0.-INTRODUCCION
1.-PRELUDIO
2.- EL NEO LIBERALISMO EN LOS AÑOS 80
3.- EL MODELO NEOLIBERAL COBRA IMPULSO.
4.- LA GLOBALIZACION…QUE PESADOS…
0.- INTRODUCCION
Tratar de producir un “concentrado” histórico de las tres décadas previas al estallido de la actual crisis en unas pocas páginas, siempre tendrá como resultado un cierto aroma de producto defectuoso. En esta primera parte, hemos tratado de presentar tendencias estructurales y algunos elementos analíticos que pueden ayudar a entender por qué el capitalismo, en su fase neoliberal nos ha conducido a una crisis estructural de consecuencias muy previsibles.
La decisión de presentar este escrito en dos partes, una de carácter histórico, que comprende los cuatro primeros puntos, y otra parte, de próxima aparición, responde estrictamente a que el autor no es un “intelectual orgánico”, sino un humilde asalariado que vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario y, por ello, con escaso tiempo para la reflexión.
1.-PRELUDIO
Cuando afirmamos que la crisis del modelo de acumulación capitalista neoliberal no es “una crisis más”, sino una crisis con unas características cualitativas diferentes a las precedentes, nos estamos refiriendo a la imposibilidad de que el capitalismo pueda articular un nuevo modelo de acumulación estable, viable y sostenible en el tiempo. La recomposición de las tasas de ganancia solo puede ser factible desde la instauración de un nuevo modelo en el que la tendencia al predominio de la producción de plusvalor absoluto, frente al plusvalor relativo, lo que agudizará aún más la tendencia recesiva y regresiva del capitalismo.
En realidad, el carácter “progresista” que adoptó el capitalismo durante tres décadas de keynesianismo-fordismo, con constantes incrementos de productividad, aumentos salariales generalizados en los Estados capitalistas centrales, continua expansión de la demanda, desarrollo de un sistema público de sanidad, educación, subsidios, etc…, tan loada y añorada por la socialdemocracia europea, y como plasmación de la posibilidad de articular “terceras vías”, en la que lo mejor del capitalismo y del socialismo coexistiera, fue producto histórico, concreto, inusual e irrepetible de las propias condiciones del momento. No es el objeto de este escrito el análisis del keynesianismo, por lo que simplemente diremos que su especificidad se lo otorga en gran medida, la reconstrucción europea tras la segunda guerra mundial, el miedo a la expansión del comunismo y la sobreexplotación de la Periferia del sistema capitalista mundial.
2.- EL NEOLIBERALISMO EN LOS AÑOS 80: Se perfila el nuevo modelo.
Lo que en realidad nos interesa y lo que tiene verdadera incidencia en la presente coyuntura, se gestó allá en los primeros años 80 del siglo pasado, en los que tras la crisis del keynesianismo, comenzaba a gestarse un nuevo modelo de acumulación capitalista al que se le ha definido como neoliberal. El neoliberalismo se inició como una verdadera “terapia de shock” al problema planteado por el agotamiento y crisis del modelo fondista-keynesiano. La reducción de los costes del trabajo era la premisa central y determinante de la articulación de un nuevo modelo de acumulación de capital y la recomposición al alza de las tasas de ganancia. El estancamiento de los salarios nominales y la caída de los salarios reales, motivada por las altas tasa de inflación vigentes a principios de los 80, así como el desarrollo de formas de flexibilidad y precarización laboral, posibilitaron un alza de las tasas de ganancia motivadas por un aumento del plusvalor absoluto.
Esta estrategia, efectivamente, posibilitó una recuperación económica a mediados de los 80, pero, de manera simultánea sentaba las bases del problema estructural que el neoliberalismo ha tenido que afrontar a lo largo de estos años. El ajuste salarial y la precarización laboral, establece de manera inmediata un escenario en el que los mercados pierden dinamismo y capacidad de expandirse al ritmo impuesto por la acumulación de capital. La demanda, al tender al estancamiento, agudiza las posibilidades de crisis de sobreproducción, lo que imposibilitará altas tasas de crecimiento económico.
Este riesgo de crisis de sobreproducción, y unas tasas de ganancia aún bajo mínimos, explican ya en la década de los 80, la progresiva financiarización del capitalismo. Dicho de otro modo, los capitalistas tenían demasiado capital ocioso en sus manos (exceso de liquidez) que no podían reintroducir en la economía productiva, debido al continuo riesgo de sobreproducción. Por lo que, la valorización del capital, debía realizarse buscando la fórmula de “saltarse” la fase de producción. Si la fórmula general del capitalismo se refleja en la archiconocida secuencia D‑M-D´, en la que existe un capital bajo forma dinero (D) se transforma en capital productivo (M) formado por fuerza de trabajo y medios de producción y que mediante esa actividad productiva, se obtiene un dinero (D´) cuyo valor es superior al inicial, los capitalistas tratan de evitar la fase productiva, para que D se transforme, se “valorice” automáticamente en D´. Se trata de la proliferación de capital ficticio, en tanto que no se encuentra fundado en la actividad productiva y en el trabajo, la fuente del valor y del plusvalor.
Esta proliferación financiera, se refuerza de manera muy significativa con el estallido de la Deuda externa de la Periferia del sistema capitalista, en particular de América Latina, con un impresionante aumento de capitales, que los sistemas productivos no tienen capacidad de absorción.
3.- EL MODELO NEOLIBERAL COBRA IMPULSO.
La recuperación, si bien aún exigua, de las tasas de ganancia a lo largo de los 80, mediante las políticas de ajuste salarial, se había desarrollado sin un aumento significativo de inversiones en nuevos medios de producción. Por lógica, en períodos de crisis económica, los capitalistas tratan de amortizar al máximo los equipos productivos de sus empresas, no realizando inversiones en nuevos medios de producción. Pero a finales de los años 80, en los Estados capitalistas centrales, si puede hablarse de una recuperación económica, que posibilita plantearse inversiones en renovación del stock de capital existente.
Si seguimos el esquema planteado por Marx, en el que el sistema productivo se divide en un sector I, en el cual se producen medios de producción, y un sector II, que produce bienes de consumo, diríamos que el sector I, durante gran parte de los años 80, estuvo estancado, debido a la necesidad de amortizar al máximo los medios de producción existentes. Para promover una dinámica de crecimiento en ambos sectores productivos, debía activarse de alguna manera el consumo (sector II), y de esta manera, impulsar renovación de los stocks de capital existentes (sector I), el sistema precisaba de un impulso económico.
Este impulso económico necesario para aumentar el consumo, fue propiciado por la aplicación de políticas fiscales que, en términos generales, beneficiaban a las rentas del capital y a las rentas del trabajo más altas. El planteamiento era muy claro: como los “ricos” tenían el dinero, había que hacer que lo gastaran para impulsar el consumo y promover la inversión. Para ello se redujo la presión fiscal y, en definitiva, se promovió un proceso de enriquecimiento de los más ricos. Ciertamente, a finales de los años 80, las tasas de crecimiento y, sobretodo, el aumento de las tasas de ganancia nunciar la viabilidad del nuevo modelo neoliberal, aunque muy alejado de los ritmos de crecimiento económico que había posibilitado el fordismo.
De manera simultánea, la expansión de los capitales ficticios en el sistema financiero, seguía aumentando, teniendo en Japón en 1987, con el crack bursátil, el primer aviso serio de las consecuencias de las burbujas financieras. Al riesgo de crisis de sobreproducción, comenzó a perfilarse un nuevo riesgo estructural de crisis financiera.
4.- LA GLOBALIZACION…QUE PESADOS…
La década de los 90 comienza con una súbita crisis en los Estados Unidos (90−91), que se extiende en el 92 – 93 al continente europeo. El riesgo sistémico de sobreproducción sigue ejerciendo sobre el modelo neoliberal de límite estructural en apariencia insalvable. Pero sólo en apariencia. Si primero se había tratado de favorecer el consumo entre las “clases medias” mediante políticas fiscales, se buscó una estrategia mediante la cual emular la dinámica de crecimiento keynesiano basada en el consumo privado, transfiriendo capitales ficticios del sistema financiero a la esfera del consumo.
La consecuencia lógica del desarrollo y expansión de los sistemas financieros internacionales, consistió en su integración global. La tecnología y, sobretodo, los intereses de las fracciones de la clase capitalista ligadas a lo financiero, lo posibilitaron y lo promovieron. La desregulación de los movimientos de capital y el desarrollo de instrumentos financieros cada vez más sofisticados y ajenos a la actividad económica productiva, alimentaron aún más la capacidad del capital ficticio de expandirse y a generar burbujas de especulación cuyos efectos correctores aumentaban con cada nueva crisis financiera. La burbuja de las empresas de Internet, las sucesivas crisis en Brasil, Rusia, Extremo Oriente… configuran un modelo en el que las burbujas especulativas, se tornan en instrumentos de acumulación, de concentración y centralización de capitales.
Se asumía la fragilidad de un sistema económico-financiero, en el que los sectores productivos, por sí solos, no ofrecían tasas de crecimiento ni de ganancia adecuadas. El sistema financiero, podía convertirse en el motor económico y de crecimiento. A pesar de las mitologías capitalistas en torno a la “Nueva Economía”o la “Economía informacional”, lo único cierto es que estos sectores económicos, no ejercieron de sectores tractores del conjunto de la dinámica económica. No tenían la capacidad que en fases previas del capitalismo demostraron sectores como el ferrocarril, la industria militar, o el acero, para impulsar al conjunto del sistema.
La fragilidad de este modelo fue demostrada a lo largo de la década de los 90 y principios del nuevo siglo, con numerosas crisis financieras, pero lo cierto es que se consolidó una recuperación económica, debido a que la transferencia de capital ficticio a los circuitos productivos, bajo la forma de créditos al consumo. La dinámica de expansión del consumo (Sector II), aceleró a su vez la actividad en el Sector I, promoviendo una sensación de prosperidad generalizada. Sin embargo, esta dinámica no generó una tendencia al alza de los salarios, ni redujo el déficit fiscal de los Estados en los volúmenes necesarios para poder hablar de una acumulación capitalista “sana”.
La financiarización de la economía se extendió a las economías domésticas, aunque de dos formas diferentes. Entre las fracciones asalariadas más ricas, la financiarización implicó una progresiva centralidad de su riqueza en base al acceso a instrumentos financieros de alta rentabilidad y a un proceso de revalorización contínua de los activos inmobiliarios. Entre las fracciones asalariadas con menos recursos, su aparente “opulencia”, con acceso a bienes de consumo incluso ostentosos e incluso a propiedades inmobiliarias, se tradujo en una fuerte tendencia al endeudamiento insostenible, ya que, como hemos dicho, los niveles salariales permanecían estancados, y sólo la proliferación del crédito posibilitó su bienestar material. No creemos ni que merezca la pena hablar de los ingentes volúmenes de ganancias obtenidos por la clase capitalista…
En el caso del Estado español, todo este proceso de financiarización de las economías domésticas, que cobra verdadera fuerza a partir del nuevo siglo, tiene como factor fundamental y específico, el mecanismo que posibilitó conectar el crédito y la capacidad de endeudamiento de las economías domésticas, con un imparable aumento de los precios de la vivienda. La propiedad de una residencia con un valor que contínuamente aumentaba, posibilitaba a su vez mayores niveles de crédito, siempre, claro está que se funcionara bajo la premisa de que este proceso iba a ser infinito… Esta burbuja financiera, retroalimentó actividad económica productiva: la “industria del ladrillo”, verdadero motor de la economía española hasta la crisis del 2008.
Este proceso de Globalización y de expansión económica, tiene también otra dimensión que debemos considerar como estructural dentro del neoliberalismo. Se trata de la nueva articulación de la División Internacional del Trabajo. Pero antes aclaremos un punto importante. El Imperialismo, desde sus orígenes, y en la configuración del Sistema capitalista mundial, tuvo consecuencias catastróficas para la Periferia del Sistema capitalista. Las dinámicas de intercambio desigual entre el Centro y la Periferia, la transferencia de valor de la Periferia hacia el Centro, ciertamente no “explican” el funcionamiento del capitalismo mundial. Los intercambios entre Centro y Periferia, son comparativamente mínimos en relación a los intercambios entre los Estados centrales.
Esta situación cambia de forma significativa en la fase de la Globalización. Los intercambios ya no se realizan entre un Centro que intercambia manufacturas por materias primas procedentes de la Periferia. Los procesos de deslocalización productiva, ciertamente mínimos pero reales, sobretodo su amenaza resultó más efectiva, pero sobretodo, la existencia de un Capital ficticio global con capacidad de “hacer pie” en cualquier lugar del mundo, generó dinámicas de industrialización en la Periferia del Sistema capitalista, sobretodo y de manera predominante, de sectores productivos intensivos en fuerza de trabajo. De esta manera, el capitalismo pudo establecer unos precios de producción a escala global, relacionando mercancías producidas en condiciones de explotación muy diferentes. Este “dumping social” acompañado de una creciente tendencia a la liberalización del comercio, resultó devastador para los sectores productivos del Centro capitalista. El caso nuestro, aquí en Vascongadas, con la industria pesada siderúrgica, y la industria naval, son ejemplos de este proceso que describimos.