Esta­do se ha vuel­to mucho más agre­si­va. Y esto creo que está muy conec­ta­do a la eco­no­mía del país. Cuan­do la eco­no­mía baja, el Esta­do se vuel­ve más agre­si­vo con­tra quie­nes apo­yan al HDP”. Pero Ekrem y Erdem sacan hie­rro: es lo que les ha toca­do, dicen. Por eso segui­rán en la calle con cier­to mie­do: “Nun­ca sabes qué día lla­ma­rán a tu puer­ta o no vol­ve­rás a casa”.

La entra­da Con­tra el Esta­do y en pan­de­mia: el HDP afron­ta su pro­ba­ble últi­mo año como par­ti­do en Tur­quía se publi­có pri­me­ro en La otra Anda­lu­cía.

Itu­rria /​Fuen­te

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