Por Eduardo Lucita*, Resumen Latinoamericano, 27 febrero 2020
Un
problema de costos
La negociación de la deuda ha
ingresado en tiempo de descuento. El Fondo, los fondos y el gobierno ensayan
propuestas, mientras una pregunta subyace: ¿Qué es más costoso evitar el
default o ir a un default ordenado?
El
Fondo descubrió el agujero del mate: que nuestro país atraviesa una crisis de
solvencia y que está en default virtual o técnico. Contradice así su último
análisis de sostenibilidad de la deuda, publicado en julio de 2019. Más
aún considera que el gobierno ya ha
avanzado todo lo posible con el “esfuerzo fiscal” (desindexación jubilatoria,
eliminación de clausulas gatillo, anuncio (postergado ahora) de aumento de
tarifas segmentado, incremento de impuestos…) y que no se le puede exigir ya
superávits fiscal primario a riesgo de poner en riesgo la sustentabilidad
política del gobierno, es el momento entonces de pedirle a los acreedores
privados una “contribución considerable”.
Avaló
así la estrategia argentina de reestructuración de la deuda con acreedores
privados. Al mismo tiempo dejó en claro que es el acreedor prioritario y que no
está dispuesto a conceder quitas ni reperfilamiento alguno de sus acreencias,
mucho menos a revisar sus responsabilidades.
El
fondo y los fondos
Si se tratara de una partida de truco se diría
que el gobierno hizo la primera pero en este juego lo que define son las otras
dos manos y para eso hay que tener cartas buenas. Los bonistas quieren que el
gobierno acuerde primero con el Fondo, parten de la idea de que este impondría
criterios fiscales que garantizarían el cobro de sus acreencias, mientras que
el Fondo no tiene ningún apuro ‑con sus declaraciones solo le ha dado aval
político al gobierno- sus vencimientos operan recién a partir del año que viene.
En tanto el gobierno busca cerrar un acuerdo con los acreedores privados con
una quita importante (entre el 30 y el 50%). Su apuro es entendible, en mayo y
junio hay fuertes vencimientos con los bonistas.
Sin embargo el ancho de espadas y el siete
bravo parecen estar en manos de los fondos. Coordinados entre ellos tendrían el
monto de bonos suficiente como para hacer fracasar toda reestructuración que no
contemple sus intereses (las clausulas de acción colectiva incluidas en los
bonos obligan a que toda reestructuración cuente con el aval mínimo del 75% de
los tenedores). Por su parte el FMI está autocuestionado por el insólito
préstamo otorgado a Argentina, involucra al 47% de su capacidad prestable.
Los
costos de pagar y no pagar
Así las cosas el default depende de la voluntad
de los bonistas cuya capacidad financiera es mayor que la de muchos Estados
considerados potencias y, obviamente, pueden independizarse de lo que diga el
Fondo. Si un default es impuesto por los acreedores se argumenta “son las
condiciones de mercado” pero si es producto de una acción consciente de un
gobierno que se siente soberano, se trata de una idea alocada en la que “todos
pierden” meramente propagandística”. El sentido común ha naturalizado que pagar es el mal menor.
¿Pero es así? ¿Es que acaso se
cotejaron los costos de evitar un default con los de decidirlo política y conscientemente?
Hacerlo puede ser un ejercicio interesante:
Los
costos de evitar un default. Pueden sintetizarse
como que eternizaran la dependencia y la subordinación financiera. Más allá de
que el acuerdo con el Fondo resulte un nuevo Stand By o un Plan de Facilidades
Extendidas, que estire los vencimientos, que lo fondos acepten una quita
significativa que incluya intereses y un período de gracia, la deuda
permanecerá y luego del período inicial entrarán a jugar las políticas de
ajuste para garantizar superávits fiscales necesarios para pagar intereses y
las consabidas reformas estructurales para ingresar definitivamente en el
capitalismo de mercado, y sobre todo para bajar costos que garanticen
exportaciones, que consigan los dólares para pagar deuda. Nadie puede
garantizar que en 4 ó 5 años no tengamos una nueva crisis, la experiencia
muestra que la deuda tiende a realimentarse en un círculo que la perpetua.
Los costos de un default
consciente. Se dice habrá un bloqueo financiero. Argentina quedaría fuera de
los mercados de crédito y aislada políticamente. Pero el país está fuera de los mercados desde marzo de
2018. En cuanto a los Organismos (tipo BM, BID, etc.) difícil que después del
megapréstamo del FMI haya margen para nuevos créditos de estos, salvo los que
ya están en curso. Por otra parte inversiones productivas no hay en el país
desde hace al menos una década. Es decir situación financiera no empeorara respecto a
la situación actual. Y siempre es posible buscar local e internacionalmente fuentes
de financiamiento alternativas. Por otra parte durante el default del 2001 el
país no estuvo aislado del FMI, ni del BM, de la OMC o del G20. ¿De qué
aislamiento político nos hablan?
Se amenaza también con un
bloqueo comercial. Pero ¿China
dejará de comprarnos soja y sus derivados y carnes rojas? ¿Dejará de vendernos
equipos? ¿Brasil dejará de importar los
autos que aquí ensamblamos con las piezas y equipos que ellos nos venden? ¿Chile,
Vietnam, EEUU nos cerrarán sus mercados? ¿Y los mercados a los que exportamos
productos tecnológicos? Por lo demás nuestro país no es considerado en el
concierto de naciones como Venezuela, Irán o Cuba, así que hay que relativizar
el posible bloqueo. Obviamente
habrá juicios contra el Estado e intentos de embargar los bienes del país en el
exterior, pero ya se vio que esto no es significativo.
Contrariamente
al cesar o suspender los pagos el Estado contará con una masa de recursos para
hacer políticas activas y reanimar la economía. Si se investiga la deuda buena
parte de ella se cae sola, porque como sabemos está muy floja de papeles.
El
default no es más que un punto de partida ‑no exento de dificultades- que debe
ir acompañado de otras políticas, sobre la banca, el comercio exterior, lo
impositivo, lo financiero. Se requerirá un programa de emergencia que resulte
la base para avanzar en transformaciones más profundas, cambios en el modelo
productivo y nuevas relaciones internacionales.
Pagar
o no pagar, esa es la cuestión
*integrante
del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-