El refor­ma­zo del PP, vuel­ta al fran­quis­mo- Manuel F. Trillo

Una pri­me­ra lec­tu­ra de la “refor­ma labo­ral” (Refor­ma­zo), no indi­ca que se ha vuel­to a las rela­cio­nes labo­ra­les del fran­quis­mo. Alguien pue­de con­si­de­rar que esta cali­fi­ca­ción es exa­ge­ra­da, pero si aten­de­mos a los aspec­tos que sub­ya­cen en la letra peque­ña –de la que no habla casi nadie- vere­mos que a par­tir de aho­ra los repre­sen­tan­tes de los tra­ba­ja­do­res no podrán inter­po­ner recur­sos con­tra las deci­sio­nes judi­cia­les, y que ten­drá que hacer­lo cada tra­ba­ja­dor indi­vi­dual­men­te (y esto cuan­do el patrón ha des­pe­di­do colec­ti­va­men­te a la plan­ti­lla total o par­cial­men­te). Sabi­do es que en Magis­tra­tu­ra de Tra­ba­jo Fas­cis­ta era el tra­ba­ja­dor indi­vi­dual quien tenía que actuar, pues los sin­di­ca­tos de cla­se no existían. 

La segun­da razón, es que el empre­sa­rio o patrón tie­ne todo el poder en la empre­sa, bajan­do uni­la­te­ral­men­te el sala­rio a cada tra­ba­ja­dor –por que no es pro­duc­ti­vo- y si no lo acep­ta se le des­pi­de con una indem­ni­za­ción de 20 días por año, lle­ve el tiem­po que lle­ve en la empresa. 

Una ter­cera razón es la impo­si­ción del arbi­tra­je cuan­do no hay acuer­do en cuan­to a los con­ve­nios colec­ti­vos, sacan­do del ámbi­to judi­cial el acuer­do al que hubie­ran lle­ga­do ante­rior­men­te (se extin­gue de este modo el prin­ci­pio de que el acuer­do entre las par­tes e ley para las par­tes, algo que ya hace dos mil años fue reco­gi­do en el bro­car­do: “pac­ta sum servanda”). 

Cuar­ta razón, se esta­ble­ce un perío­do de prue­ba de un año, un año sí, un año. Tan tre­men­da bar­ba­ri­dad es para des­pe­dir al tra­ba­ja­dor con un cos­te de cero euros. Sin dar expli­ca­cio­nes, sin moti­var el despido. 

Quin­ta, no se nego­cia el “refor­ma­zo”, se uti­li­za el meca­nis­mo más dic­ta­to­rial el orde­na­mien­to jurí­di­co: el Decre­to-Ley, cuya redac­ción no se nego­cia, no se enmien­da en su trá­mi­te de con­va­li­da­ción. Bas­ta con una mayo­ría de votos en el Con­gre­so y ase­gu­ra­da esta mayo­ría ya se con­vier­te en Ley. Este meca­nis­mo legis­la­ti­vo tie­ne unos lími­tes esta­ble­ci­dos en la Cons­ti­tu­ción de 1978: “en caso extra­or­di­na­ria y urgen­te nece­si­dad”. ¿Dón­de radi­ca la extra­or­di­na­rie­dad, dón­de está la urgen­cia? ¿Por qué no se tra­mi­ta como Pro­yec­to de Ley y con trá­mi­tes par­la­men­ta­rios que per­mi­ta su deba­te en Comi­sión y en el Pleno, dan­do así voz a todas las fuer­zas polí­ti­cas? Es el ordeno y man­do, ya lo hicie­ron con Javier Are­nas como minis­tro de Tra­ba­jo en 2002. Entra en vigor al día siguien­te de su publi­ca­ción (sin vaca­tio legis). Es, aquí te pillo, aquí te mato. No hay deba­te, así que no hay rui­do. Es un Gobierno auto­ri­ta­rio, pues pres­cin­de de la publi­ci­dad y deba­te par­la­men­ta­rio. “Estas son len­te­jas, y el sol sale por que yo ordeno”. El sol de las rela­cio­nes labo­ra­les se impo­ne, y no se dis­cu­ten. Auto­ri­ta­ris­mo mayor por cuan­to es el poder empre­sa­rial quien que­da legi­ti­ma­do para hacer lo que quie­ra en la empre­sa y con los tra­ba­ja­do­res. El diá­lo­go social, el Acuer­do inter­con­fe­de­ral que nego­cia­ron hace unos días ha que­da­do en papel moja­do, ha que­da­do dero­ga­do por­que así lo man­da­do el Gobierno en el Decreto-Ley.

Sex­ta, se vuel­ve al fran­quis­mo por cuan­to se des­pre­cia la nego­cia­ción colec­ti­va en los nive­les supe­rio­res a la empre­sa. Des­pre­cio de los con­ve­nios colec­ti­vos de sec­tor o de ámbi­to terri­to­rial. Aho­ra es el patrón a tra­vés del meca­nis­mo de “des­cuel­gue” quien impon­drá las con­di­cio­nes de tra­ba­jo y sala­ria­les. Y si no estás de acuer­do te lar­gas con una indem­ni­za­ción de 20 días por año tra­ba­ja­do. Pode­mos decir que se aca­ba­ron los con­ve­nios colec­ti­vos que no intere­sen a los empre­sa­rios, y ten­go para mí que a los empre­sa­rios les moles­tan los con­ve­nios colec­ti­vos. La rela­ción será indi­vi­dual –obre­ro/­pa­trón- vul­ne­ran­do es prin­ci­pio en que el tra­ba­ja­dor era la par­te des­fa­vo­re­ci­da y por tan­to de nece­sa­ria pro­tec­ción legal. El empre­sa­rio es el úni­co dios en la empre­sa, los tra­ba­ja­do­res ya no podrán recu­rrir a los sin­di­ca­tos para bus­car pro­tec­ción. Los sin­di­ca­tos –con todas sus debi­li­da­des y erro­res- han muer­to. Ya no son inter­lo­cu­to­res en las rela­cio­nes labo­ra­les. Si hacían –y de eso nos que­ja­mos has­ta hoy- aho­ra ya no pin­tan nada. La siguien­te arre­me­ti­da será con­tra el dere­cho de huel­ga. Ya han dicho: “el dere­cho de huel­ga vul­ne­ra el inte­rés gene­ral” (Durán y Llei­da, bur­gue­sía cata­la­na). Los sin­di­ca­tos ten­drán exclu­si­va­men­te el poder que quie­ra el empre­sa­rio, pues cuan­do no este no esté acuer­do, sen­ci­lla­men­te des­pi­de a los tra­ba­ja­do­res, esta­ble­ce las con­di­cio­nes sus­tan­cia­les de tra­ba­jo, implan­ta el sala­rio a su capri­cho (inclu­so pue­de impo­ner un sala­rio dis­cri­mi­na­do para cada tra­ba­ja­dor aún tenien­do la mis­ma cate­go­ría por la sen­ci­lla decla­ra­ción de que “no eres productivo”).

Sép­ti­ma, se car­ga el artícu­lo 40.2 de la Cons­ti­tu­ción, al anu­lar la –has­ta aho­ra- nece­sa­ria inter­ven­ción de los pode­res públi­cos en las rela­cio­nes entre tra­ba­ja­do­res y empre­sa­rios. Han esta­ble­ci­do el ERE exprés, sin nece­si­dad de inter­ven­ción admi­nis­tra­ti­va, y se deja en manos del empre­sa­rio echar a toda la plan­ti­lla con una indem­ni­za­ción de 20 días por año. A par­tir de aquí pue­den tran­qui­la­men­te disol­ver el Minis­te­rio de Tra­ba­jo, pues todo el poder para el patrón sig­ni­fi­ca que en nada tie­ne inter­ve­nir el poder públi­co. Este es el paraí­so empre­sa­rial. Nin­gún con­trol admi­nis­tra­ti­vo es igual a “haré lo me dé la gana”. Vol­ve­rán por este camino las mis­mas rela­cio­nes que había jus­to hace cien años. El auto­ri­ta­rio Gobierno de Rajoy ha segui­do los dic­ta­dos de la ultra­de­re­cha polí­ti­ca y eco­nó­mi­ca gua­re­ci­da detrás de Aznar. Adiós al artícu­lo 37 de la Cons­ti­tu­ción, que habla de la nego­cia­ción colec­ti­va como fuen­te del dere­cho laboral. 

Octa­va, se ha dicho adiós al prin­ci­pio de dere­chos adqui­ri­dos. Esto es el col­mo, pues sólo los tra­ba­ja­do­res que tie­nen con­tra­to des­de hace 28 años (en 1984) serán los que cobren –y serán los úni­cos- la indem­ni­za­ción de 45 días por año tra­ba­ja­do con el lími­te de las 42 men­sua­li­da­des. Adiós tam­bién a la prohi­bi­ción de la irre­tro­ac­ti­vi­dad. Los demás tra­ba­ja­do­res ni lo sue­ñen. Se va redu­cien­do has­ta que lle­ga­mos a los tra­ba­ja­do­res que tie­nen con­tra­to de tra­ba­jo des­de 1996, y estos cobra­rán la indem­ni­za­ción de 33 días por año has­ta el máxi­mo de 24 mensualidades. 

Nove­na, han des­trui­do los prin­ci­pios de nor­ma más favo­ra­ble y el de con­di­ción más bene­fi­cio­sa. Ya no será el Con­ve­nio Colec­ti­vo la nor­ma pre­fe­ren­te para diri­mir enfren­ta­mien­tos entre empre­sa­rios y tra­ba­ja­do­res. Pues sola­men­te se ten­drá en cuen­ta los que deci­da el empre­sa­rio, como nue­va fuen­te del dere­cho labo­ral se impo­ne “la deci­sión empre­sa­rial de carác­ter colec­ti­vo”. Vul­ne­ra de un modo cla­ro el dere­cho fun­da­men­tal 28 de la CE en que se reco­no­ce la liber­tad de acción sin­di­cal (LOLS). A par­tir de aquí ¿para qué ser­vi­rá la acción sindical?. 

En resu­men –aun­que de este refor­ma­zo segui­re­mos hablando‑, es un retro­ce­so en las rela­cio­nes labo­ra­les, sen­ci­lla­men­te por­que ya no exis­ten “rela­cio­nes”, los tra­ba­ja­do­res y sus repre­sen­tan­tes han per­di­do toda capa­ci­dad de nego­cia­ción. Aho­ra es obe­de­cer o mar­char­se de la empre­sa. Con­si­de­ra­da en su jus­ta medi­da la nue­va reali­dad nos retro­trae a los tiem­pos ante­rio­res a la II Repú­bli­ca. Cues­tio­nes como el des­cuel­gue uni­la­te­ral de la empre­sa; el esta­ble­ci­mien­to de la dis­cri­mi­na­ción sala­rial en la mis­ma cate­go­ría; el hecho de que ya no se pue­da invo­car el con­ve­nio colec­ti­vo como fuen­te del dere­cho; el fin de prin­ci­pios que has­ta aho­ra eran into­ca­bles: dere­chos adqui­ri­dos, nor­ma más favo­ra­ble, con­di­ción más bene­fi­cio­sa, han des­pa­re­ci­do por arte de bir­li­birlo­que. La extra­ju­di­cia­li­dad de los con­flic­tos colec­ti­vos. La ele­va­ción de las ETT a la cate­go­ría de Agen­cias de Colo­ca­ción. El ERE exprés, indis­cu­ti­ble para el empre­sa­rio. El perio­do de prue­ba de un año para los con­tra­tos inde­fi­ni­dos. Y más.

La cla­se domi­nan­te ya no escon­de su triun­fo, no guar­da ni las for­mas. Con­si­de­ra que la cla­se obre­ra no exis­te como cla­se orga­ni­za­da, y des­pués de ins­tau­rar el mie­do como armas de des­truc­ción de con­cien­cias, se atre­ven a impo­ner por vía de Decre­to una modi­fi­ca­ción de las rela­cio­nes labo­ra­les en que apa­re­cen como lo que son: explo­ta­do­res de la fuer­za de tra­ba­jo. Capi­tal y tra­ba­jo, esta lucha anti­té­ti­ca, se ha resuel­to de momen­to a favor del capi­tal. Los sin­di­ca­tos ofi­cia­les ya no pin­tan abso­lu­ta­men­te nada en el ámbi­to de las empre­sas. Fin del sin­di­ca­lis­mo ofi­cial, sola­men­te sobre­vi­vi­rán los sin­di­ca­tos de cla­se capa­ces de enfren­tar­se al poder del capital. 

Insur­gen­te

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