Cuba. Fidel hace 60 años: La Revo­lu­ción resol­vió, para siem­pre, el dile­ma del maestro

Por: Fidel Cas­tro Ruz, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de enero de 2021.

El 23 de enero de 1961, el tea­tro de la CTC se lle­nó de la ale­gría de quie­nes repre­sen­ta­ban a los jóve­nes del Segun­do Con­tingente de Maes­tros Volun­ta­rios que habían ter­mi­na­do el cur­so pre­pa­ra­to­rio en la Sie­rra Maes­tra. El acto se ini­ció con him­nos can­ta­dos por el coro del Ejér­ci­to Rebel­de y poe­mas reci­ta­dos por Nico­lás Gui­llén. Sim­bó­li­ca­men­te, cua­tro maes­tros volun­ta­rios selec­cio­na­dos de los cam­pamentos Rubén Bra­vo, Alfre­do López, Pe­pito Tey y Rena­to Gui­tart, reci­bie­ron sus di­plomas de manos de Fidel y de Arman­do Hart —enton­ces minis­tro de Edu­ca­ción — , en re­presentación de los 1 100 maes­tros que aca­ba­ban de gra­duar­se. Todos esta­ban expec­tan­tes en espe­ra de la lle­ga­da del Coman­dan­te en Jefe y su dis­cur­so.

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Como resul­ta­do de aquel lla­ma­mien­to que se hizo un día para resol­ver un pro­ble­ma que pare­cía difí­cil, lle­var los maes­tros a las mon­ta­ñas, es esta la segun­da vez que se gra­dúa una legión de maestros.

Sur­gió de la nece­si­dad esta solu­ción; no había maes­tros para las mon­ta­ñas, y no era fácil resol­ver el pro­ble­ma. La vida de las mon­ta­ñas es dura, no es fácil adap­tar­se a la vida de las mon­ta­ñas, para quie­nes no han vivi­do nun­ca en las montañas.

La cla­ve del pro­ble­ma es esta: para las mon­ta­ñas no había maes­tros, o había maes­tros que no esta­ban adap­ta­dos a las mon­ta­ñas. Ocu­rría muchas veces que se desig­na­ban maes­tros para las mon­ta­ñas, y lle­ga­ban los miér­co­les y se mar­cha­ban los vier­nes. Esa era una reali­dad que no debe ocul­tar­se: la repú­bli­ca no pre­pa­ró maes­tros para ense­ñar en el cam­po; los maes­tros eran esco­gi­dos, fun­da­men­tal­men­te, en las ciu­da­des, cuan­do un ver­da­de­ro pro­gra­ma de for­ma­ción de maes­tros debió pro­cu­rar esco­ger tam­bién maes­tros en los campos.

Nues­tras escue­las de for­ma­ción de maes­tros esta­ban en las ciu­da­des, podían estu­diar jóve­nes pro­ce­den­tes de las ciu­da­des y, sin embar­go, una par­te gran­de, casi el 50% de nues­tra pobla­ción, es cam­pe­si­na. Las con­se­cuen­cias eran lógi­cas: en la ciu­dad se podía apren­der a leer y a escri­bir; en la ciu­dad, por lo gene­ral, no fal­ta­ba una escue­la o un maes­tro. Más toda­vía: en la ciu­dad de La Haba­na, por ejem­plo, sobra­ban maes­tros. Y des­pués de la rees­truc­tu­ra­ción que se hizo en el Minis­te­rio de Edu­ca­ción, se demos­tró que había en la capi­tal 1 000 maes­tros más de los que se nece­si­ta­ban y, en cam­bio, en los cam­pos fal­ta­ban 10 000 maes­tros. Era un esta­do ver­da­de­ra­men­te irre­gu­lar; la repú­bli­ca no podía des­en­ten­der­se de nin­gu­na for­ma, es decir, la Revo­lu­ción no podía des­en­ten­der­se de esa gra­ve irre­gu­la­ri­dad, la Revo­lu­ción no podía dejar en el olvi­do a esos niños —más de medio millón— que no tenían maestros.

Pero el cam­po no es sola­men­te la región lla­na del país. Es más fácil lle­gar al llano que a las mon­ta­ñas; las comu­ni­ca­cio­nes en las mon­ta­ñas son más difí­ci­les. Pue­de hacer­se un camino en las mon­ta­ñas que, sin embar­go, no les es de uti­li­dad para veci­nos que están a dos kiló­me­tros del camino, por­que entre ellos y el camino se inter­po­nen ele­va­das mon­ta­ñas; y mien­tras en el llano un camino pue­de bene­fi­ciar a todas las fami­lias que viven has­ta 10 y 12 kiló­me­tros de la vía, en las mon­ta­ñas es muy dis­tin­to y, ade­más, la vida en las mon­ta­ñas es dura.

La repú­bli­ca no tenía maes­tros para las mon­ta­ñas; los maes­tros de nues­tro país no reci­bie­ron una edu­ca­ción apta para ense­ñar en las mon­ta­ñas. Noso­tros no que­re­mos hablar en detri­men­to de los maes­tros. Hay maes­tros muy bue­nos, aun­que haya maes­tros muy medio­cres, tam­bién; hay inclu­so maes­tros con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios, y eso es ver­da­de­ra­men­te triste.

¿Por qué hay algu­nos maes­tros con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios? Pri­me­ro: por­que había per­so­nas de posi­ción aco­mo­da­da que esco­gían para sus hijas la pro­fe­sión de maes­tras. Segun­do: por­que había 10 000 maes­tros sin empleo en nues­tro país, y adqui­rir un aula se había con­ver­ti­do en una tarea muy difí­cil; adqui­rir un aula era algo que muchas veces solo podía lograr­se median­te influen­cias polí­ti­cas, median­te ami­gos en el minis­te­rio o en el gobierno. De esa for­ma, muchas veces el maes­tro tenía que pros­ti­tuir­se antes de empe­zar a ser maes­tro. Ter­ce­ro: por­que en el ambien­te asfi­xian­te y moral­men­te corrom­pi­do en que vivía nues­tro país, era difí­cil que flo­re­cie­ran las vir­tu­des del maes­tro. Cuar­to: por­que a los maes­tros no se les hacía pasar por ver­da­de­ras prue­bas de voca­ción y de amor a la enseñanza.

Noso­tros no pode­mos por eso con­cep­tuar mal a la gran masa de maes­tros de nues­tro país; más bien, enten­de­mos que debe­mos tra­ba­jar muy duro entre la gran masa de maes­tros del país, ya que noso­tros cree­mos que como obre­ros inte­lec­tua­les que son los maes­tros, como sec­tor, al fin y al cabo, modes­to de nues­tro país, que son los maes­tros, aun­que por excep­ción haya tam­bién maes­tros pro­ce­den­tes de fami­lias aco­mo­da­das, por­que la Revo­lu­ción ha ayu­da­do al maes­tro, por­que la Revo­lu­ción ha emplea­do a 10 000 maes­tros; aun­que haya redu­ci­do el núme­ro de ins­pec­to­res, aun­que haya pues­to fin a todas las pre­ben­das en el Minis­te­rio de Edu­ca­ción, aun­que haya hecho tra­ba­jar al maes­tro, la Revo­lu­ción resol­vió, para siem­pre, el terri­ble dile­ma del maes­tro, y lo libe­ró de la amar­ga nece­si­dad de tener que men­di­gar un aula, de la terri­ble nece­si­dad de tener que pros­ti­tuir­se para ser maes­tro; la Revo­lu­ción ha ele­va­do las con­di­cio­nes mora­les de la ense­ñan­za y ha ele­va­do tam­bién las con­di­cio­nes mate­ria­les de los maes­tros; y la Revo­lu­ción, sobre todo, ha pro­me­ti­do a todos esos maes­tros que les rein­te­gra­rá con cre­ces el sacri­fi­cio que hacen hoy, cuan­do en las nue­vas aulas crea­das por la Revo­lu­ción acep­ta­ron reci­bir un módi­co suel­do, que pau­la­ti­na­men­te irá aumen­tan­do todos los años, has­ta lle­gar, en sie­te años, a la can­ti­dad de 200 pesos mensuales.

La Revo­lu­ción ha hecho por el maes­tro lo que no se había hecho en 58 años de repú­bli­ca. Y los maes­tros res­pon­die­ron, por­que aquí, en este mis­mo tea­tro de la CTC, la masa de maes­tros, esa masa sobre la que la Revo­lu­ción debe tra­ba­jar, por­que es una masa bue­na, acep­tó uná­ni­me­men­te y con entu­sias­mo aquel sacri­fi­cio en bien de la edu­ca­ción, por­que en aque­llos momen­tos se con­ta­ba con recur­sos para crear 5 000 aulas y, sin embar­go, hacían fal­ta 10 000. Y los maes­tros acep­ta­ron crear las 10 000 aulas con el mis­mo pre­su­pues­to que había para 5 000.

Pero ya el maes­tro no tie­ne que bus­car influen­cias polí­ti­cas; ya el maes­tro no nece­si­ta padrino; ya no hay dis­cri­mi­na­ción ni pri­vi­le­gios en el tra­ba­jo del maes­tro. Y la Revo­lu­ción no solo dio empleo a aque­llos 10 000 maes­tros, sino que la Revo­lu­ción, a la vez que resol­vía este pro­ble­ma, un pro­ble­ma que se agra­va­ba de año en año, por­que de año en año eran más maes­tros sin empleo, de año en año aumen­ta­ba el núme­ro de los que se gra­dua­ban y no tenían tra­ba­jo, a la vez que resol­vió ese pro­ble­ma, ha crea­do 2 500 maes­tros más para ense­ñar en las mon­ta­ñas, es decir, ha crea­do, ha pre­pa­ra­do 2 500 maes­tros más.

Pero no debe­mos limi­tar­nos a esto. Hay que hacer un tra­ba­jo revo­lu­cio­na­rio entre los maes­tros, hay que ele­var el nivel revo­lu­cio­na­rio entre los maes­tros, hay que capa­ci­tar a los maes­tros. Y vamos a comen­zar por los ins­pec­to­res, ini­cian­do un cur­so de pre­pa­ra­ción de ins­pec­to­res de seis meses, a fin de pre­pa­rar una legión de ins­pec­to­res que sean capa­ces de fis­ca­li­zar cier­ta­men­te el tra­ba­jo de los maes­tros en las ciu­da­des y en los campos.

Ver­da­de­ras prue­bas de vocación

Vamos a ini­ciar cur­sos de capa­ci­ta­ción de los maes­tros, pero, ade­más, vamos a intro­du­cir méto­dos ver­da­de­ra­men­te nue­vos y revo­lu­cio­na­rios en la for­ma­ción de los maes­tros. Y para eso, nos han ser­vi­do mucho los cur­sos orga­ni­za­dos en la Sie­rra Maes­tra. Vamos a dar­les una opor­tu­ni­dad a todos los jóve­nes que actual­men­te están estu­dian­do en las escue­las de maes­tros, es decir, que todos los que has­ta este momen­to han ingre­sa­do en las escue­las de maes­tros ten­drán su opor­tu­ni­dad, por­que son dere­chos adquiridos.

Pero la Revo­lu­ción tie­ne un deber, a veces difí­cil, o, mejor dicho, duro de cum­plir. La Revo­lu­ción tie­ne el deber de bus­car solu­cio­nes ver­da­de­ras a los pro­ble­mas; la Revo­lu­ción tie­ne el deber de liqui­dar todo lo que el pasa­do nos dejó de tor­ci­do o de insu­fi­cien­te. Aun­que cum­plir el deber muchas veces lesio­na intere­ses; aun­que cum­plir el deber muchas veces a noso­tros, los que lo cum­pli­mos hon­ra­da­men­te, nos gran­jee enemi­gos y anti­pa­tías. Mas, si noso­tros no apro­ve­cha­mos este minu­to de la patria para edi­fi­car sobre bases ver­da­de­ra­men­te nue­vas, si noso­tros no apro­ve­cha­mos este minu­to de la patria para hacer un país ente­ra­men­te nue­vo, las gene­ra­cio­nes veni­de­ras nos repro­cha­rán has­ta el menor áto­mo de opor­tu­ni­dad que per­da­mos hoy, ¡las gene­ra­cio­nes veni­de­ras nos repro­cha­rían maña­na como una cobar­día lo que por temor a lesio­nar intere­ses dejá­ra­mos de hacer hoy!

Algu­nas de nues­tras medi­das revo­lu­cio­na­rias no gus­tan; algu­nos de los pro­yec­tos de la Revo­lu­ción no gus­tan. No gus­tan a deter­mi­na­dos sec­to­res o no gus­tan a deter­mi­na­dos intere­ses. Más aún: los escép­ti­cos a veces han vis­to como cosa impo­si­ble de rea­li­zar muchos de los empe­ños de la Revo­lu­ción que hoy son reali­da­des pal­pa­bles e indis­cu­ti­bles. Las cosas difí­ci­les de la Revo­lu­ción han pare­ci­do impo­si­bles para los escép­ti­cos, y, sin embar­go, los hechos han demos­tra­do que nada es difí­cil; los hechos han demos­tra­do que todo es posible.

Así, por ejem­plo, cuan­do hablá­ba­mos un día de orga­ni­zar las Bri­ga­das Juve­ni­les de Tra­ba­jo Revo­lu­cio­na­rio y ponía­mos como prue­ba el esca­la­mien­to del Tur­quino cin­co veces, y la per­ma­nen­cia en la Sie­rra Maes­tra duran­te tres meses, a algu­nos pare­cía aque­llo impo­si­ble, pare­cía dema­sia­do dura esa empre­sa para jóve­nes de 13, 14 y 15 años. No han pasa­do siquie­ra seis meses, y ya hay jóve­nes de esos que hace menos de seis meses vaga­ban sin tra­ba­jo por las calles, o lim­pia­ban zapa­tos, o ven­dían perió­di­cos, y que hoy están estu­dian­do en las escue­las tec­no­ló­gi­cas, o en las escue­las de avia­ción, o en las escue­las de mari­na, o en escue­las que los capa­ci­ten para ser­vir el día de maña­na en la carre­ra diplo­má­ti­ca y en otros muchos campos…

La orga­ni­za­ción de un ejér­ci­to de obre­ros y cam­pe­si­nos pare­cía tam­bién muy difí­cil; pare­cía tarea increí­ble­men­te difí­cil a un pue­blo al que sus detrac­to­res se habían com­pla­ci­do en seña­lar como pue­blo anár­qui­co e indis­ci­pli­na­do, sin sen­ti­do del orden y sin sen­ti­do del esfuer­zo tenaz y cons­tan­te. Sin embar­go, las sema­nas recien­tes han demos­tra­do que la for­ma­ción de ese for­mi­da­ble ejér­ci­to se logró solo en el cur­so de algu­nos meses, y se evi­den­ció de mane­ra irre­ba­ti­ble que nues­tro pue­blo no solo tenía vir­tu­des para la vida cívi­ca, no solo tenía vir­tu­des para tareas fáci­les, sino que nues­tro pue­blo tenía tam­bién gran­des vir­tu­des para la lucha en defen­sa de su patria y que tenía las vir­tu­des nece­sa­rias, capa­ces de cons­ti­tuir una fuer­za que por sí solo ins­pi­ra­se temor y res­pe­to a los que se pro­po­nían atacarla.

Pare­cía difí­cil hacer maes­tros. Se hizo el lla­ma­mien­to, y acu­die­ron a ofre­cer­se cer­ca de 5 000 jóve­nes; se hizo el lla­ma­mien­to, y, al cabo de seis meses ape­nas, la repú­bli­ca cuen­ta con 2 500 nue­vos maes­tros, que sí fue­ron pre­pa­ra­dos en el espí­ri­tu de las mon­ta­ñas, que sí se fami­lia­ri­za­ron con las mon­ta­ñas, y que sí se pro­pu­sie­ron des­de el pri­mer momen­to ir a ense­ñar en los más apar­ta­dos rin­co­nes del país.

Y no solo la Revo­lu­ción pre­pa­ró 2 500 maes­tros, sino que esos maes­tros han dado un resul­ta­do for­mi­da­ble. Esos maes­tros se han gana­do la sim­pa­tía y el res­pe­to de todos los sec­to­res del país; y de esos maes­tros y de su tarea en las mon­ta­ñas hemos escu­cha­do los mejo­res elo­gios. Y no solo como maes­tros, como maes­tros de los cam­pe­si­nos, sino tam­bién como maes­tros de los sol­da­dos del Ejér­ci­to Rebel­de, y como maes­tros de las Bri­ga­das Juve­ni­les de Tra­ba­jo Revolucionario.

Había­mos esco­gi­do 50 maes­tros volun­ta­rios, con nivel de estu­dio uni­ver­si­ta­rio, a fin de ingre­sar­los en el Ins­ti­tu­to de Polí­ti­ca Exte­rior y Comer­cio Inter­na­cio­nal. Mas un día fue nece­sa­rio nacio­na­li­zar las empre­sas, fue nece­sa­rio encon­trar admi­nis­tra­do­res. Lla­ma­mos a esos 50 maes­tros y lla­ma­mos a cer­ca de 100 maes­tros más, con el fin de desig­nar­los admi­nis­tra­do­res de empre­sas. Y esos maes­tros par­tie­ron hacia sus res­pec­ti­vos des­ti­nos; sabían que no iban a con­ver­tir­se en admi­nis­tra­do­res de empre­sas; se les dijo que ellos eran maes­tros, que iban a rea­li­zar aquel tra­ba­jo pro­vi­sio­nal mien­tras se pre­pa­ra­ban espe­cial­men­te los admi­nis­tra­do­res; y se les dijo, ade­más, que ellos no gana­rían suel­dos altos, sino que gana­rían lo mis­mo que esta­ban ganan­do los maes­tros en las mon­ta­ñas. Y así, ¡más de 100 maes­tros se con­vir­tie­ron en admi­nis­tra­do­res de empre­sas y han esta­do desem­pe­ñan­do ese car­go con 100 pesos de suel­do, duran­te muchos meses!

Y algu­nos de ellos resul­ta­ron… más bien que algu­nos, muchos de ellos die­ron una talla extra­or­di­na­ria como admi­nis­tra­do­res. Y los com­pa­ñe­ros que diri­gen la orga­ni­za­ción de las indus­trias desea­ban que esos maes­tros con­ti­nua­sen como admi­nis­tra­do­res; mas, no fue posi­ble com­pla­cer­los, al menos con los 50 com­pa­ñe­ros de nivel uni­ver­si­ta­rio, que si habían sido com­pe­ten­tes para diri­gir empre­sas debía­mos con­ti­nuar tra­ba­jan­do con ellos, a fin de capa­ci­tar­los para que pudie­ran desem­pe­ñar otras tareas más úti­les e indis­pen­sa­bles toda­vía a nues­tra Revo­lu­ción y a nues­tro país.

Lue­go, lo que pare­cía difí­cil fue posi­ble, y podría aña­dir­se que fue fácil; por­que, en medio de una revo­lu­ción, las cosas al pare­cer más difí­ci­les resul­tan fáciles.

Por eso, la opor­tu­ni­dad de una revo­lu­ción no debe per­der­se; por eso, la Revo­lu­ción debe edi­fi­car cuan­to sea nece­sa­rio sobre bases nue­vas; la Revo­lu­ción debe trans­for­mar todo lo que sea posi­ble trans­for­mar, y así la Revo­lu­ción va a trans­for­mar el méto­do de pre­pa­ra­ción de maes­tros. Y a par­tir de aho­ra, no ingre­sa­rán nue­vos alum­nos en las escue­las de maes­tros de las ciu­da­des. Los alum­nos que están, ter­mi­na­rán sus estu­dios; pero los pri­me­ros cur­sos, es decir los alum­nos que se ini­cien, no ven­drán a estu­diar en las ciu­da­des. La Revo­lu­ción se pro­po­ne some­ter a prue­bas a los que deseen ser maes­tros. El país remu­ne­ra­rá gene­ro­sa­men­te a los maes­tros, pero ser maes­tro reque­ri­rá ver­da­de­ra voca­ción, ser maes­tro reque­ri­rá ver­da­de­ras prue­bas de amor a la ense­ñan­za. Y los maes­tros no se pre­pa­ra­rán en las ciu­da­des; podrán ser maes­tros del cam­po, o podrán pro­ce­der de las ciu­da­des, pero las escue­las de maes­tros, todas, esta­rán en las montañas

Lo que pare­cía difí­cil fue posible

Se crea­rán tres gran­des escue­las de maes­tros: una en la Sie­rra Maes­tra, otra en las mon­ta­ñas en el noroes­te de Orien­te, y otra en las mon­ta­ñas del cen­tro de la isla. Se edi­fi­ca­rán ver­da­de­ros cen­tros, en lo más alto de las mon­ta­ñas, en medio de los cam­pe­si­nos, y todos los estu­dian­tes que deseen ser maes­tros reci­bi­rán becas para estudiar.

El acce­so, pues, a la carre­ra del magis­te­rio esta­rá al alcan­ce de todos los que ten­gan voca­ción, cuen­ten o no con recur­sos eco­nó­mi­cos. Dema­sia­do mise­ra­ble era el sis­te­ma en que para adqui­rir una pro­fe­sión era nece­sa­rio tener dine­ro; dema­sia­do mise­ra­ble era el sis­te­ma que impe­día a las inte­li­gen­cias ser úti­les a la patria si no con­ta­ban con recur­sos nece­sa­rios: ¡Es deber del pue­blo, es deber de la Revo­lu­ción, es deber de la patria, abrir­le paso a la inte­li­gen­cia, abrir­le opor­tu­ni­dad a la inte­li­gen­cia, abrir­le paso a la voca­ción, abrir­le paso a la vir­tud y al mérito!

Noso­tros sabe­mos que esta no es una tarea fácil; más aún: noso­tros sabe­mos que nos gana­re­mos la ene­mis­tad de unos cuan­tos pro­fe­so­res de las escue­las de maes­tros; noso­tros sabe­mos —y lo deci­mos sin des­pre­cio ni des­dén, pero con toda hon­ra­dez— que no será fácil encon­trar a los pro­fe­so­res de las escue­las de maes­tros de las mon­ta­ñas. De todas for­mas, algún tra­ba­jo les bus­ca­re­mos a esos pro­fe­so­res, no los vamos a obli­gar a ir a las mon­ta­ñas; pero noso­tros espe­ra­mos que una par­te del pro­fe­so­ra­do, noso­tros espe­ra­mos que de las filas de los peda­go­gos, sur­jan los maes­tros que nece­si­ta­mos para ense­ñar en las mon­ta­ñas; ¡sur­jan los for­ja­do­res de esas escue­las! Noso­tros sabe­mos que apa­re­ce­rán pro­fe­so­res deseo­sos de ser los fun­da­do­res de ese nue­vo méto­do de ense­ñan­za que nues­tro país tie­ne el pri­vi­le­gio de implan­tar como una ver­da­de­ra innovación.

Y así, el estu­dian­te que empie­ce por estu­diar en las mon­ta­ñas, es decir, empie­ce por lo más difí­cil, el estu­dian­te que empie­ce por ense­ñar en las mon­ta­ñas, y que una par­te del tiem­po de su apren­di­za­je lo dedi­que tam­bién a la prác­ti­ca de ense­ñar, ese maes­tro que empie­ce por lo más difí­cil, será un maes­tro hecho a la medi­da de las nece­si­da­des de nues­tro país, un maes­tro que irá a ense­ñar gus­to­sa­men­te a los rin­co­nes más apar­ta­dos, un maes­tro que en la medi­da que vaya desem­pe­ñan­do su pro­fe­sión ten­drá por delan­te todas las opor­tu­ni­da­des nece­sa­rias, y que cuan­do ven­ga a ense­ñar en el llano sea un maes­tro vete­rano de las mon­ta­ñas, y cuan­do ven­ga a ense­ñar en la ciu­dad con todas las como­di­da­des, ¡sea un maes­tro vete­rano de la ense­ñan­za en el campo!

Noso­tros apro­ve­cha­mos esta oca­sión de hoy para expre­sar este pro­pó­si­to del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio. Y esta­mos segu­ros de que el pue­blo nos dará la razón; esta­mos segu­ros de que las madres y los padres nos darán la razón; esta­mos segu­ros de que ese 50% de fami­lias que viven en el cam­po nos darán la razón, y que el otro 50% de fami­lias que viven en las ciu­da­des y que desean para sus hijos el más vehe­men­te esfuer­zo, que desean para sus hijos las mejo­res escue­las, por­que noso­tros diji­mos que algún día la pobre­ci­ta escue­la públi­ca, que algún día la rele­ga­da escue­la públi­ca, que algún día la menos­pre­cia­da escue­la públi­ca sería incom­pa­ra­ble­men­te supe­rior a las mejo­res escue­las pri­va­das. Lo cual que­ría decir que las escue­las de los hijos de los cam­pe­si­nos y de los obre­ros, que las escue­las de los hijos de las fami­lias humil­des, lle­ga­rían a ser incom­pa­ra­ble­men­te supe­rio­res a las escue­las de las fami­lias de mejor situa­ción eco­nó­mi­ca y de las fami­lias acomodadas.

Inclu­so, era tan mala la ense­ñan­za y tan abso­lu­ta la caren­cia de medios de edu­ca­ción en algu­nas escue­las que había casos de obre­ros y emplea­dos que se veían en la nece­si­dad de enviar a sus hijos a escue­las pri­va­das. En el futu­ro no será así, en el futu­ro noso­tros con­ta­re­mos con mag­ní­fi­cas escue­las, en el futu­ro el cuer­po de maes­tros será todo lo pre­pa­ra­do para la tarea que ha de desem­pe­ñar como las cir­cuns­tan­cias lo van a exi­gir, en el futu­ro el cuer­po de maes­tros será mejor: de los maes­tros futu­ros y de los maes­tros pre­sen­tes, los de maña­na estu­dian­do en con­di­cio­nes dis­tin­tas, los de hoy capa­ci­tán­do­se, superán­do­se y pre­pa­rán­do­se, para lo cual el Gobierno Revo­lu­cio­na­rio les brin­da­rá todas las facilidades.

Y el pue­blo esta­rá de acuer­do con este pro­pó­si­to del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio. Nin­gún ciu­da­dano hon­ra­do y cons­cien­te deja­rá de estar de acuer­do, aun­que algu­nos cien­tos de per­so­nas están en des­acuer­do, aun­que el núme­ro de los que se pon­gan con­tra la Revo­lu­ción pue­da aumen­tar algo, pero son las cosas inevi­ta­bles de las revo­lu­cio­nes. Es decir que las medi­das rec­ti­fi­ca­do­ras, las medi­das jus­tas, las medi­das que inno­van y mora­li­zan la vida de un país, cho­can con­tra los intere­ses crea­dos, cho­can con­tra los medio­cres, cho­can con los adap­ta­dos a la féti­da situa­ción en que vivía nues­tra república.

Y así cada obra de la Revo­lu­ción muchas veces con­ci­ta ene­mis­ta­des, pero tam­bién es muy cier­to que cada obra de la Revo­lu­ción, cada obra jus­ta, pro­fun­di­za el amor del pue­blo hacia su Revo­lu­ción ; pro­fun­di­za el fer­vor de los hom­bres y muje­res hones­tos de nues­tro país, y afian­za más la Revolución.

La Revo­lu­ción no es una tarea de los peo­res, la Revo­lu­ción es una tarea de los mejo­res, la Revo­lu­ción es una ver­da­de­ra lucha entre los mejo­res y los peo­res; con la Revo­lu­ción esta­rán siem­pre los mejo­res, y con la con­tra­rre­vo­lu­ción esta­rán siem­pre los peores.

Y no solo se ha esta­do pre­pa­ran­do maes­tros; han pro­li­fe­ra­do las escue­las de todo tipo. Y no solo se ha esta­do pre­pa­ran­do arti­lle­ros y ofi­cia­les revo­lu­cio­na­rios; una serie de cur­sos se han ini­cia­do en todo el país: cur­sos de admi­nis­tra­do­res de empre­sas, cur­sos de nume­ro­sos tipos de téc­ni­cos, cur­sos para las bri­ga­das juve­ni­les, cur­sos para direc­to­res de círcu­los infan­ti­les. Y, en con­jun­to, en las nue­vas escue­las se inclu­yen téc­ni­cos en agri­cul­tu­ra, téc­ni­cos en edu­ca­ción físi­ca, téc­ni­cos en con­ta­bi­li­dad, téc­ni­cos en inse­mi­na­ción, maes­tras de cor­te y cos­tu­ra para el cam­po; y sin con­tar los beca­dos para las escue­las uni­ver­si­ta­rias, el núme­ro de los que estu­dian en esos cur­sos y de los que van a estu­diar, den­tro de un mes pasa­rán de 12 000. No inclui­mos, por supues­to, los que estu­dian en las escue­las militares.

Se va a ini­ciar un cur­so, muy bre­ve­men­te, para capa­ci­tar, por ejem­plo, maes­tros y maes­tras de arte dra­má­ti­co; esta­rían mejor de ins­truc­to­res de arte dra­má­ti­co, ins­truc­to­res de can­to, ins­truc­to­res de músi­ca, en gene­ral, de dan­za, ins­truc­to­res de idio­mas, ins­truc­to­res de edu­ca­ción físi­ca, direc­to­res de las gran­jas infan­ti­les y, en fin, la capa­ci­ta­ción de todo el per­so­nal que nece­si­ta­mos para lle­var a cada uno de esos cen­tros esco­la­res de las gran­jas del pue­blo, don­de­quie­ra que la Revo­lu­ción ha eri­gi­do un pue­blo nue­vo con un mag­ní­fi­co cen­tro esco­lar, para que en los cam­pos, en cada cen­tro esco­lar don­de estu­dian 200 y 300 niños, hayan ins­truc­to­res de edu­ca­ción físi­ca, ins­truc­to­res agrí­co­las que lle­ven a los niños a las gran­jas infan­ti­les a apren­der a cul­ti­var y a pro­du­cir; mas no solo ins­truc­to­res de edu­ca­ción físi­ca y de cul­ti­vo, sino tam­bién ins­truc­to­res de músi­ca, ins­truc­to­res de dan­za, ins­truc­to­res de arte dra­má­ti­co, e ins­truc­to­res de idiomas.

¡Esta es la Revo­lu­ción que se está hacien­do en nues­tro país!

¿Tuvo algu­na vez nues­tra juven­tud opor­tu­ni­da­des mayo­res?, ¿se abrie­ron algu­na vez de par en par las puer­tas a nues­tra juven­tud, para dedi­car­se de tal mane­ra a un tra­ba­jo útil a su patria, a ellos mis­mos, a sus fami­lia­res?; ¿se abrie­ron algu­na vez tan de par en par las puer­tas al tra­ba­jo deco­ro­so, al tra­ba­jo hones­to, al tra­ba­jo que pue­de satis­fa­cer —por la satis­fac­ción moral que entra­ña— a los espí­ri­tus más inquie­tos?; ¿se abrie­ron de par en par las becas de las uni­ver­si­da­des para las fami­lias humil­des?, ¿se abrie­ron de par en par tan­tas y tan­tas escue­las que ape­nas alcan­zan los jóve­nes para ingre­sar en ellas…?

Solo la Revo­lu­ción pudo traer a nues­tro país las con­di­cio­nes median­te las cua­les los pri­vi­le­gios des­apa­re­cie­ran, las opor­tu­ni­da­des se pre­sen­ta­ran con abso­lu­ta igual­dad para todos aque­llos que lle­ven den­tro una inquie­tud, para todos aque­llos que lle­ven den­tro un pro­pó­si­to moral, para todos aque­llos que lle­ven den­tro el deseo de vivir sien­do úti­les y sien­do dignos.

Solo la Revo­lu­ción ha hecho posi­ble que muy pron­to comien­cen a fal­tar los bra­zos para las gran­des tareas que tene­mos delan­te; solo la Revo­lu­ción ha hecho posi­ble la opor­tu­ni­dad de que nues­tro país deje de vivir con mie­do, deje de vivir con temor al ham­bre, deje de vivir con temor al des­em­pleo; solo la Revo­lu­ción ha hecho posi­ble que la juven­tud encuen­tre sus cami­nos, ha hecho posi­ble cir­cuns­tan­cias como estas en que hemos vis­to aquí con­traer matri­mo­nio a jóve­nes que, gra­cias a su esfuer­zo, pue­den con­tar ya con el tra­ba­jo digno para poder sos­te­ner sus hoga­res, para poder aten­der a sus hijos.

Solo la Revo­lu­ción ha hecho posi­ble esta vida nue­va, esta extra­or­di­na­ria opor­tu­ni­dad que solo la pue­den per­der los medio­cres, que solo la pue­den per­der aque­llos espí­ri­tus rui­nes cuyos ojos sean inca­pa­ces de abrir­se a estas her­mo­sas reali­da­des, los gusa­nos acos­tum­bra­dos a vivir en la podre­dum­bre, los que se adap­ta­ron al ambien­te féti­do, corrom­pi­do e inmo­ral de ayer, al ambien­te de pri­vi­le­gios, al ambien­te de injus­ti­cias, al ambien­te de favo­res, al ambien­te aquel en que se obli­ga­ba al ciu­da­dano a tre­par en vez de andar, a arras­trar­se humi­llan­te­men­te, en vez de poder mar­char de pie y con la fren­te en alto, a vivir de rodi­llas mise­ra­ble­men­te, y no pue­den acos­tum­brar­se a erguir­se para afron­tar la exis­ten­cia con dig­ni­dad, para dar­le un sen­ti­do a la vida, para cum­plir el deber de ser úti­les a los demás y con lo cual somos úti­les a noso­tros mis­mos, a vivir del tra­ba­jo y no del para­si­tis­mo, a vivir crean­do y dan­do, en vez de vivir des­tru­yen­do y mendigando.

La Revo­lu­ción ha hecho posi­ble esa opor­tu­ni­dad para todo el pue­blo, pero, sobre todo, para la juven­tud, de tal for­ma que hemos escu­cha­do de labios de com­pa­ñe­ros nues­tros la expre­sión de un sen­ti­mien­to de nos­tal­gia por no ser aho­ra jóve­nes, por no poder dis­fru­tar hoy de esas mag­ní­fi­cas opor­tu­ni­da­des, que no tenían ayer cuan­do eran estu­dian­tes de fami­lias pobres y que con gran­dí­si­mos tra­ba­jos pudie­ron hacer su carre­ra, y año­ran el no haber teni­do en aque­llos tiem­pos estas opor­tu­ni­da­des de hoy.

Lo hemos escu­cha­do más de una vez. Y no les fal­ta razón, por­que, ¡quién sabe cuán­tas inte­li­gen­cias se per­die­ron!, ¡quién sabe cuán­tos genios se des­per­di­cia­ron por fal­ta de opor­tu­ni­dad!, ¡quién sabe cuán­tos talen­tos bri­llan­tes pasa­ron sin dar luz, pasa­ron sin ser úti­les, pasa­ron sin traer al mun­do todo lo que inte­li­gen­cias fecun­das pue­den dar para el bien de sus seme­jan­tes!, ¡quién sabe cuán­tas inte­li­gen­cias se per­die­ron y que maña­na no se per­de­rán!, ¡quién sabe cuán­tas luces deja­ron de alum­brar!, ¡quién sabe cuán­ta lla­ma dejó de pren­der­se, y que, sin embar­go, maña­na arde­rán con toda la luz de que son capa­ces, en las nue­vas inte­li­gen­cias que tuvie­ron la for­tu­na de sur­gir toda­vía sufi­cien­te­men­te jóve­nes como para apro­ve­char estas opor­tu­ni­da­des extraordinarias!

Como uste­des, que hoy se han con­ver­ti­do en maes­tros; como los maes­tros, que se con­vir­tie­ron en admi­nis­tra­do­res; como los maes­tros, que se con­vir­tie­ron o se con­ver­ti­rán en emba­ja­do­res; como los maes­tros, que se con­ver­ti­rán en hom­bres pro­mi­nen­tes de su pue­blo, tan­to como su méri­to y su talen­to lo per­mi­tan. Opor­tu­ni­da­des impo­si­bles ayer, opor­tu­ni­da­des antes solo para unos pocos pri­vi­le­gia­dos, opor­tu­ni­da­des hoy para todo el pueblo.

¡Esta es la Revo­lu­ción que se está hacien­do en nues­tro país!, ¡esta es la Revo­lu­ción a la que uste­des se han incor­po­ra­do!, ¡esta es la Revo­lu­ción por la cual uste­des van a luchar, don­de­quie­ra que se encuen­tren!, ¡esta es la Revo­lu­ción que uste­des van a hacer y van a ense­ñar!, ¡esta es la Revo­lu­ción por la cual el pue­blo se yer­gue!, ¡esta es la Revo­lu­ción que quie­ren des­truir los mise­ra­bles, y que sabrán defen­der has­ta la últi­ma gota de san­gre los valientes!

Hemos teni­do hoy esce­nas her­mo­sas y ale­gres; hemos vivi­do momen­tos de júbi­lo; hemos escu­cha­do can­tar; hemos escu­cha­do reír; hemos escu­cha­do el rumor de la ale­gría y de la son­ri­sa. Pero tam­bién recuer­dos tris­tes han inva­di­do nues­tro áni­mo, y cuan­do veía­mos casar­se a los maes­tros, cuan­do oía­mos ento­nar el himno de los maes­tros, en que decían que “las aulas de los mon­tes nun­ca más se cerra­rán”, recor­dá­ba­mos tam­bién algo de lo cual que­ría hablar hoy. Recor­dá­ba­mos tam­bién algo muy dolo­ro­so y muy tris­te, idea que esbo­za­mos en días recien­tes y que no había­mos comu­ni­ca­do has­ta hoy por­que no que­ría­mos tam­po­co amar­gar a los maes­tros que hace unos días, des­pués de la movi­li­za­ción, se mar­cha­ron a sus casas. Hablá­ba­mos de casos de maes­tros ase­si­na­dos por ban­das de contrarrevolucionarios…

Y le corres­pon­dió ese duro pero heroi­co fin pre­ci­sa­men­te a un maes­tro volun­ta­rio del gru­po ante­rior, un maes­tro joven­ci­to, que ense­ña­ba cer­ca de Sanc­ti Spí­ri­tus a 44 niños cam­pe­si­nos y a un núme­ro igual­men­te con­si­de­ra­ble de adul­tos; un maes­tro de los que, como uste­des, pasó por los cam­pa­men­tos de las mon­ta­ñas; un maes­tro de los que, como uste­des, acu­dió al lla­ma­do de ense­ñar a los niños del cam­po; un maes­tro de los que, como uste­des, pasó los días de llu­via y las noches de frío; un maes­tro de los que, como uste­des, pasó por todas las pri­va­cio­nes de las mon­ta­ñas en el noble afán de ense­ñar; un maes­tro humil­de, un joven de solo 18 años.

Lim­pia­bo­tas pri­me­ro, pana­de­ro des­pués, y que, por la noche, estu­dia­ba; y, en el estu­dio, con­ti­nua­ba su fati­go­sa tarea de todos los días. Un joven de Matan­zas, estu­dian­te de bachi­lle­ra­to ya, gra­cias a su esfuer­zo; que mar­chó a la Sie­rra, estu­dió, se gra­duó, vivió como uste­des momen­tos de júbi­lo, momen­tos de opti­mis­mo. Fue envia­do a la zona mon­ta­ño­sa de Las Villas, a ense­ñar. Abrió su escue­la, edu­có duran­te varios meses, ense­ñó las pri­me­ras letras a nume­ro­sos niños y a adultos…

Era el mes de enero. Para él las cla­ses habían empe­za­do antes del día de reyes. Era el Año de la Edu­ca­ción y, al pare­cer, no que­ría per­der un solo día del año. Mar­chó a su escue­la; no lle­va­ba armas. Los maes­tros volun­ta­rios que están en las escue­las, ense­ñan­do, no lle­van armas; cuan­do alguno de ellos ha soli­ci­ta­do armas, se le ha dicho: “Tú eres un hom­bre solo; solo, difí­cil­men­te te podrías defen­der; mien­tras das cla­ses, mien­tras duer­mes, nadie podría velar por ti; tú eres maes­tro, cuan­do estés en la escue­la, y debes estar sin armas; así nin­gún mal­va­do ten­drá la ten­ta­ción de arre­ba­tar­te el arma; nin­gún mal­va­do ten­drá jus­ti­fi­ca­ción para agredirte.”

Mas, los mal­va­dos no res­pe­ta­ron ni eso siquie­ra; y un gru­po de pan­di­lle­ros con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios, de los que en días recien­tes, ante la espe­ran­za de que el impe­ria­lis­mo man­da­ra sus ejér­ci­tos, y mien­tras los hom­bres en las ciu­da­des toma­ban sus trin­che­ras, y mien­tras el pue­blo se pre­pa­ra­ba para defen­der su patria, se fue­ron ellos a las mon­ta­ñas, en la espe­ran­za de que solo era cues­tión de unos días y que muy pron­to las fuer­zas mer­ce­na­rias inva­so­ras des­trui­rían la Revo­lu­ción y ellos podrían medrar a cos­ta de nues­tra patria, para lo cual al pare­cer se pro­pu­sie­ron hacer méri­tos contrarrevolucionarios.

Y nume­ro­sos ele­men­tos de esos que cons­ti­tu­yen lo peor de la socie­dad: esbi­rros y trai­do­res, lum­pen puro, apro­ve­cha­ron esos días; alen­ta­dos por el impe­ria­lis­mo, alen­ta­dos por los cons­tan­tes envíos de armas —algu­nas de las cua­les lle­ga­ron a sus manos— se dedi­ca­ron a per­pe­trar crí­me­nes de esa natu­ra­le­za, apro­ve­chan­do esa espe­ran­za, espe­ran­za que a estas horas se les habrá des­va­ne­ci­do efec­ti­va­men­te, cuan­do en vez de las fuer­zas yan­kis vean lle­gar las fuer­zas de las mili­cias revo­lu­cio­na­rias, que han par­ti­do para demos­trar una vez más lo absur­da que es la aven­tu­ra de inten­tar alzar­se con­tra la Revo­lu­ción apo­ya­dos en los pri­vi­le­gios y apo­ya­dos en el extran­je­ro, e irán a dar­les la lec­ción que mere­cen, sin que, des­de lue­go, se pue­da con ello repa­rar el cri­men mons­truo­so que come­tie­ron con ese joven que cuan­do se encon­tra­ba en su escue­la lo secues­tra­ron, jun­ta­men­te con un cam­pe­sino y un mili­ciano que había ido a ver a su fami­lia, y sin que las mili­cias pudie­ran lle­gar con sufi­cien­te tiem­po para impe­dir­lo, fue­ron pri­va­dos cruel­men­te de la vida; y apa­re­cie­ron ahor­ca­dos en un bos­que el maes­tro volun­ta­rio de 18 años a que me refie­ro, un mili­ciano cam­pe­sino y un mili­ciano obre­ro… un cam­pe­sino, mejor dicho, y un mili­ciano obrero.

Las fuer­zas de la mili­cia que salie­ron a inter­cep­tar esa ban­da de cri­mi­na­les pron­to die­ron con uno de sus cam­pa­men­tos, y allí ocu­pa­ron el car­né del joven maes­tro, y allí encon­tra­ron un acta, fir­ma­da por los con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios, que noso­tros vamos a leer, ¡y que que­da­rá como cons­tan­cia de uno de los crí­me­nes más mons­truo­sos que se han come­ti­do en nues­tro país!, ¡y como prue­ba irre­fu­ta­ble de lo que per­si­guen los enemi­gos de la patria, de la mane­ra de actuar y de sen­tir de los agen­tes del impe­ria­lis­mo, que con armas yan­kis ase­si­nan a los maes­tros que van a ense­ñar a los campos!

Y dice así el acta ocu­pa­da a los con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios, el acta del secues­tro del maes­tro; dice así el acta sus­cri­ta por ellos:

“En un lugar del Escam­bray, a los cin­co días del mes de enero de 1961, sien­do la 1:30 horas de la tar­de, se pro­ce­de a levan­tar acta rela­cio­na­da con la deten­ción de un indi­vi­duo que según iden­ti­fi­ca­cio­nes halla­das en su poder corres­pon­de a la siguien­te des­crip­ción: Con­ra­do Bení­tez Gar­cía, mes­ti­zo, 18 años, natu­ral de Matan­zas, pro­vin­cia de Matan­zas, naci­do el día 18 de febre­ro de 1942, de pro­fe­sión maes­tro comu­nis­ta; y a quien hubo de ocu­pár­se­le los siguien­tes efec­tos: una bille­te­ra de hule azul, con­te­nien­do la suma de 4.00 pesos en efec­ti­vo, un car­né del cen­tro de capa­ci­ta­ción comu­nis­ta de las Minas del Frío, en la pro­vin­cia de Orien­te; un retra­to del dete­ni­do, un retra­to de una joven dedi­ca­do al dete­ni­do, un papel con una direc­ción: Juan Ineda­rity Ario­sa, Luz Caba­lle­ro 157, Cama­jua­ní; un car­né de la Aso­cia­ción Nacio­nal de Por­tea­do­res de Pasa­jes, a favor del dete­ni­do, para via­jar gra­tis en ómni­bus; un libro de arit­mé­ti­ca, un libro de ejer­ci­cios de len­gua­je, un libro de fisio­lo­gía, gran can­ti­dad de pro­pa­gan­da comu­nis­ta y perió­di­cos guber­nis­tas. El dete­ni­do que­dó pre­so bajo vigi­lan­cia, en espe­ra de la deter­mi­na­ción del tri­bu­nal mili­tar. Y para cons­tan­cia de lo antes expues­to, se fir­ma la pre­sen­te en un lugar del Escam­bray, a los cin­co días del mes de enero de 1961. Fir­ma­do: capi­tán ayu­dan­te Mere­jo Ramí­rez, Ejér­ci­to de Libe­ra­ción Nacio­nal; sol­da­do actuan­te: Jesús Her­nán­dez; sol­da­do actuan­te: Leo­nel Mar­tín Fer­nán­dez.” ¡Y no tuvie­ron ni siquie­ra el pudor de ocul­tar sus nom­bres!, ¡y tuvie­ron la impu­di­cia de con­sig­nar sus nom­bres en seme­jan­te docu­men­to, que fue preám­bu­lo del espan­to­so crimen!

He aquí el car­né de la Aso­cia­ción Nacio­nal de Por­tea­do­res, y el car­né de “maes­tro comu­nis­ta”, el car­né que han reci­bi­do todos los maes­tros del minis­te­rio por su cur­so de capa­ci­ta­ción; la “escue­la de capa­ci­ta­ción comu­nis­ta”, la escue­la de los cam­pa­men­tos por don­de han pasa­do todos uste­des; y el “maes­tro comu­nis­ta”, el joven, entre los miles de jóve­nes que acu­die­ron al lla­ma­do del Gobierno Revo­lu­cio­na­rio, sin que nadie les pre­gun­ta­ra cómo pen­sa­ban, sin que nadie los inves­ti­ga­ra, sin que a nadie se le pusie­ra con­di­ción algu­na, que no fue­ra la de pasar por las prue­bas e ir a ense­ñar a las montañas.

Y este hecho mons­truo­so reve­la toda la entra­ña de la cam­pa­ña de los enemi­gos de la Revo­lu­ción, ¡reve­la inclu­so la entra­ña de esas pas­to­ra­les de los esbi­rros con sota­na que han esta­do predicando!

¡Cul­pa­ble de ese cri­men mons­truo­so no es solo el impe­ria­lis­mo, que envía armas homi­ci­das capa­ces de seme­jan­te bar­ba­ri­dad, cul­pa­bles son tam­bién los filó­so­fos de la reac­ción; cul­pa­bles son los que han esta­do hacien­do una cam­pa­ña ince­san­te con­tra la Revo­lu­ción; cul­pa­bles son los que les han dado esas armas ideo­ló­gi­cas! Y ved qué armas: el arma de acu­sar de comu­nis­tas a todos; es decir, el arma doble­men­te infa­me: el arma ideo­ló­gi­ca en vir­tud de la cual se con­si­de­ran con dere­cho a ase­si­nar a un joven por­que sea comu­nis­ta; cul­pa­ble de la infa­mia de ase­si­nar a un ser humano, sin otra acu­sa­ción que hacer­le; y cul­pa­ble, ade­más, de cali­fi­car tran­qui­la­men­te de comu­nis­ta, y de car­né de maes­tro comu­nis­ta, el car­né que han reci­bi­do todos los maes­tros volun­ta­rios; y escue­la de capa­ci­ta­ción comu­nis­ta, la escue­la don­de estu­dia­ron esos maestros.

Pri­me­ro lle­gan a la con­clu­sión de que hay que ase­si­nar a los comu­nis­tas; ese es el fru­to de las cam­pa­ñas anti­co­mu­nis­tas del impe­ria­lis­mo, de los reac­cio­na­rios, de los enemi­gos de la Revo­lu­ción, de los clé­ri­gos fran­quis­tas y fas­cis­tas; es decir que han con­ver­ti­do en vir­tud del ase­si­na­to, han con­ver­ti­do el cri­men en su con­duc­ta, han inven­ta­do la jus­ti­fi­ca­ción, y en ella se basan para per­pe­trar este bár­ba­ro hecho.

Sir­va de ejem­plo impe­re­ce­de­ro este hecho repug­nan­te. ¿Quién era este joven? Era, sen­ci­lla­men­te, un hom­bre humil­de del pue­blo, lim­pia­bo­tas, pana­de­ro, estu­dian­te de las escue­las noc­tur­nas, por­que de día tra­ba­ja­ba; no era el hijo de un terra­te­nien­te, no era el hijo de un indus­trial, no era el hijo de un gran comer­cian­te; este joven no iba a Mia­mi, este joven no iba a París, este joven no tenía Cadi­llacs; era un hom­bre joven de 18 años que solo cono­cía del sudor hon­ra­do, que solo cono­cía de la pobre­za, que solo cono­cía del sacri­fi­cio; era un joven humil­de, y un joven negro, por lo cual cono­ció tam­bién de la dis­cri­mi­na­ción cruel e injus­ta; era pobre, era negro y era maes­tro. He ahí las tres razo­nes por las cua­les los agen­tes del impe­ria­lis­mo lo ase­si­na­ron; era joven, era negro, era maes­tro; era pobre y era obre­ro. He ahí dos razo­nes más por las cua­les los agen­tes del impe­ria­lis­mo lo asesinaron.

No le encon­tra­ron armas. ¿Qué acu­sa­ción pesa­ba sobre él? Tenía un car­né de “maes­tro comu­nis­ta”, tenía un car­né del “cen­tro de capa­ci­ta­ción comu­nis­ta”, tenía un libro de arit­mé­ti­ca, tenía un libro de ejer­ci­cios de len­gua­je y tenía un libro de fisio­lo­gía. Y por eso los agen­tes del impe­ria­lis­mo lo ase­si­na­ron: por­que lle­va­ba libros para ense­ñar a los cam­pe­si­nos, por­que lle­va­ba libros, por eso, lo asesinaron.

Esa es la con­tra­rre­vo­lu­ción, ese es el impe­ria­lis­mo. Y así todos uste­des esta­rían con­de­na­dos a morir ahor­ca­dos, todos los maes­tros esta­rían con­de­na­dos a morir ahor­ca­dos, todos los que lle­va­sen un car­né de maes­tro y un libro bajo el bra­zo esta­rían con­de­na­dos a morir ahor­ca­dos; o por ser maes­tros, o por ser pobres, o por ser obre­ros, o por ser negros; por cual­quie­ra de esas razo­nes, por­que no son otras las razo­nes por las cua­les ase­si­na­ron ayer, y por las cua­les come­ten ase­si­na­tos más bár­ba­ros toda­vía hoy.

Ese es el impe­ria­lis­mo, esa es la reac­ción, esa es la con­tra­rre­vo­lu­ción: su odio a la cul­tu­ra, su odio al humil­de, su odio al maes­tro, su odio al negro, su odio, en fin, al pobre; su odio a los libros, su odio al méri­to y su odio a la virtud.

El Año de la Educación

Difí­cil es poder arran­car­se de la men­te la ima­gen que nos evo­ca este cri­men. Y nos evo­ca las libre­tas que se que­da­ron abier­tas, las lec­cio­nes incon­clu­sas, las pala­bras y las letras que no ter­mi­nó de ense­ñar este maes­tro; y cuan­do pien­so en un maes­tro ense­ñan­do en los cam­pos a los niños, y lle­ván­do­les su índi­ce por enci­ma de las letras, ense­ñán­do­los a pen­sar y ense­ñán­do­los a ver, y pen­sa­mos en el espec­tácu­lo de aquel maes­tro sus­pen­di­do en una soga; cuan­do pen­sa­mos en una escue­la, cuan­do nos vie­ne a la men­te la idea de una escue­la, y la idea de aquel joven de 18 años, humil­de y maes­tro, arran­ca­do de su escue­la para ser col­ga­do de un árbol, no pode­mos menos que sen­tir la más pro­fun­da indig­na­ción ante un hecho que por lo bár­ba­ro y lo inci­vi­li­za­do, no pue­de menos que impre­sio­nar­nos profundamente.

Ante un hecho que es de por sí la jus­ti­fi­ca­ción ple­na del cas­ti­go que se mere­cen los cri­mi­na­les, y el por­qué la Revo­lu­ción debe ser seve­ra con sus enemi­gos, el por­qué la Revo­lu­ción debe ser y va a ser dura con sus enemigos.

He aquí el fru­to de las cam­pa­ñas con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias, he aquí el fru­to del anti­co­mu­nis­mo, he aquí el fru­to de la filo­so­fía de la con­tra­rre­vo­lu­ción, he aquí el fru­to de las pas­to­ra­les, que solo fal­tó que estos cri­mi­na­les dije­ran que ase­si­na­ban al maes­tro en nom­bre de Dios. Por­que a tales extre­mos lle­ga la des­ver­güen­za y a tales extre­mos lle­ga el cri­men, cuan­do no tie­ne razón; ase­si­nar a quien lle­va­ba un libro de arit­mé­ti­ca, de fisio­lo­gía y de ejer­ci­cios de len­gua­je, he ahí los fru­tos, he ahí la jus­ti­fi­ca­ción para ase­si­nar a todos los maes­tros, he ahí la jus­ti­fi­ca­ción para ase­si­nar a todos los obre­ros, he ahí la jus­ti­fi­ca­ción para ase­si­nar a todos los humil­des, he ahí la jus­ti­fi­ca­ción para ase­si­nar a todos los negros. Y los des­pia­da­dos no se detu­vie­ron siquie­ra en la idea de la juven­tud de ese maes­tro, y con­sig­nan que lle­va­ba 4.00 pesos, el retra­to de la novia y los libros de ense­ñar bajo el brazo.

De esta ban­da de ase­si­nos ya las Mili­cias Nacio­na­les Revo­lu­cio­na­rias han cap­tu­ra­do a más de 20. Y sobre todos ellos, sobre todos ellos, que espe­ra­ban a los inva­so­res extran­je­ros, cae­rá una per­se­cu­ción tan tenaz e impla­ca­ble como nun­ca se la pudie­ron ima­gi­nar, y sobre ellos cae­rá el peso de la fuer­za de la Revo­lu­ción, y sobre ellos cae­rán las uni­da­des de com­ba­tien­tes revo­lu­cio­na­rios, a ense­ñar­les una vez más la lec­ción inol­vi­da­ble que se han lle­va­do y se lle­va­rán los trai­do­res, los esbi­rros y los ver­du­gos, sin que los pue­dan sal­var los mer­ce­na­rios que espe­ra­ban, sin que los pue­da sal­var el impe­ria­lis­mo, sin que los pue­dan sal­var sus amos, sin que los pue­da sal­var abso­lu­ta­men­te nada, ¡por­que han come­ti­do el cri­men que un pue­blo indig­na­do sabrá cas­ti­gar! ¡Y noso­tros sabe­mos que ni uno solo esca­pa­rá, y noso­tros sabe­mos que para tan fero­ces cri­mi­na­les el pue­blo ente­ro pedi­rá un solo castigo!

Era el Año de la Edu­ca­ción, millo­nes de car­ti­llas se impri­mían, millo­nes de lápi­ces se pre­pa­ra­ban, dece­nas de miles de anal­fa­be­tos, era el año de erra­di­car el anal­fa­be­tis­mo, era el año de des­truir el mejor alia­do de la explo­ta­ción, el mejor alia­do del colo­nia­lis­mo, el mejor alia­do del impe­ria­lis­mo, que es la igno­ran­cia, que es la incul­tu­ra; y mien­tras una nue­va legión de maes­tros se dis­po­nía a mar­char a su tra­ba­jo, mien­tras jubi­lo­so cele­bra­ba el pue­blo el ini­cio del año glo­rio­so en que nues­tro país, rea­li­zan­do una proeza sin pre­ce­den­te en la his­to­ria de los pue­blos, se había com­pro­me­ti­do a erra­di­car en el solo pla­zo de un año el anal­fa­be­tis­mo, cuan­do todo el pue­blo se entre­ga­ba con entu­sias­mo a esa tarea, en el Año de la Edu­ca­ción, como para rubri­car con san­gre de már­tir este año glo­rio­so de la patria, los agen­tes del impe­ria­lis­mo ase­si­na­ron a un maes­tro, y con él ase­si­na­ron a un obre­ro, y a un cam­pe­sino, como para decir de una sola vez las entra­ñas cri­mi­na­les que se agi­tan en el seno de los enemi­gos de nues­tro pueblo.

Y ellos ini­cia­ron el año del ase­si­na­to de los maes­tros, ellos ini­cia­ron el Año de la Edu­ca­ción ase­si­nan­do un maes­tro, lan­zan­do un reto sobre la patria cuba­na, como dicien­do: “Uste­des se pro­po­nen ense­ñar a leer y a escri­bir has­ta el últi­mo anal­fa­be­to, y noso­tros nos pro­po­ne­mos ase­si­nar has­ta el ulti­mo maes­tro.” Pero como el des­en­la­ce ha de ser, inevi­ta­ble­men­te, el triun­fo de la razón, el triun­fo de los que quie­ren edu­car, y la des­truc­ción de los que quie­ren ase­si­nar maes­tros; como las fuer­zas del pue­blo, apo­ya­das en su dere­cho y en su razón, son mil veces supe­rio­res a las fuer­zas de los cri­mi­na­les y de los mer­ce­na­rios, ¡ya vere­mos cómo no ase­si­na­rán más maes­tros, y ya vere­mos cómo ense­ña­mos has­ta el últi­mo anal­fa­be­to, y ya vere­mos cómo ani­qui­la­mos has­ta el últi­mo cri­mi­nal contrarrevolucionario!

Duro es tener que con­sig­nar este cri­men en el día de hoy, pero ese maes­tro, que murió cruel­men­te ase­si­na­do, no será como una luz que se apa­gue, será como una lla­ma de patrio­tis­mo que se encien­de. ¡Ese maes­tro des­pués de muer­to segui­rá sien­do maes­tro!; ¡ese joven ase­si­na­do segui­rá sien­do eter­na­men­te joven!; ¡ese hom­bre del pue­blo, humil­de, y negro, de los que han pade­ci­do el ham­bre y la dis­cri­mi­na­ción, y que reac­cio­nó que­rien­do ser maes­tro, reac­cio­nó que­rien­do ense­ñar, ese obre­ro, que tra­ba­ja­ba por el día y estu­dia­ba por la noche, que­da­rá como sím­bo­lo imbo­rra­ble y como ejem­plo de nues­tro pue­blo, como héroe que murió cum­plien­do el deber, como maes­tro que esta­ba allí ense­ñan­do des­de antes del día de reyes, como revo­lu­cio­na­rio que supo cum­plir, que fue con sus libros a ense­ñar sin impor­tar­le el ries­go, ese maes­tro será como un sím­bo­lo, ese maes­tro será como un héroe al que su pue­blo no olvi­da­rá!; ese maes­tro es el már­tir cuya san­gre ser­vi­rá para que noso­tros nos pro­pon­ga­mos, doble­men­te, ganar la bata­lla que hemos empren­di­do con­tra el anal­fa­be­tis­mo; es un már­tir cuya san­gre ser­vi­rá para borrar para siem­pre la igno­ran­cia y la incul­tu­ra en nues­tro pue­blo, el már­tir del Año de la Edu­ca­ción, el már­tir de los maes­tros, el héroe anó­ni­mo del pue­blo, ¡y allí don­de ense­ñó se eri­gi­rá una escue­la!, ¡y allí don­de murió se eri­gi­rá un monu­men­to que será de eterno recuer­do a su memo­ria e índi­ce acu­sa­dor que esta­rá seña­lan­do hacia el impe­ria­lis­mo y sus agen­tes la igno­mi­nia eter­na de haber ase­si­na­do a un joven maes­tro de 18 años, que lle­va­ba bajo sus bra­zos un libro de arit­mé­ti­ca, un libro de fisio­lo­gía y un libro de lenguaje!

¡Glo­ria eter­na al maes­tro mártir!

¡Patria o Muerte!

¡Ven­ce­re­mos!

Fuen­te: Pren­sa Latina

Itu­rria /​Fuen­te

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