Femi­nis­mos. Niñe­ras: un pasa­do que des­an­dar y un tra­ba­jo que diversificar

Por Agus­ti­na Ramos y Anto­ne­lla More­llo, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 16 de mar­zo de 2021. 

El 99% de per­so­nas que se desem­pe­ñan en tareas de tra­ba­jo domés­ti­co y cui­da­do de niñes son muje­res. En esta nota, dos tra­ba­ja­do­ras nos cuen­tan sus his­to­rias, a las que se suma la mira­da de la eco­no­mis­ta Micae­la Fer­nán­dez Erlauer, inte­gran­te de Eco­no­mía femini(s)ta, para ana­li­zar el tra­ba­jo femi­ni­za­do y la cues­tión de cla­se en el ser niñera.

reemos que habla­mos por todes si deci­mos que cono­cer a un niñe­ro es algo muy por fue­ra de lo común. His­tó­ri­ca­men­te, el cui­da­do de les niñes ha sido una tarea ocu­pa­da y asig­na­da a las feme­nei­da­des, así como las tareas domés­ti­cas y los cui­da­dos en gene­ral. La pro­pues­ta de este 8M es des­an­dar un poco ese camino.

El empleo de niñe­ra sue­le ser el pri­mer tra­ba­jo de muchas muje­res y tien­de a estar aso­cia­do al tra­ba­jo joven. Sin embar­go, tam­bién cui­dar a chi­ques a veces es una tarea más que se le asig­na a una tra­ba­ja­do­ra domés­ti­ca y, en estos casos, tam­bién habla­mos de tra­ba­ja­do­ras adul­tas. Lo que que­da bas­tan­te en cla­ro es que es un empleo que habla de una des­igual­dad de géne­ro de por medio, pero, a la vez, de una des­igual­dad de cla­se, dado que con­ti­núa sien­do mayor­men­te infor­mal y las capa­ci­da­des eco­nó­mi­cas de la emplea­do­ra (tam­bién tien­de a ser mujer) y la emplea­da sue­len ser diferentes.https://5c53b255b7a5063e51430dcc5302176a.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1 – 0‑37/html/container.html?n=0

Niñeras: un pasado que desandar y un trabajo que diversificar(Ilustración de Lina Castellanos)
Niñe­ras: un pasa­do que des­an­dar y un tra­ba­jo que diver­si­fi­car | Ilus­tra­ción de Lina Castellanos

Esto tie­ne que ver con una pro­ble­má­ti­ca exten­di­da que es el mer­ca­do labo­ral de las muje­res. Sin ir más lejos, según el últi­mo infor­me del INDEC (2020), la tasa de des­ocu­pa­ción alcan­zó el 11.7% y, si se ana­li­za por géne­ro, hay una tasa de 13,1% para las muje­res y de 10,6% para los varo­nes. Es decir, somos más las des­em­plea­das muje­res.

Un tra­ba­jo feminizado

“Los tra­ba­jos de cui­da­dos y domés­ti­cos, que a nivel prag­má­ti­co inclu­yen tareas como lim­piar, coci­nar o cui­dar niñes, son rea­li­za­dos en su mayor par­te por muje­res. Estos tra­ba­jos pue­den rea­li­zar­se de for­ma remu­ne­ra­da, como lo hacen las niñe­ras y las tra­ba­ja­do­ras de casas par­ti­cu­la­res, pero tam­bién de for­ma no remu­ne­ra­da y, por lo tan­to, reco­no­ci­da como tra­ba­jo. En ambos casos, las muje­res abun­dan”, intro­du­jo la eco­no­mis­ta Micae­la Fer­nán­dez Erlauer, inte­gran­te de Eco­no­mía femini(s)ta, en diá­lo­go con Filo​.news.https://​www​.you​tu​be​.com/​e​m​b​e​d​/​v​X​W​t​w​-​F​R​AOk

Pero… ¿por qué se ligó des­de tiem­pos inme­mo­ria­les el tra­ba­jo del cui­da­do a las muje­res? «Se debe a que cul­tu­ral y eco­nó­mi­ca­men­te se con­for­ma­ron cate­go­rías jerar­qui­za­das rela­cio­na­do con ‘lo feme­nino’ y ‘lo mas­cu­lino’ que se aso­cia­ron al géne­ro de las per­so­nas», expli­có la eco­no­mis­ta, y agre­gó: «Es así como lo emo­cio­nal, lo sen­si­ble, lo cui­da­do­so y par­ti­cu­lar­men­te, lo pri­va­do, son carac­te­rís­ti­cas que las muje­res poseen y deben apro­ve­char, por eso lle­gan a ser las indi­ca­das para rea­li­zar las tareas que impli­quen tra­ba­jos de cuidados».

En este sen­ti­do, para Fer­nán­dez Erlauer «exis­te una idea de que las muje­res son las que más res­pon­sa­bi­li­dad toman, son más efi­cien­tes en lo rela­cio­na­do con cui­da­dos y, sobre todo, que son más vul­ne­ra­bles». «Eso es algo que el capi­ta­lis­mo apro­ve­cha«, con­ti­nuó.

Fuen­te: Infor­me Ecofemin(s)ta.

Sol Rodrí­guez tie­ne de 23 años, es estu­dian­te de Cien­cia Polí­ti­ca y niñe­ra des­de hace 3 años y medio. A lo antes men­cio­na­do por la eco­no­mis­ta, agre­gó la aso­cia­ción que en gene­ral se hace entre la mujer y el “ins­tin­to mater­nal”: «En par­te nos lo cree­mos por­que nos crían con esas ideas, pero en el camino y, más aún tra­ba­jan­do de esto, te das cuen­ta de que no es así, que hay días que no estás par­ti­cu­lar­men­te sen­si­ble a lo que le pasa a le niñe o no te pare­ce una mara­vi­lla en todas su face­tas y, sin embar­go, hacés lo mejor que podés por­que es tra­ba­jo. Pero creo que cual­quier per­so­na que lo ejer­cie­ra podría hacer lo mis­mo, sin dis­tin­ción de género».

El pri­mer trabajo

Argen­ti­na es el país de la región con mayor des­em­pleo joven, con casi dos de cada diez jóve­nes des­em­plea­dos. Este afec­ta con mayor inten­si­dad a quie­nes pro­vie­nen de hoga­res de meno­res ingre­sos. Mien­tras el 26% de los jóve­nes del quin­til más bajo de ingre­so es des­em­plea­do, sólo el 9% de los jóve­nes del quin­til más alto está en esa situación.

El géne­ro es otro con­di­cio­nan­te, dado que el 23,1% de las muje­res jóve­nes están des­em­plea­das, fren­te al 19,8% de los varo­nes. A esto se suma la inci­den­cia del tra­ba­jo no regis­tra­do. En la Argen­ti­na, el 34% de las y los tra­ba­ja­do­res está en situa­ción de infor­ma­li­dad, pero si se con­si­de­ran sola­men­te los tra­ba­ja­do­res jóve­nes, ese por­cen­ta­je ascien­de al 60%.https://5c53b255b7a5063e51430dcc5302176a.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1 – 0‑37/html/container.html?n=0

Niñe­ras | Ilus­tra­ción de Lina Castellanos

Al ser con­sul­ta­da sobre si pre­fe­ri­ría tener otro tra­ba­jo, Sol Rodrí­guez con­tes­tó: «Sí, me gus­ta­ría por­que quie­ro que sea for­mal, con hora­rios un poco más esta­ble­ci­dos o fijos y que esté direc­ta­men­te rela­cio­na­do a lo que estoy estu­dian­do. Actual­men­te me es difí­cil acce­der a otro tra­ba­jo por­que casi todas las pos­tu­la­cio­nes piden un míni­mo de expe­rien­cia en el cam­po que no ten­go aún».

Ele­gir, una con­di­ción de cla­se social

Como diji­mos, las capa­ci­da­des eco­nó­mi­cas de la emplea­do­ra (o de les emplea­do­res) son dife­ren­tes a la de las tra­ba­ja­do­ras a con­tra­tar para el cui­da­do de les niñes. Mien­tras que muches muje­res y hom­bres (uti­li­za­mos ter­mi­no­lo­gía cis-bina­ria debi­do a la fal­ta de infor­ma­ción sobre otras iden­ti­da­des) deci­den «desa­rro­llar­se pro­fe­sio­nal­men­te» (ámbi­to en el que las feme­nei­da­des afron­tan otros retos y deben lidiar con techos de cris­tal y dife­ren­cia­ción en sus sala­rios res­pec­to a otros cole­gas) recu­rren para­dó­ji­ca­men­te a otras muje­res que desem­pe­ñen las tareas de con­ten­ción, lim­pie­za y coci­na. ¿Qué dife­ren­cia a emplea­das y emplea­do­res? La capa­ci­dad de elegir.

«Cuan­do empe­cé a tra­ba­jar y tenía no sé… 15 años, mi sue­ño era tra­ba­jar en una ofi­ci­na, así toda bien ele­gan­te. Yo veía que las chi­cas empe­za­ban a hablar de qué vas a estu­diar, y a mí me hubie­ra gus­ta­do eso pero como no tuve estu­dios ni nun­ca fui al cole­gio sabía que no iba a poder ser», expre­só Flo­ren­cia Bea­triz Puca. Toda una vida dedi­ca­da al cui­da­do de infan­tes y al tra­ba­jo doméstico.

Tie­ne 68 años y es oriun­da de la pro­vin­cia de Jujuy; des­de los 12 se dedi­ca al tra­ba­jo domés­ti­co. Vivía en el cam­po, y cuan­do lle­gó a la capi­tal «ya era tar­de para ir a la escue­la por­que como nun­ca había ido… te pedían que tuvie­ras los pri­me­ros años hechos». Cuan­do cum­plió sus 18, deci­dió ir a una escue­la noc­tur­na y allí apren­dió a leer «pero no pue­do escribir».

«En Jujuy empe­cé a tra­ba­jar con cama aden­tro pero el tra­to era tan malo que me esca­pa­ba y me iba. No era por hora. Era un tra­ba­jo mucho más duro, te explo­ta­ban, por decir­lo de algu­na for­ma», recor­dó. Sus jor­na­das en aquel enton­ces eran de apro­xi­ma­da­men­te 11 horas por día.

Via­jó a Bue­nos Aires a sus 25 años. «Fue algo terri­ble. Mi mamá era muy dura y por eso me vine. Había habla­do con psi­có­lo­gos y me decían que no tenía sen­ti­do que­dar­me ahí. En ese momen­to tenía una hija con dis­ca­pa­ci­dad men­tal y fue difí­cil via­jar. Me vine en tren, por lo que tar­dé tres días en lle­gar. Llo­ré los tres días. Por suer­te mi her­ma­na me esta­ba espe­ran­do, era la úni­ca», contó.

Se ins­ta­la­ron en la casa don­de tra­ba­ja­ba y vivía su her­ma­na. Flo­ren­cia no tar­dó en salir en la bús­que­da. «Tomé tra­ba­jos en dis­tin­tos luga­res y si no me gus­ta­ba el tra­to, por­que yo tenía a mi hija y me tenían que reci­bir con ella, me iba. Tra­ba­ja­ba siem­pre con cama aden­tro. En algu­nas par­tes me tra­ta­ban bien a mí pero a mi hija no, en otras a mi hija sí y a mí no. Tuve suer­te de tener a mi her­ma­na que me decía que si no me gus­ta­ba, renun­cia­ra y bus­ca­ra otro tra­ba­jo. Por­que en Jujuy hay mucho mal­tra­to y de a poco una va abrien­do la cabe­za», sostuvo.

Así lle­gó a la casa en la que tra­ba­ja hace 40 años. «Como la seño­ra ya se casó y se casa­ron los hijos se me dio la posi­bi­li­dad de salir y tra­ba­jar en otros hoga­res. Así que acá ven­go nomás un día y des­pués ya me voy para Vare­la que es don­de ten­go mi casa», señaló.

Esa capa­ci­dad de elec­ción no debe enten­der­se des­de la revic­ti­mi­za­ción que gene­ra el mis­mo sis­te­ma y mer­ca­do labo­ral al jerar­qui­zar deter­mi­na­dos ofi­cios por sobre otros. Dado que la deman­da del tra­ba­jo radi­ca tam­bién en el ansia de «pro­gre­so» y la impo­si­bi­li­dad de ocu­par­se de todo, mochi­la tam­bién con la que car­ga­mos las feme­nei­da­des. De este modo, vemos la impor­tan­cia de ambas labo­res, aun­que la dife­ren­cia­ción eco­nó­mi­ca y su valo­ra­ción social indi­quen lo con­tra­rio. Está igual­men­te empo­de­ra­da la mujer que tra­ba­ja por horas y con cama aden­tro, que va a bus­car a les chi­ques al cole­gio, les pre­pa­ra la comi­da y deja la casa impe­ca­ble. Y su dere­cho es saberlo.

«A veces me tocan seño­ras bue­nas y habla­mos sobre eso. Me dicen: ‘Flor vos sabés que tra­ba­jás mucho, tenés que cobrar más’. Hay otras a las que no le impor­ta, con tal de que lim­pie; y si pido un aumen­to me res­pon­den: ‘No ten­go más’. Una diría: ‘la ton­ta sigue lim­pian­do’, pero a mí me gus­ta y aun­que no me paguen sigo tra­ba­jan­do. Con el tiem­po apren­dí que si me pagan poco o no me gus­ta el tra­to, renun­cio y bus­co otra casa. He teni­do suer­te en ese sen­ti­do. Si veo que una casa que está bas­tan­te sucia, dejar­la lim­pia es una ale­gría. Algu­nas se ale­gran y me dan más del dine­ro del que corres­pon­día», deta­lló Florencia.

Tareas domés­ti­cas | Ilus­tra­ción de Lina Castellanos

«Exis­te un cri­sol de des­igual­da­des que se aso­cian a la cla­se, a la raza, a la reli­gión y pue­den alivianar/​profundizar la des­igual­dad de géne­ro lisa y lla­na», amplió la eco­no­mis­ta Fer­nán­dez Erlauer fun­da­men­tan­do con datos. Si orde­na­mos a la pobla­ción según sus ingre­sos y los divi­di­mos en 10 gru­pos, las tra­ba­ja­do­ras domés­ti­cas se con­cen­tran prin­ci­pal­men­te en los pri­me­ros, los que tie­nen meno­res ingre­sos (los pri­me­ros tres deci­les son gene­ral­men­te pobres). Ade­más, 8 de cada 10 de esas tra­ba­ja­do­ras tam­bién están a car­go de este tra­ba­jo en sus hoga­res. De las muje­res que rea­li­zan tra­ba­jo domés­ti­co, sólo el 56% afir­ma tra­ba­jar en la mis­ma loca­li­dad en la que nació, 14% de ellas son de un país limítrofe.

Para Flo­ren­cia no es su pri­mer empleo pero lo fue. Una de cada 7 muje­res en Argen­ti­na se encar­ga del tra­ba­jo domés­ti­co. Mien­tras que un 45,4% de estas tra­ba­ja­do­ras tie­nen entre 30 y 49 años, un 35,7% tie­ne entre 50 y 64 años. Por su par­te, hay un 3,4% que con­ti­núa tra­ba­jan­do a pesar de haber supe­rar los 65 años, y un 15,5% está com­pues­to por jóve­nes que no lle­gan a los 30 años. Este últi­mo gru­po está com­pues­to por casi 87 mil jóve­nes. Por­cen­ta­jes extraí­dos del infor­me de Ecofemini(s)ta que com­pren­de el segun­do tri­mes­tre de 2020.

«Creo que debe ser más fácil acce­der a un tra­ba­jo para jóve­nes que para muje­res mayo­res o que ya tie­nen hijes, y que te con­di­cio­na mucho el sec­tor eco­nó­mi­co social al que per­te­ne­cés»— opi­nó Sol— «Me pare­ce que las com­pli­ca­cio­nes que trae ser mujer joven bus­can­do tra­ba­jo, tie­nen que ver con la sub­es­ti­ma­ción que reci­bi­mos por no tener expe­rien­cia y con los cui­da­dos que tener si vamos a una entre­vis­ta o man­da­mos nues­tra infor­ma­ción, por­que la mitad del tiem­po no sabés si están a pun­to de aco­sar­te o si real­men­te les intere­sa dar­te el tra­ba­jo, tenien­do en cuen­ta que gene­ral­men­te el tra­to es con hombres».

Con­di­cio­nes laborales

«Hoy los cui­da­dos en Argen­ti­na y en el mun­do están en cri­sis. Este tipo de tra­ba­jos no están equi­ta­ti­va­men­te dis­tri­bui­dos, lo que con­for­ma una de las prin­ci­pa­les cau­sas de la des­igual­dad. Las muje­res, a fal­ta de un sis­te­ma inte­gral de cui­da­dos y de varo­nes que tomen más res­pon­sa­bi­li­dad sobre estas tareas, deben sacri­fi­car ocio, ascen­so pro­fe­sio­nal y has­ta dere­chos labo­ra­les para aten­der a las deman­das del hogar. En el mer­ca­do labo­ral, las tra­ba­ja­do­ras del ser­vi­cio domés­ti­co tie­nen los suel­dos más bajos de la eco­no­mía y las tasas más altas de infor­ma­li­dad», pre­ci­só la eco­no­mis­ta Fer­nán­dez Erlauer.

Sol tra­ba­ja actual­men­te entre 15 y 20 horas sema­na­les. Lle­gó a tener perío­dos de entre 30 y 45 horas sema­na­les cuan­do cui­da­ba a tres niñes de dife­ren­tes fami­lias. Si bien exis­te una remu­ne­ra­ción fija­da en el últi­mo con­ve­nio ofi­cia­li­za­do por la Comi­sión Nacio­nal de Tra­ba­jo en Casas Par­ti­cu­la­res ($199,50 con reti­ro, $216,50 con cama; men­sual $25.315 y $28.211, res­pec­ti­va­men­te), sabe­mos que muchas veces es una la que debe pro­po­ner su sala­rio y acor­dar con la fami­lia que con­tra­ta. ¿Cómo es su expe­rien­cia con ello? ¿Su pago se ajus­ta a tu tra­ba­jo y tareas realizadas?

«Que no exis­ta el con­cep­to de ‘hora extra’ y que todas las horas se paguen al mis­mo valor, sin impor­tar si es domin­go, feria­do o si estoy vol­vien­do a casa a las 3 de la maña­na, es un pro­ble­ma por­que sen­tís que no están valo­ran­do tu tra­ba­jo. Con res­pec­to al tra­ba­jo con­cre­to de cui­da­do, el valor varía según lo que cada fami­lia con­si­de­ra que cues­ta tu tiem­po y el cui­da­do de sus hijes, más allá del con­ve­nio. Per­so­nal­men­te tuve la suer­te de que todas mis pagas se ajus­ta­ron o supe­ra­ron lo esta­ble­ci­do por el mis­mo», respondió.

Coor­di­na­do­ra de volun­ta­ries y par­te del área de datos de Eco­no­mía Femini(s)ta.

Como Sol, (una de las voces que escri­be) tra­ba­jé como niñe­ra duran­te algu­nos años. Tam­bién como pri­mer tra­ba­jo; que me per­mi­tía arti­cu­lar­lo con mis estu­dios y a su vez cos­tear­los. Y así como las expe­rien­cias gra­ti­fi­can­tes que deja el con­tac­to con les niñes, quie­nes te con­fían lo que viven dia­ria­men­te en el cole­gio, y com­par­tís más que tiem­po con elles, es un ofi­cio que requie­re de una enor­me deman­da aní­mi­ca y aten­ción, lo que muchas veces pare­ce sub­va­lo­ra­do en la apa­ren­te sim­ple­za del «te que­dás unas horas con mi hija».

«Tuve que dejar el cui­da­do de una niña por­que que­rían agre­gar­me cada vez más tareas por la mis­ma paga y no estu­ve dis­pues­ta a hacer­lo», reco­no­ció Sol. «Coci­nar es algo bas­tan­te típi­co y tie­ne sus com­pli­ca­cio­nes con niñes muy peque­ñes que no podés per­der de vis­ta un segun­do, y en esos momen­tos la aten­ción se tie­ne que mul­ti­pli­car para estar aten­ta al fue­go de la hor­na­lla y a que le niñe no haga nada peli­gro­so», añadió.

«Cuan­do me pre­gun­tan si sé coci­nar les digo que no, pero no por­que no me gus­te sino por­que lle­va más tiem­po, estar para­da y lavar muchas cosas, así que ya casi no lo hago», afir­mó Flo­ren­cia, quien duran­te muchos años se encar­gó de ello tam­bién. «Me gus­ta todo de mi tra­ba­jo. Yo nací, me crié y crié a mi hija con esto«, reafir­ma.

Hace ya algu­nos años que tra­ba­ja por hora. «El pro­ble­ma era cuan­do tra­ba­ja­ba con cama. Me decían: ‘hacé esto que vie­ne la seño­ra a lim­piar’. Pero esa seño­ra no venía y lo tenía que hacer yo: lavar, plan­char, aten­der a fami­lia­res que venían… muchas cosas», deta­lló. Pero eso no cam­bia el cari­ño que expre­sa cuan­do habla y defien­de su oficio.

«Me gus­ta lim­piar bien la casa, que les que­de todo bien bri­llan­te. Me mue­vo de acá para allá. Me gus­ta dar­les de comer cuan­do son chi­qui­tos que escu­pen todo, cuan­do jue­gan, cuan­do empie­zan a gatear. Algu­nos has­ta me decían: ‘Flor, ¿pasa­mos la aspi­ra­do­ra?’, y me ayu­dan a lim­piar. Y eso les gus­ta a los padres», destacó. 

En una casa, éra­mos dos las muje­res que nos encar­gá­ba­mos de los queha­ce­res domés­ti­cos. Una, ocu­pa­da del tra­ba­jo domés­ti­co en todas sus for­mas. Mien­tras que en mi caso, asis­tir a la nena, ayu­dar­la con las tareas, pre­pa­rar el almuer­zo, y jugar, con todo lo que eso con­lle­va. Nada ten­go por repro­char de esas expe­rien­cias ‑algu­nas regis­tra­das y otras no- y me he lle­va­do lin­dos recuer­dos y un enor­me cari­ño espe­cial­men­te por les niñes que han con­fia­do en mí. Al haber pasa­do por ello sé lo satis­fac­to­rio pero a la vez lo com­ple­jo que sue­le resul­tar ser. Inclu­so, tiem­po des­pués lle­gué a pre­gun­tar­me: ¿habrían toma­do a algún hom­bre en nues­tro lugar? 

«Hay una des­igual­dad de géne­ro muy visi­ble en rela­ción a los cui­da­dos de les niñes»

His­tó­ri­ca­men­te las feme­nei­da­des fue­ron rele­ga­das de los ámbi­tos aca­dé­mi­cos, socia­les y polí­ti­cos, des­ti­na­das a ocu­par­se de las tareas domés­ti­cas. Sus capa­ci­da­des gene­ra­ron que muchas desa­rro­llen habi­li­da­des para la eco­no­mía domés­ti­ca, comen­zan­do a ser con­cien­tes de todo lo que podían (y debían) admi­nis­trar. Pero como el sis­te­ma per­se­ve­ró en su des­igual­dad de géne­ro, el desem­pe­ñar­se como «amas de casa» per­sis­tió como una res­pon­sa­bi­li­dad no remu­ne­ra­da y con ello, la depen­den­cia eco­nó­mi­ca del sala­rio obte­ni­do por «el hom­bre de la casa». Des­de el año 2005, el gobierno esta­ble­ció (a tra­vés del decre­to 1.454) acce­der a «una jubi­la­ción sin cum­plir con el total de los años de apor­tes». Des­de enton­ces, la mora­to­ria para la jubi­la­ción por ama de casa fue pro­rro­ga­da has­ta el 23 de julio de 2022 y soli­ci­ta una serie de requi­si­tos. ¿Qué pasa cuan­do a una per­so­na con­tra­ta­da para cui­dar a otres se le paga, pero no así a una madre que ejer­ce el mis­mo tra­ba­jo en su coti­diano diario?

Micae­la Fer­nán­dez Erlauer reco­no­ce que es una cues­tión com­ple­ja. «Al no reci­bir un sala­rio por ese tra­ba­jo, el mis­mo no se reco­no­ce como tal y por lo tan­to no se iden­ti­fi­ca ni con­ta­bi­li­za la prin­ci­pal fuen­te de des­igual­dad», pre­ci­só y citó a la escri­to­ra y aca­dé­mi­ca Sil­via Fede­ri­ci para «enten­der al tra­ba­jo domés­ti­co más allá de un con­jun­to de tareas, sino como una rela­ción social».

Por su par­te, Sol ana­li­zó: «Pien­so que tie­ne que ver con la des­igual­dad que vivi­mos en casi todos los aspec­tos de la vida. Hay madres que pue­den o tie­nen que salir a tra­ba­jar y dejar a sus hijes al cui­da­do de otres, pero a su vez son per­so­nas que tie­nen un poder adqui­si­ti­vo que les per­mi­te hacer­lo, mien­tras que otras no pue­den pagar por esos cui­da­dos mien­tras salen a tra­ba­jar y ter­mi­nan dele­ga­dos a algún miem­bro de la fami­lia que por lo gene­ral es mujer. Me pare­ce un tema muy com­ple­jo por­que conoz­co casos de madres que no tra­ba­jan y dedi­can su tiem­po a cui­dar a sus hijes, con el acuer­do de que el padre sal­ga a tra­ba­jar y cubra los gas­tos de toda la fami­lia, tenien­do en cuen­ta la depen­den­cia eco­nó­mi­ca que esto supo­ne, pero con­tem­plan­do que hay un acuer­do de por medio. Y sin embar­go no conoz­co nin­gún caso a la inver­sa en el que el padre se que­da en casa mien­tras la madre sale a tra­ba­jar. Enton­ces me pare­ce impo­si­ble igno­rar que hay una des­igual­dad de géne­ro muy visi­ble en rela­ción a los cui­da­dos de les niñes».

«Con­si­de­ro que no se solu­cio­na sólo con una medi­da (pagar­lo) sino que se tra­ta de redis­tri­buir­lo entre los dis­tin­tos acto­res de la socie­dad»— aña­de la eco­no­mis­ta, con una con­si­de­ra­ción— «No obs­tan­te, muchas muje­res que recla­man por el pago del mis­mo están bus­can­do una vía para la auto­no­mía eco­nó­mi­ca, un argu­men­to abso­lu­ta­men­te válido».

«Yo digo: ¿por qué la mujer tie­ne que hacer todo sola? Por­que aun­que tra­ba­je, siem­pre va a tener más tra­ba­jo que el hom­bre: lim­piar, lavar, aten­der a los chi­cos, coci­nar. Tam­po­co entien­do, por qué no pode­mos ganar igual que los varo­nes; estan­do aba­jo. Siem­pre me hago esa pre­gun­ta. Sobre todo en el Nor­te, veo que el nom­bre es bas­tan­te machis­ta. Muchas muje­res que tra­ba­jan vuel­ven a sus casas y siguen tra­ba­jan­do, aun­que hay pare­jas que se divi­den las tareas. Eso me encan­ta», refle­xio­nó Florencia. 

Dere­chos y obligaciones

Les corres­pon­de a las, les y los tra­ba­ja­do­res: «pro­tec­ción per­so­nal», «tra­ba­jar en un ambien­te sano», vaca­cio­nes, apor­tes jubi­la­to­rios, obra social, agui­nal­do, días pagos por enfer­me­dad y más. Den­tro del con­jun­to de asa­la­ria­des, un 23,8% no se encuen­tra regis­tra­de en la segu­ri­dad social. El mis­mo indi­ca­dor ascien­de al 25,4% cuan­do habla­mos de las asa­la­ria­das mujeres.

Antes de la pan­de­mia por coro­na­vi­rus, Flo­ren­cia lle­gó a tra­ba­jar has­ta en tres casas por día, entre 1214 horas por día. «Salía de una y entra­ba a otra», recuer­da. Por pre­ven­ción, debió dejar de cui­dar niñes.

¿Conocés tus derechos laborales si estás embarazada?

«Es bas­tan­te raro tra­ba­jar aho­ra, no es como antes que con­ver­sá­ba­mos, tomá­ba­mos mate. No son todas las seño­ras así. Aho­ra una es como un extra­ño, lamen­ta­ble­men­te tie­ne que ser así, qué vamos a hacer. Es com­pli­ca­do por­que tenés que estar con bar­bi­jo, habla­mos muy de lejos. Con la seño­ra que tra­ba­jo comía­mos jun­tas. El chi­qui­to que esta­ba apren­dien­do a hablar me decía ‘Flor’. Vamos a comer, a tomar el desa­yuno… aho­ra nada. Vol­ví a tra­ba­jar en algu­nas casas. El nene tie­ne ya 3 años y aho­ra tie­ne otro her­ma­ni­to y no lo pue­do ni tocar, lo salu­do de lejos. Lo ten­dría que cui­dar pero por el asun­to de la pan­de­mia no pue­do», señaló.

Par­te de los obje­ti­vos que se bus­can este 8M, Día Inter­na­cio­nal de la Mujer Tra­ba­ja­do­ra, es visi­bi­li­zar no sólo las reali­da­des de estas tra­ba­ja­do­ras sino sus con­di­cio­nes, refor­zar el cum­pli­mien­to de sus dere­chos, y orga­ni­zar­se para que las reali­da­des indi­vi­dua­les con­flu­yan en luchas colec­ti­vas. De todos modos, «hay mucho camino por reco­rrer en mate­ria de legis­la­ción de este tipo par­ti­cu­lar de trabajos».

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