Existen aún muchos recelos en torno a lo que la Izquierda Abertzale anda haciendo. Las desconfianzas pueden ser lógicas, dada la profundidad y el calado de lo que se desea poner en marcha en este País. Lo que está sucediendo todavía va a dar mucho de qué hablar, por algún motivo u otro siempre veremos algún pero. Y esa, precisamente esa, es la grandeza de la dialéctica, que se muestra más descarnada a medida que en los análisis de las situaciones se llegan a conclusiones arriesgadas, conclusiones, por otra parte, en las que se asume que para romper bloqueos políticos se deben dar saltos cualitativos sin perder de vista el horizonte. Ningún proceso está definitivamente cerrado y mucho menos puede ser lineal o pecar de un determinismo absurdo.
El enemigo de clase, siempre vigilante, va a fomentar los miedos, las especulaciones, el sentimentalismo e incluso ciertas nostalgias. Nos intentará humillar haciéndonos pasar por ventanilla, vendiéndonos derrotas inexistentes, intoxicando con sus medios informativos e incluso si lo necesitaran, serán capaces de volver a utilizar la «guerra sucia» si es que alguna vez la han abandonado. Necesitan romper la Izquierda Abertzale, bajo multitud de aspectos, tal objetivo siempre ha constituido una de sus mayores aspiraciones. Unos por defecto y otros por exceso. Difícil equilibrio el de la Izquierda Abertzale que, necesariamente, deberá gestionarlo correctamente.
En la nueva línea planteada por la Izquierda Abertzale aparecen cuatro conceptos determinantes por su importancia capital:
- La unilateralidad
- Legalización
- La acumulación de fuerzas
- Lucha de masas
La decisión de la Izquierda Abertzale de recuperar la iniciativa política de forma unilateral, primer concepto mencionado, constituye en si misma uno de los actos políticos más valientes y sinceros que ha vivido este País en mucho tiempo, máxime si tenemos en cuenta la que está cayendo en el terreno económico-social y político en estos momentos. Y son, precisamente, la clase trabajadora vasca y los sectores populares, los sujetos centrales que dirigen y deciden el curso de los nuevos acontecimientos ¿quién si no?, justo los que padecen las consecuencias más graves del absurdo neoliberalismo dominante que nos está estrangulando progresivamente y llevando al caos generalizado. Es la clase trabajadora vasca, sin duda, la garante del proceso abierto por la Izquierda Abertzale y la base en la que se va a sustentar el impulso iniciado en este nuevo ciclo. Es en definitiva, el sujeto central de esta pelea, que decide, y el único que puede llevar a Euskal Herria hacia la emancipación nacional y de clase.
Los Estados español, francés y sus socios europeos contemplan y temen que la Izquierda Abertzale pueda ser una alternativa real al sistema y es por ello que potenciarán tendencias peligrosas (independientemente del campo represivo, al cual no renuncian ni renunciarán) dentro de la Unidad Popular. Unidad Popular que, como toda organización interclasista y que intenta pactos con otras organizaciones políticas para constituir la Muralla popular, vive internamente también, como no puede ser de otra manera (aunque su componente social más importante es la clase trabajadora), la lucha de clases.
El segundo, el tercero, así como el cuarto concepto mencionados no son algo nuevo en los análisis de la Izquierda Abertzale, están íntimamente relacionados. Son tres cuestiones que han sido entendidas de diversas maneras a lo largo del proceso político vivido en este País. Así la legalización se contempla como la llave que facilita la apertura de dos puertas clave: La acumulación de fuerzas y la lucha de masas.
Uno de los peligros del reformismo se inserta dentro de la acumulación de fuerzas, y me explico. La acumulación de fuerzas tiene dos variables de capital importancia y sobre los que hay que permanecer atentos. En primer lugar, sería muy dañino para la credibilidad de la Izquierda Abertzale ligar, exclusivamente, esa acumulación de fuerzas con un factor tan importante como el de la legalización, pues eso en si mismo, nos podría conducir a pensar que la resolución del mal llamado «problema vasco» es un asunto simplemente electoral (miremos a EE).
La legalización de la Izquierda Abertzale va mucho más allá del campo electoralista. La legalización ante todo es un medio, nunca un fin.
La otra variable a vigilar es que la legalización, repito, siendo un medio, no sólo se tiene que contemplar desde una perspectiva de acumulación de siglas, sino que se debe impulsar en la dirección de llegar a pactos tácticos entre clases para el desarrollo de un Polo soberanista.
Por lo tanto, legalización, acumulación de fuerzas y por último, lucha de masas, están en relación directa, son el medio y las armas de la nueva etapa a afrontar.
Hay quien puede pensar, y es lícito, que desde la ilegalidad, con una represión constante, en una democracia burguesa, autoritaria si, pero democracia burguesa en definitiva, con amplios sectores sociales de apoyo, se puede impulsar una acumulación de fuerzas y promover la lucha de masas en parámetros como los que estamos observando en muchas partes de Europa. Sin duda esta cuestión nos llevaría a retrotraernos, bajo otras coordenadas históricas, a los debates de finales de los 70, cuando la dictadura franquista tocaba a su fin.
Otro peligro del reformismo esta inserto en la propia lucha de masas. La misión de la legalización es, precisamente, favorecer una lucha de masas ofensiva (coartada por multitud de leyes represivas) que pueda servir de contrapoder y a su vez de golpeo contra los bloqueos de los Estados. La pregunta, en un país como Euskal Herria, se torna de inmediato y es: ¿Cómo, en esta tierra, tan acostumbrada a la movilización popular, no es capaz de vertebrar un movimiento obrero, de respuesta a la política neoliberal, tan duro como en Francia, Grecia, Portugal?, ¿Y una protesta estudiantil como en Londres?
La respuesta es difícil de verificar de una manera simple, resulta evidente que años de pactismo, de paz social y de sindicalismo amarillo han hecho mella en la clase trabajadora vasca pero eso no justifica tampoco, en modo alguno, la parte de responsabilidad que pueda tener la mayoría sindical abertzale. Por otro lado, el cansancio de años de enfrentamiento durísimo contra el Estado puede ser otra de las posibles explicaciones. Me inclino a pensar que en parte, la situación actual de impasse en este terreno es fruto de la «incapacidad» del MLNV de darle virtualidad a este frente tan importante y el Estado ha echado el resto. Su disposición a reorganizarlo será un componente capital para el futuro más inmediato.
Nos toca vivir en una formación social descreída, desideologizada y consumista que avanza como en el resto de Europa hacia el autoritarismo. El reto para la Izquierda Abertzale es mayúsculo, es el reto y la obligación de mantener vivo, ahora más que nunca, el proyecto histórico de «independencia y socialismo».
David García, miembro de EHK (Euskal Herriko Komunistak)