Traducido del francés por Boltxe kolektiboa
Después de atravesar la sombría nube de la guerra, la luz ya aparece por el horizonte del nuevo día: es con esta imagen retórica banal que el presidente Obama ha anunciado el acuerdo firmado con el presidente Karzai. Las plumas que le escriben sus discursos se ve, ante la evidencia, que no trabajan demasiado. No se pude decir lo mismo de los estrategas que han redactado el «Acuerdo de partenariado estratégico durable» con Afganistán. Asegura que después de la retirada de las tropas en 2014, Estados Unidos continuará protegiendo Afganistán, concediéndole el estatuto del «más grande aliado de los países que no son miembros de la OTAN». En el marco del nuevo «Acuerdo de seguridad bilateral», Estados Unidos buscarán los fondos para que Afganistán «pueda defenderse de las amenazas internas y externas». No es Estados Undiso los que las concederán, pero las «buscarán» implicando a los aliados (incluso Italia) (y también Francia y el Estado español en tanto que miembros de la Alianza, NdT) en el pago de la mayor parte de al menos 4 mil millones de dólares anuales para entrenar y armar las «fuerzas de seguridad» afganas. Según «los estándares de la OTAN», de manera a que sean «inter-operacionales con las fuerzas de la Alianza». Por su lado, Kabul «suministrará a las fuerzas estadounidenses el acceso a la utilización continua de las bases afganas hasta 2014 e incluso más tarde».
La base militar de Bagram en Afganistán a 50 km de Kabul
Lo que el acuerdo no dice es que las principales «bases afganas» que serán utilizadas por las fuerzas estadounidenses son las mismas que las que ya utilizan ahora (Bagram, Kandahar, Mazar-e-Sharif y otras), con la diferencia de que flotará la bandera afgana en vez de la de Estados Unidos. El acuerdo tampoco dice que en Afganistán operarán todavía más que ahora las fuerzas de Estados Unidos-OTAN para las operaciones espaciales, ayudadas por compañías militares privadas. Estados Unidos prometen que no utilizarán las bases contra otros países, pero en caso de «agresión exterior contra Afganistán», suministrarán una «respuesta apropiada» incluso «medidas militares». El acuerdo, precisa el embajador Ryan Crocker, no impide a Estados Unidos continuar atacando desde Afganistán, con los drones, los insurrectos de Pakistán, pues «no excluye el derecho a la autodefensa».
Pero los pilares sobre los cuales reposa el «partenariado estratégico durable» no son solamente los militantes. Washington fomentará «la actividad del sector privado estadounidense en Afganistán», en particular para la explotación de la «riqueza minera, de la que el pueblo afgano debe ser el principal beneficiario». El pueblo afgano puede estar seguro: son los geólogos del Pentágono los que han descubierto, en el subsuelo afgano, ricos yacimientos de litio, cobalto, oro y otros metales. Afganistán, explica un memorándum del Pentágono, podría llegar a ser «la Arabia Saudita del litio», metal precioso para las producción de baterías (e industrias farmacéuticas, NdT). Y después hay sobre todo otro recurso a explotar: la posición geográfica de Afganistán, de gran importancia militar y económica. No es un azar si, en el acuerdo, Estados Unidos insisten en que Afganistán reencuentre «su papel histórico de puente entre Asia central y meridional y Oriente Medio», realizando infraestructuras para los transportes, en particular «redes energéticas». Está claro que se refiere al gaseoducto Turkmenistán-India, Rusia y China, que será controlado por las fuerzas especiales y los drones estadounidenses en nombre del «derecho de autodefensa».
Manlio Dinucci
8 de mayo de 2012