Fren­te a la repre­sión, Eus­kal Herria no cami­na sola

¡No a la dis­per­sión! ¡Pres@s y exiliad@s polí­ti­cas vas­cas a casa!

Como ocu­rre cada últi­mo vier­nes en prác­ti­ca­men­te cada pue­blo y ciu­dad de Eus­kal Herria, el domin­go, 14 de diciem­bre nos con­cen­tra­re­mos para exi­gir el fin de la dis­per­sión de las y los pre­sos polí­ti­cos vas­cos, en vigor des­de hace más de 25 años a pesar de los pasos dados en estos últi­mos años en Eus­kal Herria para resol­ver el con­flic­to. Esta polí­ti­ca de dis­per­sión tie­ne como obje­ti­vo aca­bar con la lucha de las y los pre­sos polí­ti­cos, ade­más de supo­ner un cas­ti­go aña­di­do para sus fami­lia­res y alle­ga­dos. Lejos de rela­jar­se la polí­ti­ca de dis­per­sión se endu­re­ce cada día ya que cada vez se envía más lejos a las y los pre­sos y aumen­ta la dis­per­sión den­tro de la dis­per­sión, es decir, den­tro de las pro­pias cár­ce­les, lo que impo­si­bi­li­ta que las y los pre­sos que están en una mis­ma cár­cel ten­gan algún tipo de rela­ción. Esta no es sino una más de las medi­das de excep­ción que se apli­can a las y los pre­sos polí­ti­cos vascos.

Actual­men­te hay 469 pre­sas y pre­sos dis­per­sos en 76 pri­sio­nes de los Esta­dos espa­ñol y fran­cés, ade­más de 60 refu­gia­dos y refu­gia­das repar­ti­das por el todo el mun­do. De estos pre­sos y pre­sas, 11 pade­cen enfer­me­da­des gra­ves e incu­ra­bles y tam­bién pade­cen todas estas medi­das de excep­ción ya que según la pro­pia legis­la­ción espa­ño­la debe­rían estar en liber­tad. Lejos de ello, la mayo­ría cum­ple las penas en cár­ce­les situa­das a cien­tos de kiló­me­tros de Eus­kal Herria.

Ante esta situa­ción, la úni­ca mane­ra de hacer mover a los Esta­dos espa­ñol y fran­cés para dar solu­ción a la situa­ción de las y los pre­sos polí­ti­cos vas­cos es la acti­va­ción y movi­li­za­ción popu­lar. Por ello, os lla­ma­mos a movi­li­za­ros jun­to a noso­tras para que esta situa­ción inhu­ma­na no se alar­gue en el tiempo.

Gora eus­kal pre­so eta ihes­la­ri politikoak!

Eus­kal pre­soak eta ihes­ka­riak, etxera!

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