Los islan­de­ses se han rebe­la­do con­tra su gobierno, exi­gien­do que no se pague la deu­da de los ban­cos – Juan Manuel Aragüés

Lo que no apa­re­ce en los medios, no suce­de. Esa es la máxi­ma que se ha debi­do de apli­car con el extra­ñí­si­mo caso de Islan­dia. Sí, Islan­dia. Islan­dia debe­ría ser noti­cia, por­ta­da de infor­ma­ti­vos. ¿Por qué? Pues por­que en Islan­dia, la pobla­ción ha toma­do las calles, cace­ro­la en mano, para mos­trar su radi­cal opo­si­ción a su gobierno. Y la movi­li­za­ción ciu­da­da­na no solo ha pro­vo­ca­do dos cri­sis de gobierno, sino que ha for­za­do un pro­ce­so cons­ti­tu­yen­te, la redac­ción de una nue­va Cons­ti­tu­ción que evi­te que se repi­tan situa­cio­nes como las que se han pro­du­ci­do a lo lar­go de esta cri­sis glo­bal. ¿Y qué situa­cio­nes son esas?

Los tres ban­cos prin­ci­pa­les de Islan­dia se lan­za­ron, al abri­go del neo­li­be­ra­lis­mo ram­pan­te, a una polí­ti­ca de com­pra de acti­vos y pro­duc­tos fue­ra de sus fron­te­ras. Como ha ocu­rri­do con nume­ro­sas enti­da­des ban­ca­rias, esos pro­duc­tos resul­ta­ron ser basu­ra, de esa que a Rodri­go Rato le pare­cía una estu­pen­da apues­ta finan­cie­ra cuan­do era direc­tor del FMI, lo que lle­vó a las cita­das enti­da­des a la ban­ca­rro­ta por sus deu­das en Holan­da y Gran Bre­ta­ña. El gobierno islan­dés pro­ce­dió a nacio­na­li­zar los ban­cos y a asu­mir sus deu­das. Ello supu­so que cada ciu­da­dano de Islan­dia se encon­tra­ra con una deu­da de 12.000 euros. Como ocu­rre por todas par­tes del pla­ne­ta, la mala ges­tión de enti­da­des pri­va­das debe ser enju­ga­da por ins­ti­tu­cio­nes públi­cas y, por lo tan­to, por la ciu­da­da­nía en su conjunto.

La dife­ren­cia radi­ca en que los ciu­da­da­nos islan­de­ses, ante el escán­da­lo de la situa­ción –escán­da­lo que es asi­mi­la­ble al que suce­de en todos los paí­ses occi­den­ta­les– se rebe­la­ron con­tra su gobierno. Así, se lan­za­ron a la calle, exi­gien­do que no se paga­ra la deu­da de otros. Unos otros que cuan­do tie­nen bene­fi­cios no se acuer­dan de los ciu­da­da­nos y los esta­dos, pero que recu­rren ansio­sos a ellos cuan­do se encuen­tran en situa­cio­nes de apu­ro. El gobierno, que insis­tía en pagar la deu­da, por la pre­sión del FMI y de los gobier­nos de Holan­da y Gran Bre­ta­ña, se vio for­za­do a con­vo­car un refe­rén­dum, en el que el 93% de la pobla­ción se negó a pagar la deu­da de otros. Ello pro­vo­có una cri­sis polí­ti­ca de pro­fun­das dimen­sio­nes que ha desem­bo­ca­do en dos cri­sis de gobierno y en la crea­ción de una comi­sión de ciu­da­da­nos de a pie encar­ga­dos de redac­tar una nue­va Cons­ti­tu­ción. Los islan­de­ses se han har­ta­do de que les tomen el pelo y han deci­di­do tomar su des­tino en sus pro­pias manos.

El caso es sor­pren­den­te. Pero lo que qui­zá sea más sor­pren­den­te es que este pro­ce­so, que se vie­ne desa­rro­llan­do en los dos últi­mos años y que está en ple­na efer­ves­cen­cia, con una ofen­si­va del Par­ti­do Con­ser­va­dor para decla­rar ile­gal el pro­ce­so cons­ti­tu­yen­te (¡qué mie­do tie­nen los con­ser­va­do­res de toda laya a la ciu­da­da­nía!), que este pro­ce­so, insis­to, no haya mere­ci­do un solo comen­ta­rio en los infor­ma­ti­vos. Cuan­do los vol­ca­nes de Islan­dia esta­lla­ron hace meses, sus ceni­zas cubrie­ron Euro­pa y pro­vo­ca­ron un enor­me caos aéreo. Pro­ba­ble­men­te, el temor de que las ceni­zas del vol­cán polí­ti­co islan­dés pro­vo­ca­ran efec­tos socia­les en Euro­pa es una expli­ca­ción plau­si­ble de este silen­cio. El efec­to con­ta­gio, lo hemos vis­to en el Magreb, es una de las carac­te­rís­ti­cas de la socie­dad mediática.

Los islan­de­ses nos mues­tran un camino dife­ren­te para salir de la cri­sis. Tan sen­ci­llo como decir bas­ta y recor­dar que la polí­ti­ca, y quie­nes la ejer­cen, debe estar al ser­vi­cio de la ciu­da­da­nía, y no de los intere­ses de enti­da­des pri­va­das cuya vora­ci­dad, cuyo egoís­mo, cuya fal­ta de éti­ca (véa­se el caso de los recien­tes bonus por 25 millo­nes de euros a direc­ti­vos de Caja­ma­drid) está en el ori­gen de esta cri­sis. En Islan­dia se ha cur­sa­do orden de deten­ción con­tra los eje­cu­ti­vos de las enti­da­des en cues­tión. En Islan­dia, arrin­co­nan­do a los par­ti­dos sis­té­mi­cos, empe­ña­dos, como aquí, en some­ter­se a los dic­ta­dos de los mer­ca­dos, la ciu­da­da­nía se ha con­ver­ti­do en pro­ta­go­nis­ta. Los islan­de­ses lo han dicho cla­ro: que las deu­das las paguen los que las gene­ran, que la cri­sis la pague los que la han producido.

Juan Manuel Ara­güés Pro­fe­sor de Filo­so­fía. Uni­ver­si­dad de Zaragoza.

Fuen­te: Rebelion

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