¿Xeno­fo­bia en todas par­tes? Imma­nuel Wallerstein.

El dic­cio­na­rio defi­ne la xeno­fo­bia como el mie­do, odio, recha­zo o rece­lo hacia los extra­ños, extran­je­ros o gen­te de fue­ra, o hacia cual­quie­ra cosa extra­ña o extran­je­ra. Pare­ce ser una pla­ga endé­mi­ca en todas par­tes del mun­do. Pero infec­ta a mayor núme­ro de per­so­nas sólo en oca­sio­nes. Ésta es una de esas veces.

Pero ¿quién es extran­je­ro? En el mun­do moderno, pare­ce que la leal­tad más fuer­te es aqué­lla que se brin­da al Esta­do del cual es uno ciu­da­dano. A esto se le lla­ma nacio­na­lis­mo o patrio­tis­mo. Sí, algu­nas per­so­nas ponen otras leal­ta­des antes que el patrio­tis­mo, pero pare­ce que están en minoría.

Por supues­to, hay muchas situa­cio­nes dife­ren­tes en las que la gen­te expre­sa sus sen­ti­mien­tos nacio­na­lis­tas. En una situa­ción colo­nial, el nacio­na­lis­mo se expre­sa como la exi­gen­cia de libe­rar­se del poder colo­nial. Pare­ce asu­mir for­mas simi­la­res en lo que algu­nos lla­man una situa­ción semi­co­lo­nial, que es una en que el país es téc­ni­ca­men­te sobe­rano pero vive bajo la som­bra de un Esta­do más fuer­te, lo que lo hace sen­tir oprimido.

Lue­go está el nacio­na­lis­mo del Esta­do fuer­te, que se expre­sa como una afir­ma­ción de supe­rio­ri­dad téc­ni­ca y cul­tu­ral, que sus pro­po­nen­tes sien­ten que les otor­ga el dere­cho de impo­ner sus pun­tos de vis­ta y valo­res a esta­dos más débiles.

Pode­mos aplau­dir el nacio­na­lis­mo de los opri­mi­dos como algo valio­so y pro­gre­sis­ta. Pode­mos con­de­nar el nacio­na­lis­mo opre­si­vo de los fuer­tes como retró­gra­do y sin valor. Sin embar­go hay una ter­ce­ra situa­ción en la que un nacio­na­lis­mo xenó­fo­bo levan­ta la cabe­za. Es aque­lla en que la pobla­ción de un Esta­do sien­te o teme que esté per­dien­do fuer­za, que de algún modo está en decadencia.

El sen­ti­mien­to de deca­den­cia nacio­nal es inevi­ta­ble­men­te exa­cer­ba­do, en lo par­ti­cu­lar, en épo­cas de gran­des difi­cul­ta­des eco­nó­mi­cas, como en las que se encuen­tra el mun­do hoy día. Así que no es sor­pre­sa que tal xeno­fo­bia haya comen­za­do a jugar un papel que cre­ce en impor­tan­cia, en la vida polí­ti­ca de los esta­dos, por todo el mundo.

Lo vemos en Esta­dos Uni­dos, don­de el lla­ma­do Par­ti­do del Té quie­re recu­pe­rar el país para “res­tau­rar Ame­ri­ca y… su honor”. En un mitin en Washing­ton el 28 de agos­to, el orga­ni­za­dor, Glenn Beck, dijo: Para ser hones­tos, con­for­me miro los pro­ble­mas de nues­tro país, pien­so que el alien­to calien­te de la des­truc­ción reso­pla en nues­tro cue­llo. Para fijar la ima­gen polí­ti­ca­men­te, no es algo que yo vea en todas partes.

En Japón, una nue­va orga­ni­za­ción, el Zai­to­ku­kai, rodeó una escue­la pri­ma­ria corea­na en Kyo­to en diciem­bre pasa­do, exi­gien­do expul­sar a los bár­ba­ros. Su líder dice que mode­ló su orga­ni­za­ción según el Par­ti­do del Té, y com­par­te la sen­sa­ción de que Japón sufre aho­ra una pér­di­da de res­pe­to en el esce­na­rio mun­dial y que va en la direc­ción equivocada.

Euro­pa, como sabe­mos, ha vis­to que en casi todos los paí­ses sur­gen par­ti­dos que bus­can expul­sar a los extran­je­ros y recu­pe­rar el país para las exclu­si­vas manos de los lla­ma­dos ver­da­de­ros ciu­da­da­nos, aun­que dilu­ci­dar cuán­tas gene­ra­cio­nes de lina­je con­ti­nuo se requie­ren para defi­nir a un ver­da­de­ro ciu­da­dano sea una cues­tión elusiva.

Tam­po­co está ausen­te el fenó­meno en los paí­ses del sur –de Amé­ri­ca Lati­na a Áfri­ca y Asia. No tie­ne caso expre­sar todas las múl­ti­ples y repe­ti­das ins­tan­cias de cuán­do o dón­de alza su horri­ble cabe­za la xeno­fo­bia. La cues­tión real es qué hacer, si es que algo se pue­de hacer, para con­tra­rres­tar sus per­ni­cio­sas consecuencias.

Hay una escue­la del pen­sa­mien­to que esen­cial­men­te argu­ye que uno tie­ne que media­ti­zar las con­sig­nas, repe­tir­las de mane­ra dilui­da, y sim­ple­men­te espe­rar el momen­to cícli­co en que la xeno­fo­bia haya muer­to por­que mejo­ra­ron los tiem­pos eco­nó­mi­cos. Ésta es la línea de lo que se podrían lla­mar par­ti­dos de dere­cha y cen­tro-dere­cha den­tro del esta­blish­ment.

Pero, ¿qué hay de los par­ti­dos de izquier­da o cen­troiz­quier­da? La mayo­ría, no todos, pare­cen cohi­bi­dos. Pare­cen teme­ro­sos de que de nue­vo se les acu­se de anti­pa­trio­tas, o cos­mo­po­li­tas, y se preo­cu­pan de que pue­dan ser barri­dos por la marea, aun si la marea amai­na en el futu­ro. Así que hablan, débil­men­te, de valo­res uni­ver­sa­les y de com­pro­mi­sos prác­ti­cos. ¿Aca­so esto los sal­va­rá? Algu­nas veces, pero con fre­cuen­cia no. Con fre­cuen­cia son barri­dos por la marea. Algu­nas veces, has­ta se unen a la marea. La his­to­ria ante­rior de los par­ti­dos fas­cis­tas está reple­ta de muchos líde­res de izquier­da que se vol­vie­ron fas­cis­tas. Des­pués de todo ésa es la his­to­ria del hom­bre que vir­tual­men­te inven­tó el tér­mino fas­cis­ta –Beni­to Mussolini.

La volun­tad de abra­zar los valo­res igua­li­ta­rios a ple­ni­tud, inclui­do el dere­cho que tie­ne toda cla­se de comu­ni­da­des a ejer­cer su auto­no­mía, en la estruc­tu­ra nacio­nal polí­ti­ca que aco­mo­da la tole­ran­cia de múl­ti­ples auto­no­mías, es una posi­ción polí­ti­ca­men­te difí­cil tan­to de defi­nir como de sos­te­ner. Pero es pro­ba­ble­men­te la úni­ca que ofre­ce algu­na espe­ran­za de lar­go pla­zo de que sobre­vi­va la humanidad.

Tra­duc­ción: Ramón Vera Herrera

La Jor­na­da

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