Hace menos de un mes apareció la noticia de que el gobierno de Estados Unidos, a través de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, se disculpó con el gobierno de Guatemala al revelarse detalles de una investigación en la década de los años 40 del siglo pasado en la que se infectó adrede a unos 1.500 guatemaltecos con sífilis y gonorrea, sin su consentimiento, para estudiar los efectos de la penicilina en estas enfermedades de transmisión sexual. Entre 1946 y 1948 un equipo médico del gobierno estadounidense realizó un experimento humano en el cual se infectó de sífilis a prisioneros, soldados y enfermos mentales para analizar los efectos de la penicilina en estas cobayas humanas.
Todo empezó cuando la profesora de historia médica ‑informa David Brooks‑, Susan Reverby, descubrió archivos del extinto doctor John Cutler, un oficial del Servicio de Salud Pública de EEUU, que encabezara ‑cual Doctor Mengele- la investigación en Guatemala. Este doctor Cutler es el mismo que hizo un estudio sobre unos 600 hombres afroamericanos en Alabama infectados por sífilis entre 1932 y 1972 sin jamás ofrecerles tratamiento. La profesora Reverby se puso a lo primero y se topó con lo segundo en lo que, en 1997, Bill Clinton, también pidió disculpas y a correr.
¿Qué ocurrió en Alabama? Entre 1932 y 1972, en el hospital público de Tuskegee (Alabama), los médicos experimentaron con negros pobres enfermos de sífilis a los que no dieron tratamiento médico para poder estudiar la evolución de la enfermedad hasta su muerte, así como el contagio de sus familias y descendientes. En 1932 la sífilis se había convertido en una epidemia en la población rural del sur de los EEUU y los médicos crearon un programa especial de no-tratamiento en el Hospital de Tuskegee, el único para negros que existía entonces. Seleccionaron unos 400 varones negros sifilíticos y otro grupo de 200 no sifilíticos sirvieron de control con el objetivo de comparar la salud y longevidad de los sifilíticos no tratados (pudiendo hacerlo) para compararlos con los no sifilíticos. A los sifilíticos se les dijo que tenían «mala sangre» y les ofrecieron algunas ventajas materiales, incluso sanitarias, pero sin decirles ni pío de que podían ser curados. Estamos hablando de «ciencia». Olvídense de Vesalio.
En 1936 comprobaron lo que ya de por sí podía preverse: los no medicalizados e infectados aposta sufrían más muertes que los «sanos». Y ello, a pesar de que la penicilina estaba disponible desde los años cuarenta.
En 1964,se aprobó la Declaración de Helsinki que, además del consentimiento informado del paciente, dispone que en toda investigación con seres humanos, el bienestar de la persona prevalezca siempre sobre los intereses de la ciencia y la sociedad. Pero ningún científico protestó hasta que en 1972 la prensa denunció los hechos.
Esta es la historia. Hoy, ya no sabes si eres un paciente o un cliente en manos de los oligopolios farmacéuticos y la industria de la yatrogenización con sus patentes. Yo sigo mascando hoja de coca y tomando un chupito de whisky después de comer lo que me dan hasta que me dé y me den…
Fuente: Gara