Si el río sue­na… ¿sig­ni­fi­ca paz a la vis­ta?- J A Gutierrez

Las con­ver­sa­cio­nes de paz han vuel­to a poner­se, con el bene­plá­ci­to de una bue­na par­te del esta­ble­ci­mien­to, en la agen­da polí­ti­ca colom­bia­na. Una pata­le­ta de Uri­be, que denun­ció acer­ca­mien­tos del gobierno con las FARC-EP en Cuba, bus­can­do con ello cana­li­zar apo­yo para su pro­yec­to ultraderechista[1], bas­tó para que se gene­ra­ra toda una corrien­te de opi­nión favo­ra­ble a estos acer­ca­mien­tos, salién­do­le el tiro por la cula­ta. San­tos, fren­te al tema, se mane­jó con gran her­me­tis­mo pero hoy Tele­Sur ya ha dado la noti­cia del millón: las FARC-EP habrían fir­ma­do el ini­cio de un acuer­do de paz con el gobierno colombiano[2]. Las expec­ta­ti­vas son gran­des cuan­do hace ape­nas unos días Gabino, máxi­mo coman­dan­te del ELN, decla­ra­ba estar dis­pues­to a sumar­se a una ini­cia­ti­va de diá­lo­go en la que toma­ran par­te las FARC-EP[3]. Pro­nun­cia­mien­to de gran impor­tan­cia ya que entre las lec­cio­nes del pasa­do, está que no es posi­ble hoy la nego­cia­ción en para­le­lo con las dis­tin­tas expre­sio­nes del movi­mien­to gue­rri­lle­ro colom­biano. En momen­tos en que escri­bo estas notas, esta­mos a la espe­ra del pro­nun­cia­mien­to ofi­cial de Juan Manuel San­tos al respecto.

Este acer­ca­mien­to no es gra­tui­to ni nace de una bue­na volun­tad del man­da­ta­rio: es obvio que la tesis del “fin del fin” care­ce de sus­ten­to y que el Plan Colom­bia tocó techo. La insur­gen­cia ha res­pon­di­do al desa­fío plan­tea­do por el avan­ce del mili­ta­ris­mo y un nue­vo ciclo de luchas socia­les ame­na­za con el dete­rio­ro de la situa­ción polí­ti­ca en el mediano pla­zo, a un nivel que será difí­cil de con­tro­lar para la oli­gar­quía. El esce­na­rio polí­ti­co pare­ce, a veces, peli­gro­sa­men­te volá­til. Por otra par­te, tam­po­co sor­pren­de la volun­tad de la insur­gen­cia para acer­car­se a una mesa de nego­cia­cio­nes: por una par­te, por­que es la insur­gen­cia la que ha veni­do plan­tean­do des­de hace 30 años, en todos los tonos posi­bles, la solu­ción polí­ti­ca al con­flic­to social y arma­do, y por otra par­te, por­que la insur­gen­cia ha mejo­ra­do nota­ble­men­te en los últi­mos años su posi­ción de fuer­za, no sólo en lo mili­tar, sino sobre todo, en lo político.

Cui­dar­se de las fal­sas ilusiones

Aun­que la fir­ma de este acuer­do es un desa­rro­llo posi­ti­vo, no pode­mos ser exce­si­va­men­te opti­mis­tas, ni mucho menos, triun­fa­lis­tas, pen­san­do que la “paz”, por sí sola, repre­sen­ta­rá un triun­fo para los sec­to­res popu­la­res y sus deman­das his­tó­ri­cas, blo­quea­das a san­gre y fue­go por más de medio siglo, des­de el Esta­do. Hay que tener ple­na con­cien­cia de que el camino hacia un even­tual pro­ce­so de nego­cia­cio­nes está pla­ga­do de con­tra­tiem­pos, así como de que exis­ten dife­ren­cias sus­tan­cia­les, de fon­do, res­pec­to al tema de qué espe­rar de estas nego­cia­cio­nes o qué se entien­de por esa pala­bra en boca de todos, “paz”. Hay que tener ple­na con­cien­cia de que la oli­gar­quía con la cual se nego­cia es la más san­gui­na­ria del con­ti­nen­te y que no entra a nego­ciar por un súbi­to cam­bio de corazón.

Mien­tras que el con­jun­to de las orga­ni­za­cio­nes socia­les plan­tean que la paz es mucho más que el cese al fue­go, sino que con­sis­ti­ría en la reso­lu­ción colec­ti­va de pro­ble­mas estruc­tu­ra­les que ori­gi­nan la vio­len­cia, para el Esta­do sigue sien­do un tema de des­mo­vi­li­za­ción, rein­ser­ción y la dis­cu­sión de for­ma­li­da­des judi­cia­les relacionadas[4]. San­tos quie­re “una ‘paz express’, suma­ria, mecá­ni­ca. La quie­re clan­des­ti­na, sin la pre­sen­cia de la mul­ti­tud, sin socie­dad civil, sin orga­ni­za­cio­nes popu­la­res. La quie­re sin refor­mas, sin cam­bios de nin­gu­na índo­le en la socie­dad nacio­nal. Para él es sufi­cien­te con el mar­co legal que se apro­bó recien­te­men­te y tal vez las regla­men­ta­cio­nes que con difi­cul­tad podrá tra­mi­tar en un Sena­do hos­til que se le sus­trae ace­le­ra­da­men­te ante el inmi­nen­te pro­ce­so elec­to­ral”[5].

San­tos ha sos­te­ni­do una posi­ción ambi­gua ante el tema de la paz: por una par­te, dice tener las lla­ves de la paz, que un día se le pier­den y al día siguien­te apa­re­cen en una caja fuer­te; por otra par­te, pro­fun­di­za la gue­rra sucia, median­te el for­ta­le­ci­mien­to de la mili­ta­ri­za­ción de las comu­ni­da­des rura­les (los lla­ma­dos pla­nes de Con­so­li­da­ción Terri­to­rial); median­te el for­ta­le­ci­mien­to de los gol­pes a los man­dos medios de la insur­gen­cia y una estra­te­gia de judi­cia­li­za­ción de las “redes de apo­yo” del movi­mien­to gue­rri­lle­ro que some­te al poder judi­cial a las nece­si­da­des del pro­yec­to con­tra­in­sur­gen­te (esen­cia del Plan Espa­da de Honor); y por últi­mo, median­te el for­ta­le­ci­mien­to de la impu­ni­dad para las accio­nes de las fuer­zas arma­das den­tro de una estra­te­gia sis­te­má­ti­ca de terro­ris­mo de esta­do (la resu­rrec­ción del lla­ma­do fue­ro mili­tar, acuer­do al que lle­ga­ron San­tos con Uri­be recientemente).

Des­de la pers­pec­ti­va san­tis­ta, paz o gue­rra no son sino estra­te­gias para impo­ner un insos­te­ni­ble pro­yec­to eco­nó­mi­co-social neo­li­be­ral, basa­do en el Plan de (Sub) Desa­rro­llo Nacio­nal del san­tis­mo, cuyos pila­res son la agro­in­dus­tria y la mega­mi­ne­ría. Si se logra con­ver­tir esta opor­tu­ni­dad para abrir nego­cia­cio­nes en un espa­cio des­de el cual impul­sar las trans­for­ma­cio­nes socia­les que deman­da el pue­blo colom­biano, depen­de­rá de la capa­ci­dad de pre­sión y movi­li­za­ción del pro­pio pue­blo, y tal cosa suce­de­rá a pesar del Esta­do, no gra­cias a él.

¿Paz? ¿Qué paz?

Hay una cosa que el blo­que domi­nan­te no pier­de de vis­ta. Es que la nego­cia­ción con la insur­gen­cia hoy no es lo mis­mo que las nego­cia­cio­nes de 1990 – 1994. Acá no hay orga­ni­za­cio­nes cuyo espec­tro ideo­ló­gi­co es un libe­ra­lis­mo radi­ca­li­za­do; no esta­mos ante gru­pos refor­mis­tas en armas, cuya direc­ción está copa­da por la “social­ba­ca­ne­ría”; tam­po­co las deman­das polí­ti­cas de estas orga­ni­za­cio­nes insur­gen­tes serán satis­fe­chas con pro­me­sas de refor­mas cons­ti­tu­cio­na­les cos­mé­ti­cas ni con garan­tías gene­ro­sas para des­mo­vi­li­zar­se, ni acep­ta­rán una “agen­da res­trin­gi­da”. Esta­mos ante movi­mien­tos revo­lu­cio­na­rios que repre­sen­tan a los más pobres de los más pobres. Esta­mos ante movi­mien­tos gue­rri­lle­ros que repre­sen­tan las aspi­ra­cio­nes his­tó­ri­cas de ese cam­pe­si­na­do que siem­pre se que­dó deba­jo de todas las ini­cia­ti­vas de “paz”. Esta­mos ante insur­gen­tes cuyos pies se con­fun­den con la tie­rra que pisan. Esta­mos ante quie­nes no han teni­do nada y lo mere­cen todo.

Tam­po­co esta­mos ante gru­pos derro­ta­dos mili­tar­men­te como los que se des­mo­vi­li­za­ron en 1990 – 1994, sino que esta­mos ante orga­ni­za­cio­nes fuer­te­men­te arrai­ga­das en amplias regio­nes del país, con capa­ci­dad ope­ra­ti­va en casi todo el terri­to­rio nacio­nal, con una reno­va­da capa­ci­dad de gol­pear a las fuer­zas arma­das del Esta­do; en amplias regio­nes del país, la insur­gen­cia es una reali­dad polí­ti­ca insos­la­ya­ble, un autén­ti­co doble poder, que es legi­ti­ma­do en otras comu­ni­da­des piso­tea­das por la con­so­li­da­ción terri­to­rial del Ejér­ci­to y el fla­ge­lo para­mi­li­tar. Aun­que se quie­ran con­ven­cer de lo con­tra­rio algu­nos comentaristas[6], si la insur­gen­cia nego­cia hoy es por­que pue­de nego­ciar, por­que tie­ne fuer­za y capa­ci­dad para hacer­lo. Y bien saben en la Casa de Nari­ño que la des­mo­vi­li­za­ción y la ren­di­ción anhe­la­da por el uri­bis­mo no son una opción política.

Esto lo reco­no­ce un artícu­lo del 25 de Agos­to de El Espectador:

Es cla­ro que las Farc no son un inter­lo­cu­tor fácil. Quie­ren refor­ma agra­ria, así sea basa­da en la Ley de Tie­rras y la Ley de Víc­ti­mas; pre­ten­den que se deba­tan las for­mas de con­tra­ta­ción con las mul­ti­na­cio­na­les petro­le­ras y mine­ras; requie­ren espa­cios polí­ti­cos para avan­zar hacia un con­tex­to más demo­crá­ti­co, y creen que hoy la paz pasa tam­bién por el mane­jo ópti­mo del medio ambien­te. Lo demás son deta­lles de for­ma, como el ina­mo­vi­ble de que en caso de con­cre­tar una nego­cia­ción, tie­ne que hacer­se en el terri­to­rio nacio­nal.”[7]

Resul­ta ape­nas obvio que el dis­cur­so de las FARC-EP como una orga­ni­za­ción “terro­ris­ta”, “ban­do­le­ri­za­da”, “con­ver­ti­da en car­tel del nar­co­trá­fi­co”, “lum­pe­ni­za­da”, es insos­te­ni­ble, pura pro­pa­gan­da, aún cuan­do pue­dan cues­tio­nar­se cier­tos méto­dos que uti­li­za. Nadie en su sano jui­cio pue­de negar que todos los aspec­tos que la insur­gen­cia recla­ma (tie­rras, recur­sos natu­ra­les, demo­cra­cia, medio ambien­te, edu­ca­ción, salud, segu­ri­dad social, etc.) son temas de cru­cial impor­tan­cia, don­de las polí­ti­cas del gobierno hacen agua y que requie­ren de la más amplia par­ti­ci­pa­ción del con­jun­to de la socie­dad. Que la insur­gen­cia tome estos temas y los con­vier­ta en ele­men­tos indi­so­cia­bles del avan­ce de cual­quier ten­ta­ti­va por supe­rar el con­flic­to social y arma­do de raíz, es una autén­ti­ca pesa­di­lla para los sec­to­res más recal­ci­tran­tes de la oli­gar­quía. No es la supues­ta ban­do­le­ri­za­ción de la insur­gen­cia, tan bulla­da por los medios ofi­cia­les, lo que ate­rra a la oli­gar­quía, sino su carác­ter polí­ti­co y revo­lu­cio­na­rio, así como su capa­ci­dad para arti­cu­lar las deman­das de dife­ren­tes sec­to­res sociales.

Es por ello que el blo­que domi­nan­te sabe que la gran lucha que se vie­ne a futu­ro es en el plano polí­ti­co, más que en el mili­tar. Voce­ros del empre­sa­ria­do se han pro­nun­cia­do a favor de una agen­da de nego­cia­ción res­trin­gi­da mol­dea­da en la nego­cia­ción con el M‑19, es decir, una nego­cia­ción sin cam­bios estructurales[8]. Espe­ran salir de las nego­cia­cio­nes con el menor núme­ro de con­ce­sio­nes y refor­mas posi­bles, y saben que esto los pone en con­tra­dic­ción no sola­men­te con la insur­gen­cia, sino con un sec­tor impor­tan­te del pue­blo orga­ni­za­do. Por esto, debe­mos estar aler­tas ante el recru­de­ci­mien­to de la gue­rra sucia y de los ata­ques en con­tra de las orga­ni­za­cio­nes popu­la­res en lucha por el cam­bio social que, tra­di­cio­nal­men­te, han acom­pa­ña­do los pro­ce­sos de diá­lo­go en Colombia.

Se ago­ta, momen­tá­nea­men­te, la estra­te­gia militarista

Pero aun­que esa oli­gar­quía ten­ga mucho rece­lo de abrir las puer­tas a nego­cia­cio­nes que, con toda segu­ri­dad, ter­mi­na­rán en un deba­te nacio­nal sobre pro­yec­tos anta­gó­ni­cos de país, sabe tam­bién que el per­sis­tir en el rum­bo gue­rre­ris­ta es poner­se la soga al cue­llo; la insur­gen­cia se for­ta­le­ce y exis­te hoy una esca­la­mien­to del con­flic­to social y de la movi­li­za­ción popu­lar en todo el país, que de per­sis­tir, podría ame­na­zar seria­men­te la hege­mo­nía del blo­que domi­nan­te. El país se encuen­tra al bor­de de un nue­vo ciclo de vio­len­cia pre­ci­pi­ta­do por el des­pla­za­mien­to for­za­do, el des­po­jo vio­len­to de cam­pe­si­nos y comu­ni­da­des, la pene­tra­ción de la mega­mi­ne­ría y la agro­in­dus­tria en todo el país. La vio­len­cia con la que se vie­ne impo­nien­do el mode­lo san­ti­fi­ca­do en el Plan de (Sub) Desa­rro­llo Nacio­nal de San­tos, gene­ra, nece­sa­ria­men­te, resis­ten­cia. Y la resis­ten­cia, en un país como Colom­bia, se da de múl­ti­ples for­mas, sien­do cal­do de cul­ti­vo para una situa­ción poten­cial­men­te explosiva.

Nego­ciar con la insur­gen­cia le pue­de ser­vir a la oli­gar­quía, en sus más opti­mis­tas pro­yec­cio­nes, para lograr la paz neo­li­be­ral que per­mi­ta el avan­ce del pro­yec­to neo­li­be­ral agro-extrac­ti­vis­ta, redu­cien­do los nive­les de resis­ten­cia, al menos, de los pro­yec­tos insur­gen­tes. En una encues­ta a empre­sa­rios colom­bia­nos hecha por la Fun­da­ción Ideas para la Paz, “La gran mayo­ría dejó cla­ro que des­car­ta una agen­da de nego­cia­ción que inclu­ya refor­mas estruc­tu­ra­les y con múl­ti­ples acto­res, como suce­dió en el Caguán. Pre­fie­ren una res­trin­gi­da al desar­me, la des­mo­vi­li­za­ción y la rein­te­gra­ción don­de el Esta­do pue­de ser ‘gene­ro­so’.”[9]. O sea, paz para faci­li­tar la explo­ta­ción de las masas y del medio ambien­te colombiano.

En las pro­yec­cio­nes menos opti­mis­tas de la oli­gar­quía, las nego­cia­cio­nes ser­vi­rían al menos para ganar tiem­po y pre­pa­rar­se para enfren­tar, de mane­ra más letal y efi­cien­te, el siguien­te ciclo de vio­len­cia que se cier­ne sobre el hori­zon­te. Tal fue la inten­ción real del gobierno de Pas­tra­na al enfren­tar el pro­ce­so de nego­cia­cio­nes de San vicen­te del Caguán. El pro­pio Pas­tra­na, que habla­ba de paz, mien­tras nego­cia­ba el Plan Colom­bia y daba rien­da suel­ta a la herra­mien­ta para­mi­li­tar del Esta­do, reco­no­ció cíni­ca­men­te en un artícu­lo a los diez años del quie­bre de los diá­lo­gos del Cagúan este hecho:

“[El] Plan Colom­bia (…) [nos] per­mi­tió sen­tar­nos a la mesa de diá­lo­go en des­ven­ta­ja ini­cial, prác­ti­ca­men­te des­ar­ma­dos, con la cer­te­za de que se habría de con­cluir, tras éxi­to o fra­ca­so, con un Esta­do arma­do has­ta los dien­tes y lis­to, como nun­ca antes, tan­to para la gue­rra como para la paz.”[10]

En ambos casos, sea que la oli­gar­quía bus­que la paci­fi­ca­ción del país sin cam­bios sus­tan­cia­les o sea que bus­quen ganar tiem­po para seguir con el nego­cio de la gue­rra, cual­quier paz que se logre será efí­me­ra, será ape­nas la cal­ma que ante­ce­da la vio­len­ta tem­pes­tad que arre­cia­rá de la mano de los exclui­dos, de los des­po­ja­dos, de los vio­len­ta­dos, de los opri­mi­dos. Y son ellos los que deben movi­li­zar­se para impo­ner la nece­sa­ria volun­tad de cam­bios estruc­tu­ra­les y de fon­do: el vien­to sopla a su favor de momen­to, pues la movi­li­za­ción popu­lar va en alza y exis­te una salu­da­ble ten­den­cia a la uni­dad de los que luchan. Estos dos ele­men­tos favo­re­cen la posi­bi­li­dad de que el blo­que popu­lar se con­vier­ta en un fac­tor de peso en las nego­cia­cio­nes, más aún cuan­do el blo­que domi­nan­te pre­sen­ta con­tra­dic­cio­nes inter­nas que, sin ser anta­gó­ni­cas, son bas­tan­te agu­das y le gene­ran una cri­sis de hegemonía.

Los “enemi­gos (no tan) aga­za­pa­dos”: San­to­yo y las con­tra­dic­cio­nes interburguesas

La hege­mo­nía del blo­que domi­nan­te, con­so­li­da­da duran­te casi una déca­da de Plan Colom­bia y la mal lla­ma­da “Segu­ri­dad Demo­crá­ti­ca” (de la cual San­tos fue un con­ti­nua­dor), se ve afec­ta­da no sola­men­te por la cre­cien­te movi­li­za­ción y des­con­ten­to popu­lar, sino que por la ero­sión de la uni­dad del blo­que domi­nan­te. Cada vez se vuel­ven más fre­cuen­tes los cho­ques entre el uri­bis­mo atrin­che­ra­do entre los ele­men­tos enar­de­ci­dos de las fuer­zas mili­ta­res, de los gana­de­ros, de la nar­co­bur­gue­sía y del gamo­na­lis­mo, todos los cua­les ven en la gue­rra su gran nego­cio, y el san­tis­mo que repre­sen­ta los intere­ses supre­mos de los cacaos y del Capi­tal trans­na­cio­nal, que bus­can la “paz” para abrir paso a sus nego­cios e inver­sio­nes en el area agro-extrac­ti­vis­ta. Aun­que estos últi­mos sec­to­res tam­bién hayan recu­rri­do al para­mi­li­ta­ris­mo para ase­gu­rar la “con­fian­za inver­sio­nis­ta” y al des­po­jo vio­len­to para enri­que­cer­se, pri­vi­le­gia­rían una mane­ra menos cos­to­sa de garan­ti­zar sus ganan­cias, lo que los pone en una situa­ción un tan­to dife­ren­te a los sec­to­res de la bur­gue­sía que depen­den, estruc­tu­ral­men­te, del des­po­jo vio­len­to para acu­mu­lar Capital.

El colum­nis­ta Alfre­do Molano, hace unos meses, ana­li­za­ba esta con­tra­dic­ción en el blo­que domi­nan­te y el impac­to que ten­dría sobre un even­tual pro­ce­so de negociación:

al pre­si­den­te le que­da más fácil nego­ciar con la gue­rri­lla que con los mili­ta­res, los empre­sa­rios y los gamo­na­les para no ter­mi­nar derro­ta­do en otro Caguán. Fue esa caren­cia el ver­da­de­ro obs­tácu­lo de la nego­cia­ción entre Pas­tra­na y Maru­lan­da. El error del expre­si­den­te no fue el des­pe­je de 30.000 kiló­me­tros, fue no haber nego­cia­do pre­via­men­te con el esta­ble­ci­mien­to y con los mili­ta­res el pre­cio que esas dos pode­ro­sas fuer­zas esta­ban dis­pues­tas a pagar.”[11]

Mien­tras se pro­fun­di­za la cri­sis de hege­mo­nía del blo­que en el poder, y mien­tras avan­zan las luchas popu­la­res así como la insur­gen­cia, sería insen­sa­to para San­tos no reac­cio­nar ante la agi­ta­ción que el uri­bis­mo lle­va ade­lan­te en los cuar­te­les y su tra­ba­jo de pola­ri­za­ción al inte­rior del esta­ble­ci­mien­to. Ni San­tos (ni los cacaos a los que repre­sen­ta, ni el impe­ria­lis­mo que lo res­pal­da) acep­ta­rán que Uri­be se con­vier­ta en un fac­tor de des­es­ta­bi­li­za­ción. Todos ellos apo­ya­ron a Uri­be mien­tras éste les sir­vió y les ayu­dó a recom­po­ner la mal­tre­cha hege­mo­nía de una oli­gar­quía deca­den­te. Pero ni el impe­ria­lis­mo ni la oli­gar­quía tie­nen ami­gos, sino que sólo intere­ses. En el momen­to en que deja de cum­plir ese rol, Uri­be se con­vier­te en un “dese­cha­ble”.

En este sen­ti­do debe leer­se el aco­rra­la­mien­to gene­ral al que la jus­ti­cia está some­tien­do al círcu­lo ínti­mo del uri­bis­mo, con la con­de­na de Rito Ale­jo, los cre­cien­tes seña­la­mien­tos de para­mi­li­ta­res como Man­cu­so entre sus nexos con las AUC, los líos de los fami­lia­res nar­cos del ex pre­si­den­te y la depor­ta­ción del gene­ral San­to­yo. No es que recién nos este­mos dan­do cuen­ta de lo podri­do del entorno de Uri­be; eso se sabe des­de hace tiem­po, pero aho­ra el con­tex­to es otro. Par­ti­cu­lar­men­te el caso San­to­yo pare­ce ser un aprie­te impor­tan­te con­tra Uri­be: si alguien pue­de com­pre­me­ter­lo en el nar­co­trá­fi­co y el para­mi­li­ta­ris­mo, es él. Ya ha empe­za­do a hablar de algu­nos gene­ra­les, inclui­do el bra­zo dere­cho de Uri­be, Mario Mon­to­ya, y ha ame­na­za­do con “can­tar” sobre políticos[12]. ¿Será San­to­yo la car­ta del san­tis­mo para inten­tar poner a Uri­be bajo con­trol? Habrá que ver la reac­ción de Uri­be al anun­cio de paz, lo que pro­ba­ble­men­te hará a tra­vés del Twit­ter. Pero si deci­de seguir jugan­do a la des­es­ta­bi­li­za­ción, su caí­da, muy pro­ba­ble­men­te será sola­men­te cosa de tiempo.

Meter­le pue­blo a la negociación

Aún cuan­do deba­mos ver las nego­cia­cio­nes sin inge­nui­dad y con bas­tan­te rea­lis­mo, es indu­da­ble que el actual momen­to abre un poten­cial enor­me para supe­rar las con­di­cio­nes estruc­tu­ra­les que han lle­va­do al con­flic­to social y arma­do en Colom­bia, y que han ali­men­ta­do a este mode­lo de capi­ta­lis­mo mafio­so que acu­mu­la en fun­ción del des­po­jo vio­len­to. Tan­to San­tos como los empre­sa­rios recha­zan, o son rea­cios a acep­tar, la par­ti­ci­pa­ción de “múl­ti­ples acto­res” en el pro­ce­so de paz. Es decir, bus­can excluir al pue­blo de la reso­lu­ción de un con­flic­to que le afec­ta direc­ta­men­te, dejan­do así intac­tas las con­di­cio­nes para el esta­lli­do de nue­vas vio­len­cias, como las que cró­ni­ca­men­te azo­tan a las socie­da­des del post con­flic­to cen­tro­ame­ri­cano. Aún cuan­do el movi­mien­to gue­rri­lle­ro en Colom­bia sea par­te de un acu­mu­la­do impor­tan­te de luchas popu­la­res en Colom­bia, y aún cuan­do ten­ga un nivel de legi­ti­mi­dad muy impor­tan­te en muchas regio­nes del país, está cla­ro que ni la insur­gen­cia, ni nin­gu­na expre­sión del movi­mien­to popu­lar colom­biano pue­den tomar la repre­sen­ta­ción exclu­si­va del movi­mien­to popular.

La pro­pia insur­gen­cia se ha mani­fes­ta­do en múl­ti­ples oca­sio­nes en acuer­do con esta posi­ción, la cual ven como con­sis­ten­te con sus pos­tu­la­dos his­tó­ri­cos. En su res­pues­ta al pro­fe­sor Medó­fi­lo Medi­na, el coman­dan­te máxi­mo de las FARC-EP, Timo­león Jimé­nez, expli­ca el sen­ti­do de la lucha de polí­ti­ca, “por el poder para el pue­blo”, de esta gue­rri­lla comu­nis­ta: “Ni en [el] Pro­gra­ma Agra­rio, ni en nin­gún docu­men­to pos­te­rior de las FARC has­ta la fecha de hoy, se ha plan­tea­do jamás que como orga­ni­za­ción polí­ti­co mili­tar nues­tra meta sea la toma del poder tras derro­tar en una gue­rra de posi­cio­nes al Ejér­ci­to colom­biano, como se repi­te una y otra vez por todos aque­llos que insis­ten en seña­lar­nos la impo­si­bi­li­dad de ese obje­ti­vo. Des­de nues­tro naci­mien­to las FARC hemos con­ce­bi­do el acce­so al poder como una cues­tión de mul­ti­tu­des en agi­ta­ción y movi­mien­to.”[13]

En esa linea, el cita­do artícu­lo de El Espec­ta­dor plan­tea cla­ra­men­te, como un pro­ble­ma para la nego­cia­ción, que:

De ante­mano se sabe que otro de los aspec­tos difí­ci­les es la agen­da de las Farc. Al res­pec­to, está cla­ro que en prin­ci­pio la pre­ten­sión de la gue­rri­lla es meter­le socie­dad civil al asun­to. Es decir, que los movi­mien­tos socia­les, la aca­de­mia o las mino­rías polí­ti­cas ten­gan la mis­ma voce­ría que pue­dan tener los gre­mios eco­nó­mi­cos. Por eso el deno­mi­na­do movi­mien­to de la Mar­cha Patrió­ti­ca pue­de cobrar pro­ta­go­nis­mo. Se tra­ta de crear espa­cios polí­ti­cos don­de la dis­cu­sión no se limi­te úni­ca­men­te al pul­so entre el Gobierno y la gue­rri­lla. (…) Sobre el tema del Cau­ca las Farc tie­nen un pen­sa­mien­to cla­ro: si se lle­ga a dar un pro­ce­so de paz con el Gobierno, los indí­ge­nas de ese depar­ta­men­to tie­nen que tener una voce­ría espe­cial en la mesa de diá­lo­go.”[14]

Es nece­sa­rio que el pue­blo recla­me y exi­ja su dere­cho a tomar par­te de este pro­ce­so y lo con­vier­ta en un diá­lo­go nacio­nal en el que se dis­cu­tan los pro­yec­tos de país que están con­fron­ta­dos en un con­flic­to que no es sola­men­te arma­do, sino ante todo social. Sobre la solu­ción polí­ti­ca, la mis­ma res­pues­ta del coman­dan­te Timo­león Jimé­nez esta­ble­ce que ésta:

no pue­de enten­der­se sino como un replan­tea­mien­to del orden exis­ten­te. No se tra­ta de que gue­rri­lle­ros arre­pen­ti­dos y pre­via­men­te des­acre­di­ta­dos en extre­mo, entre­guen las armas, se some­tan al escar­nio mediá­ti­co y jurí­di­co, para lue­go, con la espa­da pen­dien­do de un hilo sobre sus cabe­zas, ingre­sar al mer­ca­do de la polí­ti­ca par­ti­dis­ta a fin de hacer coro a las men­ti­ras ofi­cia­les. De lo que se tra­ta es de recons­truir las reglas de la demo­cra­cia para que se deba­tan ideas y pro­gra­mas en igual­dad de opor­tu­ni­da­des. Sin el ries­go de ser ase­si­na­dos al lle­gar a casa. O des­apa­re­ci­dos y tor­tu­ra­dos por una mis­te­rio­sa mano negra que ya se anun­cia que exis­te, como aque­llas fuer­zas oscu­ras que exter­mi­na­ron a la Unión Patrió­ti­ca bajo la mira­da impa­si­ble de la cla­se polí­ti­ca colom­bia­na. Es jus­to que se abra un deba­te públi­co y libre sobre estos asun­tos, que se pue­da hablar de estos temas sin ser arro­lla­dos de inme­dia­to por los mono­po­lios infor­ma­ti­vos con­cer­ta­dos.

Hay que meter­le pue­blo a estas nego­cia­cio­nes, aun­que le moles­te a la oli­gar­quía ver a tan­to pati­rra­ja­do copan­do el deba­te polí­ti­co, terreno reser­va­do por dos lar­gos siglos de vida repu­bli­ca­na a una éli­te dora­da, a estir­pes mori­bun­das y deca­den­tes cuyos ape­lli­dos se repi­ten una y otra vez ocu­pan­do todos los car­gos de poder. Se tra­ta de copar ese espa­cio, de lle­var el deba­te polí­ti­co sobre la paz y la gue­rra, sobre el mode­lo polí­ti­co y eco­nó­mi­co a todas las pla­zas públi­cas de Colom­bia, a todas las facul­ta­des y escue­las, a todos los cen­tros de tra­ba­jo, a las minas y las vere­das rura­les. Se tra­ta de uti­li­zar este deba­te para impul­sar un pro­yec­to de país que reco­ja y armo­ni­ce las deman­das más sen­ti­das de todos los sec­to­res popu­la­res que hoy luchan con­tra el mode­lo eco­nó­mi­co de muer­te y saqueo impues­to por los de arriba. 

El anun­cio del ini­cio de este nue­vo camino en bús­que­da de la solu­ción polí­ti­ca, no debe sig­ni­fi­car que haya que des­mo­vi­li­zar al pue­blo. Muy por el con­tra­rio, indi­ca que es hora de que el pue­blo sal­ga a luchar aún con más deci­sión, que se pro­fun­di­ce la movi­li­za­ción social y que se for­ta­lez­can los espa­cios de uni­dad del pue­blo en lucha. Debe­mos rodear, más que nun­ca expre­sio­nes como la Mar­cha Patrió­ti­ca para evi­tar un nue­vo geno­ci­dio y pro­te­ger los espa­cios des­de los cua­les el pue­blo movi­li­za­do hace sen­tir su voz y su apues­ta por una nue­va socie­dad. Debe­mos apo­yar las luchas de los cam­pe­si­nos, de los tra­ba­ja­do­res, de los pre­sos polí­ti­cos, que hoy se encuen­tran en des­obe­dien­cia y huel­gas en todo el país. Debe­mos exi­gir el cese a la estig­ma­ti­za­ción, la per­se­cu­ción y el encar­ce­la­mien­to de lucha­do­res socia­les. Hay que exi­gir el levan­ta­mien­to del mote de “orga­ni­za­cio­nes terro­ris­tas” a los insur­gen­tes para así garan­ti­zar las con­di­cio­nes ópti­mas para el diá­lo­go fran­co y libre. Debe­mos exi­gir que de este acuer­do ini­cial se avan­ce a un cese al fue­go bila­te­ral y al des­mon­te del para­mi­li­ta­ris­mo como una mane­ra de pro­te­ger la vida y la inte­gri­dad de ese pue­blo que hoy debe con­ver­tir­se en el actor pro­ta­gó­ni­co de este proceso.

Sola­men­te la movi­li­za­ción popu­lar garan­ti­za­rá que este pro­ce­so de paz que se vis­lum­bra en el hori­zon­te con­clu­ya con las trans­for­ma­cio­nes estruc­tu­ra­les que recla­man amplios sec­to­res en Colom­bia. Y a la luz de los enor­mes desa­fíos plan­tea­dos des­de el poder, esta lucha por la paz no será nada menos que una lucha abier­ta­men­te revo­lu­cio­na­ria. Es hora de hablar cla­ra­men­te sobre la natu­ra­le­za revo­lu­cio­na­ria de esta lucha, que com­pro­me­te la con­fron­ta­ción de un mode­lo basa­do en la explo­ta­ción, el saqueo, la muer­te y la exclu­sión, con un mode­lo que cre­ce en el cora­zón del pue­blo, basa­do en la inclu­sión, en el res­pe­to a las comu­ni­da­des y al medio ambien­te, de carác­ter sos­te­ni­ble para pro­te­ger la vida, la dig­ni­dad y la auto­de­ter­mi­na­ción de las per­so­nas. No es nada más ni nada menos que el tipo de Colom­bia que se quie­re cons­truir lo que está en juego.


[1] http://www.elespectador.com/noticias/politica/articulo-…-cuba
[2] http://www.telesurtv.net/articulos/2012/08/27/santos-y-….html Ver tam­bién http://www.caracol.com.co/noticias/escuche-aqui-la-entr….aspxhttp://www.semana.com/nacion/telesur-dice-gobierno-farc….aspx
[3] http://www.semana.com/nacion/eln-dispuesto-proceso-conj….aspx
[4] Para un artícu­lo que refle­ja las acti­tu­des pre­do­mi­nan­tes en el Esta­do sobre los alcan­ces limi­ta­dos que espe­ran de una even­tual nego­cia­ción, ver http://www.elespectador.com/impreso/politica/articulo‑3…antos
[5] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=155098&titular=l…eblo-
[6] Ver, por ejem­plo, la últi­ma colum­na de Hum­ber­to de la Calle http://​www​.eles​pec​ta​dor​.com/​o​p​i​n​i​o​n​/​c​o​l​u​m​n​a​-​3​7​0​0​9​3​-​paz o el siguien­te artícu­lo http://www.elespectador.com/impreso/politica/articulo‑3…antos Ver, en res­pues­ta a esta tesis, un artícu­lo nues­tro pre­vio http://​www​.anar​kis​mo​.net/​a​r​t​i​c​l​e​/​2​1​961
[7] http://www.elespectador.com/impreso/politica/articulo‑3…e‑paz
[8] http://verdadabierta.com/component/content/article/52‑f…farc/
[9] http://verdadabierta.com/component/content/article/52‑f…farc/
[10] http://www.eltiempo.com/Multimedia/especiales/caguan-pr…861 – 7
[11] http://www.elespectador.com/opinion/columna-353508-gran…rtida
[12] http://www.elespectador.com/impreso/judicial/articulo‑3…ticos
[13] http://​pren​sa​ru​ral​.org/​s​p​i​p​/​s​p​i​p​.​p​h​p​?​a​r​t​i​c​l​e​7​176
[14] http://www.elespectador.com/impreso/politica/articulo‑3…e‑paz

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