¿Eres o no eres?- Fidel Castro

Hugo Chávez y Fidel Castro

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“…Padre, le dije, ¿eres o no eres o quién eres? Y miran­do el Cuar­tel de la Mon­ta­ña, dijo: ‘Des­pier­to cada cien años cuan­do des­pier­ta el pueblo’.”

Esa fue la res­pues­ta del Liber­ta­dor de Amé­ri­ca a la atre­vi­da pre­gun­ta de Pablo Neru­da tras el esta­lli­do de la Gue­rra Civil Espa­ño­la, cuan­do los pro­pios obre­ros espa­ño­les logra­ron impe­dir que los fas­cis­tas se apo­de­ra­ran del Cuar­tel de la Mon­ta­ña de Madrid.

Esos recuer­dos acu­dían a mi men­te ante los hechos que esta­ban ocu­rrien­do en la her­ma­na Repú­bli­ca Boli­va­ria­na de Vene­zue­la. En nues­tra patria soli­ta­ria, la Revo­lu­ción había esta­lla­do hacía muchos años, y está­ba­mos enfras­ca­dos en una con­tien­da des­igual y casi incon­ce­bi­ble con­tra el impe­rio más pode­ro­so que había cono­ci­do la humanidad.

De repen­te sue­na el telé­fono del cuar­to, solo para situa­cio­nes de urgen­cia; la lla­ma­da pro­ce­día de la ofi­ci­na de Hil­da Cas­tro, la viu­da de Tamar­go, el pri­mer taquí­gra­fo que cono­cí en mi vida tras el triun­fo de la Revo­lu­ción en enero de 1959. Habían trans­cu­rri­do ya 43 años.

En esa par­te de los docu­men­tos revi­sa­dos comien­za la trans­crip­ción de Hil­da, que publi­co de mane­ra íntegra:

CONVERSACIÓN TELEFÓNICA SOSTENIDA POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ CON EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA, HUGO CHÁVEZ FRÍAS. 14/​04/​2002 – 07:01 h

PDTE. CHÁVEZ.-…Heroí­na María, Fidel. (al pare­cer yo lo había lla­ma­do a él héroe un segun­do antes)

CMDTE. EN JEFE.- ¡Ah, esa es la cam­peo­na, caram­ba! ¡Qué his­to­ria! ¡Qué historia!

PDTE. CHÁVEZ.- (Se ríe) ¡Esto no tie­ne nom­bre, Fidel!

CMDTE. EN JEFE.- Yo aho­ra esta­ba medi­tan­do, no me podía dor­mir. Me iba a dor­mir y no me podía dor­mir, cuan­do me sue­na un tim­bre­ci­to ahí, y ya… ¡Qué cosa!

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Qué día, Fidel! Estoy que… ¡es una cosa increí­ble, increí­ble! Yo toda­vía estoy pro­ce­san­do cosas. Y los mucha­chos… Por­que yo esta­ba ais­la­do; me lle­va­ron, cuan­do salí de aquí, esa madru­ga­da, como dos horas des­pués que habla­mos. Pues, enton­ces, por fin, como lo habla­mos, yo dije: “No, yo no voy a renun­ciar. Voy pre­so, pues.” Enton­ces, me voy, volun­ta­ria­men­te. Hablé con los mucha­chos, que son —como tú sabes— unos gue­rre­ros, y les dije: “No se pon­gan a come­ter locu­ras. Bueno, vamos a pri­sión y esto no ha ter­mi­na­do.” Por­que no tenía yo ya car­tas que jugar. Otras uni­da­des lea­les, pero esta­ban lejos, ¿ve? Las que esta­ban sóli­das, sobre todo la Bri­ga­da de Pa­racaidistas en Mara­cay. Baduel me llamó.

CMDTE. EN JEFE.- No, y no podían mover­la, Hugo, por­que se arma una bata­lla, ni siquie­ra una gue­rra civil.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, sí, exac­ta­men­te. Yo le dije…

CMDTE. EN JEFE.- Yo he oído decir que ya que­rían venir y tú les dijis­te que no.

PDTE. CHÁVEZ.- No, yo le dije: “Man­tén tu posi­ción.” Y me lla­ma­ron unos mucha­chos de Mara­cai­bo, allá en Occi­den­te, de Tan­ques, y me dijo Alca­lá: “Aquí está mi bata­llón de tan­ques lis­to en colum­nas, y todos mis ofi­cia­les y tro­pas. ¡Patria o Muer­te! Me voy a tomar Mara­cai­bo.” Le dije: “No. Man­tén tu posi­ción. Me bas­ta que man­ten­gas la posi­ción moral, de com­ba­te, pero man­tén tu posi­ción físi­ca tam­bién. Eso sí, arti­lla­do y lis­to, por si aca­so te ata­ca la fuer­za aérea, o algu­na cosa.”

Y eso se fue mul­ti­pli­can­do a nivel de los Coman­dan­tes de los Bata­llo­nes de Tan­ques, de Infan­te­ría, un Bata­llón de Sel­va por allá en la sel­va. Empe­za­ron a decir que no reco­no­cían al supues­to gobierno este nue­vo, ile­gí­ti­mo. Y Baduel se con­vir­tió en el eje, y otros gene­ra­les lea­les se fue­ron para allá. Muchos de los mucha­chos míos que se que­da­ron suel­tos por ahí, se con­cen­tra­ron en Maracay.

Yo esta­ba hacien­do un plan des­pués que hablé con­ti­go. La úni­ca alter­na­ti­va que me que­da­ba era irme a Mara­cay. Pero tú sabes que esas son como casi dos horas por tie­rra. Y enton­ces, bueno, no tenía­mos la segu­ri­dad de que pudié­ra­mos lle­gar allá.

CMDTE. EN JEFE.- Era impo­si­ble, era imposible.

PDTE. CHÁVEZ.- No, no. Nos hubie­ran para­do en la carre­te­ra, y a lo mejor se arma una bata­lla ahí, ¡quién sabe qué hubie­ra pasa­do! Así que, por eso, deci­dí entregarme.

Me lle­va­ron a cin­co sitios. Me movie­ron de un lado para otro. Me pre­sio­na­ron para que fir­ma­ra la renun­cia. Yo dije: “No, yo no renun­cio. Yo soy pre­so. Soy pre­so, y lis­to. Y enjuícienme.”

Me lle­va­ron a media­no­che por allá, a un apos­ta­de­ro naval, y resul­ta que a las dos horas ya tenía gana­dos a casi todos los sar­gen­tos, por­que son coman­dos de estos, para­cai­dis­tas y todo, ¿no?

CMDTE. EN JEFE.- Eso fue aquel día, eso fue el viernes.

PDTE. CHÁVEZ.- ¿Eh?

CMDTE. EN JEFE.- ¿El vier­nes?

PDTE. CHÁVEZ.- No, eso fue antier, el jue­ves por la noche.

CMDTE. EN JEFE.- El jue­ves. ¡Ah, eso fue…!

Pero tú esta­bas en Palacio.

PDTE. CHÁVEZ.- No, eso fue el vier­nes, perdón.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, a las 03:50 fue que tú salis­te, del vier­nes, antes del amanecer.

PDTE. CHÁVEZ.- Correc­to.

Enton­ces, ahí me movie­ron por tres luga­res ese mis­mo día. Y por fin deci­die­ron —como ya la gen­te se esta­ba agol­pan­do… Yo esta­ba por allá en el Regi­mien­to de Poli­cía Mili­tar, pre­so, y la cel­da don­de yo esta­ba que­da como a un kiló­me­tro de la sali­da del Fuer­te Tiu­na, y ya se oían los gri­tos de la gen­te. Por­que la gen­te sabía que yo esta­ba ahí, ¿no? Yo lla­mé de allí, hablé con María, hablé con María Isa­bel y con la fami­lia: “Dígan­les que estoy aquí en Fuer­te Tiu­na.” Y la gen­te empe­zó a irse para allá, a aglo­me­rar­se. Pero miles de per­so­nas, a gri­tar con­sig­nas, sin miedo…

CMDTE. EN JEFE.- ¿A qué hora del viernes?

PDTE. CHÁVEZ.- Eso fue ya en la tar­de del viernes.

CMDTE. EN JEFE.- Cla­ro. ¿Y cómo pudis­te hablar con María y con el Minis­tro de Edu­ca­ción y de Trabajo?

PDTE. CHÁVEZ.- Los mili­ta­res… Un mili­tar me pres­tó un telé­fono celular.

CMDTE. EN JEFE.- ¿En dón­de? ¿En ese momen­to? ¿Allí en el Fuer­te Tiuna?

PDTE. CHÁVEZ.- En el Fuer­te Tiu­na me pres­ta­ron un telé­fono y empe­cé a hacer algu­nas lla­ma­das: a mis hijos, a María Isa­bel… Y les pedí que habla­ran con el mun­do; que yo no había renun­cia­do. Ahí fue cuan­do María te llama…

CMDTE. EN JEFE.- A las 10 y dos minu­tos me lla­ma María. El viernes.

PDTE. CHÁVEZ.- En la noche.

CMDTE. EN JEFE.- No, por la mañana.

PDTE. CHÁVEZ.- iAh!

CMDTE. EN JEFE.- A las 10 y dos minu­tos me lla­ma. Y es cuan­do yo le pro­pon­go que si ella esta­ba dis­pues­ta a hablar ella mis­ma. Dice: “Sí, ¡qué no haría yo por mi padre!”

Enton­ces le pre­pa­ré inme­dia­ta­men­te para que habla­ra con Randy el perio­dis­ta, y a las 12:40 lo dis­pa­ra­mos al aire. Cuan­do lo dis­pa­ra­mos al aire, se lo entre­ga­mos a las agen­cias y tam­bién a la CNN. Enton­ces la CNN empe­zó a dar­lo y cada media hora saca­ba la noticia.

PDTE. CHÁVEZ.- ¿Y cuán­to tiem­po habló María?

CMDTE. EN JEFE.- Bueno, pue­de ser que ella habló… Fue­ron seis minu­tos. Hizo una his­to­ria muy bien, en seis minutos.

PDTE. CHÁVEZ.- iAh, no, pero esa es la heroína!

CMDTE. EN JEFE.- No, no, pero sí. Pero fue feno­me­nal, por­que esta gente…

PDTE. CHÁVEZ.- No, eso fue muy, muy importante.

CMDTE. EN JEFE.- Enton­ces ya Feli­pe fue como a las 4 de la tar­de, en que esta­ba ase­dia­da la Emba­ja­da nues­tra. Pero allí ha sido… La que­rían asal­tar. Hubo un momen­to… Bueno, la orden tenía que ser, pri­me­ro, dis­pa­ros… Tenían que defen­der­se, por­que los mata­ban a todos, y había 5 muje­res y un niño, y 17 com­pa­ñe­ros allí. Fue muy tensa…

PDTE. CHÁVEZ.- Dicen que les qui­ta­ron has­ta la luz y el agua.

CMDTE. EN JEFE.- Fue muy ten­sa. Les qui­ta­ron la luz, les qui­ta­ron el agua, no se podían mover, y has­ta, bueno, estu­vie­ron a pun­to de asal­tar­la. Ese fue el momen­to más crí­ti­co. Habría per­tur­ba­do eso terri­ble­men­te. Por­que de abrir una balacera…

PDTE. CHÁVEZ.- Ger­mán esta­ba ahí, ¿no?

CMDTE. EN JEFE.- Ger­mán se por­tó… ¡Y toda la gen­te se por­tó… pero como unos héroes de ver­dad! Allí. Por­que esta­ban cer­ca­dos. Una mul­ti­tud. Roma­ní y toda la gusa­ne­ra aque­lla. ¡Si tú ves qué dis­cur­so pro­nun­cia­ba! Por­que a aque­llos los trans­mi­tían. Las cade­nas esas trans­mi­tían todo.

PDTE. CHÁVEZ.- Cla­ro, lo trans­mi-tían todo.

CMDTE. EN JEFE.- Y se pasa­ron todo el día calum­nian­do y calum­nian­do, y hablan­do de la renun­cia, la renun­cia y la renuncia.

Enton­ces, ellos edi­fi­ca­ron todo su anda­mia­je sobre la base de la renun­cia. Ahí fue don­de se embar­ca­ron p’al diablo.

PDTE. CHÁVEZ.- (Se ríe) Sí, por­que empe­za­ron a difun­dir un tex­to que yo no qui­se fir­mar, cuan­do me reu­ní allá en el Fuer­te Tiu­na con los gene­ra­les trai­do­res estos, que esta­ban com­pra­dos por la oli­gar­quía de acá y otros sec­to­res más.

Enton­ces, bueno, me lle­va­ron. Cuan­do empie­za la gen­te a aglo­me­rar­se en Fuer­te Tiu­na, ya en la tarde…

CMDTE. EN JEFE.- ¿A qué hora hubo unos dis­pa­ros allí? Por­que hubo unos dis­pa­ros. Ya ano­che­cien­do, o de noche ya.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí. Hubo unos dis­pa­ros. Pare­ce que fue al aire.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, por­que la gen­te esta­ba acu­mu­lán­do­se y esta­ba bajan­do de las lomas.

PDTE. CHÁVEZ.- Anjá.

CMDTE. EN JEFE.- Sí.

PDTE. CHÁVEZ.- Enton­ces, ahí me lle­van, en heli­cóp­te­ro, ya de noche, ha­cia un apos­ta­de­ro naval que que­da co­mo a hora y media de Cara­cas en helicóptero.

Yo no sabía para dón­de me lle­va­ban. Enton­ces, bueno, me mon­té en el heli­cóp­te­ro, y me lle­van a un apos­ta­de­ro naval, don­de esta­ba un gru­po de coman­dos de la Marina.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, Riu­ma…

PDTE. CHÁVEZ.- ¿Eh?

CMDTE. EN JEFE.- Tie­ne un nom­bre… Yo lo vi ayer por la maña­na, por­que un ami­go, una gen­te de uste­des se lo dice a la AFP. Me refie­ro al vier­nes, ¿no? No, al sába­do por la maña­na. Se lo dice a la AFP, que a ti te han lle­va­do para un lugar, y da el nom­bre allí; dice: a 100 km de Cara­cas, en direc­ción a Miran­da más o menos. Y da el nom­bre del lugar don­de estás.

PDTE. CHÁVEZ.- Turia­mo.

CMDTE. EN JEFE.- Turia­mo, exac­ta­men­te. De eso yo me ente­ro cuan­do ter­mino un acto por la maña­na, en que meti­mos duro, ¿no? Enton­ces, ya yo iba salien­do del acto, y me infor­man que ha sali­do un cable que indi­ca el lugar don­de tú estás. Allá.

Enton­ces, lla­mé allá. Tus padres habían oído a María. Por la noche, por la CNN, vie­ron todo. Enton­ces, tu mamá man­da un reca­do. Nos lla­ma, quie­re hablar con­mi­go, por­que quie­re hacer una decla­ra­ción ella también.

Enton­ces, yo la lla­mé pri­me­ro a la Gober­na­ción, pero me deja­ron tres telé­fo­nos y esta­ban en la resi­den­cia, allí don­de estu­vi­mos comien­do el pes­ca­do aquel.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí. (Se ríe)

CMDTE. EN JEFE.- Enton­ces, esta­ba ella con muy buen áni­mo. Pero allí me doy cuen­ta —por­que hablé tam­bién con tu padre, y le pre­gun­té cómo esta­ban las cosas. La rela­ción con la jefa­tu­ra mili­tar esta­ba muy bien; se había reu­ni­do. Y enton­ces allí, el de Saba­ne­ta tam­bién, muy acti­vo. Ya ellos habían hecho con­tac­to allá tam­bién con la gen­te de los para­cai­dis­tas, y tenían el con­trol allí de la situa­ción, y se orga­ni­zó muy bien.

Enton­ces, ya empie­zan las pri­me­ras noticias.

Yo, cuan­do ter­mi­né de hablar con ellos ya, lla­mé a María —era alre­de­dor de las 10, 10 y tan­to — , a ver qué noti­cias tenía, y yo le doy la infor­ma­ción de que te habían lle­va­do para esa base.

PDTE. CHÁVEZ.- Correc­to. Ahí estu­ve esa noche. Ahí, bueno, des­can­sé un rato; hablé con los mucha­chos, los coman­dos… Por­que ellos son mucha­chos de coman­dos para­cai­dis­tas, aun­que son de la Mari­na, y enton­ces resul­ta que me los voy ganan­do, me los voy ganan­do, van cogien­do con­fian­za. Y en la maña­na resul­ta que uno me pro­po­ne salir de ahí, es decir, tomar la base esa y res­ca­tar­me, y salir de ahí hacia Mara­cay por tie­rra —por­que el heli­cóp­te­ro no lo tenía­mos cer­ca, esta­ba en el apos­ta­de­ro, don­de sí ellos lo tenían bajo con­trol. Enton­ces, a mí me pusie­ron en una bahía con una uni­dad de coman­dos de unos 100 hom­bres; pero ellos me dije­ron —un gru­po de ofi­cia­les y sar­gen­tos — , me dije­ron: “Mire, mi Coman­dan­te, esta­mos dis­pues­tos a irnos de aquí con usted. Dete­ne­mos aquí a algu­nos ofi­cia­les que no están con noso­tros, y nos vamos a Mara­cay, por­que está mi gene­ral Baduel hacién­do­se fuer­te allá, la gen­te en la calle, en Cara­cas la gen­te está en la calle. Así que, vámo­nos de aquí.”

Bueno, esta­ban hacien­do el plan ya, y al rato llegan…

CMDTE. EN JEFE.- ¿Y por dón­de hubie­ran lle­ga­do a Mara­cay ustedes?

PDTE. CHÁVEZ.- Por carre­te­ra, por­que esa zona que­da cer­ca de Mara­cay, que­da como a dos horas de Mara­cay por tierra.

CMDTE. EN JEFE.- Pero, ¿Mara­cay está al este o al oes­te de Caracas?

PDTE. CHÁVEZ.- Mara­cay está al sur­oes­te de Cara­cas, y for­ma —con el lugar don­de yo esta­ba— como un trián­gu­lo casi que equi­lá­te­ro entre…

CMDTE. EN JEFE.- Sí. Pero enton­ces la base esa, ¿está en la zona de Miran­da, o al oes­te de Maiquetía?

PDTE. CHÁVEZ.- No, al oes­te de Mai­que­tía, en el esta­do de Cara­bo­bo, yen­do hacia…

CMDTE. EN JEFE.- ¿La base esa?

PDTE. CHÁVEZ.- Turia­mo, sí.

CMDTE. EN JEFE.- Cla­ro, aho­ra entien­do, aho­ra entiendo.

PDTE. CHÁVEZ.- Y es del esta­do de Ara­gua, Turia­mo está en Ara­gua, cuya capi­tal es Mara­cay. Ellos come­tie­ron un error allí, por­que me lle­va­ron al esta­do de Aragua.

CMDTE. EN JEFE.- Te lle­va­ron cer­ca de don­de esta­ban los paracaidistas.

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Cer­ca! No se die­ron cuen­ta de eso. Enton­ces yo ahí me sen­tía más sóli­do, y los mucha­chos listos.

Aho­ra, ¿qué pasa? En Mara­cay no sólo fue Baduel. Otro gene­ral que esta­ba con­mi­go aquí en el Pala­cio, Gar­cía Mon­to­ya, resul­ta que él fue el que tam­bién me reco­men­dó entre­gar­me. Me dice: “No, usted tie­ne que pre­ser­var la vida. No­sotros nos encar­ga­mos aquí de la resis­ten­cia. Así que entré­gue­se, pida garan­tías, y bueno, noso­tros pen­dien­tes de exi­gir que le res­pe­ten la vida”.

Por una par­te me esta­ban sacan­do a mí pre­so, y por la otra él se fue a Mara­cay, por­que él es muy ami­go de Baduel, y allá él, que es Gene­ral de Divi­sión, orga­ni­za el Coman­do de la Resis­ten­cia y la Dig­ni­dad. Y empie­za ese coman­do, y los mucha­chi­tos míos de aquí, los joven­ci­tos que tú cono­ces, se fue­ron para allá tam­bién, para Mara­cay, que que­da como a hora y media de Cara­cas. Se fue­ron, se les esca­pa­ron a los jefes aquí, a los que asumieron.

Aquí tenían un plan ya. Unos se que­da­ron en el sótano escondidos.

CMDTE. EN JEFE.- Creo que Mar­tí­nez esta­ba por allí tam­bién, ¿no?

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, Mar­tí­nez esta­ba. Todos esta­ban allí. Martínez…

CMDTE. EN JEFE.- Yo hablé con el gene­ral ese que tú dices.

PDTE. CHÁVEZ.- ¿Gar­cía Montoya?

CMDTE. EN JEFE.- Sí, yo hablé pri­me­ro con Baduel —por­que todo eso me comu­ni­có María. Me comu­ni­có pri­me­ro con el que esta­ba de Jefe de Coman­do, el que esta­ba de Coman­dan­te de la Fuer­za Arma­da, Lucas.

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Ah, Lucas, Lucas! ¿Hablas­te con él?

CMDTE. EN JEFE.- Sí. Ella me comu­ni­ca con él.

Era el perío­do en que tú esta­bas en Orchi­la, ya a esa hora.

Eso fue por la tar­de, a pri­me­ra hora de la tar­de más o menos. Yo le comuniqué.

Enton­ces, des­pués María me dice que Baduel quie­re hablar tam­bién, y me dio los telé­fo­nos. Era muy difí­cil se cor­tó dos veces la comu­ni­ca­ción— con Lucas, y enton­ces, a tra­vés de María, pude… Ella me dijo que Baduel que­ría hablar con­mi­go. Enton­ces, hablé con Baduel un rato, y está­ba­mos en la enor­me preo­cu­pa­ción de dón­de tú esta­bas y de pre­sio­nar­los no fue­ra a ser que en la deses­pe­ra­ción hicie­ran cual­quier cosa, ¿tú entiendes?

Enton­ces, él me pone con ese gene­ral, este que esta­ba allí.

PDTE. CHÁVEZ.- Gar­cía Montoya.

CMDTE. EN JEFE.- Mon­to­ya. Y enton­ces él pide tam­bién que ellos que­rían hacer una decla­ra­ción pública.

Enton­ces, hablan­do con­mi­go ahí, yo le puse para gra­bar­le la con­ver­sa­ción, y le dije que la hicie­ra: ¡pam! Y enton­ces hizo un dis­cur­so diri­gi­do a la opi­nión públi­ca mun­dial y todo.

Inme­dia­ta­men­te la pasa­mos a la tele­vi­sión y se la entre­ga­mos tam­bién a todas las esta­cio­nes aquí, un dis­cur­so que él hizo.

¡Figú­ra­te!, tú no sabías lo que esta­ba pasan­do por acá, ¿no?

PDTE. CHÁVEZ.- No, yo no sabía nada de eso.

Cla­ro, yo intuía la reac­ción popu­lar y mili­tar, pero me preo­cu­pa­ba, por­que eso pudie­ra haber gene­ra­do has­ta una gue­rra civil. Pero resul­ta que…

CMDTE. EN JEFE.- No, Baduel y el otro tenían una posi­ción muy cla­ra —yo se la elo­gié — ; esta­ban inde­ci­sos de si salir o no. Y enton­ces, yo decía: no, no con­vie­ne que haya com­ba­te. Les di mi opi­nión, pero ya ellos tenían pen­sa­do pre­ci­sa­men­te eso.

Enton­ces, sí yo hablé…

PDTE. CHÁVEZ.- Creo que die­ron un ulti­má­tum a esta gen­te de aquí de Cara­cas para que yo apa­re­cie­ra, si no, iban a venir sobre Cara­cas los paracaidistas.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, pero el pro­ble­ma es que lo que hizo el gene­ral y lo que hizo Baduel —los dos— fue la tác­ti­ca de no mover­se, y ape­la­ron a todas las uni­da­des. Enton­ces, habla­ron en ese men­sa­je que hicie­ron, que noso­tros trans­mi­ti­mos a todas partes.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, eso se con­vir­tió… Ellos con­vir­tie­ron el Coman­do de los Para­cai­dis­tas en el Coman­do de la Resis­ten­cia. Enton­ces, fue­ron lla­man­do a las uni­da­des, a gene­ra­les, a coman­dan­tes, y me dicen que tenían un cua­dro en la pared. Y enton­ces, uno de los mucha­chos, de los míos acá, de los tenien­tes, toman­do notas, y el gene­ral lla­man­do y lla­man­do: “Miren, uste­des con quién están, defí­nan­se.” Enton­ces: “No, que esta­mos inde­ci­sos.” Enton­ces empe­za­ban a hablar­les, a decir­les, y se fue­ron ganan­do poco a poco a toda la ofi­cia­li­dad otra vez, expli­cán­do­les que yo no había renun­cia­do, que eso era una gran men­ti­ra, que esa era una trai­ción, que esta­ban entre­gán­do­le el país otra vez a FEDECÁMARAS, a los empre­sa­rios, a los Ade­cos, a los Copeia­nos —por­­que esos hicie­ron una fies­ta aquí ayer.

CMDTE. EN JEFE.- Sí.

PDTE. CHÁVEZ.- Vinie­ron aquí al Pala­cio e hicie­ron unas fiestas.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, sí, si los pes­ca­ron ahí. (Rién­do­se) Los pes­ca­ron ahí aden­tro a los ministros.

PDTE. CHÁVEZ.- Aquí tie­nen a unos pre­sos, pero al fulano pre­si­den­te este, y a todo el…

El negro Chu­rio… ¿Te acuer­das de Churio?

CMDTE. EN JEFE.- Sí.

PDTE. CHÁVEZ.- Chu­rio, el Mayor, ese mucha­cho es el jefe de los coman­dos míos. Ellos esta­ban en el sótano, y enton­ces… ¡Menos mal que no lo hicie­ron! Por­que ellos, cuan­do esta­ban jura­men­tan­do al supues­to pre­si­den­te este, que­rían tomar­los de rehe­nes, hacer una toma de rehe­nes allí en el salón grande.

CMDTE. EN JEFE.- (Se ríe)

PDTE. CHÁVEZ.- Es que aquí es para escri­bir un libro, Fidel.

CMDTE. EN JEFE.- No, no, se pue­de hacer un libro.

PDTE. CHÁVEZ.- Un libro para la his­to­ria, mira, por­que… Tú que tie­nes muchos más años que yo en esto; yo no recuer­do un ejem­plo parecido…

CMDTE. EN JEFE.- No, no hay nada pare­ci­do, no hay nada, nada, nada parecido.

PDTE. CHÁVEZ.- Yo no que­ría creerlo.

Mira, Fidel, yo ano­che esta­ba allá, esta­ba por allá con los mucha­chos de la bahía de Turia­mo —por­que allá hace mucho calor — , y enton­ces les dije: “Bueno, déjen­me salir un rato para allá, yo no me voy a esca­par­me de aquí.” Y me puse a hablar con ellos.

¡Ah!, esa es otra cosa que me sir­vió mucho, Fidel: hablar con los sol­da­dos, oír­les sus que­jas, los sar­gen­tos. Enton­ces, se que­jan mucho de los jefes que han teni­do en estos años con mi gobierno; que los han olvi­da­do, ¡coño!, que ellos tie­nen pro­ble­mas eco­nó­mi­cos, tie­nen allá las ins­ta­la­cio­nes muy vie­jas, les fal­tan recur­sos para el entre­na­mien­to, para el man­te­ni­mien­to de las armas. Enton­ces, me empe­za­ban a con­tar todas esas cosas, ¿no? Y eso es una lec­ción. Yo no pue­do olvi­dar­me de esos mucha­chos y con­tar sólo con los altos man­dos y lo que a uno le dicen. Hay que meter­se has­ta aba­jo, y oír­los a ellos, sus pro­ble­mas. Fue una noche muy boni­ta, que yo inclu­so les dije: “Miren, si a mí lle­gan a con­de­nar­me y a degra­dar­me, les voy a pedir a los que me con­de­nen y me degra­den que me pon­gan de sol­da­do raso a ser­vir aquí en esta uni­dad; me que­do con uste­des aquí de sol­da­do raso —por­que yo lo esta­ba dis­fru­tan­do mucho — , yo lo que soy es un sol­da­do en ver­dad como tú” —un tipo que anda por ahí.

Vie­nen estos mucha­chos, y enton­ces ellos me hicie­ron un café allá, y me deja­ron solo; se fue­ron allá y se pusie­ron un poco más lejos. Me que­dé yo pen­sa­ti­vo ahí, y me puse a mirar al cie­lo, y enton­ces yo digo: “No, yo estoy segu­ro de que esa siem­bra de tan­tos años en el pue­blo, esas orga­ni­za­cio­nes popu­la­res que hemos esta­do empu­jan­do, orga­ni­zan­do, impul­san­do —los Círcu­los Boli­va­ria­nos; los par­ti­dos, el MBR, el PPT, el MAS, el PCV, toda esa gen­te — , esa gen­te no se pue­de que­dar quie­ta, por­que si esa gen­te no hace nada, ¡coño!, es que no mere­cen esta vai­na, no mere­cen una revo­lu­ción todavía.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, pero esta­ban enga­ña­dos, con­fun­di­dos p’al dia­blo, des­concertados con la cam­pa­ña que hicieron.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, sí. Cla­ro. Y ade­más, a mí me cor­ta­ron la señal del canal del Esta­do, y unos trai­do­res mili­ta­res enton­ces toma­ron el canal mío allá en la esta­ción, y yo no tenía cómo comu­ni­car­me con el pueblo.

CMDTE. EN JEFE.- No, te deja­ron incomunicado.

PDTE. CHÁVEZ.- Eso me indi­ca que yo debo ins­ta­lar en el Pala­cio un equi­po de trans­mi­sión de una plan­ta aquí mis­mo, aquí mis­mo en el Pala­cio. Son cosas de las que aho­ra yo estoy sacan­do con­clu­sio­nes, voy a…

Cla­ro, estoy aquí toda­vía —como te dije— estu­pe­fac­to, que toda­vía estoy eva­luan­do esta cosa, este hura­cán y este con­tra­hu­ra­cán así. Fue todo tan rápi­do, que yo no creía creer. Toda­vía estoy aquí…

CMDTE. EN JEFE.- Es que ya, ayer vier­nes, des­de por la maña­na, era un río de gen­te para allá, hacia Pala­cio. Y rodea­ron el Fuer­te Tiu­na tam­bién. Había más de 100 mil gente.

PDTE. CHÁVEZ.- Todo, todo eso. Hicie­ron cade­nas huma­nas y tran­ca­ron las carre­te­ras en casi todo el país. Tran­ca­ron las carre­te­ras. Pero sin vio­len­cia. Esta noche fue que se des­ata­ron unos saqueos aquí en Cara­cas, pero ya…

CMDTE. EN JEFE.- ¿Fue mucho o no? Por­que todo el mun­do esta­ba hablan­do… Quie­ro decir, la mis­ma gen­te tuya, por la tele­vi­sión, esta­ban hablan­do y hablan­do con­tra eso. Y des­pués tú ha­blaste, que fue muy bueno el dis­cur­so tuyo, ¡exce­len­te!

PDTE. CHÁVEZ.- ¿Tú lo oíste?

CMDTE. EN JEFE.- Sí, ¡cómo no!

PDTE. CHÁVEZ.- Ahí estu­ve…

CMDTE. EN JEFE.- Esta­bas tú ecuá­ni­me, bien, refle­xi­vo. Me pare­ció exce­len­te. A todos los que está­ba­mos ahí. Estu­vis­te hablan­do una hora aproximadamente.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, más o menos. Correcto.

Enton­ces, lue­go que ter­mi­né esa cade­na, salí al bal­cón del pue­blo. Esta­ba la gen­te con­cen­tra­da afue­ra, y no se que­rían ir has­ta que yo no salie­ra, pues.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Ah!, ¿logras­te saludar?

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Cla­ro!, yo salí al bal­cón del pue­blo, des­pués de la alo­cu­ción, y ahí estu­ve con ellos.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Ah!, pues yo creía que se había aca­ba­do todo, y entonces…

PDTE. CHÁVEZ.- No, no. Yo salí al bal­cón. Lo que pasa es que…

CMDTE. EN JEFE.- ¿Y eso salió por tele­vi­sión también?

PDTE. CHÁVEZ.- No estoy segu­ro, Fidel. A lo mejor sí. No estoy segu­ro. Vi unas cáma­ras allá aba­jo, pero no sé si esta­ban trans­mi­tien­do. Fue muy rápi­do en ver­dad, fue muy rápi­do. Yo me pasé ahí unos minu­tos, porque…

CMDTE. EN JEFE.- No, si esa gen­te lle­va­ban ahí… ¡des­de por la maña­na esta­ba esa gen­te ahí!

PDTE. CHÁVEZ.- Todo el día. Yo les hacía señas de que se fue­ran a dor­mir, y no…

CMDTE. EN JEFE.- Oye, pero cer­ca­ron el Fuer­te Tiu­na ese, ¡una mul­ti­tud enorme!

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, allí fue un cura, un cura que vino por ahí aho­ra, que es cura mili­tar. Me dijo que había como unas 50 mil per­so­nas tran­can­do, que no podían salir los mili­ta­res del Fuer­te Tiuna.

Enton­ces ahí es cuan­do comien­zan —fí­­jate en la cosa — , es cuan­do lle­ga un heli­cóp­te­ro allá a Turia­mo. Ya los mucha­chos esta­ban pre­pa­ran­do la ope­ra­ción, pero yo tenía dudas, ¿no?, por­que yo les dije: — “Pero aquí no hay un telé­fono por allí, que yo pue­da hablar con Baduel?”. —“No, allí no hay señal de telé­fono— me dijeron.

—“Enton­ces así no pode­mos salir ahí, sin una pla­ni­fi­ca­ción con él, es difí­cil, por­que pue­de haber un encuen­tro en el camino, y enton­ces se arma una bata­lla y un combate”.

Pero está­ba­mos pen­sán­do­lo. Yo esta­ba pen­sán­do­lo en serio, por­que está más cer­ca de Mara­cay —Y yo como conoz­co tan­to Mara­cay y los para­cai­dis­tas, yo conoz­co… y ellos tam­bién, pues.

CMDTE. EN JEFE.- Aho­ra, esos dos, Mon­to­ya y Baduel, actua­ron con mucha inte­li­gen­cia. Fue­ron inte­li­gen­tes. Mucha inte­li­gen­cia política.

PDTE. CHÁVEZ.- Ellos son muy inte­li­gen­tes, de los más bri­llan­tes ami­gos, y hom­bres de aplo­mo, de inte­li­gen­cia… Y aho­ra, bueno, han des­pun­ta­do como líde­res mili­ta­res y polí­ti­cos tam­bién, con esa acción, por­que ellos con­vir­tie­ron a Mara­cay en la segun­da… Pero tú sabes que esa es la prin­ci­pal pla­za del país, por­que, ade­más el Gene­ral de la base aérea don­de están los avio­nes de com­ba­te F‑16, todos, tomó la base y se puso leal a la Revolución.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, ya tenían avia­ción, lo tenían todo ya, tan­ques, avio­nes, y la infantería.

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Ah!, y los tan­ques de Valen­cia, don­de está el Gene­ral Ran­gel, que fue aquí jefe de la Casa Mili­tar, y yo los visi­té hace ape­nas como 10 días, estu­ve con ellos allá.

Mira, pero me con­ta­ban aho­ri­ta los mucha­chos —¡una cosa impre­sio­nan­te, Fidel! — …

(Se diri­ge a su hijo: “Hugo, consígueme…”

Aquí está Hugui­to, te man­da salu­dos, pron­to va para allá.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, sí, ya hablé con él.

PDTE. CHÁVEZ.- Va a estu­diar. Hablas­te con él ya.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, sí le pre­gun­té cuán­do venía.

PDTE. CHÁVEZ.- Pare­ce que va a ser ingeniero.

CMDTE. EN JEFE.- (Se ríe) Yo hablé con él y con Rosa.

PDTE. CHÁVEZ.- Mira, aquí está Rosi­ta, te man­da un beso. Y Hugo dice que el plan sigue en pie. Así me dijo.

CMDTE. EN JEFE.- Sí.

PDTE. CHÁVEZ.- Él hace muchos pla­nes, lo que pasa es que casi nin­guno fun­cio­na. (Se ríen)

CMDTE. EN JEFE.- Pero pare­cía embu­lla­do. Con este últi­mo pare­cía embullado.

PDTE. CHÁVEZ.- Este pare­ce que sí va a funcionar.

Enton­ces, fíja­te… Pero es que han pasa­do deta­lles de los mucha­chos aquí…

CMDTE. EN JEFE.- ¡Cuén­ta­me! Yo estoy deses­pe­ra­do por que tú me cuen­tes. ¡Cuén­ta­me!

PDTE. CHÁVEZ.- Pero es que son cuen­tos para escri­bir no sé cuán­tos libros.

Mira, me dijo uno de los mucha­chos aho­ri­ta, que ellos fue­ron a la Aca­de­mia Mili­tar, ¿no? Ellos anda­ban movién­do­se por ahí. Los cade­tes… Resul­ta que yo hace como dos sema­nas fui a dar­le una con­fe­ren­cia al Quin­to Año, el últi­mo año ya para gra­duar­se de Sub­te­nien­tes, ¿no? Y, bueno, yo con ellos hablo mucho y les cuen­to cosas; bueno, a esos mucha­chi­tos uno los va for­man­do. Y lle­ga­ron allá, y los cade­tes esta­ban toman­do la Escue­la Mili­tar, chi­co, y el Alfé­rez Mayor tenía la lla­ve de todos los par­ques y dijo: “No entre­go nada.”

CMDTE. EN JEFE.- No tenían armas. (Se ríe) Esta­ban sin armas.

PDTE. CHÁVEZ.- No, las tenían en el par­que, pero él tenía todas las lla­ves, lis­to por si aca­so había que sacar.

Enton­ces, toman la Escue­la Mili­tar, toman el edi­fi­cio del Coman­do del Ejér­ci­to, y aque­llos gene­ra­les enton­ces —me ima­gino— dan­do carre­ras, no encon­tra­ban dón­de meter­se. ¡Los mucha­chos bus­cán­do­los, chi­co! Todos están pre­sos. Los pusie­ron pre­sos los mili­ta­res subal­ter­nos, ¡a todos esos trai­do­res! ¡Una lec­ción de honor, chi­co, que a mí me…!

CMDTE. EN JEFE.- ¿Cuán­do fue eso?

PDTE. CHÁVEZ.- Eso fue hoy, des­pués del mediodía.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Ah!, hoy al medio­día. ¡Ah, sí!

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, y se lle­va­ron allá —allá lo tie­nen— al fulano pre­si­den­te de tran­si­ción, pre­so allá en el Fuer­te Tiu­na. ¡Los mucha­chos! Jun­to con ese poco de generales.

CMDTE. EN JEFE.- ¿Y esa escue­la está cer­ca del Fuer­te Tiuna?

PDTE. CHÁVEZ.- Está den­tro de la Escue­la. Allá adon­de fui­mos el día de la toma de pose­sión, allá en el patio gran­de aquel. Esa es la Escue­la Mili­tar. Ahí tie­nen pre­sos ahí al lado, cer­ca de ahí, en el Fuer­te, al fulano pre­si­den­te este y sus ministros.

CMDTE. EN JEFE.- A Mus­so­li­ni, un Mus­so­li­ni. (Se ríen) Por­que cuan­do ha­bló —yo lo vi cuan­do tomó pose­sión — , se pare­cía a Mussolini.

PDTE. CHÁVEZ.- Lan­za­ron un decre­to eli­mi­nan­do la Asam­blea, eli­mi­nan­do el Minis­te­rio de Jus­ti­cia, eli­mi­nan­do los…

CMDTE. EN JEFE.- ¡Oye, pero, qué bar­ba­ri­dad! Ellos ayu­da­ron, ¿sabes? Ellos ayu­da­ron tam­bién, por­que hicie­ron unos dis­pa­ra­tes del cará.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, no, ellos pusie­ron la cómi­ca. Y ade­más, tenién­do­me a mí pre­so sin renun­ciar. ¡Ima­gí­na­te tú! Rom­pien­do con todo. ¿Cuál demo­cra­cia? Decían que por res­ca­tar la demo­cra­cia. De esa mane­ra, ¿quién les va a creer? Has­ta los Esta­dos Uni­dos tuvie­ron que rec­ti­fi­car hoy. Hoy en la tar­de emi­tie­ron un comu­ni­ca­do rec­ti­fi­can­do la vaina.

Pero, fíja­te, para ter­mi­nar de con­tar­te. Me lle­gan a bus­car a Turia­mo, un heli­cóp­te­ro. “Mire —me dijo un Al­mirante — , mire, Pre­si­den­te…” Cuan­do me dijo “Pre­si­den­te”, yo dije: ¡Ay, papaíto!”

—“Mire, Pre­si­den­te, que me man­da­ron a cus­to­diar­lo, y ade­más, que vaya­mos a la Orchi­la, para que esté…” —la Orchi­la es al nor­te, tú has ido a la Orchi­la; te la pasa­bas allá…

CMDTE. EN JEFE.- Sí, yo he ido ahí. ¿A cuán­tos kiló­me­tros está?

PDTE. CHÁVEZ.- De Turia­mo está…

CMDTE. EN JEFE.- No, de la cos­ta, de la costa.

PDTE. CHÁVEZ.- Está como a 100 kilómetros.

Enton­ces, yo le digo: “Pero, bueno, Almi­ran­te, ¿para qué me vie­ne usted a bus­car aquí? Ya yo estoy aquí acos­tum­brán­do­me con estos sol­da­dos aquí, estoy pre­so aquí, no se preo­cu­pe por mí.”

—“No, que allá está mejor, para que esté en la casa presidencial”.

Le dije: “No, chi­co, no me hace fal­ta, yo me sien­to bien aquí.”

—“No, pero, mire, es que quie­ren hablar con usted”.

Yo, tan­tean­do, por­que eso era signo de debi­li­dad, pues. Pero yo tan­teán­do­lo, ¿no?, a ver has­ta dónde.

Enton­ces, yo le digo: “Pero, ¿qué quie­ren hablar con­mi­go? Si ya, cuan­do tenía­mos que hablar, no qui­sie­ron hablar, les hice una serie de con­di­cio­nes, propuestas.”

—“No, no, pero es que ya ellos quie­ren… aho­ra sí, por­que ya la cosa está más cla­ra, quie­ren que usted se vaya para Cuba”.

Enton­ces yo le digo: “Mira…”

CMDTE. EN JEFE.- Sí, no qui­sie­ron acep­tar­lo aque­lla noche, ¿eh?

PDTE. CHÁVEZ.- Anjá, eso le dije yo: Le digo: “Mira, yo, inco­mu­ni­ca­do como estoy, no sé nada de lo que está pasan­do, ten­go un poco de com­pa­ñe­ros pre­sos” —por­que ya yo sabía que saca­ron al Minis­tro del Inte­rior, a Rodrí­guez Cha­cín, lo saca­ron espo­sa­do de su casa, al gober­na­dor Blan­co de la Cruz lo saca­ron de la Gober­na­ción, al dipu­tado Tareck, se lo lle­va­ron sien­do dipu­tado, pre­so y todo — ; enton­ces yo le digo: “Mira, no hay con­di­cio­nes para que yo tome una deci­sión. Yo no pue­do salir del país, de nin­gu­na mane­ra, dejan­do gen­te mía pre­sa. Yo no ten­go comu­ni­ca­ción con nadie…”

CMDTE. EN JEFE.- ¿Y a qué hora fue eso?

PDTE. CHÁVEZ.- Eso fue hoy, o sea, ayer sába­do, ya como a las 2 de la tarde.

CMDTE. EN JEFE.- Sigue.

PDTE. CHÁVEZ.- Enton­ces, de todos modos yo le dije: “Mira, yo pue­do ir, pero lla­ma allá y dile a quien te man­dó —un Almi­ran­te que había sido nom­bra­do Minis­tro de Defen­sa, que está pre­so aho­ri­ta — , dile al Almi­ran­te que yo voy sin con­di­cio­nes. Yo no…”

—“No, por­que quie­ren que usted fir­me la renun­cia, y al fir­mar­la usted, lo man­da­mos para Cuba”.

Le dije: “No, yo así no pue­do fir­mar renun­cia ni pue­do salir del país, pero entien­do que allá tene­mos un telé­fono y pode­mos comu­ni­car­nos, así que me intere­sa que vaya­mos allá para tener algu­na infor­ma­ción. Y diles que se mue­van ellos para allá, y allá con­ver­sa­mos, para ver qué es lo que ellos plantean.”

Y así lo hicimos.

Enton­ces, otro deta­lle boni­to: cuan­do yo estoy vis­tién­do­me ya, entra un sol­da­do, chi­co, un cabo, entra al cuar­ti­co don­de yo esta­ba. Y yo lo veo y me dice: “Mire, mi Coman­dan­te, yo soy el cabo Rodrí­guez, yo soy de Saba­ne­ta.” Un mucha­cho de Saba­ne­ta que esta­ba por ahí, de allá de mi pue­blo. Y le digo: “Mucha­cho, ¿y qué haces tú aquí?”

—“Yo soy de la fami­lia Rodrí­guez, parien­te de su tío Anto­nio Chá­vez” —que él era Rodrí­guez también — .

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Cara­jo! ¿Y qué haces tú aquí, muchacho?

Yo tenía años que no lo veía, y él lle­gó ahí escon­di­do, por­que él no tenía per­mi­so para entrar a mi cel­da, ¿no? Apro­ve­chó que yo pedí café, y se metió con el que lle­vó el café, el cocinero.

Enton­ces, me dice: “Mire, mi Coman­dan­te, ¿usted renunció?”

Yo le dije: “No, ni voy a renun­ciar” —le dije — .

Enton­ces, se para fir­me y salu­da, y me dice: “Enton­ces, ¡usted es mi Pre­si­den­te! ¡No vaya a renun­ciar! —me dice — , que lo vamos a sacar a usted de esa vaina.”

Enton­ces, yo le digo: “Bueno, okey, me que­dan dos minu­tos aquí. Te voy a pedir un favor.”

—“Lo que usted me diga.”

—“Te voy a hacer un papel, una nota, para que tú…

(Se diri­ge a otra per­so­na: “Bue­nas, Pedro, salu­dos. Salu­da a tus vie­jos, Pe­dro. Okey.”)

Estoy aquí con Pedro, el novio de mi hija Rosa.

(De nue­vo se diri­ge a Pedro: “Vaya, vaya a des­can­sar, Pedro.”)

CMDTE. EN JEFE.- ¡Ah, sí, sí! (Se ríe)

PDTE. CHÁVEZ.- Enton­ces, él se lle­vó a los mucha­chos y los dejó por ahí…

CMDTE. EN JEFE.- Sí, esta­ban allá en su casa.

PDTE. CHÁVEZ.- Esta­ban por allá protegidos.

CMDTE. EN JEFE.- El jue­ves por la noche, y des­pués se fue­ron para allá para don­de está Reyes.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, esta­ban allá.

Enton­ces, el mucha­cho… Yo escri­bo rápi­da­men­te allí, y él me dijo: “Mire, yo no pue­do estar aquí un minu­to más. Escri­ba lo que va a escri­bir, y me deja el pape­li­to en el basu­re­ro —en una ces­ta de pape­les, una pape­le­ra — , meta el pape­li­to allá aba­jo, que yo lo bus­co.” (El Coman­dan­te se ríe).

¡Fíja­te la faena!

Enton­ces, yo escri­bo un comu­ni­ca­do a mano, cor­to: “Al pue­blo vene­zo­lano y a quien pue­da interesar.”

CMDTE. EN JEFE.- Sí, ese salió por la televisión.

PDTE. CHÁVEZ.- Bueno, chi­co, enton­ces yo dejo…

CMDTE. EN JEFE.- Que no he renun­cia­do, y para siempre…

PDTE. CHÁVEZ.- “No he renun­cia­do, ¡para siempre!”

Y fir­mé la página.

Enton­ces, yo dejo esa vai­na en la pape­le­ra, y lle­gan a bus­car­me, aga­rro mis cosas, y me voy. Y, bueno, yo no supe más de ese papel. Yo dije: “Bueno, ese mucha­cho, oja­lá que pue­da hacer algo, pero ahí no hay ni fax…” Eso es una zona inhós­pi­ta, chi­co; eso es un coman­do allá de Mari­na, lejos, de coman­dos que entre­nan y se tiran en para­caí­das. Ahí no hay ni telé­fono, ni lle­ga la tele­vi­sión ni hay fax ni eso. Unos gal­po­nes ahí —tú sabes — , de esas uni­da­des de com­ba­te que están por ahí meti­das en la mon­ta­ña; una mon­ta­ña, una bahía montañosa.

Resul­ta que, cuan­do yo lle­go aquí, ¡eso reco­rrió el mun­do, chi­co! Ese papel, el mucha­cho lo aga­rró, yo no sé cómo hizo para salir de aque­lla mon­ta­ña, y dos horas des­pués esta­ba man­dan­do fax a dies­tra y sinies­tra (Se ríen), como una ame­tra­lla­do­ra. Y aquí todo el mun­do car­ga ese fax en la mano como… Ahí lo car­gan, y tuve que fir­mar no sé cuán­tos ahí. Ade­más de que tie­ne la fir­ma, le metí otra fir­ma a la gen­te que pidió le firmara.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Qué cosa!

PDTE. CHÁVEZ.- Y ese fax, me dicen que reco­rrió el mundo.

Pero, fíja­te tú qué capa­ci­dad de res­pues­ta, ¡vale!

CMDTE. EN JEFE.- Sí, sí.

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Una cosa impresionante!

Aho­ra, lle­go a la Orchi­la, Fidel, un vue­lo en heli­cóp­te­ro como de una hora, y al rato lle­ga la Comisión.

CMDTE. EN JEFE.- ¿Quié­nes fue­ron allí? ¿Quié­nes fueron?

PDTE. CHÁVEZ.- El Car­de­nal de la Igle­sia Cató­li­ca, uno, que fue uno de los fir­man­tes del decre­to napo­leó­ni­co-mus­so­li­niano ese ridícu­lo que fir­ma­ron. Ellos pre­ten­dían que con ese decre­to írri­to iban a borrar de plano una lucha de años, sobre todo la Cons­ti­tu­yen­te, y que­rían eli­mi­nar las 48 leyes habi­li­tan­tes de un solo plu­ma­zo, y que la Repú­bli­ca no se lla­ma­ra más Boli­va­ria­na, y que no le ven­die­ran más petró­leo a Cuba.

CMDTE. EN JEFE.- Eso tie­ne su his­to­ria a contar.

PDTE. CHÁVEZ.- Una vai­na… ¡Eso es para la his­to­ria, chico!

Esta oli­gar­quía insen­sa­ta, imbé­cil e igno­ran­te, no se da cuen­ta. Ellos se creen su pro­pia men­ti­ra, de tan­to repe­tir­la, y ter­mi­nan des­pre­cian­do la realidad.

Enton­ces, vienen…

CMDTE. EN JEFE.- ¿Y quién más fue con el Obispo?

PDTE. CHÁVEZ.- Lle­gó el Car­de­nal este; un gene­ral, pero que es un Fis­cal mili­tar, que no tie­ne nin­gu­na auto­ri­dad ni mando…

CMDTE. EN JEFE.- ¿Del Fuer­te Tiuna?

PDTE. CHÁVEZ.- Del Ejér­ci­to, sí, del Fuer­te Tiuna.

Y un coro­nel, que es uno de los que impul­só esta cons­pi­ra­ción, que es abo­ga­do, envia­do, por­que es muy ami­go de los gene­ra­les, com­pa­ñe­ro de ellos.

Bueno, nos sen­ta­mos a con­ver­sar, pues. Lle­va­ban la renun­cia lista.

CMDTE. EN JEFE.- ¿Y qué propusieron?

PDTE. CHÁVEZ.- Bueno, que yo fir­ma­ra la renun­cia —ima­gí­na­te— con fecha atra­sa­da, con un mem­bre­te y como un decre­to presidencial.

Bueno, “en el día de hoy…”

CMDTE. EN JEFE.- Aun­que ya ni eso los sal­va­ba ya. Ellos esta­ban derro­ta­dos a esa hora ya.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, no, ya esta­ban hacien­do un esfuer­zo supre­mo. Pero me esta­ban mon­tan­do una tram­pa para sacar­me del país. Por­que me dije­ron: “No, ahí está el avión lis­to. Y, bueno, te vas a Cuba, pues.”

Yo les dije: “No, yo así no pue­do, sin infor­ma­ción fide­dig­na de lo que está pasan­do en el país, yo ni voy a fir­mar la renun­cia —no ten­go pre­vis­to renun­ciar — , y mucho menos voy a salir del país. Bús­quen­me un telé­fono para hablar con el Pre­si­den­te Cas­tro, para coor­di­nar con la fami­lia. ¿Cómo uste­des creen que yo voy a salir del país y dejar a mis hijos, mi mujer, por ahí rega­dos, mis com­pa­ñe­ros en prisión?”

—“No, no, que ya los sol­ta­mos a todos, no hay nin­gún preso.”

—“Yo quie­ro hablar con ellos, yo quie­ro hablar con Dios­da­do, quie­ro hablar por telé­fono con Ber­nal, quie­ro hablar con Rodrí­guez Cha­cín. Sólo si uste­des me per­mi­ten un telé­fono para hablar con ellos, que me digan, me den infor­ma­ción fide­dig­na, yo pudie­ra pen­sar en algu­na acti­vi­dad. Mien­tras tan­to, no me mue­vo de aquí. Y si me van a dejar pre­so, me lle­van otra vez a Turia­mo. Yo no quie­ro estar pre­so en esta casa lujo­sa. No, me lle­van a mi prisión…”

CMDTE. EN JEFE.- Pero ellos tenían un avión ahí, creo que tenían un avión ya.

PDTE. CHÁVEZ.- Allí ya tenían un avión, Fidel.

Inclu­so, yo man­dé a inves­ti­gar lo siguien­te, por­que José Vicen­te me dijo aho­ri­ta que había un avión nor­te­ame­ri­cano en la Orchila.

CMDTE. EN JEFE.- Creo que has­ta habla­ron, tuvie­ron que hablar con Sha­pi­ro ahí. Inves­ti­ga bien has­ta don­de pue­das, por­que había has­ta la idea de lle­var­te a Esta­dos Uni­dos. Corrió ese rumor también.

PDTE. CHÁVEZ.- Bueno, y enton­ces, allá en la pis­ta, yo vi el avión, de siglas… Cla­ro, un avión pri­va­do, pero de siglas norteamericanas.

CMDTE. EN JEFE.- Era nor­te­ame­ri­cano.

PDTE. CHÁVEZ.- Enton­ces, fíja­te todo lo que esta­ban pla­nean­do ahí, ¡quién sabe si has­ta lle­var­me a Esta­dos Uni­dos, o quién sabe a dónde!

CMDTE. EN JEFE.- Ese rumor corrió con fuer­za. El rumor. Y a noso­tros no lle­gó nada, nada. Y lo que me pidie­ron de allí de Pala­cio —que ya esta­ba toma­do— es que hicié­ra­mos una decla­ra­ción allí. Hici­mos una decla­ra­ción de inme­dia­to y la divul­ga­mos, de que eso era una men­ti­ra más, y que si te lle­va­ban por la fuer­za a Cuba, en el avión más rápi­do que tuvie­ra nues­tra línea aérea regre­sa­rías de inme­dia­to a Cara­cas, que te esta­ba espe­ran­do el pue­blo. (Se ríen) Hici­mos esa declaración.

PDTE. CHÁVEZ.- Pues yo, sin saber nada de eso, les dije algo pare­ci­do: “Miren, si uste­des me lle­van a Cuba y me están min­tien­do, y yo allá me ente­ro enton­ces de que sí hay gen­te pre­sa, o de que el pue­blo está en las calles, y que la…” Por­que enton­ces me esta­ban enga­ñan­do: “No, no, la situa­ción mili­tar está total­men­te controlada.”

Les digo: “¿Segu­ro?”

CMDTE. EN JEFE.- ¿Con­tro­la­da por ellos, decían?

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, decían ellos para engañarme.

Enton­ces, les pre­gun­té: “¿Y qué pasa con el Gene­ral Baduel?”

—“No, no, no, ya él acep­tó, él está en su cuar­tel tranquilo.”

CMDTE. EN JEFE.- ¡Qué hijos de puta son!

PDTE. CHÁVEZ.- Sí. “No estoy tan segu­ro, pon­me un telé­fono para yo ha­blar con Baduel. Sólo des­pués que me ex­pliquen, yo pudie­ra considerar.”

Y enton­ces, ganan­do tiem­po, les hice otro texto…

CMDTE. EN JEFE.- Eso es dis­cu­tien­do con la Comisión.

PDTE. CHÁVEZ.- Dis­cu­tien­do con la Comisión.

Enton­ces, les dije: “Miren, no, yo no voy a fir­mar nada.”

Enton­ces des­pués esta­ban ner­vio­sos, por­que pare­ce que Baduel ame­na­zó con irse con unos coman­dos de para­cai­dis­tas en heli­cóp­te­ros que tenía allá, a la Orchi­la, a res­ca­tar­me, si yo no aparecía.

CMDTE. EN JEFE.- Tenía un plan ya, lo tenía.

PDTE. CHÁVEZ.- Ah, sí.

CMDTE. EN JEFE.- Tenía el plan de tomar aque­llo, sí.

PDTE. CHÁVEZ.- Enton­ces, me dijo el Almirante…

Des­ple­ga­ron posi­cio­nes de com­ba­te allá en la Orchi­la. Había un gru­po peque­ño, en ver­dad, pero, bueno, son coman­dos tam­bién, mucha­chos muy bien entrenados.

Enton­ces, el Almi­ran­te se me acer­ca y me dice: “Mire, no vaya a fir­mar nada. Lo más segu­ro es que ven­ga Baduel a res­ca­tar­lo. Si él vie­ne, aquí no va a haber resis­ten­cia, aquí nos ire­mos con él, y pare­ce que vamos a Mira­flo­res” —me dijo el Almi­ran­te, el que esta­ba con­mi­go des­de Turiamo.

CMDTE. EN JEFE.- Sí.

PDTE. CHÁVEZ.- Bueno, enton­ces, aque­lla gen­te… La situa­ción cam­bió total­men­te. Me ponen a José Vicen­te por telé­fono —ahí sí apa­re­ció el telé­fono — , lla­man a José Vicen­te y, bueno, enton­ces, ¡lo increí­ble! Yo no que­ría creer: “¿Dón­de estás tú, José Vicente?”

—“No, aquí en el Minis­te­rio de la Defen­sa, que ya lo res­ca­ta­mos. (Se ríen)

CMDTE. EN JEFE.- Es la pri­me­ra noti­cia que tú tie­nes de toda la situación.

PDTE. CHÁVEZ.- Es la pri­me­ra noti­cia que yo ten­go, la de José Vicen­te. Lo demás eran puras infor­ma­cio­nes, con­tra­in­for­ma­cio­nes, muchas dudas. No, ¡coño!, pero yo decía: “No pue­de ser que tan rápi­do hayan reto­ma­do…” Bueno, y le pre­gun­to: “¿Y dón­de está el supues­to presidente?”

Me dice: “No, está pre­so, aquí lo tene­mos pre­so, y un poco de gene­ra­les pre­sos.” (El Coman­dan­te se ríe)

—“Pero, ¿es que aca­so hubo muer­tos, hubo batalla?”

—“No, no, ni un tiro, chi­co, ni un tiro. Una reac­ción ful­mi­nan­te del pue­blo, de la juven­tud mili­tar, y esta gen­te corrió como gati­cos a escon­der­se. Los aga­rra­mos y ahí están pre­sos la mayoría.”

CMDTE. EN JEFE.- Y ellos… ¿Con qué pre­tex­to logras­te que te deja­ran hablar con Rangel?

PDTE. CHÁVEZ.- No, por­que ya a esas altu­ras… Ya la Comi­sión que fue a bus­car­me cam­bió total­men­te de acti­tud, y se sen­ta­ron allá calla­di­tos los tres, y el Almi­ran­te es el que me infor­ma, el Almi­ran­te que me esta­ba cui­dan­do, que me tra­jo… Él es el Jefe de la Avia­ción Mili­tar de la Mari­na. Me lla­mó apar­te y me dijo: “Mire, Pre­si­den­te, no vaya a fir­mar nada, no cai­ga en la tram­pa. Pare­ce que usted va para Mira­flo­res otra vez esta noche.”

Enton­ces el hom­bre empe­zó a pasar­me infor­ma­ción, pues, que él esta­ba obte­nien­do de su coman­do. Así que enton­ces yo me puse fuer­te otra vez y empe­cé a hablar como Pre­si­den­te, y ellos de una vez: Pre­si­den­te p’acá, Pre­si­den­te p’allá.

CMDTE. EN JEFE.- ¿Y cuán­do te die­ron el teléfono?

PDTE. CHÁVEZ.- Ese telé­fono me lo die­ron como a la media­no­che más o menos, cuan­do hablé con José Vicen­te, y des­pués hablé con el Gober­na­dor Blan­co de la Cruz, y me pasa­ron a otro Gober­na­dor: “¡No, jodas, aquí está el pue­blo en la calle!” Blan­co de la Cruz reto­mó la Gober­na­ción, él esta­ba encon­cha­do; se decla­ró en resis­ten­cia en el Táchi­ra y lla­mó al pue­blo a la calle. Y aquel pue­blo en la calle… acor­do­na­ron la Gober­na­ción de don­de lo habían saca­do a él a empu­jo­nes, la Poli­cía, la par­te de la Poli­cía que se pasó, enton­ces, bueno, me dijo… (cam­bio de cara)

…Cara­cas.

Bueno, al rati­co nos vini­mos. Hablé tam­bién con Baduel, hablé con Gar­cía Mon­to­ya, hablé con otros gene­ra­les que esta­ban con Ran­gel allí, y enton­ces, bueno, lle­ga­ron cua­tro o cin­co heli­cóp­te­ros. Los de Baduel lle­ga­ron, lle­ga­ron los de Baduel lle­nos de para­cai­dis­tas de allá de Maracay.

CMDTE. EN JEFE.- ¡No me digas! (Se ríe)

PDTE. CHÁVEZ.- Y los Cara­jos. Los Cara­jos tie­nen un lema aho­ra, que es “Leal­tad has­ta la muerte”.

¡No, jodas, chi­co! Enton­ces, se unie­ron los coman­dos de la Mari­na, los coman­dos de la Fuer­za Aérea, los coman­dos de los Para­cai­dis­tas, y nos vini­mos en el vue­lo triun­fal de retorno, y ate­rri­za­mos aquí en Mira­flo­res, don­de esta­ba aquel pue­blo en la calle…

CMDTE. EN JEFE.- ¿Tú no pasas­te por Maracay?

PDTE. CHÁVEZ.- No, pero sal­go maña­na para allá.

CMDTE. EN JEFE.- ¿Vinie­ron direc­to de Orchi­la para…?

PDTE. CHÁVEZ.- Yo tenía que lle­gar a Pala­cio, por­que tú sabes que es el sím­bo­lo del poder.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, sí.

PDTE. CHÁVEZ.- Y había mucha gente.

CMDTE. EN JEFE.- No, pero por una noti­cia que le die­ron a Ger­mán, des­de allí de Pala­cio… Por­que hubo mucha con­fu­sión, inclu­so en un momen­to se dijo que tú esta­bas heri­do, y has­ta la teo­ría de que te habían ido a res­ca­tar y habías sido heri­do. Tam­bién se habló mucho —eso sí— de que tu habías sido gol­pea­do. Se regó mucho, sí.

PDTE. CHÁVEZ.- Había mucho temor, por­que tam­bién… No, que le des­pren­die­ron el híga­do, que no sé qué cosa…

CMDTE. EN JEFE.- ¡Eso tam­bién! Que el gol­pe era en el híga­do. Pero tu pro­pia gen­te por allí esta­ba con todas esas con­fu­sio­nes. Esas bolas se rega­ron. Y María se puso terri­ble­men­te afec­ta­da por el medio­día por la noti­cia esa.

PDTE. CHÁVEZ.- Pero, ¿tú sabes? Aho­ra me estoy ente­ran­do de que esas noti­cias eran echa­das a rodar por los mucha­chos míos, que esta­ban hacien­do enton­ces por telé­fono una cam­pa­ña psi­co­ló­gi­ca, ¿no?, para que la gen­te, bueno, como que se enar­de­cie­ra más, ¿no? Que está heri­do, que lo gol­pea­ron, y enton­ces: “¡Qué apa­rez­ca, qué apa­rez­ca, qué apa­rez­ca!” Enton­ces, aque­lla pre­sión del pue­blo: “¡Qué apa­rez­ca, qué apa­rez­ca Chá­vez!” No sé qué más.

Y, bueno, eso hace que cam­bien las cosas.

Bueno, lle­gué aquí y aquí estoy.

El regreso de Chávez a Miraflores en abril de 2002

El regre­so de Chá­vez a Mira­flo­res en abril de 2002

CMDTE. EN JEFE.- Sí, esa par­te la vi yo por la tele­vi­sión, cuan­do tú lle­gas­te. Y unas imá­ge­nes impre­sio­nan­tes, las caras de la gen­te, la ale­gría, ¡algo nun­ca vis­to, Chá­vez! Es como para hacer cua­dros, pin­tu­ras, cuan­do allí las cáma­ras saca­ban a la gen­te detrás de una reja. ¡Unas fotos impre­sio­nan­tes! Hay que hacer una pelí­cu­la de eso, algo, por­que es…

Bueno, ¿y cuán­do regre­sa­ron la Comi­sión de los tres?

PDTE. CHÁVEZ.- No, esos vinie­ron jun­to conmigo.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Ah, vinie­ron contigo!

Es increí­ble lo que tú cuen­tas, ¡es increíble!

Aho­ra, tie­nes que inves­ti­gar qué idea tenían. Pon a alguien que ave­ri­güe para dón­de te que­rían lle­var. Hay un momen­to en que habla­ron de San­to Domin­go, pero ahí había algo en eso, en lo del avión.

PDTE. CHÁVEZ.- No, ahí había algo extra­ño, sin duda, por­que enton­ces, es una vai­na muy extraña…

CMDTE. EN JEFE.- Por­que con Cuba no habló nadie, que yo sepa, ni pidió per­mi­so para nin­gún avión. Tie­nes que ave­ri­guar. Pon a alguien que te inves­ti­gue qué plan tenían, para dón­de te que­rían llevar.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí. Ya yo man­dé a inves­ti­gar eso, pero maña­na voy a seguir­lo para tener cla­ro eso, a ver has­ta dón­de es cier­to el plan de lle­var­me a los Esta­dos Unidos.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, por­que eso es degra­dan­te. Hay una per­fi­dia en el enga­ño que te hicie­ron, ¡del carajo!

PDTE. CHÁVEZ.- Sí.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Fue tre­men­do!

PDTE. CHÁVEZ.- Uti­li­zan­do al Car­de­nal, tú sabes: “No, que yo soy el que va a garan­ti­zar la cosa, y que se cumpla…”

CMDTE. EN JEFE.- ¡No me digas!

PDTE. CHÁVEZ.- Le digo: “Ten­go razo­nes para dudar de usted tam­bién, si yo lo vi a usted ayer fir­man­do el acta esa de Mus­so­li­ni. ¡Qué ver­güen­za —le dije— para la Igle­sia, Mon­se­ñor, usted, que apa­ren­ta que habla de demo­cra­cia, fir­man­do un decre­to eli­mi­nan­do Con­greso, Asam­blea, Gober­na­do­res, Poder Judi­cial, Fiscal…”

Por cier­to, que unas decla­ra­cio­nes que dio el Fis­cal Isaías Rodrí­guez fueron…

CMDTE. EN JEFE.- Fue­ron deci­si­vas. Pero como a las cin­co de la tar­de, las cua­tro… Antes, antes, alre­de­dor de las tres.

PDTE. CHÁVEZ.- Fue un rayo de luz.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, sí, ese hom­bre fue valien­te, oye, y uti­li­zó una argu­men­ta­ción exce­len­te, p’al dia­blo. Y muy sereno.

PDTE. CHÁVEZ.- Valien­te.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Ah!, pero no lo deja­ron ter­mi­nar. Lo enga­ñó segu­ra­men­te la tele­vi­sión, por­que empe­zó a hablar pero no lo deja­ron ter­mi­nar tam­po­co, ni a Lara lo deja­ron terminar.

PDTE. CHÁVEZ.- Pero dijo lo que tenía que decir ahí en el momen­ti­co. Él dijo: “¿Dón­de está la renun­cia del Pre­si­den­te? Yo quie­ro ver­la fir­ma­da. Y si aca­so existiera…

CMDTE. EN JEFE.- Tie­ne que ser el otro. Y la renun­cia tie­ne que ser ante la Cáma­ra —dijo él — . Argu­men­tos muy sólidos.

PDTE. CHÁVEZ.- Anjá. Enton­ces, el Vice­pre­si­den­te es el que tie­ne que asu­mir la Pre­si­den­cia. Pero yo quie­ro ver la renun­cia del Pre­si­den­te. Me pare­ce que él no ha renunciado.

¡Oiga, aque­llo dio la vuel­ta al mun­do! Eso fue el pri­mer día. Eso fue un rayo de luz.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, eso fue el vier­nes, alre­de­dor de…

PDTE. CHÁVEZ.- Bueno, yo me voy a Mara­cay. Voy a Mara­cay maña­na. No vamos a hacer Aló Pre­si­den­te, por­que aquí se per­die­ron has­ta los equi­pos. Esta gen­te lle­gan roban­do. Se lle­va­ron las cáma­ras, se lle­va­ron unos equi­pos, saquea­ron esto aquí, la par­te de tele­co­mu­ni­ca­cio­nes. Se roba­ron un poco de cables, saquea­ron aquí…

¿Cómo sería? En un día saquea­ron aquí cosas…

CMDTE. EN JEFE.- ¿Qué pasa­ría si están un mes ahí? (Se ríen)

PDTE. CHÁVEZ.- Aca­ban con todo esto. En un día se per­die­ron equipos.

Enton­ces, vamos a hacer allá, en el coman­do de los Para­cai­dis­tas, don­de está Baduel, una rue­da de pren­sa. Estoy invi­tan­do a toda la pren­sa, por­que hoy no qui­se res­pon­der pre­gun­tas por el tiem­po, y por­que tenía que salir a hablar­le al pue­blo al bal­cón. Enton­ces les dije que maña­na, al medio­día, allá en el coman­do de Para­cai­dis­tas, por­que aho­ra eso se con­vier­te en un sím­bo­lo de la con­tra… Yo le lla­mo a esto la contra-contrarrevolución.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Y de la leal­tad y de la auda­cia, de la inte­li­gen­cia, de todo ahí!

Ellos esta­ban per­di­dos des­de que una sola uni­dad se levan­ta­ra, por­que no tenían fuer­zas, por­que no hubie­ran obe­de­ci­do para ata­car a sus com­pa­ñe­ros allí. Ellos enga­ña­ron… Yo me di cuen­ta des­de el momen­to en que esta­ba una uni­dad, y más una uni­dad como esa, que no tenían fuer­za ya para repri­mir­la. Esta­ban per­di­dos ya des­de ese momento.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, es lo que lla­man el país vir­tual. Ellos creían que de esa mane­ra, con una cam­pa­ña mediá­ti­ca y de mane­ra vir­tual, iban a des­co­no­cer a un país real, com­ba­ti­vo —que tú sabes cómo está este pueblo…

CMDTE. EN JEFE.- Sí. Y que los sol­da­dos iban a com­ba­tir entre sí para defen­der al tipe­jo ridícu­lo ese que habían pues­to ahí en la Presidencia.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí.

CMDTE. EN JEFE.- Creían que iban a morir los sol­da­dos e iban a ata­car a sus com­pa­ñe­ros para esa cosa.

PDTE. CHÁVEZ.- Pero fue una cosa, Fidel, bueno, para hacer his­to­ria. Ya yo te mandaré…

CMDTE. EN JEFE.- Hay que reu­nir todos los datos.

Noso­tros vamos a reu­nir todo lo que tene­mos, y reúne tú por allá lo que tú tengas.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, y aho­ra eso, bueno, hay que leer­lo con aten­ción, y dar­le un impul­so nue­vo al pro­ce­so revolucionario.

Tú sabes que yo decía… el día que salí, por supues­to muy tris­te, ¿no? ¡Cara­jo! Allá ence­rra­do solo.

CMDTE. EN JEFE.- Oye, la amar­gu­ra que noso­tros tenía­mos aquí no era menor que la tuya allá. ¡Era terri­ble la amargura!

PDTE. CHÁVEZ.- ¿Sabes qué? Yo como… a lo mejor, si al final —yo decía: “Bueno, si ten­go que salir al final de Vene­zue­la, pues, me ten­go que ir a Cuba. No hay…”

CMDTE. EN JEFE.- Yo pen­sa­ba —co­mo te habla­ba— que esto sería para más tar­de, ¿sabes?

PDTE. CHÁVEZ.- Sí.

CMDTE. EN JEFE.- No podía pen­sar en una cosa tan fulminante.

PDTE. CHÁVEZ.- No, yo también.

CMDTE. EN JEFE.- Yo dije: “Tie­nes que pre­ser­var­te, y tie­nes que pre­ser­var has­ta esa gen­te que son los más leales.”

PDTE. CHÁVEZ.- Cla­ro, si yo pen­sa­ba tam­bién que, bueno, a lo mejor unos meses, a fina­les de año… uno tenía tiem­po de orga­ni­zar —tú sabes— una reac­ción de los patrio­tas. Pero esta gente…

Yo les dije hoy: “¡Coño!, pero no me die­ron tiem­po ni de des­can­sar un día ence­rra­do en una cel­da. Me saca­ron muy rápi­do.” (Se ríe) ¡Qué cosa tan impre­sio­nan­te, vale!

Vamos a reco­ger evi­den­cias y cosas, imágenes…

CMDTE. EN JEFE.- Yo voy a reu­nir todo, todo, todo. Por­que hice ami­gos allí, bueno, con toda esa gen­te a los que…

PDTE. CHÁVEZ.- Cla­ro que tene­mos aho­ra que estar mucho más pen­dien­tes… La Inte­li­gen­cia nues­tra, por ejem­plo, es muy mala, vale, ¡muy mala! Y los altos man­dos mili­ta­res se por­ta­ron muy mal, ¡muy mal! Me tapa­ron cosas. Yo di unas órde­nes ahí que, o no se cum­plie­ron, o se cum­plie­ron a medias, o como ellos más o menos las eva­lua­ban. Los tenían pre­sio­na­dos estos fas­cis­tas. Y enton­ces, bueno, la ten­den­cia esa era a no tomar decisiones.

CMDTE. EN JEFE.- Te pusie­ron a la defen­si­va. Más con el tru­co de poner mili­ta­res. Todo fue muy bien pen­sa­do por par­te de ellos, poner a los mili­ta­res a hacer decla­ra­cio­nes, a hacer decla­ra­cio­nes. Y fíja­te que a favor tuyo, de uste­des, que ni uno solo de esos fue preso.

PDTE. CHÁVEZ.- ¿Quién?

CMDTE. EN JEFE.- De los que hicie­ron decla­ra­cio­nes. Algo que está a favor de uste­des como argu­men­to es que nin­guno de aque­llos que hicie­ron decla­ra­cio­nes, que eran actos sub­ver­si­vos, cons­pi­ra­ti­vos, nin­guno de ellos fue pre­so. Es decir, a dife­ren­cia de lo que ellos hicie­ron en las 48 horas o menos, en 24 horas, la pacien­cia que han teni­do uste­des, como argu­men­to, como prue­ba de la dife­ren­cia que hay entre la huma­ni­dad y la gene­ro­si­dad de la Revo­lu­ción Boliva­riana y lo que los fas­cis­tas hicie­ron en 24 horas.

PDTE. CHÁVEZ.- Así es.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Es increí­ble! Disol­vie­ron el Poder Judi­cial, el Par­la­mento, se apo­de­ra­ron de todos los go­biernos, de casi todas las alcaldías.

PDTE. CHÁVEZ.- Yo dije: “¡Pobre­ci­to este hom­bre! Si a mí me cues­ta tan­to gober­nar, con tan­tos pro­ble­mas, tenien­do nada más que el Poder Eje­cu­ti­vo, ¿cómo se hará este pobre hom­bre echán­do­se enci­ma todos esos pode­res?” Pero, en ver­dad, ellos fue­ron muy tor­pes, ¡tor­pes! Ansias de poder…

CMDTE. EN JEFE.- Y se habrían faja­do entre ellos inme­dia­ta­men­te. A los tres días esta­ban faja­dos entre sí todos ellos.

PDTE. CHÁVEZ.- No, ya esta­ban, ya esta­ban faja­dos unos con­tra otros, Gene­ra­les… Que si el car­go… Enton­ces, unos que aspi­ra­ban a ser jefes y no los pusie­ron, se pusie­ron bra­vos y se fue­ron, no vinie­ron al acto. La gen­te de la CTV tam­po­co vino, por­que que­ría ser este señor Orte­ga no sé si Vice­pre­si­den­te o algo así, y no qui­sie­ron. Enton­ces, empe­za­ron ellos a pelear y a des­mo­ro­nar­se muy rápido.

Pero de ver­dad que es una jor­na­da para la his­to­ria, ¡vale!

CMDTE. EN JEFE.- No, ¡inol­vi­da­ble! Mira, yo he vivido…

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Increí­ble, inol­vi­da­ble! Una cosa que hay que aho­ra dar­le el tra­ta­mien­to que se debe, y sobre todo, pro­yec­tar ese caso al mun­do para que se vea… Por­que se ha demos­tra­do, Fidel… Lo que te decía: que yo ano­che, el día que salí, el día que salí —un poco tris­te, por supues­to — , allá en la cel­da decía: “¡coño!, pare­ce que es ver­dad que una revo­lu­ción pací­fi­ca es casi impo­si­ble, ¿no?, por­que ¡cuán­tos esfuer­zos!” Esta­ba en ese tipo de refle­xio­nes, como dudan­do, ¿no?, dudan­do. Y dije: “Bueno, pero yo estoy segu­ro de que ese pue­blo no se va a que­dar así, ni esos mili­ta­res jóve­nes, sobre todo.” ¡Pero reac­cio­na­ron de inme­dia­to! Yo salien­do pre­so, y ya ellos esta­ban cons­pi­ran­do con­tra lo que que­dó por aquí. (Se ríe)

Se metie­ron en el Pala­cio y se escon­die­ron por allí en pasi­llos, en sóta­nos, hicie­ron gru­pos, se comu­ni­ca­ban entre ellos con los cuar­te­les. Y, bueno, aque­llo reven­tó y tomó cuer­po en todo el país.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Como hor­mi­gui­tas tra­ba­ja­ron ellos! Se movie­ron por todas partes.

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Y con un cora­je! Bueno, pen­sa­ron hacer, inclu­so… Me dijo uno de los mucha­chos de la Mari­na que está aquí con­mi­go: “Mire, está­ba­mos hacien­do un plan, cua­tro de noso­tros por ahí, para aga­rrar al vie­jo este, a Mus­so­li­ni, y lle­vár­se­lo para allá para Catia, la zona popu­lo­sa don­de hay como tres millo­nes de per­so­nas, las zonas más pobres, y enton­ces decir: “bueno, vamos a cam­biar­lo. Has­ta que no nos trai­gan a Chá­vez no sol­ta­mos a este vie­ji­to de aquí.”

Gra­cias a Dios que no hizo fal­ta eso, ¿no? Y todo ter­mi­nó como ya tú sabes. Lo que pasa es que aho­ra hay que comen­zar a rees­truc­tu­rar muchas cosas, a revi­sar muchas cosas, ¿no? Correctivos.

CMDTE. EN JEFE.- Muy bien, pues. ¡Me ale­gro, caram­ba, que pases un día…! Me ale­gro que hayas sus­pen­di­do tam­bién eso, por­que pien­so que tú debías des­can­sar, ¿no? Yo no sé cómo te la ibas a arre­glar, pero por suer­te se lle­va­ron los equi­pos esos. (Se ríe)

PDTE. CHÁVEZ.- No, pero voy a ir a Mara­cay. Ten­go que ir allá, y des­pués voy a visi­tar algu­nas guar­ni­cio­nes que se man­tu­vie­ron lea­les, algu­nos pueblos.

CMDTE. EN JEFE.- Oye, tú no sabes qué con­mo­ción pro­du­jo eso aquí en el pue­blo. Es cuan­do yo he podi­do ver has­ta qué gra­do te quie­re la gen­te aquí. ¡Una ver­da­de­ra conmoción!

PDTE. CHÁVEZ.- Me ima­gino la tris­te­za que sentirían.

CMDTE. EN JEFE.- Oye, ¡tú no sabes! Yo pocas veces en mi vida he esta­do tan amar­ga­do como al otro día. Yo que­ría… Tú sabes que yo siem­pre he sido opti­mis­ta y todo, y segui­mos en la pelea, por­que ape­nas me levan­té al poco rato, me lla­mó al otro día… Yo estoy dur­mien­do dos o tres horas, y ese día me acos­té tam­bién como a las seis; a las nue­ve me des­pier­to y me pon­go a hacer cosas, y a las 10 y dos minu­tos me lla­mó María. Así fue.

PDTE. CHÁVEZ.- No, inclu­so, ¿sabes qué? Yo esta­ba pen­san­do: “¡Cón­cha­le!, si yo ten­go que lle­gar a Cuba, con qué cara lle­go yo allá.”

CMDTE. EN JEFE.- Sí, sí.

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Oye!

CMDTE. EN JEFE.- Bueno, tú sabes que tú lle­ga­bas y un avión a toda velo­ci­dad iba para allá. (Chá­vez se ríe) Cla­ro, en el avión, pero fue­ron… Hay que inves­ti­gar bien por qué hicie­ron toda esa por­que­ría. Por­que para man­dar­te a ti… Sí, por qué hicie­ron esa por­que­ría, por­que hay que pen­sar cosas peo­res, inten­cio­nes peores.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí, yo estoy segu­ro. Había unas inten­cio­nes oscu­ras, por­que yo estoy segu­ro de que para Cuba no me iban a lle­var, estoy segu­ro. Lo que pasa es que el plan no les dio tiem­po, por­que fue tan rápi­do el plan de reac­ción patrió­ti­ca, boli­va­ria­na… Y yo fui ganan­do tiem­po, ganan­do tiem­po, el docu­men­to, que sí, que no, que bús­quen­me el telé­fono. Ganan­do tiem­po, por­que yo los veía a ellos en con­di­cio­nes de debi­li­dad, ¿tú sabes? Por los ojos, ¿no?, en los ojos, se con­sul­ta­ban cosas. Y apu­ra­dos, esta­ban muy apu­ra­dos por­que yo fir­ma­ra un docu­men­to. Y yo dán­do­les lar­ga, dán­do­les lar­ga, has­ta que el Almi­ran­te me di­ce: “No vaya a fir­mar nada, que por ahí como que vie­ne Baduel al res­ca­te.” Y enton­ces, ahí me die­ron a mí, pues, los aires de la victoria.

Pero, cla­ro, esto no es vic­to­ria. Yo pien­so que esto más bien es una lec­ción, una lec­ción, por­que hay que ajus­tar cosas, hay que tomar unas deci­sio­nes que no se han toma­do y que…

CMDTE. EN JEFE.- ¿Y dón­de está el Gene­ral que esta­ba allí en el Fuer­te, el que esta­ba de Jefe del Ejército?

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Ah!, ese está pre­so allá en el Fuerte.

CMDTE. EN JEFE.- Él debe saber el plan.

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Cla­ro!

CMDTE. EN JEFE.- Hay que tra­tar de que se fran­queen. Y el otro… Los que te visi­ta­ron allá deben saber­lo también.

PDTE. CHÁVEZ.- Sí. Aho­ra yo maña­na, pues, comien­zo a ente­rar­me, a bus­car más deta­lles y a tomar decisiones.

CMDTE. EN JEFE.- Okey.

PDTE. CHÁVEZ.- Bien, her­mano.

CMDTE. EN JEFE.- ¿Y tú crees que te pue­das dor­mir aho­ra, con la exci­ta­ción que has vivi­do hoy?

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Oye! Ten­go que dor­mir un rato. Pero es una exci­ta­ción mara­vi­llo­sa, como que embriaga.

CMDTE. EN JEFE.- Sí, sí. ¡Es increíble!

PDTE. CHÁVEZ.- Es una cosa como un… Ando embria­ga­do, bueno, de amor de ese pue­blo, pero sobre todo, Fidel, este es un men­sa­je de com­pro­mi­so, es un com­pro­mi­so con ese pue­blo que salió a la calle, sin armas ni nada. Cla­ro, apo­ya­dos por los patrio­tas militares…

CMDTE. EN JEFE.- Pero ellos empe­za­ron por la maña­na, des­de tem­prano iba un río para allá de gen­te, y rodea­ron el Fuer­te. Por­que ya había mucha gente.

Bueno, ¡un millón de feli­ci­da­des! ¡Te lo mereces!

PDTE. CHÁVEZ.- Bueno, her­mano, ¡qué gus­to haber­te oído!

CMDTE. EN JEFE.- Oye, pare­ce que una mano divi­na te lle­va a ti.

PDTE. CHÁVEZ.- Bueno, el pue­blo, chi­co. Dios y el pue­blo y, ¿cómo es que tú dices?, ¡Ave María Purí­si­ma! (El Co­mandante se ríe) ¡Ave María Purí­si­ma, cómo pasó esto!

CMDTE. EN JEFE.- ¡Tre­men­do!

PDTE. CHÁVEZ.- Pero aho­ra tene­mos que fortalecernos.

Salu­dos te man­dan Rosi­ta y Hugo, que está aquí, ya se dur­mió la nie­ta. Esta­mos todos aquí.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Qué bien! ¡Qué sean muy felices!

PDTE. CHÁVEZ.- Dale un salu­do a Feli­pe y a todos.

CMDTE. EN JEFE.- Ellos han esta­do todos, todos, todos, en esto.

PDTE. CHÁVEZ.- No, yo me ima­gino qué sufri­mien­to. Te prometo…

Aho­ri­ta me lla­mó Kha­da­fi por ahí, muy ale­gre también.

Te pro­me­to que haré todo lo que pue­da para no dar­te otro sus­to y otra tristeza.

CMDTE. EN JEFE.- ¡Bien! Jun­to con la tris­te­za hemos teni­do el pri­vi­le­gio de ser tes­ti­gos de la cosa más extra­or­di­na­ria que podía imaginarse.

PDTE. CHÁVEZ.- Bien. Y yo de vivirla.

Espe­ro ver­te pron­to, ¿eh?

CMDTE. EN JEFE.- Sí. Tene­mos que ver­nos. ¡Bien!

PDTE. CHÁVEZ.- Bueno, Fidel.

CMDTE. EN JEFE.- Para hablar de todo este tema. Es lo más impor­tan­te, es lo que nos interesa.

PDTE. CHÁVEZ.- Así es.

CMDTE. EN JEFE.- Okey

PDTE. CHÁVEZ.- Reci­be un abra­zo, her­mano, un abrazo.

CMDTE. EN JEFE.- Un abra­zo.

PDTE. CHÁVEZ.- ¡Has­ta la vic­to­ria siempre!

CMDTE. EN JEFE.- ¡Has­ta la vic­to­ria siempre!

PDTE. CHÁVEZ.- Un abra­zo, hermano.

Bolí­var cum­plió. Más de cien años des­pués, reen­car­na­do en Chá­vez, fue fiel al com­pro­mi­so de vol­ver cuan­do des­pier­ta, esta vez más que nun­ca, la con­cien­cia del pue­blo venezolano.

Por mi par­te, no desea­ba ocu­par un milí­me­tro de las pági­nas del Gran­ma. Por ello soli­ci­té se publi­ca­ra un tabloi­de para acom­pa­ñar al Órgano Ofi­cial de nues­tro Partido.

Fidel Cas­tro Ruz
Mar­zo 27 2014
4 y 40 p.m.

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