Se dice que el silencio es oro. Lo es, sin lugar a dudas, pero no solamente en el sentido del proverbio. Es sobre todo importante como instrumento de manipulación de la opinión pública: si en los periódicos, en las noticias de la televisión y en los debates televisados no se habla de un acto de guerra, no existe en el espíritu de los que están convencidos de que sólo existe lo que aparece en los medios de información. Por ejemplo, ¿cuánta gente sabe que hace una semana la capital de Sudán, Kartum, fue bombardeada? El ataque fue efectuado por caza bombarderos que atacaron de noche una fábrica de municiones. La que, según Tel Aviv, proveía a los palestinos de Gaza. Israel es el único Estado a poseer en la región aviones capaces de atacar a 1.900 km de distancia, de escapar a los radares y de provocar el bloqueo de las telecomunicaciones, capaces de lanzar misiles y bombas de precisión desde decenas de kilómetros del objetivo. Fotos de satélites muestran, en un radio de 700 metros del epicentro, seis enormes cráteres abiertos por potentes cabezas explosivas, que han provocado muertos y heridos. El gobierno israelí guarda silencio oficial, limitándose a afirmar que Sudán es un «peligroso Estado terrorista, apoyado por Irán». Por el contrario, los analistas estrategas hablan, dando por seguro de donde vino el ataque, señalan que esto podría ser un ensayo del bombardeo de los emplazamientos nucleares iraníes. La petición sudanesa de que las Naciones Unidas condene el ataque israelí y la declaración del Parlamento árabe, que acusa a Israel de violación de la soberanía sudanesa y del derecho internacional, han sido ignoradas por los medios de información importantes.
El bombardeo israelí de Kartum ha, de esta manera, desaparecido bajo la ley del silencio mediático. Como la masacre de Bani Walid, la ciudad libia atacada por las milicias «gubernamentales» de Misrata. Videos y fotos, distribuidas por internet, muestran impresionantes imágenes de la masacre de civiles, incluso niños. En un testimonio de video realizado en un hospital de Bani Walid sitiado, el doctor Meleshe Shandoly habla de los síntomas que presentan los heridos, típicos de los efectos del fósforo blanco y de gases asfixiantes. Hemos sabido después que este médico fue degollado. Hay, sin embargo, otros testimonios, como el del abogado Afaf Yusef, que explica que numerosas personas han muerto sin haber sido alcanzadas por proyectiles o explosiones. Cuerpos intactos, como momificados, parecidos a los de Fallujah, la ciudad iraquí atacada en 2004 por las fuerzas estadounidenses con proyectiles de fósforo blanco y con armas nuevas de uranio. Otros testimonios hablan de un barco transportando armas y municiones, que llegó a Misrate poco antes del ataque contra Bani Walid. Otros hablan de bombardeos aéreos, de asesinatos y de violaciones, de casas demolidas con los bulldozes. Pero sus voces también han sido ahogadas bajo la capa del silencio mediático. Así como la información de que Estados Unidos, durante el asalto contra Beni Walid, bloqueó en el Consejo de Seguridad de la ONU la propuesta rusa de resolver el conflicto a través de medios pacíficos.
Informaciones que no llegan, y llegarán cada vez menos, a nuestras casas. La red mundial de satélites Intelsat, cuyo cuartel general está en Washington, acaba de bloquear las transmisiones iraníes hacia Europa, y la red de satélites europea Eutelsat ha hecho lo mismo. En la época de la «información global», lo único que debe oírse es la Voz de su Amo.
Manlio Dinucci
Edición del martes 30 de octubre de 2012 de il manifesto
http://www.ilmanifesto.it/area-abbonati/in-edicola/manip2n1/…
[Traducido del francés por Boltxe kolektiboa.]