Vene­zue­la. Can­de­li­ta que no prendió

Por Caro­la Chá­vez. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 2 de octu­bre de 2020.

Esta sema­na la orden era gua­rim­bas, calle, calle y más calle sin retorno, Madu­ro vete ya. El domin­go, bullían las cade­nas de WhatsApp anun­cian­do mul­ti­tu­des furi­bun­das, tic, tac, tic, tac, cerran­do cada calle, de cada pue­blo, de cada muni­ci­pio, de casa esta­do del país has­ta que cai­ga el rrrrré­gi­men, que vea el mun­do cómo sus esbi­rros nos mata­rán, por­que nos mata­rán, y si no nos matan nos mata­mos noso­tros mis­mos, nada nue­vo… que lo vea la OEA, la ONU, ¡el mun­do libre! SOS. Maña­na es el día final, otra vez, a ver, cha­bu­rro, adón­de te vas a meter, hora 0, aho­ra sí, por­que ¡no es no!… San Miguel Arcán­gel y su espa­da vengadora…

Todo es cues­tión de estra­te­gia: como no hay gaso­li­na, como las colas en las esta­cio­nes de ser­vi­cio son lar­guí­si­mas, como ahí hay un gen­tío pasan­do ron­cha, el ultra anti­cha­vis­mo, cre­yen­do que la gen­te es idio­ta, cre­yen­do que nadie notó que las san­cio­nes las ges­tio­na­ron ellos, y que cele­bra­ron cada medi­da que los grin­gos toma­ron para asfi­xiar PDVSA, deci­die­ron que el cen­tro de las accio­nes vio­len­tas serían alre­de­dor de las gaso­li­ne­ras, ahí, para capi­ta­li­zar con el can­san­cio de la gen­te que hacía cola… Cerrar con pie­dras y ramas ‑a fal­ta de gen­te- las vías por don­de lle­ga­rían las gan­do­las car­ga­das del com­bus­ti­ble que todos espe­ra­mos. ¡Genios!

Nadie se movió de su cola. ¿Quién iba a que­rer hacer­lo? ¿Quién iba a expo­ner su vehícu­lo a ser incen­dia­do en una pro­tes­ta incen­dia­rias? ¿Quién iba arries­gar per­der su turno para echar gasolina?

Un gor­do con ber­mu­das sur­fer cami­na­ba, cáma­ra en mano, por una ave­ni­da mar­ga­ri­te­ña anun­cian­do: “Seño­res, el pue­blo está arre­cho, seño­res, todos están en las calles, por­que no hay gas, no hay luz, no hay gaso­li­na, seño­res –en esos videos, igual que en los audios de WhatsApp, es impor­tan­te, no sé por qué, decir “seño­res” al prin­ci­pio y al final de cada ora­ción– jadean­do de can­san­cio por su paso rápi­do, por el palo de sol que esta­ba hacien­do, seño­res, el gor­do sur­fer bus­ca­ba con su cáma­ra una mul­ti­tud que no había, seño­res. Palos, cau­chos y pie­dras indig­na­das, seño­res, cerra­ban la ave­ni­da que fue des­pe­ja­da por las per­so­nas que espe­ra­ban en la cola para lle­nar sus tan­ques de gasolina.

Can­de­li­ta que se pren­da: el blo­queo aprie­ta y se va la luz, y el gas no lle­ga por­que el gas y la pro­duc­ción de petró­leo, el blan­co del blo­queo, van de la mano, por­que todo en este país depen­de del petró­leo, de su ven­ta blo­quea­da para que te can­ses, para que te ago­bies, para que te rin­das y aquí nadie se rin­de… Unos focos en dis­tin­tos pue­blos del inte­rior. Pro­tes­tas con­tra el ham­bre cuyo obje­ti­vo no eran los super­mer­ca­dos, sino incen­diar alcal­días boli­va­ria­nas, sedes del PSUV y has­ta un gal­pón lleno de ali­men­tos del CLAP –debe ser que que­rían coci­nar­los antes de saquear­lo – . Cabal­gan­do sobre la angus­tia que ellos crea­ron, sica­rios de Volun­tad Popu­lar coor­di­na­ban gua­rim­bas por radio. Una serie repe­ti­da. Cua­tro gatos de los millo­nes de vene­zo­la­nos que pade­ce­mos los efec­tos bru­ta­les del blo­queo, cua­tro gatos que­man­do cau­chos, para que hubie­ra humi­to, para que pare­cie­ra una cosa tre­men­da en una foto toma­da de lejos.

Cua­tro gatos, dos días, y ya. No cuajó.

En el mun­do para­le­lo de las redes socia­les el país esta­ba en lla­mas. Tui­te­ros cita­di­nos apren­dién­do­se apu­ra­dos los nom­bres de pue­blos que no saben ubi­car en el mapa de su pro­pio país, para copiar y pegar­los, cur­si­lí­si­mos, en la estro­fa del Himno Nacio­nal que soban cada vez que alguien en algu­na calle que­ma un caucho.

Así, el lunes y mar­tes, en las redes, nos ins­ta­ban a “seguir el ejem­plo que Yari­ta­gua dio” o el de San­ta María de Ipi­re, o el de Upa­ta, o el de… Y no se te ocu­rra tui­tear que esas fotos sin gen­te, pero lle­nas de pie­dras y ramas tran­can­do calles vacías no tie­nen pue­blo, Caro­la, por­que te acu­so –¿adi­vi­na?– de no tener empa­tía, de ser una enchu­fa­da que vive en Espa­ña nadan­do en euros, petros, yua­nes y Nute­lla que te da el gobierno a cam­bio de que tui­tees, Caro­la, para que nos arrui­nes el show, Caro­la, pero no, Caro­la, por­que si tuvie­ras empa­tía verías que has­ta las pie­dras pro­tes­tan con­tra Nico­lás, o sea, retuit, retuit, te insul­to, retuit…

Flor de dos días, por­que no había pue­blo con volun­tad de ser­vir­le el país en ban­de­ja a los delin­cuen­tes sifri­nos que nos tie­nen pasan­do ron­cha. Los que lle­van años pro­du­cien­do y cazan­do esce­nas de sufri­mien­to popu­lar para sacar­le una foto que le llo­re al mun­do #SOS­Ve­ne­zue­la, que un señor está comien­do de basu­ra, mien­tras Loren­zo está cómo­da­men­te en gue­rra. #SOSAl­ma­gro que que­ma­mos negros por­que pare­cen cha­vis­tas y nos dan mucho mie­do, o sea, que #SOS­Pom­peo, que aprie­ten san­cio­nes para ver si esta gen­te se rin­de, aun­que sea de ham­bre, que #SOS­Trump, que de todas las opcio­nes que están sobre la mesa que­re­mos una inva­sión, con bom­bas, mari­nes, muer­te, muer­te, muer­te, porfaplis.

Can­de­li­ta que no pren­dió por­que este pue­blo está sufrien­do, sí, pero no es el pue­blo bru­to que los seres supe­rio­res, que pla­ni­fi­can o tui­tean des­de su sofá, quie­ren que sea. Pasan­do ron­cha, sí, arre­chos, tam­bién, cla­ri­tos, ¡de bolas! por­que sólo un idio­ta no sabe que lo que menos nece­si­ta­mos aho­ra es que tam­bién nos incen­dien las calles, que vuel­va la vio­len­cia y los muer­tos que siem­pre son los mis­mos: este pue­blo que quie­ren mani­pu­lar y que ni de vai­na se deja.

Por eso las pie­dras y las ramas, don­de no hubo sino puñi­tos de gen­te que no repre­sen­tan la volun­tad de la mayo­ría, esa que resis­te, esa que no salió a la calle por­que lo que quie­re es paz.

¡Noso­tros venceremos!

Fuen­te: Con el Mazo Dan­do

Itu­rria /​Fuen­te

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