El dirigente republicano Gerry Adams ha remarcado que tras diez días de intensas negociaciones, el acuerdo alcanzado representa una nueva oportunidad para que el proceso irlandés avance. El nuevo maratón negociador que ha seguido a la penúltima crisis del proceso irlandés es la muestra evidente que el método (dialogar y negociar) es la fórmula adecuada para resolver las diferencias y los conflictos que éstas pueden generar.
Las diferencias mantenidas entre las dos formaciones más importantes, Sinn Féin y DUP, habían situado nuevamente a las instituciones surgidas del Acuerdo de Viernes Santo al borde del colapso. Probablemente, la decisión (algunos sostienen que se trataba de un mero farol) del primer ministro británico de convocar elecciones anticipadas en caso de frustrarse un acuerdo, ha podido acelerar finalmente el acercamiento de las posturas enfrentadas.
Todo parece indicar que ningún partido político se presentaba a una nueva cita electoral en buenas condiciones. Además, un factor clave que retrae a los unionistas de cualquier cita electoral a medio plazo es la más que evidente posibilidad que el Sinn Féin resulte la primera fuerza, teniendo que asumir la presidencia de Stormont.
Los unionistas llevan tiempo poniendo sobre la mesa unas estrategias que no concuerdan con la letra y el espíritu de lo acordado previamente. El uso de la baza orangista, la reiterada utilización del manido argumento de “la falta de confianza de la comunidad unionista”, no son sino cortinas de humo que intentan ocultar una realidad que se encamina hacia un cambio político y social muy importante en el norte de Irlanda y que evidentemente tendrá sus consecuencias en el futuro del Reino Unido y de la propia isla irlandesa.
El unionismo ha estado acostumbrado, en un primer momento a gestionar la partición de la isla mediante un entramado institucional orangista, sectario y que se asentaba sobre una “supremacía política” que marginaba completamente a la comunidad nacionalista.
Los cambios introducidos tras el proceso de paz y los acuerdos posteriores, han supuesto un giro definitivo para esa realidad, de ahí que las manifestaciones de los representantes nacionalistas (tanto del SF como del SDLP) indicando que la vuelta a una “situación dominada por el orangismo” es inaceptable hoy en día, y que el unionismo, y sus representantes políticos, deberían interiorizar esa nueva situación y reconocer que los tiempos del “unionismo prehistórico” han finalizado.
En línea con todo ello se puede entrever la evidente crisis identitaria que atraviesa el unionismo, perdiendo referentes (el Reino Unido tiene cada día más grietas) y asiendo esa trasnochada defensa del derecho a veto y el sectarismo como última excusa para afrontar definitivamente la nueva realidad.
A todo ello se le une otro factor, y es que el DUP, desde su formación, siempre ha priorizado los intereses del partido por encima de los de su propia comunidad. De ahí que las diferencias entre los partidos unionistas perduren hoy en día, y esa situación contribuye aún más si cabe a incrementar la desorientación entre buena parte de los unionistas de a pie.
El temor al cambio le hace por último, intentar cambiar continuamente las reglas del juego, sobre todo cuando éstas no son beneficiosas para los intereses partidistas del unionismo. De ahí las repetidas crisis que ha tenido que atravesar el proceso de paz desde su inicial andadura.
El abanico político centrará buena parte de sus esfuerzos en las próximas semanas en activar la maquinaria electoral ante la cita para elegir a los parlamentarios de Westminster. Desde hace unas semanas se han producido algunos movimientos que han contribuido además a generar una mayor confusión entre el electorado unionista. La mayoría de analistas coinciden que en las próximas elecciones, de mantenerse la división del voto unionista (DUP, UUP y TUV) el Sinn Féin será la primera fuerza, lo que le otorgará en un futuro la posibilidad de nombrar a uno de sus miembros como primer ministro.
Esa situación ha hecho que buen aparte de los poderes fácticos de esa comunidad se hayan puesto en marcha en busca de alianzas que frenen el ascenso republicano. Así, poco antes de navidades, miembros muy cualificados de la Orden de Orange mantuvieron una reunión conjunta para lograr candidaturas unitarias el DUP y el UUP. Posteriormente, a comienzos de año, se reunieron dirigentes de esos partidos con personalidades del partido conservador.
Finalmente, los obstáculos existentes y la falta de claridad, unido a las diferentes estrategias políticas y las numerosas cicatrices sin cerrar de pasados enfrentamientos han desbaratado la posibilidad de una candidatura común. Un comentarista político local se ha referido irónicamente a esos movimientos en el campo unionista con una sopa de letras, “UCUNFDUPOO”, que podría trasformarse más tarde en una especie de “UCUNFDUPOOTUV”.
A la vista de esa coyuntura cada partido tensa sus músculos para afrontar el reto. El Sinn Féin, a pesar de las presiones mediáticas y la utilización descarada de los affaires en torno a la familia de Adams, se presenta como el mejor colocado para repetir éxitos pasados. Como decía un analista, es demasiado pronto para celebrar el anunciado (y tan deseado por algunos) funeral de la dirección del movimiento republicano.
Por su parte, el SDLP está inmerso estos días en un proceso para elegir a su nuevo líder, y nada apunta a que tras ello logre recuperar su peso electoral, perdido hace ya mucho tiempo en beneficio del Sinn Féin.
En el campo unionista la división es la característica más importante. El DUP afronta el futuro con importantes voces críticas en su interior. A ello se añaden los escándalos familiares y las sospechas de irregularidades económicas en torno a Peter Robinson. Además, el temor a un posible auge (a costa de su propio electorado) de la Voz Unionista Tradicional (TUV) de Jim Allister, hará que el discurso de los dirigentes del DUP se radicalice en las próximas semanas.
En cuanto al TUV, no termina de arrancar con fuerza, aunque todavía puede aspirar a recoger los votos más intransigentes del unionismo, como en el pasado hizo el DUP a costa del UUP. Finalmente, éste también se encuentra sumido en importantes desacuerdos internos. Su acuerdo con los conservadores, fruto del cual ha surgido la Nueva Fuerza de Unionistas y Conservadores del Ulster (UCUNF) es toda una incógnita, y todavía más tras los últimos movimientos de algunos de sus líderes en torno al fallido pacto pan-unionista, y al reciente rechazo por parte de la dirección del partido de esa fórmula.
Es el momento para que el unionismo en su conjunto termine de presentar cualquier cambio como “una concesión al movimiento republicano” y comience a resaltar los evidentes beneficios que ha generado el proceso, social, política y económicamente, para el conjunto de la población. Porque como han señalado muy acertadamente algunos, no hay alternativa al proceso de paz ni a todo lo que éste ha puesto en marcha.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)