El Sal­va­dor. Prohi­bi­do olvidar

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 22 de enero de 2021.

Los miles de men­sa­jes e his­to­rias per­so­na­les que des­de la sema­na pasa­da inun­da­ron las redes con el hash­tag #Prohi­bi­doOl­vi­darSV son una cla­ra con­fir­ma­ción de que ni el dolor ni la memo­ria pue­den ser can­ce­la­dos por decre­to. His­to­rias, casi todas, de dolor, de pér­di­das per­so­na­les, del sufri­mien­to de una gue­rra que nadie que la vivió quie­re que se repi­ta ni que se olvide. 

Fue­ron tan­tas las mani­fes­ta­cio­nes de este tipo que muchos en redes dije­ron que era la más autén­ti­ca con­me­mo­ra­ción de la fir­ma de los Acuer­dos de Paz que habían vivi­do. Pero fue tam­bién un pase de esta­fe­ta: la apro­pia­ción de aquel even­to por nue­vas gene­ra­cio­nes que habían esta­do, en tér­mi­nos gene­ra­les, des­co­nec­ta­das no solo de la gue­rra que no vivie­ron, sino tam­bién de la paz alcan­za­da en Cha­pul­te­pec. Como dijo Tania Gran­de, una mujer de 35 años, en el Monu­men­to a las Víc­ti­mas Civi­les: “Los ata­ques a la memo­ria y el dolor nos han hecho apro­piar­nos de los Acuer­dos de Paz”.

Esos ata­ques, que des­en­ca­de­na­ron esta reac­ción, fue­ron lan­za­dos por el pre­si­den­te de la Repú­bli­ca. Buke­le asis­tió el mes pasa­do a El Mozo­te y, enfren­te de sobre­vi­vien­tes y de fami­lia­res de las mil víc­ti­mas que dejó esa masa­cre, dijo que tan­to la gue­rra civil como los Acuer­dos de Paz habían sido una far­sa. “Yo man­ci­llo esos acuer­dos de paz”, dijo. Eso fue dema­sia­do inclu­so para las nue­vas generaciones.

Muchas de las his­to­rias com­par­ti­das en redes socia­les fue­ron escri­tas por jóve­nes que recor­da­ban a parien­tes des­apa­re­ci­dos o repe­tían las his­to­rias que escu­cha­ron en su casa de peque­ños. Esa trans­mi­sión oral del con­flic­to, a pesar de su ausen­cia en el dis­cur­so ofi­cial duran­te tres déca­das, ha vuel­to a recor­dar­nos que aque­lla gue­rra tocó a todas las fami­lias salvadoreñas.

Entre seten­ta y cien mil per­so­nas per­die­ron la vida en el con­flic­to arma­do, la mayo­ría de ellas civi­les, entre las cua­les está el millar de muje­res, ancia­nos y, sobre todo, meno­res de edad masa­cra­dos en El Mozo­te. Tres déca­das des­pués del fin del con­flic­to, aún se des­co­no­ce el para­de­ro de sie­te mil sal­va­do­re­ños des­apa­re­ci­dos en aque­llos años. Todo el horror de aque­llos años, y su final median­te el diá­lo­go y la nego­cia­ción que logra­ron la fir­ma del Acuer­do de Paz, que­da­ron resu­mi­dos en la fra­se con que la Comi­sión de la Ver­dad titu­ló su infor­me: De la Locu­ra a la Esperanza.

Aque­llos acuer­dos cons­tru­ye­ron la demo­cra­cia que le ha per­mi­ti­do al hom­bre que los des­pre­cia ocu­par la pre­si­den­cia de la Repú­bli­ca. Aque­llos acuer­dos disol­vie­ron a los repre­si­vos cuer­pos de segu­ri­dad públi­ca, diri­gi­dos por la Fuer­za Arma­da, y crea­ron una Poli­cía Nacio­nal Civil. Aque­llos acuer­dos sepa­ra­ron al Ejér­ci­to de nues­tra vida polí­ti­ca y deter­mi­na­ron la solu­ción de toda dife­ren­cia polí­ti­ca en las ins­ti­tu­cio­nes del Esta­do. Aque­llos acuer­dos crea­ron la Pro­cu­ra­du­ría para la Defen­sa de los Dere­chos Huma­nos y man­da­ron el esta­ble­ci­mien­to de la Comi­sión de la Ver­dad, cuyo infor­me sigue sien­do uno de los docu­men­tos más impor­tan­tes de nues­tra vida inde­pen­dien­te. Aque­llos acuer­dos per­mi­tie­ron la inte­gra­ción de la exgue­rri­lla FMLN a la vida polí­ti­ca, lo que abrió paso a la carre­ra polí­ti­ca de Bukele.

Las his­to­rias que hemos leí­do en #Prohi­bi­doOl­vi­darSV dan cuen­ta de un país en el que con­vi­ven aún el dolor de aque­llos años y la deter­mi­na­ción por sos­te­ner aque­llos acuer­dos como un logro mayúscu­lo. Cons­ti­tu­yen una narra­ción colec­ti­va no solo de lo que fui­mos, sino de lo que somos y de lo que que­re­mos ser. Una socie­dad que no está dis­pues­ta a per­mi­tir­le a nadie que le impon­ga qué debe guar­dar en su memo­ria y cómo debe guar­dar­lo. Ni que mini­mi­ce el enor­me paso que fue poner fin a esa dolo­ro­sa guerra. 

Redu­cir los Acuer­dos de Paz a “un pac­to entre corrup­tos” para hacer cam­pa­ña elec­to­ral es digno de opor­tu­nis­tas o de igno­ran­tes, pero no de un jefe de Esta­do. Pero no es la corrup­ción lo que le preo­cu­pa al pre­si­den­te, vis­to lo vis­to en su pro­pio Gobierno. 

Buke­le des­pre­cia esos acuer­dos por­que son el acta fun­da­cio­nal de la ins­ti­tu­cio­na­li­dad demo­crá­ti­ca que él pre­ten­de des­man­te­lar. Por­que exi­gen la sepa­ra­ción de las fuer­zas arma­das de la vida polí­ti­ca, y él los uti­li­za para sus pro­pios intere­ses y para ata­car a otros poderes. 

No tie­nen la cul­pa los Acuer­dos de Paz del país que tene­mos hoy, sino sus lide­raz­gos polí­ti­cos, inca­pa­ces de tras­la­dar a la vida nacio­nal el espí­ri­tu de encuen­tro y de recon­ci­lia­ción que de ellos emanaba.

Duran­te los años pos­te­rio­res a los Acuer­dos, tan­to Are­na como el FMLN se bene­fi­cia­ron polí­ti­ca­men­te de man­te­ner un sis­te­ma polí­ti­co pola­ri­za­do, por­que ellos eran los polos. Buke­le tenía en sus manos la iné­di­ta opor­tu­ni­dad de con­vo­car a todos los sal­va­do­re­ños a un pro­yec­to de nación, pero no es capaz de ello. Su sober­bia le ha lle­va­do a man­te­ner la pola­ri­za­ción, pero en torno a su pro­pia figu­ra: entre los que le siguen incon­di­cio­nal­men­te, sin cues­tio­na­mien­tos ni crí­ti­cas y sin exi­gir­le ren­di­ción de cuen­tas; y los demás, a quie­nes pre­ten­de callar median­te aco­sos ins­ti­tu­cio­na­les, cam­pa­ñas de des­pres­ti­gio o por decre­to, a quie­nes ha decla­ra­do enemigos.

La reac­ción de los sal­va­do­re­ños en redes socia­les le obli­gó a inten­tar ende­re­zar el rum­bo. Dijo el 16 en la noche que, a par­tir de aho­ra, la fecha será con­me­mo­ra­da como el Día de las víc­ti­mas. Una ini­cia­ti­va tan tar­día (que ade­más ya exis­te) como hipó­cri­ta: es él quien ha nega­do al juez que lle­va el caso de El Mozo­te acce­so a los archi­vos mili­ta­res. Es él quien ha nega­do el dere­cho de las víc­ti­mas a la ver­dad. Aun­que en esto últi­mo, lo sabe­mos bien, no está solo. Prohi­bi­do olvidar.

Fuen­te: El Faro

Itu­rria /​Fuen­te

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