Es tiem­po de l@s comu­nis­tas aber­tza­les- Eus­kal Herri­ko Komunistak

Una de las acti­tu­des más catas­tró­fi­cas de los mar­xis­tas –leni­nis­tas fue la de auto­pro­cla­mar­se “la van­guar­dia” de pro­ce­sos revo­lu­cio­na­rios inexis­ten­tes o de ser la “van­guar­dia de la cla­se obre­ra”. No enten­di­mos qui­zás que ser “van­guar­dia” de un pro­ce­so no es algo que se auto­pro­cla­ma sino que se con­quis­ta en la lucha y que no pue­de exis­tir una van­guar­dia sino exis­te una retaguardia.

Lenin esta­ble­cía ade­más la dis­tin­ción entre: el momen­to de la for­ma­ción del Par­ti­do u orga­ni­za­ción comu­nis­ta, es decir, aquel en que se pre­pa­ran los cua­dros de la con­duc­ción y el momen­to en el que se lle­ga a obte­ner la capa­ci­dad real de la direc­ción de la lucha de clases.

Eus­kal Herria sabe bien lo que es la lucha con­tra el impe­ria­lis­mo y las bur­gue­sías regio­na­lis­tas cola­bo­ra­cio­nis­tas. Eus­kal Herria cono­ce tam­bién muy bien la lucha por dispu­tar­se el “títu­lo” de los más revo­lu­cio­na­rios. De ahí el sec­ta­ris­mo en el que han caí­do muchas orga­ni­za­cio­nes comu­nis­tas y su fra­ca­so ideo­ló­gi­co, polí­ti­co y a su vez organizativo.

Es la hora de los comu­nis­tas aber­tza­les, Es tiem­po de salir a la pales­tra. Sin la nece­sa­ria uni­dad va a resul­tar muy difí­cil. Pon­ga­mos las bases para avan­zar en la cons­truc­ción del Par­ti­do. Organicémonos.
Este tex­to es un buen moti­vo para la refle­xión. Es el men­sa­je del Comi­té Cen­tral a la Liga de los comu­nis­tas escri­to por Karl Marx:

Duran­te los últi­mos años de revo­lu­ción (1848−1849) la Liga ha jus­ti­fi­ca­do ple­na­men­te su exis­ten­cia. Pri­me­ro: Por la vigo­ro­sa acti­vi­dad de sus miem­bros; en todos los sitios don­de se pro­du­je­ron movi­mien­tos estu­vie­ron en la van­guar­dia, en la Pren­sa, en las barri­ca­das y en los cam­pos de bata­lla del pro­le­ta­ria­do, como la úni­ca cla­se revo­lu­cio­na­ria de la socie­dad. Segun­do: A tra­vés de la con­cep­ción que del alza­mien­to en con­jun­to tenía la Liga, según fue enun­cia­do en la car­ta cir­cu­lar del Con­gre­so Cen­tral Eje­cu­ti­vo en 1847, y par­ti­cu­lar­men­te en el Mani­fies­to Comunista.

Esta con­cep­ción ha sido rati­fi­ca­da por los acon­te­ci­mien­tos de los dos años últi­mos. De otra par­te, los pun­tos de vis­ta que res­pec­to de las con­di­cio­nes socia­les actua­les pro­pa­gá­ba­mos noso­tros en los pri­me­ros años de nues­tra actua­ción en reunio­nes secre­tas y en escri­tos clan­des­ti­nos son aho­ra del domi­nio públi­co y se pre­di­can en esqui­nas y pla­zas públicas.

Por otro lado, la pri­mi­ti­va y rígi­da orga­ni­za­ción de la Liga se ha per­di­do con­si­de­ra­ble­men­te; un gran núme­ro de miem­bros que han par­ti­ci­pa­do direc­ta­men­te en la revo­lu­ción han veni­do a la con­clu­sión de que ha pasa­do el tiem­po de la orga­ni­za­ción secre­ta y que la pro­pa­gan­da públi­ca sería sufi­cien­te. Varios dis­tri­tos y Comu­ni­da­des han per­di­do el con­tac­to con el Comi­té Cen­tral y no lo reanudan.

Mien­tras el par­ti­do demo­crá­ti­co, el par­ti­do de la peque­ña bur­gue­sía, amplía y robus­te­ce su orga­ni­za­ción, el par­ti­do de la cla­se obre­ra pier­de su cohe­sión o for­ma orga­ni­za­cio­nes loca­les para fines loca­les, y así se ve envuel­to en el movi­mien­to demo­crá­ti­co y cae bajo la influen­cia de la peque­ña bur­gue­sía. Este esta­do de cosas debe ter­mi­nar; la inde­pen­den­cia de la cla­se tra­ba­ja­do­ra debe ser restablecida.

El Comi­té Cen­tral, ya en el invierno de 1848 – 49 mos­tró la nece­si­dad de esta reor­ga­ni­za­ción y envió con esta misión a José Moll; pero su tra­ba­jo no ha dado resul­ta­do. Des­pués de la derro­ta del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio de junio de 1849 en Ale­ma­nia, casi todos los miem­bros del Comi­té Cen­tral, reu­ni­dos en Lon­dres y ayu­da­dos por nue­vas fuer­zas revo­lu­cio­na­rias, toma­ron seria­men­te en sus manos el tra­ba­jo de reorganización.

Esta reor­ga­ni­za­ción sólo pue­de ser logra­da por un envia­do espe­cial, y el Comi­té Cen­tral pien­sa que tie­ne una gran impor­tan­cia el hecho de que nues­tro dele­ga­do debe estar en via­je en el momen­to en que un nue­vo alza­mien­to es inmi­nen­te; pre­ci­sa­men­te cuan­do, por esta razón, el par­ti­do de la cla­se obre­ra debe­ría estar fuer­te­men­te orga­ni­za­do y actuar uná­ni­me e inde­pen­dien­te­men­te, si no quie­re ser de nue­vo explo­ta­do y mar­char a remol­que de la bur­gue­sía, como en 1848.

Os hemos dicho, her­ma­nos, en 1848 que el libe­ra­lis­mo ale­mán ven­dría pron­to al Poder y emplea­ría éste una vez más con­tra la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Habéis vis­to cómo ha sido rea­li­za­do. Fue la bur­gue­sía quien, des­pués del vic­to­rio­so movi­mien­to de mar­zo de 1848, tomó las rien­das del gobierno, y el pri­mer uso que hizo del Poder fue hacer retro­ce­der a los tra­ba­ja­do­res, sus alia­dos en la lucha con­tra el abso­lu­tis­mo, a su ante­rior con­di­ción de opri­mi­dos. No podían ellos con­se­guir su pro­pó­si­to sin la asis­ten­cia de la derro­ta­da aris­to­cra­cia, a la cual trans­fie­ren inclu­so el Poder guber­na­men­tal, guar­dan­do, no obs­tan­te, para sí mis­mos la inter­ven­ción defi­ni­ti­va del Gobierno a tra­vés del presupuesto.

La par­te que los libe­ra­les juga­ron en 1848, este papel de trai­ción, será desem­pe­ña­do en la pró­xi­ma revo­lu­ción por el par­ti­do de la peque­ña bur­gue­sía, la cual, entre los par­ti­dos de opo­si­ción al Gobierno, está aho­ra ocu­pan­do la mis­ma posi­ción que los libe­ra­les tenían antes de la revo­lu­ción de Mar­zo. Este par­ti­do demo­crá­ti­co, el cual es más peli­gro­so para los tra­ba­ja­do­res que lo fue el par­ti­do libe­ral, está inte­gra­do por los siguien­tes elementos:

1º. Por los miem­bros más pro­gre­si­vos de la alta bur­gue­sía, cuya misión es barrer todos los resi­duos de feu­da­lis­mo y absolutismo;

2º. Por la peque­ña bur­gue­sía demo­crá­ti­co-cons­ti­tu­cio­nal, cuyo prin­ci­pal obje­to es esta­ble­cer una fede­ra­ción demo­crá­ti­ca de los Esta­dos ale­ma­nes, y

3º. Por la peque­ña bur­gue­sía repu­bli­ca­na, cuyo ideal es trans­for­mar Ale­ma­nia en una espe­cie de Repú­bli­ca sui­za. Estos repu­bli­ca­nos se lla­man a sí mis­mos «rojos» y «social­de­mó­cra­tas», por­que tie­nen el pia­do­so deseo de remo­ver la pre­sión del gran capi­tal sobre el más peque­ño y la que la gran bur­gue­sía ejer­ce res­pec­to de la pequeña.

Todos los par­ti­dos, des­pués de la derro­ta que han sufri­do, se lla­man repu­bli­ca­nos o rojos, exac­ta­men­te igual que en Fran­cia la peque­ña bur­gue­sía repu­bli­ca­na se lla­ma a sí mis­ma socia­lis­ta. Don­de, no obs­tan­te, tie­ne la opor­tu­ni­dad de lograr sus fines por méto­dos cons­ti­tu­cio­na­les, usan su vie­ja fra­seo­lo­gía y mues­tran por los actos que no han cam­bia­do en abso­lu­to. Es, natu­ral­men­te, evi­den­te que el cam­bio de nom­bre de tal par­ti­do no alte­ra su acti­tud hacia la cla­se tra­ba­ja­do­ra; esto prue­ba úni­ca­men­te que en su lucha con­tra las fuer­zas uni­das del abso­lu­tis­mo y de los capi­ta­lis­tas fuer­tes ellos nece­si­tan la ayu­da del proletariado.

El par­ti­do demo­crá­ti­co peque­ño-bur­gués es muy pode­ro­so en Ale­ma­nia. Abar­ca, no sola­men­te la gran mayo­ría de la pobla­ción de las ciu­da­des (peque­ños comer­cian­tes y arte­sa­nos), sino tam­bién los terra­te­nien­tes y jor­na­le­ros, en tan­to los últi­mos no han esta­ble­ci­do toda­vía con­tac­to con el pro­le­ta­ria­do de la ciudad.

La cla­se tra­ba­ja­do­ra revo­lu­cio­na­ria actúa de acuer­do con ese par­ti­do mien­tras se tra­ta de luchar y abo­lir la coa­li­ción aris­to­crá­ti­co-libe­ral; en todas las demás cues­tio­nes, la cla­se tra­ba­ja­do­ra revo­lu­cio­na­ria nece­si­ta actuar inde­pen­dien­te­men­te. La peque­ña bur­gue­sía demo­crá­ti­ca está muy lejos de desear la trans­for­ma­ción de toda la socie­dad; su fina­li­dad tien­de úni­ca­men­te a pro­du­cir los cam­bios en las con­di­cio­nes socia­les que pue­dan hacer su vida en la socie­dad actual más con­for­ta­ble y pro­ve­cho­sa. Desea, sobre todo, una reduc­ción de los gas­tos nacio­na­les por medio de una sim­pli­fi­ca­ción de la buro­cra­cia y la impo­si­ción de las prin­ci­pa­les car­gas con­tri­bu­ti­vas sobre los seño­res de la tie­rra y los capi­ta­lis­tas. Pide igual­men­te esta­ble­ci­mien­tos de Ban­cos del Esta­do y leyes con­tra la usu­ra; todo a los fines de librar de la pre­sión del gran capi­tal a los peque­ños comer­cian­tes y obte­ner del Esta­do cré­di­to bara­to. Pide tam­bién la explo­ta­ción de toda la tie­rra para ter­mi­nar con todos los res­tos del dere­cho seño­rial. Para este obje­to nece­si­ta una Cons­ti­tu­ción demo­crá­ti­ca que pue­da dar­les la mayo­ría en el Par­la­men­to, Muni­ci­pa­li­da­des y Senado.

Con el fin de adue­ñar­se del Poder y de con­te­ner el desa­rro­llo del gran capi­tal, el par­ti­do demo­crá­ti­co pide la refor­ma de las leyes de la heren­cia, e igual­men­te que se trans­fie­ran los ser­vi­cios públi­cos y tan­tas empre­sas indus­tria­les como se pue­da a las auto­ri­da­des del Esta­do y del Muni­ci­pio. Cuan­to a los tra­ba­ja­do­res, ellos debe­rán con­ti­nuar sien­do asa­la­ria­dos, para los cua­les, no obs­tan­te, el par­ti­do demo­crá­ti­co pro­cu­ra­rá más altos sala­rios, mejo­res con­di­cio­nes de tra­ba­jo y una exis­ten­cia más segu­ra. Los demó­cra­tas tie­nen la espe­ran­za de rea­li­zar este pro­gra­ma por medio del Esta­do y la Admi­nis­tra­ción muni­ci­pal y a tra­vés de ins­ti­tu­cio­nes benéficas.

En con­cre­to: aspi­ran a corrom­per a la cla­se tra­ba­ja­do­ra con la tran­qui­li­dad, y así ador­me­cer su espí­ri­tu revo­lu­cio­na­rio con con­ce­sio­nes y como­di­da­des pasajeras.

Las peti­cio­nes demo­crá­ti­cas no pue­den satis­fa­cer nun­ca al par­ti­do del pro­le­ta­ria­do. Mien­tras la demo­crá­ti­ca peque­ña bur­gue­sía desea­ría que la revo­lu­ción ter­mi­na­se tan pron­to ha vis­to sus aspi­ra­cio­nes más o menos satis­fe­chas, nues­tro inte­rés y nues­tro deber es hacer la revo­lu­ción per­ma­nen­te, man­te­ner­la en mar­cha has­ta que todas las cla­ses posee­do­ras y domi­nan­tes sean des­pro­vis­tas de su poder, has­ta que la maqui­na­ria guber­na­men­tal sea ocu­pa­da por el pro­le­ta­ria­do y la orga­ni­za­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra de todos los paí­ses esté tan ade­lan­ta­da que toda riva­li­dad y com­pe­ten­cia entre ella mis­ma haya cesa­do y has­ta que las más impor­tan­tes fuer­zas de pro­duc­ción estén en las manos del proletariado.

Para noso­tros no es cues­tión refor­mar la pro­pie­dad pri­va­da, sino abo­lir­la; paliar los anta­go­nis­mos de cla­se, sino abo­lir las cla­ses; mejo­rar la socie­dad exis­ten­te, sino esta­ble­cer una nue­va. No hay duda de que con el mayor desa­rro­llo de la revo­lu­ción la peque­ña bur­gue­sía demo­crá­ti­ca pue­de adve­nir por algún tiem­po el par­ti­do más influ­yen­te de Alemania.

La cues­tión es, pues, saber cuál ha de ser la acti­tud del pro­le­ta­ria­do, y par­ti­cu­lar­men­te la de la Liga:

1º. Duran­te la con­ti­nua­ción de las con­di­cio­nes actua­les, en las cua­les la peque­ña bur­gue­sía demo­crá­ti­ca es tam­bién oprimida;

2º. En el trans­cur­so de las luchas revo­lu­cio­na­rias, las cua­les les darán un momen­tá­neo ascen­dien­te, y

3º. Des­pués de aque­llas luchas, duran­te el tiem­po de su ascen­dien­te sobre las cla­ses derro­ta­das y el proletariado.

En el momen­to pre­sen­te, cuan­do la peque­ña bur­gue­sía demo­crá­ti­ca es en todas par­tes opri­mi­da, ins­tru­ye al pro­le­ta­ria­do, exhor­tán­do­le a la uni­fi­ca­ción y con­ci­lia­ción; ellos desea­rían poder unir las manos y for­mar un gran par­ti­do de opo­si­ción, abar­can­do den­tro de sus lími­tes todos los mati­ces de la democracia.

Esto es, ellos tra­ta­rán de con­ver­tir al pro­le­ta­ria­do en una orga­ni­za­ción de par­ti­do en el cual pre­do­mi­nen las fra­ses gene­ra­les social-demó­cra­tas, tras del cual sus intere­ses par­ti­cu­la­res estén escon­di­dos y en el que las par­ti­cu­la­res deman­das pro­le­ta­rias no deban, en inte­rés de la con­cor­dia y de la paz, pasar a un pri­mer plano.

Una tal uni­fi­ca­ción sería hecha en exclu­si­vo bene­fi­cio de la peque­ña bur­gue­sía demo­crá­ti­ca y en per­jui­cio del pro­le­ta­ria­do. La cla­se tra­ba­ja­do­ra orga­ni­za­da per­de­ría su a tan­ta cos­ta gana­da inde­pen­den­cia y adven­dría de nue­vo un mero apén­di­ce de la ofi­cial demo­cra­cia bur­gue­sa. Seme­jan­te uni­fi­ca­ción debe ser resuel­ta­men­te rechazada.

En vez de per­mi­tir que for­men el coro de la bur­gue­sía demo­crá­ti­ca, los tra­ba­ja­do­res, y par­ti­cu­lar­men­te la Liga, deben tra­tar de esta­ble­cer jun­to a la demo­cra­cia ofi­cial una inde­pen­dien­te, legal y secre­ta orga­ni­za­ción del par­ti­do de la cla­se obre­ra, y hacer de cada Comu­ni­dad el cen­tro y el núcleo de Socie­da­des de la cla­se obre­ra en las que la acti­tud y el inte­rés del pro­le­ta­ria­do debe­rán ser dis­cu­ti­dos inde­pen­dien­te­men­te de las influen­cias burguesas.

De cuán poco se preo­cu­pan los demó­cra­tas bur­gue­ses de rea­li­zar una alian­za en la que los pro­le­ta­rios serían con­si­de­ra­dos como copar­tí­ci­pes con igua­les dere­chos e idén­ti­ca situa­ción, es un ejem­plo la acti­tud de los demó­cra­tas de Bres­lau, quie­nes en su órgano el Oder-Zei­tung están ata­can­do a aque­llos tra­ba­ja­do­res que se hallan orga­ni­za­dos inde­pen­dien­te­men­te, y a quie­nes mote­jan de socia­lis­tas, hacién­do­les víc­ti­mas de seve­ras persecuciones.

El ner­vio de la cues­tión es este: en caso de un ata­que a un común adver­sa­rio no es nece­sa­ria una unión espe­cial; en lucha con­tra seme­jan­te enemi­go, el inte­rés de las dos par­tes, la demó­cra­ta cla­se media y el par­ti­do de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, coin­ci­den por el momen­to y ambas lle­va­rán el com­ba­te median­te una tem­po­ral inteligencia.

Así fue en el pasa­do y así debe ser en el futu­ro. Es cosa fue­ra de duda que en los futu­ros san­grien­tos con­flic­tos, como en todos los ante­rio­res, los tra­ba­ja­do­res, por su valor, reso­lu­ción y espí­ri­tu de sacri­fi­cio, for­ma­rán la fuer­za prin­ci­pal en la con­quis­ta de la vic­to­ria. Como has­ta aquí ha ocu­rri­do, en la lucha que vie­ne la peque­ña bur­gue­sía man­ten­drá una acti­tud de espe­ra, de irre­so­lu­ción e inac­ti­vi­dad tan­to tiem­po como le sea posi­ble, en orden a que, tan pron­to como la vic­to­ria esté ase­gu­ra­da, pue­da arro­gár­se­la como pro­pia y decir a los tra­ba­ja­do­res que per­ma­nez­can tran­qui­los, vuel­van al tra­ba­jo y evi­ten los lla­ma­dos exce­sos, apar­tan­do así a los obre­ros del fru­to de su vic­to­ria. No está en la facul­tad de los tra­ba­ja­do­res evi­tar pre­via­men­te que la bur­gue­sía haga esto; pero sí está den­tro de su poder hacer difí­cil su ascen­dien­te sobre el pro­le­ta­ria­do y dic­tar sobre ellos tales órde­nes que hagan arras­trar al domi­nio de la demo­cra­cia bur­gue­sa den­tro de él mis­mo y des­de el prin­ci­pio el ger­men de diso­lu­ción, y así su sus­ti­tu­ción por el Poder del pro­le­ta­ria­do será con­si­de­ra­ble­men­te facilitada.

Los tra­ba­ja­do­res, sobre todo duran­te el con­flic­to e inme­dia­ta­men­te des­pués, deben tra­tar, en cuan­to sea posi­ble, de con­tra­rres­tar todas las con­tem­po­ri­za­cio­nes y sedan­tes bur­gue­ses, obli­gan­do a los demó­cra­tas a lle­var a la prác­ti­ca sus terro­rí­fi­cas fra­ses actua­les. Deben actuar de tal mane­ra que la exci­ta­ción revo­lu­cio­na­ria no des­apa­rez­ca inme­dia­ta­men­te des­pués de la vic­to­ria. Por el con­tra­rio, han de inten­tar man­te­ner­la tan­to como sea posible.

Lejos de opo­ner­se a los lla­ma­dos exce­sos, deben empren­der­se actos de odio ejem­plar con­tra edi­fi­cios indi­vi­dua­les o públi­cos a los cua­les acom­pa­ña odio­sa memo­ria, sacri­fi­cán­do­los a la ven­gan­za popu­lar; tales actos, no sólo deben ser tole­ra­dos, sino que ha de tomar­se su direc­ción. Duran­te la lucha y des­pués de ella, los tra­ba­ja­do­res nece­si­tan uti­li­zar todas las opor­tu­ni­da­des para pre­sen­tar sus pro­pias deman­das sepa­ra­das de las de los demó­cra­tas bur­gue­ses. Deben pedir garan­tías para los tra­ba­ja­do­res tan pron­to como los demó­cra­tas empu­ñen las rien­das del Poder. Si fue­re nece­sa­rio, estas garan­tías deben ser impe­rio­sas y gene­ral­men­te deben ten­der a que se vea que los nue­vos domi­na­do­res se hallan obli­ga­dos a rea­li­zar todas las con­ce­sio­nes y pro­me­sas posi­bles; lo cual es el medio segu­ro de comprometerlos.

Los tra­ba­ja­do­res no deben mover­se por el gene­ral entu­sias­mo hacia el nue­vo esta­do de cosas, al cual siguen usual­men­te luchas en las calles; deben guar­dar todo su ardor por una fría y des­apa­sio­na­da con­cep­ción de las nue­vas con­di­cio­nes, y mani­fes­ta­rán abier­ta­men­te su des­con­fian­za res­pec­to del nue­vo Gobierno.

Fue­ra del Gobierno ofi­cial cons­ti­tui­rán un Gobierno revo­lu­cio­na­rio de los tra­ba­ja­do­res en for­ma de Con­se­jos eje­cu­ti­vos loca­les o comu­na­les, Clubs obre­ros o Comi­tés de tra­ba­ja­do­res; de tal mane­ra, que el Gobierno demo­crá­ti­co bur­gués, no sola­men­te pier­da todo apo­yo entre los pro­le­ta­rios, sino que des­de el prin­ci­pio se encuen­tre bajo la vigi­lan­cia y la ame­na­za de auto­ri­da­des tras de las cua­les se halla la masa ente­ra de la cla­se trabajadora.

Con­cre­ta­men­te: des­de el pri­mer momen­to de la vic­to­ria noso­tros no debe­mos mos­trar más nues­tra des­con­fian­za hacia el reac­cio­na­rio y ven­ci­do enemi­go, y sí res­pec­to de nues­tros alia­dos, con­tra el par­ti­do que está ya explo­tan­do la vic­to­ria común sola­men­te para sus pro­pios y ulte­rio­res fines.

En orden a este par­ti­do, cuya trai­ción a los tra­ba­ja­do­res comen­za­rán des­de la pri­me­ra hora de la vic­to­ria, debe ver­se frus­tra­do en su nefas­to tra­ba­jo, y para ello es nece­sa­rio orga­ni­zar y armar al proletariado.

El arma­men­to de todo el pro­le­ta­ria­do con fusi­les, caño­nes y muni­cio­nes debe ser rea­li­za­do en el acto; nece­si­ta­mos pre­ve­nir el resur­gi­mien­to de la vie­ja mili­cia bur­gue­sa, cosa que ha sido siem­pre hecha con­tra los tra­ba­ja­do­res. Don­de esta medi­da no pue­da cum­plir­se, los tra­ba­ja­do­res tra­ta­rán de orga­ni­zar­se ellos mis­mos en una Guar­dia inde­pen­dien­te, con sus pro­pios jefes y su Esta­do Mayor, para poner­se a las órde­nes, no del Gobierno, sino de las auto­ri­da­des revo­lu­cio­na­rias ele­gi­das por los obre­ros. Don­de los tra­ba­ja­do­res estén emplea­dos en ser­vi­cios del Esta­do deben armar­se y orga­ni­zar­se en Cuer­pos espe­cia­les, con jefes esco­gi­dos por ellos mis­mos o for­man­do par­te de la Guar­dia pro­le­ta­ria. Bajo nin­gún pre­tex­to darán sus armas y equi­pos, y todo inten­to de desar­me debe ser vigo­ro­sa­men­te resistido.

Des­truc­ción de la influen­cia de la demo­cra­cia bur­gue­sa sobre los tra­ba­ja­do­res; inme­dia­ta, inde­pen­dien­te y arma­da orga­ni­za­ción de los obre­ros, y la exi­gen­cia de las más moles­tas y com­pro­me­te­do­ras con­ce­sio­nes de la bur­gue­sía demo­crá­ti­ca, cuyo triun­fo es por aho­ra inevi­ta­ble, son los prin­ci­pa­les pun­tos que el pro­le­ta­ria­do, y por tan­to la Liga, tie­nen que man­te­ner en pri­mer tér­mino duran­te y des­pués de la conmoción.

Tan pron­to como el nue­vo Gobierno esté esta­ble­ci­do comen­za­rá a com­ba­tir a los tra­ba­ja­do­res. A los fines de estar efec­ti­va­men­te en con­di­cio­nes de opo­ner­se a la demo­cra­cia peque­ño-bur­gue­sa, es nece­sa­rio, en pri­mer lugar, que los tra­ba­ja­do­res estén orga­ni­za­dos en Clubs, que serán en segui­da cen­tra­li­za­dos. La auto­ri­dad cen­tral, des­pués de la caí­da del Gobierno exis­ten­te tras­la­da­rá sus cuar­te­les en la pri­me­ra oca­sión a Ale­ma­nia; inme­dia­ta­men­te reu­ni­rá un Con­gre­so y hará las nece­sa­rias pro­po­si­cio­nes para la cen­tra­li­za­ción de los Clubs de obre­ros bajo un Comi­té Eje­cu­ti­vo, que resi­di­rá en el cen­tro del movimiento.

La rápi­da orga­ni­za­ción, o por lo menos el esta­ble­ci­mien­to de un orga­nis­mo pro­vin­cial de Clubs obre­ros, es uno de los más impor­tan­tes pun­tos de nues­tras indi­ca­cio­nes para vigo­ri­zar y desa­rro­llar el par­ti­do de los tra­ba­ja­do­res. El resul­ta­do inme­dia­to de la caí­da del Gobierno exis­ten­te será la elec­ción de una repre­sen­ta­ción nacional.

El pro­le­ta­ria­do vigi­la­rá en pri­mer tér­mino para que nin­gún obre­ro sea pri­va­do de su sufra­gio por los tru­cos de las auto­ri­da­des loca­les o de los comi­sio­na­dos del Gobierno; en segun­do lugar, hará que con­tra los can­di­da­tos bur­gue­ses demo­crá­ti­cos se pre­sen­ten en todas par­tes can­di­da­tos de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, quie­nes, en la medi­da que ello sea posi­ble, debe­rán ser miem­bros de la Liga y por cuyo triun­fo todos deben tra­ba­jar por todos los medios a su alcan­ce. Inclu­so en los dis­tri­tos don­de no hay posi­bi­li­dad de que nues­tro can­di­da­to sal­ga triun­fan­te, los obre­ros deben, no obs­tan­te, pre­sen­tar nom­bres a los fines de man­te­ner su inde­pen­den­cia, tem­plar sus fuer­zas y pre­sen­tar su acti­tud revo­lu­cio­na­ria y los pun­tos de vis­ta del par­ti­do ante el público.

No deben des­orien­tar­se y aban­do­nar su tra­ba­jo por la con­si­de­ra­ción de que divi­dien­do los votos demó­cra­tas ayu­dan a los par­ti­dos reac­cio­na­rios. Tal argu­men­to se adu­ce para enga­ñar al pro­le­ta­ria­do. El avan­ce que el par­ti­do pro­le­ta­rio pue­de hacer con su acti­tud inde­pen­dien­te es infi­ni­ta­men­te más impor­tan­te que la des­ven­ta­ja que resul­ta de tener unos reac­cio­na­rios más en la repre­sen­ta­ción nacional.

Los demó­cra­tas vic­to­rio­sos podrían, si qui­sie­ran, evi­tar que el par­ti­do reac­cio­na­rio tuvie­se nin­gún triun­fo si usa­ran sola­men­te su poder, recien­te­men­te gana­do, con ener­gía suficiente.

El pri­mer pun­to que pro­vo­ca­rá el con­flic­to entre demó­cra­tas y pro­le­ta­rios es la abo­li­ción de todos los dere­chos feu­da­les. Los demó­cra­tas peque­ño-bur­gue­ses, siguien­do el ejem­plo de la pri­me­ra revo­lu­ción fran­ce­sa, man­ten­drán la tie­rra como pro­pie­dad pri­va­da de los cam­pe­si­nos; esto es, deja­rán a los obre­ros agrí­co­las como están y crea­rán una peque­ña bur­gue­sía cam­pe­si­na, que atra­ve­sa­rá el mis­mo ciclo de mise­ria espi­ri­tual y mate­rial en que se encuen­tra actual­men­te el cam­pe­sino francés.

Los tra­ba­ja­do­res, en inte­rés del pro­le­ta­ria­do agrí­co­la tan­to como en su pro­pio inte­rés, debe­rán opo­ner­se a seme­jan­tes pro­pó­si­tos. Pedi­rán que las tie­rras feu­da­les con­fis­ca­das sean nacio­na­li­za­das y con­ver­ti­das en explo­ta­cio­nes diri­gi­das por gru­pos de tra­ba­ja­do­res de la tie­rra; todas las ven­ta­jas de la explo­ta­ción agrí­co­la en gran­de esca­la debe­rán ser pues­tas a su dis­po­si­ción; estas colo­nias agrí­co­las, tra­ba­ja­das según el prin­ci­pio coope­ra­ti­vo, debe­rán ser orga­ni­za­das en medio de las res­que­bra­ja­du­ras ins­ti­tu­cio­na­les de pro­pie­dad. Así como los demó­cra­tas están com­bi­na­dos con la peque­ña bur­gue­sía cam­pe­si­na, así noso­tros debe­mos luchar hom­bro con hom­bro con el pro­le­ta­ria­do agrícola.

Ade­más, los demó­cra­tas tra­ba­ja­rán direc­ta­men­te por una Repú­bli­ca fede­ral, o por lo menos, si no pue­den evi­tar la for­ma­ción de la Repú­bli­ca una e indi­vi­si­ble, tra­ta­rán de para­li­zar la cen­tra­li­za­ción del Gobierno con­ce­dien­do la inde­pen­den­cia posi­ble a las Muni­ci­pa­li­da­des y pro­vin­cias. Los obre­ros deben luchar con­tra este plan, no sólo para con­se­guir la una e indi­vi­si­ble Repú­bli­ca ale­ma­na, sino para lograr con­cen­trar el mayor poder posi­ble en manos del Gobierno central.

No deben ser enga­ña­dos por las demo­crá­ti­cas vul­ga­ri­da­des alre­de­dor de la liber­tad de los Ayun­ta­mien­tos, self-deter­mi­na­tion, etc., etc. En un país como Ale­ma­nia, don­de hay tan­tas remi­nis­cen­cias medie­va­les que barrer y tan­ta local y pro­vin­cial obs­ti­na­ción que que­bran­tar, por nin­gu­na cir­cuns­tan­cia pue­de per­mi­tir­se que ciu­da­des y pro­vin­cias opon­gan obs­tácu­los a la acti­vi­dad revo­lu­cio­na­ria que nece­si­ta ema­nar del cen­tro. Que los ale­ma­nes ten­gan que luchar y morir como has­ta aquí lo han hecho, una y otra vez, por cada avan­ce, en cada ciu­dad y en cada pro­vin­cia sepa­ra­da­men­te, es algo que no pue­de ser tole­ra­do. Como en Fran­cia en 1793, así es hoy la tarea del par­ti­do revo­lu­cio­na­rio ale­mán: cen­tra­li­zar la nación.

Hemos vis­to que los demó­cra­tas ven­drán al Poder en la pri­me­ra fase del movi­mien­to, y que serán obli­ga­dos a pro­po­ner medi­das de mayor o menor natu­ra­le­za socialista.

Se pre­gun­ta­rán qué medi­das con­tra­rias debe­rán ser pro­pues­tas por los tra­ba­ja­do­res. Natu­ral­men­te, en el comien­zo no podrán pro­po­ner las actua­les medi­das comu­nis­tas; pero se pue­de com­pe­ler a los demó­cra­tas a ata­car el vie­jo orden social por tan­tos pun­tos como sea posi­ble, per­tur­bar sus pro­ce­di­mien­tos regu­la­res, com­pro­me­ter­los a ellos mis­mos y con­cen­trar en las manos del Esta­do, en la pro­por­ción que se pue­da, las fuer­zas pro­duc­ti­vas, los medios de trans­por­te, fábri­cas, ferro­ca­rri­les, etc. etc. Las deter­mi­na­cio­nes de los demó­cra­tas, los cua­les en nin­gún caso son revo­lu­cio­na­rios, sino sim­ple­men­te refor­mis­tas, deben ser esti­mu­la­das has­ta el pun­to de que se con­vier­tan en ata­ques direc­tos a la pro­pie­dad pri­va­da; así, por ejem­plo, si la peque­ña bur­gue­sía pro­po­ne la incau­ta­ción de los ferro­ca­rri­les y las fábri­cas, los tra­ba­ja­do­res deben decir que, sien­do estos ferro­ca­rri­les y estas fábri­cas pro­pie­dad de los reac­cio­na­rios, tie­nen que ser con­fis­ca­dos sim­ple­men­te por el Esta­do y sin com­pen­sa­ción. Si los demó­cra­tas pro­po­nen impues­tos pro­por­cio­na­les, los tra­ba­ja­do­res deben pedir impues­tos pro­gre­si­vos; si los demó­cra­tas se decla­ran en favor de un impues­to pro­gre­si­vo mode­ra­do, los tra­ba­ja­do­res deben insis­tir en un impues­to que paso a paso, gra­dual­men­te, sig­ni­fi­que el hun­di­mien­to del gran capi­tal; si los demó­cra­tas pro­po­nen la regu­la­ción de la Die­ta Nacio­nal, los tra­ba­ja­do­res deben pedir la ban­ca­rro­ta del Estado.

Las deman­das de los tra­ba­ja­do­res depen­de­rán de los pro­pó­si­tos y medi­das de los demó­cra­tas. Si los tra­ba­ja­do­res ale­ma­nes han de venir sola­men­te al Poder y al logro de sus intere­ses de cla­se des­pués de un pro­lon­ga­do desa­rro­llo revo­lu­cio­na­rio, pue­den, al menos, estar cier­tos de que el pri­mer acto de este dra­ma revo­lu­cio­na­rio coin­ci­di­rá con la vic­to­ria de su cla­se en Fran­cia, y esto ace­le­ra­rá segu­ra­men­te el movi­mien­to de su pro­pia emancipación.

Pero ellos mis­mos han de rea­li­zar la mayor par­te del tra­ba­jo; nece­si­ta­rán ser cons­cien­tes de sus intere­ses de cla­se y adop­tar la posi­ción de un par­ti­do inde­pen­dien­te. No deben ser apar­ta­dos de su línea de inde­pen­den­cia pro­le­ta­ria por la hipo­cre­sía de la peque­ña bur­gue­sía demo­crá­ti­ca. Su gri­to de gue­rra debe ser:
«La Revo­lu­ción permanente».

Lon­dres, mar­zo de 1850

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