El abogado Didier Rouget ha fallecido a los 62 años tras una larga enfermedad. Nacido en París y afincado en Uztaritze desde 1998, ejerció como jurista especializado en derechos humanos y formó parte del equipo de letrados que defiende a los represaliados vascos. Llevó hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos diferentes casos de torturas y las ilegalizaciones de HB, EH y Batasuna, así como el alargamiento de condenas conocido como la ‘doctrina Parot’, cuya anulación marcó un antes y un después en la percepción de importantes sectores de la judicatura española e internacional respecto a la politización en la aplicación de las leyes a los presos vascos.
Siguiendo el hilo conductor de la lucha anticapitalista y antimperialista que guió toda su trayectoria, se implicó en múltiples luchas, (antinuclear, contra los centros de retención, contra el fascismo, en apoyo a los inmigrantes indocumentados, a los obreros e intelectuales de Europa del Este, a los pueblos que luchan por su libertad como Vietnam, Palestina, Kurdistán y también Euskal Herria, con quien su primer contacto fue en las protestas contra el proceso de Burgos.
En 1985 deja la fábrica y retoma los estudios. Finalizada la carrera de Derecho, se especializa en derechos humanos para lo que se desplaza varios meses a Montreal. Su tesis doctoral versó sobre los dispositivos y convenios para la prevención de la tortura, algo no muy habitual en aquella época tal y como precisaron los miembros del tribunal ante el que la presentó a principios de los 90 y que le reconoció doctor con la mención cum laude.
Comprometido con la lucha de Euskal Herria y miembro de los comités de solidaridad, ayudó personalmente a los represaliados vascos encarcelados o confinados en el norte del Estado francés donde vivía y a sus familias.
En 1998 fija su residencia en Uztaritze, donde continúa militando y se compromete en las luchas locales tales como la de la oposición al proyecto del TAV de Lapurdi. Es, incluso, concejal en la localidad en la anterior legislatura.
En su calidad de jurista especializado en derechos humanos, incrementa su compromiso en la defensa de los represaliados vascos desde que se instalara con su familia en Ipar Euskal Herria. Así, se entrega en cuerpo y alma a los casos que les afectan y pasa a formar parte del equipo de letrados que los defienden. En relación directa con la CPT (Comité para la Prevención de la Tortura), en los últimos años se ocupa de casos de tortura, consiguiendo condenar por primera vez a tres guardias civiles en el caso de Kepa Urra en 1997, objeto de malos tratos cuando fue detenido cinco años antes, aunque los agentes nunca la cumplieron. Rouget también llevó hasta el Tribunal de Estrasburgo diferentes casos como el que conllevó la condena del exgobernador de Gipuzkoa Julen Elgorriaga por un delito contra la presunción de inocencia en 2011 o el que hizo que el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas condenase al Estado francés en noviembre de 1999 por la entrega en 1987 de Josu Arkauz al Estado español, donde fue torturado.
Estrasburgo
También defendió directamente a presos vascos detenidos en otros países, como el caso de la demanda de extradición de Iban Apaolaza en Canadá en 2008.
Su trabajo de hormiga como jurista le llevó a enfrentarse a procedimientos muy complejos para lo que tuvo que demoler primeramente inercias internas provocadas por el escepticismo sobre los eventuales resultados efectivos que podría acarrear la larga lucha jurídica en los estamentos internacionales. La mayoría de los recursos presentados en los últimos años en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos llevan su impronta como los de la ilegalización de HB, Euskal Herritarrok y Batasuna o la conocida como ‘doctrina Parot’.
El fallo sobre esta última cuestión le desquitó de la espina que llevaba clavada desde que el tribunal europeo rechazara el recurso sobre las ilegalizaciones de los partidos en junio de 2009. La victoria en el caso de Inés del Río, una de las presas políticas vascas a quien se le aplicó la doctrina 197⁄2006, además de beneficiar a unos 70 presos vascos y hacer que la mayoría fuesen liberados inmediatamente, marcó un antes y un después en la percepción de importantes sectores tanto de la judicatura española como de la internacional respecto a la politización en la aplicación de las leyes de la que son objeto los presos vascos.
Austero, discreto, constante, entregado, comprometido… son algunos de los epítetos con los que sus compañeros y allegados lo definen. Los más cercanos, sin embargo, no dudan en denominar a quien militó durante toda su vida por un mundo más justo como «erabateko euskal militantea». Uno de esos hombres «imprescindibles» que decía Bertolt Brecht.