Argen­ti­na. El tes­ti­mo­nio sobre las emba­ra­za­das dete­ni­das en el Pozo de Banfield

Por Ailín Bullen­ti­ni, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 22 de diciem­bre de 2021. 

No es la pri­me­ra vez que Ana María Cara­co­che ejer­ci­ta la memo­ria ante un Tri­bu­nal Oral Fede­ral argen­tino. La pri­me­ra vez fue en La Pla­ta, hace sie­te años, cuan­do se sen­tó en el estra­do a hablar sobre lo sufri­do en el cen­tro clan­des­tino La Cacha. Aho­ra lo hizo vía tele­con­fe­ren­cia para hacer foco en sus recuer­dos en el Pozo de Ban­fi­eld, el segun­do cen­tro clan­des­tino don­de los repre­so­res la tuvie­ron ence­rra­da: des­cri­bió como pudo el lugar, enume­ró con nom­bre y ape­lli­do a un gru­po de muje­res emba­ra­za­das o “recién pari­das” que cru­zó en esos cala­bo­zos al sur del Conur­bano bonae­ren­se, uno de los ejes del jui­cio de lesa huma­ni­dad que se lle­va a cabo des­de hace poco más de un año sobre los crí­me­nes de esa Bri­ga­da de inves­ti­ga­cio­nes de la Bonae­ren­se, de la de Quil­mes y la de Lanús. Tam­bién rela­tó la bús­que­da que empren­dió jun­to a su com­pa­ñe­ro Oscar Gati­ca y Abue­las de Pla­za de Mayo para recu­pe­rar a sus dos pri­me­res hijes, que los repre­so­res qui­sie­ron arre­ba­tar­le para siempre.

“La his­to­ria de vida que yo con­té aquí es una his­to­ria res­ca­ta­da de la memo­ria, es muy difí­cil hacer­lo y aun­que para la his­to­ria de Lati­noa­me­ri­ca sea solo un pun­to, para mí es toda mi vida. La ver­dad no es ven­gan­za, es jus­ti­cia”, con­clu­yó la mujer des­de su casa en Bra­sil, don­de recons­tru­yó su vida post secues­tro, post tor­tu­ra, post exi­lio; des­de don­de bus­có a María Euge­nia y Feli­pe, des­de don­de los encontró.

Ana María mili­ta­ba en “la docen­cia y la cul­tu­ra des­de la Juven­tud Pero­nis­ta” y tenía dos hijes chi­qui­tes con su pare­ja, Oscar Gati­ca, inte­gran­te de Mon­to­ne­ros. Vivían en La Pla­ta. Un día de mar­zo de 1977, Oscar salió a tra­ba­jar y ella via­jó a la Capi­tal. Se lle­vó a Feli­pe, de 4 meses; deja­ron a María Euge­nia, de un año y medio, en la casa de unes veci­nes, en Hor­nos, que fue “reven­ta­da” horas más tar­de. Se habían lle­va­do a la nena tam­bién. Días más tar­de cayó Oscar. El 19 de abril le tocó a ella. Se había refu­gia­do jun­to a su bebé en la casa de la fami­lia Ame­ri­se, en Berisso.

“Lo abra­cé fuer­te has­ta que me lo arran­ca­ron antes de secues­trar­me. Me que­bra­ron un bra­zo”, con­tó. El bebé que­dó en lo de una fami­lia del barrio.

Fue­ron lle­va­des a La Cacha. “Las con­di­cio­nes de deten­ción nadie se ima­gi­na como son de terri­bles. Solo quien lo pasa lo cono­ce y lo que sig­ni­fi­ca”, apor­tó, pero no revol­vió deta­lles sobre eso. Dijo que la tor­tu­ra­ron, sí. Y que lue­go fue depo­si­ta­da en un “espa­cio don­de había muchas otras per­so­nas, un sótano”. De La Cacha fue lle­va­da a la “comi­sa­ría de Ban­fi­eld”, cree que fue “en una ambu­lan­cia, está­ba­mos todos tabi­ca­dos (enca­pu­cha­dos) así que era difí­cil dar­se cuen­ta”. Era el cen­tro clan­des­tino que fun­cio­nó en lo que enton­ces fue la Bri­ga­da de Inves­ti­ga­cio­nes de la Bonae­ren­se allí, a cua­dras de Camino Negro, a un kiló­me­tro de Puen­te La Noria.

En el gru­po tras­la­da­do esta­ba Cris­ti­na Marro­co, quien “había sufri­do un abor­to espon­tá­neo”, que había sido secues­tra­da el 18 de abril y que aún per­ma­ne­ce des­apa­re­ci­da. En el Pozo de Ban­fi­eld, Ana María y Cris­ti­na estu­vie­ron jun­tas en una cel­da. Cuan­do salía de allí con­ver­sa­ban “con otras muje­res que tenían como carac­te­rís­ti­ca la gra­vi­dez o de par­to ya efec­ti­va­do”, con­tó. Y las men­cio­nó: “Adria­na Cal­vo de Labor­de, esta­ba con su hija Tere­si­ta, Sil­via Mabel Valen­zi, María Eloi­sa Cas­te­lli­ni, Manue­la San­tu­cho, Cris­ti­na Nava­jas, Ali­cia D’ambra, Sil­via Muñoz y Mari Garín”. Tras Ana María decla­ra­ron los her­ma­nos de D’ambra, quie­nes si bien no tie­nen la cer­te­za de que Ali­cia hubie­ra esta­do emba­ra­za­da al momen­to de su secues­tro, por las dudas deja­ron mues­tras de san­gre en el Ban­co Nacio­nal de Datos Genéticos.

Libe­ra­ción y exilio

A los días, Ana María fue regre­sa­da a La Cacha y lue­go libe­ra­da. “Me lle­va­ron jun­to con un estu­dian­te que se lla­ma­ba Gas­tón, de medi­ci­na. Lo deja­ron a él en una calle y a mí me deja­ron en otra. Me dije­ron ‘cami­ná sin mirar para atrás’, creí que me mata­ban pero el auto se fue. Enton­ces empe­cé a ubicarme”.

Cuan­do regre­só le fal­ta­ban sus hijes. “Seguía­mos clan­des­ti­nos, no tenía­mos opción de denun­ciar. Quie­nes iban eran mi sue­gra, mi cuña­da, pasa­ron por todos los hos­pi­ta­les, casas cuna, juz­ga­dos, bus­can­do”, recor­dó. Sin poder hallar­los par­tie­ron a Bra­sil, en 1980, don­de se con­tac­ta­ron con Acnur y Cla­mor, una orga­ni­za­ción que tra­ba­jó con Abue­las de Pla­za de Mayo la res­ti­tu­ción de nie­tos roba­dos des­de el país vecino.

A Feli­pe lo recu­pe­ra­ron el 21 de sep­tiem­bre de 1984. La veci­na a la que se lo habían deja­do con­tó, años des­pués, que lo había dado a una mon­ja, ésta a una médi­ca y de allí fue a parar a una fami­lia que, cuan­do Ana María y Oscar lo recla­ma­ron como pro­pio, cedie­ron. Feli­pe tenía 8 años, pero hubo algo de víncu­lo con su mamá que cre­ció con él. “Feli­pe venía y me abra­za­ba fuer­te, me apre­tu­ja­ba, pasa­ba su cabe­za por mi pecho. Eso es la iden­ti­dad. A los que toda­vía no la cono­cen les digo que no ten­gan mie­do de cono­cer­la”, apro­ve­chó su tes­ti­mo­nio Ana María para insis­tir en la bús­que­da de les nie­tes que fal­tan identificar.

La res­ti­tu­ción de María Euge­nia, en cam­bio, fue más com­ple­ja. Había sido adop­ta­da fal­sa­men­te por un poli­cía, Ricar­do Sil­va, quien cuan­do fue cita­do por la Jus­ti­cia por el caso, inten­tó nue­va­men­te fugar­se. Las Abue­las de Pla­za de Mayo, enton­ces, acu­die­ron al pre­si­den­te Raúl Alfon­sín y final­men­te el estu­dio gené­ti­co entre la niña, de ya 10 años, Ana María, oscar y los dos hijos que tuvie­ron en Bra­sil se reali­zó: “El examen dio 99.8 y que­dó demos­tra­do que María Euge­nia era nues­tra hija”.

Pedi­do para ace­le­rar el proceso

Al cie­rre de la audien­cia, la que­re­lla de la Sub­se­cre­ta­ría de Dere­chos Huma­nos de la pro­vin­cia de Bue­nos Aires soli­ci­tó al Tri­bu­nal que el pró­xi­mo año sume más audien­cias sema­na­les al jui­cio oral. A un año y tres meses de deba­te, decla­ra­ron 125 tes­ti­gos en un rit­mo de un encuen­tro sema­nal. “De seguir así, apro­xi­ma­da­men­te 300 per­so­nas más. Nos lle­va­ría tres años más de jui­cio”, expre­só Lui­si­na Gallo, inte­gran­te del área. La abo­ga­da men­cio­nó que, en el medio, falle­cen sobre­vi­vien­tes y fami­lia­res de víc­ti­mas “que se ven pro­va­dos del dere­cho a obte­ner una sen­ten­cia defi­ni­ti­va” por los crí­me­nes que sufrie­ron. Del mis­mo modo, tam­bién falle­cen acu­sa­dos sin con­de­na, como es el caso de Miguel Angel Ferrey­ro, que debía res­pon­der en el jui­cio por crí­me­nes de lesa huma­ni­dad –entre ellos de índo­le sexual– en el cen­tro clan­des­tino El Infierno.

El pedi­do obtu­vo el res­pal­do de la Fis­ca­lía y de otras que­re­llas, como la de Jus­ti­cia Ya y la Liga Argen­ti­na por los Dere­chos Huma­nos. Su repre­sen­tan­te, Gua­da­lu­pe Godoy, recor­dó que lo mis­mo se había soli­ci­ta­do en las audien­cias pre­li­mi­na­res que se desa­rro­lla­ron antes de que el deba­te comien­ce: “Pedi­mos dos o tres audien­cias sema­na­les”, recordó.

No habrá más jor­na­das en este deba­te en lo que res­ta de 2021. El pre­si­den­te del tri­bu­nal, Ricar­do Basi­li­co, fijó para el 2 de febre­ro de 2022 el reen­cuen­tro post feria esti­val, que lle­ga­rá con una ins­pec­ción ocu­par en lo que fue la Bri­ga­da de Inves­ti­ga­cio­nes de Lanús, don­de fun­cio­nó El Infierno. 

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