LA LEGÍTIMA VIOLENCIA (1)
Cuando Raskolnikov, el héroe de Dostoyevski en «Crimen y castigo», trata de justificar el asesinato de la vieja usurera Alena Ivanovna, recurre a las crueles matanzas llevadas a cabo por Napoleón, un hombre sin duda glorificado y encumbrado por mor de sus brillantes tácticas militares, las que, sin embargo, produjeron decenas de miles de muertos, heridos y mutilados. Todo se le ha perdonado al gran estratega, se queja amargamente el personaje, precisamente, porque condujo a la muerte a miles de hombres en lugar de acabar con la vida de uno sólo. Si así hubiera sucedido, si tan sólo una persona hubiera muerto a manos del gran general, entonces hubiera pasado de héroe a villano con la misma facilidad con la que muta su naturaleza el vino en vinagre.
Acabar con la vida de miles de personas, en Irak o Afganistán, incluso cuando las víctimas concurren al dichoso evento de una boda, forma parte de la «violencia legítima» de ciertos estados aliados que se han autoconferido el derecho a invadir, sojuzgar, violar y masacrar a otros pueblos porque, como dijera el jefe del Estado alemán en desdichado desliz, así también defienden sus intereses económicos. Los únicos, digamoslo claramente, que cuentan en éste y otros mundanos asuntos. Simples «daños colaterales», en suma. El Estado de Israel lleva implementando esta política de «Estado gamberro» prácticamente desde que ocupó la tierra palestina, allá por 1948. Desde entonces se dedica, y con no poco éxito vista la permisividad de la comunidad internacional, al asesinato selectivo, al despojo de tierras palestinas, las incursiones militares contra civiles, la utilización de armas químicas prohibidas por convenios internacionales, la piratería en alta mar y otras tropelías que por innumerables obviamos citar. Las resoluciones de la ONU al respecto simplemente se las pasa por el arco de triunfo, gracias a la mano amiga del «capo di capi», los EEUU de Norteamérica. Así son las cosas en este mundo de hipócritas y asesinos de masas.
En Euskal Herria, sin embargo, la vara de medir es bien otra. Cuando el actual lehendakari, ilegítimo ab origine pues es bien sabido que ocupa el cargo en base a una amputación previa del cuerpo electoral, nos declama sobre la «deslegitimación de la violencia», la náusea asoma al estómago y la sangre a la tez, de pura vergüenza ajena. Un hombre que pertenece al mismo partido que utilizó las cloacas del Estado para secuestrar y asesinar en nombre del GAL nos ilustra nada menos que sobre pacifismo y deslegitimación de la violencia. Ver para creer.
Vayamos por partes. El manoseado Plan del impostor lehendakari simplemente pretende adoctrinar al alumnado en la supuesta ilegitimidad de una y nada más que una de las violencias, la que ejerce ETA, naturalmente. Lo mismo hubiera dicho y hecho el señor Goebels acerca de la violencia de los «terroristas» que atacaban las unidades de la Wehrmacht. La cuestión es bien peliaguda empero.
¿Es acaso Euskal Herria un país ocupado? Respóndase el lector como mejor pueda. ¿Resulta legítima la actividad armada frente a la ocupación? El Código penal vigente me impide responder a esta cuestión. ¿Cuántos muertos hay que poner encima de la mesa para que el vulgar asesino pase a ser declarado contendiente y su inicial actividad criminal fruto de un «conflicto político»? ¿Por qué tiene más derecho el Estado de Israel a atacar y asesinar a una flotilla de activistas pacíficos en aguas internacionales y menos la guerrilla chechena o la insurgencia colombiana a ejercer esa misma actividad armada?
¿De qué violencia nos hablan esos melifluos obispos impuestos, quizá de la que ha ejercido la Iglesia en los últimos 2.000 años al servicio del poder establecido? Se estima que 500.000 personas fueron declaradas culpables de «brujería» y murieron quemadas entre los siglos XV y XVII, la mayoría mujeres. Previamente y con el consentimiento papal fueron brutalmente torturadas para que denunciasen a otras futuras víctimas. Todo bajo la corrupta vigilancia de esa «misericordiosa» Madre Iglesia.
¿De qué violencia osa mentar la derecha franquista actual que promovió un golpe de Estado que dejó cientos de miles de víctimas, torturadas y vilmente asesinados, además de confiscar sus bienes y pertenencias? La misma derecha que nunca ha condenado al dictador ni a sus herederos políticos. El señor Basagoiti pierde muchas oportunidades de estarse callado. Más muy al contrario, alardea y se revuelca en su repugnante cinismo. Y puede hacerlo porque maneja los hilos del ilegítimo Gobierno de Gasteiz. El herrumbroso PSOE de la mano, y maniatado, por los cuneteros de 1936, para escarnio de sus familiares asesinados.
El mentado plan de «Convivencia democrática y de deslegitimación de la violencia» nos habla de «valores democráticos» y a buen seguro que se refiere a aquellos que permiten, por ejemplo, que parte de la ciudadanía vasca siga sin poder ejercer su derecho de sufragio activo y pasivo, a que conocidos líderes políticos sigan encarcelados precisamente por ejercer la política, a que se sigan produciendo denuncias de malos tratos y torturas con cada nueva razzia policial o a que, en fin, la palabra y la decisión del Pueblo vasco siga siendo preterida y ninguneada con el desprecio que se manifiesta por una colonia sojuzgada. Esos son sus «valores democráticos» y aquellas sus «instituciones» para hacerlos valer, por las buenas o por las malas. Y pretenden que la gente comulgue con esas ruedas de molino. Vosotros inventasteis el terrorismo, el que mayor terror produce, el terrorismo de estado. No tenéis la más mínima autoridad política ni moral para dar lecciones de convivencia, menos aún de democracia y desde luego ninguna sobre derechos humanos. Y la sociedad vasca lo sabe perfectamente. A otro perro, pues, con ese hueso.
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LA LEGÍTIMA VIOLENCIA ( Y II)
En marzo de 1970 el general Westmoreland, Jefe del Estado mayor de los EE.UU., elabora un documento supersecreto en el que sugiere “ …la implicación en países en vía de desarrollo en la lucha global contra el comunismo…organizando operaciones con nombres como libertad, justicia o democracia. Sintetizando, no importa si en esos gobiernos hay demócratas o fascistas en el Poder. Y si ese gobierno no quiere tomar medidas al respecto lo harán los servicios de inteligencia militar de EE.UU.organizando operaciones especiales para convencer de lo contrario tanto a ese gobierno como a la opinión pública. Se organizarán operaciones violentas o no violentas, según la situación concreta”.Esta es la doctrina político-militar de los EE.UU. desde, al menos, la segunda guerra mundial, esto es, la utilización sistemática del terror, en todas sus variantes, contra cualquiera que ponga en entredicho su sistema de dominación imperialista y su modo de producción capitalista.
Desde entonces y desde la base militar de Fort Bragg en Carolina del norte o la “Escuela de las Américas” en Panamá, miles de oficiales eran entrenados en técnicas de tortura y terror contra la población civil que luego fueron usadas en Chile, Arentina, Paraguay, El Salvador, Guatemala, Nicaragua etc etc. Sólo en lo atinente a Cuba, el terror norteamericano ha costado la vida ya a 3.478 personas. Así, el 4 de marzo de 1960 la CIA hace explotar el buque de carga francés La Coubre en el pueto de la habana. Mueren 101 personas. También se han utilizado ataques bacteriológicos, explosión de aeronaves en vuelo con población civil e innumerables intentos de asesinato contra el propio Jefe del Estado, Fidel Castro.
El terrorimo del imperialismo no tiene límites, ni siquiera para su propia población. No pocos analistas juzgan muy verosímil que los EE.UU. sabían de antemano la operación de destrucción de las Torres gemelas de Nueva York. Y dejaron hacer. De hecho ellos crearon, armaron y entrenaron al propio Bin Laden y a sus talibanes, cuando les interesó derrocar al gobierno progresista de Kabul en 1989. La razón era provocar en su propia población tal conmoción que les dejara manos libres para militarizar, bombardear e invadir cualquier país, como así hicieron antes en Yugoslavia, y después en Irak, Afganistan.…invasiones que tenían previsto desde hace tiempo porque, sencillamente, no entendían, por ejemplo, “qué hacía nuestro petróleo bajo sus arenas” o “nuestro coltan en las selvas del Congo”. Puro y simple latrocinio, como el que ahora se pretende en los yacimientos de litio en Afganistán o el paso de sus oleoductos y gaseoductos por las ex repúblicas soviéticas de Uzbekistán, Kirgistán, Tayikistán…y toda Asia central, ricas, además, en minerales y materias primas.
El problema estructural que han tenido históricamente los movimienos de liberación nacional y social es que no han sido capaces de ser lo “suficientemente terroristas”. Cargados de moralina y prejuicios han permitido que el terror de cualquier Estado imperialista acabara enmudeciéndolos. Así ocurrrió en la España posfranquista. Otro gallo hubiera cantado si se hubiese puesto coto a tiempo a Sanjurjadas y otras muestras de “amor patrio” de la soldadesca fascista. Varias generaciones de hombres y mujeres conscientes y combativos políticamente fueron, al socaire del buenismo republicano, exterminadas por el simple y puro terror, ese que ahora dicen estos “demócratas”de Paco( López)-tilla reconvertidos del fascismo que se les hace insoportable y para el que han ideado el correspondiente adoctrinamiento en las aulas vascas.. Y eso que no es ni la millonésima parte del que ellos crearon y extendieron.
Bien dice Lorenzo espinosa ( GARA, 01.07.10) que lo único verdaderamente insoportable para la burguesía es no poder controlar la respuesta fáctica de los “vencidos”. O, dicho de otro modo, no poseer el monopolio de la violencia. Desde 1789 la burguesía no ha hecho otra cosa que inventar y extender el más puro terror en cuantos Pueblos ha sojuzgado, por el único interés que le aprieta: la explotación de seres humanos y la de los recursos naturales. Y para este fin cualquier método es absolutamente idóneo. Cuestión distinta es que los movimientos revolucionarios prioricen una u otra lucha, según lo que las circunstancias y la correlación y acumulación de fuerzas aconseje en cada momento. Tal vez es lo que actualmente sucede en Euskal Herria.
Bien es verdad que, maestros en el arte de la hipocresía, los régímenes criminales burgueses jamás admiten sus crímenes. Al contrario, los imputan a sus víctimas. Franco lo hizo en el bombardeo de Gernika, atribuyéndolo a los “rojos” y los Yankis fingieron que las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki eran “por el bien de la humanidad” y para acabar antes una guerra en la que Japón, seis días antes, ya había capitulado. Pero lo importante era comprobar los efectos de esas bombas en la población civil y, simplemente, lo hicieron. Los Ingleses no fueron menos “eficaces” reduciendo a cenizas la ciudad alemana de Dresde, cuando la guerra estaba acabada y no tenía ningún interés estratégico-militar.
Más sangrante aún, se permiten autoconcederse premios nobel de la paz a verdaderos psicópatas asesinos como Henry Kissinger, quien en 1973 promovió el golpe que costó la vida a Salvador Allende y a unos 15.000 chilenos más. En 1970 dió la orden para bombardear los pueblos de Camboya y Laos, que costaron la vida de 350.000 civiles laosianos y 600.000 civiles camboyanos.
Este mismo siniestro personaje en un artículo de opinión publicado el mismo 11‑S decía que había que “erradicar de cuajo el terrorismo y a todas las organizaciones terroristas y los gobiernos implicados debían pagar un precio muy alto”. Seguramente no pensó un solo instante en tan bravucón aserto, pues de haberlo hecho debería haberse bombardeado a sí mismo y a su País.
Resumiendo: el terror y el terrorismo son doctrina y uso común de las burguesías imperialistas desde su propia creación. El Estado español sabe mucho de esto y los GAL, BVE y otros no son cosa del pasado, como gusta ahora decir a estos piadosos pacifistas, sino muertos vivientes, zombies, que recuperan la vida cuando se les “necesita”. Las investigaciones abiertas o malamente cerradas al respecto, como el de Basajaun o Jon Anza, ilustran bien lo que queremos decir. Las burguesías concibieron el terrorismo y lo extendieron a la población civil para paralizar y desarmar cualquier atisbo de rebelión contra su sistema de producción; y lo más terrible es que pretenden, y de hecho consiguen a menudo, hacer creer a esa misma población que los terrroristas son “los otros”, los sojuzgados, los que se rebelan, los oprimidos. ¡ cuánto hay que aprender de la burguesía!
Nota: los datos aportados se han obtenido del libro “ La nueva política de EE.UU. A partir del 11/S” de Peter Franssen.
Javier Ramos Sánchez ( Jurista)