El dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción por V.I. Lenin

Segui­mos ofre­cien­do algu­nos de los tex­tos cla­si­cos del mar­xis­mo y en esta oca­sion, un tex­to de Lenin, el cual de for­ma magis­tral defien­de el dere­cho que toda nacion tie­ne a defi­nir su futu­ro, por con­si­guien­te a la autodeterminacion

Sin mas os deja­mos con Lenin, disfrutadlo

El dere­cho de las nacio­nes a la autodeterminación


Escri­to: Entre febre­ro y mayo de 1914.
Pri­me­ra publi­ca­ción: En los núms. 4, 5 y 6 (abril a junio de 1914) de de la revis­ta Pros­ves­che­nie.
Digi­ta­li­za­ción:Aritz, julio de 2000.
Esta Edi­ción: Mar­xists Inter­net Archi­ve, 2000.

El apar­ta­do 9 del pro­gra­ma de los mar­xis­tas de Rusia, que tra­ta del dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción, ha pro­vo­ca­do estos últi­mos tiem­pos (como ya hemos indi­ca­do en Pros­ves­che­nie) toda una cam­pa­ña de los opor­tu­nis­tas. Tan­to el liqui­da­cio­nis­ta ruso Sem­kovs­ki, en el perió­di­co peters­bur­gués de los liqui­da­do­res, como el bun­dis­ta Lib­man y el social­na­cio­na­lis­ta ucra­nio Yur­ké­vich en sus órga­nos de pren­sa, han arre­me­ti­do con­tra dicho apar­ta­do, tra­tán­do­lo en un tono de máxi­mo des­pre­cio. No cabe duda de que esta «inva­sión de las doce tri­bus» del opor­tu­nis­mo, diri­gi­da con­tra nues­tro pro­gra­ma mar­xis­ta, guar­da estre­cha rela­ción con las actua­les vaci­la­cio­nes nacio­na­lis­tas en gene­ral. Por ello nos pare­ce opor­tuno exa­mi­nar dete­ni­da­men­te esta cues­tión. Obser­ve­mos tan sólo que nin­guno de los opor­tu­nis­tas arri­ba cita­dos ha adu­ci­do ni un solo argu­men­to pro­pio: todos se han limi­ta­do a repe­tir lo dicho por Rosa Luxem­bur­go en su lar­go artícu­lo pola­co de 1908 – 1909: La cues­tión nacio­nal y la auto­no­mía. Los «ori­gi­na­les» argu­men­tos de esta auto­ra serán los que ten­dre­mos en pre­sen­tes con más fre­cuen­cia en nues­tra exposición.

1. ¿QUE ES LA AUTODETERMINACION DE LAS NACIONES?

Es natu­ral que esta cues­tión se plan­tee ante todo cuan­do se inten­ta exa­mi­nar de un modo mar­xis­ta la lla­ma­da auo­de­ter­mi­na­ción. ¿Qué debe enten­der­se por ella? ¿Debe­re­mos bus­car la res­pues­ta en defi­ni­cio­nes jurí­di­cas, dedu­ci­das de toda cla­se de «con­cep­tos gene­ra­les» de dere­cho? ¿O bien hay que bus­car la res­pues­ta en el estu­dio his­tó­ri­co-eco­nó­mi­co de los movi­mien­tos nacionales?

No es de extra­ñar que a los seño­res Sem­kovs­ki, Lib­man y Yur­ké­vich no se les haya pasa­do siquie­ra por las mien­tes plan­tear esta cues­tión, salien­do del paso con sim­ples risi­tas bur­lo­nas a cos­ta de la «fal­ta de cla­ri­dad» del pro­gra­ma mar­xis­ta y tal vez no sabien­do siquie­ra, en su sim­ple­za, que de la auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes habla no sólo el pro­gra­ma ruso de 1903, sino tam­bién ls deci­sión del Con­gre­so Inter­na­cio­nal de Lon­dres de 1896 (ya habla­re­mos con dete­ni­mien­to de ello en su lugar). Mucho más extra­ño es que Rosa Luxem­bur­go, quien tan­tas decla­ma­cio­nes hace sobre el supues­to carác­ter abs­trac­to y meta­fí­si­co de dicho apar­ta­do, haya incu­rri­do ella mis­ma pre­ci­sa­men­te en este peca­do de lo abs­trac­to y meta­fí­si­co. Pre­ci­sa­men­te Rosa Luxem­bur­go es quien vie­ne a caer a cada paso en dis­qui­si­cio­nes gene­ra­les sobre la auto­de­ter­mi­na­ción (has­ta lle­gar inclu­so a una lucu­bra­ción del todo diver­ti­da sobre el modo de cono­cer la volun­tad de una nación), sin plan­tear en par­te algu­na de un modo cla­ro y pre­ci­so si el quid de la cues­tión está en las defi­ni­cio­nes jurí­di­cas o en la expe­rien­cia de los movi­mien­tos nacio­na­les del mun­do entero.

El plan­tear con exac­ti­tud esta cues­tión, inevi­ta­ble para un mar­xis­ta, hubie­ra des­he­cho en el acto las nue­ve déci­mas par­tes de los argu­men­tos de Rosa Luxem­bur­go. Ni es la pri­me­ra vez que sur­gen movi­mien­tos nacio­na­les en Rusia ni le son inhe­ren­tes a ella sola. La épo­ca del triun­fo defi­ni­ti­vo del capi­ta­lis­mo sobre el feu­da­lis­mo estu­vo liga­da en todo el mun­do a movi­mien­tos nacio­na­les. La base eco­nó­mi­ca de estos movi­mien­tos estri­ba en que, para la vic­to­ria com­ple­ta de la pro­duc­ción mer­can­til, es nece­sa­rio que la bur­gue­sía con­quis­te el mer­ca­do inte­rior, es nece­sa­rio que terri­to­rios con pobla­ción de un solo idio­ma adquie­ran cohe­sión esta­tal, eli­mi­nán­do­se cuan­tos obs­tácu­los se opon­gan al desa­rro­llo de ese idio­ma y a su con­so­li­da­ción en la lite­ra­tu­ra. El idio­ma es el medio prin­ci­pal de comu­ni­ca­ción entre los hom­bres; la uni­dad de idio­ma y el libre desa­rro­llo del mis­mo es una de las con­di­cio­nes más impor­tan­tes de una cir­cu­la­ción mecan­til real­men­te libre y amplia, corres­pon­dien­te al capi­ta­lis­mo moderno, de una agru­pa­ción libre y amplia de la pobla­ción en cada una de las diver­sas cla­ses; es, por últi­mo, la con­di­ción de un estre­cho nexo del mer­ca­do con todo pro­pie­ta­rio, gran­de o peque­ño, con todo ven­de­dor y comprador.

Por ello, la ten­den­cia de todo movi­mien­to nacio­nal es for­mar Esta­dos nacio­na­les, que son los que mejor cum­plen estas exi­gen­cias del capi­ta­lis­mo con­tem­po­rá­neo. Impul­san a ello fac­to­res eco­nó­mi­cos de lo más pro­fun­dos, y para toda la Euro­pa Occi­den­tal, es más, para todo el mun­do civi­li­za­do, el Esta­do nacio­nal es por ello lo típi­co, lo nor­mal en el perío­do capitalista.

Por con­si­guien­te, si que­re­mos enten­der lo que sig­ni­fi­ca la auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes, sin jugar a defi­ni­cio­nes jurí­di­cas ni «inven­tar» defi­ni­cio­nes abs­trac­tas, sino exa­mi­nan­do las con­di­cio­nes his­tó­ri­cas y eco­nó­mi­cas de los movi­mien­tos nacio­na­les, lle­ga­re­mos inevi­ta­ble­men­te a la con­clu­sión siguien­te: por auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes se entien­de su sepa­ra­ción esta­tal de las colec­ti­vi­da­des de otra nación, se entien­de la for­ma­ción de un Esta­do nacio­nal independiente.

Más aba­jo vere­mos aún otras razo­nes por las que sería erró­neo enten­der por dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción todo lo que no sea el dere­cho a una exis­ten­cia esta­tal inde­pen­dien­te. Pero aho­ra debe­mos dete­ner­nos a ana­li­zar cómo ha inten­ta­do Rosa Luxem­bur­go «des­ha­cer­se» de la inevi­ta­ble con­clu­sión sobre las pro­fun­das bases eco­nó­mi­cas en que des­can­san las ten­den­cias a la for­ma­ción de Esta­dos nacionales.

Rosa Luxem­bur­go cono­ce per­fec­ta­men­te el folle­to de Kautsky: Nacio­na­li­dad e inter­na­cio­na­li­dad (suple­men­to de Neue Zeit, núm. 1, 1907 – 1908; tra­du­ci­do al ruso en la revis­ta Naúch­na­ya Mysl, Riga, 1908). Sabe que Kautsky, des­pués de exa­mi­nar deta­lla­da­men­te en el apar­ta­do 4 del folle­to el pro­ble­ma del Esta­do nacio­nal, lle­gó a la con­clu­sión de que Otto Bauer «sub­es­ti­ma la fuer­za de la ten­den­cia a la crea­ción de un Esta­do nacio­nal» (pág. 23 del folle­to cita­do). La pro­pia Rosa Luxem­bur­go cita las pala­bras de Kautsky: «El Esta­do nacio­nal es la for­ma de Esta­do que mejor corres­pon­de a las con­di­cio­nes moder­nas» (es decir, a las con­di­cio­nes capi­ta­lis­tas civi­li­za­das, pro­gre­si­vas en el aspec­to eco­nó­mi­co, a dife­ren­cia de las con­di­cio­nes medie­va­les, pre­ca­pi­ta­lis­tas, etc.), «es la for­ma en que el Esta­do pue­de cum­plir con mayor faci­li­dad sus tareas» (es decir, las tareas de un desa­rro­llo más libre, más amplio y más rápi­do del capi­ta­lis­mo). A esto hay que aña­dir, ade­más, la obser­va­ción final de Kautsky, más exac­ta aún: los Esta­dos de com­po­si­ción nacio­nal hete­ro­gé­nea (los lla­ma­dos Esta­dos mul­ti­na­cio­na­les a dife­ren­cia de los Esta­dos nacio­na­les) son » siem­pre Esta­dos cuya estruc­tu­ra inter­na es, por tales a cua­les razo­nes, anor­mal o sub­de­sa­rro­lla­da» (atra­sa­da). De suyo se entien­de que Kautsky habla de anor­ma­li­dad exclu­si­va­men­te en el sen­ti­do de no corres­pon­der a lo que está más ade­cua­do a las exi­gen­cias del capi­ta­lis­mo en desarrollo.

Cabe pre­gun­tar aho­ra cuál ha sido la acti­tud de Rosa Luxem­bur­go ante estas con­clu­sio­nes his­tó­ri­cas y eco­nó­mi­cas de Kautsky. ¿Son ati­na­das o erró­neas? ¿Quién tie­ne razón: Kautsky, con su teo­ría his­tó­ri­ca-eco­nó­mi­ca, o Bauer, cuya teo­ría es, en el fon­do, sico­ló­gi­ca? ¿Qué rela­ción guar­da el indu­da­ble «opor­tu­nis­mo nacio­nal» de Bauer, su defen­sa de una auto­no­mía nacio­nal cul­tu­ral, sus apa­sio­na­mien­tos nacio­na­lis­tas («la acen­tua­ción del fac­tor nacio­nal en cier­tos pun­tos», como ha dicho Kautsky), su «enor­me exa­ge­ra­ción del fac­tor nacio­nal y su com­ple­to olvi­do del fac­tor inter­na­cio­nal» (Kautsky), con su sub­es­ti­ma­ción de la fuer­za que entra­ña la ten­den­cia a crear un Esta­do nacional?

Rosa Luxem­bur­go no ha plan­tea­do siquie­ra este pro­ble­ma. No ha nota­do esta rela­ción. No ha refle­xio­na­do sobre el con­jun­to de las con­cep­cio­nes teó­ri­cas de Bauer. Ni siquie­ra ha opues­to en el pro­ble­ma nacio­nal la teo­ría his­tó­ri­co-eco­nó­mi­ca a la sico­ló­gi­ca. Se ha limi­ta­do a las siguien­tes obser­va­cio­nes con­tra Kautsky:

«…Ese Esta­do nacio­nal «más per­fec­to» no es sino una abs­trac­ción, fácil­men­te sus­cep­ti­ble de ser desa­rro­lla­da y defen­di­da teó­ri­ca­men­te, pero que no corres­pon­de a la reali­dad» (Przé­glad Soc­jal­de­mo­kraty­czny, 1908, núm. 6, pág. 499).

Y para con­fir­mar esta decla­ra­ción cate­gó­ri­ca, sigue razo­nan­do: el desa­rro­llo de las gran­des poten­cias capi­ta­lis­tas y el impe­ria­lis­mo hacen ilu­so­rio el «dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción» de los peque­ños pue­blos. «¿Pue­de aca­so hablar­se en serio ‑excla­ma Rosa Luxem­bur­go- de la «auto­de­ter­mi­na­ción» de los mon­te­ne­gri­nos, búl­ga­ros, ruma­nos, ser­vios, grie­gos, y, en par­te, inclu­so, de los sui­zos, pue­blos todos que gozan de inde­pen­den­cia for­mal, pro­duc­to ésta de la lucha polí­ti­ca y del jue­go diplo­má­ti­co del «con­cier­to euro­peo»?» (!) (pág. 500). Lo que mejor res­pon­de a las con­di­cio­nes «no es el Esta­do nacio­nal, como supo­ne Kautsky, sino el Esta­do de rapi­ña». Inser­ta unas cuan­tas dece­nas de cifras sobre las pro­por­cio­nes de las colo­nias que per­te­ne­cen a Ingla­te­rra, a Fran­cia, etc.

¡Leyen­do seme­jan­tes razo­na­mien­tos no pue­de uno menos de asom­brar­se de la capa­ci­dad de la auto­ra para no dis­tin­guir las cosas! Ense­ñar a Kautsky, dán­do­se impor­tan­cia, que los Esta­dos peque­ños depen­den de los gran­des en lo eco­nó­mi­co; que los Esta­dos bur­gue­ses luchan entre sí por el some­ti­mien­to rapaz de otras nacio­nes; que exis­ten el impe­ria­lis­mo y las colo­nias: todo esto son lucu­bra­cio­nes ridí­cu­las, infan­ti­les, por­que no tie­ne nada que ver con el asun­to. No sólo los peque­ños Esta­dos, sino tam­bién Rusia, por ejem­plo, depen­den por ente­ro, en el aspec­to eco­nó­mi­co, del pode­río del capi­tal finan­cie­ro impe­ria­lis­ta de los paí­ses bur­gue­ses «ricos». No sólo los Esta­dos bal­cá­ni­cos, Esta­dos en minia­tu­ra, sino tam­bién la Amé­ri­ca del siglo XIX ha sido, en el aspec­to eco­nó­mi­co, una colo­nia de Euro­pa, según dejó ya dicho Marx en El Capi­tal. Todo esto lo sabe de sobra Kautsky, como cual­quier mar­xis­ta, pero nada de ello vie­ne a cuen­to con rela­ción a los movi­mien­tos nacio­na­les y al Esta­do nacional.

Rosa Luxem­bur­go sus­ti­tu­ye el pro­ble­ma de la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca de las nacio­nes en la socie­dad bur­gue­sa, de su inde­pen­den­cia esta­tal, con el de su auto­de­ter­mi­na­ción e inde­pen­den­cia eco­nó­mi­cas. Esto es tan inte­li­gen­te como expo­ner una per­so­na, al tra­tar de la rei­vin­di­ca­ción pro­gra­má­ti­ca que exi­ge la supre­ma­cia del par­la­men­to, es decir, de la asam­blea de repre­sen­tan­tes popu­la­res, en el Esta­do bur­gués, su con­vic­ción, ple­na­men­te jus­ta, de que, en un país bur­gués, el gran capi­tal tie­ne la supre­ma­cía bajo cual­quier régimen.

No cabe duda de que la mayor par­te de Asia, el con­ti­nen­te más pobla­do del mun­do, se halla en la situa­ción de colo­nias de las «gran­des poten­cias» o de Esta­dos depen­dien­tes en gra­do sumo y opri­mi­dos en el sen­ti­do nacio­nal. Pero ¿aca­so esta cir­cuns­tan­cia de todos cono­ci­da alte­ra en lo más míni­mo el hecho indis­cu­ti­ble de que, en la mis­ma Asia, sólo en el Japón, es decir, sólo en un Esta­do nacio­nal inde­pen­dien­te, se han crea­do con­di­cio­nes para el desa­rro­llo más com­ple­to de la pro­duc­ción mer­can­til, para el cre­ci­mien­to más libre, amplio y rápi­do del capi­ta­lis­mo? Este Esta­do es bur­gués y, por ello, ha empe­za­do a opri­mir él mis­mo a otras nacio­nes y sojuz­gar a colo­nias; no sabe­mos si, antes de la ban­ca­rro­ta del capi­ta­lis­mo, Asia ten­drá tiem­po de estruc­tu­rar­se en un sis­te­ma de Esta­dos nacio­na­les inde­pen­dien­tes, a seme­jan­za de Euro­pa. Pero que­da como un hecho indis­cu­ti­ble que el capi­ta­lis­mo, tras des­per­tar a Asia, ha pro­vo­ca­do tam­bién allí en todas par­tes movi­mien­tos nacio­na­les, que estos movi­mien­tos tien­den a crear en Asia Esta­dos nacio­na­les y que pre­ci­sa­men­te tales Esta­dos son los que ase­gu­ran las con­di­cio­nes más favo­ra­bles para el des­rro­llo del capi­ta­lis­mo: El ejem­plo de Asia habla a favor de Kautsky, con­tra Rosa Luxemburgo.

El ejem­plo de los Esta­dos bal­cá­ni­cos habla tam­bién con­tra ella, por­que cual­quie­ra pue­de ver aho­ra que pre­ci­sa­men­te a medi­da que se crean en esa penín­su­la Esta­dos nacio­na­les inde­pen­dien­tes se va dan­do las con­di­cio­nes más favo­ra­bles para el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo en ella.

Por con­si­guien­te, el ejem­plo de toda la huma­ni­dad civi­li­za­da de van­guar­dia, el ejem­plo de los Bal­ca­nes y el ejem­plo de Asia demues­tran, a pesar de Rosa Luxem­bur­go, la abso­lu­ta jus­te­dad de la tesis de Kautsky: el Esta­do nacio­nal es regla y «nor­ma» del capi­ta­lis­mo, el Esta­do de com­po­si­ción nacio­nal hete­ro­gé­nea es atra­so o excep­ción. Des­de el pun­to de vis­ta de las rela­cio­nes nacio­na­les, el Esta­do nacio­nal es el que ofre­ce, sin duda algu­na, las con­di­cio­nes más favo­ra­bles para el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo. Lo cual no quie­re decir, natu­ral­men­te, que seme­jan­te Esta­do, eri­gi­do sobre las rela­cio­nes bur­gue­sas, pue­da excluir la explo­ta­ción y la opre­sión de las nacio­nes. Quie­re decir tan solo que los mar­xis­tas no pue­den per­der de vis­ta los pode­ro­sos fac­to­res eco­nó­mi­cos que ori­gi­nan las ten­den­cias a crear Esta­dos nacio­na­les. Quie­re decir que «la auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes», en el pro­gra­ma de los mar­xis­tas, no pue­de tener, des­de el pun­to de vis­ta his­tó­ri­co-eco­nó­mi­co, otra sig­ni­fi­ca­ción que la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca, la inde­pen­den­cia esta­tal, la for­ma­ción de un Esta­do nacional.

Más aba­jo habla­re­mos deta­lla­da­men­te de las con­di­cio­nes que se exi­gen, des­de el pun­to de vis­ta mar­xis­ta, es decir, des­de el pun­to de vis­ta pro­le­ta­rio de cla­se, para apo­yar la rei­vin­di­ca­ción demo­crá­ti­ca bur­gue­sa del «Esta­do nacio­nal». Aho­ra nos limi­ta­mos a defi­nir el con­cep­to de «auto­de­ter­mi­na­ción», y sólo debe­mos seña­lar que Rosa Luxem­bur­go cono­ce el con­te­ni­do de este con­cep­to («Esta­do nacio­nal»), mien­tras que sus par­ti­da­rios opor­tu­nis­tas, los Lib­man, los Sem­kovs­ki, los Yur­ké­vich ¡no saben ni eso!

2. PLANTEAMIENTO HISTORICO CONCRETO DE LA CUESTION

La teo­ría mar­xis­ta exi­ge de un modo abso­lu­to que, para ana­li­zar cual­quier pro­ble­ma social, se le encua­dre en un mar­co his­tó­ri­co deter­mi­na­do, y des­pués, si se tra­ta de un solo país (por ejem­plo, de un pro­gra­ma nacio­nal para un país deter­mi­na­do), que se ten­ga en cuen­ta las par­ti­cu­la­ri­da­des con­cre­tas que dis­tin­guen a este país de los otros en una mis­ma épo­ca histórica.

¿Qué impli­ca este requi­si­to abso­lu­to del mar­xis­mo apli­ca­do a nues­tro problema?

Ante todo, que es nece­sa­rio dis­tin­guir estric­ta­men­te dos épo­cas del capi­ta­lis­mo dife­ren­tes por com­ple­to des­de el pun­to de vis­ta de los movi­mien­tos nacio­na­les. Por una par­te, es la épo­ca de la ban­ca­rro­ta del feu­da­lis­mo y del abso­lu­tis­mo, la épo­ca en que se cons­ti­tu­yen la socie­dad demo­crá­ti­ca bur­gue­sa y su Esta­do, la épo­ca en que los movi­mien­tos nacio­na­les adquie­ren por vez pri­me­ra el carác­ter de movi­mien­tos de masas, incor­po­ran­do de uno u otro modo a todas las cla­ses de la pobla­ción a la polí­ti­ca por medio de la pren­sa, de su par­ti­ci­pa­ción en ins­ti­tu­cio­nes repre­sen­ta­ti­vas, etc. Por otra par­te, pre­sen­cia­mos una épo­ca en que los Esta­dos capi­ta­lis­tas tie­nen ya su estruc­tu­ra aca­ba­da, un régi­men cons­ti­tu­cio­nal hace mucho tiem­po esta­ble­ci­do y un anta­go­nis­mo muy desa­rro­lla­do entre el pro­le­ta­ria­do y la bur­gue­sía; pre­sen­cia­mos una épo­ca que pue­de lla­mar­se vís­pe­ra del hun­di­mien­to del capitalismo.

Lo típi­co de la pri­me­ra épo­ca es el des­per­tar de los movi­mien­tos nacio­na­les y la incor­po­ra­ción a ellos de los cam­pe­si­nos, que son el sec­tor de la pobla­ción más nume­ro­so y más «difí­cil de mover» para la lucha por la liber­tad polí­ti­ca en gene­ral y por los dere­chos de la nación en par­ti­cu­lar. Lo típi­co de la segun­da es la ausen­cia de movi­mien­tos demo­crá­ti­cos bur­gue­ses de masas, cuan­do el capi­ta­lis­mo desa­rro­lla­do, al apro­xi­mar y amal­ga­mar cada día más las nacio­nes, ya ple­na­men­te incor­po­ra­das al inter­cam­bio comer­cial, pone en pri­mer plano el anta­go­nis­mo entre el capi­tal fun­di­do a esca­la inter­na­cio­nal y el movi­mien­to obre­ro internacional.

Cla­ro que ni la una ni la otra épo­ca están sepa­ra­das entre sí por una mura­lla, sino liga­das por nume­ro­sos esla­bo­nes de tran­si­ción; ade­más, los diver­sos paí­ses se dis­tin­guen por la rapi­dez del desa­rro­llo nacio­nal, por la com­po­si­ción nacio­nal de su pobla­ción, por su dis­tri­bu­ción etc., etc. No pue­de ni hablar­se de que los mar­xis­tas de un país deter­mi­na­do pro­ce­dan a ela­bo­rar el pro­gra­ma nacio­nal sin tener en cuen­ta todas las con­di­cio­nes his­tó­ri­cas gene­ra­les y esta­ta­les concretas.

Aquí es jus­ta­men­te don­de tro­pe­za­mos con el pun­to más débil de los razo­na­mien­tos de Rosa Luxem­bur­go. Rosa Luxem­bur­go enga­la­na con brío extra­or­di­na­rio su artícu­lo de una retahí­la de pala­bre­jas «fuer­tes» con­tra el apar­ta­do 9 de nues­tro pro­gra­ma, decla­rán­do­lo «dema­sia­do gene­ral», «cli­sé», «fra­se meta­fí­si­ca», etc., etc. Era natu­ral espe­rar que una auto­ra que con­de­na de mane­ra tan exce­len­te la meta­fí­si­ca (en sen­ti­do mar­xis­ta, es decir, la anti­dia­léc­ti­ca) y las abs­trac­cio­nes vacías, nos die­ra ejem­plo de un aná­li­sis con­cre­to del pro­ble­ma encua­dra­do en la his­to­ria. Se tra­ta del pro­gra­ma nacio­nal de los mar­xis­tas de un país detrmi­na­do, Rusia, en una épo­ca deter­mi­na­da, a comien­zos del siglo XX. Era de supo­ner que Rosa Luxem­bur­go habla­se de la épo­ca his­tó­ri­ca por la que atra­vie­sa Rusia, de cuá­les son las par­ti­cu­la­ri­da­des con­cre­tas del pro­ble­ma nacio­nal y de los movi­mien­tos nacio­na­les del país dado y en la épo­ca dada.

¡Abso­lu­ta­men­te nada dice sobre ello Rosa Luxem­bur­go! ¡No se encon­tra­rá en ella ni som­bra de aná­li­sis de cómo se plan­tea el pro­ble­ma nacio­nal en Rusia en la épo­ca his­tó­ri­ca pre­sen­te, de cuá­les son las par­ti­cu­la­ri­da­des de Rusia en ese sentido!

Se nos dice que el pro­ble­ma nacio­nal se plan­tea en los Bal­ca­nes de un modo dis­tin­to que en Irlan­da; que Marx con­cep­tua­ba así y asá los movi­mien­tos nacio­na­les pola­co y che­co en las con­di­cio­nes con­cre­tas de 1848 (una pági­na de citas de Marx); que Engels emi­tía tal y cual jui­cio sobre la lucha de los can­to­nes fores­ta­les de Sui­za con­tra Aus­tria y la bata­lla de Mor­gar­ten, que se riñó en 1315 (una pági­na de citas de Engels con el corres­pon­dien­te comen­ta­rio de Kautsky); que Las­sa­lle con­si­de­ra­ba reac­cio­na­ria la gue­rra cam­pe­si­na del siglo XVI en Ale­ma­nia, etc.

No pue­de afir­mar­se que estas obser­va­cio­nes y estas citas bri­llen por su nove­dad, pero, en todo caso, al lec­tor le resul­ta intere­san­te vol­ver a recor­dar una y otra vez cómo pre­ci­sa­men­te abor­da­ban Marx, Engels y Lasa­lle el aná­li­sis de pro­ble­mas his­tó­ri­cos con­cre­tos de diver­sos paí­ses. Y, al releer las ins­truc­ti­vas citas de Marx y de Engels, se ve con sin­gu­lar evi­den­cia la ridí­cu­la situa­ción en que se ha colo­ca­do a sí mis­ma Rosa Luxem­bur­go. Pre­di­ca con gra­ve­dad y elo­cuen­cia que es nece­sa­rio hacer un aná­li­sis con­cre­to del pro­ble­ma nacio­nal encua­dra­do en la his­to­ria de épo­cas dife­ren­tes de dis­tin­tos paí­ses, y ella mis­ma no hace el míni­mo inten­to de deter­mi­nar cuál es la fase his­tó­ri­ca de desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo, por la que atra­vie­sa Rusia en los comien­zos del siglo XX, cuá­les son las pecu­lia­ri­da­des del pro­ble­ma nacion­la en este país. Rosa Luxem­bur­go adu­ce ejem­plos de cómo otros han ana­li­za­do al modo mar­xis­ta el pro­ble­ma, como sub­ra­yan­do así deli­be­ra­da­men­te cuán a menu­do está el camino del infierno empe­dra­do de bue­nas inten­cio­nes y se encu­bre con bue­nos con­se­jos el no que­rer o no saber uti­li­zar­los en la práctica.

He aquí una de las ins­truc­ti­vas con­fron­ta­cio­nes. Alzán­do­se con­tra la con­sig­na de inde­pen­den­cia de Polo­nia, Rosa Luxem­bur­go se refie­re a un tra­ba­jo suyo de 1898 que demos­tra­ba el rápi­do «desa­rro­llo indus­trial de Polo­nia» con la sali­da de los pro­duc­tos manu­fac­tu­ra­dos a Rusia. Ni que decir tie­ne que de esto no se dedu­ce abso­lu­ta­men­te nada sobre el pro­ble­ma del dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción, que esto sólo demues­tra que ha des­apa­re­ci­do la vie­ja Polo­nia seño­rial, etc. Pero Rosa Luxem­bur­go pasa de mane­ra imper­cep­ti­ble y sin cesar a la con­clu­sión de que, entre los fac­to­res que ligan a Rusia con Polo­nia, pre­do­mi­nan ya en la actua­li­dad los fac­to­res eco­nó­mi­cos escue­tos de las rela­cio­nes capi­ta­lis­tas modernas.

Pero he aquí que nues­tra Rosa pasa al pro­ble­ma de la auto­no­mía y ‑aun­que su artícu­lo se titu­la «El pro­ble­ma nacio­nal y la auto­no­mía» en general‑, comien­za por demos­trar que el rei­no de Polo­nia tie­ne un dere­cho exclu­si­vo a la auto­no­mía (véa­se sobre este pun­to Pros­ves­che­nie, 1913, núm. 12). Para corro­bo­rar el dere­cho de Polo­nia a la auto­no­mía, Rosa Luxem­bur­go carac­te­ri­za el régi­men esta­tal de Rusia por indi­cios evi­den­te­men­te eco­nó­mi­cos, polí­ti­cos, etno­ló­gi­cos y socio­ló­gi­cos, por un con­jun­to de ras­gos que, en suma, dan el con­cep­to de «des­po­tis­mo asiá­ti­co» (núm. 12 de Prze­glad, pág. 137).

De todos es sabi­do que seme­jan­te régi­men esta­tal tie­ne una soli­dez muy gran­de cuan­do, en la eco­no­mía del país de que se tra­te, pre­do­mi­nan ras­gos abso­lu­ta­men­te patriar­ca­les, pre­ca­pi­ta­lis­tas, y un desa­rro­llo insig­ni­fi­can­te de la eco­no­mía mer­can­til y de la diso­cia­ción de las cla­ses. Pero si en un país, cuyo régi­men esta­tal se dis­tin­gue por pre­sen­tar un carác­ter acu­sa­da­men­te pre­ca­pi­ta­lis­ta, exis­te una región nacio­nal deli­mi­ta­da que lle­va un rápi­do desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo, resul­ta que cuan­to más rápi­do sea ese desa­rro­llo capi­ta­lis­ta tan­to más fuer­te será la con­tra­dic­ción entre este desa­rro­llo y el régi­men esta­tal pre­ca­pi­ta­lis­ta, tan­to más pro­ba­ble será que la región avan­za­da se sepa­re del res­to del país, al que no la ligan los lazos de «capi­ta­lis­mo moderno», sino los de un «des­po­tis­mo asiático».

Así pues, Rosa Luxem­bur­go no ha ata­do en abso­lu­to cabos, ni siquie­ra en lo que se refie­re a la estruc­tu­ra social del poder en Rusia con rela­ción a la Polo­nia bur­gue­sa; y en cuan­to a las pecu­lia­ri­da­des his­tó­ri­cas con­cre­tas de los movi­mien­tos nacio­na­les en Rusia, ni siquie­ra las plantea.

En eso es en lo que debe­mos detenernos.

3. LAS PECULIARIDADES CONCRETAS DEL PROBLEMA NACIONAL EN RUSIA Y LA TRANSFORMACION DEMOCRATICA BURGUESA DE ESTA

«…A pesar de lo elás­ti­co que es el prin­ci­pio del «dere­cho de las nacio­nes a la autu­de­ter­mi­na­ción», que es el más puro de los luga­res comu­nes, ya que, evi­den­te­men­te, se pue­de apli­car por igual no sólo a los pue­blos que habi­tan Rusia, sino tam­bién a las nacio­nes que viven en Ale­ma­nia y en Aus­tria, en Sui­za y en Sue­cia, en Amé­ri­ca y en Aus­tra­lia, no lo encon­tra­mos ni en un solo pro­gra­ma de los par­ti­dos socia­lis­tas con­tem­po­rá­neos…» (núm. 6 de Prze­glad, pág. 483).

Así escri­be Rosa Luxem­bur­go en el comien­zo de su cru­za­da con­tra el apar­ta­do 9 del pro­gra­ma mar­xis­ta. Atri­bu­yén­do­nos a noso­tros la inter­pre­ta­ción de que este apar­ta­do del pro­gra­ma es «el más puro de los luga­res comu­nes», Rosa Luxem­bur­go mis­ma incu­rre pre­ci­sa­men­te en este peca­do, al decla­rar con diver­ti­da osa­día que, «evi­den­te­men­te, este prin­ci­pio se pue­de apli­car por igual» a Rusia, Ale­ma­nia, etc.

Lo evi­den­te ‑con­tes­ta­re­mos noso­tros- es que Rosa Luxem­bur­go ha deci­di­do ofre­cer en su artícu­lo una colec­ción de erro­res lógi­cos que ser­vi­rían como ejer­ci­cios para los estu­dian­tes de bachi­lle­ra­to. Por­que la parra­fa­da de Rosa Luxem­bur­go es un com­ple­to absur­do y una mofa del plan­tea­mien­to his­tó­ri­co con­cre­to de la cuestión.

Si el pro­gra­ma mar­xis­ta no se inter­pre­ta de mane­ra pue­ril, sino mar­xis­ta, no cues­ta nin­gún tra­ba­jo per­ca­tar­se de que se refie­re a los movi­mien­tos nacio­na­les demo­crá­ti­cos bur­gue­ses. Sien­do así ‑y es así, sin duda alguna‑, se dedu­ce «evi­den­te­men­te que ese pro­gra­ma con­cier­ne «en gene­ral», como «lugar común», etc., a todos los casos de movi­mien­tos nacio­na­les demo­crá­ti­cos bur­gue­ses. No menos evi­den­te sería tam­bién para Rosa Luxem­bur­go, de haber­lo pen­sa­do lo más míni­mo, la con­clu­sión de que nues­tro pro­gra­ma se refie­re tan sólo a los casos en que exis­te tal movimiento.

Si Rosa Luxem­bur­go hubie­ra refle­xio­na­do sobre estas con­si­de­ra­cio­nes evi­den­tes, habría vis­to sin esfuer­zos par­ti­cu­la­res qué absur­do ha dicho. Al acu­sar­nos a noso­tros de haber pro­pues­to un «lugar común», adu­ce con­tra noso­tros el argu­men­to de que no se habla de auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes en el pro­gra­ma de los paí­ses don­de no hay movi­mien­tos nacio­na­les demo­crá­ti­cos bur­gue­ses. ¡Un argu­men­to muy inteligente!

La com­pa­ra­ción del desa­rro­llo polí­ti­co y eco­nó­mi­co de dis­tin­tos paí­ses, así como de sus pro­gra­mas mar­xis­tas, tie­ne inmen­sa impor­tan­cia des­de el pun­to de vis­ta del mar­xis­mo, pues son indu­da­bles tan­to la natu­ra­le­za común capi­ta­lis­ta de los Esta­dos con­tem­po­rá­neos como la ley gene­ral de su desa­rro­llo. Pero hay que saber hacer seme­jan­te com­pa­ra­ción. La con­di­ción ele­men­tal para ello es poner en cla­ro si son com­pa­ra­bles las épo­cas his­tó­ri­cas del desa­rro­llo de los paí­ses de que se tra­te. Por ejem­plo, sólo per­fec­tos igno­ran­tes (como el prín­ci­pe E. Tru­bets­kói en Rúss­ka­ya Mysl) pue­den «com­pa­rar» el pro­gra­ma agra­rio de los mar­xis­tas de Rusia con los de Euro­pa Occi­den­tal, pues nues­tro pro­gra­ma da una solu­ción al pro­ble­ma de la trans­for­ma­ción agra­ria demo­crá­ti­ca bur­gue­sa, de la cual ni siquie­ra se habla en los paí­ses de Occidente.

Lo mis­mo pue­de afir­mar­se del pro­ble­ma nacio­nal. En la mayo­ría de los paí­ses occi­den­ta­les hace ya mucho tiem­po que está resuel­to. Es ridícu­lo bus­car en los pro­gra­mas de Occi­den­te solu­ción a pro­ble­mas que no exis­ten. Rosa Luxem­bur­go ha per­di­do de vis­ta aquí pre­ci­sa­men­te lo que tie­ne más impor­tan­cia: la dife­ren­cia entre los paí­ses que hace tiem­po han ter­mi­na­do las trans­for­ma­cio­nes demo­crá­ti­cas bur­gue­sas y los paí­ses que no las han terminado.

Todo el quid está en esa dife­ren­cia. La des­es­ti­ma­ción com­ple­ta de esa dife­ren­cia es lo que con­vier­te el lar­guí­si­mo artícu­lo de Rosa Luxem­bur­go en un fárra­go de luga­res comu­nes vacíos que no dicen nada.

En la Euro­pa con­ti­nen­tal, de Occi­den­te, la épo­ca de las revo­lu­cio­nes demo­crá­ti­cas bur­gue­sas abar­ca un lap­so bas­tan­te deter­mi­na­do, apro­xi­ma­da­men­te de 1789 a 1871. Esta fue pre­ci­sa­men­te la épo­ca de los movi­mien­tos nacio­na­les y de la crea­ción de los Esta­dos nacio­na­les. Ter­mi­na­da esta épo­ca, Euro­pa Occi­den­tal había cris­ta­li­za­do en un sis­te­ma de Esta­dos bur­gue­ses que, ade­más, eran, como nor­ma, Esta­dos uni­dos en el aspec­to nacio­nal. Por eso, bus­car aho­ra el dere­cho de auto­de­ter­mi­na­ción en los pro­gra­mas de los socia­lis­tas de Euro­pa Occi­den­tal sig­ni­fi­ca no com­pren­der el abe­cé del marxismo.

En Euro­pa Orien­tal y en Asia, la épo­ca de las revo­lu­cio­nes demo­crá­ti­cas bur­gue­sas no comen­zó has­ta 1905. Las revo­lu­cio­nes de Rusia, Per­sia, Tur­quía y Chi­na, las gue­rras en los Bal­ca­nes: tal es la cade­na de los acon­te­ci­mien­tos mun­dia­les ocu­rri­dos en nues­tra épo­ca en nues­tro «Orien­te». Y en esta cade­na de acon­te­ci­mien­tos sólo un cie­go pue­de no ver el des­per­tar de toda una serie de movi­mien­tos nacio­na­les demo­crá­ti­cos bur­gue­ses, de ten­den­cias a crear Esta­dos inde­pen­dien­tes y uni­dos en le aspec­to nacio­nal. Pre­ci­sa y exclu­si­va­men­te por­que Rusia y los paí­ses veci­nos suyos atra­vie­san por esa épo­ca nece­si­ta­mos noso­tros en nues­tro pro­gra­ma un apar­ta­do sobre el dere­cho de las nacio­nes a la autodeterminación.

Pero vea­mos unos cuan­tos ren­glo­nes más del pasa­je antes cita­do del artícu­lo de Rosa Luxemburgo:

«…En par­ti­cu­lar ‑dice‑, el pro­gra­ma de un par­ti­do que actúa en un Esta­do de com­po­si­ción nacio­nal extra­or­di­na­ria­men­te hete­ro­gé­nea y para el que el pro­ble­ma nacio­nal desem­pe­ña un papel de pri­mer orden ‑el pro­gra­ma de la social­de­mo­cra­cia aus­tría­ca- no con­tie­ne el prin­ci­pio del dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción». (Lugar cit.).

De modo que se quie­re per­sua­dir al lec­tor «en par­ti­cu­lar» con el ejem­plo de Aus­tria. Vea­mos, des­de el pun­to de vis­ta his­tó­ri­co con­cre­to, si hay mucho de razo­na­ble en este ejemplo.

Pri­me­ro, hace­mos la pre­gun­ta fun­da­men­tal de si se ha lle­va­do a tér­mino la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca bur­gue­sa. En Aus­tria empe­zó en 1848 y ter­mi­nó en 1867. Des­de enton­ces hace casi medio siglo que rige allí una Cons­ti­tu­ción, en suma, bur­gue­sa, que per­mi­te actuar en la lega­li­dad a un par­ti­do obre­ro legal.

Por eso, en las con­di­cio­nes inte­rio­res del desa­rro­llo de Aus­tria (es decir, des­de el pun­to de vis­ta del desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo en Aus­tria, en gene­ral, y en sus diver­sas nacio­nes, en par­ti­cu­lar) no hay fac­to­res que den lugar a sal­tos, uno de cuyos efec­tos con­co­mi­tan­tes pue­de ser la for­ma­ción de Esta­dos nacio­na­les inde­pen­dien­tes. Al supo­ner con su com­pa­ra­ción que Rusia se encuen­tra, sobre este pun­to, en con­di­cio­nes aná­lo­gas, Rosa Luxem­bur­go no sólo admi­te una hipó­te­sis fal­sa por com­ple­to, anti­his­tó­ri­ca, sino que se des­li­za sin que­rer hacia el liquidacionismo.

Segun­do, tie­ne una impor­tan­cia de sin­gu­lar mag­ni­tud la pro­por­ción entre las nacio­nes, total­men­te dife­ren­te en Aus­tria y en Rusia res­pec­to al pro­ble­ma que nos ocu­pa. No sólo ha sido Aus­tria, duran­te lar­go tiem­po, un Esta­do en que pre­do­mi­na­ban los ale­ma­nes, sino que los ale­ma­nes de Aus­tria pre­ten­dían la hege­mo­nía en la nación ale­ma­na en gene­ral. Esta «pre­ten­sión», como qui­zá ten­ga a bien recor­dar Rosa Luxem­bur­go (que tan­ta aver­sión pare­ce sen­tir con­tra los luga­res comu­nes, los cli­sés, las abs­trac­cio­nes…), la des­hi­zo la gue­rra de 1866. La nación domi­nan­te en Aus­tria, la ale­ma­na, que­dó fue­ra de los con­fi­nes del Esta­do ale­mán inde­pen­dien­te, defi­ni­ti­va­men­te for­ma­do hacia 1871. De otro lado, el inten­to de los hún­ga­ros de crear un Esta­do nacio­nal inde­pen­dien­te había fra­ca­sa­do ya en 1849 bajo los gol­pes del ejér­ci­to feu­dal ruso.

Así pues, se ha crea­do una situa­ción pecu­liar en gra­do sumo: ¡los hún­ga­ros, y tras ellos los che­cos, no tien­den a sepa­rar­se de Aus­tria, sino a man­te­ner la inte­gri­dad de Aus­tria, pre­ci­sa­men­te en bene­fi­cio de la inde­pen­den­cia nacio­nal, que podría ser aplas­ta­da del todo por veci­nos más rapa­ces y más fuer­tes! En vir­tud de esa situa­ción pecu­liar, Aus­tria ha toma­do la estruc­tu­ra de Esta­do bicén­tri­co (dual) y aho­ra se está con­vir­tien­do en tri­cén­tri­co (tríplice:alemanes, hún­ga­ros y eslavos).

¿Suce­de en rusia algo pare­ci­do? ¿Aspi­ran en Rusia los «aló­ge­nos» a unir­se con los rusos bajo la ame­na­za de una opre­sión nacio­nal peor?

Bas­ta hacer esta pre­gun­ta para ver cuán absur­da, ruti­na­ria y pro­pia de igno­ran­tes resul­ta la com­pa­ra­ción entre Rusia y Aus­tria en cuan­to a la auto­de­ter­mi­na­ción de las naciones.

Las con­di­cio­nes pecu­lia­res de Rusia, en lo que toca a la cues­tión nacio­nal, son pre­ci­sa­men­te lo con­tra­rio de lo que hemos vis­to en Aus­tria. Rusia es un Esta­do con un cen­tro nacio­nal úni­co, ruso. Los rusos ocu­pan un gigan­tes­co terri­to­rio com­pac­to, y su núme­ro ascien­de apro­xi­ma­da­men­te a 70 millo­nes. La pecu­lia­ri­dad de este Esta­do nacio­nal resi­de, pri­me­ro, en que los «aló­ge­nos» (que en con­jun­to cons­ti­tu­yen la mayo­ría de la pobla­ción, el 57%) pue­blan pre­ci­sa­men­te la peri­fe­ria; segun­do, en el hecho de que la opre­sión de estos aló­ge­nos es mucho más fuer­te que en los paí­ses veci­nos (inclu­so no tan sólo en los euro­peos); ter­ce­ro, en que hay toda una serie de casos en que los pue­blos opri­mi­dos que viven en la peri­fe­ria tie­nen com­pa­trio­tas al otro lado de la fron­te­ra, y estos últi­mos gozan de mayor inde­pen­den­cia nacio­nal (bas­ta recor­dar, aun­que sólo sea en las fron­te­ras occi­den­tal y meri­dio­nal del Esta­do, a fin­lan­de­ses, sue­cos, pola­cos, ucra­nios y ruma­nos); cuar­to, en que el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo y el nivel gene­ral de cul­tu­ra son con fre­cuen­cia más altos en la peri­fe­ria aló­ge­na que en el cen­tro del Esta­do. Por últi­mo, pre­ci­sa­men­te en los Esta­dos asiá­ti­cos veci­nos pre­sen­cia­mos el comien­zo de un perío­do de revo­lu­cio­nes bur­gue­sas y de movi­mien­tos nacio­na­les que com­pren­den en par­te a los pue­blos afi­nes den­tro de las fron­te­ras de Rusia.

Así pues, son pre­ci­sa­men­te las pecu­lia­ri­da­des his­tó­ri­cas con­cre­tas del pro­ble­ma nacio­nal en Rusia las que hacen entre noso­tros urgen­te en espe­cial el reco­no­ci­mien­to del dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción en la épo­ca que atravesamos.

Por lo demás, inclu­so vis­ta en el sen­ti­do del hecho escue­to, es erró­nea la afir­ma­ción de Rosa Luxem­bur­go de que en el pro­gra­ma de los social­de­mó­cra­tas aus­tría­cos no figu­ra el reco­no­ci­mien­to del dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción. Bas­ta abrir las actas del Con­gre­so de Brünn, en el que se apro­bó el pro­gra­ma nacio­nal, para ver allí las decla­ra­cio­nes del social­de­mó­cra­ta ruteno Gan­ké­vich, en nom­bre de toda la dele­ga­ción ucra­nia (rute­na) (pág. 85 de las actas), y del social­de­mó­cra­ta pola­co Reger, en nom­bre de toda la dele­ga­ción pola­ca (pág. 108), dicien­do que los social­de­mó­cra­tas aus­tría­cos de las dos nacio­nes indi­ca­das incluían entre sus aspi­ra­cio­nes la de la uni­fi­ca­ción nacio­nal, de la liber­tad e inde­pen­den­cia de sus pue­blos. Por con­si­guien­te, la social­de­mo­cra­cia aus­tría­ca, sin pro­pug­nar direc­ta­men­te en su pro­gra­ma el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción, tran­si­ge ple­na­men­te, al mis­mo tiem­po, con que cier­tos sec­to­res del par­ti­do pre­sen­ten rei­vin­di­ca­cio­nes de inde­pen­den­cia nacio­nal. ¡De hecho, esto jus­ta­men­te sig­ni­fi­ca, como es natu­ral, reco­no­cer el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción! De modo que la ape­la­ción de Rosa Luxem­bur­go a Aus­tria habla en todos los sen­ti­dos con­tra ella.

4. EL «PRACTICISMO» EN EL PROBLEMA NACIONAL

Los opor­tu­nis­tas han hecho suyo con celo sin­gu­lar el argu­men­to de Rosa Luxem­bur­go de que el apar­ta­do 9 de nues­tro pro­gra­ma no con­tie­ne nada «prác­ti­co». Rosa Luxem­bur­go está tan entu­sias­ma­da con este argu­men­to que encon­tra­mos en algu­nas oca­sio­nes ocho veces repe­ti­da esa «con­sig­na» en una mis­ma pági­na de su artículo.

El apar­ta­do 9 «no da ‑dice ella- nin­gu­na indi­ca­ción prác­ti­ca para la polí­ti­ca coti­dia­na del pro­le­ta­ria­do, nin­gu­na solu­ción prác­ti­ca de los pro­ble­mas nacionales».

Ana­li­ce­mos este argu­men­to, que tam­bién se for­mu­la de mane­ra que el apar­ta­do 9 o no expre­sa abso­lu­ta­men­te nada u obli­ga a apo­yar todas las aspi­ra­cio­nes nacionales.

¿Qué sig­ni­fi­ca la rei­vin­di­ca­ción de «prac­ti­cis­mo» en el pro­ble­ma nacional?

O un apo­yo a todas las aspi­ra­cio­nes nacio­na­les, o el «sí o no» a la dis­yun­ti­va de sepa­ra­ción de cada nación o, en gene­ral, la «posi­bi­li­dad de satis­fac­ción» inme­dia­ta de las rei­vin­di­ca­cio­nes nacionales.

Exa­mi­ne­mos estas tres inter­pre­ta­cio­nes posi­bles de las rei­vin­di­ca­ción de «prac­ti­cis­mo».

La bur­gue­sía, que actúa, como es natu­ral, en los comien­zos de todo movi­mien­to nacio­nal como fuer­za hege­mó­ni­ca (diri­gen­te) del mis­mo, lla­ma labor prác­ti­ca al apo­yo a todas las aspi­ra­cio­nes nacio­na­les. Pero la polí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do en el pro­ble­ma nacio­nal (como en los demás pro­ble­mas) sólo apo­ya a la bur­gue­sía en una direc­ción deter­mi­na­da, pero nun­ca coin­ci­de con su polí­ti­ca. La cla­se obre­ra sólo apo­ya a la bur­gue­sía en aras de las paz nacio­nal (que la bur­gue­sía no pue­de dar ple­na­men­te y es via­ble sólo si hay una com­ple­ta demo­cra­ti­za­ción), en bene­fi­cio de la igual­dad de dere­chos, en bene­fi­cio de la situa­ción más favo­ra­ble posi­ble para la lucha de cla­ses. Por eso, pre­ci­sa­men­te con­tra el prac­ti­cis­mo de la bur­gue­sía, los pro­le­ta­rios pro­pug­nan una polí­ti­ca de prin­ci­pios en el pro­ble­ma nacio­nal, pres­tan­do a la bur­gue­sía siem­pre un apo­yo sólo con­di­cio­nal. En el pro­ble­ma nacio­nal, toda bur­gue­sía desea o pri­vi­le­gios para su nación o ven­ta­jas exclu­si­vas para ésta; pre­ci­sa­men­te eso es lo que se lla­ma «prác­ti­co». El pro­le­ta­ria­do está en con­tra de toda cla­se de pri­vi­le­gios, en con­tra de toso exclu­si­vis­mo. Exi­gir­le «prac­ti­cis­mo» sig­ni­fi­ca ir a remol­que de la bur­gue­sía, caer en el oportunismo.

¿Con­tes­tar «sí o no» en lo que se refie­re a la sepa­ra­ción de cada nación? Pare­ce una rei­vin­di­ca­ción suma­men­te «prác­ti­ca». Pero, en reali­dad, es absur­da, meta­fí­si­ca en teo­ría y con­du­cen­te a subor­di­nar el pro­le­ta­ria­do a la polí­ti­ca de la bur­gue­sía en la prác­ti­ca. La bur­gue­sía plan­tea siem­pre en pri­mer plano sus rei­vin­di­ca­cio­nes nacio­na­les. Y las plan­tea de un modo incon­di­cio­nal. El pro­le­ta­ria­do las subor­di­na a los intere­ses de la lucha de cla­ses. Teó­ri­ca­men­te no pue­de garan­ti­zar­se de ante­mano que la sepa­ra­ción de una nación deter­mi­na­da o su igual­dad de dere­chos con otra nación pon­ga tér­mino a la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca bur­gue­sa. Al pro­le­ta­ria­do le impor­ta, en ambos casos, garan­ti­zar el desa­rro­llo de su cla­se; a la bur­gue­sía le impor­ta difi­cul­tar este desa­rro­llo, supe­di­tan­do las tareas de dicho desa­rro­llo a las tareas de «su» nación. Por eso el pro­le­ta­ria­do se limi­ta a la rei­vin­di­ca­ción nega­ti­va, por así decir, de reco­no­cer el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción, sin garan­ti­zar nada a nin­gu­na nación ni com­pro­me­ter­se a dar nada a expen­sas de otra nación.

Eso no será «prác­ti­co», pero es de hecho lo que garan­ti­za con mayor segu­ri­dad la más demo­crá­ti­ca de las solu­cio­nes posi­bles; el pro­le­ta­ria­do nece­si­ta tan sólo estas garan­tías, mien­tras que la bur­gue­sía de cada nación nece­si­ta garan­tías de sus ven­ta­jas, sin tener en cuen­ta la situa­ción (las posi­bles des­ven­ta­jas) de otras naciones.

Lo que más intere­sa a la bur­gue­sía es la «posi­bi­li­dad de satis­fac­ción» de la rei­vin­di­ca­ción dada; de aquí la eter­na polí­ti­ca de tran­sac­cio­nes con la bur­gue­sía de otras nacio­nes en detri­men­to del pro­le­ta­ria­do. En cam­bio, al pro­le­ta­ria­do le impor­ta for­ta­le­cer su cla­se con­tra la bur­gue­sía, edu­car a las masas en el espí­ri­tu de la demo­cra­cia con­se­cuen­te y del socialismo.

Eso no será «prác­ti­co» para los opor­tu­nis­tas, pero es la úni­ca garan­tía real, la garan­tía de la máxi­ma igual­dad y paz nacio­na­les, a des­pe­cho tan­to de los feu­da­les como de la bur­gue­sía nacionalista.

Toda la misión de los pro­le­ta­rios en la cues­tión nacio­nal «no es prác­ti­ca», des­de el pun­to de vis­ta de la bur­gue­sía nacio­na­lis­ta de cada nación, pues los pro­le­ta­rios, enemi­gos de todo nacio­na­lis­mo, exi­gen la igual­dad «abs­trac­ta», la ausen­cia del míni­mo pri­vi­le­gio en prin­ci­pio. Al no com­pren­der­lo y ensal­zar de un modo poco razo­na­ble el prac­ti­cis­mo, Rosa Luxem­bur­go ha abier­to las puer­tas de par en par pre­ci­sa­men­te a los opor­tu­nis­tas, en par­ti­cu­lar a las con­ce­sio­nes del opor­tu­nis­mo al nacio­na­lis­mo ruso.

¿Por qué al ruso? Por­que los rusos son en Rusia la nación opre­so­ra, y en el aspec­to nacio­nal, natu­ral­men­te, el opor­tu­nis­mo ten­drá una expre­sión entre las nacio­nes opri­mi­das y otra, dis­tin­ta, entre las opresoras.

En aras del «prac­ti­cis­mo» de sus rei­vin­di­ca­cio­nes, la bur­gue­sía de las nacio­nes opri­mi­das lla­ma­rá al pro­le­ta­ria­do a apo­yar incon­di­cio­nal­men­te sus aspi­ra­cio­nes. ¡Lo más prác­ti­co es decir un «sí» cate­gó­ri­co a la sepa­ra­ción de tal o cual nación, y no al dere­cho de todas las nacio­nes, cua­les­quie­ra que sean, a la separación!

El pro­le­ta­ria­do se opo­ne a seme­jan­te prac­ti­cis­mo: al reco­no­cer la igual­dad de dere­chos y el dere­cho igual a for­mar un Esta­do nacio­nal, apre­cia y colo­ca por enci­ma de todo la unión de los pro­le­ta­rios de todas las nacio­nes, eva­lúa toda rei­vin­di­ca­ción nacio­nal y toda sepa­ra­ción nacio­nal con la mira pues­ta en la lucha de cla­se de los obre­ros. La con­sig­na de prac­ti­cis­mo no es, en reali­dad, sino la de adop­tar sin crí­ti­ca las aspi­ra­cio­nes burguesas.

Se nos dice: apo­yan­do el dere­cho a la sepa­ra­ción, apo­yáis el nacio­na­lis­mo bur­gués de las nacio­nes opri­mi­das. ¡Esto es lo que dice Rosa Luxem­bur­go y lo que tras ella repi­te el opor­tu­nis­ta Sem­kovs­ki, úni­co repre­sen­tan­te, por cier­to, de las ideas de los liqui­da­do­res sobre este pro­ble­ma en el perió­di­co de los liquidadores!

Noso­tros con­tes­ta­mos: no, pre­ci­sa­men­te a la bur­gue­sía es a quien le impor­ta aquí una solu­ción «prác­ti­ca», mien­tras que a los obre­ros les impor­ta la sepa­ra­ción en prin­ci­pio de dos ten­den­cias. Por cuan­to la bur­gue­sía de una nación opri­mi­da lucha con­tra la opre­so­ra, noso­tros esta­mos siem­pre, en todos los casos y con más deci­sión que nadie, a favor, ya que somos los enemi­gos más intré­pi­dos y con­se­cuen­tes de la opre­sión. Por cuan­to la bur­gue­sía de la nación opri­mi­da está a favor de su nacio­na­lis­mo bur­gués, noso­tros esta­mos en con­tra. Lucha con­tra los pri­vi­lie­gios y vio­len­cias de la nación opre­so­ra y nin­gu­na tole­ran­cia con el afán de pri­vi­le­gios de la nación oprimida.

Si no lan­za­mos ni pro­pug­na­mos en la agi­ta­ción la con­sig­na del dere­cho a la sepa­ra­ción, favo­re­ce­mos no sólo a la bur­gue­sía, sino a los feu­da­les y el abso­lu­tis­mo de la nación opre­so­ra. Hace tiem­po que Kautsky empleó este argu­men­to con­tra Rosa Luxem­bur­go, y el argu­men­to es irre­fu­ta­ble. En su temor de «ayu­dar» a la bur­gue­sía nacio­na­lis­ta de Polo­nia, Rosa Luxem­bur­go nie­ga el dere­cho a la sepa­ra­ción en el pro­gra­ma de los mar­xis­tas de Rusia, y a quien ayu­da, en reali­dad, es a los rusos ultra­rreac­cio­na­rios. Ayu­da, en reali­dad, al con­for­mis­mo opor­tu­nis­ta con los pri­vi­le­gios (y con cosas peo­res que los pri­vi­le­gios) de los rusos.

Lle­va­da de la lucha con­tra el nacio­na­lis­mo en Polo­nia, Rosa Luxem­bur­go ha olvi­da­do el nacio­na­lis­mo de los rusos, aun­que pre­ci­sa­men­te este nacio­na­lis­mo es aho­ra el más temi­ble; es pre­ci­sa­men­te un nacio­na­lis­mo menos bur­gués, pero más feu­dal; es pre­ci­sa­men­te el mayor freno para la demo­cra­cia y la lucha pro­le­ta­ria. En todo nacio­na­lis­mo bur­gués de una nación opri­mi­da hay un con­te­ni­do demo­crá­ti­co gene­ral con­tra la opre­sión, y a este con­te­ni­do le pres­ta­mos un apo­yo incon­di­cio­nal, apar­tan­do rigu­ro­sa­men­te la ten­den­cia al exclu­si­vis­mo nacio­nal, luchan­do con­tra la ten­den­cia del bur­gués pola­co a opri­mir al hebreo, etc., etc.

Esto «no es prác­ti­co», des­de el pun­to de vis­ta del bur­gués y del filis­teo. Pero es la úni­ca polí­ti­ca prác­ti­ca y adic­ta a los prin­ci­pios en el pro­ble­ma nacio­nal, la úni­ca que ayu­da de ver­dad a la demo­cra­cia, al liber­tad y a la unión proletaria.

Reco­no­cer el dere­cho a la sepa­ra­ción para todos; apre­ciar cada cues­tión con­cre­ta sobre la sepa­ra­ción des­de un pun­to de vis­ta que eli­mi­ne toda des­igual­dad de dere­chos, todo pri­vi­le­gio, todo exclusivismo.

Tome­mos la posi­ción de la nación opre­so­ra. ¿Pue­de aca­so ser libre un pue­blo que opri­me a otros pue­blos? No. Los intere­ses de la liber­tad de la pobla­ción[1] rusa exi­gen que se luche con­tra tal opre­sión. La lar­ga his­to­ria, la secu­lar his­to­ria de repre­sión de los movi­mien­tos de las nacio­nes opri­mi­das, la pro­pa­gan­da sis­te­má­ti­ca de esta repre­sión por par­te de las «altas» cla­ses han crea­do enor­mes obs­tácu­los a la cau­sa de la liber­tad del mis­mo pue­blo ruso en sus pre­jui­cios, etc.

Los ultra­rreac­cio­na­rios rusos apo­yan cons­cien­te­men­te estos pre­jui­cios y los ati­zan. La bur­gue­sía rusa tran­si­ge con ellos o se amol­da a ellos. El pro­le­ta­ria­do ruso no pue­de alcan­zar sus fines, no pue­de des­bro­zar para sí el camino hacia la liber­tad sin luchar sis­te­má­ti­ca­men­te con­tra estos prejuicios.

For­mar un Esta­do nacio­nal autó­no­mo e inde­pen­dien­te sigue sien­do por aho­ra, en Rusia, tan sólo pri­vi­le­gio de la nación rusa. Noso­tros, los pro­le­ta­rios rusos, no defen­de­mos pri­vi­le­gios de nin­gún géne­ro y tam­po­co defen­de­mos este pri­vi­le­gio. Lucha­mos sobre el terreno de un Esta­do deter­mi­na­do, uni­fi­ca­mos a los obre­ros de todas las nacio­nes de este Esta­do, no pode­mos garan­ti­zar tal o cual vía de desa­rro­llo nacio­nal, vamos a nues­tro obje­ti­vo de cla­se por todas las vías posibles.

Pero no se pue­de ir hacia este obje­ti­vo sin luchar con­tra todos los nacio­na­lis­mos y sin pro­pug­nar la igual­dad de todas las nacio­nes. Así, por ejem­plo, depen­de de mil fac­to­res, des­co­no­ci­dos de ante­mano, si a Ucra­nia le cabrá en suer­te for­mar un Esta­do inde­pen­dien­te. Y, como no que­re­mos hacer «con­je­tu­ras» vanas, esta­mos fir­me­men­te por lo que es indu­da­ble: el dere­cho de Ucra­nia a seme­jan­te Esta­do. Res­pe­ta­mos este dere­cho, no apo­ya­mos los pri­vi­le­gios del ruso sobre los ucra­nios, edu­ca­mos a las masas en el espí­ri­tu del reco­no­ci­mien­to de este dere­cho, en el espí­ri­tu de la nega­ción de los pri­vi­le­gios esta­ta­les de cual­quier nación.

En los sal­tos por los que han atra­ve­sa­do todos los paí­ses en la épo­ca de las revo­lu­cio­nes bur­gue­sas son posi­bles y pro­ba­bles los cho­ques y la lucha por el dere­cho a un Esta­do nacio­nal. Noso­tros, pro­le­ta­rios, nos decla­ra­mos de ante­mano adver­sa­rios de los pri­vi­le­gios de los rusos, y en esta direc­ción desa­rro­lla­mos toda nues­tra pro­pa­gan­da y nues­tra agitación.

En el afán de «prac­ti­cis­mo», Rosa Luxem­bur­go ha per­di­do de vis­ta la tarea prác­ti­ca prin­ci­pal, tan­to del pro­le­ta­ria­do ruso como del pro­le­ta­ria­do de toda otra nación: la tarea de la agi­ta­ción y pro­pa­gan­da coti­dia­nas con­tra toda cla­se de pri­vi­le­gios nacio­na­les de tipo esta­tal, por el dere­cho, dere­cho igual de todas las nacio­nes, a tener su Esta­do nacio­nal; esta tarea es (aho­ra) nues­tra prin­ci­pal tarea en el pro­ble­ma nacio­nal, por­que sólo así defen­de­mos los intere­ses de la demo­cra­cia y de la unión, basa­da en la igual­dad de dere­chos de todos los pro­le­ta­rios de todas las naciones.

Poco impor­ta que esta pro­pa­gan­da «no sea prác­ti­ca» tan­to des­de el pun­to de vis­ta de los opre­so­res rusos como des­de el pun­to de vis­ta de la bur­gue­sía de las nacio­nes opri­mi­das (unos y otros exi­gen un sí o no deter­mi­na­do, acu­san­do a los social­de­mó­cra­tas de «vague­dad»); en la prác­ti­ca, pre­ci­sa­men­te esta pro­pa­gan­da, y sólo ella, ase­gu­ra una edi­ca­ción de las masas ver­da­de­ra­men­te demo­crá­ti­ca y ver­da­de­ra­men­te socia­lis­ta. Sólo una pro­pa­gan­da tal garan­ti­za tam­bién las mayo­res pro­ba­bi­li­da­des de paz nacio­nal en Rusia, si sigue sien­do un Esta­do de com­po­si­ción nacio­nal hete­ro­gé­nea, y la divi­sión más pací­fi­ca (e inno­cua para la lucha de cla­se pro­le­ta­ria) en diver­sos Esta­dos nacio­na­les, si se plan­tea el pro­ble­ma de seme­jan­te división.

Para expli­car de un modo más con­cre­to esta polí­ti­ca, la úni­ca pro­le­ta­ria en el pro­ble­ma nacio­nal, ana­li­ce­mos la acti­tud del libe­ra­lis­mo ruso ante la «auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes» y el ejem­plo de la sepa­ra­ción de Norue­ga de Suecia.

5. LA BURGUESIA LIBERAL Y LOS OPORTUNISTAS SOCIALISTAS EN EL PROBLEMA NACIONAL

Hemos vis­to que Rosa Luxem­bur­go tie­ne por uno de sus prin­ci­pa­les «triun­fos», en la lucha con­tra el pro­gra­ma de los mar­xis­tas de Rusia, el argu­men­to siguen­te: reco­no­cer el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción equi­va­le a apo­yar el nacio­na­lis­mo bur­gués de las nacio­nes opri­mi­das. Por otra par­te, dice Rosa Luxem­bur­go, si por tal dere­cho se entien­de úni­ca­men­te la lucha con­tra cual­quier vio­len­cia en lo que se refie­re a las nacio­nes, no hace fal­ta un pun­to espe­cial en el pro­gra­ma, por­que la social­de­mo­cra­cia en gene­ral se opo­ne a toda viio­len­cia nacio­nal y a toda des­igual­dad de dere­chos nacionales.

El pri­mer argu­men­to, según demos­tró de un modo irre­fu­ta­ble Kautsky hace ya casi vein­te años, hace pagar la cul­pa del nacio­na­lis­mo a jus­tos por peca­do­res por­que ¡resul­ta que, temien­do el nacio­na­lis­mo de la bur­gue­sía de las nacio­nes opri­mi­das, Rosa Luxem­bur­go favo­re­ce, en reali­dad, el nacio­na­lis­mo ultra­rreac­cio­na­rio de los rusos! El segun­do argu­men­to es, en el fon­do, un teme­ro­so esqui­var el pro­ble­ma: reco­no­cer la igual­dad nacio­nal, ¿supo­ne o no reco­no­cer el dere­cho a la sepa­ra­ción? Si lo supo­ne, Rosa Luxem­bur­go admi­te que es jus­to por prin­ci­pio el apar­ta­do 9 de nues­tro pro­gra­ma. Si no lo supo­ne, no reco­no­ce la igual­dad nacio­nal. ¡Nada pue­de hacer­se en este caso con sub­ter­fu­gios y evasivas!

Pero la mejor mane­ra de com­pro­bar los argu­men­tos arri­ba indi­ca­dos, así como todos los argu­men­tos de esta índo­le, con­sis­te en estu­diar la acti­tud de las dife­ren­tes cla­ses de la socie­dad ante el pro­ble­ma. Para un mar­xis­ta, seme­jan­te com­pro­ba­ción es obli­ga­to­ria. Hay que par­tir de lo obje­ti­vo, hay que tomar las rela­cio­nes recí­pro­cas de las diver­sas cla­ses en el pun­to de que se tra­ta. Al no hacer­lo, Rosa Luxem­bur­go incu­rre pre­ci­sa­men­te en el peca­do de lo meta­fí­si­co, de lo abs­trac­to, del lugar común, de las gene­ra­li­da­des, etc., del que en vano tra­ta de acu­sar a sus adversarios.

Se tra­ta del pro­gra­ma de los mar­xis­tas de Rusia, es decir, de los mar­xis­tas de todas las nacio­nes de Rusia. ¿No con­ven­dría echar una oje­da a la posi­ción de las cla­ses domi­nan­tes de Rusia?

Es cono­ci­da de todos la posi­ción de la «buro­cra­cia» (per­dó­ne­se­nos este tér­mino inexac­to) y de los terra­te­nien­tes feu­da­les del tipo de la noble­za uni­fi­ca­da. Nega­ción abso­lu­ta tan­to de la igual­dad de dere­chos de las nacio­nes como del dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción. La vie­ja con­sig­na, toma­da de los tiem­pos del régi­men de ser­vi­dum­bre: auto­cra­cia, reli­gión orto­do­xa, nación, con la part­cu­la­ri­dad de que por esta últi­ma tan sólo se entien­de la nación rusa. Inclu­so los ucra­nios son decla­ra­dos «aló­ge­nos», inclu­so su len­gua mater­na es perseguida.

Vea­mos a la bur­gue­sía de Rusia, «lla­ma­da» a tomar par­te ‑una par­te muy modes­ta, es ver­dad, pero, al fin y al cabo, par­te- en el poder, en el sis­te­ma legis­la­ti­vo y admi­nis­tra­ti­vo «del 3 de junio». No se nece­si­tan muchas pala­bras para demos­trar que en este pro­ble­ma los octu­bris­tas siguen, en reali­dad, a las dere­chas. Es de lamen­tar que algu­nos mar­xis­tas con­ce­dan mucha menos aten­ción a la posi­ción de la bur­gue­sía libe­ral rusa, de los pro­gre­sis­tas y demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas. Y, sin embar­go, quien no estu­die esta posi­ción y no refle­xio­ne sobre ella incu­rri­rá inevi­ta­ble­men­te en el peca­do de lo abs­trac­to y de lo vacío al ana­li­zar el dere­cho de las nacio­nes a la autodeterminación.

El año pasa­do, la polé­mi­ca entre Prav­da y Riech obli­gó a este órgano prin­ci­pal del Par­ti­do Demó­cra­ta Cons­ti­tu­cio­na­lis­ta, tan hábil en la eva­si­va diplo­má­ti­ca ante la con­tes­ta­ción fran­ca a pre­gun­tas «des­agra­da­bles», a hacer, sin embar­go, algu­nas con­fe­sio­nes valio­sas. Se armó el baru­llo en torno al Con­gre­so estu­dian­til de toda Ucra­nia, cele­bra­do en Lvov en el verano de 1913. El jura­do «peri­to en cues­tio­nes de Ucra­nia» o cola­bo­ra­dor ucra­nio de Riech, señor Mogui­lians­ki, publi­có un artícu­lo en el que cubría de las más selec­tas inju­rias («deli­rio», «aven­tu­re­ris­mo», etc.) la idea de la sepa­ra­ción de Ucra­nia, idea pro­pug­na­da por el social­na­cio­na­lis­ta Don­tsov y apro­ba­da por el men­cio­na­do congreso.

El perió­di­co Rabó­cha­ya Prav­da, sin soli­da­ri­zar­se para nada con el señor Don­tsov e indi­can­do cla­ra­men­te que este señor era un social­na­cio­na­lis­ta y que muchos mar­xis­tas ucra­nios dis­cre­pa­ban de él, decla­ró, sin embar­go, que el tono de Riech, o mejor dicho: el plan­tea­mien­to en prin­ci­pio de la cues­tión por Riech es abso­lu­ta­men­te inde­co­ro­so, inad­mi­si­ble en un demó­cra­ta ruso o en una per­so­na que quie­re pasar por demó­cra­ta. Que Riech refu­te direc­ta­men­te a los seño­res Don­tsov, pero, en prin­ci­pio, es inad­mi­si­ble que el órgano ruso de una pre­ten­di­da demo­cra­cia olvi­de la liber­tad de sepa­ra­ción, el dere­cho a la separación.

Unos meses más tar­de publi­có el señor Mogui­lians­ki en el núme­ro 331 de Riech unas «expli­ca­cio­nes», ente­ra­do, por el perió­di­co ucra­nio Shlia­ji, de Lvov, de las obje­cio­nes del señor Don­tsov, quien, por cier­to, obser­vó que «sólo la pren­sa social­de­mó­cra­ta rusa había man­cha­do (¿estig­ma­ti­za­do?) en for­ma debi­da la dia­tri­ba patrio­te­ra de Riech». Las «expli­ca­cio­nes» del señor Mogu­lians­ki con­sis­tie­ron en repe­tir por tres veces: «la crí­ti­ca de las rece­tas del señor Don­tsov» «no tie­ne nada de común con la nega­ción del dere­cho de las nacio­nes a la autodeterminación».

«Hay que decir ‑escri­bía el señor Mogui­lians­ki- que tam­po­co «el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción» es una espe­cie de feti­che (¡¡escu­chen!!) que no admi­te nin­gu­na crí­ti­ca: con­di­cio­nes de vida mal­sa­nas en una nación pue­den engen­drar ten­den­cias mal­sa­nas en la auto­de­ter­mi­na­ción nacio­nal, y poner al des­cu­bier­to estas últi­mas no sig­ni­fi­ca aún negar el dere­cho de las nacio­nes a la autodeterminación».

Como ven, las fra­ses de un libe­ral sobre lo del «feti­che» esta­ban ple­na­men­te a tono con las fra­ses de Rosa Luxem­bur­go. Era evi­den­te que el señor Mogui­lins­ki desea­ba rehuir el dar una res­pues­ta direc­ta a la pre­gun­ta: ¿reco­no­ce o no el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca, es decir, a la separación?

Y Pro­le­társ­ka­ya Prav­da (núm. 4 del 11 de diciem­bre de 1913) hizo a boca de jarro esta pre­gun­ta tan­to al señor Mogui­lians­ki como al Par­ti­do Demó­cra­ta Constitucionalista.

El perió­di­co Riech publi­có enton­ces (núm. 340) una decla­ra­ción sin fir­ma, es decir, una decla­ra­ción ofi­cial de la redac­ción, que daba una res­pues­ta a esa pre­gun­ta. Esta con­tes­ta­ción se resu­me en tres puntos:

1) En el apar­ta­do 11 del pro­gra­ma del Par­ti­do Demó­cra­ta Cons­ti­tu­cio­na­lis­ta se habla en for­ma direc­ta, cla­ra y pre­ci­sa del «dere­cho» de las nacio­nes a una «libre aute­de­ter­mi­na­ción cultural».

2) Pro­le­társ­ka­ya Prav­da, según la afir­ma­ción de Riech, «con­fun­de irre­pa­ra­ble­men­te» la auto­de­ter­mi­na­ción con el sepa­ra­tis­mo, con la sepa­ra­ción de esta o la otra nación.

3) «En efec­to, los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas no han pen­sa­do nun­ca en defen­der el dere­cho de «sepa­ra­ción de las nacio­nes» del Esta­do ruso» (véa­se el artícu­lo: El nacio­nal libe­ra­lis­mo y el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción, en Pro­le­társ­ka­ya Prav­da, núm. 12, del 20 de diciem­bre de 1913).

Fijé­mo­nos ante todo en el segun­do pun­to de la decla­ra­ción de Riech. ¡Cuán cla­ra­men­te demues­tra a los seño­res Sem­kovs­ki, Lib­man, Yur­ké­vich y demás opor­tu­nis­tas que sus gri­tos y habla­du­rías sobre una pre­ten­di­da «fal­ta de cla­ri­dad» o «vague­dad» en cuan­to a la «auto­de­ter­mi­na­ción» no son en la prác­ti­ca, es decir, en la corre­la­ción obje­ti­va de las cla­ses y de la lucha de las cla­ses en Rusia, sino una sim­ple repe­ti­ción de los dis­cur­sos de la bur­gue­sía monár­qui­ca liberal!

Cuan­do Pro­le­társ­ka­ya Prav­da hizo a los ins­trui­dos seño­res «demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas» de Riech tres pre­gun­tas: 1) Si nega­ban que en toda la his­to­ria de la demo­cra­cia inter­na­cio­nal, y espe­cial­men­te a par­tir de la segun­da mitad del siglo XIX, se entien­de por auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes pre­ci­sa­men­te la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca, el dere­cho a cons­ti­tuir un Esta­do nacio­nal inde­pen­dien­te; 2) si nega­ban que el mis­mo sen­ti­do tenía la cono­ci­da deci­sión del con­gre­so socia­lis­ta inter­na­cio­nal cele­bra­do en Lon­dres en 1896, y 3) que Ple­já­nov, el cual escri­bía ya en 1902 sobre la auto­de­ter­mi­na­ción, enten­día por tal pre­ci­sa­men­te la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca; cuan­do Pro­le­társ­ka­ya Prav­da hizo estas tres pre­gun­tas, ¡¡los seño­res demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas guar­da­ron silencio!!

No con­tes­ta­ron ni una pala­bra, por­que nada tenían que con­tes­tar. Tuvie­ron que reco­no­cer en silen­cio que Pro­le­társ­ka­ya Prav­da tenía sin duda razón.

Los gri­tos de los libe­ra­les a pro­pó­si­to de la fal­ta de cla­ri­dad del con­cep­to de «auto­de­ter­mi­na­ción», de su «irre­pa­ra­ble con­fu­sión» con el sepa­ra­tis­mo entre los social­de­mó­cra­tas no son sino una ten­den­cia a embro­llar la cues­tión, rehuir el reco­no­ci­mien­to de un prin­ci­pio gene­ral de la demo­cra­cia. Si los seño­res Sem­kovs­ki, LIb­man y Yur­ké­vich no fue­ran tan igno­ran­tes, les hubie­ra dado ver­güen­za hablar ante los obre­ros en tono liberal.

Pero siga­mos. Pro­le­társ­ka­ya Prav­da obli­gó a Riech a reco­no­cer que las pala­bras sobre la auto­de­ter­mi­na­ción «cul­tu­ral» tie­nen en el pro­gra­ma demó­cra­ta cons­ti­tu­cio­na­lis­ta pre­ci­sa­men­te el sen­ti­do de una nega­ción de la auto­de­ter­mi­na­ción política.

«En efec­to, los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas no han pen­sa­do nun­ca en defen­der el dere­cho de «sepa­ra­ción de las nacio­nes» del Esta­do ruso»: éstas son las pala­bras de Riech que no en vano reco­men­dó Pro­le­társ­ka­ya Prav­da a Nóvoie Vre­mia y Zéms­chi­na como mues­tra de la «leal­tad» de nues­tros demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas. Sin dejar, natu­ral­men­te, de apro­ve­char la oca­sión para men­cio­nar a los «semi­tas» y decir toda cla­se de mor­da­ci­da­des a los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas, Nóvoie Vre­mia decla­ra­ba, sin embar­go, en su núme­ro 13563:

«Lo que cons­ti­tu­ye para los social­de­mó­cra­tas un axio­ma de sabi­du­ría polí­ti­ca» (es decir, el reco­no­ci­mien­to del dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción, a la sepa­ra­ción), «empie­za en nues­tros días a pro­vo­car diver­gen­cias inclu­so entre los demó­cra­tas constitucionalistas».

Los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas adop­ta­ron una posi­ción de prin­ci­pios abso­lu­ta­men­te idén­ti­ca a la de Nóvoie Vre­mia, decla­ran­do que «no habían pen­sa­do nun­ca en defen­der el dere­cho de sepa­ra­ción de las nacio­nes del Esta­do ruso». En esto con­sis­te una de las bases del nacio­nal-libe­ra­lis­mo de los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas, de su afi­ni­dad con los Purish­ké­vich, de su depen­den­cia de estos últi­mos en el terreno polí­ti­co-ideó­lo­gi­co y polí­ti­co-prác­ti­co. «Los seño­res demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas han estu­dia­do his­to­ria ‑decía Pro­le­társ­ka­ya Pravda‑, y saben muy bien a qué actos «pogro­moi­des», expre­sán­do­nos con sua­vi­dad, ha lle­va­do muchas veces en la prác­ti­ca la apli­ca­ción del tra­di­cio­nal dere­cho de los Purish­ké­vich a «aga­rrar y no dejar esca­par». Sabien­do per­fec­ta­men­te que la omni­po­ten­cia de los Purish­ké­vich tie­ne ori­gen y carác­ter feu­dal, los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas se colo­can, sin embar­go, por ente­ro en el terreno de las rela­cio­nes y fron­te­ras esta­ble­ci­das pre­ci­sa­men­te por esta cla­se. Sabien­do per­fec­ta­men­te cuán­tos ele­men­tos no euro­peos, anti­eu­ro­peos (asiá­ti­cos, diría­mos noso­tros, si esta pala­bra no pudie­ra sonar a inme­re­ci­do des­pre­cio para japo­ne­ses y chi­nos) hay en las rela­cio­nes y fron­te­ras crea­das o fija­das por esa cla­se, los seño­res demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas los con­si­de­ran lími­te del que no se pue­de pasar.

Esto es pre­ci­sa­men­te adap­ta­ción a los Purish­ké­vich, ser­vi­lis­mo ante ellos, mie­do de hacer vaci­lar su posi­ción, esto es defen­der­los con­tra el mivi­mien­to popu­lar, con­tra la demo­cra­cia. «Esto sig­ni­fi­ca en la prác­ti­ca ‑decía Pro­le­társ­ka­ya Prav­da- adap­tar­se a los intere­ses de los feu­da­les y a los peo­res pre­jui­cios nacio­na­lis­tas de la nación domi­nan­te en vez de luchar cons­tan­te­men­te con­tra esos prejuicios».

Como per­so­nas cono­ce­do­ras de la his­to­ria y con pre­ten­sio­nes de demo­cra­cia, los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas ni siquie­ra inten­tan afir­mar que el movi­mien­to demo­crá­ti­co, que en nues­tros días es típi­co tan­to de Euro­pa Orien­tal como de Asia y que tien­de a trans­for­mar una y otra, de acuer­do con el mode­lo de los paí­ses civi­li­za­dos, capi­ta­lis­tas, que este movi­mien­to deba inde­fec­ti­ble­men­te dejar intac­tas las fron­te­ras fija­das en la épo­ca feu­dal, en la épo­ca de omni­po­ten­cia de los Purish­ké­vich y de la fal­ta de dere­chos de exten­sos sec­to­res de la bur­gue­sía y de la peque­ña burguesía.

La últi­ma con­fe­ren­cia del Par­ti­do Demó­cra­ta Cons­ti­tu­cio­na­lis­ta, cele­bra­da del 23 al 25 de mar­zo de 1914, ha demos­tra­do, por cier­to, que el pro­ble­ma plan­tea­do por la polé­mi­ca de Pro­le­társ­ka­ya Prav­da con Riech no era, en modo alguno, tan sólo un pro­ble­ma lite­ra­rio, sino que reves­tía la mayor actua­li­dad polí­ti­ca. En la rese­ña ofi­cial de Riech (núm. 83, del 26 de mar­zo de 1914) sobre esta con­fe­ren­cia leemos:

«Se tra­ta­ron tam­bién en for­ma espe­cial­men­te ani­ma­da los pro­ble­mas nacio­na­les. Los dipu­tados de Kíev, a los que se unie­ron N. V. Nekrá­sov y A. M. Koliu­ba­kin, indi­ca­ron que el pro­ble­ma nacio­nal es un fac­tor impor­tan­te que está madu­ran­do y que es impres­cin­di­ble afron­tar con más ener­gía que has­ta aho­ra. F. F. Kokosh­kin indi­có, sin embar­go» (éste es el «sin embar­go» que corres­pon­de al «pero» de Sche­drín: «de pun­ti­llas no se es más alto, no, no se es más alto»), «que tan­to el pro­gra­ma como la ante­rior expe­rien­cia polí­ti­ca exi­gen que se pro­ce­da con la mayor pru­den­cia en lo que se refie­re a las «fór­mu­las elás­ti­cas» «de la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca de las naciones»».

Este razo­na­mien­to de la con­fe­ren­cia demó­cra­ta cons­ti­tu­cio­na­lis­ta, de todo pun­to nota­ble, mere­ce la mayor aten­ción de todos los mar­xis­tas y de todos los demó­cra­tas. (Haga­mos notar entre parén­te­sis que Kíevs­ka­ya Mysl, perió­di­co, por lo vis­to, ente­ra­dí­si­mo y, sin duda, fiel trans­mi­sor de los pen­sa­mien­tos del señor Kokosh­kin, aña­día que este señor, cla­ro que como adver­ten­cia a sus con­trin­can­tes, adu­cía de un modo espe­cial el argu­men­to del peli­gro de la «dis­gre­ga­ción» del Estado).

La rese­ña ofi­cial de Riech está redac­ta­da con maes­tría diplo­má­ti­ca, para levan­tar lo menos posi­ble el telón y disi­mu­lar lo más posi­ble. Pero, de todos modos, que­da cla­ro, en sus ras­gos fun­da­men­ta­les, lo que ocu­rrió en la con­fe­ren­cia de los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas. Los dele­ga­dos bur­gue­ses libe­ra­les, que cono­cían la situa­ción en Ucra­nia, y los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas «de izquier­da» plan­tea­ron pre­ci­sa­men­te la cues­tión de la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca de las nacio­nes. De lo con­tra­rio, el señor Kokosh­kin no habría teni­do por qué acon­se­jar que se pro­ce­die­ra «con pru­den­cia» en lo que se refie­re a esta «fór­mu­la».

En el pro­gra­ma de los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas que, natu­ral­men­te, cono­cían los dele­ga­dos de la con­fe­ren­cia demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­ta, figu­ra pre­ci­sa­men­te la auto­de­ter­mi­na­ción «cul­tu­ral», y no la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca. Por tan­to, el señor Kokosh­kin defen­día el pro­gra­ma con­tra los dele­ga­dos de Ucra­nia, con­tra los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas de izquier­da, defen­día la auto­de­ter­mi­na­ción «cul­tu­ral» con­tra la «polí­ti­ca». Es de todo pun­to evi­den­te que, al alzar­se con­tra la auto­de­ter­mi­na­ción «polí­ti­ca», al esgri­mir la ame­na­za de la «dis­gre­ga­ción del Esta­do», dicien­do que la fór­mu­la de la «auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca» es «elás­ti­ca» (¡com­ple­ta­men­te a tono con Rosa Luxem­bur­go!), el señor Kokosh­kin defen­día el nacio­nal-libe­ra­lis­mo ruso con­tra ele­men­tos más «izquier­dis­tas» o más demó­cra­ti­cos del Par­ti­do Demó­cra­ta Cons­ti­tu­cio­na­lis­ta y con­tra la bur­gue­sía ucrania.

El señor Kokosh­kin ven­ció en la con­fe­ren­cia demó­cra­ta cons­ti­tu­cio­na­lis­ta, como pue­de ver­se por la trai­do­ra pala­bre­ja «sin embar­go» en la rese­ña de Riech. El nacio­nal-libe­ra­lis­mo ruso triun­fó entre los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas. ¿No con­tri­bui­rá esta vic­to­ria a que se acla­ren las men­tes de los ele­men­tos poco razo­na­bles que, entre los mar­xis­tas de Rusia, han comen­za­do tam­bién a temer, tras los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas, «las fór­mu­las elás­ti­cas de la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca de las naciones»?

Vea­mos, «sin embar­go», cuál es, en el fon­do, el cur­so que siguen los pen­sa­mien­tos del señor Kokosh­kin. Invo­can­do la «ante­rior expe­rien­cia polí­ti­ca» (es decir, evi­den­te­men­te, la expe­rien­cia de 1905, en que la bur­gue­sía rusa se asus­tó, temien­do por sus pri­vi­le­gios nacio­na­les, y con­ta­gió su mie­do al Par­ti­do Demó­cra­ta Cons­ti­tu­cio­na­lis­ta), hablan­do de la ame­na­za de «dis­gre­ga­ción del Esta­do», el señor Kokosh­kin ha demos­tra­do com­pren­der per­fec­ta­men­te que la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca no pue­de sig­ni­fi­car otra cosa que el dere­cho a la sepa­ra­ción y a la for­ma­ción de un Esta­do nacio­nal inde­pen­dien­te. Se pre­gun­ta. ¿cómo hay que con­cep­tuar estos temo­res del señor Kokosh­kin, des­de el pun­to de vis­ta de la demo­cra­cia, en gene­ral, así como des­de el pun­to de vis­ta de la lucha de cla­se pro­le­ta­ria, en particular?

El señor Kokosh­kin quie­re con­ven­cer­nos de que el reco­no­ci­mien­to del dere­cho a la sepa­ra­ción aumen­ta el peli­gro de «dis­gre­ga­ción del Esta­do». Este es el pun­to de vis­ta del poli­zon­te Mym­retsov con su lema de «aga­rrar y no dejar esca­par». Des­de el pun­to de vis­ta de la demo­cra­cia en gene­ral, es pre­ci­sa­men­te al con­tra­rio: el reco­no­ci­mien­to del dere­cho a la sepa­ra­ción redu­ce el peli­gro de «dis­gre­ga­ción del Estado».

El señor Kokosh­kin razo­na abso­lu­ta­men­te en el espí­ri­tu de los nacio­na­lis­tas. En su últi­mo con­gre­so ata­ca­ron furio­sa­men­te a los ucra­nios «maze­pis­tas». El movi­mien­to ucra­nio ‑excla­ma­ban el señor Sáven­ko y Cía.- ame­na­za con debi­li­tar los lazos que unen a Ucra­nia con Rusia, ¡¡por­que Aus­tria, con la ucra­nio­fi­lia, estre­cha los lazos de los ucra­nios con Aus­tria!! Lo que no se com­pren­día era por qué no pue­de Rusia inten­tar «estre­char» los lazos de los ucra­nios con Rusia por el mis­mo méto­do que los seño­res Sáven­ko echan en cara a Aus­tria, es decir, con­ce­dien­do a los ucra­nios el libre uso de su len­gua mater­na, la auto­de­ter­mi­na­ción admi­nis­tra­ti­va, una Die­ta autó­no­ma, etc.

Los razo­na­mien­tos de los seño­res Sáven­ko y de los seño­res Kokosh­kin son abso­lu­ta­men­te del mis­mo géne­ro e igual­men­te ridícu­los y absur­dos, des­de un pun­to de vis­ta pura­men­te lógi­co. ¿No está cla­ro que, cuan­to mayor sea la liber­tad de que goce la nación ucra­nia en uno u otro país, tan­to más estre­cha será la liga­zón de esa nación con el país de que se tra­te? Pare­ce que no se pue­de dis­cu­tir con­tra esta ver­dad ele­men­tal de no rom­per resuel­ta­men­te con todos los pos­tu­la­dos de la demo­cra­cia. ¿Y pue­de haber, para una nación como tal, mayor liber­tad que la de sepa­ra­ción, la liber­tad de for­mar un Esta­do nacio­nal independiente?

Para que esta cues­tión, embro­lla­da por los libe­ra­les (y por quie­nes, sin com­pren­der, les hacen coro), que­de más cla­ra aún, pon­dre­mos el más sen­ci­llo de los ejem­plos: Tome­mos el divor­cio. Rosa Luxem­bur­go dice en su artícu­lo que un Esta­do demo­crá­ti­co cen­tra­li­za­do, al tran­si­gir por com­ple­to con la auto­no­mía de diver­sas de sus par­tes, debe dejar a la juris­dic­ción del Par­la­men­to cen­tral todas las esfe­ras legis­la­ti­vas de mayor impor­tan­cia, y entre ellas, la del divor­cio. Es pre­fec­ta­men­te com­pren­si­ble esta preo­cu­pa­ción por que el poder cen­tral del Esta­do demo­crá­ti­co ase­gu­re la liber­tad de divor­cio. Los reac­cio­na­rios están en con­tra de la liber­tad de divor­cio, acon­se­jan que se pro­ce­da «con pru­den­cia» en lo rela­ti­vo a dicha liber­tad y gri­tan que eso sig­ni­fi­ca la «dis­gre­ga­ción de la fami­lia». Pero la demo­cra­cia con­si­de­ra que los reac­cio­na­rios son unos hipó­cri­tas, pues, en reali­dad, defien­den la omni­po­ten­cia de la poli­cía y de la buro­cra­cia, los pri­vi­le­gios de un sexo y la peor opre­sión de la mujer; con­si­de­ra que, en reali­dad, la liber­tad de divor­cio no sig­ni­fi­ca la «dis­gre­ga­ción» de los víncu­los fami­lia­res, sino, por el con­tra­rio, su for­ta­le­ci­mien­to sobre los úni­cos cimien­tos demo­crá­ti­cos que son posi­bles y esta­bles en una socie­dad civilizada.

Acu­sar a los par­ti­da­rios de la liber­tad de auto­de­ter­mi­na­ción, es decir, de la liber­tad de sepa­ra­ción, de que fomen­tan el sepa­ra­tis­mo es tan necio e hipó­cri­ta como acu­sar a los par­ti­da­rios de la liber­tad de divor­cio de que fomen­tan el des­mo­ro­na­mien­to de los víncu­los fami­lia­res. Del mis­mo modo que en la socie­dad bur­gue­sa impug­nan la liber­tad de divor­cio los defen­so­res de los pri­vi­le­gios y de la vena­li­dad, en los que se fun­da el matri­mo­nio bur­gués, negar en el Esta­do capi­ta­lis­ta la liber­tad de auto­de­ter­mi­na­ción, es decir, de sepa­ra­ción de las nacio­nes no sig­ni­fi­ca otra cosa que defen­der los pri­vi­le­gios de la nación domi­nan­te y los pro­ce­di­mien­tos poli­cía­cos de admi­nis­tra­ción en detri­men­to de los democráticos.

No cabe duda de que la poli­ti­que­ría engen­dra­da por todas las rela­cio­nes de la socie­dad capi­ta­lis­ta da a veces lugar a char­la­ta­ne­ría en extre­mo frí­vo­la y has­ta sen­ci­lla­men­te absur­da de par­la­men­ta­rios o publi­cis­tas sobre la sepa­ra­ción de tal o cual nación. Pero sólo los reac­cio­na­rios pue­den dejar­se asus­tar (o fin­gir que se asus­tan) por seme­jan­te char­la­ta­ne­ría. Quien sus­ten­te el pun­to de vis­ta de la demo­cra­cia, es decir, de la solu­ción de los pro­ble­mas esta­ta­les por la masa de la pobla­ción, sabe pre­fec­ta­men­te que hay «un gran tre­cho» entre la char­la­ta­ne­ría de los poli­ti­cas­tros y la deci­sión de las masas. La masas de la pobla­ción saben per­fec­ta­men­te, por la expe­rien­cia coti­dia­na, lo que sig­ni­fi­can los lazos gegrá­fi­cos y eco­nó­mi­cos, las ven­ta­jas de un gran mer­ca­do y de un gran Esta­do y sólo se deci­di­rán a la sepa­ra­ción cuan­do la opre­sión nacio­nal y los roces nacio­na­les hagan la vida en común abso­lu­ta­men­te inso­por­ta­ble, fre­nan­do las rela­cio­nes eco­nó­mi­cas de todo géne­ro. Y en este caso, los inte­tre­ses del desa­rro­llo capi­ta­lis­ta y de la liber­tad de lucha de cla­se esta­rán pre­ci­sa­men­te del lado de quie­nes se separen.

Así pues, se abor­den los razo­na­mien­tos del señor Kokosh­kin del lado que se quie­ra, resul­tan el col­mo del absur­do y del escar­nio a los prin­ci­pios de la demo­cra­cia. Pero en estos razo­na­mien­tos hay cier­ta lógi­ca: la lógi­ca de los intere­ses de cla­se de la bur­gue­sía rusa. El señor Kokosh­kin, como la mayo­ría del Par­ti­do Demó­cra­ta Cons­ti­tu­cio­na­lis­ta, es laca­yo de la bol­sa de oro de esa bur­gue­sía. Defien­de sus pri­vi­le­gios en gene­ral, sus pri­vi­le­gios esta­ta­les en par­ti­cu­lar, los defien­de con Purish­ké­vich, al lado de éste, con la úni­ca dife­ren­cia de que Purish­ké­vich tie­ne más fe en el garro­te feu­dal, mien­tras que Kokosh­kin y Cia. ven que el garro­te resul­tó muy que­bran­ta­do en le año 1905 y con­fían más en los pro­ce­di­mien­tos bur­gue­ses de embau­ca­mien­to de las masas, por ejem­plo, en asus­tar a los peque­ños bur­gue­ses y a los cam­pe­si­nos con el fan­tas­ma de la «dis­gre­ga­ción del Esta­do», de enga­ñar­les con fra­ses sobre la unión de «la liber­tad popu­lar» con los pila­res his­tó­ri­cos, etc.

La sig­ni­fi­ca­ción real de cla­se de la hos­ti­li­dad libe­ral al prin­ci­pio de auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca de las nacio­nes es una, y sólo una: nacio­nal-libe­ra­lis­mo, sal­va­guar­dia de los pri­vi­le­gios esta­ta­les de la bur­gue­sía rusa. Y todos estos opor­tu­nis­tas que hay entre los mar­xis­tas de Rusia, que pre­ci­sa­men­te aho­ra, en la épo­ca del sis­te­ma del 3 de junio, han arre­me­ti­do con­tra el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción: el liqui­da­dor Sem­kovs­ki, el bun­dis­ta Lib­man, el peque­ño­bur­gués ucra­nio Yur­ké­vich, en reali­dad van sen­ci­lla­men­te a la zaga del nacio­nal-libe­ra­lis­mo, corrom­pen a la cla­se obre­ra con las ideas nacional-liberales.

Los intere­ses de la cla­se obre­ra y de su lucha con­tra el capi­ta­lis­mo exi­gen una com­ple­ta soli­da­ri­dad y la más estre­cha unión de los obre­ros de todas las nacio­nes, exi­gen que se recha­ce la polí­ti­ca nacio­na­lis­ta de la bur­gue­sía de cual­quier nación. Por ello sería apar­tar­se de las tareas de la polí­ti­ca pro­le­ta­ria y some­ter a los obre­ros a la polí­ti­ca de la bur­gue­sía, tan­to el que los social­de­mó­cra­tas se pusie­ran a negar el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción, es decir, el dere­cho de las nacio­nes opri­mi­das a sepa­rar­se, como el que se pusie­ran a apo­yar todas las rei­vin­di­ca­cio­nes nacio­na­les de la bur­gue­sía de las nacio­nes opri­mi­das. Al obre­ro asa­la­ria­do tan­to le da que su prin­ci­pal explo­ta­dor sea la bur­gue­sía rusa más que la aló­ge­na, como la bur­gue­sía pola­ca más que la hebrea, etc. Al obre­ro asa­la­ria­do que haya adqui­ri­do con­cien­cia de los intere­ses de su cla­se le son indi­fe­ren­tes tan­to los pri­vi­le­gios esta­ta­les de los capi­ta­lis­tas rusos como las pro­me­sas de los capi­ta­lis­tas pola­cos o ucra­nios de ins­tau­rar el paraí­so en la tie­rra cuan­do ellos gocen de pri­vi­le­gios esta­ta­les. El desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo pro­si­gue y pro­se­gui­rá, de uno u otro modo, tan­to en un Esta­do hete­ro­gé­neo uni­do como en Esta­dos nacio­na­les separados.

En todo caso, el obre­ro asa­la­ria­do segui­rá sien­do obje­to de explo­ta­ción, y para luchar con éxi­to con­tra ella se exi­ge que el pro­le­ta­ria­do sea inde­pen­dien­te del nacio­na­lis­mo, que los pro­le­ta­rios man­ten­gan una posi­ción de com­ple­ta neu­tra­li­dad, por así decir, en la lucha de la bur­gue­sía de la diver­sas nacio­nes por la supre­ma­cía. En cuan­to el pro­le­ta­ria­do de una nación cual­quie­ra apo­ye en lo más míni­mo los pri­vi­le­gios de «su» bur­gue­sía nacio­nal, este apo­yo pro­vo­ca­rá inevi­ta­ble­men­te la des­con­fian­za del pro­le­ta­ria­do de la otra nación, debi­li­ta­rá la soli­da­ri­dad inter­na­cio­nal de cla­se de los obre­ros, los des­uni­rá para rego­ci­jo de la bur­gue­sía. Y el negar el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción, o a la sepa­ra­ción, sig­ni­fi­ca inde­fec­ti­ble­men­te, en la prác­ti­ca, apo­yar los pri­vi­le­gios de la nación dominante.

Nos con­ven­ce­re­mos de ello con mayor evi­den­cia aún si toma­mos el ejem­plo con­cre­to de la sepa­ra­ción de Norue­ga de Suecia.

6. LA SEPARACIÓN DE NORUEGA DE SUECIA

Rosa Luxem­bur­go toma pre­ci­sa­men­te este ejem­plo y razo­na sobre él del modo siguiente:

«El últi­mo acon­te­ci­mien­to que se ha pro­du­ci­do en la his­to­ria de las rela­cio­nes fede­ra­ti­vas, la sepa­ra­ción de Norue­ga de Sue­cia ‑que en su tiem­po se apre­su­ró a comen­tar social patrio­te­ra pola­ca (véa­se Naprzód de Cra­co­via) como una recon­for­tan­te mani­fes­ta­ción de la fuer­za y del carác­ter pro­gre­si­vo de las aspi­ra­cio­nes a la sepa­ra­ción estatal‑, se ha con­ver­ti­do inme­dia­ta­men­te en prue­ba ful­mi­nan­te de que el fede­ra­lis­mo y la sepa­ra­ción esta­tal que de él resul­ta en modo alguno son expre­sión de pro­gre­so ni demo­cra­cia. Des­pués de la lla­ma­da «revo­lu­ción» norue­ga, que con­sis­tió en des­tro­nar y hacer de salir de Norue­ga al rey de Sue­cia, los norue­gos eli­gie­ron tran­qui­la­men­te otro rey, tras de haber recha­za­do for­mal­men­te, por ple­bis­ci­to popu­lar, el pro­yec­to de ins­tau­ra­ción de la Repú­bli­ca. Lo que los ado­ra­do­res super­fi­cia­les de toda cla­se de movi­mien­tos nacio­na­les y de todo lo que se ase­me­ja a inde­pen­den­cia pro­cla­ma­ron como «revo­lu­ción» era una sim­ple mani­fes­ta­ción del par­ti­cu­la­ris­mo cam­pe­sino y peque­ño­bur­gués, un deseo de tener por su dine­ro un rey «pro­pio», en lugar del rey impues­to por la aris­to­cra­cia sue­ca; era, por tan­to, un movi­mien­to que no tenía abso­lu­ta­men­te nada de común con el espí­ri­tu revo­lu­cio­na­rio. Al mis­mo tiem­po, esta his­to­ria de la rup­tu­ra de la unión sue­co-norue­ga ha vuel­to a demos­trar has­ta qué pun­to, tam­bién en este caso, la fede­ra­ción que había exisi­ti­do has­ta aquel momen­to no era sino la expre­sión de intere­ses pura­men­te dinás­ti­cos y, por tan­to, una for­ma de monar­quis­mo y de reac­ción». (Prze­glad).

¡¡Esto es lite­ral­men­te todo lo que dice Rosa Luxem­bur­go sobre este pun­to!! Y pre­ci­so es reco­no­cer que será difí­cil poner de mani­fies­to la impo­ten­cia de su posi­ción con más relie­ve que lo ha hecho Rosa Luxem­bur­go en el ejem­plo aducido.

La cues­tión con­sis­tía y con­sis­te en si la social­de­mo­cra­cia nece­si­ta, en un Esta­do de com­po­si­ción nacio­nal hete­ro­gé­nea, un pro­gra­ma que reco­noz­ca el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción o a la separación.

¿Qué nos dice sobre esto el ejem­plo de Norue­ga, esco­gi­do por la mis­ma Rosa Luxemburgo?

Nues­tra auto­ra da rodeos y hace esguin­ces, iro­ni­za y cla­ma con­tra Naprzód, ¡¡pero no res­pon­de a la cues­tión!! Rosa Luxem­bur­go habla de lo que se quie­ra, ¡¡con tal de no decir ni una pala­bra del fon­do de la cuestión!!

Es indu­da­ble que los peque­ños bur­gue­ses de Norue­ga, que han que­ri­do tener rey pro­pio por su dine­ro y han hecho fra­ca­sar en ple­bis­ci­to popu­lar el pro­yec­to de ins­tau­ra­ción de la Repú­bli­ca, han pues­to de mani­fies­to cua­li­da­des peque­ño­bur­gue­sas bas­tan­te malas. Es indu­da­ble que si Naprzód no lo ha nota­do, ha mos­tra­do cua­li­da­des igual­men­te malas e igual­men­te pequeñoburguesas.

Pero ¿a qué vie­ne todo esto?

¡Por­que de lo que se tra­ta­ba era del dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción y de la acti­tud del pro­le­ta­ria­do socia­lis­ta ante ese dere­cho! ¿Por qué, pues, Rosa Luxem­bur­go no res­pon­de a la cues­tión, sino que da vuel­tas y más vuel­tas en torno a ella?

Dicen que para el ratón no hay fie­ra más temi­ble que el gato. Para Rosa Luxem­bur­go, por lo vis­to, no hay fie­ra más temi­ble que los «fra­quis­tas». «Fra­quis­ta» es el nom­bre que se da en len­gua­je popu­lar al Par­ti­do Socia­lis­ta Pola­co, a la lla­ma­da frac­ción revo­lu­cio­na­ria, y el perio­di­qui­llo de Cra­co­via Naprzód com­par­te las ideas de esta «frac­ción». La lucha de Rosa Luxem­bur­go con­tra el nacio­na­lis­mo de esa «frac­ción» ha cega­do has­ta tal pun­to a nues­tra auto­ra, que todo des­apa­re­ce de su hori­zon­te a excep­ción de Naprzód.

Si Naprzód dice: «sí», Rosa Luxem­bur­go se con­si­de­ra en el segra­do deber de pro­cla­mar inme­dia­ta­men­te: «no», sin pen­sar en lo más míni­mo que, con seme­jan­te pro­ce­di­mien­to, lo que demues­tra no es su inde­pen­den­cia de Naprzód, sino pre­ci­sa­men­te todo lo con­tra­rio, su diver­ti­da depen­den­cia de los «fra­quis­tas», su inca­pa­ci­dad de ver las cosas des­de un pun­to de vis­to algo más amplio y pro­fun­do que el del hor­mi­gue­ro de Cra­co­via. Naprzód, des­de lue­go, es un órgano muy malo y no es en abso­lu­to un órgano mar­xis­ta, pero eso no debe impe­dir­nos ana­li­zar a fon­do el ejem­plo de Norue­ga, toda vez que lo hemos aducido.

Para ana­li­zar este ejem­plo a lo mar­xis­ta, no debe­mos parar­nos en las malas cua­li­da­des de los muy temi­bles «fra­quis­tas», sino, pri­me­ro, en las par­ti­cu­la­ri­da­des his­tó­ri­cas con­cre­tas de la sepa­ra­ción de Norue­ga de Sue­cia, y, segun­do, ver cuá­les fue­ron las tareas del pro­le­ta­ria­do de ambos paí­ses duran­te esta separación

Norue­ga está liga­da a Sue­cia por lazos geo­grá­fi­cos, eco­nó­mi­cos y lin­güís­ti­cos no menos estre­chos que los lazos que unen a muchas nacio­nes esla­vas no rusas a los rusos. Pero la unión de Norue­ga a Sue­cia no era volun­ta­ria, de modo que Rosa Luxem­bur­go habla de «fede­ra­ción» com­ple­ta­men­te en vano, sen­ci­lla­men­te por­que no sabe qué decir. Norue­ga fue entre­ga­da a Sue­cia por los monar­cas duran­te las gue­rras napo­leó­ni­cas, con­tra la volun­tad de los norue­gos, y los sue­cos hubie­ron de lle­var a Norue­ga tro­pas para someterla.

Des­pués de eso hubo duran­te lar­gos dece­nios, a pesar de la auto­no­mía de extra­or­di­na­ria ampli­tud de que goza­ba Norue­ga (Die­ta pro­pia, etc.), cons­tan­tes roces entre Norue­ga y Sue­cia, y los norue­gos pro­cu­ra­ron con todas las fuer­zas sacu­dir­se el yugo de la aris­to­cra­cia sue­ca. En agos­to de 1905 se lo sacu­die­ron por fin: la Die­ta norue­ga deci­dió que el rey de Sue­cia deja­ra de ser rey de Norue­ga, y el refe­rén­dum del pue­blo norue­go, cele­bra­do más tar­de, dio una aplas­tan­te mayo­ría de votos (cer­ca de dos­cien­tos mil, con­tra algu­nos cen­te­na­res) a favor de la com­ple­ta sepa­ra­ción de Sue­cia. Los sue­cos, des­pués de algu­nas vaci­la­cio­nes, se resig­na­ron con la separación.

Este ejem­plo nos mues­tra en qué terre­nos son posi­bles y se pro­du­cen casos de sepa­ra­ción de nacio­nes, man­te­nién­do­se las rela­cio­nes eco­nó­mi­cas y polí­ti­cas con­tem­po­rá­neas, y qué for­ma toma a veces la sepa­ra­ción en un ambien­te de liber­tad polí­ti­ca y democracia.

Ni un solo social­de­mó­cra­ta, si no se deci­de a decla­rar que le son indi­fe­ren­tes la liber­tad polí­ti­ca y la demo­cra­cia (y en tal caso, natu­ral­men­te, deja­ría de ser social­de­mó­cra­ta), podrá negar que este ejem­plo demues­tra de hecho que los obre­ros cons­cien­tes tie­nen la obli­ga­ción de desa­rro­llar una labor cons­tan­te de pro­pa­gan­da y pre­pa­ra­ción a fin de que los posi­bles cho­ques moti­va­dos por la sepa­ra­ción de nacio­nes se ven­ti­len sólo como se ven­ti­la­ron en 1905 entre Norue­ga y Sue­cia y no «al modo ruso». Esto es pre­ci­sa­men­te lo que expre­sa la rei­vin­di­ca­ción pro­gra­má­ti­ca de reco­no­cer el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción. Y Rosa Luxem­bur­go, ante un hecho des­agra­da­ble para su teo­ría, ha teni­do que escu­dar­se con temi­bles invec­ti­vas a la men­ta­li­dad de los peque­ños bur­gue­ses norue­gos y al Naprzód de Cra­co­via, por­que com­pren­día per­fec­ta­men­te has­ta qué pun­to des­mien­te de un modo irre­vo­ca­ble ese hecho his­tó­ri­co sus fra­ses, según las cua­les el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes es una «uto­pía», equi­va­le al dere­cho «a comer en pla­to de oro», etc. Seme­jan­tes fra­ses sólo expre­san una fe opor­tu­nis­ta de lamen­ta­ble pre­sun­ción en la inmu­ta­bi­li­dad de la corre­la­ción de fuer­zas dada entre las nacio­nes de Euro­pa Oriental.

Pro­si­ga­mos. En el pro­ble­ma de la auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes, lo mis­mo que en cual­quier otro, nos intere­sa, ante todo y sobre todo, la auto­de­ter­mi­na­ción del pro­le­ta­ria­do en el seno de las nacio­nes. Rosa Luxem­bur­go ha deja­do modes­ta­men­te a un lado tam­bién este pro­ble­ma, com­pren­dien­do cuán des­agra­da­ble resul­ta para su «teo­ría» exa­mi­nar­lo en el adu­ci­do ejem­plo de Noruega.

¿Cuál fue y debió ser la posi­ción del pro­le­ta­ria­do norue­go y sue­co en el con­flic­to moti­va­do por la sepa­ra­ción? Los obre­ros cons­cien­tes de Norue­ga, des­de lue­go, hubie­ran vota­do des­pués de la sepa­ra­ción por la Repú­bli­ca[2], y si hubo socia­lis­tas que vota­ron de otro modo, eso no demues­tra sino que hay a veces mucho opor­tu­nis­mo obtu­so, peque­ño­bur­gués, en el socia­lis­mo euro­peo. Sobre esto no pue­de haber dos cri­te­rios, y sólo nos refe­ri­mos a este pun­to por­que Rosa Luxem­bur­go inten­ta velar el fon­do de la cues­tión con dis­qui­si­cio­nes que no vie­nen al caso. No sabe­mos si, en lo que se refie­re a la sepa­ra­ción, el pro­gra­ma socia­lis­ta norue­go obli­ga­ba a los social­de­mó­cra­tas norue­gos a ate­ner­se a un cri­te­rio deter­mi­na­do. Supon­ga­mos que no, que los socia­lis­tas norue­gos deja­ron en sus­pen­so la cues­tión de has­ta qué pun­to era sufi­cien­te para la libre lucha de cla­se la auto­no­mía de Norue­ga y has­ta qué pun­to fre­na­ban la liber­tad de su vida eco­nó­mi­ca los eter­nos roces y con­flic­tos con la aris­to­cra­cia sue­ca. Pero es indis­cu­ti­ble que el pro­le­ta­ria­do norue­go debía haber ido con­tra esa aris­to­cra­cia, por una demo­cra­cia cam­pe­si­na norue­ga (aun con toda la estre­chez de miras peque­ño­bur­gue­sas de esta última).

¿Y el pro­le­ta­ria­do sue­co? Sabi­do es que los terra­te­nien­tes sue­cos, apo­ya­dos por el cle­ro sue­co, pre­di­ca­ban la gue­rra con­tra Norue­ga; y como Norue­ga es mucho más débil que Sue­cia, como ya había sufri­do una inva­sión sue­ca, como la aris­to­cra­cia sue­ca tie­ne un peso muy con­si­de­ra­ble en su país, esta pré­di­ca era una ame­na­za muy seria. Pue­de ase­gu­rar­se que los Kokosh­kin sue­cos corrom­pie­ron lar­ga y empe­ña­da­men­te a las masas sue­cas, exhor­tán­do­las a «pro­ce­der con pru­den­cia» en lo refe­ren­te a las «fór­mu­las elás­ti­cas de la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca de las nacio­nes», pin­tán­do­les los peli­gros de «dis­gre­ga­ción del Esta­do» y ase­gu­rán­do­les que la «liber­tad popu­lar» es com­pa­ti­ble con los prin­ci­pios de la aris­to­cra­cia sue­ca. No cabe la menor duda de que la social­de­mo­cra­cia sue­ca habría hecho trai­ción a la cau­sa del socia­lis­mo y a la cau­sa de la demo­cra­cia si no hubie­ra lucha­do con todas sus fuer­zas con­tra la ideo­lo­gía y con­tra la polí­ti­ca tan­to de los terra­te­nien­tes como de los Kokosh­kin, si no hubie­ra pro­pug­na­do, ade­más de la igual­dad de las nacio­nes en gene­ral (igual­dad que tam­bién reco­no­cen los Kokosh­kin), el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción, la liber­tad de sepa­ra­ción de Noruega.

La estre­cha unión de los obre­ros norue­gos y sue­cos y su ple­na soli­da­ri­dad de cama­ra­das de cla­se gana­ban, al reco­no­cer de este modo los obre­ros sue­cos el dere­cho de los norue­gos a la sepa­ra­ción. Por­que los obre­ros norue­gos se con­ven­cían de que los obre­ros sue­cos no esta­ban con­ta­gia­dos de nacio­na­lis­mo sue­co, de que la fra­ter­ni­dad con los pro­le­ta­rios norue­gos esta­ba, para ellos, por enci­ma de los pri­vi­le­gios de la bur­gue­sía y de la aris­to­cra­cia sue­cas. La rup­tu­ra de los lazos impues­tos a Norue­ga por los monar­cas euro­peos y los aris­tó­cra­tas sue­cos for­ta­le­ció los lazos entre los obre­ros norue­gos y sue­cos. Los obre­ros sue­cos han demos­tra­do que, a tra­vés de todas las vici­si­tu­des de la polí­ti­ca bur­gue­sa -¡bajo las rela­cio­nes bur­gue­sas es per­fec­ta­men­te posi­ble que renaz­ca la sumi­sión de los norue­gos a los sue­cos por la fuer­za!-, sabrán man­te­ner y defen­der la com­ple­ta igual­dad de dere­chos y la soli­da­ri­dad de cla­se de los obre­ros de ambas nacio­nes en la lucha tan­to con­tra la bur­gue­sía sue­ca como con­tra la noruega.

De ahí se infie­re, entre otras cosas, cuán infun­da­das e inclu­so sen­ci­lla­men­te poco serias son las ten­ta­ti­vas que a veces hacen los «faquis­tas» de «apro­ve­char» nues­tras diver­gen­cias con Rosa Luxem­bur­go en con­tra de la social­de­mo­cra­cia pola­ca. Los «fra­quis­tas» no cons­ti­tu­yen un par­ti­do pro­le­ta­rio, socia­lis­ta, sino un par­ti­do nacio­na­lis­ta peque­ño­bur­gués, una espe­cie de social­re­vo­lu­cio­na­rios pola­cos. Nun­ca se ha habla­do ni pudo hablar­se de nin­gu­na uni­dad de los social­de­mó­cra­tas de Rusia con este par­ti­do. En cam­bio, ni un solo social­de­mó­cra­ta de Rusia «se ha arre­pen­ti­do» nun­ca de acer­car­se y unir­se a los social­de­mó­cra­tas pola­cos. A la social­de­mo­cra­cia pola­ca le corres­pon­de el gran méri­to his­tó­ri­co de haber crea­do por pri­me­ra vez en Polo­nia un par­ti­do mar­xis­ta de ver­dad, pro­le­ta­rio de ver­dad, en una Polo­nia impreg­na­da has­ta la médu­la de aspi­ra­cio­nes y apa­sio­na­mien­tos nacio­na­lis­tas. Pero este méri­to de los social­de­mó­cra­tas pola­cos es un gran méri­to no por­que Rosa Luxem­bur­go haya dicho toda cla­se de absur­dos con­tra el apar­ta­do 9 del pro­gra­ma mar­xis­ta de Rusia, sino a pesar de esa lamen­ta­ble circunstancia.

Para los social­de­mó­cra­tas pola­cos, natu­ral­men­te, el «dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción» no tie­ne una impor­tan­cia tan gran­de como para los rusos. Es per­fec­ta­men­te com­pren­si­ble que la lucha con­tra la peque­ña bur­gue­sía de Polo­nia, cega­da por el nacio­na­lis­mo, haya obli­ga­do a los social­de­mó­cra­tas pola­cos a «for­zar la nota» con par­ti­cu­lar empe­ño (a veces qui­zá un poco exa­ge­ra­do). Ni un solo mar­xis­ta de Rusia ha pen­sa­do nun­ca en acu­sar a los social­de­mó­cra­tas pola­cos de estar en con­tra de la sepa­ra­ción de Polo­nia. Estos social­de­mó­cra­tas se equi­vo­can sólo cuan­do, a seme­jan­za de Rosa Luxem­bur­go, inten­tan negar la nece­si­dad de que en el pro­gra­ma de los mar­xis­tas de Rusia se reco­noz­ca el dere­choa a la autodeterminación.

En el fon­do, eso sig­ni­fi­ca tras­la­dar rela­cio­nes, com­pren­si­bles des­de el pun­to de vis­ta del hori­zon­te de Cra­co­via, a la esca­la de todos los pue­blos y nacio­nes de Rusia, inclui­dos los rusos. Eso sig­ni­fi­ca ser «nacio­na­lis­tas pola­cos al revés», y no social­de­mó­cra­tas de Rusia, internacionalistas.

Por­que la social­de­mo­cra­cia inter­na­cio­nal está pre­ci­sa­men­te en pro de reco­no­cer el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción. De lo cual pasa­mos a ocuparnos.

7. EL ACUERDO DEL CONGRESO INTERNACIONAL DE LONDRES CELEBRADO EN 1896

El acuer­do dice:

«El con­gre­so decla­ra que está a favor del dere­cho com­ple­to a la auto­de­ter­mi­na­ción (Selbst­bes­tim­mungs­recht) de todas las nacio­nes y expre­sa sus sim­pa­tías a los obre­ros de todo país que sufra actual­men­te bajo el yugo de un abso­lu­tis­mo mili­tar, nacio­nal o de otro géne­ro; el con­gre­so exhor­ta a los obre­ros de todos estos paí­ses a ingre­sar en las filas de los obre­ros cons­cien­tes (Klas­sen­be­wuss­te= de los que tie­nen con­cien­cia de los intere­ses de su cla­se) de todo el mun­do, a fin de luchar al lado de ellos para ven­cer al capi­ta­lis­mo inter­na­cio­nal y alcan­zar los obje­ti­vos de la social­de­mo­cra­cia internacional».

Como ya hemos seña­la­do, nues­tros opor­tu­nis­tas, los seño­res Sem­kovs­ki, Lib­man y Yur­ké­vich, des­co­no­cen sen­ci­lla­men­te este acuer­do. Pero Rosa Luxem­bur­go lo cono­ce y cita su tex­to ínte­gro, en el que figu­ra la mis­ma expre­sión que en nues­tro pro­gra­ma: «auto­de­ter­mi­na­ción».

Cabe pre­gun­tar: ¿cómo eli­mi­na Rosa Luxem­bur­go este obs­tácu­lo del camino de su «ori­gi­nal» teoría?

¡Oh, muy sen­ci­llo!: …el cen­tro de gra­ve­dad está aquí en la segun­da par­te de la reso­lu­ción… su carác­ter decla­ra­ti­vo… ¡¡sólo por con­fu­sión pue­de ape­lar­se a ella!!

El des­am­pa­ro y la des­orien­ta­ción de nues­tra auto­ra son sen­ci­lla­men­te asom­bro­sos. Por lo gene­ral, los opor­tu­nis­tas son los úni­cos que alu­den al carác­ter decla­ra­ti­vo de los pun­tos con­se­cuen­te­men­te demo­crá­ti­cos y socia­lis­tas en los pro­gra­mas, rehu­yen­do cobar­de­men­te la polé­mi­ca fran­ca con­tra ellos. A lo que se ve, no sin moti­vo se ha encon­tra­do esta vez Rosa Luxem­bur­go en la tris­te com­pa­ñía de los seño­res Sem­kovs­ki, Lib­man y Yur­ké­vich. Rosa Luxem­bur­go no se atre­ve a con­fe­sar con sin­ce­ri­dad si esti­ma cer­te­ra o erró­nea la cita­da reso­lu­ción. Se zafa y se escon­de, como si espe­ra­se tener un lec­tor tan poco aten­to y tan igno­ran­te que olvi­de la pri­me­ra par­te de la reso­lu­ción al lle­gar a la segun­da o que nun­ca haya oído hablar de los deba­tes que hubo en la pren­sa socia­lis­ta antes del con­gre­so de Londres.

Pero Rosa Luxem­bur­go está muy equi­vo­ca­da si se ima­gi­na que logra­rá piso­tear con tan­ta faci­li­dad ante los obre­ros cons­cien­tes de Rusia una reso­lu­ción de la Inter­na­cio­nal sobre una impor­tan­te cues­tión de prin­ci­pios, sin haber­se dig­na­do siquie­ra ana­li­zar­la con cri­te­rio crítico.

En los deba­tes que pre­ce­die­ron al Con­gre­so de Lon­dres ‑prin­ci­pal­men­te en las colum­nas de la revis­ta de los mar­xis­tas ale­ma­nes Die Neue Zeit- se expre­só el pun­to de vis­ta de Rosa Luxem­bur­go, ¡y ese pun­to de vis­ta, en el fon­do, sufrió una derro­ta ante la Inter­na­cio­nal! Este es el fon­do del asun­to, y debe tener­lo en cuen­ta sobre todo el lec­tor ruso.

Los deba­tes gira­ron en tono a la cues­tión de inde­pen­den­cia de Polo­nia. Se expre­sa­ron tres pun­tos de vista:

1) El pun­to de vis­ta de los «fra­quis­tas», en cuyo nom­bre habló Haec­ker. Que­rían que la Inter­na­cio­nal reco­no­cie­ra en su pro­gra­ma la rei­vin­di­ca­ción de la inde­pen­den­cia de Polo­nia. La pro­pues­ta no fue acep­ta­da. Este pun­to de vis­ta sufrió una derro­ta ante la Internacional.

2) El pun­to de vis­ta de Rosa Luxem­bur­go: los socia­lis­tas pola­cos no deben exi­gir la inde­pen­den­cia de Polo­nia. Des­de este pun­to de vis­ta, ni hablar se podía de pro­cla­mar el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción. Este cri­te­rio fue tam­bién derro­ta­do ante la Internacional.

3) El pun­to de vis­ta que enton­ces desa­rro­lló del modo más minu­cio­so C. Kautsky, al tomar la pala­bra con­tra Rosa Luxem­bur­go y demos­trar la extre­ma «uni­la­te­ra­li­dad» del mate­ria­lis­mo de ella. Des­de este pun­to de vis­ta, la Inter­na­cio­nal no pue­de incluir hoy en su pro­gra­ma la inde­pen­den­cia de Polo­nia, pero los socia­lis­tas pola­cos ‑dijo Kautsky- pue­den ple­na­men­te pro­pug­nar seme­jan­te rei­vin­di­ca­ción. Des­de el pun­to de vis­ta de los socia­lis­tas es abso­lu­ta­men­te erró­neo des­en­ten­der­se de las tareas de la libe­ra­ción nacio­nal en un ambien­te de opre­sión nacional.

La reso­lu­ción de la Inter­na­cio­nal repro­du­ce pre­ci­sa­men­te las tesis más esen­cia­les, fun­da­men­ta­les de este pun­to de vis­ta: por una par­te, se reco­no­ce, sin el menor rodeo ni dejar lugar a la ter­gi­ver­sa­ción algu­na, el pleno dere­cho de todas las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción; por otra par­te, se exhor­ta de for­ma no menos explí­ci­ta a los obre­ros a con­cer­tar la uni­dad inter­na­cio­nal de su lucha de clase.

Noso­tros esti­ma­mos que está reso­lu­ción es acer­ta­da por com­ple­to y que, para los paí­ses de Euro­pa Orien­tal y de Asia de comien­zos del siglo XX, es pre­ci­sa­men­te ella y jus­ta­men­te en la cone­xión indi­so­lu­ble de sus dos par­tes lo que cons­ti­tu­ye la úni­ca direc­triz acer­ta­da de polí­ti­ca pro­le­ta­ria de cla­se en el pro­ble­ma nacional.

Expla­yé­mo­nos con algún dete­ni­mien­to mayor en los tres pun­tos de vis­ta mencionados.

Sabi­do es que C. Marx y F. Engels con­si­de­ra­ban que toda la demo­cra­cia de Euro­pa Occi­den­tal, y más aún la social­de­mo­cra­cia, esta­ban abso­lu­ta­men­te obli­ga­dos a apo­yar con ener­gía la rei­vin­di­ca­ción de inde­pen­den­cia de Polo­nia. Para las déca­das del 40 y del 60 del siglo pasa­do, épo­ca de revo­lu­ción bur­gue­sa en Aus­tria y Ale­ma­nia, épo­ca de «refor­ma cam­pe­si­na» en Rusia, este pun­to de vis­ta era cer­te­ro por com­ple­to y el úni­co con­se­cuen­te­men­te demo­crá­ti­co y pro­le­ta­rio. Mien­tras las masas popu­la­res de Rusia y de la mayo­ría de los paí­ses esla­vos esta­ban aún sumi­das en pro­fun­do sue­ño, mien­tras no había en estos paí­ses movi­mien­tos demo­crá­ti­cos inde­pen­dien­tes, de masas, el movi­mien­to libe­ra­dor aris­to­crá­ti­co en Polo­nia adqui­ría un valor pri­mor­dial, gigan­tes­co, des­de el pun­to de vis­ta no sólo de la demo­cra­cia de toda Rusia, no sólo de la demo­cra­cia de todos los paí­ses esla­vos, sino de la demo­cra­cia de toda Euro­pa[3].

Pero si este pun­to de vis­ta de Marx era acer­ta­do por com­ple­to para el segun­do ter­cio o para el ter­cer cuar­to del siglo XIX, ha deja­do de ser­lo para el siglo XX. En la mayo­ría de los paí­ses esla­vos, e inclu­so en uno de los paí­ses esla­vos más atra­sa­dos, en Rusia, han sur­gi­do movi­mien­tos demo­crá­ti­cos inde­pen­dien­tes e inclu­so un movi­mien­to pro­le­ta­rio inde­pen­dien­te. Ha des­apa­re­ci­do la Polo­nia aris­to­crá­ti­ca, dan­do paso a la Polo­nia capi­ta­lis­ta. En tales cir­cuns­tan­cias, Polo­nia no podía menos de per­der su excep­cio­nal tras­cen­den­cia revolucionaria.

Cuan­do el PSP (Par­ti­do Socia­lis­ta Pola­co, los «fra­quis­tas» actua­les) inten­tó en 1896 «per­pe­tuar» el pun­to de vis­ta de Marx de otra épo­ca, eso sig­ni­fi­ca­ba ya uti­li­zar la letra del mar­xis­mo con­tra el espí­ri­tu del mar­xis­mo. De ahí que tuvie­ran com­ple­ta razón los social­de­mó­cra­tas pola­cos cuan­do se decla­ra­ron en con­tra de los entu­sias­mos nacio­na­lis­tas de la peque­ña bur­gue­sía pola­ca, cuan­do indi­ca­ron que el pro­ble­ma nacio­nal tenía una impor­tan­cia secun­da­ria para los obre­ros pola­cos, cuan­do crea­ron por pri­me­ra vez en Polo­nia un par­ti­do pura­men­te pro­le­ta­rio, cuan­do pro­cla­ma­ron el prin­ci­pio de la unión más estre­cha entre el obre­ro pola­co y el ruso en su lucha de cla­se, prin­ci­pio de inmen­sa importancia.

Pero ¿sig­ni­fi­ca­ba esto, sin embar­go, que, a comien­zos del siglo XX, la Inter­na­cio­nal podía con­si­de­rar super­fluo para Euro­pa Orien­tal y Asia el prin­ci­pio de auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca de las nacio­nes, su dere­cho a la sepa­ra­ción? Esto sería el mayor de los absur­dos y equi­val­dría (teó­ri­ca­men­te) a con­si­de­rar ter­mi­na­da la trans­for­ma­ción demo­crá­ti­ca bur­gue­sa de los Esta­dos de Tur­quía, Rusia y Chi­na; sería (prác­ti­ca­men­te) opor­tu­nis­mo res­pec­to al absolutismo.

No. Para Euro­pa Orien­tal y para Asia, en una épo­ca en que se han ini­cia­do revo­lu­cio­nes demo­crá­ti­cas bur­gue­sas, en una épo­ca en que han sur­gi­do y se han exar­ce­ba­do movi­mien­tos nacio­na­les, en una épo­ca en que han apa­re­ci­do par­ti­dos pro­le­ta­rios inde­pen­dien­tes, la tarea de estos par­ti­dos en polí­ti­ca nacio­nal debe ser una tarea doble: reco­no­cer el dere­cho de todas las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción, por­que aún no está ter­mi­na­da la trans­for­ma­ción demo­crá­ti­ca bur­gue­sa, por­que la demo­cra­cia obre­ra pro­pug­na con serie­dad, fran­que­za y con­se­cuen­cia, no al modo libe­ral, no al modo de los Kokosh­kin, la igual­dad de dere­chos de las nacio­nes y la alian­za más estre­cha, indi­so­lu­ble, de la lucha de cla­se de los pro­le­ta­rios de todas las nacio­nes de un Esta­do deter­mi­na­do, para toda índo­le de peri­pe­cias de su his­to­ria, con todo géne­ro de modi­fi­ca­cio­nes que la bur­gue­sía intro­duz­ca en las fron­te­ras de los diver­sos Estados.

Esta doble tarea del pro­le­ta­ria­do es pre­ci­sa­men­te la que for­mu­la la reso­lu­ción de la Inter­na­cio­nal en 1896. Idén­ti­ca pre­ci­sa­men­te es, por los prin­ci­pios en que se basa, la reso­lu­ción adop­ta­da por los mar­xis­tas de Rusia en su Con­fe­ren­cia del Verano de 1913. Hay gen­tes a quie­nes les pare­ce «con­tra­dic­to­rio» que esta reso­lu­ción, al reco­no­cer en su pun­to cuar­to el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción, a la sepa­ra­ción, pare­ce «con­ce­der» el máxi­mo al nacio­na­lis­mo (en reali­dad, en el reco­no­ci­mien­to del dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción de todas las nacio­nes hay un máxi­mo de demo­cra­cia y un míni­mo de nacio­na­lis­mo), y en el pun­to quin­to pre­vie­ne a los obre­ros con­tra las con­sig­nas nacio­na­lis­tas de cual­quier bur­gue­sía y exi­ge la uni­dad y la fusión de los obre­ros de todas las nacio­nes en orga­ni­za­cio­nes pro­le­ta­rias inter­na­cio­na­les úni­cas. Pero sólo inte­li­gen­cias abso­lu­ta­men­te obtu­sas pue­den ver aquí una «con­tra­dic­ción», pues son inca­pa­ces de com­pren­der, por ejem­plo, por qué han gana­do la uni­dad y la soli­da­ri­dad de cla­se del pro­le­ta­ria­do sue­co y norue­go, cuan­do los obre­ros sue­cos han defen­di­do para Norue­ga la liber­tad de sepa­rar­se y cons­ti­tuir un Esta­do independiente.

8. CARLOS MARX, EL UTOPISTA, Y ROSA LUXEMBURGO, LA PRACTICA

Decla­ran­do «uto­pía» la inde­pen­den­cia de Polo­nia y repi­tién­do­lo has­ta dar náu­seas, Rosa Luxem­bur­go excla­ma con iro­nía: ¿por qué no exi­gir la inde­pen­den­cia de Irlanda?

Evi­den­te­men­te, la «prác­ti­ca» Rosa Luxem­bur­go des­co­no­ce la acti­tud de C. Marx ante la inde­pen­den­cia de Irlan­da. Vale la pena dete­ner­se en este pun­to para dar un ejem­plo ana­lí­ti­co de una rei­vin­di­ca­ción con­cre­ta de inde­pen­den­cia nacio­nal des­de el pun­to de vis­ta ver­da­de­ra­men­te mar­xis­ta, y no oportunista.

Marx tenía la cos­tum­bre de «tan­tear», como él decía, a los socia­lis­tas que él cono­cía, com­pro­ban­do su con­cien­cia y la fir­me­za de su con­vic­ción. Cuan­do cono­ció a Lopa­tin, Marx escri­bió a Engels el 5 de julio de 1870 un jui­cio muy enco­miás­ti­co sobre el joven socia­lis­ta ruso, pero añadía:

«…El pun­to débil: Polo­nia. Sobre este pun­to Lopa­tin dice exac­ta­men­te lo mis­mo que un inglés ‑por ejem­plo, un car­tis­ta inglés de la vie­ja escue­la- sobre Irlanda».

Marx inte­rro­ga a un socia­lis­ta que per­te­ne­ce a una nación opre­so­ra lo que pien­sa de una nación opri­mi­da y des­cu­bre en el acto el defec­to común de los socia­lis­tas de las nacio­nes domi­nan­tes (ingle­sa y rusa): la incom­pre­sión de su deber socia­lis­ta para con las nacio­nes opri­mi­das, el rumiar pre­jui­cios toma­dos de la bur­gue­sía de la «nación grande».

Antes de pasar a las decla­ra­cio­nes posi­ti­vas de Marx sobre Irlan­da, hay que hacer la sal­ve­dad de que Marx y Engels guar­da­ban en gene­ral una acti­tud rigu­ro­sa­men­te crí­ti­ca fren­te al pro­ble­ma nacio­nal, apre­cian­do su valor his­tó­ri­co rela­ti­vo. Así, Engels escri­be a Marx el 23 de mayo de 1851 que el estu­dio de la his­to­ria le lle­va a con­clu­sio­nes pesi­mis­tas res­pec­to a Polo­nia, que la impor­tan­cia de Polo­nia es tem­po­ral, sólo has­ta la revo­lu­ción agra­ria en Rusia. El papel de los pola­cos en la his­to­ria es el de «ton­te­rías atre­vi­das». «Ni por un momen­to pue­de supo­ner­se que Polo­nia, inclu­so com­pa­ra­da con Rusia sola­men­te, repre­sen­te con éxi­to el pro­gre­so o ten­ga cier­to valor his­tó­ri­co». En Rusia hay más ele­men­tos de civi­li­za­ción, de ins­truc­ción, de indus­tria, de bur­gue­sía que en la «ale­tar­ga­da Polo­nia de los terra­te­nien­tes nobles». «¡Qué sig­ni­fi­can Var­so­via y Cra­co­via com­pa­ra­das con San Peters­bur­go, Mos­cú y Ode­sa!» Engels no cree en el éxi­to de las insu­rrec­cio­nes de la noble­za polaca.

Pero todas estas ideas, que tan­to tie­nen de pers­pi­ca­cia genial, en modo alguno impi­die­ron a Marx y Engels doce años más tar­de, cuan­do Rusia seguía aún ale­tar­ga­da, y Polo­nia, en cam­bio, her­vía, adop­tar la acti­tud de la más cáli­da y pro­fun­da sim­pa­tía por el movi­mien­to polaco.

En 1864, al redac­tar el men­sa­je de la Inter­na­cio­nal, Marx escri­be a Engels (4 de noviem­bre de 1864) que es pre­ci­so luchar con­tra el nacio­na­lis­mo de Maz­zi­ni. «Cuan­do en el men­sa­je se habla de polí­ti­ca inter­na­cio­nal, me refie­ro a paí­ses, no a nacio­nes, y denun­cio a Rusia, y no a Esta­dos de menor impor­tan­cia», escri­be Marx. Para Marx no ofre­ce dudas la subor­di­na­ción del pro­ble­ma nacio­nal a la «cues­tión obre­ra». Pero su teo­ría está tan lejos del pro­pó­si­to de pasar por alto los movi­mien­tos nacio­na­les como el cie­lo de la tierra.

Lle­ga el año 1866. Marx escri­be a Engels sobre la «cama­ri­lla proudho­nia­na» de París, que «decla­ra que las nacio­nes son un absur­do y ata­ca a Bis­marck y a Gari­bal­di. Como polé­mi­ca con­tra el cho­vi­nis­mo, su tác­ti­ca es útil y expli­ca­ble. Pero cuan­do quie­nes creen en Proudhon (y entre ellos figu­ran dos bue­nos ami­gos míos de aquí, Lafar­gue y Lon­guet) pien­san que toda Euro­pa pue­de y debe per­ma­ne­cer quie­ta, sen­ta­da tran­qui­la­men­te a sus anchas has­ta que los seño­res aca­ben con la mise­ria y la igno­ran­cia en Fran­cia… resul­tan ridícu­los» (car­ta del 7 de junio de 1866).

«Ayer ‑escri­be Marx el 20 de junio de 1866- hubo en el Con­se­jo de la Inter­na­cio­nal un deba­te sobre la gue­rra actual… Como era de espe­rar, la dis­cu­sión giró en torno al pro­ble­ma de las «nacio­nes» y a nues­tra acti­tud ante él… Los repre­sen­tan­tes de la «joven Fran­cia» (no obre­ros) defen­die­ron el pun­to de vis­ta de que todo gru­po étni­co y la mis­ma nación son pre­jui­cios anti­cua­dos. Stir­ne­ria­nis­mo proudho­niano… Todo el mun­do debe espe­rar que los fran­ce­ses madu­ren para la revo­lu­ción social… Los ingle­ses se rie­ron mucho cuan­do yo comen­cé mi dis­cur­so dicien­do que nues­tro ami­go Lafar­gue y otros, que han supri­mi­do las nacio­nes, nos habla­ban en fran­cés, es decir, en una len­gua incom­pren­si­ble para las 910 par­tes de la reu­nión. Lue­go di a enten­der que Lafar­gue, sin dar­se él mis­mo cuen­ta de ello, enten­día por nega­ción de las nacio­nes, al pare­cer, su absor­ción por la ejem­plar nación francesa».

La deduc­ción que resul­ta de todas estas obser­va­cio­nes crí­ti­cas de Marx es cla­ra: la cla­se obre­ra es la que menos pue­de hacer un feti­che del pro­ble­ma nacio­nal, por­que el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo no des­pier­ta nece­sa­ria­men­te a todas las nacio­nes a una vida inde­pen­dien­te. Pero, una vez sur­gi­dos los movi­mien­tos nacio­na­les de masas, des­en­ten­der­se de ellos, negar­se a apo­yar lo que en ellos hay de pro­gre­si­vo sig­ni­fi­ca caer, en reali­dad, bajo la influen­cia de pre­jui­cios nacio­na­lis­tas, es decir: con­si­de­rar a «su pro­pia» nación como «nación ejem­plar» (o, aña­di­re­mos noso­tros, como nación dota­da del pri­vi­le­gio exclu­si­vo de orga­ni­zar­se en Esta­do)[4].

Pero vol­va­mos al pro­ble­ma de Irlanda.

La posi­ción de Marx en este pro­ble­ma la expre­san, con espe­cial cla­ri­dad, los siguien­tes frag­men­tos de sus cartas:

«He tra­ta­do por todos los medios de pro­mo­ver en los obre­ros ingle­ses una mani­fes­ta­ción de sim­pa­tía por la lucha de los fenia­nos… Antes creía impo­si­ble la sepa­ra­ción de Irlan­da de Ingla­te­rra. Aho­ra la creo inevi­ta­ble, aun­que des­pués de la sepa­ra­ción se pue­da lle­gar a una fede­ra­ción». Esto es lo que decía Marx a Engels en la car­ta del 2 de noviem­bre de 1867.

Y en otra car­ta, del 30 de noviem­bre del mis­mo año, añadía:

«¿Qué con­se­jo debe­mos dar noso­tros a los obre­ros ingle­ses? A jui­cio mío, deben hacer de la Repeal (rup­tu­ra) de la unión» (de Irlan­da con Ingla­te­rra, es decir, de la sepa­ra­ción de Irlan­da de Ingla­te­rra) «un pun­to de su decla­ra­ción, en pocas pala­bras, el asun­to de 1783, pero demo­cra­ti­za­do y adap­ta­do a las con­di­cio­nes del momen­to. Esta el úni­ca for­ma legal y, por con­si­guien­te, la úni­ca posi­ble de eman­ci­pa­ción de los irlan­de­ses que pue­de entrar en el pro­gra­ma de un par­ti­do inglés. La expe­rien­cia habrá de mos­trar más tar­de si la sim­ple unión per­so­nal pue­de seguir exis­tien­do entre los dos países…

«… Lo que nece­si­tan los irlan­de­ses es:

«1) Auto­no­mía e inde­pen­den­cia con res­pec­to a Inglaterra.

«2) Una revo­lu­ción agraria…»

Como Marx con­ce­día inmen­sa impor­tan­cia al pro­ble­ma de Irlan­da, daba con­fe­ren­cias de hora y media sobre este tema en la Unión Obre­ra ale­ma­na (car­ta del 17 de diciem­bre de 1867).

En una car­ta del 20 de noviem­bre de 1868, Engels seña­la «el odio que exis­te entre los obre­ros ingle­ses a los irlan­de­ses», y al cabo de un año, poco más o menos (24 de octu­bre de 1869), vol­vien­do a este tema, escribe:

«De Irlan­da a Rusia il n“y a qu“un pas (no hay más que un paso)… Por el ejem­plo de la his­to­ria irlan­de­sa pue­de ver­se qué des­gra­cia es para un pue­blo haber sojuz­ga­do a otro. Todas las infa­mias ingle­sas tie­nen su ori­gen en la esfe­ra irlan­de­sa. Toda­vía ten­go que estu­diar la épo­ca de Crom­well; pero, de todos modos, no me cabe la menor duda de que, tam­bién en Ingla­te­rra, las cosas habrían toma­do otro cariz si no hubie­ra sido nece­sa­rio domi­nar por las armas a Irlan­da y crear una nue­va aristocracia».

Seña­le­mos de paso la car­ta de Marx a Engels del 18 de agos­to de 1869:

«En Pos­na­nia, los obre­ros pola­cos han teni­do una huel­ga vic­to­rio­sa gra­cias a la ayu­da de sus cama­ra­das de Ber­lín. Esta lucha con­tra «el señor capi­tal» ‑inclu­so en su for­ma infe­rior, en for­ma de huel­gas- ter­mi­na­rá con los pre­jui­cios nacio­na­les de un modo más serio que las decla­ma­cio­nes sobre la paz en boca de los seño­res burgueses».

Por lo que sigue, pue­de ver­se la polí­ti­ca que Marx apli­ca­ba en la Inter­na­cio­nal res­pec­to al pro­ble­ma irlandés.

El 18 de noviem­bre de 1869 Marx escri­be a Engels que ha pro­nun­cia­do en el Con­se­jo de la Inter­na­cio­nal un dis­cur­so de hora y cuar­to sobre la acti­tud del gobierno bri­tá­ni­co ante la amnis­tía irlan­de­sa y que ha pro­pues­to la reso­lu­ción siguiente:

«Se acuer­da

que, en su res­pues­ta a la exi­gen­cia irlan­de­sa de poner en liber­tad a los patrio­tas irlan­de­ses, el señor Glads­to­ne ultra­ja deli­be­ra­da­men­te a la nación irlandesa;

que Glads­to­ne liga la amnis­tía polí­ti­ca a con­di­cio­nes igual­men­te humi­llan­tes tan­to para las víc­ti­mas del mal gobierno como para el pue­blo repre­sen­ta­do por ese gobierno;

que Glads­to­ne, si bien obli­ga­do por su situa­ción ofi­cial, ha aplau­di­do públi­ca y solem­ne­men­te la revuel­ta de los escla­vis­tas nor­te­ame­ri­ca­nos y aho­ra se pone a pre­di­car al pue­blo irlan­dés la doc­tri­na de la sumi­sión pasiva;

que, en lo tocan­te a la amnis­tía irlan­de­sa, toda su polí­ti­ca es una autén­ti­ca mani­fes­ta­ción de la «polí­ti­ca de con­quis­ta» que des­en­mas­ca­ró el señor Glads­to­ne, derri­ban­do de este modo el minis­te­rio de sus adver­sa­rios, los tories;

que el Con­se­jo Gene­ral de la Aso­cia­ción Inter­na­cio­nal de los Tra­ba­ja­do­res expre­sa su admi­ra­ción ante la valen­tía, la fir­me­za y la ele­va­ción de espí­ri­tu con que el pue­blo irlan­dés des­plie­ga su cam­pa­ña por la amnistía;

que esta reso­lu­ción debe­rá ser comu­ni­ca­da a todas las secio­nes de la Aso­cia­ción Inter­na­cio­nal de los Tra­ba­ja­do­res y a todas las orga­ni­za­cio­nes obre­ras de Euro­pa y Amé­ri­ca que estén rela­cio­na­das con ella».

El 10 de diciem­bre de 1869 Marx escri­be que su infor­me sobre el pro­ble­ma irlan­dés en el Con­se­jo de la Inter­na­cio­nal ten­drá la estruc­tu­ra siguiente:

«… Inde­pen­dien­te­men­te de toda fra­se «inter­na­cio­na­lis­ta» y «huma­ni­ta­ria» sobre «jus­ti­cia para Irlan­da» ‑por­que esto se sobren­tien­de en el Con­se­jo de la Internacional‑, el inte­rés abso­lu­to y direc­to de la cla­se obre­ra ingle­sa exi­ge la rup­tu­ra de su actual unión con Irlan­da. Estoy pro­fun­da­men­te con­ven­ci­do de ello, y las razo­nes no las pue­do reve­lar, en par­te, a los pro­pios obre­ros ingle­ses. He creí­do duran­te mucho tiem­po que la ascen­den­cia de la cla­se obre­ra ingle­sa per­mi­ti­ría derro­car el régi­men irlan­dés. He defen­di­do siem­pre esta opi­nión en el New York Daily Tri­bu­ne (perió­di­co nor­te­ame­ri­cano en el que Marx cola­bo­ró mucho tiem­po). Un estu­dio más pro­fun­do me ha per­sua­di­do de lo con­tra­rio. La cla­se obre­ra ingle­sa no hará nada mien­tras no se des­em­ba­ra­ce de Irlan­da… La reac­ción ingle­sa, en Ingla­te­rra, tie­ne sus raí­ces en el sojuz­ga­mien­to de Irlan­da» (sub­ra­ya­do por Marx).

Aho­ra ten­drá el lec­tor bien cla­ro cuál era la polí­ti­ca de Marx en el pro­ble­ma irlandés.

El «uto­pis­ta» Marx era tan «poco prác­ti­co» que esta­ba en pro de la sepa­ra­ción de Irlan­da, sepa­ra­ción que, medio siglo más tar­de, no se ha rea­li­za­do aún.

¿A qué se debe esta polí­ti­ca de Marx? ¿No fue, aca­so, un error?

Al prin­ci­pio, Marx creía que el movi­mien­to que libe­ra­ría a Irlan­da era el movi­mien­to obre­ro de la nación opre­so­ra y no el nacio­nal de la nación opri­mi­da. Marx, sabe­dor de que sólo la vic­to­ria de la cla­se obre­ra podrá traer la libe­ra­ción com­ple­ta de todas las nacio­nes, no hace de los movi­mien­tos nacio­na­les algo abso­lu­to. Es impo­si­ble tener en cuen­ta de ante­mano todas las corre­la­cio­nes que puden esta­ble­cer­se entre los movi­mien­tos bur­gue­ses de libe­ra­ción en las nacio­nes opri­mi­das y el movi­mien­to pro­le­ta­rio de libe­ra­ción en la nación opre­so­ra (pre­ci­sa­men­te esto es lo que hace tan difí­cil el pro­ble­ma nacio­nal en la Rusia contemporánea).

Pero las cosas han ocu­rri­do de mane­ra que la cla­se obre­ra ingle­sa ha caí­do por un perío­do bas­tan­te lar­go bajo la influen­cia de los libe­ra­les, yen­do a la zaga de los mis­mos, deca­pi­tán­do­se ella mis­ma con una polí­ti­ca obre­ra libe­ral. El movi­mien­to bur­gués de libe­ra­ción en Irlan­da se ha acen­tua­do y ha adqui­ri­do for­mas revo­lu­cio­na­rias. Marx revi­sa su opi­nión y la corri­ge. «Qué des­gra­cia es para un pue­blo el haber sojuz­ga­do a otro». La cla­se obre­ra de Ingla­te­rra no podrá libe­rar­se, mien­tras Irlan­da no se libe­re del yugo inglés. La escla­vi­za­ción de Irlan­da for­ta­le­ce y nutre a la reac­ción en Ingla­te­rra (¡igual que nutre a la reac­ción en Rusia el sojuz­ga­mien­to de una serie de naciones!).

Y Marx, al hacer apro­bar en la Inter­na­cio­nal una reso­lu­ción de sim­pa­tía por «la nación irlan­de­sa», por «el pue­blo irlan­dés» (¡el inte­li­gen­te L. Vl. haría , segu­ra­men­te, tri­zas al pobre Marx por haber olvi­da­do la lucha de cla­se!), pro­pug­na la sepa­ra­ción de Irlan­da de Ingla­te­rra, «aun­que des­pués de la sepa­ra­ción se pue­da lle­gar a una federación».

¿Cuá­les son las pre­mi­sas teó­ri­cas de esta con­clu­sión de Marx? En Ingla­te­rra hace ya mucho tiem­po que, en gene­ral, que­dó ter­mi­na­da la revo­lu­ción bur­gue­sa. Pero no así en Irlan­da, don­de la están ter­mi­nan­do aho­ra, medio siglo des­pués, las refor­mas de los libe­ra­les ingle­ses. Si el capi­ta­lis­mo hubie­se sido derri­ba­do en Ingla­te­rra con la rapi­dez que espe­ra­ba Marx al prin­ci­pio, no habría lugar en Irlan­da para un movi­mien­to demo­crá­ti­co bur­gués del con­jun­to de la nación. Pero pues­to que ha sur­gi­do, Marx acon­se­ja a los obre­ros ingle­ses que lo apo­yen, que le impri­man un impul­so revo­lu­cio­na­rio, que lo lle­ven a tér­mino en bien de su pro­pia libertad.

En la déca­da del 60 del siglo pasa­do, las rela­cio­nes eco­nó­mi­cas entre Irlan­da e Ingla­te­rra eran, des­de lue­go, más estre­chas aún que las rela­cio­nes entre Rusia y Polo­nia, Ucra­nia, etc. Sal­ta­ba a la vis­ta que la sepa­ra­ción de Irlan­da era «poco prác­ti­ca», «irrea­li­za­ble» (aun­que sólo fue­ra por su situa­ción geo­grá­fi­ca y por el inmen­so pode­río colo­nial de Ingla­te­rra). Sien­do en prin­ci­pio enemi­go del fede­ra­lis­mo, Marx admi­te, en este caso, inclu­so la fede­ra­ción[5] con tal de que la libe­ra­ción de Irlan­da no se haga por vía refor­mis­ta, sino revo­lu­cio­na­ria, por el movi­mien­to de las masas del pue­blo en Irlan­da, apo­ya­do por la cla­se obre­ra de Ingla­te­rra. No pue­de caber nin­gu­na duda de que sólo una solu­ción seme­jan­te de este pro­ble­ma his­tó­ri­co habría sido la más bene­fi­cio­sa para el pro­le­ta­ria­do y un rápi­do desa­rro­llo social.

Pero las cosas suce­die­ron de otro modo. Tan­to el pue­blo irlan­dés como el pro­le­ta­ria­do inglés han resul­ta­do ser débi­les. Sólo aho­ra, por míse­ras com­po­nen­das entre los libe­ra­les ingle­ses y la bur­gue­sía irlan­de­sa, se resuel­ve (el ejem­plo de Uls­ter demues­tra con cuán­ta difi­cul­tad) el pro­ble­ma irlan­dés con una refor­ma agra­ria (con res­ca­te) y la auto­no­mía (sin esta­ble­cer aún). ¿Y qué? ¿Se debe aca­so dedu­cir de esto que Marx y Engels eran «uto­pis­tas», que pre­sen­ta­ban rei­vin­di­ca­cio­nes nacio­na­les «irrea­li­za­bles», que cedían a la influen­cia de los nacio­na­lis­tas irlan­de­ses, peque­ños bur­gue­ses (es indu­da­ble el carác­ter peque­ño­bur­gués del movi­mien­to de los «fenia­nos»), etc.?

No. Marx y Engles pro­pug­na­ron, tam­bién en la cues­tión irlan­de­sa, una polí­ti­ca con­se­cuen­te­men­te pro­le­ta­ria, una polí­ti­ca que edu­ca­ra de ver­dad a las masas en el espí­ri­tu de la demo­cra­cia y del socia­lis­mo. Sólo esta polí­ti­ca podía sal­var, tan­to a Irlan­da como a Ingla­te­rra, de dife­rir por medio siglo las trans­for­ma­cio­nes nece­sa­rias y de que los libe­ra­les las des­fi­gu­ra­sen para com­pla­cen­cia de la reacción.

La polí­ti­ca de Marx y Engels en el pro­ble­ma irlan­dés cons­ti­tu­ye un mag­ní­fi­co ejem­plo de la acti­tud que debe man­te­ner el pro­le­ta­ria­do de las nacio­nes opre­so­ras ante los movi­mien­tos nacio­na­les, y este ejem­plo ha con­ser­va­do, has­ta hoy día, un valor prác­ti­co enor­me: esta polí­ti­ca es una adver­ten­cia con­tra la «pre­ci­pi­ta­ción laca­yu­na» con que los peque­ños bur­gue­ses de todos los paí­ses, len­guas y colo­res se apre­su­ran a decla­rar «utó­pi­ca» la modi­fi­ca­ción de las fron­te­ras de los Esta­dos crea­dos por las vio­len­cias y los pri­vi­le­gios de los terra­te­nien­tes y de la bur­gue­sía de una nación.

Si el pro­le­ta­ria­do de Irlan­da y el de Ingla­te­rra no hubie­ran adop­ta­do la polí­ti­ca de Marx, si no hubie­ran hecho suya la con­sig­na de sepa­ra­ción de Irlan­da, ello habría sido el peor de los opor­tu­nis­mos por su par­te, habría sig­ni­fi­ca­do un olvi­do de las misio­nes de un demo­crá­ta y de un socia­lis­ta, una con­ce­sión a la reac­ción y a la bur­gue­sía inglesas.

9. EL PROGRAMA DE 1903 Y SUS LIQUIDADORES

Las actas del Con­gre­so de 1903, que apro­bó el pro­gra­ma de los mar­xis­tas de Rusia, se han hecho un tex­to muy difí­cil de encon­trar, y la inmen­sa mayo­ría de los actua­les mili­tan­tes del movi­mien­to obre­ro no cono­cen los moti­vos de los diver­sos pun­tos del pro­gra­ma (con tan­ta mayor razón que no todas las publi­ca­cio­nes, ni mucho menos, que con ellos se rela­cio­nan, gozan del bene­fi­cio de la lega­li­dad…). De ahí que sea nece­sa­rio dete­ner­se en el examen que se hizo en el Con­gre­so de 1903 de la cues­tión que nos interesa.

Haga­mos notar, ante todo, que, por pobre que sea la biblio­gra­fía soa­cial­de­mó­cra­ta rusa en lo con­cer­nien­te al «dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción», resul­ta de ella, sin embar­go, con toda cla­ri­dad que este dere­cho se ha inter­pre­ta­do siem­pre en el sen­ti­do de dere­cho a la sepa­ra­ción. Los Sem­kovs­ki, los Lib­man y los Yur­ké­vich, todos estos seño­res que lo ponen en duda, que decla­ran que el apar­ta­do 9 es «poco cla­ro», etc. sólo hablan de «fal­ta de cla­ri­dad» por igno­ran­cia supi­na o por des­preo­cu­pa­ción. Ya en 1902, Ple­já­nov[6], defen­dien­do en Zariá «el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción» en el pro­yec­to del pro­gra­ma, escri­bía que esta rei­vin­di­ca­ción, que no es obli­ga­to­ria para los demó­cra­tas bur­gue­ses. «es obli­ga­to­ria para los social­de­mó­cra­tas». «Si nos olvi­dá­ra­mos de ella o si no nos deci­dié­ra­mos a pro­pug­nar­la ‑escri­bía Plejánov‑, temien­do herir los pre­jui­cios nacio­na­les de nues­tros com­pa­trio­tas rusos, se con­ver­te­ría en nues­tros labios en men­ti­ra odio­sa… el gri­to de com­ba­te…: «¡Pro­le­ta­rios de todos los paí­ses, uníos!»».

Estas pala­bras carac­te­ri­zan con mucho acier­to el argu­men­to fun­da­men­tal a favor del pun­to ana­li­za­do, con tan­to acier­to que no sin moti­vo las han pasa­do y las pasan teme­ro­sa­men­te por alto los crí­ti­cos de nues­tro pro­gra­ma que se olvi­dan de su paren­tes­co. Renun­ciar a este pun­to, sean cua­les fue­ren los moti­vos que se aduz­can, sig­ni­fi­ca de hecho una con­ce­sión «ver­gon­zo­sa» al nacio­na­lis­mo ruso. ¿Por qué ruso, cuan­do se habla del dere­cho de todas las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción? Por­que se tra­ta de sepa­rar­se de los rusos. El inte­rés de la unión de los pro­le­ta­rios, el inte­rés de su soli­da­ri­dad de cla­se exi­gen que se reco­noz­ca el dere­cho de las nacio­nes a la sepa­ra­ción: eso es lo que hace doce años reco­no­ció Ple­já­nov en las pala­bras cita­das; de refle­xio­nar sobre ello, nues­tros opor­tu­nis­tas no hubie­ran dicho, pro­ba­ble­men­te, tan­tos absur­dos sobre la autodeterminación.

En el con­gre­so de 1903, don­de se apro­bó este pro­yec­to de pro­gra­ma defen­di­do por Ple­já­nov, el tra­ba­jo prin­ci­pal esta­ba con­cen­tra­do en la comi­sión de pro­gra­ma. Es de lamen­tar que en ella no se levan­ta­ran actas. Pre­ci­sa­men­te sobre el pun­to de que tra­ta­mos pre­sen­ta­rían espe­cial inte­rés, por­que sólo en la comi­sión los repre­sen­tan­tes de los social­de­mó­cra­tas pola­cos, Wars­zaws­ki y Hanec­ki, inten­ta­ron defen­der sus pun­tos de vis­ta e impug­nar el «reco­no­ci­mien­to del dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción». El lec­tor que hubie­ra desea­do com­pa­rar sus argu­men­tos (expues­tos en el dis­cur­so de Wars­zaws­ki y en la decla­ra­ción del mis­mo y de Hanec­ki, págs 134 – 136 y 388 – 390 de las actas) con los argu­men­tos de Rosa Luxem­bur­go en su artícu­lo pola­co que hemos ana­li­za­do, vería la com­ple­ta iden­ti­dad de estos argumentos.

Pero ¿cuál fue ante estos argu­men­tos la acti­tud de la comi­sión de pro­gra­ma del II Con­gre­so, don­de quien más habló con­tra los mar­xis­tas pola­cos fue Ple­já­nov? ¡Estos argu­men­tos fue­ron ridi­cu­li­za­dos con mor­da­ci­dad! El absur­do de pro­po­ner a los mar­xis­tas de Rusia que exclu­ye­ran el reco­no­ci­mien­to del dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes que­dó demos­tra­do de mane­ra tan cla­ra y paten­te que los mar­xis­tas pola­cos ¡¡no se atre­vie­ron ni a repe­tir sus argu­men­tos en la sesión ple­na­ria del con­gre­so!! Aban­do­na­ron el con­gre­so, con­ven­ci­dos de lo deses­pe­ra­do de su posi­ción ante la asam­blea supre­ma de los mar­xis­tas, tan­to rusos como hebreos, geor­gia­nos y armenios.

Este epi­so­dio his­tó­ri­co tie­ne, de suyo se com­pren­de, suma impor­tan­cia para todo el que se intere­se en serio por su pro­gra­ma. El fra­ca­so com­ple­to de los argu­men­tos expues­tos por los mar­xis­tas pola­cos en la comi­sión de pro­gra­ma del con­gre­so, así como su renun­cia al inten­to de defen­der sus opi­nio­nes ante la sesión del con­gre­so, sn hechos muy sig­ni­fi­ca­ti­vos. No en vano ha pasa­do Rosa Luxem­bur­go «modes­ta­men­te» en silen­cio este hecho en su artícu­lo de 1908: ¡el recuer­do del con­gre­so le resul­ta­ba, por lo vis­to, dema­sia­do des­agra­da­ble! Tam­po­co ha dicho nada de la pro­pues­ta, des­afor­tu­na­da has­ta lo ridícu­lo, de «corre­gir» el apar­ta­do 9 del pro­gra­ma, pro­pues­ta que Wars­zaws­ki y Hanec­ki hicie­ron en 1903 en nom­bre de todos los mar­xis­tas pola­cos y que no se han deci­di­do (ni se deci­di­rán) a repe­tir ni Rosa Luxem­bur­go ni otros social­de­mó­cra­tas polacos.

Pero si Rosa Luxem­bur­go, ocul­tan­do su derro­ta en 1903, ha guar­da­do silen­cio sobre estos hechos, las per­so­nas que se intere­san por la his­to­ria de su par­ti­do se preo­cu­pa­rán de cono­cer­los y de medi­tar sobre su significación.

«… Noso­tros pro­po­ne­mos ‑escri­bían en 1903 al con­gre­so los ami­gos de Rosa Luxem­bur­go, al reti­rar­se del mis­mo- dar la siguien­te redac­ción del apar­ta­do 7 (aho­ra 9) del pro­yec­to de pro­gra­ma: apdo. 7: Ins­ti­tu­cio­nes que garan­ti­cen la com­ple­ta liber­tad de desa­rro­llo cul­tu­ral a todas las nacio­nes que inte­gran el Esta­do» (pág. 390 de las actas).

Así pues, los mar­xis­tas pola­cos for­mu­la­ban enton­ces, en lo que se refie­re a la cues­tión nacio­nal, opi­nio­nes tan poco defi­ni­das que, en lugar de auto­de­ter­mi­na­ción, pro­po­nían, en el fon­do, ¡nada menos que un seu­dó­ni­mo de la famo­sa «auto­no­mía nacio­nal cultural»!

Esto pare­ce casi inve­ro­sí­mil, pero, des­gra­cia­da­men­te, es un hecho. En el mis­mo con­gre­so, aun­que en él había con­co bun­dis­tas con cin­co votos y tres cau­ca­sia­nos con seis votos, sin con­tar la voz sin voto de Kos­trov, no hubo ni uno solo que vota­ra a favor de la supre­sión del pun­to refe­ren­te a la auto­de­ter­mi­na­ción. Se emi­tie­ron tres votos a favor de aña­dir a este pun­to «la auto­no­mía nacio­nal cul­tu­ral» (por la fór­mu­la de Gold­blat: «crea­ción de ins­ti­tu­cio­nes que garan­ti­cen a las nacio­nes la com­ple­ta liber­tad de desa­rro­llo cul­tu­ral») y cua­tro a favor de la fór­mu­la de Líber («dere­cho a su ‑de las nacio­nes- liber­tad de desa­rro­llo cultural»).

Aho­ra, cuan­do ha sur­gi­do un par­ti­do libe­ral ruso, el Par­ti­do Demó­cra­ta Cons­ti­tu­cio­na­lis­ta, sabe­mos que la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca de las nacio­nes ha sido sus­ti­tui­da en su pro­gra­ma por la «auto­de­ter­mi­na­ción cul­tu­ral». Por con­si­guien­te, los ami­gos pola­cos de Rosa Luxem­bur­go, «al luchar» con­tra el nacio­na­lis­mo del PSP, ¡lo hacían tan bien que pro­po­nían sus­ti­tuir el pro­gra­ma mar­xis­ta por un pro­gra­ma libe­ral! Y al hacer­lo acu­sa­ban, por aña­di­du­ra, de opor­tu­nis­mo a nues­tro pro­gra­ma. ¡No es de extra­ñar, pues, que en la comi­sión de pro­gra­ma del II Con­gre­so esta acu­sa­ción fue­ra aco­gi­da sólo con risas!

¿En qué sen­ti­do enten­dían la «auto­de­ter­mi­na­ción» los dele­ga­dos al II Con­gre­so, de los cua­les, según hemos vis­to, no hubo ni uno solo que estu­vie­ra en con­tra de la «auto­de­ter­mi­na­ción de las naciones»?

Lo ates­ti­guan los tres pasa­jes siguien­tes de las actas:

«Mar­tí­nov con­si­de­ra que no hay que dar a la pala­bra «auto­de­ter­mi­na­ción» una inter­pre­ta­ción amplia; sólo sig­ni­fi­ca el dere­cho de una nación a sepa­rar­se para for­mar una enti­dad polí­ti­ca apar­te, pero de nin­gún modo la auto­no­mía regio­nal» (pág. 171). Mar­tí­nov era miem­bro de la comi­sión de pro­gra­ma, en la que fue­ron refu­ta­dos y ridi­cu­li­za­dos los argu­men­tos de los ami­gos de Rosa Luxem­bur­go. Por sus con­cep­cio­nes, Mar­tí­nov era enton­ces «eco­no­mis­ta», adver­sa­rio furi­bun­do de Iskra, y si hubie­se expre­sa­do una opi­nión que no com­par­tie­ra la mayo­ría de la comi­sión de pro­gra­ma, habría sido, des­de lue­go, refutado.

Gold­blat, bun­dis­ta, fue el pri­me­ro en tomar la pala­bra cuan­do, des­pués del tra­ba­jo de la comi­sión, se dis­cu­tió en el con­gre­so el apar­ta­do 8 (aho­ra 9) del programa.

«Con­tra el «dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción» ‑dijo Gold­blat- no pue­de obje­tar­se nada. Cuan­do algu­na nación lucha por su inde­pen­den­cia, no pode­mos opo­ner­nos a ello. Si Polo­nia no quie­re con­traer matri­mo­nio legal con Rusia, hay que dejar­la en paz, según ha dicho el cama­ra­da Ple­já­nov. Estoy de acuer­do con seme­jan­te opi­nión den­tro de estos lími­tes» (págs. 175 – 176).

Ple­já­nov no habló en abso­lu­to sobre este pun­to en la sesión ple­na­ria del con­gre­so. Gold­blat se refie­re a unas pala­bras que dijo Ple­já­nov en la comi­sión de pro­gra­ma, don­de el «dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción» se expli­có en for­ma deta­lla­da y popu­lar en el sen­ti­do de dere­cho a la sepa­ra­ción. Líber, que habló des­pués de Gold­blat, observó:

«Cla­ro está que si algu­na nación no pue­de vivir den­tro de los con­fi­nes de Rusia, el par­ti­do no ha de crear­le obs­tácu­lo alguno» (pág. 176).

Como pue­de ver el lec­tor, en el II Con­gre­so del par­ti­do, que apro­bó el pro­gra­ma, no hubo dos opi­nio­nes en cuan­to a que la auto­de­ter­mi­na­ción sig­ni­fi­ca­ba «tan sólo» el dere­cho a la sepa­ra­ción. Inclu­so los bun­dis­tas asi­mi­la­ron enton­ces esta ver­dad, y sólo en nues­tros tris­tes tiem­pos de con­tra­rre­vo­lu­ción con­se­cu­ti­va y de toda cla­se de «abju­ra­cio­nes» ha habi­do gen­tes que, por igno­ran­cia, se han atre­vi­do a decla­rar que el pro­gra­ma es «poco cla­ro». Pero antes de dedi­car tiem­po a estos tris­tes «social­de­mó­cra­tas» de paco­ti­lla, ter­mi­ne­mos de hablar de la acti­tud de los pola­cos ante el programa.

Los pola­cos vinie­ron al II Con­gre­so (1903), decla­ran­do que era impres­cin­di­ble y urgen­te la uni­fi­ca­ción. Pero lo aban­do­na­ron tras de sufrir «reve­ses» en la comi­sión de pro­gra­ma, y su últi­ma pala­bra fue una decla­ra­ción escri­ta, en la que se hacía la pre­ci­ta­da pro­pues­ta de sus­ti­tuir la auto­de­ter­mi­na­ción por la auto­no­mía nacio­nal cul­tu­ral tal y como figu­ra en las actas del congreso.

En 1906, los mar­xis­tas pola­cos ingre­sa­ron en el par­ti­do, pero ¡¡ni al ingre­sar en él ni des­pués (ni en el Con­gre­so de 1907, ni en las con­fe­ren­cias de 1907 y 1908, ni en el Pleno de 1910) pre­sen­ta­ron nun­ca pro­pues­ta algu­na de modi­fi­car el apar­ta­do 9 del pro­gra­ma ruso!!

Esto es un hecho.

Y este hecho demues­tra con evi­den­cia, a pesar de todas las fra­ses y ase­ve­ra­cio­nes, que los ami­gos de Rosa Luxem­bur­go con­si­de­ra­ron con­clui­dos los deba­tes en la comi­sión de pro­gra­ma del II Con­gre­so y defi­ni­ti­va la reso­lu­ción del mis­mo, que reco­no­cie­ron táci­ta­men­te su error, y lo corri­gie­ron cuan­do, des­pués de reti­rar­se del con­gre­so en 1903, ingre­sa­ron en 1906 en el par­ti­do sin inten­tar ni una sola vez plan­tear por vía de par­ti­do la revi­sión del apar­ta­do 9.

El artícu­lo de Rosa Luxem­bur­go fue publi­ca­do con su fir­ma en 1908 ‑des­de lue­go, a nadie se le ocu­rrió jamás negar a las plu­mas del par­ti­do el dere­cho a cri­ti­car el programa‑, y des­pués de este artícu­lo tam­po­co hubo ni un solo orga­nis­mo ofi­cial de los mar­xis­tas pola­cos que plan­tea­se la revi­sión del apar­ta­do 9.

Por esta razón, Trots­ki pres­ta en ver­dad un fla­co ser­vi­cio a cier­tos admi­ra­do­res de Rosa Luxem­bur­go cuan­do, en nom­bre de la redac­ción de Bor­bá, escri­be en el núme­ro 2 (mar­zo de 1914):

«… Los mar­xis­tas pola­cos con­si­de­ran que el «dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción nacio­nal» care­ce en abso­lu­to de con­te­ni­do polí­ti­co y debe ser supri­mi­do del pro­gra­ma» (pág. 25).

¡Trots­ki obse­quio­so, enemi­go peli­gro­so! En nin­gu­na par­te, si no es en «con­ver­sa­cio­nes par­ti­cu­la­res» (es decir, sen­ci­lla­men­te en chis­mes, de los que siem­pre vive Trots­ki), ha podi­do encon­trar prue­bas para incluir a los «mar­xis­tas pola­cos» en gene­ral entre los par­ti­da­rios de cada artícu­lo de Rosa Luxem­bur­go. Trots­ki ha pre­sen­ta­do a los «mar­xis­tas pola­cos» como gen­tes sin honor y sin ver­güen­za, que no saben siquie­ra res­pe­tar sus con­vic­cio­nes ni el pro­gra­ma de su par­ti­do. ¡Trots­ki obsequioso!

Cuan­do los repre­sen­tan­tes de los mar­xis­tas pola­cos se reti­ra­ron en 1903 del II Con­gre­so a cau­sa del dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción, Trots­ki pudo haber dicho enton­ces que ellos con­si­de­ra­ban de poco con­te­ni­do este dere­cho y que debía ser supri­mi­do del programa.

Pero, des­pués de eso, los mar­xis­tas pola­cos ingre­sa­ron en un par­ti­do que tenía tal pro­gra­ma y ni una sola vez pro­pu­sie­ron revi­sar­lo[7].

¿Por qué ha silen­cia­do Trots­ki estos hechos a los lec­to­res de su revis­ta? Sólo por­que le con­vie­ne espe­cu­lar, ins­ti­gan­do las diver­gen­cias entre adver­sa­rios pola­cos y rusos del liqui­da­cio­nis­mo, y enga­ñar a los obre­ros rusos res­pec­to al programa.

Trots­ki jamás ha teni­do una opi­nión fir­me en un solo pro­ble­ma serio del mar­xis­mo, siem­pre «se ha meti­do por la ren­di­ja» de tales o cua­les diver­gen­cias, pasán­do­se de un ban­do a otro. En estos momen­tos se halla en la com­pa­ñía de bun­dis­tas y liqui­da­do­res. Y estos seño­res no tie­nen muchos mira­mien­tos con el partido.

Vean lo que escri­be el bun­dis­ta Libman.

«Cuan­do la social­de­mo­cra­cia de Rusia ‑escri­be este caba­lle­ro- inclu­yó hace quin­ce años en su pro­gra­ma el pun­to sobre el dere­cho de cada nación a la «auto­de­ter­mi­na­ción», todo el mun­do (!!) se pre­gun­ta­ba: ¿qué quie­re decir, hablan­do con pro­pie­dad, esta locu­ción en boga (!!)? No hubo res­pues­ta a esta pre­gun­ta (!!). El sen­ti­do de esta pala­bra que­dó (!!) envuel­to en bru­ma. En reali­dad, enton­ces era difí­cil disi­par esta bru­ma. Toda­vía no ha lle­ga­do el momen­to en que pue­da con­cre­tar­se este pun­to ‑se decía enton­ces-; que siga por aho­ra envuel­to en bru­ma (!!), y la mis­ma vida dirá qué con­te­ni­do debe dársele».

¿Ver­dad que es mag­ní­fi­co este «niño en cue­ros» que se bur­la del pro­gra­ma del partido?

¿Y por qué se burla?

Sólo por­que es un igno­ran­te supino que no ha estu­dia­do nada, que ni siquie­ra ha leí­do algo de his­to­ria del par­ti­do, sino que ha caí­do sen­ci­lla­men­te en el medio de los liqui­da­do­res, don­de «es cos­tum­bre» andar en cue­ros en el pro­ble­ma del par­ti­do y del partidismo.

En una obra de Pomia­lovs­ki, un semi­na­ris­ta se vana­glo­ria «de haber escu­pi­do en una tina de col». Los seño­res bun­dis­tas han ido más lejos. Hacen salir a los Lib­man para que estos caba­lle­ros escu­pan públi­ca­men­te en su pro­pia tina. ¿Que ha habi­do una reso­lu­ción del con­gre­so inter­na­cio­nal, que en el con­gre­so de su pro­pio par­ti­do dos repre­sen­tan­tes de su pro­pio Bund han reve­la­do (¡con lo «seve­ros» crí­ti­cos y enemi­gos deci­di­dos de Iskra que eran!) su com­ple­ta capa­ci­dad para com­pren­der el sen­ti­do de la «auto­de­ter­mi­na­ción» e inclu­so se mos­tra­ron con­for­mes con ella? ¿Qué impor­ta todo esto a los seño­res Lib­man? ¿No será más fácil liqui­dar el par­ti­do si los «publi­cis­tas del par­ti­do» (¡bro­mas apar­te!) tra­tan a lo semi­na­ris­ta la his­to­ria y el pro­gra­ma del partido?

He aquí al segun­do «niño en cue­ros», al señor Yur­ké­vich, de Dzvin, quien ha teni­do, pro­ba­ble­men­te, en sus manos las actas del II Con­gre­so, ya que cita las pala­bras de Ple­já­nov, repro­du­ci­das por Gold­blat, y demues­tra saber que la auto­de­ter­mi­na­ción no pue­de sig­ni­fi­car sino dere­cho a la sepa­ra­ción. Pero esto no le impi­de difun­dir entre la peque­ña bur­gue­sía ucra­nia, con­tra los mar­xis­tas rusos, la calum­nia de que éstos están por la «inte­gri­dad esta­tal» de Rusia (1913, núm. 7 – 8, pág. 83 y otras). Natu­ral­men­te, no podían los seño­res Yur­ké­vich inven­tar medio mejor que esta calum­nia para ale­jar a la demo­cra­cia ucra­nia de la demo­cra­cia rusa. ¡Y un ale­ja­mien­to tal está con­for­me con toda la polí­ti­ca del gru­po de auto­res de Dzvin que pre­co­ni­za la sepa­ra­ción de los obre­ros ucra­nios en una orga­ni­za­ción nacio­nal aparte!

Al gru­po de los peque­ños bur­gue­ses nacio­na­lis­tas que escin­den al pro­le­ta­ria­do ‑pre­ci­sa­men­te éste es el papel obje­ti­vo de Dzvin- le vie­ne que ni pin­ta­do, como es natu­ral, pro­pa­gar el más impú­di­co embro­llo sobre el pro­ble­ma nacio­nal. De suyo se com­pren­de que los seño­res Yur­ké­vich y los seño­res Lib­man ‑que se ofen­den «terri­ble­men­te» cuan­do se dice de ellos que «están situa­dos a un lado del par­ti­do»-, no han dicho nada, ni una sola pala­bra, de como hubie­ran que­ri­do resol­ver ellos en el pro­gra­ma la cues­tión del dere­cho a la separación.

He aquí al ter­ce­ro y prin­ci­pal «niño en cue­ros», al señor Sem­kovs­ki que, en las pági­nas del perió­di­co de los liqui­da­do­res, «deni­gra» ante el públi­co ruso el apar­ta­do 9 del pro­gra­ma y decla­ra a la vez que, ¡¡«por cier­tas con­si­de­ra­cio­nes, no com­par­te la pro­pues­ta» de excluir este apartado!!

Es inve­ro­sí­mil, pero es un hecho.

En agos­to de 1912, la con­fe­ren­cia de los liqui­da­do­res plan­tea ofi­cial­men­te el pro­ble­ma nacio­nal. En año y medio no hubo ni un solo artícu­lo, a excep­ción del artícu­lo del señor Sem­kovs­ki, sobre el apar­ta­do 9. ¡¡Y en este artícu­lo el autor refu­ta el pro­gra­ma, «no com­par­tien­do, por cier­tas razo­nes» (¿una enfer­me­dad secre­ta, o qué?), la pro­pues­ta de corre­gir­lo!! Pue­de dar­se garan­tía de que no se encon­tra­rá con faci­li­dad en todo el mun­do ejem­plos de seme­jan­te opor­tu­nis­mo, y aún peor que opor­tu­nis­mo, de abju­ra­ción del par­ti­do, de liqui­da­ción del mismo.

Un ejem­plo bas­ta­rá para mos­trar cuá­les son los argu­men­tos de Semkovski.

«Cómo debe pro­ce­der­se ‑escri­be- si el pro­le­ta­ria­do pola­co quie­re luchar al lado de todo el pro­le­ta­ria­do de Rusia den­tro de un solo Esta­do, mien­tras que las cla­ses reac­cio­na­rias de la socie­dad pola­ca quie­ren, por el con­tra­rio, sepa­rar a Polo­nia de Rusia y obtie­nen mayo­ría de votos a favor de ello en un refe­rén­dum (con­sul­ta popu­lar): ¿noso­tros, social­de­mó­cra­tas rusos, habría­mos de votar en el par­la­men­to cen­tral con nues­tros cama­ra­das pola­cos con­tra la sepa­ra­ción o a favor de ella para no vio­lar «el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción»?» (Nóva­ya Rabó­cha­ya Gaze­ta, núm71).

¡Por don­de pue­de ver­se que el señor Sem­kovs­ki no com­pren­de siquie­ra de qué se tra­ta! No ha pen­sa­do que el dere­cho a la sepa­ra­ción supo­ne que el pro­ble­ma no los resuel­ve pre­ci­sa­men­te el Par­la­men­to cen­tral, sino úni­ca­men­te el Par­la­men­to (Die­ta, refe­rén­dum, etc.) de la región que se separa.

¡Con la pue­ril per­ple­ji­dad del «como debe pro­ce­der­se» si en una demo­cra­cia la mayo­ría está por la reac­ción, se vela un pro­ble­ma de polí­ti­ca real, vera­da­de­ra, viva, cuan­do tan­to los Purish­ké­vich como los Kokosh­kin con­si­de­ran que has­ta la idea de la sepa­ra­ción es un cri­men! ¡¡Pro­ba­ble­men­te, los pro­le­ta­rios de toda Rusia no deben luchar hoy con­tra los Purish­ké­vich y los Kokosh­kin, sino pres­cin­dien­do de ellos, con­tra las cla­ses reac­cio­na­rias de Polonia!!

Y seme­jan­tes absur­dos incon­ce­bi­bles se escri­ben en el órgano de los liqui­da­do­res, uno de cuyos diri­gen­tes ideo­ló­gi­cos es el señor L. Már­tov. Aquel mis­mo L. Már­tov que redac­tó el pro­yec­to de pro­gra­ma y lo defen­dió en 1903 y que inclu­so más tar­de escri­bió en defen­sa de la liber­tad de sepa­ra­ción. Por lo vis­to, L. Már­tov razo­na aho­ra según la regla:

Allí no hace fal­ta un inte­li­gen­te; Man­den uste­des a Read Y yo veré.

¡El man­da a Read-Sem­kovs­ki y per­mi­te que en un dia­rio se ter­gi­ver­se y embro­lle sin fin nues­tro pro­gra­ma ante nue­vos gru­pos de lec­to­res que no lo conocen!

Sí, sí, el liqui­da­cio­nis­mo ha ido lejos: entre muchí­si­mos de los ex social­de­mó­cra­tas, e inclu­so entre los des­ta­ca­dos, no ha que­da­do ni ves­ti­gio de partidismo.

Cla­ro está que no se pue­de com­pa­rar a Rosa Luxem­bur­go con los Lib­man, los Yur­ké­vich y los Sem­kovs­ki, pero el hecho de que pre­ci­sa­men­te tales gen­tes se hayan afe­rra­do a su error demues­tra con sin­gu­lar evi­den­cia en qué opor­tu­nis­mo ha caí­do ella.

10. CONCLUSION

Haga­mos el balance.

Des­de el pun­to de vis­ta de la teo­ría del mar­xis­mo en gene­ral, el pro­ble­ma del dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción no pre­sen­ta difi­cul­ta­des. En serio no se pue­de ni hablar de poner en duda el acuer­do de Lon­dres de 1896, ni de que por auto­de­ter­mi­na­ción se entien­de úni­ca­men­te el dere­cho a la sepa­ra­ción, ni de que la for­ma­ción de Esta­dos nacio­na­les inde­pen­dien­tes es una ten­den­cia de todas las revo­lu­cio­nes demo­crá­ti­cas burguesas.

Has­ta cier­to pun­to, crea la difi­cul­tad el hecho de que en Rusia luchan y deben luchar jun­tos el pro­le­ta­ria­do de las nacio­nes opri­mi­das y el pro­le­ta­ria­do de la nación opre­so­ra. La tarea con­sis­te en sal­va­guar­dar la uni­dad de la lucha de cla­se del pro­le­ta­ria­do por el socia­lis­mo, repe­ler todas las influen­cias bur­gue­sas y ultra­rreac­cio­na­rias del nacio­na­lis­mo. Entre las nacio­nes opri­mi­das, la sepa­ra­ción del pro­le­ta­ria­do en un par­ti­do inde­pen­dien­te con­du­ce a veces a una lucha tan encar­ni­za­da con­tra el nacio­na­lis­mo de la nación de que se tra­ta que se defor­ma la pers­pec­ti­va y se olvi­da el nacio­na­lis­mo de la nación opresora.

Pero esta defor­ma­ción de la pers­pec­ti­va es posi­ble tan sólo duran­te cor­to tiem­po. La expe­rien­cia de la lucha con­jun­ta de los pro­le­ta­rios de nacio­nes dife­ren­tes prue­ba con dema­sia­da cla­ri­dad que noso­tros debe­mos plan­tear los pro­ble­mas polí­ti­cos des­de el pun­to de vis­ta de toda Rusia, y no des­de el «de Cra­co­via». Mien­tras tan­to, en la polí­ti­ca de toda Rusia domi­nan los Purish­ké­vich y los Kokosh­kin. Pre­do­mi­nan sus ideas; y la per­se­cu­ción de los habi­tan­tes aló­ge­nos por «sepa­ra­tis­mo», por pen­sar en la sepa­ra­ción, es pre­di­ca­da y lle­va­da a la prác­ti­ca en la Duma, en las escue­las, en las igle­sias, en los cuar­te­les, en cen­te­na­res y miles de perió­di­cos. Todo el cli­ma polí­ti­co de Rusia ente­ra está empon­zo­ña­do del veneno de este nacio­na­lis­mo ruso. La des­gra­cia del pue­blo con­sis­te en que, al escla­vi­zar a otros pue­blos, afian­za la reac­ción en toda Rusia. Los recuer­dos de 1849 y 1863 cons­ti­tu­yen una tra­di­ción polí­ti­ca viva que, si no se pro­du­cen tem­pes­ta­des de pro­por­cio­nes muy gran­des, ame­na­za­rá duran­te lar­gos dece­nios con difi­cul­tar todo movi­mien­to demo­crá­ti­co y, sobre todo, socialdemócrata.

No pue­de caber duda de que, por natu­ral que parez­ca a veces el pun­to de vis­ta de algu­nos mar­xis­tas de las nacio­nes opri­mi­das (cuya «des­gra­cia» con­sis­te a veces en que las masas de la pobla­ción que­dan des­lum­bra­das por la idea de «su» libe­ra­ción nacio­nal), en la prác­ti­ca, tenien­do en cuen­ta la corre­la­ción obje­ti­va de las fuer­zas de las cla­ses en Rusia, la renun­cia a defen­der el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción equi­va­le al peor opor­tu­nis­mo, a con­ta­giar al pro­le­ta­ria­do las ideas de los Kokosh­kin. Y estas ideas son, en el fon­do, las ideas y la polí­ti­ca de los Purishkévich.

Por eso, si el pun­to de vis­ta de Rosa Luxem­bur­go podía jus­ti­fi­car­se al prin­ci­pio como estre­chez espe­cí­fi­ca pola­ca, «de Cra­co­via»[8], aho­ra, cuan­do en todas par­tes se ha acen­tua­do el nacio­na­lis­mo y, sobre todo, el nacio­na­lis­mo guber­na­men­tal, ruso, cuan­do es este nacio­na­lis­mo el que diri­ge la polí­ti­ca, seme­jan­te estre­chez es ya imper­do­na­ble. En la prác­ti­ca se afe­rran a ella los opor­tu­nis­tas de todas las nacio­nes, teme­ro­sos ante la idea de «tem­pes­ta­des» y de «sal­tos», que con­si­de­ran ter­mi­na­da la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca bur­gue­sa y van detrás del libe­ra­lis­mo de los Kokoshkin.

El nacio­na­lis­mo ruso, como todo nacio­na­lis­mo, atra­ve­sa­rá dis­tin­tas fases, según pre­do­mi­nen en el país bur­gués unas u otras cla­ses. Has­ta 1905, casi no cono­ci­mos más que a nacio­nal-reac­cio­na­rios. Des­pués de la revo­lu­ción han sur­gi­do en nues­tro país nacional-liberales,

Esta es la posi­ción que ocu­pan de hecho en nues­tro país tan­to los octu­bris­tas como los demó­cra­tas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas (Kokosh­kin), es decir, toda la bur­gue­sía contemporánea.

En lo suce­si­vo es inevi­ta­ble que sur­jan nacio­nal-demó­cra­tas rusos. Uno de los fun­da­do­res del par­ti­do «socia­lis­ta popu­lar», el señor Peshe­jó­nov, ha expre­sa­do ya este pun­to de vis­ta cuan­do exhor­ta­ba (en el fas­cícu­lo de agos­to de Rúss­koie Bogatst­vo de 1906) a pro­ce­der con pru­den­cia res­pec­to a los pre­jui­cios nacio­na­lis­tas del mujik. Por mucho que se nos calum­nie a noso­tros, los bol­che­vi­ques, pre­ten­dien­do que «idea­li­za­mos» al mujik, noso­tros siem­pre hemos dis­tin­gui­do y dis­tin­gui­re­mos rigu­ro­sa­men­te entre el jui­cio del mujik y el pre­jui­cio del mujik, entre el espí­ri­tu demo­crá­ti­co del mujik con­tra Purish­ké­vich y la ten­den­cia del mujik a tran­si­gir con el pope y el terrateniente.

La demo­cra­cia pro­le­ta­ria debe tener en cuen­ta el nacio­na­lis­mo de los cam­pe­si­nos rusos (no en el sen­ti­do de con­ce­sio­nes, sino en el sen­ti­do de lucha) ya aho­ra, y lo ten­drá en cuen­ta, pro­ba­ble­men­te, duran­te un perío­do bas­tan­te pro­lon­ga­do[9]. El des­per­tar del nacio­na­lis­mo en las nacio­nes opri­mi­das, que se ha mos­tra­do con tan­ta fuer­za des­pués de 1905 (recor­de­mos aun­que sólo sea el gru­po de «auto­no­mis­tas-fede­ra­lis­tas» de la I Duma, el ascen­so del movi­mien­to ucra­nio, del movi­mien­to musul­mán, etc.), pro­vo­ca­rá inevi­ta­ble­men­te un recru­de­ci­mien­to del nacio­na­lis­mo de la peque­ña bur­gue­sía rusa en la ciu­dad y en el cam­po. Cuan­to más len­ta sea la trans­for­ma­ción demo­crá­ti­ca en Rusia, tan­to más empe­ña­dos, rudos y encar­ni­za­dos serán el hos­ti­ga­mien­to nacio­nal y las dis­cor­dias entre la bur­gue­sía de las diver­sas nacio­nes. El sin­gu­lar espí­ri­tu reac­cio­na­rio de los Purish­ké­vich rusos engen­dra­rá (e inten­si­fi­ca­rá) a la vez ten­den­cias «sepa­ra­tis­tas» en unas u otras nacio­nes opri­mi­das, que a veces gozan de una liber­tad mucho mayor en los Esta­dos vecinos.

Seme­jan­te esta­do de cosas plan­tea al pro­le­ta­ria­do de Rusia una tarea doble, o mejor dicho, bila­te­ral: luchar con­tra todo nacio­na­lis­mo y, en pri­mer tér­mino, con­tra el nacio­na­lis­mo ruso; reco­no­cer no sólo la com­ple­ta igual­dad de dere­chos de todas las nacio­nes en gene­ral, sino tam­bién la igual­dad de dere­chos res­pec­to a la edi­fi­ca­ción esta­tal, es decir, el dere­cho de las nacio­nes a la auto­de­ter­mi­na­ción, a la sepa­ra­ción; y, al mis­mo tiem­po y pre­ci­sa­men­te en inte­rés del éxi­to en la lucha con­tra toda cla­se de nacio­na­lis­mos de todas las nacio­nes, pro­pug­nar la uni­dad de la lucha pro­le­ta­ria y de las orga­ni­za­cio­nes pro­le­ta­rias, su más ínti­ma fusión en una comu­ni­dad inter­na­cio­nal, a des­pe­cho de las ten­den­cias bur­gue­sas al ais­la­mien­to nacional.

Com­ple­ta igual­dad de dere­chos de las nacio­nes; dere­cho de auto­de­ter­mi­na­ción de las nacio­nes; fusión de los obre­ros de todas las nacio­nes; tal es el pro­gra­ma nacio­nal que ense­ña a los obre­ros el mar­xis­mo, que ense­ña la expe­rien­cia del mun­do ente­ro y la expe­rien­cia de Rusia.

El pre­sen­te artícu­lo esta­ba ya en caja cuan­do reci­bí el núme­ro 3 de Nasha Rabó­cha­ya Gaze­ta, don­de el señor V. Kosovs­ki escri­be sobre el reco­no­ci­mien­to del dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción para todas las naciones:

«Mecá­ni­ca­men­te tras­la­da­do de la reso­lu­ción del I Con­gre­so del par­ti­do (1898) que, a su vez, lo tomó de los acuer­dos de los con­gre­sos socia­lis­tas inter­na­cio­na­les, este dere­cho, según pue­de ver­se por los deba­tes, era inter­pre­ta­do por el con­gre­so de 1903 en el mis­mo sen­ti­do que le daba la Inter­na­cio­nal Socia­lis­ta: en el sen­ti­do de la auto­de­ter­mi­na­ción polí­ti­ca, es decir, de la auto­de­ter­mi­na­ción de la nación hacia la inde­pen­den­cia polí­ti­ca. De este modo, la fór­mu­la de auto­de­ter­mi­na­ción nacio­nal, que sig­ni­fi­ca el dere­cho a la sepa­ra­ción terri­to­rial, no ata­ñe para nada al pro­ble­ma de cómo regu­lar las rela­cio­nes nacio­na­les den­tro de un orga­nis­mo esta­tal deter­mi­na­do para las nacio­nes que no pue­dan o no quie­ran salir de Esta­do existente».

Por don­de pue­de ver­se que el señor V. Kosovs­ki ha teni­do en las manos las actas del II Con­gre­so de 1903 y cono­ce per­fec­ta­men­te el ver­da­de­ro (y úni­co) sen­ti­do del con­cep­to de auto­de­ter­mi­na­ción. ¡¡Com­pa­ren con esto el hecho de que la redac­ción del perió­di­co bun­dis­ta Zait suel­te al señor Lib­man para que se mofe del pro­gra­ma y le impu­te fal­ta de cla­ri­dad!! Extra­ños hábi­tos «de par­ti­do» tie­nen los seño­res bun­dis­tas… Sólo «Alá sabe» por qué Kosovs­ki decla­ra que el acep­tar el con­gre­so la auto­de­ter­mi­na­ción es un tras­la­do mecá­ni­co. Hay gen­tes que «quie­ren hacer obje­cio­nes», pero no ven el fon­do del asun­to, no saben cuá­les, ni cómo, ni por qué, ni para qué hacerlas.


[1] A cier­to L. Vl. de París, le pare­ce que esta pala­bra no es mar­xis­ta. Este L. Vl. es un diver­ti­do «super­klug» (lo que pue­de tra­du­cir­se por «super­in­te­li­gen­te»). El «super­in­te­li­gen­te» L. Vl. se pro­po­ne, por lo vis­to, escri­bir un estu­dio sobre la eli­mi­na­ción de nues­tro pro­gra­ma míni­mo (¡des­de el pun­to de vis­ta de la lucha de cla­se!) de las pala­bras: «pobla­ción», «pue­blo», etc.

[2] Si la mayo­ría de la nación norue­ga esta­ba por la monar­quía, y el pro­le­ta­ria­do por la repú­bli­ca, al pro­le­ta­ria­do norue­go, hablan­do en gene­ral, se le abrían dos cami­nos: o la revo­lu­ción, si esta­ban madu­ras las con­di­cio­nes para ella, o la sumi­sión a la mayo­ría y una lar­ga labor de pro­pa­gan­da y agitación.

[3] Sería un tra­ba­jo his­tó­ri­co muy intere­san­te com­pa­rar la posi­ción de un gen­tilhom­bre pola­co insur­gen­te de 1863, que era la posi­ción de Chernyshevsky, demó­cra­ta revo­lu­cio­na­rio de influen­cia en toda Rusia, que tam­bién (como Marx) supo apre­ciar la impor­tan­cia del movi­mien­to pola­co, y la posi­ción del filis­teo ucra­nio Dra­go­má­nov, quien escri­bió mucho más tar­de y expre­só el pun­to de vis­ta del cam­pe­sino, toda­vía tan sal­va­je, dor­mi­do, encos­tra­do en su mon­tón de estier­col, que su legí­ti­mo odio a los terra­te­nien­tes pola­cos le impe­día com­pren­der la impor­tan­cia de la lucha de estos terra­te­nien­tes para la demo­cra­cia de toda Rusia. (Veá­se La Polo­nia his­tó­ri­ca y la demo­cra­cia de Rusia, de Dra­go­má­nov). Dra­go­má­nov ha mere­ci­do ple­na­men­te los entu­sias­tas abra­zos que más tar­de le pro­di­gó P. Stru­ve cuan­do ya era nacional-liberal.

[4] Com­pá­re­se, ade­más, la car­ta de Marx a Engels del 3 de junio de 1867: «…Por las cró­ni­cas de París del Times me he ente­ra­do con ver­da­de­ra satis­fac­ción de las excla­ma­cio­nes polo­nó­fi­las de los pari­sien­ses con­tra Rusia… El señor Proudhon y su minús­cu­la cama­ri­lla doc­tri­na­ria no son el pue­blo francés».

[5] No es difí­cil ver, dicho sea de paso, por qué, des­de el pun­to de vis­ta social­de­mó­cra­ta, no pue­de enten­der­se por dere­cho a la «auto­de­ter­mi­na­ción» de las nacio­nes ni la fede­ra­ción ni la ato­no­mía (aun­que, hablan­do en for­ma abs­trac­ta, la una y la otra encua­dran en el tér­mino de «auto­de­ter­mi­na­ción»). El dere­cho a la fede­ra­ción es, en gene­ral, un absur­do, ya que la fede­ra­ción es un con­tra­to bila­te­ral. Ni que decir tie­ne que en modo alguno pue­den los mar­xis­tas incluir en su pro­gra­ma la defen­sa del fede­ra­lis­mo en gene­ral. En lo que res­pec­ta a la auto­no­mía, los mar­xis­tas no defien­den «el dere­cho a» la auto­no­mía, sino la auto­no­mía mis­ma, como prin­ci­pio gene­ral y uni­ver­sal de un Esta­do demo­crá­ti­co de com­po­si­ción nacio­nal hete­ro­gé­nea, con mar­ca­das dife­ren­cias en las con­di­cio­nes geo­grá­fi­cas y de otro tipo. Por eso, reco­no­cer «el dere­cho de las nacio­nes a la auto­no­mía» sería tan absur­do como reco­no­cer «el dere­cho de las nacio­nes a la federación».

[6] En 1916, Lenin dio en este lugar la siguien­te nota: «roga­mos a los lec­to­res que no olvi­den que Ple­já­nov fue en 1903 uno de los prin­ci­pa­les enemi­gos del opor­tu­nis­mo y esta­ba muy lejos de su tris­te­men­te céle­bre vira­je hacia el opor­tu­nis­mo y, pos­te­rior­men­te, el chovinismo».

[7] Se nos comu­ni­ca que en la con­fe­ren­cia cele­bra­da por los mar­xis­tas de Rusia en el verano de 1913, los mar­xis­tas pola­cos par­ti­ci­pa­ron tan sólo con voz, pero sin voto, y que, en lo tocan­te al dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción (a la sepa­ra­ción), no vota­ron en abso­lu­to, mani­fes­tán­do­se en con­tra de tal dere­cho en gene­ral. Por supues­to, tenían pleno dere­cho a pro­ce­der de este modo y a des­ple­gar igual que antes su agi­ta­ción en Polo­nia con­tra su sepa­ra­ción. Pero esto no se pare­ce mucho a lo que dice Trots­ki, pues los mar­xis­tas pola­cos no exi­gían que se «supri­mie­ra del pro­gra­ma» el apar­ta­do 9.

[8] No es difí­cil com­pren­der que el hecho de que los mar­xis­tas de toda Rusia y, en pri­mer tér­mino, los rusos, reco­noz­can el dere­cho de las nacio­nes a la sepa­ra­ción no des­car­ta en lo más míni­mo la agi­ta­ción con­tra la sepa­ra­ción por par­te de los mar­xis­tas de esta o la otra nación opri­mi­da, del mis­mo modo que el reco­no­cer el dere­cho al divor­cio no des­car­ta la agi­ta­ción con­tra el divor­cio en este o el otro caso. Por eso cree­mos que ha de aumen­tar inevi­ta­ble­men­te el núme­ro de mar­xis­tas pola­cos que se reirán de la inexis­ten­te «con­tra­dic­ción» que aho­ra «exa­cer­ban» Sem­kovs­ki y Trotski.

[9] Sería intere­san­te seguir el pro­ce­so de modi­fi­ca­ción, por ejem­plo, del nacio­na­lis­mo en Polo­nia, pasan­do del naci­na­lis­mo aris­to­crá­ti­co a nacio­na­lis­mo bur­gués y des­pués a nacio­na­lis­mo cam­pe­sino. Lud­wig Bernhard, en su libro Das pol­nis­che Gemein­we­sen im pre­us­sis­chen Staat («Los pola­cos en Pru­sia»; hay una tra­duc­ción rusa), colo­cán­do­se él mis­mo en el pun­to de vis­ta de un Kokosh­kin ale­mán, des­cri­be un fenó­meno extra­or­di­na­ria­men­te carac­te­rís­ti­co: la for­ma­ción de una espe­cie de «repú­bli­ca cam­pe­si­na» de pola­cos en Ale­ma­nia, en for­ma de este­cha agru­pa­ción de toda cla­se de coope­ra­ti­vas y demás unio­nes de cam­pe­si­nos pola­cos en lucha por la nación, por la reli­gión, por la tie­rra «pola­ca». El yugo ale­mán ha agru­pa­do a los pola­cos, les ha hecho reple­gar­se sobre sí mis­mos, des­per­tan­do el nacio­na­lis­mo, al prin­ci­pio, en la aris­to­cra­cia, des­pués en los bur­gue­ses y, por últi­mo, en la masa cam­pe­si­na (sobre todo des­pués de que los ale­ma­nes ini­cia­ron en 1873 una cam­pa­ña con­tra el idio­ma pola­co en las escue­las). Hacia eso mis­mo van las cosas en Rusia, y no sólo por lo que se refie­re a Polonia.

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