Boli­via. Ante pos­ter­ga­ción de elec­cio­nes: el rei­no del miedo

Por Cami­lo Cata­ri, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano 23 de julio de 2020

El mie­do, nue­va­men­te, reco­rre por el terri­to­rio boli­viano y se impo­ne como rec­tor de la con­di­ción huma­na, no es un fenó­meno nue­vo, des­de los pri­me­ros días del hom­bre sobre la tie­rra, el temor ha sido par­te de la his­to­ria de la humanidad.

El pre­si­den­te del Tri­bu­nal Supre­mo Elec­to­ral pare­ce haber cedi­do al mie­do que ha pre­sio­na­do su con­cien­cia y en esa medi­da está pen­sa­do en su segu­ri­dad per­so­nal y dejan­do el futu­ro del país a la deri­va. No pode­mos espe­rar otra acti­tud de los eter­nos buró­cra­tas con­si­de­ra­dos como “nota­bles” cuan­do sim­ple­men­te son engra­na­jes de la maqui­na­ria que repro­du­ce la muer­te, por las ambi­cio­nes per­so­na­les. El Tri­bu­nal Supre­mo Elec­to­ral se encuen­tra en esta dis­yun­ti­va, devol­ver la demo­cra­cia al pue­blo o man­te­ner el saqueo del país, pre­sio­na­do por las ame­na­zas y el miedo.

La rup­tu­ra del mie­do ha ser­vi­do para que ple­be­yos des­tro­nen a las noble­zas euro­peas, la rup­tu­ra del mie­do ha ser­vi­do para que en Boli­via se recu­pe­re la demo­cra­cia, arre­ba­ta­da por las dic­ta­du­ras, Domi­ti­la Barrios es la antí­po­da de Sal­va­dor Rome­ro, la pri­me­ra una mujer de inmen­so cora­je que superan­do el mie­do de sus com­pa­ñe­ros mine­ros, supo asu­mir una con­duc­ta que derro­tó a la dic­ta­du­ra ban­ze­ris­ta. Esta­mos cla­ros que una acti­tud indi­vi­dual no es la que mue­ve la his­to­ria, pero es la “chis­pa que encien­de la pradera”.

Tene­mos fun­da­dos argu­men­tos para sos­te­ner que Sal­va­dor Rome­ro, per­te­ne­ce a la inte­li­gen­tsia libe­ral-oli­gar­qui­ca y actúa en con­se­cuen­cia, no tie­ne por qué “arries­gar el pelle­jo” en recu­pe­rar una demo­cra­cia, como teo­ría, que sólo es par­te de su capi­tal social indi­vi­dual. Nin­gún capi­ta­lis­ta arries­ga lo que le per­mi­te su reproducción.

El pue­blo demo­crá­ti­co y popu­lar, acep­tó los tér­mi­nos del lla­ma­do “acuer­do de paci­fi­ca­ción” cre­yó, una vez más, en la pala­bra de una eli­te con­ser­va­do­ra y racis­ta; y como siem­pre este pac­to fue trai­cio­na­do.
La lucha del pue­blo ya no es sim­ple­men­te por recu­pe­rar la demo­cra­cia, sino por recu­pe­rar el Esta­do, que ha sido vacia­do y des­man­te­la­do como pro­tec­tor de la pobla­ción. Todos los dere­chos han sido anu­la­dos y el dere­cho a la vida ha sido reem­pla­zo por la obli­ga­ción de la muerte.

Los gran­des pro­ble­mas que aque­jan a la huma­ni­dad, pre­ci­san de pue­blos deci­di­dos a salir ade­lan­te, tene­mos ejem­plos his­tó­ri­cos como Viet Nam, Arge­lia, Japón, que han sabi­do estar a la altu­ra de su des­tino. Boli­via hoy se deba­te en esa encru­ci­ja­da his­tó­ri­ca de cons­truir un futu­ro o que­dar­se sumi­do en el temor, la incer­ti­dum­bre y un futu­ro ya hipo­te­ca­do por un clan clep­to­crá­ti­co que se adue­ñó del gobierno.

La cul­tu­ra de la vida es pacien­te, pero tie­ne un lími­te, el momen­to que vivi­mos requie­re mucha sere­ni­dad para vis­lum­brar un futu­ro que des­pe­je la nie­bla que no per­mi­te ver con cla­ri­dad el peli­gro que se cier­ne sobre las con­quis­tas demo­crá­ti­cas, y la super­vi­ven­cia del mis­mo Estado.

¿Será que el mie­do ten­ga la fuer­za para domi­nar, el retorno anun­cia­do por Tupak Katari?

Itu­rria /​Fuen­te

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