Víc­ti­mas del terro­ris­mo de Estado

Los nega­cio­nis­tas de la tor­tu­ra ensal­zan el dis­cur­so sobre las víc­ti­mas de ETA del cate­drá­ti­co Emé­ri­to de Éti­ca de la Uni­ver­si­dad de Deus­to Xabier Etxe­be­rria, pero ocul­tan que este reco­no­ce la exis­ten­cia de víc­ti­mas del terro­ris­mo «tan­to por par­te de ETA como por par­te del Esta­do» y que con­si­de­ra a las víc­ti­mas de la tor­tu­ra a las que el Esta­do nie­ga su con­di­ción de tales como víc­ti­mas del peor de los terro­ris­mos de Estado.

En efec­to, ocul­tan que Etxe­be­rria dis­tin­gue dos tipos de víc­ti­mas del terro­ris­mo. Por una par­te, las víc­ti­mas de una vio­len­cia ile­gí­ti­ma prac­ti­ca­da por «gru­pos con moti­va­ción polí­ti­ca arma­dos fren­te al Esta­do». Por otra, las cau­sa­das por «el pro­pio Esta­do a tra­vés de una vio­len­cia que que­bran­ta gra­ve­men­te los dere­chos huma­nos y que tie­ne en la tor­tu­ra su expre­sión máxi­ma, terro­ris­mo de Estado».

Los nega­cio­nis­tas de la tor­tu­ra tam­bién ocul­tan que, segùn Etxe­be­rria, «la tor­tu­ra no se ha des­te­rra­do, se ha hecho secre­ta», y que «este secre­tis­mo, por un lado, garan­ti­za la impu­ni­dad del tor­tu­ra­dor y, por otro, deja sumi­da a la víc­ti­ma en el mayor des­am­pa­ro no solo en el momen­to de ser tor­tu­ra­da, sino en el momen­to de recla­mar la jus­ti­cia y la repa­ra­ción debi­da por lo que se le ha hecho».

Valién­do­se de ese secre­tis­mo, tan cer­te­ra­men­te denun­cia­do por Xabier Etxe­be­rria, las auto­ri­da­des espa­ño­las han nega­do duran­te déca­das su con­di­ción de víc­ti­mas a miles de per­so­nas que han ale­ga­do haber sufri­do tor­tu­ras, exi­gién­do­les prue­bas que el régi­men de inco­mu­ni­ca­ción hace casi siem­pre impo­si­bles. Y lo que es aún mucho peor, han tra­ta­do y siguen tra­tan­do a esas víc­ti­mas del terro­ris­mo de Esta­do de men­ti­ro­sas y de seguir con­sig­nas para denun­ciar tor­tu­ras inexistentes.

Ade­más, dichas auto­ri­da­des no solo se opo­nen fron­tal­men­te a cali­fi­car de terro­ris­tas algu­nas vio­la­cio­nes de dere­chos huma­nos come­ti­das por el Esta­do espa­ñol tras la entra­da en vigor de la Cons­ti­tu­ción, a fina­les de 1978, sino tam­bién a que se cali­fi­quen como tales gra­ví­si­mas vio­la­cio­nes come­ti­das duran­te el franquismo.

Los fran­quis­tas y sus here­de­ros del PP siem­pre han pro­cu­ra­do que las cen­te­na­res de miles de víc­ti­mas del fran­quis­mo, ade­más de bajo tie­rra, se pudran en el olvi­do. No es de extra­ñar que así actúen, pero sí lo es que el PSOE deja­ra pasar más de trein­ta lar­gos años des­de la muer­te del dic­ta­dor para pro­mo­ver la Ley de Memo­ria His­tó­ri­ca. Una ley que, enci­ma, siguió dejan­do apar­ca­da toda jus­ti­cia para las víc­ti­mas del fran­quis­mo y que se nie­ga a reco­no­cer que estas fue­ron víc­ti­mas del terro­ris­mo de Estado.

Ni una sola de las víc­ti­mas del fran­quis­mo es con­si­de­ra­da como víc­ti­ma del terro­ris­mo de Esta­do en dicha ley y tam­po­co se les reco­no­ció como tales en el decre­to sobre víc­ti­mas de moti­va­ción polí­ti­ca que el PSOE pro­mo­vió en el Par­la­men­to Vas­co aun­que en su infor­me pre­li­mi­nar se dije­ra lite­ral­men­te que la repre­sión fran­quis­ta «se ejer­cía des­de el apa­ra­to del Esta­do» y bus­ca­ba «la gene­ra­li­za­ción de un esta­do de terror en la pobla­ción que impi­die­ra la exten­sión de la rei­vin­di­ca­ción democrática».

Así, por una par­te, afir­ma­ron que, duran­te el fran­quis­mo, «el apa­ra­to del Esta­do» bus­ca­ba, median­te la repre­sión, «la gene­ra­li­za­ción de un esta­do de terror». Por otra, sin embar­go, nega­ron rotun­da­men­te que se pudie­ra cali­fi­car a las víc­ti­mas de esa repre­sión como víc­ti­mas del terro­ris­mo de Estado.

Y si actúan así con res­pec­to al fran­quis­mo, ni qué decir tie­ne cómo lo hacen res­pec­to a la eta­pa pos­te­rior. Aun­que el PP cul­pe al PSOE de la orga­ni­za­ción de los aten­ta­dos terro­ris­tas rei­vin­di­ca­dos usan­do las siglas GAL, la tesis ofi­cial de ambos par­ti­dos es que al Esta­do espa­ñol no se le pue­de acha­car ni en el pasa­do fran­quis­ta, ni mucho menos pos­te­rior­men­te, terro­ris­mo de Esta­do alguno.

Por eso se empe­ñan en cali­fi­car como «abu­sos poli­cia­les» gra­ví­si­mas vio­la­cio­nes de dere­chos huma­nos como el ase­si­na­to de cin­co tra­ba­ja­do­res en Gas­teiz el 3 de mar­zo de 1976. O las terri­bles tor­tu­ras que pro­vo­ca­ron la muer­te de Joxe Arre­gi, el 13 de febre­ro de 1981.

En el caso de Arre­gi, tras escu­dar­se una y otra vez en ver­sio­nes inve­ro­sí­mi­les, al final no tuvie­ron otro reme­dio que reco­no­cer que fue tor­tu­ra­do, debi­do a las que­ma­du­ras de ciga­rri­llos que pre­sen­ta­ba en la plan­ta de los pies, pero en el de otros tor­tu­ra­dos has­ta la muer­te, como Mikel Zabal­za, siguen negándolo.

Ade­más, cuan­do no tie­nen otro reme­dio que reco­no­cer los crí­me­nes, tra­tan de ocul­tar la res­pon­sa­bi­li­dad del Esta­do, des­car­gán­do­la sobre unos sim­ples agen­tes de la auto­ri­dad que habrían come­ti­do exce­sos. De ahí el empe­ño en impo­ner esa ter­mi­no­lo­gía de «abu­sos o exce­sos poli­cia­les» y el recha­zo fron­tal a que se hable de terro­ris­mo de Estado.

Cabe remar­car al res­pec­to que, según Igor Pri­mo­ratz, cate­drá­ti­co Emé­ri­to de Filo­so­fía de la Uni­ver­si­dad Hebrea de Jeru­sa­lén, el terro­ris­mo de Esta­do es, con dife­ren­cia, el peor de los terro­ris­mos. Sobre todo, por­que «no pue­de sino estar agra­va­do por el secre­to, el enga­ño y la hipo­cre­sía», ya que «cuan­do un Esta­do está impli­ca­do en el terro­ris­mo, ya sea per­pe­tra­do por sus pro­pios agen­tes o por inter­me­dia­rios, lo hace clan­des­ti­na­men­te, negan­do cual­quier impli­ca­ción, y decla­ran­do su adhe­sión a los valo­res y prin­ci­pios que lo prohíben».

Eso es lo que han hecho y siguen hacien­do las auto­ri­da­des espa­ño­las a las que el lehen­da­ka­ri Urku­llu no ha teni­do nada que repro­char en el acto de home­na­je a las vic­ti­mas del terro­ris­mo. Un home­na­je del que ha exclui­do a miles de víc­ti­mas del terro­ris­mo de Esta­do y en el que ni siquie­ra se ha dig­na­do a mos­trar su pesar por la muer­te en pri­sión de Xabier Rey, tor­tu­ra­do en su día y some­ti­do des­pués, duran­te diez lar­gos años, a unas durí­si­mas con­di­cio­nes car­ce­la­rias a mil kiló­me­tros de su familia.

¿Actua­rá igual el año que viene?

Xabier Maka­za­ga, inves­ti­ga­dor del terro­ris­mo de Estado

13 de mar­zo de 2018

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