Perú. Ola repre­si­va: cien per­so­nas dete­ni­das, inclui­dos algu­nos abogados

Por Geral­di­na Colot­ti, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 5 diciem­bre 2020.-

Un cen­te­nar de arres­tos y alla­na­mien­tos en todo el país, y una caza de bru­jas aún en cur­so. Este es el resul­ta­do de un ope­ra­ti­vo poli­cial con­tra algu­nas orga­ni­za­cio­nes polí­ti­cas perua­nas como el Movi­mien­to de Amnis­tía y Dere­chos Fun­da­men­ta­les (Mova­def), con­si­de­ra­do el bra­zo legal de la orga­ni­za­ción gue­rri­lle­ra Sen­de­ro Luminoso.

La poli­cía y la fis­ca­lía perua­na afir­man que los dete­ni­dos «obe­de­cie­ron las órde­nes» de líde­res comu­nis­tas cau­ti­vos como Abi­mael Guz­mán Rei­no­so. El fun­da­dor de la orga­ni­za­ción gue­rri­lle­ra fue dete­ni­do el 12 de sep­tiem­bre de 1992 y sen­ten­cia­do con dos cade­nas per­pe­tuas que, duran­te casi trein­ta años, cum­ple en régi­men de abso­lu­ta inco­mu­ni­ca­ción en el Penal Mili­tar, cen­tro de tor­tu­ra de la Base Naval del Callao en Lima.

Guz­mán tie­ne 86 años, no reci­be asis­ten­cia médi­ca a pesar de que su salud es muy débil, tan­to por las tor­tu­ras que sufrió como por su edad. Los pre­sos polí­ti­cos, todos muy ancia­nos y muy debi­li­ta­dos, tam­bién fue­ron exclui­dos del últi­mo decre­to emi­ti­do por el Covid-19, que per­mi­tía a los pre­sos mayo­res de 65 años salir de la cárcel.

Tam­bién fue dete­ni­do el abo­ga­do de Guz­mán, Alfre­do Cres­po, mili­tan­te muy cono­ci­do a nivel inter­na­cio­nal: un doble abu­so, tan­to para el abo­ga­do como para su clien­te, a quien se le impo­ne un mayor ais­la­mien­to. Jun­to a abo­ga­dos, movi­mien­tos socia­les y mili­tan­tes de la izquier­da perua­na que quie­ren aca­bar con el perío­do de la gue­rra, del que que­dan muy pocos super­vi­vien­tes con una amnis­tía, Mova­def apo­ya la tran­si­ción a la lucha polí­ti­ca empren­di­da des­de años por los com­ba­tien­tes comu­nis­tas en prisión.

El cie­rre de un sis­te­ma polí­ti­co corrup­to y repre­si­vo, dis­pues­to a garan­ti­zar la impu­ni­dad al fuji­mo­ris­mo y a per­pe­trar la suce­sión de una plé­to­ra de corrup­tos y empre­sa­rios, se mani­fies­ta con evi­den­te furia con­tra la indó­mi­ta opo­si­ción popu­lar, que lucha por una trans­for­ma­ción estruc­tu­ral, y que rei­vin­di­ca el dere­cho del pue­blo a rebelarse.

El ope­ra­ti­vo poli­cial fue pre­sen­ta­do como resul­ta­do de años de inves­ti­ga­cio­nes y escu­chas tele­fó­ni­cas, pero sin embar­go pare­ce total­men­te incon­sis­ten­te des­de la pri­me­ra «prue­ba» pre­sen­ta­da a la pren­sa, que mues­tra úni­ca­men­te reunio­nes de soli­da­ri­dad de los abo­ga­dos de los pre­sos polí­ti­cos y folle­tos pidien­do su libe­ra­ción. En una entre­vis­ta, el coman­dan­te gene­ral de la Poli­cía, César Cer­van­tes, afir­mó que duran­te la ope­ra­ción «Olim­po» se res­pe­ta­ron «en todo momen­to» los dere­chos humanos.

Una ver­sión recha­za­da por las decla­ra­cio­nes de fami­lia­res y tes­ti­gos que hablan de deten­cio­nes arbi­tra­rias, ais­la­mien­tos, alla­na­mien­tos vio­len­tos e ile­ga­les. En cuan­to a los sos­pe­cho­sos de apo­yar a los pre­sos comu­nis­tas, el Esta­do peruano nun­ca ha apos­ta­do por lo sutil, y ha piso­tea­do cual­quier atis­bo de lega­li­dad al emi­tir nue­vas órde­nes de aprehen­sión por el mis­mo deli­to a quie­nes ter­mi­na­ron sus penas tras años de ais­la­mien­to y tortura.

En este caso, se tra­ta de una pro­vo­ca­ción cla­ra y adi­cio­nal, que se con­fi­gu­ra como una estra­te­gia de dis­trac­ción masi­va. El país, de hecho, está sacu­di­do por las pro­tes­tas, que ya han pro­vo­ca­do la muer­te, pri­me­ro de dos jóve­nes, y lue­go de un tra­ba­ja­dor de die­ci­nue­ve años que se mani­fes­tó con los cam­pe­si­nos, y cien­tos de heri­dos. Un paro agrí­co­la comen­zó en la región de Ica des­de el 30 de noviembre.

Los tra­ba­ja­do­res recla­man la mejo­ría de las con­di­cio­nes labo­ra­les y la abo­li­ción de la Ley de Pro­mo­ción Agra­ria, apro­ba­da como medi­da tem­po­ral en 2000 y pro­mul­ga­da por otros 10 años por el gobierno de Viz­ca­rra. Nue­va­men­te, la poli­cía repri­mió seve­ra­men­te la pro­tes­ta, matan­do al joven esta­cio­nal Jor­ge Yener Muñoz Jimé­nez. La soli­da­ri­dad con los cam­pe­si­nos en lucha y tam­bién con los mili­tan­te de Mova­def dete­ni­dos vino de algu­nos colec­ti­vos femi­nis­tas y, des­de Méxi­co, de algu­nos fami­lia­res de los 14 estu­dian­tes de Ayotzi­na­pa, des­apa­re­ci­dos en Igua­la en 2014.

Entre­tan­to, lle­gó al Perú una dele­ga­ción de la Comi­sión Inter­ame­ri­ca­na de Dere­chos Huma­nos (CIDH), que se reu­nió tan­to con las auto­ri­da­des perua­nas como con los mani­fes­tan­tes que denun­cia­ron los bru­ta­les ata­ques de la poli­cía duran­te las mani­fes­ta­cio­nes con­tra el gobierno, tras otro “gol­pe ins­ti­tu­cio­nal ”que des­tro­nó al ex pre­si­den­te Manuel Merino por corrup­ción, como ya había pasa­do con Mar­tín Viz­ca­rra, tam­bién acu­sa­do de corrupción.

La noti­cia del falle­ci­mien­to del tra­ba­ja­dor de 19 años se pro­du­jo duran­te la apro­ba­ción del nue­vo gabi­ne­te del pre­si­den­te Fran­cis­co Sagas­ti, que ten­drá que lide­rar el país has­ta las elec­cio­nes de julio de 2021. Para inten­tar apa­ci­guar el enfa­do de los mani­fes­tan­tes, el 24 de noviem­bre, Sagas­ti orde­nó una refor­ma poli­cial. Tam­bién ha reti­ra­do a 18 gene­ra­les y al minis­tro del Inte­rior Var­gas, el sex­to des­de prin­ci­pios de año, un refle­jo más de la cri­sis ins­ti­tu­cio­nal que azo­ta al país.

Ante la refor­ma y la pers­pec­ti­va de per­der algo de terreno, los poli­cías anun­cia­ron una huel­ga, que­ján­do­se tam­bién de que esta­ban par­ti­cu­lar­men­te expues­tos al covid-19. Según cifras ofi­cia­les, el virus mató a más de 500 agen­tes e infec­tó a 33.700, de un total de 60.000 perua­nos muer­tos por la pandemia.

El Perú aún no ha deja­do atrás la influen­cia del fuji­mo­ris­mo, que sigue tenien­do un fuer­te peso en el sis­te­ma de poder. La dele­ga­ción de la Cor­te Inter­ame­ri­ca­na de Dere­chos Huma­nos (Cidh) tam­bién se reu­nió con un gru­po de muje­res víc­ti­mas de la este­ri­li­za­ción for­za­da del gobierno fuji­mo­ris­ta entre 1995 y 2000. Se esti­ma que más de 300.000 muje­res fue­ron este­ri­li­za­das a la fuer­za, y unos 1.300 casos toda­vía que­dan abiertos.

En todas las mani­fes­ta­cio­nes sur­ge una fuer­te y cla­ra soli­ci­tud polí­ti­ca de los movi­mien­tos popu­la­res: Asam­blea Nacio­nal Cons­ti­tu­yen­te. La mis­ma que resue­na en toda los paí­ses de Lati­noa­mé­ri­ca don­de aún no ha lle­ga­do el vien­to del socia­lis­mo bolivariano.

“¡Bas­ta de per­se­cu­cio­nes polí­ti­cas! ¡Nue­va cons­ti­tu­ción! ”, Decían los car­te­les de los mani­fes­tan­tes que salie­ron a las calles en dife­ren­tes luga­res de Amé­ri­ca Lati­na y tam­bién en Euro­pa, en soli­da­ri­dad con los dete­ni­dos. Uno de los folle­tos, difun­di­do por movi­mien­tos popu­la­res inme­dia­ta­men­te des­pués del alla­na­mien­to, resu­me el con­te­ni­do de la pro­tes­ta y los obje­ti­vos: «Aba­jo la polí­ti­ca de odio y ven­gan­za del Esta­do peruano – dice – Exi­gi­mos la liber­tad de abo­ga­dos, estu­dian­tes y tra­ba­ja­do­res dete­ni­dos por la poli­cía polí­ti­ca y mer­ce­na­ria del esta­do capi­ta­lis­ta y corrup­to que domi­na la socie­dad peruana.

Esta repre­sión tie­ne como obje­ti­vo sofo­car la voz de pro­tes­ta del pue­blo que lucha con­tra la putre­fac­ción del Esta­do, sus luchas inter­nas, su endeu­da­mien­to a favor de su mafia, el saqueo cobar­de y, sobre todo, los crí­me­nes con­tra la huma­ni­dad come­ti­dos con­tra al pue­blo negán­do­les medi­ci­nas y oxí­geno para com­ba­tir el Covid-19 que ya ha cau­sa­do más de 60.000 muer­tes: peor que cual­quier gue­rra que haya vivi­do el Perú.

Hoy, por orden del agen­te del impe­ria­lis­mo, el nue­vo man­da­mas de turno, arre­me­te con­tra los lucha­do­res socia­les que, en su dere­cho, recla­man un cam­bio de la cons­ti­tu­ción polí­ti­ca abyec­ta y neo­li­be­ral del Perú a tra­vés de una Asam­blea Popu­lar Constituyente ”.

Una con­fe­ren­cia de pren­sa inter­na­cio­nal vir­tual se lle­va­rá a cabo el sába­do 5 a la 1 pm hora de Perú, a las 6 pm hora italiana.

Itu­rria /​Fuen­te

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