Chi­le o una loca política

Por MANUEL CABIESES DONOSO, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 28 agos­to 2020.

Si resul­ta difí­cil enten­der­nos entre noso­tros, aún más com­pli­ca­do es expli­car la polí­ti­ca chi­le­na al lec­tor extranjero.

Haga­mos un inten­to y veamos.

El 25 de octu­bre se hará un ple­bis­ci­to en que más de 14 millo­nes de ciu­da­da­nos ten­drán dere­cho a deci­dir si se redac­ta una nue­va Cons­ti­tu­ción Polí­ti­ca, o con­ti­nua­mos con las pil­tra­fas auto­ri­ta­rias de la de 1980. Será la pri­me­ra vez que la Cons­ti­tu­ción será ela­bo­ra­da por repre­sen­tan­tes del pue­blo. Nues­tras diez Cons­ti­tu­cio­nes fue­ron escri­tas por escu­de­ros de los gobier­nos de turno.

La aspi­ra­ción de una Cons­ti­tu­ción demo­crá­ti­ca ‑para orien­tar leyes des­ti­na­das a cons­truir una socie­dad más jus­ta- no sur­gió del cie­lo en octu­bre pasa­do. Es una deman­da del pue­blo que vie­ne de muy lejos y arras­tra san­gre y barro de la Resis­ten­cia a la dic­ta­du­ra. Tie­ne su ori­gen en el Gru­po de los 24 que a par­tir de 1978 comen­zó a dis­cu­tir una nue­va Cons­ti­tu­ción. El pro­yec­to de los 24 (abo­ga­dos mili­tan­tes de la DC, PR, PS, social­de­mó­cra­tas, inde­pen­dien­tes y dere­chis­tas crí­ti­cos a la dic­ta­du­ra), plan­teó que la Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te era el meca­nis­mo fun­da­men­tal del pro­ce­so constitucional.

Ese cri­te­rio fue adop­ta­do por un amplio arco polí­ti­co, des­de la DC has­ta el MIR, que la plan­tea­ron duran­te años en abier­to desa­fío a la tira­nía y su Cons­ti­tu­ción de 1980. De modo que la con­sig­na de Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te se trans­for­mó en octu­bre del 2019 en gri­to de millo­nes de voces indig­na­das con la corrup­ción y los abu­sos. No obs­tan­te, los poli­ti­cas­tros se toma­ron la revan­cha. En mar­zo de este año a pre­tex­to de un gol­pe de esta­do inmi­nen­te, jiba­ri­za­ron la Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te para con­ver­tir­la en una Con­ven­ción Cons­ti­tu­cio­nal ata­da de pies y manos.

Serán par­ti­dos que regis­tran ape­nas 2% de apo­yo, y el Con­gre­so que lle­ga jadean­do al 3%, quie­nes mane­ja­rán el ple­bis­ci­to. El cerro­jo será el quó­rum de dos ter­cios para ini­cia­ti­vas que trans­gre­dan las fron­te­ras de lo polí­ti­ca­men­te correcto.

El ple­bis­ci­to ‑no hay dis­cu­sión- es una tram­pa para atra­par y redu­cir a su míni­ma expre­sión la volun­tad de cam­bios pro­fun­dos que expre­sa el pue­blo median­te movi­li­za­cio­nes masi­vas y esca­ra­mu­zas dis­per­sas a lo lar­go del país. La para­do­ja difí­cil de expli­car es que, cons­cien­tes que se tra­ta de una tram­pa, tene­mos que acep­tar el desa­fío. Lle­va­mos casi medio siglo exi­gien­do una Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te como matriz legí­ti­ma de una Cons­ti­tu­ción demo­crá­ti­ca. La ima­gi­ná­ba­mos con­vo­ca­da por el pue­blo lue­go de derro­car la dic­ta­du­ra. Pero la his­to­ria se escri­bió de otro modo. Hoy care­ce­mos de fuer­za para impo­ner­la. En cam­bio pode­mos levan­tar un amplio movi­mien­to demo­crá­ti­co por el Aprue­bo y la Con­ven­ción Cons­ti­tu­yen­te. Si logra­mos un triun­fo arra­sa­dor, podre­mos vol­car las fuer­zas acu­mu­la­das a impo­ner la elec­ción de con­ven­cio­na­les dis­pues­tos a rom­per el muro de los dos tercios.

No es un obje­ti­vo fácil. La corrien­te abs­ten­cio­nis­ta es gran­de en sec­to­res juve­ni­les y popu­la­res que repu­dian todo lo que pro­ven­ga de par­ti­dos polí­ti­cos. Cer­ca del 70% recha­za las con­vo­ca­to­rias elec­to­ra­les. Hay par­la­men­ta­rios que repre­sen­tan al 1 o 2% del elec­to­ra­do de sus dis­tri­tos. Per­te­ne­cen a los mis­mos par­ti­dos que con­vo­can al ple­bis­ci­to. Los con­ven­cio­na­les se ele­gi­rán según las reglas de esos “repre­sen­tan­tes” del pue­blo. Sin embar­go, hay más de 700 mil “mili­tan­tes zom­bis” ‑figu­ran en los regis­tros par­ti­da­rios pero no mili­tan- a con­quis­tar para que el ple­bis­ci­to se con­vier­ta en una vic­to­ria democrática.

La frac­tu­ra de la dere­cha ‑divi­di­da entre el Recha­zo y el Apruebo‑, es un hecho que favo­re­ce el inten­to de rom­per la tram­pa mon­ta­da por la cas­ta polí­ti­ca y des­de allí esca­lar un pro­ce­so de recom­po­si­ción del movi­mien­to popular.

Otro aspec­to de la esqui­zo­fré­ni­ca polí­ti­ca chi­le­na, lo cons­ti­tu­ye el pro­yec­to de recom­po­ner el blo­que en el poder con sec­to­res que están hoy tan­to en el gobierno como en la opo­si­ción. Un sec­tor de la dere­cha, cons­cien­te del extre­mo pau­pe­ris­mo de sus ideas, lle­va ade­lan­te un ambi­cio­so pro­yec­to: for­jar una alian­za con la social­de­mo­cra­cia y la demo­cra­cia cris­tia­na, lo cual hace nece­sa­ria la des­com­po­si­ción de la extre­ma dere­cha. Un pro­yec­to que alien­tan tan­to el pre­si­den­te Piñe­ra como el gran empre­sa­ria­do inquie­tos por el des­tino del evan­ge­lio capi­ta­lis­ta en la nue­va Cons­ti­tu­ción. La for­ta­le­za elec­to­ral de la dere­cha ‑que retie­ne por dece­nios un 40%- se está des­mo­ro­nan­do a ojos vis­ta. Requie­re de urgen­cia oxi­ge­nar sus ideas. Si Piñe­ra ‑que en la encues­ta CEP de enero mos­tra­ba un 6% y en la CADEM de agos­to un 20%- con­si­gue ter­mi­nar su gobierno a pun­ta de bonos, sub­si­dios, prés­ta­mos y cajas de ali­men­tos, la elec­ción del 2021 sería la coyun­tu­ra ade­cua­da para ensa­yar la fór­mu­la. Los maes­tros de la dema­go­gia saca­rían del som­bre­ro la can­di­da­tu­ra que arti­cu­le los intere­ses de la dere­cha libe­ral y de la socialdemocracia.

Esta polí­ti­ca, enma­ra­ña­da y demen­cial, se pro­du­ce debi­do a la ausen­cia de un actor fun­da­men­tal: la Izquier­da. Una alter­na­ti­va de Izquier­da ‑que pue­de sur­gir de la coyun­tu­ra cons­ti­tu­cio­nal- impe­di­ría que la per­fi­dia de la eli­te robe una vez más los hue­vos al águila.

Itu­rria /​Fuen­te

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