Por Franco Vielma. Resumen Latinoamericano, 10 de octubre de 2020.
Las elecciones parlamentarias previstas para el 6 de diciembre en Venezuela cerrarán el ciclo parlamentario actual. Sin embargo, la apertura de uno nuevo vendrá definida por el esfuerzo entre factores internos y externos para buscar la estabilidad y la continuidad de la actual crisis política. Las elecciones venezolanas son, para el hemisferio occidental, más importantes que las propias elecciones estadounidenses.
El chavismo se ocupa de diversas oposiciones, algunas de las cuales están sujetas al espacio político y otras a la estrategia abstencionista, que sabemos que está patrocinada por la política exterior estadounidense y otros aliados. El marco nacional es muy complejo, por lo que el desafío político de las fuerzas participantes es darle legitimidad, legalidad y una sólida presencia política a su intención democrática.
Sin embargo, los desafíos más complejos están lejos de Caracas. Por esta razón, son varios los factores importantes detrás de las próximas elecciones.
Factores de abstención
Los partidos antichavistas del G4, fundamentalmente, y otros del ala más dura, han asumido que la continuidad de la crisis sólo es viable en la prolongación extemporánea e ilegal del parlamento actual, posible sólo por medios artificiales y proyectada al ámbito exterior.
Esta parte de la oposición ahora se consolidará como una fuerza en el exilio, apuntalada por la estrategia de la Administración Trump para desmantelar el chavismo.
La estrategia abstencionista va de la mano con la continuación de las operaciones de asfixia total contra Venezuela.
Esta es la punta de lanza de la operación de cambio de gobierno en el país petrolero y es la carta más sólida de los opositores al chavismo. Sin embargo, la sostenibilidad política de un debilitado «gobierno interino» liderado por Juan Guaidó, coloca hoy a varios países en posiciones cuestionables sobre la continuación del bloqueo.
Las elecciones venezolanas son, para el hemisferio occidental, más importantes que las elecciones de noviembre en suelo estadounidense. No variará mucho la relación de América Latina con Estados Unidos si gana Biden (candidato presidencial demócrata) o Trump. Sin embargo, en el caso de Venezuela, su importancia se fundamenta en la fragmentación del marco en las relaciones exteriores a nivel regional, por la división de posiciones entre países que reconocen al gobierno legítimo de Caracas frente a quienes apoyan a Guaidó. Hay que decirlo rotundamente: la situación actual de las relaciones exteriores en el continente está marcada por este fenómeno sin precedentes.
De ahí que la apuesta estadounidense por la continuidad del Juan Guaidó vaya más allá del alcance de este para Venezuela. Esta estrategia es un modelo de escaparate para los procesos de remoción que se impusieron en otros países y que se impondrán en otros países a partir de ahora.
Factores antichavistas en la ruta electoral
El movimiento en el exterior de gran parte de las cabezas visibles de la oposición que triunfó en las elecciones parlamentarias de 2015 dejó cautivo su espacio político natural. De esta forma, han surgido factores dentro del país, que han tomado la postura de intentar capitalizar el liderazgo en sus bases sociales.
Las tendencias de Henri Falcón, Claudio Fermín y por separado Javier Bertucci, y ahora Henrique Capriles, este último con más posibilidades de simpatizar con la dirección local anti-Chávez, suponen una resignificación de la estrategia contraria ante los evidentes fracasos de la «Operación Guaidó»: el chavismo permanece en el poder, el bloqueo erosiona las formas de legitimidad opositora y la estrategia abstencionista, que no es nueva en Venezuela, ha demostrado ser perjudicial para la oposición.
Las disputas internas en el antichavismo también hicieron posible que estos sectores opuestos intentaran reajustarse a un posible nuevo escenario de gobernanza interna. Mantenerse fuera de esa probabilidad hubiera sido muy costoso a largo plazo y que las elecciones se consolidaran con o sin ellos.
También asumen que la proporción de políticos que se benefician de los viajes al exterior y la abstención será muy pequeña y exclusiva, mientras que el espacio interno seguirá siendo un hervidero de expectativas y desacuerdos, ideal para nuevos líderes que capitalicen seguidores cautivos.
El cálculo político de los opositores en el sufragio apuesta a que un nuevo marco de partidos pueda tener un lugar sólido. Su estrategia es a corto y largo plazo. Tener presencia en el parlamento será crucial para empezar.
Pero prevén que, en el mediano plazo, la separación de los poderosos partidos del G4 de las rutas electorales podría extenderse más allá de estas elecciones y llegar a las próximas elecciones autonómicas y municipales. Y, si eso no sucede, perder esta elección y su lugar en la política doméstica les costará caro.
Estos partidos abstencionistas que no tendrían presencia en el parlamento, que abandonan a sus seguidores y que se trasladarían más al exterior, no podrían presentarse a las próximas elecciones, si quisieran, como lo hicieron en años anteriores, y tendrían que hacerlo. competir por escaños con los que se quedaron en política.
El desafío de estas fuerzas opuestas emergentes en Venezuela es consolidar una mayor protección, apoyo y liderazgo. Pero en el frente externo, tendrán grandes dificultades para hacerse reconocer como fuerzas antifascistas confiables. Y para ellos este es un problema grave.
El caso es que para los estadounidenses resultará incongruente reconocer a los artífices del gobierno paralelo en el exterior, su existencia como fuerza legítima que se disputa en Venezuela por la vía electoral, justo cuando los mismos estadounidenses declaran que esto no es viable.
La tragedia para estos anticonductistas (Falcón, Fermín y Bertucci, entre otros) es que, a pesar de sus demostrados orígenes políticos y su trayectoria, no son los opositores de preferencia y, de hecho, serían un obstáculo para la agenda de desmantelamiento de Estados Unidos.
Sin embargo, Henrique Capriles podría desequilibrar esta situación. Es el que tiene la carta de presentación más sólida y realmente ha sido el candidato más «serio» de la oposición, que en cifras se postuló para la presidencia. Sin embargo, para él tampoco hay garantías, salvo en la oscuridad del errático camino de la política estadounidense actual.
El marco estadounidense
El desarrollo de las elecciones en Venezuela tiene el énfasis de que ocurre simultáneamente con la reunión de noviembre en Estados Unidos. El panorama en ese país parece complejo. En teoría, Biden (Partido Demócrata) estaría liderando la intención de voto nacional y, según las encuestas nacionales, tiene alrededor de 7 puntos de ventaja, lo que significa que podría ganar.
La estrategia de Trump, sin embargo, es imponerse en los estados tradicionalmente republicanos y los «estados péndulo», para ganar, nuevamente, por mayoría de colegios electorales, aunque perdiendo por voto popular. Esto pone más énfasis en el estado de Florida, que es clave.
Trump, aparentemente, está lidiando con un empate técnico en Florida y esto lo ha llevado de regreso a la ciudad de Doral, un semillero de votos para los venezolanos que viven en ese país. Trump tiene el voto de cubanos y venezolanos en Florida, siendo esa comunidad latina el sector de apoyo más sólido a Trump entre la comunidad hispana en los Estados Unidos.
Su presión sobre Venezuela y Cuba consiste precisamente en capitalizar el apoyo de estos sectores, pero Biden, que también declara falsamente a Venezuela como una dictadura, tiene otras posiciones sobre los bloqueos y se ha referido específicamente a Cuba diciendo que desmantelaría las medidas que Trump se relanzó. Biden está conectado con otro sentido común de los cubanos de las nuevas generaciones; no les interesa el bloqueo que se extiende contra la isla.
Con respecto a Venezuela, los demócratas han dejado en claro que la estrategia de Trump fue errática y fallida. Esto no significa que no sean propensos a la hostilidad, podrían ser peores que Trump avivando aventuras militares. Pero hay que admitir que tienen un reconocimiento diferente del alcance del bloqueo.
El resultado de las elecciones estadounidenses podría cambiar constantemente los escenarios para Venezuela, ganar o perder a Trump. Después de las elecciones, Venezuela perderá relevancia como foco político y modelo de escaparate de la política estadounidense para la región. Esto no implica el cese de hostilidades, pero abre el abanico a nuevas posibilidades de relajación que hasta el día de hoy han sido imposibles.
El fallido papel de la Unión Europea
La Unión Europea (UE) mantuvo conversaciones fallidas en Caracas, hundiéndose en su supuesta intención de observar las elecciones parlamentarias. Declararon que no tenían tiempo para enviar una misión al país y terminaron ratificando que no había condiciones para las elecciones, dado que las instituciones venezolanas no cedieron a sus pedidos de postergación.
Los mecanismos de relaciones internacionales de la UE y la actuación de Josep Borrell acabaron aplastados por la trama estadounidense, pero también sometidos a presiones de los partidos de derecha que cobran vida en el Parlamento Europeo y la Unión, que designó a Bruselas (sede de la Parlamento Europeo, en Bélgica) y que tienen a Venezuela, nuevamente, como tema reutilizable de campañas políticas.
Para la UE, las lamentaciones de empresas de bandera como Repsol y ENI, que afrontan los impactos del bloqueo en Venezuela, relegándolas y separándolas del país con las reservas de crudo más importantes del mundo, terminaron siendo irrelevantes. Por lo tanto, parece que la UE acepta y asume las decisiones estadounidenses, incluso en contra de sus propios intereses.
Tal conducta también es apreciable en las licitaciones que tienen hoy por el gasoducto ruso NordStream 2, en el ojo del huracán por sanciones estadounidenses y presión multilateral sobre empresas, para que los trabajos no sigan adelante y Europa se quede sin gas ruso. Sin exagerar, Europa parece ser objeto de un proceso de colonización estadounidense. Una ironía particular de la historia en el continente más colonialista de la historia.
El factor para calcular la estabilidad en Venezuela con la situación actual
Internamente, la reinstitucionalización del parlamento y el regreso al primer espacio de sana diatriba nacional serán la clave para superar el obstáculo y la excepcionalidad que se ha vivido en los últimos años.
Veremos una nueva oposición interna, la política interna se reconfigurará y el clima político tendrá el aire de un retorno a la normalidad y la renovación de algunos rostros en la política nacional.
Todas estas condiciones se traducen en gobernabilidad política e institucional, temas que favorecerán al chavismo. Sin embargo, el mosaico de factores a nivel externo es extremadamente diferente.
La intención venezolana para las elecciones se basa en una apuesta parcialmente ciega, enfrentando los factores y las posibilidades del frente externo. El país solo tiene indicios y posibilidades de una situación desfavorable, sin embargo, son indecibles e impredecibles. Esto indica que las posibilidades a favor no son sólidas y deben construirse en su lugar.
En este punto, el nuevo parlamento debe ser clave para construir la legitimidad del resultado electoral del 6 de diciembre.
En otros frentes, deben acompañar al Ejecutivo en todas las administraciones posibles y en todos los espacios posibles, para proporcionar una sedimentación o ruptura de los acuerdos trazados a favor del bloqueo. Solicitar excepciones, la desaplicación real o el desmontaje formal del bloque, entre muchas otras tareas relacionadas.
La apuesta debe ir a la erosión de la sostenibilidad del gobierno y el parlamento artificiales, ya que este será el nudo crítico para la estabilidad de Venezuela.
También se hace evidente que la oposición abstencionista parece estar delineando abiertamente la agenda 2021. Una consulta «popular» vendrá con el rechazo del resultado electoral, junto con la solicitud de aplicar el principio de «Responsabilidad de Proteger» (R2P) que implica el aumento de la presión y nuevas solicitudes de intervención sobre Venezuela, y que la solicitud de criminalización e interdicción del presidente Nicolás Maduro y su gobierno llegarán a los tribunales internacionales.
Es decir, para ellos, no hay otro horizonte, considerando la continuidad de la situación actual. No hay noticias a la vista, ni hay claridad sobre otros pasos sólidos por delante de Estados Unidos.
El desafío del chavismo, e incluso de la oposición local, será darle continuidad política a la continuidad de estos escenarios, ya que su extensión y profundización se los tragaría. Para ambas fuerzas será una cuestión de supervivencia política debilitar o derribar estas afrenta en el frente exterior.
Este escenario también trae consigo las posibilidades de desarrollar una guerra difusa en su variante paramilitar y mercenaria. Esta posibilidad latente, la más peligrosa por tratarse de actos puntuales de intervención militar irregular, podría ser la piedra angular de toda una nueva estructura de asedio por el uso de las armas, siendo el episodio más grave de la guerra contra el país.
Ante hechos frustrados, especialmente la fallida Operación Gedeón, es decir, que no se descarte la persistencia de este guión silencioso y simultáneo en las agendas a nivel político.
Los escenarios de Venezuela en la «zona gris»
La «Zona Gris», doctrina prevista en la planificación estratégica de la política de seguridad estadounidense, indica el «espacio» de operaciones bélicas difusas, donde compiten las acciones de abrumadores objetivos estadounidenses. Este espacio es el lugar para operaciones de «cambio de régimen» como la que se está llevando a cabo en Venezuela.
En este punto cabe señalar que la «Zona Gris» es el espacio exacto entre las acciones «blancas», estrictamente formales y dentro de lo legal, y la zona «negra», que comprende el uso abierto de armas. Venezuela lleva algún tiempo en la «Zona Gris», con el bloqueo, el cerco político y la construcción del protogobierno paralelo, las pseudo formas legales y la aplicación de la guerra por otros medios, mientras que el uso de armas, frustrado y de baja intensidad, no ha adquirido magnitudes grandes, consistentes y abiertas.
En este contexto, las elecciones marcan varios escenarios:
1‑El primero es en los destinos de la Oficina Oval y la Casa Blanca Occidental en los próximos meses. Tanto el cambio presidencial como la permanencia de la actual Administración, implica, inexorablemente, un cambio de situación para Venezuela.
La continuidad de la Administración Trump, sin Venezuela como tema que genere votos en Florida, abre la puerta a distensiones que ahora son imposibles para las elecciones de noviembre. Mientras que los demócratas en el poder, por otro lado, parecen apuntar en la dirección de desmantelar la estrategia «desastrosa» de Trump. Sin embargo, hay que decir que esto no da garantías, porque por su historial bélico, podría marcar la agenda, distanciándose así de Trump, que ha cumplido su promesa de no abrir el camino de las armas contra ningún país, en una nueva guerra.
Trump se despegó de Guaidó, incluso considerando su apoyo a la presión del lobby de Florida que apoya su campaña. La «formalidad» de Guaidó con Washington se ha ido diluyendo cada vez más y desde la Operación Gedeón la tendencia se ha intensificado. Trump ya ha estado dos veces en Doral, y en ningún momento ha ofrecido plataforma y asiento a ningún representante venezolano de la «diáspora».
2- Las elecciones en Venezuela, con un chavismo triunfante y una nueva oposición, abrirían el camino a una nueva agenda para proclamar, en el exterior, la existencia de una resolución parcial del nodo crítico de la política interna. Esto debilitaría los acuerdos relacionados con el bloqueo dentro de un marco de gobernanza interna. A menos que los estadounidenses actúen de otra manera más agresiva, la oposición abstencionista no tendrá una vida prolongada en la política interna y su apoyo, ahora disminuido, se diluirá cada vez más a partir de enero. Guaidó podría ir al exilio o la cárcel, y el resto de sus seguidores le dará más forma al protogobierno paralelo en el exterior. La consistencia de esta oposición en el exilio dependerá de lo que suceda en noviembre, en Estados Unidos.
Hay que estar atentos a la agenda que perfila la oposición con la “consulta popular” y el debate en cuestión, al respecto. La agenda 2021 parece definirse a través de Zoom. Nótese que Guaidó y sus seguidores tienen un tipo de debate que va de un punto a otro, de formas que son atropelladas en sus sesiones online. Hay una imagen borrosa cuando se trata de definir estrategias y es probable que, si los estadounidenses se han autorizado para una estrategia, la estén diseñando y estén por su cuenta.
la R2P, la pretendida criminalizacióm internacional del presidente Maduro, la conmoción social, el uso de los impactos del bloqueo para avivar la violencia interna, la promoción de la sedición interna y la guerra difusa y el uso de armas, son los escenarios que se vislumbran. Los oponentes exiliados por sí solos no llegarían muy lejos. Lo que suceda en Washington sigue siendo determinante y eso dependerá de la extensión y profundidad de estas agendas.
3‑La escasa postura europea sobre Venezuela podría continuar como una veleta entre las presiones estadounidenses y los espasmos de los socialdemócratas. Sin embargo, los intereses de la UE han sido al menos mejor disputados con los EE.UU. en el caso de Irán y esto abre posibilidades para Venezuela. Este es un punto de atención.
Es probable que las fallidas administraciones de la UE, que se basaban en extender las elecciones venezolanas, tuvieran la intención de ganar tiempo para esperar una definición de EE. UU. Y, así, programar alternativas para Venezuela, todo para desvincularse abiertamente de la estrategia. gobierno y no aumentar sus costos políticos con ellos.
En todo caso, está claro que hay sectores en la UE que quieren salir de la estrategia fallida contra Caracas, sin embargo, sopesan el costo de irse solos, sobre todo porque Venezuela es un tema candente, que podría afectar el debate interno. La UE seguirá siendo un factor latente, con sus partidos de izquierda y algunos socialdemócratas, con los que es probable que redoble sus esfuerzos para debilitar la presión contra el país.
4‑En el escenario regional, no habrá grandes variaciones, salvo que ocurran en Estados Unidos y en la estructura global de bloqueo y aislamiento articulado contra Venezuela. La Organización de Estados Americanos (OEA) se mantiene sólida y el reimpulso de la derecha regional sigue siendo fuerte. En efecto, ni siquiera las victorias de las tendencias socialdemócratas en países influyentes, como México o Argentina, han tenido peso para reconfigurar el tablero de manera parcial y favorable a Venezuela. Estados Unidos impuso una agenda sólida y la región queda definida ante estas inercias imperantes, con los países a favor y en contra de Venezuela claramente definidos.
(Franco Vielma es sociólogo y analista político del sitio web Misión Verdad).
Fuente: Brasil de Fato