Colom­bia. El ele­gi­do popu­lar­men­te no renun­cia, cum­ple (Opi­nión)

Por Car­los Mene­ses Reyes. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 25 de agos­to de 2020.

Innom­bra­ble es al que no se pue­de nom­brar por­que inci­ta al cul­to a la per­so­na­li­dad, cau­sa horror o no se debe nom­brar por resul­tar incon­ve­nien­te. En Colom­bia ha sido dete­ni­do, con medi­da domi­ci­lia­ria un ex pre­si­den­te y sena­dor en ejer­ci­cio. Como es de marras, aque­llo de que se habla y del sena­dor, dete­ni­do, como suje­to de marras, haré refe­ren­cia colo­quial, en giros pro­pios de con­ver­sa­ción corrien­te, pues­to que la con­duc­ta social del tal sena­dor, como sin­di­ca­do de un deli­to, esta alte­ra­da, sien­do pro­pio de la sico­pa­tia que pade­ce el que en modo alguno su capa­ci­dad inte­lec­tual, como memo­ria, pen­sa­mien­to crea­ti­vo y voca­bu­la­rio, esta mermada.

Al estar el cita­do per­so­na­je dete­ni­do, sig­ni­fi­ca que no es libre de loco­mo­ción y acción. No tie­ne nom­bre de pila, sino que se iden­ti­fi­ca con el núme­ro de dete­ni­do 1087985, por pro­ce­so penal asig­na­do, en el sis­te­ma car­ce­la­rio colom­biano. Su dere­cho al nom­bre e iden­ti­dad está supe­di­ta­da al Juez que cono­ce de su caso y está a su dis­po­si­ción para todo lo refe­ren­te a los Dere­chos Fun­da­men­ta­les. Como no es un suje­to libre, pues no pue­de ejer­cer el dere­cho de peti­ción, que es el que per­mi­te a los ciu­da­da­nos rea­li­zar peti­cio­nes a cual­quier auto­ri­dad, ins­ti­tu­ción públi­ca o ente de admi­nis­tra­ción esta­tal. Des­de el momen­to que ese sena­dor fue pri­va­do de su liber­tad, al úni­co que se pue­de diri­gir es al Juez de Cono­ci­mien­to de su caso inves­ti­ga­do. De mane­ra que su peti­ción de que le fue­ra acep­ta­da la renun­cia al car­go de sena­dor que osten­ta­ba en liber­tad, diri­gi­da a su emu­lo, pre­si­den­te actual del Sena­do, des­de todo pun­to de vis­ta jurí­di­co, legal y cons­ti­tu­cio­nal, era total­men­te impro­ce­den­te y el accio­nar admi­nis­tra­ti­vo que se des­ató con esa peti­ción de un pri­va­do de la liber­tad, gene­ra un acto admi­nis­tra­ti­vo total­men­te nulo, de nuli­dad absoluta. 

De la mis­ma mane­ra la “acep­ta­ción” de su “renun­cia”, equi­pa­ra a un acto jurí­di­co inexis­ten­te. Para enten­der esto no es menes­ter ser abo­ga­do egre­sa­do de la Facul­tad Nacio­nal de Dere­cho, de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Colom­bia. Tan­to la des­pa­lo­ma­da, o el bachi­ller Macías, como el ven­de­dor de todo tipo de artícu­los con super­mer­ca­dos, lo han de saber; al igual que la recua de sena­do­res que favo­re­cie­ron al encan­ta­dor y embau­ca­dor, que des­de la pri­sión, les orde­na. La dic­ta­du­ra mediá­ti­ca con­di­cio­na a la opi­nión y sobre la fal­se­dad de su accio­nar y pro­yec­ción, apro­ve­cha la fal­ta de cau­te­la, del inge­nuo y del cré­du­lo, que se cree cual­quier cosa con facilidad.

Un car­go de elec­ción popu­lar es irrenunciable

Al ser dete­ni­do y por ende pri­va­do de la liber­tad, el sena­dor innom­bra­ble intu­yo que tan pron­to cono­cie­re la direc­ti­va del Sena­do, su situa­ción de reclui­do, se accio­na­ria un pro­ce­di­mien­to admi­nis­tra­ti­vo en su con­tra: la de sus­pen­sión pro­vi­sio­nal del car­go. Cono­ci­da su ausen­cia, que cali­fi­ca como tem­po­ral, de las sesio­nes del Sena­do, sus comi­lo­nes ase­so­res, se ale­jan de con­je­tu­ras y pro­ce­den a hacer lle­gar “una peti­ción” per­so­nal de renun­cia, supues­ta­men­te fir­ma­da por él, no pre­sen­ta­da ante auto­ri­dad algu­na car­ce­la­ria y que acu­cio­so escri­bano dará fe si ese acto ajus­ta a los requi­si­tos de medios elec­tró­ni­cos auto­ri­za­dos, de con­for­mi­dad con el pro­ce­di­mien­to penal. Arman la sesión y sin mayor exci­ta­ción y sí paté­ti­cas cons­tan­cias de voto, de muy a su pesar, acep­tan la renun­cia, del jefe plu­ma blan­ca y pro­ce­den a lle­nar el vacío de su silla, con la que en núme­ro de votos le pre­ce­día en su lis­ta expues­ta al elec­to­ra­do y que pre­ci­sa­men­te, ese elec­to­ra­do, no ungió con su elec­ción, por fal­ta del núme­ro de votos reque­ri­dos. Y así como se gra­dúan, así la posesionaron.

Ante el bochorno asfi­xian­te, el ciu­da­dano corrien­te, la socie­dad civil pal­pi­tan­te, acu­de a Dió­ge­nes, no para que bus­que al Hom­bre; sino para que con su lám­pa­ra bus­que, en esa cue­va, aho­ra diri­gi­da por un Ali Baba, al juris­ta y así sea de abo­ga­do de ofi­cio, pro­pon­ga la expli­ca­ción con­cre­ta y solu­ción a tama­ño entuerto.

En Colom­bia apli­ca la lla­ma­da Demo­cra­cia Indi­rec­ta o Repre­sen­ta­ti­va. Median­te el voto, el ciu­da­dano en ejer­ci­cio eli­je a sus man­da­ta­rios para que los repre­sen­te; resal­tan­do la pre­pon­de­ran­cia del dere­cho a ele­gir que tie­nen los ciu­da­da­nos, en con­cor­dan­cia a la obser­van­cia de sobe­ra­nía popu­lar. Así se con­for­ma el poder legis­la­ti­vo. Es la for­ma de mate­ria­li­zar la sobe­ra­nía, que es la volun­tad popu­lar, que resi­de exclu­si­va­men­te en el pue­blo y de don­de ema­na el poder públi­co. Artícu­lo 3 de la Cons­ti­tu­ción Polí­ti­ca de 1991(CP91). De mane­ra que todo car­go públi­co desig­na­do median­te elec­ción popu­lar, es irre­nun­cia­ble por par­te del esco­gi­do; así se tra­te del mas ile­gi­ti­mo y corrup­to sis­te­ma elec­to­ral vigen­te como el colom­biano. Si resul­tó elec­to no pue­de deci­dir el esco­gi­do, no me pose­siono, por ejem­plo. O como estoy pre­so, deci­do “por moti­vos per­so­na­les” renun­ciar al car­go para el que fui elec­to por el voto popu­lar. Esta situa­ción ajus­ta en Colom­bia apli­can­do el Dere­cho Com­pa­ra­do y el Prin­ci­pio Uni­ver­sal de Complementariedad.

Renun­ciar es defraudar

Se tra­ta de un tema de apa­sio­nan­te actua­li­dad, inten­tan­do esbo­zar un aná­li­sis de la situa­ción con­cre­ta y apli­ca­do al caso con­cre­to colom­biano; pues­to que está en jue­go la afec­ta­ción de la diná­mi­ca del jue­go demo­crá­ti­co, al cons­ti­tuir una alte­ra­ción de la volun­tad de los elec­to­res e impli­car una defrau­da­ción a ese man­da­to con­fe­ri­do, tra­du­ci­do en afec­ta­ción a los dere­chos de aque­llas per­so­nas que lo eli­gie­ron y que por ende aso­ma una con­se­cuen­cia de res­pon­sa­bi­li­dad en el suje­to capaz de hacer has­ta lo inde­ci­ble con tal de apro­ve­char­se de los incautos.

Tra­tán­do­se de la com­po­si­ción y de las fun­cio­nes de la Rama Legis­la­ti­va los sena­do­res serán ele­gi­dos para un perio­do de cua­tro años. (Artícu­lo 132 CP91). El titu­lar Sena­dor pue­de dejar de cum­plir con sus fun­cio­nes. Dejar de ser­lo por renun­ciar a ser­lo; pero de hecho, no por­que se con­fi­gu­re un ocur­so admi­nis­tra­ti­vo para hacer­lo. Ya el Con­se­jo de Esta­do se ha mani­fes­ta­do al res­pec­to, no des­co­no­cien­do que el ele­gi­do pue­de optar por esa situa­ción de renun­cia fác­ti­ca, de hecho. Pero se tra­ta es de enten­der el com­pro­mi­so con los elec­to­res. De la per­ma­nen­cia y ter­mi­na­ción efec­ti­vas del man­da­to que le fue otor­ga­do y no pue­da ser uti­li­za­do a ser­vir a un inte­rés per­so­nal de quien lo reci­be. Como por sos­la­yar, el así incur­so en la renun­cia es suje­to de res­pon­sa­bi­li­da­des en accio­nes popu­la­res, por decir lo menos.

Se tra­ta de suplir fal­tas abso­lu­tas o relativas

El artícu­lo 134 de la CP91 al regis­trar que los miem­bros de las Cor­po­ra­cio­nes Públi­cas de elec­ción popu­lar no ten­drán suplen­tes; ten­drán solo reem­pla­zos, en casos de fal­tas abso­lu­tas o tem­po­ra­les que deter­mi­ne la ley. Pero la renun­cia jus­ti­fi­ca­da es por aspi­rar a un car­go de mayor rele­van­cia en el esta­dio elec­to­ral, debien­do hacer­lo con ante­rio­ri­dad a un año y acep­ta­da, ahí si hay lugar a reem­pla­zo de la mis­ma lis­ta elec­to­ral por el que no fue ele­gi­do, según el orden de ins­crip­ción o vota­ción obte­ni­da. En con­se­cuen­cia, pro­ce­día, o pro­ce­de, es la sus­pen­sión tem­po­ral del Sena­dor de marras y facul­tar a la siguien­te de esa mis­ma lis­ta a lle­nar la vacan­te pro­vi­sio­nal­men­te. Vol­ve­ría­mos al tema, que suce­de si el suje­to endil­ga­do o pro­ce­sa­do es con­de­na­do; pues­to que en ese even­to se daría ausen­cia definitiva.

No exis­te nor­ma expre­sa en la legis­la­ción colom­bia­na que evi­te que el ele­gi­do popu­lar­men­te no pue­da renun­ciar; pero el cons­ti­tu­yen­te pri­ma­rio, en su sabi­du­ría, pre­vio situa­cio­nes, apli­ca­bles, por ana­lo­gía, al caso de marras, sobren­ten­dien­do que lagu­nas o insu­fi­cien­cias jurí­di­cas sean resuel­tas median­te el prin­ci­pio de com­ple­men­ta­rie­dad, para lo cual exis­te el artícu­lo 23 de la Con­ven­ción Ame­ri­ca­na de los Dere­chos Huma­nos. Esto por cuan­to exis­te la obli­ga­ción- como deber cons­ti­tu­cio­nal y legal- de ejer­cer los car­gos de elec­ción popular.

Corres­pon­de con­tri­buir a dar cla­ri­dad que en aras a la demo­cra­cia repre­sen­ta­ti­va, así no abor­de­mos el tema de la demo­cra­cia direc­ta y su ejer­ci­cio en las calles, aso­mar la pro­ce­den­cia de pedir cuen­tas, median­te accio­nes popu­la­res, a quie­nes des­co­noz­can olím­pi­ca­men­te tal man­da­to. Que no se tra­ta de una sim­ple pro­pues­ta el negar a los fun­cio­na­rios de elec­ción popu­lar la renun­cia para no ejer­cer el car­go con­fe­ri­do, pues­to que el cuer­po nor­ma­ti­vo uni­ver­sal, la juris­pru­den­cia, doc­tri­na y el dere­cho com­pa­ra­do lo pre­vean y en el enten­di­do que se dan cau­sa jus­ti­fi­ca­ti­vas y lega­les para obte­ner licen­cias, como excep­ción a la regla plan­tea­da, como por ejem­plo, la impo­si­bi­li­dad físi­ca; pero en modo alguno por­que el suje­to así ungi­do este pre­so; es decir haya sido pri­va­do de la liber­tad y por ende no goce del dere­cho fun­da­men­tal del artícu­lo 28 de la CP91.

Tam­bién corres­pon­de resal­tar que el Sena­dor Innom­bra­ble debe cum­plir con los debe­res de los suje­tos pro­ce­sa­les: 1. Pro­ce­der con leal­tad y bue­na fe en todos sus actos. 2. Obrar sin teme­ri­dad en sus pre­ten­sio­nes o defen­sas. Lo seña­lan los artícu­los 145 y 146 del Códi­go de Pro­ce­di­mien­to Penal, que lo cons­tri­ñen a que no acu­da a mani­fies­ta caren­cia de fun­da­men­to legal en la denun­cia, recur­so, inci­den­te o cual­quier otra peti­ción for­mu­la­da den­tro de la actua­ción pro­ce­sal. Como pre­ten­der hacer públi­co el pro­ce­so antes del lla­ma­mien­to a jui­cio, sien­do cla­ro que el régi­men de publi­ci­dad ope­ra duran­te el jui­cio que es públi­co y la inves­ti­ga­ción será reser­va­da a quie­nes no sean suje­tos pro­ce­sa­les. Todo ello exten­si­ble al inex­pli­ca­ble pero real uso que los medios de comu­ni­ca­ción y perio­dis­tas en par­ti­cu­lar hacen y que en ejer­ci­cio de dic­ta­du­ra mediá­ti­ca, le dan o faci­li­tan plei­te­sía a un pri­va­do de la liber­tad como él, para des­po­tri­car con­tra su juez natu­ral y con­tra las vic­ti­mas de su accionar.

No al mala­ba­ris­mo jurí­di­co de fal­sa inter­pre­ta­ción y aplicación

Dos situa­cio­nes apre­mian disec­cio­nar, en esta espe­cie de clí­ni­ca jurí­di­ca a que el exabrup­to poli­ti­que­ro y clien­te­lis­ta, ha con­lle­va­do. La pri­me­ra situa­ción alu­de a que entre las atri­bu­cio­nes de la Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia está la de Inves­ti­gar y Juz­gar a los miem­bros del Con­gre­so. Pun­to. (Artícu­lo 235 – 3 CP91).

La segun­da situa­ción refie­re a que son atri­bu­cio­nes del Sena­do admi­tir o no las renun­cias que hagan de sus empleos el Pre­si­den­te de la Repú­bli­ca o el Vice­pre­si­den­te. No los sena­do­res. (Artícu­lo 173 CP91).

De tal mane­ra que el artícu­lo 186 CP91 dis­po­ne que los deli­tos que come­tan los con­gre­sis­tas serán de cono­ci­mien­to pri­va­ti­vo de la Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia. Por ende la orden de cap­tu­ra y/​o de pri­sión de un sena­dor solo pue­de emi­tir­la esa Cor­te y la de liber­tad, pues obvio que tam­bién. A la Fis­ca­lía no le corres­pon­de nada de eso, al respecto.

Que­de cla­ro que es para los jui­cios que se sigan en el Sena­do que ope­ra la com­pe­ten­cia para cono­cer los hechos u omi­sio­nes ocu­rri­dos en el desem­pe­ño de las fun­cio­nes. Para los que se siguen en la Cor­te no.

El mala­ba­ris­mo cule­bre­ro y de enre­da­de­ra jurí­di­ca pre­ten­de aho­ra sus­ten­tar lo insus­ten­ta­ble, en el sen­ti­do que los deli­tos inves­ti­ga­dos por la Cor­te al sena­dor se refie­re a si fue­ron come­ti­dos con oca­sión y ejer­ci­cio de sus fun­cio­nes. Bas­ta de tan­to impro­pe­rio. Resul­ta un insul­to a la com­pe­ten­cia de la Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia argu­men­tar esa estul­ti­cia, nece­dad; como si los magis­tra­dos de la Cor­te fue­ran igno­ran­tes. Es úni­ca y exclu­si­va­men­te ati­nen­te a inves­ti­ga­cio­nes sur­ti­das por deli­tos come­ti­dos por el Pre­si­den­te de la Repú­bli­ca que apli­ca lo de la aten­ción en con­si­de­ra­ción a los actos inves­ti­ga­dos con rela­ción a las fun­cio­nes de su car­go, por cual­quier hecho puni­ble que se les impu­te con­for­me al artícu­lo 175 nume­ra­les 2 y 3, ibí­dem: “Si la acu­sa­ción se refie­re a deli­to come­ti­do en ejer­ci­cio de sus fun­cio­nes, o a indig­ni­dad por mala con­duc­ta”. Ese argu­men­to se cae pues­to que al Innom­bra­ble Sena­dor no se le apli­ca el artícu­lo 174 de la CP91, para no entrar en con­si­de­ra­ción, en estos momen­tos de cua­les deli­tos cono­ce el Senado.

Es todo un mon­ta­je tra­gi-cómi­co que has­ta ex pre­si­den­tes de la Cor­te o voce­ros de acre­di­ta­da fama aso­men que como renun­ció a la inves­ti­du­ra de sena­dor, la Cor­te tie­ne la dis­yun­ti­va si el deli­to tie­ne o no rela­ción con la fun­ción o el ejer­ci­cio del car­go de sena­dor. Per­dien­do la com­pe­ten­cia si no fue­re así y ha de cono­cer la Fis­ca­lía; o de lo con­tra­rio con­ti­nua­rá cono­cien­do la Cor­te. Da ver­güen­za aje­na tan­ta igno­ran­cia. El artícu­lo 174 CP91 que­dó así: “Corres­pon­de al Sena­do cono­cer de las acu­sa­cio­nes que for­mu­le la Cáma­ra de Repre­sen­tan­tes con­tra el Pre­si­den­te de la Repú­bli­ca o quien haga sus veces y con­tra los Miem­bros de la Comi­sión de Afo­ra­dos, aun­que hubie­ren cesa­do en el ejer­ci­cio de sus car­gos. En este caso será com­pe­ten­te para cono­cer los hechos u omi­sio­nes ocu­rri­dos en el desem­pe­ño de los mismos”.

Con­clu­sión

Uno. Al defi­nir la Sala de Ins­truc­ción de la Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia la situa­ción jurí­di­ca del impu­tado, toma la medi­da de pri­var­lo de la liber­tad. Para ello pro­du­ce una reso­lu­ción judi­cial de más de1.500 folios, que sus­ten­ta la serie­dad y for­ta­le­za de la medi­da. Esta no fue obje­to de recur­so alguno. Cri­ti­can que la reso­lu­ción afir­ma que pese a que no está demos­tra­da la comi­sión del deli­to por par­te del sena­dor, se infie­re una con­duc­ta delic­ti­va y por ello la deci­sión de medi­da de pri­sión domi­ci­lia­ria. Es correc­to infe­rir una con­duc­ta del sin­di­ca­do en esa Reso­lu­ción, aun­que no apa­rez­ca prue­ba direc­ta, por­que no se tra­ta de una sen­ten­cia que defi­na la con­duc­ta puni­ti­va del Innom­bra­ble. Apa­reen indi­cios, infe­ren­cias, que es lo dado al Ins­truc­tor para tomar tal deci­sión en ese momen­to pro­ce­sal o nivel de inves­ti­ga­ción del delito.

Dos. Res­pec­to a lo de la peli­gro­si­dad del sin­di­ca­do; eso es de resor­te o del fue­ro interno del Ins­truc­tor. No exis­te un nume­rus clau­sus que indi­que cuan­do pro­ce­de o no la orden de deten­ción pre­ven­ti­va, si obe­de­ce a que sea ex pre­si­den­te o no. En cam­bio si pesa lo de la medi­da de ase­gu­ra­mien­to pues­to que se tra­ta de un deli­to con­tra la admi­nis­tra­ción de jus­ti­cia por frau­de pro­ce­sal, sien­do el sin­di­ca­do un ex pre­si­den­te de la Repú­bli­ca y no cual­quier “peri­co de los palo­tes”; des­ta­cán­do­se lo de la per­di­da de la liber­tad por el fac­tor de peli­gro­si­dad para la socie­dad, por la capa­ci­dad de poder en él concentrado.

Tres. Es una ver­güen­za que se haya acep­ta­do, en ocur­so admi­nis­tra­ti­vo la renun­cia del sena­dor sin­di­ca­do, por ser total­men­te improcedente.

Cua­tro. Al Sena­do le corres­pon­de es suplir la fal­ta tem­po­ral del sena­dor sin­di­ca­do con­for­me a los tra­mi­tes ya enunciados.

Cin­co. Aho­ra, como de hecho el sena­dor sin­di­ca­do toma la deci­sión de renun­ciar, mutuo pro­pio, a su inves­ti­du­ra, se da una situa­ción de fal­ta defi­ni­ti­va que admi­te la apli­ca­ción del mis­mo pro­ce­di­mien­to. Seis. La pose­sión de reem­pla­zo por par­te de la sena­do­ra es nula, de nuli­dad abso­lu­ta y el Nue­vo Códi­go de Pro­ce­di­mien­to Admi­nis­tra­ti­vo y de lo Con­ten­cio­so Admi­nis­tra­ti­vo (CPACA) tie­ne como fina­li­dad la pri­ma­cía de los intere­ses gene­ra­les, la suje­ción a la Cons­ti­tu­ción y demás pre­cep­tos del orde­na­mien­to jurí­di­co por par­te de las auto­ri­da­des. Sim­ple­men­te apli­car que en dere­cho las cosas se des­ha­cen como se hacen.

* Fuen­te: Rebe­lión

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