Perú. Fle­xi­bi­li­za­ción labo­ral y democracia

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 de mar­zo de 2020

La sobre­ex­plo­ta­ción de los tra­ba­ja­do­res por los bají­si­mos sala­rios que per­ci­ben y la reduc­ción nota­ble de sus dere­chos, es con­sus­tan­cial al mode­lo neo­li­be­ral vigen­te en el mun­do des­de los años 1980. 

En nues­tro país se impu­so una mane­ra de cre­cer, que no crea empleos ni ingre­sos decen­tes, con una con­cep­ción de com­pe­ten­cia des­truc­ti­va que con­du­ce a la corrup­ción y la con­ce­sión de bene­fi­cios tri­bu­ta­rios jun­to con el des­man­te­la­mien­to de los están­da­res labo­ra­les para atraer inversiones. 

Los que argu­men­tan con­tra la supues­ta rigi­dez del mer­ca­do de tra­ba­jo son los pro­mo­to­res de esta com­pe­ten­cia des­truc­ti­va que aten­ta con­tra la sin­di­ca­li­za­ción, el sala­rio míni­mo, la nego­cia­ción colec­ti­va, la pro­tec­ción del tra­ba­jo y otros dere­chos. El obje­ti­vo, se dice, es fle­xi­bi­li­zar el mer­ca­do de tra­ba­jo para resol­ver los pro­ble­mas de la infor­ma­li­dad, el sub­em­pleo y el alto des­em­pleo juvenil.

Fle­xi­bi­li­zar es dejar­le al mer­ca­do que se regu­le a sí mis­mo. Pero, como decía Polan­yi (1944), “per­mi­tir que el meca­nis­mo del mer­ca­do diri­ja por su pro­pia cuen­ta y deci­da la suer­te de los seres huma­nos y de su medio natu­ral, e inclu­so que de hecho deci­da acer­ca del nivel y de la uti­li­za­ción del poder adqui­si­ti­vo, con­du­ce nece­sa­ria­men­te a la des­truc­ción de la socie­dad”. No se pue­de ase­gu­rar que las empre­sas que ope­ran en mer­ca­dos des­re­gu­la­dos van a gene­rar bue­nos empleos en el sen­ti­do de empleos esta­bles, con pro­tec­ción de los tra­ba­ja­do­res y con sala­rios dig­nos. El resul­ta­do es pre­ci­sa­men­te el con­tra­rio: la glo­ba­li­za­ción neo­li­be­ral ha pre­ca­ri­za­do el empleo e incre­men­ta­do la des­igual­dad en los nive­les de vida y en los ingre­sos de la pobla­ción de nues­tros paí­ses, sean estos desa­rro­lla­dos o en desarrollo.

En eco­no­mías con mer­ca­dos des­re­gu­la­dos se impo­nen los gru­pos de poder eco­nó­mi­co y se subor­di­na el inte­rés públi­co al inte­rés pri­va­do. La des­re­gu­la­ción es, enton­ces, la puer­ta abier­ta al extrac­ti­vis­mo polí­ti­co y eco­nó­mi­co, es decir, a la ganan­cia fácil, a la ausen­cia de inno­va­ción y al debi­li­ta­mien­to de las ins­ti­tu­cio­nes demo­crá­ti­cas que, por defi­ni­ción, deben ser inclusivas. 

Como dice Ace­mo­glu (2019) “no hay garan­tía de que los mer­ca­dos natu­ral­men­te pro­du­ci­rán sufi­cien­tes bue­nos empleos. Deja­dos a su suer­te, los emplea­do­res podrían tener incen­ti­vos para crear empleos con sala­rios más bajos, auto­ma­ti­zar o expri­mir a sus tra­ba­ja­do­res (en tér­mi­nos de sala­rios o segu­ri­dad), para aumen­tar sus ganan­cias”. En con­se­cuen­cia, la des­re­gu­la­ción del mer­ca­do de tra­ba­jo con­tri­bu­ye al desa­rro­llo de ins­ti­tu­cio­nes polí­ti­cas y eco­nó­mi­cas extrac­ti­vis­tas, y es el meca­nis­mo que per­pe­túa la baja pro­duc­ti­vi­dad y la baja cali­fi­ca­ción de los trabajadores.

La des­pro­tec­ción social de los tra­ba­ja­do­res y la pre­ca­ri­za­ción de sus nive­les de vida, ade­más, es un aten­ta­do con­tra la demo­cra­cia. Sin sin­di­ca­tos fuer­tes y sin sala­rios dig­nos, los tra­ba­ja­do­res pier­den la capa­ci­dad ciu­da­da­na de con­tri­buir (como meca­nis­mo de con­tra­pe­so) al equi­li­brio de pode­res que, jus­ta­men­te, es una de las carac­te­rís­ti­cas de los regí­me­nes democráticos. 

*Eco­no­mis­ta Ph. D. Pro­fe­sor Prin­ci­pal de la PUCP

Fuen­te: Otra Mirada

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