La muerte de Iñigo Cabacas nos demuestra cómo un hecho festivo puede acabar en tragedia y cómo ésta es producida de forma directa por esos cuerpos policiales que, en principio, están establecidos precisamente para proteger y salvaguardar la integridad de las personas.
Pero por muy luctuoso y doloroso que sea el suceso, es necesario realizar un análisis de las causas por las que se ha dado semejante fin en lo que en principio tendría que haber sido únicamente una fiesta del fútbol.
Cuando se afronta una situación cómo la de la «muerte accidental» de Iñigo Cabacas es obligado analizar diversos aspectos: ¿ha sido un accidente o era predecible que sucediera?, ¿cómo han reaccionado los responsables?, ¿por qué cuando a lo largo de toda la noche se sucedieron las peleas entre borrachos en la zona de celebración, únicamente cargan contra una pelea que se estaba produciendo cercana a Kirruli, la herriko tarbena de Indautxu?, ¿es una pelea entre borrachos, independientemente de donde se produzca, razón suficiente para que la policía intervenga?, ¿se evalúa el riesgo de su actuación o simplemente actúan sin medida ni valoración de los daños que pueden causar?
Si empezamos por el primer punto, y por doloroso que sea, es obligado pensar que lo que sucedió el jueves en Indautxu es una situación que se podía haber dado en cualquier parte del sur de Euskal Herria (y por extrapolación en cualquier otro punto del Estado español). La manera en la que llevamos padeciendo los métodos habituales de los diferentes cuerpos de seguridad del Estado, en sus diversos colores y denominaciones, es siempre la misma, la de agredir a las personas que se les ponen por delante, independientemente de su género, edad o condición. Se ha vuelto normal ver cómo los diferentes cuerpos de represión de la burguesía española, sean Ertzaintza, Guardia Civil, Policía Nacional o incluso agentes de las policías locales, tienen la potestad de golpear, patear y disparar a cualquiera que se les ponga por delante. Como decía un mando de los Mossos d’Escuadra, ellos únicamente emplean la violencia legal. Pero ¿dónde está el límite de esa violencia y quién lo marca? Además, ¿en dónde se dice que los agentes de policía pueden agredir de forma generalizada a las personas si no es una situación de riesgo para dichos agentes? Es generalizado que las manifestaciones pacíficas se disuelvan a pelotazos, ¿quién les ha dado potestad para tal uso de violencia? Es curioso disolver una manifestación o una concentración a ostias pero no detener a todas aquellas personas que, se supone, si se les dispara es porque estén haciendo un delito. ¿No deberían conducir a los infractores hasta el juzgado y que fueran los jueces los que evalúen las faltas?, ¿cuándo el Estado los nombró jueces y verdugos para acaparar el monopolio de la violencia?
Pero si miramos un poco hacia los años pasados, es lógico que dichas actitudes se den, dado que los diferentes cuerpos de seguridad del Estado son herencia directa de la dictadura franquista. Cuando tuvo a bien morirse Franco, en la famosa transición, los cuerpos represivos franquistas no fueron depurados, no se juzgaron a los torturadores, no se juzgaron a los asesinos de Txiki y Otaegi. En una palabra, se refundó el Estado franquista en versión democrática sin cambiar nada, puesto que este Estado era el instrumento del capitalismo español. Todo atado y bien atado.
No obstante, por lo visto estos días y las reacciones que se han producido, Ares tampoco tiene mucho por lo que temer. Su puesto no corre peligro y podrá seguir en él, así como el agente que realizó el disparo mortal, el responsable de la furgoneta que mandó la carga y el mando que coordinaba el operativo. Y todos ellos cobrando de los padres de Iñigo. Podrán seguir cobrando sus sueldos de los padres de Iñigo y de los miles de personas agredidas por estos defensores de la democracia a ostia limpia, dado que al ser funcionarios del Estado, cobran del erario público.
Las reacciones de protección han sido las esperadas. Ares sigue siendo Consejero de Interior del Gobierno vasco únicamente porque su partido, el PSOE con el Lehendakari Patxi López a la cabeza, no le han exigido que dimita de su cargo. Pero seguirá también en su cargo porque esa oposición «democrática» que forman PNV y PP no tienen ganas de desalojar a la persona que les está haciendo el trabajo sucio. No olvidemos que el PSOE está en minoría en el Parlamento de Gasteiz y que todo lo que hace y deshace necesita de los votos de sus amigos.
Porque una cosa son las responsabilidades políticas y otra muy diferente son las responsabilidades penales. Para parar las políticas ya hemos visto que están los partidos «democráticos». Para parar las penales está el sistema judicial. Porque cuando menos son curiosas las declaraciones del Fiscal Superior del País Vasco, el señor Calparsolo, que ha declarando que lo sucedido puede ser desde homicidio por imprudencia hasta nada. Sabiendo poco de leyes, la definición de «nada» se supone que es otra. Nada será cuando no ha sucedido nada, no cuando hay un muerto. Más adecuado habría parecido decir que podría ser desde homicidio por imprudencia hasta asesinato. No obstante, dicho personaje, sin saber las conclusiones de las investigaciones, se pronuncia sentando opinión. Por sus hechos, declaraciones en este caso, les conoceréis.
Igualmente, las decisiones tomadas por Ares, o mejor dicho las no tomadas, son dignas de cuando menos asustar al peatón de las calles del País Vasco. Diez días después de haber sucedido la agresión a Iñigo, todavía no se ha identificado al agente (o eso dicen) que realizó el disparo mortal, por lo tanto, dicho agente seguirá por las calles vascas con el pelotero y una pistola cargada de balas. Así mismo, cuando se había dicho ya desde Bruselas que las pelotas de goma debían ser retiradas dado el alto peligro que implicaba su uso, no sólo no se habían retirado sino que se seguía haciendo un uso general de las mismas. Así mismo, el anuncio de que en 2013 se procederá a la sustitución de las pelotas de goma por las famosas balas de plástico es algo así como decir que retiran un arma peligrosa para las personas y que la sustituyen por otra más peligrosa todavía. Aquéllos que conozcan mínimamente la historia de los troubles en el norte de Irlanda habrán oído los cientos de muertos que han producido dichas balas en las manifestaciones republicanas. Como ejemplo, baste decir que solamente a lo largo de 1981, durante las manifestaciones que se realizaron por la huelga de hambre en los Bloques H por los prisioneros republicanos, siete personas fueron asesinadas por dichas balas. Si tenemos en cuenta los años que han pasado desde dicha fechas y la evolución que hayan tenido, podemos ver el poder mortal que pueden tener actualmente.
Esta muerte y las últimas actuaciones de Ertzaintza en diferentes puntos del País Vasco (un periodista herido en Bilbo con múltiples traumatismos, un joven en Gasteiz por un pelotazo el 29 de marzo en la cara y cómo reventaron una sentada pacífica en Bilbo al día siguiente de la muerte de Cabacas) nos demuestra que el Lehendakari del País Vasco, Patxi López, y los que hablaron en nombre de los denominados partidos democráticos y Gesteros por la paz, nos mintieron. Nos mintieron cuando nos dijeron que con la desaparición de ETA «la sociedad vasca podría vivir en paz». Esta muerte nos demuestra que es mentira. Que siguen habiendo miles de uniformados en las calles de Euskal Herria, armados y con el gatillo fácil, sin reflexionar en la consecuencias de de sus accesiones. Nos mintieron cuando nos dijeron que los únicos que ejercían la violencia aquí era ETA, porque vemos claramente que la otra parte no solamente hace uso de la violencia de forma generalizada, sino que además no han anunciado el «cese de su actividad armada». Ya lo dijeron cuando hace meses entraron en el gaztetxe de Gasteiz, «vosotros estáis en tregua, nosotros no».
Es triste pensar que éste no es un hecho fortuito sino algo que tenía que producirse tarde o temprano dada la manera de actuar de esta gentuza. Los graves incidentes que han producidos agentes de la Ertzaintza en los últimos dos meses, nos da ha entender que ni lamentan ni tienen intención de cambiar sus métodos. Estos métodos están pensados para el total amedrentamiento de la clase trabajadora, para que nunca se plantee la más mínima amenaza al status quo establecido. Por lo que podemos ver no tienen ni pizcas de ganas de cambiarlo, porque finalmente, no hay mecanismos por los que se les pueda presionar, ésta es la total indefensión que tenemos.
Volviendo al norte de Irlanda, uno de los puntos en los que se ha centrado el proceso de paz es en la refundación de una política no sectaria (disolución del RUC) y en la desmilitarización de los seis condados del norte de Irlanda. Visto lo visto, urge en Euskal Herria plantear ya los mismos puntos. Se debe revisar quiénes son los agentes de la policía autonómica y por qué entraron en su día a ser parte de dicho cuerpo, cuál es su historial de actuaciones y hacer una policía no sectaria al servicio de las personas que vivimos aquí. Y en paralelo a ello, dada la nueva situación que tenemos en Euskal Herria y que ha sido reconocida por todas las partes implicadas, parece que no es necesario que este pequeño país siga siendo el punto con más policía del mundo por habitante.
Lo segundo es fácil de realizar, basta únicamente voluntad política y ponerse a ello. Lo primero es mucho más difícil y todas las partes implicada debería hacer sus análisis, la izquierda abertzale también, de cómo se debe realizar. Y decimos que la izquierda abertzale también, porque postulándose como se postula para ser alternativa a los partidos políticos tradicionales, en caso de que llegue un hipotético día a coger la lehendakaritza, tendrá que ver qué hace con una policía política diseñada para salvaguardar los intereses de la burguesía vasca. Los modelos de sociedad deberían chocar y aquí no tiene pinta que se pueda servir a dos amos, es decir, a la burguesía y al pueblo trabajador.
Deberíamos trabajar todos para que la muerte de Iñigo Cabacas no sea inútil y se produzcan más situaciones de este tipo, que la violencia policial no pueda destrozar más familias. El camino se ve largo y difícil, pero si no se comienza a andar siempre estará ahí y los muertos se irán amontonando. Y para verlo no creemos que haga falta mucho tiempo, vistos como vienen los tiempos económicos y las protestas que presumiblemente se producirán.
Boltxe kolektiboa
15 de abril de 2012